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Bolsilibros - Rodeo Extra 26. La presa trágica, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

VEINTE años atrás, el poblado de Sheepeater, en Idaho, al pie del ingente monte por donde el río Salmón discurría de Este a Oeste para desaguar en el Snake, no existía. Aquel terreno solamente era un inmenso y salvaje valle, poblado por alimañas, exuberante en pastos o en terreno de labranza, pero aislado de toda comunicación y desolado para habitarlo. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que una mañana de un naciente otoño, una pequeña caravana de pioneros procedentes de Dakota, clavasen las ruedas de sus carretas próximos al río y tras una breve consulta entre sus componentes decidiesen afincar definitivamente en aquel lugar. El terreno parecía excelente, existía buena caza para ayudar a su alimentación, tenía el río próximo y, con fe, trabajo, pers


Bolsilibros - Rodeo Extra 29. El sendero de la muerte, de W. Martyn

Aventuras, Novela

El sendero era áspero, empinado y tortuoso; el piso, duro e hiriente, y el desgastado calzado de Clement Astor acusaba su vejez al clavarse en sus agujereadas suelas las hirientes chinas del camino, cosa que obligaba a su dueño a renegar constantemente, pero desdeñando aquellos inconvenientes y molestias, Clement seguía ascendiendo con férrea voluntad y hasta se sentía dichoso de verse en aquel sendero de cabras, adentrándose en la repelencia del monte Putnam, que le brindaba de momento un asilo casi seguro, aunque esta seguridad momentánea contase con muchos y graves inconvenientes. Pero gozaba de una inestimable ventaja: la de hallarse libre y dueño de su persona después


Bolsilibros - Rodeo Extra 31. Dos granujas de cuidado, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

EN el Póker de Ases empezaban a parpadear las lámparas de petróleo que uno de los mozos del garito se entretenía en repasar para que se conservasen vivas durante toda la noche. El día moría lentamente y, no tardando mucho, el local empezaría a verse frecuentado hasta alcanzar la plenitud de su bullicio mediada la noche. —En la pieza acotada al fondo del barracón donde James Thorning, su dueño, había instalado lo que él llamaba su despacho, el tahúr, sentado ante la mesa, distraía el ocio realizando solitarios. Thorning era un tipo de uno


Bolsilibros - Rodeo Extra 35. El heredero, de W. Martyn

Aventuras, Novela

El despacho estaba lleno de humo, formando una neblina azulada que flotaba como un tenue velo desdibujando las siluetas de Chusk Chessman, el ranchero, y la de Alan Brugan, su administrador. Chusk tenía la negra pipa entre sus recios dientes y su cuadrada mandíbula se adelantaba enérgicamente denunciando su carácter autoritario y duro como la roca. Tenía la frente fruncida en varias largas arrugas que le llegaban de sien a sien y sus ojos, un poco azulados, poseían un brillo especial. Se le notaba entregado a un esfuerzo violento de imaginación, motivado por algún asunto grave que exigía de él una resolución nada corriente.


Bolsilibros - Rodeo Extra 38. Agentes ganaderos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sí era un buharro el que revoloteaba trasmontando la loma que Bedford tenía frente a él. Aunque algo lejos, se había equivocado en apreciar al pajarraco, pero la forma que tenía de volar formando círculos que se cerraban en espirales, denunciaban a los ojos de Bedford que su vuelo no era normal. Aquella forma de comportarse le denunciaba dispuesto a apoderarse de alguna presa.


Bolsilibros - Rodeo Extra 42. El usurpador, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

ESTABA empezando a anochecer. El cielo perdía el brillo azul del pleno día para adquirir un tinte grisáceo que se acentuaba por minutos en Oriente, mientras en la parte contraria, la rosa de fuego del sol se hundía en la comba de la tierra, entre cendales inflamados de fuego y el oro sangriento de sus rayos al quebrarse casi horizontalmente sobre las estribaciones de los montes Sabsaroka, encendía el roquedal allí donde la lujuria de la vegetación o los bosques trepadores no oponían su tupida masa de verdura, la nota ocre de los troncos o el abigarramiento de las ramas cuajadas de hojas al entrelazarse entre sí.


