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Bolsilibros - Murder Club 23. Igual que los muertos, de Duncan M. Cody

Novela, Policial

Merlin Belmont aún tenía grabados en su mente ciertos detalles de la revista: «Hello Dolly!», en la cual triunfaba a diario la veterana actriz Ginger Rogers. Claro que Ginger sólo despertaba simpatía, admiración. Los detalles estaban en las otras chicas, en las jóvenes. Con sus sonrisas, con sus voces, sus pícaros gestos, y especialmente con su anatomía generosa, y generosamente mostrada.


Bolsilibros - Murder Club 25. Desnudo para el crimen, de Curtis Garland

Novela, Policial

La joven caminó hacia el estrado. Era como ver a Eva pisando sobre el terreno paradisíaco. Bostecé, tomando el carboncillo. Había visto muchas Evas, quizá demasiadas. No me podía impresionar una más, por muy rubia y muy exuberante que fuese. Eso no parecía gustarle a mí modelo. Se acomodó en el sofá, con desgana. Daba la impresión de sentirse un poco decepcionada. Acaso esperó algo más de mi varonil admiración hacia sus formas.


Bolsilibros - Murder Club 26. El bosque y el ratón, de Eirik Jarber

Novela, Policial

Me reí. Confieso que me reí sin saber aún qué habría sido del presuntuoso conductor. Sea cual sea el carácter de quien lleva un vehículo, ya se trate de un Ben-Hur a bordo de una cuadriga romana, de un ciclista o de un zulú impulsando a paletazos una piragua, resulta deprimente y humillante que un análogo elemento de transporte se adelante en la ruta. Pero, si además el conductor nos mira con insultante desprecio, es imposible reprimir un hervor de indignación en la sangre.


Bolsilibros - Murder Club 29. «Cocktail» de venenos, de Duncan M. Cody

Novela, Policial

Clay Adamson era distinto. Y se notaba. Había vendido un montón de sus cosas, como una armónica, el impermeable, una pitillera de plata... al objeto de reunir dinero para un traje nuevo. Y allí estaba, con su traje nuevo, blanco, impecable; con su camisa de un azul muy claro, bonito, de cuello cerrado, que hacía juego con sus ojos también azules, y contrastaba con su cabello negro, crespo, corto y brillante. Buen «champú», buena brillantina, media hora ante el espejo, y Clay Adamson iba a cualquier sitio.


Bolsilibros - Murder Club 37. Cinco enigmas para Mónica, de Eirik Jarber

Novela, Policial

Son 5 relatos policiacos que giran alrededor de dos personajes: la protagonista absoluta, Mónica, una bella e inteligente enfermera que supone uno de esos personajes femeninos muy adelantados a su época, y el inspector de policía Marcos Alcázar, un Don Juan perdidamente enamorado de Mónica, no tanto de su belleza, sino de su aguda inteligencia y desbordante personalidad.


Bolsilibros - Murder Club 38. Detective privado, de Curtis Garland

Novela, Policial

MI nombre es Rory. Completo, Rory Angel. Más completo todavía, «private eye». Ustedes ya saben lo que es eso. No es que mi ojo sea privado ni tenga nada especial que los demás ojos no tienen. Afortunadamente poseo dos retinas, dos globos oculares en perfectas condiciones, de un color gris que a las mujeres dicen que les gusta bastante, y, ciertamente, mi modo de mirar no tiene nada de privado, especialmente con las chicas... si es que uno no está mirándolas en auténtico ambiente privado. Eso... bueno, eso es distinto.


Bolsilibros - Policiaco 40. Hundidos en el fango, de Claude Rank

Novela, Policial

Había pasado una noche horrible y, ahora que el alba clareaba a través de las cortinas de plástico, se sentía fatigado, totalmente vacío. Apoyado en el alféizar de la ventana, se afanaba por mantener los ojos bien cerrados: no quería ver el día; aún no. De la calle llegaban los mil ruidos del amanecer, ahogados por la altura; veinte pisos más abajo, los primeros autobuses engullían las colas de obreros.


Bolsilibros - Proezas 62. De noche y a traición, de Edward Goodman

Novela, Policial

APIÑADOS en torno al aparato de televisión, todos los clientes del bar seguían con emocionado interés los incidentes del combate. Lo mismo, exactamente igual, hacían millones y millones de personas en toda la costa atlántica, fijos sus ojos en las pantallas, mientras setenta u ochenta mil espectadores que se apretujaban en los inmensos graderíos del Yankee Stadium acogían con delirantes ovaciones las distintas fases de lo que una propaganda desaforada había calificado de “pelea del siglo”.


