Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
En Gold Ridge, Kent Lark, se preguntó si sería él, mientras cabalgaba apaciblemente a lo largo de la calle Mayor. Hubiera podido tomar la diligencia, pero le disgustaba llegar a su destino con los huesos molidos. Le miraban con curiosidad, pero siguió adelante. Hacía calor, pese a que ya declinaba el día. Lark pasó por delante de un edificio en el que se veía un letrero anunciador de que allí estaba la oficina del alguacil y la cárcel del pueblo. Un poco más adelante, divisó la curiosa muestra de una cantina: Los 7 Ases.
Echó a andar vacilante, y, abandonando el poblado, salió a la pradera. Hacía un tiempo primaveral, el invierno ya se había batido en derrota; la pradera empezaba a adquirir un tinte verdoso, y los árboles apuntaban de nuevo la gracia de sus hojas. Había pájaros revoloteando en el cielo, y el sol alegre pintaba de oro la inmensidad del llano. Babe se sentó sobre una piedra, junto a un arroyo, y metiendo las manos en el agua clara y fresca, salpicó del agradable líquido su frente ardorosa, experimentando una sensación de alivio que le hizo respirar con fuerza.
Cuando Alphonso Flint, el arriesgado e intrépido hombre de negocios, recibió en su despacho la noticia de que un rival desconocido hasta entonces le había eliminado en la subasta para la adjudicación de la línea de diligencias proyectada, desde Burwell, en la parte central de Nebraska, hasta Crawford, a poca distancia del ángulo que formaban las divisorias de Wyoming y Dakota del Sur cerca del río Loup, su rostro, ya apigmentonado de por sí, se tornó más rojizo y sus grises patillas en forma de hacha temblaron al vibrar todos los huesos de su rostro. Era la primera vez en su larga carrera de especulador, que alguien le daba la batalla ganándosela y esto era algo que él no estaba dispuesto a consentir. Estaba seguro de que no había nadie con dinero capaz de arriesgarlo para el tendido de aquella línea de diligencias, por una zona poco frecuentada, pero cuajada de pueblos importantes que clamaban por una comunicación organizada, y el pliego de condiciones que había presentado le parecía el más beneficioso que se podía presentar, aunque él sabía que pudo mejorarlo bastante, pero la seguridad de no tener competidor le hizo mostrarse duro y egoísta y ahora empezaba a tocar las consecuencias.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
—¿Cara o cruz? —Cara. La moneda brilló un momento al sol, subiendo impulsada por mano poderosa y al caer, se clavó en la tierra, mostrando la faz del indio con su diadema de plumas. —¡Cara! Tú ganas, Jubby. Ahora, elige, ¿será vieja o joven? —Eso ni se pregunta; vieja. —¿Fea o bonita? —Si es vieja, ¿cómo podría ser bonita? —Te diré. Mi abuela tenía setenta años, y aún la rondaban algunos. —¡No me digas!…
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.
—Hicimos muy mal retratándonos en aquel maldito barracón durante la feria de Rawlins. Fué un capricho tuyo, Borden, que ahora nos va a crear muchas dificultades, porque sin aquel maldito retrato el sheriff no hubiera podido imprimir esos bonitos pasquines y repartirlos por las sendas con más prodigalidad que las hormigas por el campo. —¿Y quién iba a pensar que aquel inocente capricho nos iba a producir tantos sinsabores, O'Keefe? Tú estabas muy elegante con tu traje recién estrenado y aquel cigarro puro de Virginia, que tenías que sujetarlo con las dos manos para que no se te cayese de los labios, y yo no estaba mal con la camisa a cuadros recién estrenada. Quería tener un recuerdo de nuestra gran amistad y por eso te insté a retratarnos juntos.
Lo que un día, hacía pocos años, era un trozo de valle olvidado, cubierto de verde e inútil hierba y huero de toda representación humana, habíase convertido en poco tiempo a causa de un desgraciado, falto de voluntad para sacar provecho a su fortuna y del ingenio maligno y perverso de un hombre sin escrúpulos, en algo que, no tardando mucho, no sólo podía ser un pueblo rico y floreciente, sino un emporio de riqueza agrícola, gracias a la feracidad de la tierra virgen y al esfuerzo de los colonos que vertían su sudor sobre la fructífera tierra. Tratábase de un trozo de valle próximo al curso del South Fork y no lejos del monte Slim Buttes, en Dakota del Sur, trozo de valle que, por su falta de comunicaciones, quizá había sido desdeñado por los pioneros avanzados que cruzaron por aquellos parajes. Tenía a su izquierda la divisoria de Montaña y al Norte, la de la otra Dakota; y en realidad, aunque algo distante de ambas fronteras, no era tan difícil su comunicación.
Cuando Víctor Frankel penetró en la cantina de la señora Martha Flyn, se sorprendió mucho al descubrirla en un rincón del pequeño establecimiento, llorando con terrible desconsuelo. Víctor la conocía desde niño, antes de que su marido, excelente cow-boy de un rancho de la región, se matase en una desenfrenada carrera de su caballo, atacado de una insolación. Bajo los efectos de ella, el animal debió de enloquecer, y cuando el hombre subió a la silla emprendió un endemoniado galope que sólo una profunda barranca pudo detener, al sumirse en ella con su jinete.
La nieve había ido cediendo en los últimos días, y Winston, desde la puerta de la gruta que le servía de refugio hacía ya tres años, miraba con interés a las praderas que se extendían al pie de las montañas y en las que había ido presenciando la llegada de reses en verdaderas avalanchas y salpicándose de viviendas lo que antes era dominio del búfalo y teatro de correrías de los indios, que se hicieron amigos suyos. Alce Veloz, el jefe indio, te daba a veces sus pieles para que Winston se encargara de convertirlas en las cosas que eran necesarias a los de su tribu, tales como ropa y sal.
Si Douglas Lemare hubiese nacido en Europa en la época de los guerreros legendarios que todo lo que llegaron a ser lo conquistaron con la punta de su espada, avasallando cuanto se les opuso al triunfo, nadie mejor que él para ostentar en el escudo de armas de su familia las tres Uves simbólicas del «veni, vidi, vici», ya que en su joven y dinámica vida todo lo había arrollado con el ímpetu de su osadía, su valor, su acometividad y su fe, para llegar adonde se propuso y conseguir cuanto quiso.
Los dos jinetes desmontaron ante la puerta del saloon, sacudiendo la nieve que había quedado sobre su ropa, y en especial en los sombreros. Y resoplando de frío se frotaron las manos al tiempo de saludar a los que estaban allí. En uno de los ángulos, había una buena hoguera, a la que se acercaron los dos.
Escucha, Lasignac, en este terreno, ni los indios son capaces de hacer brotar una sola planta de maíz. ¡Y decías que conocías lo que comprabas! El aludido contemplaba en silencio cuánto les rodeaba. El paisaje era semidesértico. Rocas y algunas plantas aisladas de salvia. Los escasos pastos no llegaban a media pulgada.
Bing y su madre creyeron que dado el mucho tiempo que el muerto había trabajado como capataz en el rancho de Bob Lane, que era donde ambos figuraban como capataz y peón, Bob tendría un rasgo decente con ellos y les indemnizaría de alguna manera por el sacrificio heroico de su padre. Su desencanto y su rabia fueron grandes, cuando el ranchero se limitó a dolerse de la pérdida, por lo que de egoísta tenía para él, pero no pasó de ahí. Hasta tuvo la poca delicadeza de saldar su cuenta hasta el día de la catástrofe y no añadir un solo centavo al pago.