Dos ancianas, Olvido Fandiño y su criada Bruna, deciden emprender un viaje, un último viaje. Lo harán en un viejo Volkswagen escarabajo, en cuyo maletero introducen un bulto sospechoso que parece un cadáver. Conducirá doña Olvido, que para algo es la orgullosa poseedora del primer carnet de conducir expedido a una fémina en la ciudad de Santiago. Ambas mujeres (que llevan media vida juntas, se pelean todo el día pero no saben vivir la una sin la otra) forman una extraña pareja. Quedaron unidas para siempre por un hecho terrible del pasado: un hecho relacionado con el matrimonio de Olvido con un abogado con simpatías galleguistas, la excéntrica familia de este —que incluye a un hermano coleccionista de muñecas que hace misteriosos viajes a París— y los amoríos de la criada de la casa, con el trasfondo del estallido de la guerra civil y el mundo rural gallego. En su último viaje se sucederán los percances y los encuentros variopintos: con un reportero de televisión tal vez interesado en entrevistar a doña Olvido porque supuestamente conoció a Álvaro Cunqueiro, o con una pareja de guardias civiles que las ayudarán en la búsqueda de la dentadura postiza de Bruna, que ha salido disparada por la ventanilla. Mezcla de esperpento y road movie senil, esta novela chiflada con toques macabros narra la fuga de dos mujeres que son una mezcla de Thelma y Louise y las entrañables y temibles ancianas de Arsénico por compasión en versión gallega. Porque Olvido y Bruna dejan a su paso un reguero de cadáveres tanto en el presente como en el pasado. Cristina Sánchez-Andrade forja dos personajes inolvidables a los que somete a una peripecia enloquecida, desternillante y desoladoramente humana.
Por estas historias transitan unos personajes a los que Ignacio Martínez de Pisón sorprende en el momento mismo en que, forzados por las circunstancias, revelan su vocación de dominantes o dominados, enzarzados en las relaciones de poder que se establecen entre ellos. Así, la crueldad y la vejación pueden ejercerse como si de un malévolo arte se tratase («El filo de unos ojos»); la pasividad del voyeur sirve para ocultar oscuros instintos que nunca llegan a ser desvelados por completo («Alusión al tiempo»); la insumisión y la neurosis pueden conducir tanto a la enajenación y el crimen («Alguien te observa en secreto») como a la resignación («Otra vez la noche»).
Un viaje a través del misterio de nuestros dioses extraterrestres. Contacto en la precordillera Las pirámides mapuches y los VIKINGOS de Boroa El astronauta gigante de Atacama El foo fighter del Wall Mapu Los encuentros cercanos de O´Higgins Abducciones en Chiloé Los expedientes secretos de Augusto Pinochet El Área-51 de Tocopilla Arrival en la Antártica en 1958 y otras historias… El enigma ovni en la voz, el testimonio y las historias de personas que una noche miraron al cielo y fueron testigos de algo desconocido que bajó de las estrellas. Alienígenas chilenos es un libro sobre creer y encontrar respuestas desde el camino del escepticismo, el folklore y la oralidad. Un trabajo construido con los recursos de la literatura, la autoficción y las habilidades del periodismo.
En la madrugada del 24 de mayo de 1896, a los treinta años, con un revólver Smith & Wesson, José Asunción Silva se quitó la vida de un tiro en el corazón. Le dejaba a Colombia diez de los poemas más hermosos de la lengua castellana, y a sus acreedores $210.000 de deudas. Un siglo después de esa muerte, que continuó pesando sobre la conciencia de Colombia como si hubiera sido el país el que lo mató, Fernando Vallejo inicia su pesquisa detectivesca por archivos notariales y hemerotecas, y basándose en un verdadero maremágnum de documentos y periódicos viejos, más 20 cartas desconocidas y un Diario de contabilidad que la familia de Silva le facilitó, va armando el rompecabezas del infortunio y los descalabros comerciales del poeta. Almas en pena, chapolas negras es un viaje fantasmagórico y alucinado por la Bogotá de fines de siglo XIX y una biografía insólita que renueva el género.
