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Bolsilibros - Punto Rojo 21. Motín, de Clark Carrados

Novela, Policial

El motín se mascaba en el ambiente. Hacía calor, un calor húmedo, denso, pegajoso, que hacía transpirar con el sencillo movimiento de la respiración. No corría una brizna de aire y en el cielo, las nubes, densas, plomizas, se aborregaban en grandes montones de vaporosa lana gris. Había tensión en el ambiente y había tensión en los ánimos. De pie, tras los vidrios de la ventana de su despacho, Irving Liddell, director de la penitenciaría del Estado, contemplaba reflexivamente la masa de reclusos que atestaban el gran patio central.


Bolsilibros - Punto Rojo 28. La muerte os saluda, de Alf Regaldie

Novela, Policial

Becky Hillman se detuvo en actitud vacilante ante la puerta de hierro Que daba paso al jardincillo que rodeaba el “chalet” en donde residía Barry Wilding. No había demasiada luz en la hermosa zona residencial en la que, por otra parte, dominaba en aquella hora un silencio impresionante. En la lejanía, un tocadiscos lanzó al aire las notas de uno de los últimos éxitos de Paul Anka.


Bolsilibros - Punto Rojo 32. La muerte anunció su visita, de Clark Carrados

Novela, Policial

La aburrida guardia del sargento de policía Milt Edwards se vio de pronto sacudida por una inesperada llamaba telefónica. La llamada procedía de un ciudadano de Macon Springs, tendero de profesión y que respondía al nombre de Burton Vern. Éste denunció que había recibido una carta anónima y sin firma, sin darse cuenta de la redundancia que cometía al hablar de este modo, en cuya carta se le anunciaba de que antes de que llegase el nuevo día se le iba a rebanar el pescuezo


Bolsilibros - Punto Rojo 37. Un doble para la horca, de Clark Carrados

Novela, Policial

Apenas rebasada la treintena, Breckner se había convertido en una celebridad. Cuatro novelas suyas, en poco más de tres años, le habían lanzado a la cúspide de la fama. De las cuatro obras se habían impreso millones de ejemplares en todas las lenguas, excepto el sánscrito, el griego antiguo y el lenguaje ideográfico de los egipcios, idiomas reservados a unos pocos estudiosos. Hubiese resultado pintoresco, sin embargo, que «Explosión de pasiones» hubiera sido trasladada a los ideogramas faraónicos. Algunas de las escenas de la novela habrían agradado notablemente hasta el más mísero «fellagha» egipcio. Por supuesto, en la versión cinematográfica, la cosa había tenido que suavizarse notablemente; aun así, algunas de las escenas eran capaces de convertir los refrigeradores de los cines en hornos de barco de vapor.


Bolsilibros - Punto Rojo 40. Me ha visitado un cadáver, de Clark Carrados

Novela, Policial

Si yo hubiera conocido a tiempo el conocido proverbio del famoso filósofo chino, ¿cuántos contratiempos y disgustos no me hubiera evitado? Tristes son las consecuencias de la ignorancia, pero ¿cómo podía yo saber lo que el destino me reservaba al regresar de mi trabajo? 
Además, hacía ya unos días que estaba muy preocupado. 
Me estaban siguiendo.


Bolsilibros - Punto Rojo 42. Clave: Ojos verdes, de Donald Curtis

Novela, Policial

Estaba seguro de, ello. El hombre sabía que iba a morir. Ahora intentaba huir a su destino. No sería tarea sencilla. En cualquier lugar de la ciudad, tras un recodo de las iluminadas calles, bajo los fluorescentes, los parpadeos luminosos anunciando productos y los grandes escaparates de electrodomésticos se agazapaba la Muerte. La Muerte, acechándole. Buscándole, implacable. Allí, en la gran ciudad que parecía ir contra la milenaria tradición egipcia, con su aire moderno, su luz y su ruido. Podía estar entre el gentío que abandonaba los cinematógrafos de Saad Zaghlul y de Iskandar el Akbar. Podía estar en cualquier parte de las amplias aceras bajo los carteles que pregonaban las excelencias de las Colas, y los buenos tabacos egipcios. Todo tenía en Alejandría esa mezcla cosmopolita, internacional, que da sello significativo a las ciudades de importancia turística.


Bolsilibros - Punto Rojo 43. Retrato en rojo, de Clark Carrados

Novela, Policial

A veces, el orgullo le impide a uno pedir socorro, pero las circunstancias, en que me encontraba yo en aquellos momentos no eran las más apropiadas para mostrar mi orgullo ni sentirme ofendido por verme obligado a solicitar socorro. Cuando uno se encuentra a varias millas de la ciudad más próxima, con la rueda delantera deshecha por los cascos de vidrio de una botella, que un estúpido automovilista ha arrojado descuidadamente por la ventanilla, y cuando la rueda de repuesto ha perdido el aire, lo lógico es que busque a alguien a quien pedir auxilio en semejante coyuntura, máxime cuando el cielo está descargando toneladas de agua sobre la tierra.


