Jorge es uno de tantos en Madrid. Tiene las mismas virtudes y defectos que tú. El amargo despertar narra su historia cuando, tras una fatídica noticia personal, se levanta y no hay nadie. Sin más: nadie. Vivirás en la piel de una persona muerta por dentro y por fuera y que, sin embargo, sigue luchando por mantener su cordura. Imagínate en un barrio desconocido con tu camisa llena de sangre (¿Es la tuya?). Imagínate pidiendo ayuda a gritos cuando acabas de cometer un asesinato y que solo los perros logran contestar a tus súplicas. Imagínate entrando a sitios que nunca pensabas que ibas a entrar, comiendo lo que nunca en tu vida especulabas que ibas a probar y cometiendo los delitos que solo veías cada noche en el telediario. Imagínate que todo eso que haces es por tu supervivencia. Tu más completa y agónica supervivencia. Te recuerdo, si estás despistado, que estás solo. Vivirás también el viaje postrero de una civilización perdida y comprobarás que, por desgracia, estaremos todos condenados. Con una estructura circular y narrada en primera persona, El amargo despertar es una novela que busca explicar el fatal destino de la humanidad desde el deambular del último de sus supervivientes. ¿Querrás ser tú esa persona?
Libreto original de «El amor brujo: gitanería en un acto y dos cuadros» de Manuel de Falla, que se estrenó en el Teatro Lara el 15 de Abril de 1915. Fue escrito, expresamente para Pastora Imperio, por María Lejárraga y publicado en 1915. A pesar de la autoría impresa de Gregorio Martinez Sierra, marido de María de la O, investigaciones recientes han dictaminado que fue su esposa, María Lejárraga, la autora de los textos de este libreto, así como de otros como «El corregidor y la molinera», de Falla, «Las golondrinas», de Usandizaga o «Navidad», de Turina. La densidad poética, la gracia y la hondura popular de la escritura de María Lejárraga resplandecen en esta obra, a través de los años. En la presente edición se han mantenido las normas ortográficas, gramaticales y tipográficas de la edición de 1915, a partir de la cual se ha realizado esta.
Desde esos pequeños mundos que se concentran en Ontario, Alice Munro compone uno de las colecciones de cuentos más crudos y luminosos de la literatura contemporánea. Sutiles obras maestras en los que una de las mejores autoras de la literatura universal explora esas vidas cohibidas de mujeres. Mujeres que dudan, que huyen, que abandonan, que se desbocan. Mujeres frías, a veces infieles, otras insensatas. Munro postula para todas ellas, sin embargo, una esperanza, una vía de escape, común en las ocho historias de este maravilloso volumen contra la amenaza de la rutina y el confinamiento de los sueños.
1898 tiene una consideración especial en el breve, pero intenso, calendario de Alfred Jarry. En dicho año tiene lugar la representación de «Ubú, Rey» en el Théátre des Pantins por las marionetas de Pierre Bonard. Aparecen varios textos suyos en el Mercure de France con litografías de su propia mano. En verano acude a Corbeil, al falansterio fundado por Alfred Vallete, Marguerite Eymery, Hérold, Pierre Quillard, etc. En el mes de junio ha aparecido «El amor de visita», publicado por su amigo Pierre Fort, bajo sello editorial cuyas obras gozan de una reputación más bien dudosa. Alfred Jarry, en fin, todavía no ha roto «con todos sus amigos al igual que consigo mismo», ha cumplido los veinticinco años y afronta su ausencia de futuro literario con cautivadora soberbia. Estructurado en forma de diálogos o escenas de una farsa, los once capítulos de «El amor de visita» se corresponden a otras tantas visitas en las que nuestro héroe, Lucien, da rienda suelta a su vena paródica, incisiva, insolente y rica en hallazgos humorísticos a costa del siempre escarnecido bello sexo. Desfilan ante nosotros una serie de personajes caricaturales hasta llegar, inevitablemente, al más caricaturesco de todos ellos: el Señor Ubú. En las parodias, el primer parodiado es uno mismo, y así, Jarry cierra el círculo a través (que no en pos) del amor y nos devuelve a nuestra digna mediocridad. En el viaje no faltan, se prodigan, ocasiones de sonreír, pero la obra encierra asimismo otros raros encantos, un trabajo no por oculto menos demoledor. Jarry, maestro del humor y del dolor, juega con falsas citas y citas verdaderas, con la Literatura y las literaturas, con esa pasión y furia destructora que los surrealistas habrían de recoger aún viva e intacta.