Publicado originariamente en 1950, este fue uno de los últimos libros dados a conocer por Hemingway, la historia de un idilio sin esperanzas en el marco de una Venecia invernal. El protagonista, el coronel Cantwell, un veterano cincuentón enamorado de la joven aristócrata Renata, de diecinueve años, se sabe condenado a muerte a corto plazo y quiere vivir sus últimas horas gozando plenamente de todo.
Al otro lado del río y entre los árboles contiene algunos pasajes del mejor Hemingway, que nos hace revivir con una fuerza de sugestión inigualable un universo sensorial hecho de todo lo que se ve, se oye, se huele, se gusta o se palpa. Olores, sabores, sensaciones físicas se convierten en momentos privilegiados descritos con una precisión y fuerza extraordinarios.
En algún lugar de toda su obra, Colette dice que ni en un día ni con un movimiento impulsivo se forma una hija de la naturaleza, y ella lo fue por entero, en cuerpo y alma, del principio al fin. Se nace así y así se siente y se vive cuando esa entereza es de verdad. Si esta condición inclina más pronto a la pasión que a la bondad, como podría decirse, Colette sabía conciliar muchas veces en sus personajes femeninos —que en tantos relatos suyos eran ella—, la bondad con la pasión, sin menoscabo de una ni de otra. Se justificaba diciendo: «Mi poesía se mueve a ras de tierra». Observemos que decía «se mueve», y no «nace». Moverse ya implica haber nacido y, por tanto, la vida. En el ir de allá para acá de su poesía asomaba siempre lo que su marido llamaba capacidad de observación, sentido musical y oído perfecto, cualidades que admiró constantemente en ella. Para él, «Al rayar el día» fue el libro preferido sobre todos los de su mujer. «Si existe una novela suya autobiográfica —dijo—, es ésta… La propia Colette se pinta en ella con la mayor exactitud. Nunca ha llevado tan lejos el análisis de sí misma».
«A lo largo de los años como periodista de investigación, he desvelado en innumerables ocasiones los éxitos del CNI –antes CESID– y también he denunciado sus excesos. No solo no tengo nada contra ellos, sino que considero que hacen un gran servicio a España. Nadie duda, yo tampoco, de que los gobiernos exigen desde hace muchos años la actuación de los servicios secretos para ayudarlos. Deben hacer lo que haga falta, aunque a veces se traspasen los límites permitidos en un Estado de derecho.
Al servicio de Su Majestad trata sobre las conexiones de la monarquía con el servicio secreto, una perspectiva novedosa desde ambos puntos de vista. Me ha permitido descubrir una faceta oculta de los personajes principales, los reyes Juan Carlos I y Felipe VI, pero también de los jefes del espionaje y de muchos agentes sin los cuales no podría comprenderse sus reinados. Fue la soledad del primero en la España franquista la que le empujó a darse cuenta de la necesidad de controlar a las Fuerzas Armadas y, también, la de buscar el escudo protector de los servicios de inteligencia, esos que espiaban intensamente a su padre, Don Juan, y también a él. Por eso, una vez en la jefatura del Estado, siempre luchó para conseguir que el director del espionaje fuera un hombre de su máxima confianza. Daba igual la peripecia por la que pasara el rey, allí estaban ellos para sacarle del atolladero: conspiraciones para quitarle el trono, operaciones sucias contra políticos, teléfonos pinchados por la CIA, espiar y apartar de su lado a potentados amigos corruptos, hacer frente a las maniobras en su contra de algunas amantes, proteger a miembros de su familia, investigar la vida de posibles futuras reinas…
Cincuenta años de dedicación que han cambiado con la llegada del rey Felipe, un punto de inflexión en la relación monarquía-gobierno-espías».