Bolsilibros - Punto Rojo 56. Asesinato con premio, de Clark Carrados

Novela, Policial

Los expertos suelen decir que el arte del buen fotógrafo consiste en elegir el tema, más que en el manejo propio de la cámara. Naturalmente, esto influye también en una buena fotografía, pero si el tema vale la pena, la marca de cámara y la película utilizada quedan relegadas a un segundo lugar, muy discreto.


Bolsilibros - Punto Rojo 58. Melodía de muerte, de Alf Regaldie

Novela, Policial

Grace Morton mantenía los ojos entornados. De su mano había caído un libro de poemas de Rilke. Sin embargo, no dormía. El pequeño gabinete en donde se hallaba, amueblado con sencillez y buen gusto, convidaba al recogimiento, y más, en aquella hora del atardecer en que las sombras lo iban invadiendo, suavizando los contornos hasta dar a las cosas un aspecto casi irreal.


Bolsilibros - Punto Rojo 61. ¿Es pelirroja la muerte?, de Burton Hare

Novela, Policial

El cálido airecillo primaveral agitaba sus cabellos rojos, y algo que no tenía nada que ver con el aire, agitaba también sus caderas de una manera voluptuosa, tanto que hacía más de dos minutos que yo andaba detrás de ella como un perrito faldero. No es que la fuera siguiendo —no soy un conquistador de acera—, pero los dos llevábamos el mismo camino y resultaba un recreo para la vista mirarla mientras andaba. Y no era yo solo el que quedaba prendido de sus encantos. La pelirroja poseía ese tipo que prodigan las revistas, con redondeces sobrantes como para prestarle un poco a otra más necesitada.


Bolsilibros - Punto Rojo 62. Póker de muerte, de Donald Curtis

Policial, Novela

La mujer de las medias oscuras echó una moneda en la máquina tocadiscos. Esta tardo un poco en funcionar. La aguja buscó la grabación, dentro del recinto luminoso. Ella llevaba ropas llamativas y muy adheridas. Resultaba desafiante, y lo sabía. Se acarició lentamente las caderas, moviéndose hacía el hombre sentado al otro extremo del largo mostrador. —Tengo sed —dijo, reclinándose en el mostrador. —Yo también —respondió él, pensativo—. Es el calor. —Claro —ella se estiró el traje, bajando algunas pulgadas el descote. Valía la pena, pero el otro no la hizo caso—. Es un verano muy cálido.


Bolsilibros - Punto Rojo 68. La banda fantasma, de Clark Carrados

Novela, Policial

El hombre caminaba, despacio, tranquilamente, con las manos en los bolsillos del abrigo que llevaba puesto, ya que la noche era más bien fresca. Su pierna de recha se movía con alguna torpeza, como si se resintiese de una lesión no lejana, la cual, no obstante, no le impedía caminar con casi absoluta normalidad. Era de mediana estatura, rechoncho, cejas muy pobladas y espeso bigote negro. Su indumentaria era correcta, de tonos oscuros. En aquel lugar la iluminación no era excesiva.


Bolsilibros - Punto Rojo 70. Trópico ardiente, de Donald Curtis

Novela, Policial

—Adiós, amigos. Hasta nunca. 
—No digas eso, Shelby. Despídete como todos: «Hasta la vista»… 
—No habrá un «hasta la vista». No volveré nunca. 
—Bah. Es lo que dicen todos. Pero al final, siempre vuelven… 
No cambiamos más palabras. Y si lo hicimos, no lo recuerdo. Aquéllas bastaban. Eran lo suficientemente abrasadoras, para grabarse en mí como un hierro de marcar ganado. 
Lo amargaban todo: «Hasta la vista»… «Hasta la vista, Shelby»… Amargaban todo: hasta aquella noche húmeda y bochornosa, con olor a sulfuro. Hacía calor. Y posiblemente habría tormenta, cuando el bochorno buscara mayor expansión.


Bolsilibros - Punto Rojo 72. El reloj acusador, de Clark Carrados

Novela, Policial

Entré en el bar de muy mal humor. 
Hablando con franqueza, estaba que mordía. La camarera que atendía el mostrador intentó conquistarme haciendo una descarada exhibición de sus protuberantes encantos físicos, inspirando con tanta fuerza como si deseara romper el corpiño, pero ni aun aquel fascinante espectáculo era capaz de disipar mi mal humor. 
—¿Cuánto vale un trago aquí? —pregunté. 
La camarera me miró provocativamente a través de unas espesas pestañas.