Bolsilibros - Punto Rojo 3. Morbo, de Donald Curtis

Intriga, Policial, Novela

Estálloviendo. Lluevemucho. Puedo contemplarme en el asfalto, negro y espejeante. Y en los charcos.Hay muchos charcos. Negros y redondos. Parecen insondables. Pero mis pieschapotean en ellos, tocan el asfalto bajo el agua de lluvia. Mehe detenido en el bordillo de la acera. Un automóvil, al pasar me salpica deagua los pantalones. Va demasiado de prisa, y demasiado pegado al bordillo. Lehe dicho algo, no sé el qué. Pero él ha seguido adelante, indiferente a todo, hendiendolas cortinas de lluvia con su proa reluciente. Yme he vuelto a quedar solo en la calle. Es una calle larga y amplia. Una calleper la que no transita nadie. Solamente yo... Creoque no conozco esta calle. O tal vez la conozca, no sé. La mente está tanconfusa... Sería difícil decir si he pasado antes alguna vez por este lugar.Hay cosas que me parecen conocidas. Sí, tiene que serme conocido esto. Por eso estoy aquí...


Bolsilibros - Punto Rojo 5. Los murciélagos, de Clark Carrados

Novela, Policial

El viento silbaba con fuerza, y en el cielo, las nubes se arremolinaban plomizas, envolviendo con sus grises celajes las cumbres de las montañas, signo indicador, junto con la baja temperatura reinante, de la proximidad del invierno, que se anunciaba extremado y cruel. Miré a través de la ventana de la sala principal de la posada. A lo lejos, la borrasca batía la cumbre del Speik, a casi dos mil metros de altura, cubriéndola de una fina cellisca blanca, que causaba la sensación, del humo de alguna erupción precedente de alguna boca volcánica abierta de modo inesperado en la cima de la montaña.


Bolsilibros - Punto Rojo 9. La viuda viste de rojo, de Clark Carrados

Policial, Novela

Escribo esta historia para huir de mí mismo y de los recuerdos que me atosigan continuamente, no solamente en estado normal, sino incluso en mi subconsciente, pues hasta cuando duermo, la jauría de feroces lobos que son esos recuerdos, se arrojan sobre mi cerebro, intentando devorarlo con sus dentelladas que no cesan apenas un minuto. Me parece imposible, después de las terribles experiencias vividas, estar aún sano y salvo. Sano de cuerpo, pero con la mente todavía enferma, afectada por los acontecimientos en que, de un modo casi involuntario, tomé parte no hace mucho tiempo, como uno de los principales protagonistas. Tengo confianza, no obstante, en que el tiempo, un magnífico aliado, y el profundo amor y devoción de mi esposa, me ayuden y hagan de mí el hombre que era antes de los sucesos que me propongo narrar. A pesar de todo, falta mucho tiempo aún para que mi espíritu se vea limpio de esas horrendas y turbadoras visiones que me acusan sin cesar. Es rara la noche que no me despierto, en la mitad de su transcurso, sentado en la cama, empapado de sudor de arriba abajo, sacudido por las pesadillas que no consigo alejar de mi cerebro por más esfuerzos que hago. Y cada vez que me sucede tal cosa, me parece verme de nuevo, como si todo fuera real y tangible, en aquella espantosa situación que estuvo a punto de acabar con mi vida e incluso, aun habiendo salvado ésta, con mi razón.


Bolsilibros - Punto Rojo 18. Ojos en la oscuridad, de Clark Carrados

Novela, Policial

SONÓ el teléfono y me pareció como si la campanilla estuviera instalada en el interior de mi cráneo. Lancé un gemido y, mientras con una mano sujetaba la bolsa de hielo que tenía sobre mi cabeza, busqué con la otra a tientas el aparato telefónico. La bolsa de hielo no me la había puesto para disipar los trastornos de una borrachera, sino para aliviar los desastrosos efectos de un golpe propinado por un individuo al cual seguía por encargo de una esposa demasiado celosa. Y yo cumplí el encargo tan bien que el tipo me vio a las primeras de cambio. El resultado… Pero, ¿a qué seguir hablando de fracasos?


Bolsilibros - Punto Rojo 21. Motín, de Clark Carrados

Novela, Policial

El motín se mascaba en el ambiente. Hacía calor, un calor húmedo, denso, pegajoso, que hacía transpirar con el sencillo movimiento de la respiración. No corría una brizna de aire y en el cielo, las nubes, densas, plomizas, se aborregaban en grandes montones de vaporosa lana gris. Había tensión en el ambiente y había tensión en los ánimos. De pie, tras los vidrios de la ventana de su despacho, Irving Liddell, director de la penitenciaría del Estado, contemplaba reflexivamente la masa de reclusos que atestaban el gran patio central.