«… que nadie puede domesticar», cita Denevi en la introducción, recordando el canto de la gitana en el primer acto de la ópera Carmen, de Bizet. En estos cuentos está el amor, pero también el particular universo narrativo en el que se desenvuelve Marco Denevi.
Apenas un breve recorrido de la poética de amor de la lengua española desde el Renacimiento hasta nuestros días ha sido la pretensión de la presente antología, exaltadora de la preeminencia del más elocuente de todos los sentimientos, en la altivez y humildad de sus protagonistas, amados y amantes, únicos en su grandeza de amar al otro como a sí mismos.
Antonia es una escritora de novela negra. Tiene treinta años y vive en Boloña con un comisario de policía, de quien espera su primer hijo. Cuando descubre un secreto por mucho tiempo ocultado en el seno familiar por parte de su propia madre, emprende un inesperado viaje a Ferrara, una ciudad envuelta en misterios y silencios. Cree que allí hay una historia que contar. Sin embargo, pronto emergen las preguntas que se esconden no solo detrás de esos secretos, sino también tras un sendero más íntimo, un camino de emociones cruzadas. ¿Cómo puede ser el amor la fuerza más creativa y a la vez la más destructiva? ¿Qué estamos dispuestos a jugarnos? ¿El amor se merece?
Para los padres de Ian la abogacía es la profesión que le dará a su hijo la vida que ellos no tuvieron, para Ian eso no es suficiente. Ante el hastío del joven no dudarán en mover sus contactos para encontrarle un trabajo que le llene y, en esa búsqueda, darán con Frank Shawe, el artista del momento y al que muchos consideran el Leonardo Da Vinci del siglo XX. Ian se convertirá en su secretario personal, algo que le dará la oportunidad de salir de la asfixiante ciudad de Londres y descubrir junto a Frank una nueva vida.
Evelio Rosero es uno de los autores cuya obra se abstiene de optar por el camino más corto: escribe para entretener, pero igual para inquietar a sus lectores. Los cuentos de este libro están llenos de ficciones, se componen de figuras sencillas y su lenguaje no tiene pretensión distinta a la de comunicar historias cuyo trasfondo humano es evidente. Se nota en personajes como la madre del verdugo; el monstruo de tres colas, siete cabezas y un corazón grandísimo; o el diablo carcajeante, azuloso y con olor a fósforo. En primera persona, el autor hace de testigo directo o de protagonista de hechos aparentemente normales, pero con sorpresas reservadas. Sus cuentos están hechos con una alta dosis de ternura a veces demasiada, pero no con un menosprecio por el lector. Los finales felices no son la regla. En cada uno, no está claro ni la época ni el lugar en que transcurren. Pueden hacer referencia a la mitología anglosajona, a «Las mil y una noches» o la tradición oral colombiana. En otros de los cuentos, la situación en apariencia absurda, se vuelve familiar. Es típico de Rosero: la bicicleta encantada, el vampiro que prefiere el néctar de los lirios a la sangre, un verdugo que tiene por nombre Tobías Clemente de la Paz o un esqueleto que llega a tomar una taza de chocolate… Rosero trastoca la realidad. Sin embargo, sus cuentos no son solo para niños. ¿Desventaja? Ya en Cuento para matar un perro era claro que las historias de ficción, que mezlan lo absurdo con lo tierno y didáctico, podían llegar a todos los públicos. Sonia Sierra
Si bien durante el siglo XIX Friedrich Hölderlin (1770-1843) fue considerado como un poeta dotado de gran finura y dominio de la forma, pero débil y nostálgico, el paso del tiempo ha situado al autor de Hyperion en una de las cimas de la literatura universal y lo ha consagrado como autor y maestro de la sensibilidad de nuestro tiempo.
El arco iris (1915) de D. H. Lawrence que presentamos por primera vez íntegra en español, en nueva traducción de Catalina Martínez Muñoz, cuenta la historia de una familia a lo largo de tres generaciones, desde la década de 1840 hasta 1905, y describe el paso de una sociedad rural a una urbana e industrial con una sensibilidad en su día completamente nueva, y aún hoy enormemente original y sorprendente. Prohibida en su día por «obscena», ilustra con vigor estas palabras de D. H. Lawrence: «En cierto modo, lo que es físicono humano en la humanidad me interesa más que el elemento humano de otro tiempo, que lo obliga a uno a concebir un personaje dentro de un plan moral y hacerlo coherente con él. A ese plan moral es a lo que yo me opongo».