Bolsilibros - Punto Rojo 74. Más allá del horror, de Clark Carrados

Novela, Policial

Pedaleando vigorosamente en su vieja pero confiable bicicleta, la voluminosa señora Branthill regresaba a su casa. La noche había cerrado hacía ya un par de horas. Durante el día había llovido intensamente, pero al atardecer, el cielo se había despejado y la temperatura había aumentado un tanto. Pese a todo, la carretera estaba aún brillante y húmeda por la lluvia. El trabajo de la señora Branthill consistía, desde hacía un cuarto de siglo, en ayudar a aumentar el censo de ciudadanos del Reino Unido. La señora Branthill se sentía un tanto enojada, dado que la llamada que había motivado su salida se debía a una falsa alarma. Los esposos Haggett, él mucho más que ella, naturalmente, eran muy aprensivos. Se comprendía, dado que era la primera vez que ambos se encontraban en un trance similar. La señora Branthill se dijo que era preciso disculparlos en atención a las circunstancias. Su experiencia de un cuarto de siglo en tales menesteres le había hecho saber que el bebé de los Haggett no empezaría a alborotar este pícaro mundo antes de una semana. La señora Haggett tenía fama de comilona, de modo que no era extraño que estuviese padeciendo los efectos de una digestión particularmente laboriosa. Éstos y no otros habían sido los motivos de la alarma.


Bolsilibros - Punto Rojo 78. Una vieja dama, de Clark Carrados

Novela, Policial

Llovía furiosamente. A cántaros. Como si todas las fuentes del cielo se hubiesen puesto de acuerdo para soltar sus caudales al mismo tiempo, amenazando con anegar al planeta con un segundo diluvio. El agua que caía, formaba una espesa cortina, que dificultaba grandemente la visibilidad. A una docena de metros, resultaba materialmente imposible distinguir otra cosa que no fueran sombras borrosas e imprecisas, casi espectrales. A pesar de todo, el temporal poseía, una característica singular: apenas se movía un soplo de aire. Los billones de gotas de agua caían completamente verticales, pero incesantemente, con cierta airada mansedumbre.


Bolsilibros - Punto Rojo 80. La muerte usa lápiz rojo, de Clark Carrados

Novela, Policial

Cuando uno ha trabajado largamente durante años para crearse una posición y lo ha conseguido al fin, creo que se merece un pequeño descanso, una especie de vacaciones en algún lugar discreto, sin luido, con poco bullicio, mucho sol y una larga playa de cálida y dorada arena. Por esta razón, me encontraba yo entonces, aquel día en la playa de South Nesh, pequeña ciudad de la Florida Occidental. Hacía tres días que había llegado y desde entonces no había hecho otra cosa que holgazanear al sol y darme largas zambullidas en las tibias aguas del Golfo de Méjico.


Bolsilibros - Punto Rojo 83. Los ojos del diablo, de Clark Carrados

Policial, Novela

El páramo era áspero, frío y desolado. Hacia el Oeste, su planicie se veía interrumpida súbitamente por una brusca caída hacia el mar, cuyas olas golpeaban incesantemente la base de los acantilados, en un eterno batallar contra la arenisca y el granito de las rocas, corroyendo sus bases día tras día, año tras año, siglo tras siglo. Hacia el Este, el páramo era una constante sucesión de leves ondulaciones cubiertas de hierba, brazos y matorrales que luchaban denodadamente por sobrevivir en un medio hostil; y la llanura continuaba hasta interrumpirse, a bastantes millas de la costa, en una hilera de agresivas colmas que corrían de Norte a Sur. Al pie de las colinas corría un río, el Bearlodd, y a orillas del Bearlodd se hallaba la aldea de Magshowter. Entre las aldeas y la costa, en el centro del páramo, había un viejo caserón que amenazaba ruina por sus cuatro costados. El caserón era de techo de pizarra, inclinado a dos aguas, y disponía de un par de edificios auxiliares, más pequeños, que habían servido antiguamente como establos y almacén de aperos de labranza y otros utensilios. Los edificios auxiliares se desmoronaban por falta de atención y en sus tejados se veían varios orificios abiertos por la hostilidad de los elementos, orificios que nadie se había cuidado de tapar.


Bolsilibros - Punto Rojo 86. Matar por nada, de Clark Carrados

Novela, Policial

Tengo la completa seguridad de que cuando Phil Wynter murió, hubo muchas personas que respiraron aliviadas, se regocijaron con su muerte e, incluso, no faltó quién se emborrachó más o menos en secreto, a fin de celebrar dignamente el acontecimiento. 
Por supuesto, yo no fui ninguno de ellos. No conocía a Wynter personalmente ni tampoco había tenido jamás la menor relación con él, de modo que en lo que a mí se refiere, su muerte me dejó frío, de la misma forma que a diario se cometen crímenes en Los Ángeles, y no por ello he de preocuparme por cada asesinato que se lleva a cabo. Para mí fue uno más, aunque por la personalidad del difunto, su muerte cobró cierto relieve durante algunos días.


Bolsilibros - Punto Rojo 89. Visión de horror, de Frank Lewis

Novela, Policial

George Moyer introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar, la puerta se abrió y apretó el interruptor de la luz. De nuevo se encontraba en su pequeño y confortable apartamento. Otra vez se hallaba en su querida ciudad: Nueva Orleans. Dos meses había permanecido de viaje, eligiendo para sus vacaciones el Estado de Arizona. Se instaló en un pequeño rancho, propiedad de su mejor amigo. Peter no vaciló en entregarle la llave, pues este estaba abandonado casi todo el año. Tan solo un matrimonio se cuidaba de atenderlo una vez al mes, evitando quedase destruido por la suciedad y el abandono.