A manera de relectura de un diario personal que comienza en el verano de 1956, Begoña Aranguren evoca en su nuevo libro el mundo de la clase alta española de los años cincuenta, sesenta y setenta, un mundo artificial y lleno de hipocresía, creado a conveniencia de unos pocos. «Alta sociedad» recuerda los veranos en San Sebastián o en la Costa Brava, las fiestas de Sevilla, las tediosas clases de idiomas, la presentación en sociedad de las «señoritas bien» y las costumbres regionales. En estas evocaciones se confunden la alegría de la juventud con un dejo de tristeza por la falta de autenticidad. Con su característica calidez, Aranguren nos brinda frescas imágenes que van desde su infancia hasta su madurez, en las que caben tanto la ternura y la amistad como el miedo, la mentira y el dolor. En lugar de describir y juzgar desde una posición externa y cómoda, la autora prefiere internarse en el ayer y dejarse invadir por sus recuerdos, sin prejuicios ni concesiones. En «Alta sociedad», Begoña Aranguren nos hace testigos privilegiados de sus vivencias más íntimas, de su necesidad de escapar de unas convenciones sociales asfixiantes y de un mundo felizmente extinguido.
En la habitación de un sanatorio, rodeado por el médico, las enfermeras y su esposa, un hombre intenta dar a luz y concebir a otro hombre. Con este insólito y estremecedor inicio arranca Alumbramiento. Su primera parte se compone de relatos que, a través de diferentes formas y estrategias narrativas, escenifican y cuestionan los roles masculinos tradicionales: el marido, el padre, el justiciero, el héroe, el luchador, el aventurero. La segunda reúne una serie de microcuentos donde el vértigo, la concentración, la intensidad y la sugerencia adoptan además otro modo de alumbramiento. En la tercera parte, el autor homenajea a algunos de sus narradores predilectos y explora humorística, irónicamente diversos aspectos del mundo literario como la edición, la traducción o las complejas relaciones lector-autor. El volumen se cierra con dos breves dodecálogos acerca del cuento: Neuman prosigue así con la reflexión teórica en torno al género que viene desarrollando en sus libros. En fin, un libro de cuentos total, rico en propuestas entrelazadas e iluminadas por la calidad de su autor.
El narrador de esta novela, al que solo conocemos por el nombre de «señor Richardson» (a pesar de sus diecinueve años), vive en el pueblecito de Evensford, donde es reportero del periódico local. Allí se le encarga cubrir el «gran acontecimiento» que supone el regreso a la villa de la familia Aspen, la única aristocracia (de más de quinientos años) del lugar: los hermanos Rollo, Juliana y Bertie Aspen, y su sobrina de diecinueve años, Lydia, cuyo padre acaba de fallecer y cuya madre, según dicen, murió también hace ya tiempo. El joven señor Richardson no solo tendrá una misión «periodística» en la vida de esta insigne familia: será el encargado de iniciar a Lydia en la modesta comunidad y de crearle un círculo de amigos y, poco a poco, enamorado de ella, será también el objeto de sus juegos, de sus caprichos, de sus desmanes. Amada Lydia (1952) es un pequeño clásico de la novela inglesa del siglo XX, un estudio de un amor de juventud de tintes turguenevianos, cuyo encanto reside en la intensidad y lucidez con que se representan los vaivenes, los sentimientos, el dolor y la inseguridad de esa frágil etapa de la vida.
El tesoro de la sociedad de Humania ha perdido su valor real. La codicia, como infección, se ha extendido entre sus ciudadanos que se precipitan a la escasez en todos los ámbitos de la actividad social. Amantia vivía de dones; Fanatia vivía de afanes. Cuando Amantia decidió buscar un remedio para que su hermana encontrara el método que le permitiera abandonar sus afanes, se inició el pequeño cambio que llevaría al conde alquimista Acorde Dorado a infundir en la sociedad de Humania la substancia radiante que, cual piedra filosofal, convierte todo lo que toca en semejante a sí misma y hace retornar la abundancia dentro de las vidas de quienes acepten su acción.