Los inolvidables personajes de Joël y Citroën fueron creados por Boris Vian a la medida del estremecedor delirio al que él cree que suelen conducir por un lado la dominación materna y, por el otro, el inevitable conflicto entre la vida autónoma, secreta de la infancia y la tiranía de la familia y la presión social. También se sirve del siniestro Jacquemort, un psicoanalista en busca de pacientes, para satirizar tanto el enloquecido mundo de los llamados cuerdos como el psicoanálisis y el comportamiento existencialista, tan en boga en aquellos años. Es precisamente en el ciclo de novelas escritas entre 1947 y 1953, al que pertenece El arrancacorazones, en el que Vian parece haberse asentado en un universo que le es finalmente propio, en un mundo de fábula poética cargada de fantasía, pero también de tensión y violencia, en la que la experiencia de los niños desafía los valores de los adultos.
En Mongolia, cuando un perro muere es enterrado en lo alto de la montaña para que nadie pueda pisar su tumba. El dueño del perro le susurra al oído que desea que se reencarne, en su próxima vida, en un hombre. Hasta entonces, el alma del perro es libre de vagar por la tierra y sus paisajes, durante el tiempo que quiera. Sólo algunos perros se reencarnan en hombres, únicamente los que están listos para ello. Yo estoy listo.
Esto lo aprendí viendo un programa de National Geographic en la televisión, así que debe de ser verdad. Vivo con Denny, y he aprendido tanto de él… he aprendido los principios para ser un buen piloto de carreras. Equilibrio, anticipación, paciencia. Éstas son lecciones muy importantes, tanto para la vida como para una pista de carreras. Denny es un verdadero campeón, aunque no todos lo vean así, porque Denny tiene responsabilidades. Tiene a su hija Zoë, y tiene a su esposa Eve. Y me tiene a mí.
Lo que más me gusta es correr por la hierba con la cabeza baja, sintiendo cómo las gotas de agua del rocío me salpican la cara. Me gusta correr y sentir todos los olores, toda la vida. Cuando yo regrese a este mundo voy a volver como un hombre, y voy a caminar entre vosotros. Voy a estrechar vuestras manos. Y cuando vea a un hombre, o a una mujer, o a un niño en problemas, voy a ofrecerle mi mano, a él, a ella, a ti. Al mundo. Voy a ser un buen ciudadano, un buen amigo en el camino de la vida que todos compartimos.
Mi nombre es Enzo. Y ésta es mi historia.
Un acontecimiento fortuito es el nexo que une las vidas de cinco personas. Henry Skrimshander, un talentoso jugador de béisbol, llega a una pequeña universidad con una misión: rescatar al equipo de otra desastrosa temporada. La buena estrella del joven deslumbra a los entendidos y lleva al equipo a los mejores resultados de su historia. Sin embargo, un lanzamiento fallido, que Henry ha realizado con éxito millares de veces, tendrá consecuencias devastadoras para él y quienes lo rodean. Extrañas simetrías, giros inesperados de la fortuna y pruebas del delicado equilibrio entre la voluntad individual y el azar sirven a Chad Harbach para pintar un adictivo retrato de la América contemporánea, trazado con un conmovedor realismo psicológico. Harbach tiene el don de escribir con emoción sin caer en el sentimentalismo, y de crear con humor personajes que conquistan la mente y el corazón del lector.
Referencia, Crítica y teoría literaria, Filosofía, Otros
Surgida al mismo tiempo que la filosofía, el arte de la memoria fue creada por el poeta Simónides de Ceos hacia el año 500 a. C. Desde entonces formó parte de la educación en las escuelas del mundo griego y romano. Mientras que el estudio de la filosofía proporcionaba los medios para manejar adecuadamente los conceptos, la mnemónica se proponía la función no menos importante de enseñar a utilizar las imágenes mentales (imagines agentes) y la carga emotiva adherida a ellas a fin de potenciar los procesos de rememoración, facilitar las operaciones intelectivas y contribuir a la plasmación de la personalidad. Tras su eclipse al final de la Edad Antigua, el arte de la memoria se abrirá camino, de la mano de la Escolástica, como parte de la virtud de la prudencia, y culminará su andadura en el Renacimiento con el impulso del hermetismo, el neoplatonismo y el lulismo. Caída en el olvido desde el siglo XVIII, la mnemónica se ha convertido en foco de atención gracias, en buena parte, a Frances A. Yates, que en este libro ha narrado, de forma luminosa, la historia de este arte singular. Por su originalidad se destacan los capítulos dedicados al arte de Raimundo Lulio, el Teatro de la Memoria de Giulio Camillo, los sistemas de Giordano Bruno y las relaciones de la mnemónica con la pintura y la arquitectura.