Bolsilibros - Punto Rojo 28. La muerte os saluda, de Alf Regaldie

Novela, Policial

Becky Hillman se detuvo en actitud vacilante ante la puerta de hierro Que daba paso al jardincillo que rodeaba el “chalet” en donde residía Barry Wilding. No había demasiada luz en la hermosa zona residencial en la que, por otra parte, dominaba en aquella hora un silencio impresionante. En la lejanía, un tocadiscos lanzó al aire las notas de uno de los últimos éxitos de Paul Anka.


Bolsilibros - Punto Rojo 32. La muerte anunció su visita, de Clark Carrados

Novela, Policial

La aburrida guardia del sargento de policía Milt Edwards se vio de pronto sacudida por una inesperada llamaba telefónica. La llamada procedía de un ciudadano de Macon Springs, tendero de profesión y que respondía al nombre de Burton Vern. Éste denunció que había recibido una carta anónima y sin firma, sin darse cuenta de la redundancia que cometía al hablar de este modo, en cuya carta se le anunciaba de que antes de que llegase el nuevo día se le iba a rebanar el pescuezo


Bolsilibros - Punto Rojo 37. Un doble para la horca, de Clark Carrados

Novela, Policial

Apenas rebasada la treintena, Breckner se había convertido en una celebridad. Cuatro novelas suyas, en poco más de tres años, le habían lanzado a la cúspide de la fama. De las cuatro obras se habían impreso millones de ejemplares en todas las lenguas, excepto el sánscrito, el griego antiguo y el lenguaje ideográfico de los egipcios, idiomas reservados a unos pocos estudiosos. Hubiese resultado pintoresco, sin embargo, que «Explosión de pasiones» hubiera sido trasladada a los ideogramas faraónicos. Algunas de las escenas de la novela habrían agradado notablemente hasta el más mísero «fellagha» egipcio. Por supuesto, en la versión cinematográfica, la cosa había tenido que suavizarse notablemente; aun así, algunas de las escenas eran capaces de convertir los refrigeradores de los cines en hornos de barco de vapor.


Bolsilibros - Punto Rojo 40. Me ha visitado un cadáver, de Clark Carrados

Novela, Policial

Si yo hubiera conocido a tiempo el conocido proverbio del famoso filósofo chino, ¿cuántos contratiempos y disgustos no me hubiera evitado? Tristes son las consecuencias de la ignorancia, pero ¿cómo podía yo saber lo que el destino me reservaba al regresar de mi trabajo? 
Además, hacía ya unos días que estaba muy preocupado. 
Me estaban siguiendo.


Bolsilibros - Punto Rojo 42. Clave: Ojos verdes, de Donald Curtis

Novela, Policial

Estaba seguro de, ello. El hombre sabía que iba a morir. Ahora intentaba huir a su destino. No sería tarea sencilla. En cualquier lugar de la ciudad, tras un recodo de las iluminadas calles, bajo los fluorescentes, los parpadeos luminosos anunciando productos y los grandes escaparates de electrodomésticos se agazapaba la Muerte. La Muerte, acechándole. Buscándole, implacable. Allí, en la gran ciudad que parecía ir contra la milenaria tradición egipcia, con su aire moderno, su luz y su ruido. Podía estar entre el gentío que abandonaba los cinematógrafos de Saad Zaghlul y de Iskandar el Akbar. Podía estar en cualquier parte de las amplias aceras bajo los carteles que pregonaban las excelencias de las Colas, y los buenos tabacos egipcios. Todo tenía en Alejandría esa mezcla cosmopolita, internacional, que da sello significativo a las ciudades de importancia turística.


Bolsilibros - Punto Rojo 43. Retrato en rojo, de Clark Carrados

Novela, Policial

A veces, el orgullo le impide a uno pedir socorro, pero las circunstancias, en que me encontraba yo en aquellos momentos no eran las más apropiadas para mostrar mi orgullo ni sentirme ofendido por verme obligado a solicitar socorro. Cuando uno se encuentra a varias millas de la ciudad más próxima, con la rueda delantera deshecha por los cascos de vidrio de una botella, que un estúpido automovilista ha arrojado descuidadamente por la ventanilla, y cuando la rueda de repuesto ha perdido el aire, lo lógico es que busque a alguien a quien pedir auxilio en semejante coyuntura, máxime cuando el cielo está descargando toneladas de agua sobre la tierra.


Bolsilibros - Punto Rojo 56. Asesinato con premio, de Clark Carrados

Novela, Policial

Los expertos suelen decir que el arte del buen fotógrafo consiste en elegir el tema, más que en el manejo propio de la cámara. Naturalmente, esto influye también en una buena fotografía, pero si el tema vale la pena, la marca de cámara y la película utilizada quedan relegadas a un segundo lugar, muy discreto.