Con la delicadeza y la penetración que caracterizan su escritura, Cristina Cerezales Laforet indaga en este libro de relatos en la relación entre hermanos, una de las más complejas e intensas de la vida. En estas páginas se dan cita los hermanos que fueron inseparables durante la infancia, los que parecen haber perdido todo contacto con los años, el amor, la envidia, la comprensión, el compañerismo, la amistad, la complicidad e incluso la pasión entre las personas que nos acompañan desde la infancia.
Lagos, mediados de los noventa. En el marco de una dictadura militar y en una Nigeria que ofrece poco o ningún futuro, Ifemelu y Obinze, dos adolescentes atípicos, se enamoran apasionadamente. Como gran parte de su generación, saben que antes o después tendrán que dejar el país. Obinze siempre ha soñado con vivir en Estados Unidos, pero es Ifemelu quien consigue el visado para vivir con su tía en Brooklyn y estudiar en la universidad. Mientras Obinze lucha contra la burocracia para reunirse con Ifemelu, ella se encuentra en una América donde nada es como se imaginaba, comenzando por la importancia del color de su piel. Todas sus experiencias, desgracias y aventuras conducen a una única pregunta: ¿acabará convirtiéndose en una «americanah»? «Americanah», que recoge el término burlón con que los nigerianos se refieren a los que vuelven de Estados Unidos dándose aires, es una historia de amor a lo largo de tres décadas y tres continentes, la historia de cómo se crea una identidad al margen de los dictados de la sociedad y sus prejuicios.
El eco de un tiro en los despachos de Whitehall, el complejo administrativo que el gobierno inglés posee en el centro de Londres, no anuncia tan solo la extraña muerte de un alto funcionario, sino también el principio de una sutil intriga. Kate y Octavian, jefe del departamento donde trabajaba el difunto, forman un matrimonio aparentemente feliz que alberga en su casa de Dorset a un extravagante grupo de personajes: un excéntrico tío que abandonó la India bajo sospecha, un atormentado amigo superviviente de Dachau, el abogado responsable del caso y amante platónico de Kate, hijos de distintos matrimonios, conocidos, visitantes ocasionales… Y todos ellos relacionados de un modo u otro con el muerto en una deliciosa comedia de errores, donde las sonrisas esconden a menudo pecados de mucha hondura. Sirviéndose de los clásicos elementos del thriller, en «Amigos y amantes» Iris Murdoch explora con maestría los temas que desde siempre le han preocupado: el amor, la amistad y la perversa frontera que separa el bien y el mal.
En los diez relatos que componen Amistad de juventud se recrean los misterios que anidan en el centro de la experiencia humana. Múltiples vidas circulan por sus páginas, las vidas de hombres y mujeres que rememoran los deseos y los sueños que enterraron hace ya quizá demasiado, las vidas que resultaron de elecciones incomprensibles pero que asimismo las han moldeado hasta convertirlas en lo que son. La mano sabia de Alice Munro lo describe todo con una piedad y un arte inusitados, haciendo de este libro una verdadera obra maestra.
En «Amo a Dick», publicada originalmente en 1997, Chris Kraus abría sendas nuevas al desgarrar los velos que separan la ficción de la realidad y escribir sin el corsé del decoro que tacha de narcisista cualquier operación literaria a pecho descubierto. En esta novela, el oscuro objeto de deseo es Dick, un famoso teórico de las subculturas a quien Chris persigue tenazmente a lo largo y ancho de los Estados Unidos. El viaje de la pasión empuja a nuestra protagonista a un estado de frenesí amoroso que la aleja de una vida a la sombra de su exitoso marido y la lleva a cuestionarse los mismos cimientos de su feminidad. Las cartas de amor que la narradora escribe compulsivamente se abren a lo ensayístico, al análisis inspirado de vidas que se confunden con obras, desde Hannah Wilke a Kitaj. Pero llega un momento en que esas cartas ya son una forma artística en y para sí, un medio para algo que casi nada tiene que ver con Dick.La fuerza creadora es el principio rector de esta novela-manifiesto para una nueva forma de entender el feminismo, el amor y nuestra conflictiva relación con el mundo. Como escribe Eileen Myles en el prólogo a esta edición: «Cuando “Amo a Dick” vino al mundo también nació una nueva forma de vida femenina. Con la escritura de una exégesis total de la pasión, verdadera o falsa, Chris Kraus acompaña a las nuevas lectoras, a ese mundo». Allá vamos…
Manolo Chinato, es un poeta español natural de Puerto de Béjar, aunque dice sentirse extremeño. Sus poesías tratan principalmente temas bucólicos, sentimentales y sociales y parte de su obra ha sido publicada en «Amor, rebeldía, libertad y sangre». Es conocido por haber colaborado con varios grupos de rock, como Extremoduro, Platero y Tú, Inconscientes o Marea.