Bolsilibros - Rodeo Extra 44. Al oeste de Tombstone, de W. Martyn

Aventuras, Novela

FAIRBANK había sido hasta muy poco tiempo atrás un mísero poblado del sudeste de Arpona, sin apenas relieve y con un vecindario escasísimo. En aquella época aun merodeaban los indios del célebre Gerónimo por aquella parte de la cuenca y la permanencia en poblados próximos a sus escondidas madrigueras resultaba peligrosísima por las «razzias» que de vez en cuando solían verificar los feroces pielrojas.


Bolsilibros - Rodeo Extra 45. El tropel de Oklahoma, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EXISTEN aún en la Unión testigos presenciales de aquella llamada y Gran Tormenta que a principios del año 1886 azotó las Grandes Llanuras, barriendo entre turbonadas de nieve y hielo al ganado y al cow-boy. Los ojos de muchos habitantes de los dos Dakota, Minnesota, Nebraska, Kansas e Iowa, se achican con frecuencia y, mirando hacia Poniente, aquella meta de las lentas naves de las praderas, parece que ven la marcha constante hacia el sur de los vehículos, ganado y jinetes empujados por la ola de nieve y frío más intensa que conocieron los colonizadores en un siglo por lo menos.


Bolsilibros - Rodeo Extra 46. Yuma, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

EL sol batía con fuerza las bermejas aguas del río Colorado. Este río bravío, traicionero, hundido a cientos de yardas en algunos lugares, deslizándose impetuoso otras veces entre enormes roquedales que a modo de jaula le aprisionaban como si pretendiesen domeñar así la fiereza de su brava corriente, y otras, corriendo manso y acariciador, entre bancos de arena, lamiendo amoroso las orillas pletóricas de álamos y sauces verdegueantes, mientras en su implacable correr iba en derechura al mar, para enfrentarse antes de terminar su carrera con las rojizas rampas del silente y angustioso desierto de Arizona.


Bolsilibros - Rodeo Extra 48. Ladrones del río, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

TIGER Burns, había dormido aquella cruda noche de mediados de otoño en un profundo barranco cubierto de maleza, donde los parásitos apenas si le habían dejado conciliar el sueño con sus picaduras. Llevaba más de un mes perdido por aquella parte del río Pecos, la más bronca y peligrosa de todo Texas, y su anhelo era poder alcanzar la orilla opuesta del río, donde según se decía, hombres duros, sin ley ni miedo alguno, vivían refugiados en sólida camaradería y donde unos a otros se protegían y ayudaban, porque todos se sabían en idénticas condiciones de peligro. Todos habían vadeado el río después de cruzar la raya que separaba el bien del mal y ya no podían retroceder en su camino.


Bolsilibros - Rodeo Extra 52. La tea de la discordia, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

NO era tarea fácil ni mucho menos, la que el capitán de la división H había encomendado al sargento Odety Mclntyre y al cabo Lige Darrack, pertenecientes a los rurales de Texas. Se trataba nada más y nada menos que investigar las causas de la terrible guerra desarrollada en el Panhandle del norte del Estado, entre los propietarios de los ranchos Tascosa Bar y el Cycle 22 que, por su extensión e importancia, ocupaban una gran cantidad de acres de pastos y que en realidad eran los dueños de casi todo aquel saliente de terreno lindando con la divisoria de Nuevo Méjico.


Bolsilibros - Rodeo Extra 56. Great american desert, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

CUANDO Keno Trigg alcanzó a divisar las aguas serenas y azules del lago Utah y detuvo el caballo contemplándolas con emoción, le pareció mentira que hiciese más de dos años que hubiese dejado de admirarlo. Dos años que en la ausencia se le habían hecho interminables y que ahora, frente a las aguas dormidas del lago, recibía la sensación de haberlo contemplado el día anterior.


Bolsilibros - Rodeo Extra 58. Mister Death (El enterrador), de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Irrespirable era aquella atmósfera del saloon Verde. 
Sentado en la galería que precedía a la entrada, se hallaba un joven vestido de cow-boy. No se atrevía a entrar por temor a su caballo, que había colocado en la barra. 
Miraba con atención a cuántos pasaban por allí. 
La casa de al lado era otro saloon y la de enfrente… Parecía no existir nada más locales de ese tipo.


Bolsilibros - Rodeo Extra 60. Una oportunidad, de W. Martyn

Aventuras, Novela

CUANDO una mañana, Jesse Prinz despertó a la realidad después de una noche de borrachera y de haberse peleado con tres desconocidos que le dejaron el cuerpo medio molido a golpes, pareció resucitar de un letargo que había durado para él un par de años. Sin saber por qué, en mitad de la pradera, cara al cielo luminoso pleno de sol y frente a un paisaje de maravilla que jamás se había detenido a admirar, le pareció que surgía al mundo de un planeta desconocido y que en el que se hallaba era un intruso desplazado y sin cabida posible en él.