Bajo la forma de aforismos, Baltasar Gracián dio forma a una de las obras más importantes del Siglo de Oro, que aún hoy, cuatro siglos más tarde, sigue estando vigente en su objetivo último de regir el buen gobierno de las personas. Gracián prescinde de la argumentación a base de ejemplos que había dominado en la retórica medieval y esconde su propuesta con frases basadas en la realidad de los hechos y la utilidad de las acciones. Un clásico más que moderno. Baltasar Gracián fue jesuita, pensador y escritor barroco, doctísimo autor y maestro del estilo conceptista. Su ingenio crítico y afán moralista están presentes en toda su obra.
Domingo Zárate Vega comenzó a advertir formas apocalípticas en las nubes y a acertar en la predicción de pequeños desastres. Tras la muerte de su madre, se hace ermitaño en el Valle de Elqui, donde descubre, a través de una visión, que él es nada menos que la reencarnación de Jesucristo. Cuando en 1942 se entera de que en la oficina Providencia vive una prostituta que venera a la Virgen del Carmen y que además se llama Magalena, sale a buscarla con el propósito de que sea su discípula y amante, y juntos divulgar la inminente llegada del fin del mundo. El desierto chileno y las oficinas salitreras castigadas por el sol son los hostiles parajes donde el iluminado, más conocido como el Cristo del Elqui, causará revuelo entre los lugareños con sus prédicas santas. Personajes grotescos y entrañables, sermones afiebrados e inverosímiles milagros son los elementos con que Hernán Rivera Letelier construye esta inolvidable crónica de una época y una geografía únicas en una prosa llena de humor y surrealismo.
El 26 de abril de 1998, el obispo y coordinador de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, Juan Gerardi, fue asesinado a golpes. Sólo habían pasado dos días desde que presentara las mil seiscientas páginas del informe que documentaba las sistemáticas violaciones de los derechos humanos cometidas por el ejército de Guatemala en la lucha contra la insurgencia que, formalmente, había terminado en 1996. «El horror con nombre y apellidos», llamaría la prensa local al documento, aludiendo a las más de cincuenta mil víctimas de la guerra civil que identificaba. Las hipótesis de los investigadores del gobierno, en una investigación que más parecía una farsa, iban desde el crimen pasional entre homosexuales, a una red de traficantes de arte sacro, cuyos robos había descubierto Gerardi. Pero los héroes de este libro son los jóvenes investigadores de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado que investigaron por su cuenta el asesinato. Su trabajo de detectives condujo a un juicio histórico, y a condenas mucho más convincentes.
Heredera natural de Whitman y Dickinson, Bishop fue una figura desconocida durante años. Detrás de la aparente sencillez con la que revestía sus textos se escondía un calado intelectual que muchos de sus contemporáneos no supieron valorar. Lúcida, precisa, rigorosa, retraída y atrevida, Bishop se situó finalmente entre las figuras clave de la poesía norteamericana del siglo XX. Incansable viajera, nos abre las puertas a su particular mundo a caballo entre distintos países, hogares y obsesiones. De Francia a España, del norte de África a Irlanda, de Italia a México, además de los casi veinte años que vivió en Brasil junto a su entonces pareja, la aristócrata y arquitecta brasileña Lota de Macedo Soares (1910-1967), Elizabeth Bishop fue una mujer libre, que llevó esa libertad hasta sus últimas consecuencias, también creativas.
A través del contraste entre dos culturas diametralmente opuestas, la una antigua y la otra moderna, el escritor colombiano Eduardo Caballero Calderón realiza un elaborado estudio acerca del bien y del mal, al tiempo que una concienzuda crítica a la vida civilizada. Al lector de «El arte de vivir sin soñar» lo espera un libro en el que la fantasía le habrá de encantar, una atmósfera novedosa y original, la vida extraña de personajes, que trascendiendo los de la convencional narrativa colombiana permiten el libre paso al bello idioma de Caballero Calderón.