«Amor, creo necesario nombrarte, más exactamente pronunciar tu definición, tu cometido, puesto que de ti ignoro nombre y existencia. Así pues, yo te nombro: un dedo fónico te señala en el centro de la noche. No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso. Esto, a ti que no puedes escuchar, quisiera decirte: tengo que marcharme, al punto, en esta noche que en todo instante está igualmente lejos del alba y del ocaso; camino y hablo quedamente, rechina bajo mis pasos la madera del pórtico, escucho el fragor del bosque. Bajo la luminiscencia de nubes bajas, de nieblas, intento escribir una carta que no irá a parar a ti jamás». El amor, para Manganelli, más que un sentimiento, es un continente de ausencias, de lejanías, de despedidas, de desolación. Como él mismo dice: «No negaremos que esta jamás historia de amarnos, perseguirnos, negarnos, no pudiendo en modo alguno conseguirnos, es cuita, tormento, postración. […] En este bosque de amor tu ausencia ecuánimemente distribuida desata el furor, la postrada devoción, el llanto».
Las historias de este libro nos llevarán a disfrutar de un estilo en donde los pensamientos y acciones más oscuras de los seres humanos son aquellas que se realzan. Por ejemplo entre los personajes de los cuentos podemos encontrar situaciones tan sórdidas como el abuso sexual de un padre hacia una hija y que desencadena en el asesinato de éste. Sin embargo, el final de la historia es la que nos llevará al verdadero asombro. Así también hay temas comunes que ya se han tocado en otras novelas, pero que de igual forma en este trabajo reciben un tratamiento más pegado a lo incierto en el desenlace. El texto cuenta con veintitrés cuentos que se ordenan en dos secciones según la extensión de las narraciones y nos permiten ir avanzando en la lectura y llegar al clímax de cada una.
El peligro del amor es que se puede transformar en amistad; el peligro del sexo es que te puedes enamorar. Amor es prosa, sexo es poesíareúne las mejores crónicas afectivas de Arnaldo Jabor. Aclamado director de cine, autor de algunos de los best sellers más sonados en Brasil, periodista que escribe con el corazón, Arnaldo Jabor es un feliz descubrimiento para los lectores españoles. Con una inusual capacidad evocadora, y provocadora, Jabor recorre en esta obra el territorio plagado de contradicciones del amor. Sin pudor, Arnaldo Jabor descubre su hambre de belleza en todo: en la vida, en la política, en el amor, en el sexo. Confiesa ternuras y envidias. Repite incansablemente: las mujeres desean al hombre inalcanzable, ¡las mujeres tienen debilidad por los canallas! Y así, Jabor, reconoce uno de sus mayores miedos: «Los abismos de las mujeres son venenosos, su secreto nos mata». Pero llega un momento en que todo héroe se deprime y siente que también necesita un ritual de encuentro. Es para ese hombre, y sobre todo para la mujer que tiene al lado, para quien Jabor escribe sus crónicas afectivas. Con la misma exuberancia que imprime a sus comentarios políticos escribe sobre nuestras obsesiones más íntimas: sexo y amor, familia, mujeres. Más que por el poder, él apuesta por el amor como una ilusión sin la cual no podemos vivir.