Bolsilibros - Rodeo Extra 62. Amarga lección, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

PHILIP Manderson, sentado tras la mesa de su despacho, con los codos clavados en el tablero y el recio mentón sujeto en las palmas de sus grandes y callosas manos, tenía su mirada fija en un retrato fronterizo, el retrato de una mujer rubia, linda, graciosa de líneas y severa de porte. Era el retrato de su difunta mujer, cuando contaba treinta y dos años y aún era una belleza que podía competir con las más jóvenes y bellas en cuanto atracción femenina.


Bolsilibros - Rodeo Extra 66. Estación de recambio Nº 12, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

AQUEL era el único sendero que cubría la ruta de diligencias desde Baker a Pendleton, a través de los montes Azules. No había otro que cruzase la enorme espina dorsal de aquella cadena de montañas ásperas, repelentes, altísimas y escarpadas, que a modo de barrera se extendían desde más allá de la divisoria de Washington hasta casi el centro de Oregón, un poco hacia su parte este.


Bolsilibros - Rodeo Extra 71. Un billete de diez dólares, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

La culpa de que Josef Lers cortase bruscamente su viaje hacia Anaconda y anclase en Butte, así como de los dramáticos acontecimientos que se produjeron más tarde, la tuvo el cajero del Banco Sindical al devolverle en el cambio de veinte dólares un billete de diez con cierta numeración muy interesante.


Bolsilibros - Rodeo Extra 74. Bliss el osado, de W. Martyn

Aventuras, Novela

Reginald Bliss era un hombre que andaría rayando en los treinta años. Bien dotado por la naturaleza, poseía una excelente figura, garbo al andar, audacia en sus movimientos y acciones y una simpatía cautivadora que atraía la confianza de la gente. 
Llevaba poco más de año y medio establecido en Logansport, aquel poblado entre las fronteras de Texas y Louisiana, en el curso del Sabine, donde tras un estudio de la región había fundado un Banco, del que aquellos contornos estaban muy necesitados. 
Al principio el negocio amenazó con ser un fracaso. Nadie conocía a Bliss, y por esta carencia de informes de él, la gente se mostraba reacia a confiarle su dinero. Pero Bliss era un hombre que sabía mucho y conocía el corazón humano, y en lugar de empezar pidiendo, empezó dando.


Bolsilibros - Rodeo Extra 75. Su ración de plomo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

PARA el pequeño pueblo llanero de Niobrara, era un espectáculo y una distracción, por lo tanto, el paso de las naves fluviales en los dos sentidos. 
Habían permanecido insensibles a la llamada de la ambición hacia los campos mineros de Colorado y Montana. 
Extendidos a ambas orillas del río que dio nombre a la pequeña ciudad, había unos extensos ranchos, en los que vivían unas cuantas familias, de las que llegaron pocas decenas de años antes.


Bolsilibros - Rodeo Extra 76. Camino de venganza, de Cliff Bradley

Novela, Aventuras

La noche extendía su manto de sombras sobre el campo de batalla de Gettysburg. Durante la tarde precedente, la magnífica brigada de Pickett había escrito una de las más bellas y vibrantes páginas en la historia de los Estados Unidos. Los bravos luchadores tejanos habían marchado una y otra vez a pecho descubierto y bajo un huracán de metralla al asalto de Cementery Hill, cara a la muerte y a la gloria. Su heroica gesta quedaría en adelante como uno de los más gloriosos timbres del Estado de la Estrella Solitaria; pero en aquellos momentos sus cuerpos inmóviles esmaltaban la ladera de la colina trágica.Los más habían librado su último combate, pero aún quedaban muchos con vida, desangrándose lentamente entre sordos lamentos de dolor y agonía que llenaban el aire como el fondo doliente de una sinfonía de muerte y de tragedia.En una pequeña hondonada a media ladera, algunos cuerpos revueltos semejaban dormir el último sueño, tirados en extrañas posiciones. De pronto, la luna, en su triste revista de inspección, alumbró la hondonada, mostrando a uno de ellos removiéndose un tanto con un gemido sordo.