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Bolsilibros - Selección Terror 395. Satán deja su huella, de Clark Carrados

Novela, Terror

El motor empezó a toser y el conductor del coche lanzó una maldición, después de examinar el indicador de la gasolina, que ya estaba a cero. Por fortuna, podía divisar las luces de una gasolinera a menos de doscientos metros y estaba en un trozo de la carretera que hacia pendiente en descenso, lo que le permitió llegar sin dificultades al poste. El cielo aparecía completamente negro. Por esa razón, se habían encendido las luces de la gasolinera, aunque todavía faltaba bastante para la llegada de la noche. Algernon Drooke paró el automóvil junto al poste y se apeó inmediatamente.


Bolsilibros - Selección Terror 396. ¡Devuélveme mi cabeza!, de Adam Surray

Novela, Terror

Debra Sagal. Una diosa de ébano. Cautivadora. Sensual… En una danza que parecía dotada de los más ancestrales ritos de la selva africana. Pero aquello no era África, sino Nueva York. Una jungla muy diferente. Más peligrosa que la mismísima selva africana.


Bolsilibros - Selección Terror 399. Cepo mortal, de Ada Coretti

Terror, Novela

A todos se les puso la carne de gallina, cuando recibieron la noticia de que Paul Moore había fallecido. O mejor dicho, cuando recibieron la notificación del notario, en la que les hacía saber que, siguiendo los deseos del propio fallecido, su testamento sería leído instantes después de haberse llevado a cabo el entierro. Su contenido sería dado a conocer en el despacho-biblioteca de la mansión en la que hasta entonces viviera el aludido Paul Moore. Mansión enorme, inmensa, inacabable, que quizá hubiese resultado hermosa a no ser por el lugar en que se hallaba.


Bolsilibros - Selección Terror 402. Tratamiento de terror, de Adam Surray

Terror, Novela

Queremos información, muñeca. Datos de las patrullas del Vietcong que operan por esta zona. Número de hombres y armamento de que disponen.Dirigió una suplicante mirada al encapuchado rojo. Enfrentándose a sus ojos. A aquellas dos esferas de hielo.-Piedad… Piedad… -imploraba sin mucha convicción.Consciente de que en aquellos fríos e inhumanos ojos no existía sentimiento alguno.-¿Empezamos, compañero? Estoy impaciente.El encapuchado rojo asintió avanzando hacia el armario. Ella estaba sentada frente al mueble.De ahí su mueca de horror al descubrir el contenido del armario. Plagado de refinados instrumentos de tortura.Antiguos y modernos. Todo un muestrario…


Bolsilibros - Selección Terror 403. La dama de los cien cuchillos, de Clark Carrados

Terror, Novela

—¿Por qué tuvieron que matarla?—El castillo y las tierras no caben en una maleta.Se quedó perplejo ante aquella sibilina respuesta.—¿Qué quiere decir? -preguntó.Los penetrantes ojos del anciano se clavaron en su rostro.—Hay en el castillo una joya de enorme valor, lo que pasa es que nadie sabe dónde está. Bueno, el conde sí lo sabía y, presumiblemente, también su hija. Y, para mí, eso es lo que están buscando.—¿Una joya? -se asombró el joven.—Sí, la corona de una Virgen. No sé de dónde es, pero la trajo el conde cuando acabó la guerra. ¿Sabe?, era de ellos, de los nazis, usted me comprende, y aunque no le hicieron nada, no fue precisamente de los que quedaron pobres. Cuando pasó la marea, vendió algunas joyas y mejoró las tierras. Pero la mejor de todas está allí, en el castillo.


Bolsilibros - Selección Terror 406. Satanás no necesita médicos, de Clark Carrados

Terror, Novela

Winston Graham Huckmaster y su acompañante permanecieron en el mismo sitio durante largo rato. Cuando la noche cayó, Huckmaster abandonó su observatorio y se acercó a la tumba recién ocupada.—Pronto, Storrel, empieza —dijo.El sujeto empezó a apartar la tierra con una pala. Estaba blanda y ello facilitó considerablemente su tarea. Antes de una hora, el féretro quedaba nuevamente al descubierto.Storrel desclavó la tapa del ataúd. Inclinándose, cogió en brazos a la joven que yacía allí y la levantó hasta el nivel del suelo, pasándola a los brazos de Huckmaster, quien se incorporó en el acto.—He de volver —anunció—. Procura dejar todo tal como estaba. No cometas imprudencias.—Descuide.Huckmaster se perdió en las tinieblas. Una vez se volvió y contempló la lúgubre escena que dejaba atrás. A la luz de un farol situado en el suelo, Storrel movía la pala aceleradamente, rellenando de nuevo una tumba que ahora estaba vacía.Los dientes de Huckmaster brillaron en una silenciosa carcajada. Luego, cargado con aquel cuerpo inerte, continuó su camino hasta fundirse con las tinieblas.


Bolsilibros - Selección Terror 408. Los crímenes del invisible, de Curtis Garland

Terror, Novela

El cielo negro pareció desgarrarse brutalmente por un momento.Fue como si una gigantesca mano oscura acuchillara la masa de espesos nubarrones sombríos, arrancándole un destello lúgubre y cegador, mientras reventaba un estruendo estremecedor, rebotando Juego de eco en eco, y por la tremenda herida escapase a raudales la sangre celeste, que no era otra cosa que agua torrencial, descargando en tromba sobre la tierra.Trueno, relámpago y lluvia coincidieron en un formidable estallido que inició el temporal. Un temporal que duraría horas y horas, como era habitual en las regiones septentrionales de Inglaterra, especialmente en aquella época del año.


Bolsilibros - Selección Terror 409. ¡Dientes!, de Clark Carrados

Terror, Novela

El hombre era de elevada estatura y vestía una cazadora de piel suave, de color leonado, pantalones y botas de tipo muy antiguo, que le llegaban a medio muslo, muy prácticas, evidentemente, en aquellos terrenos. En el cinturón, al lado izquierdo, se veía asomar la culata de un revólver.Debía de tener unos cuarenta y cinco años, calculó Parnum. Los ojos no se le veían, ocultos tras unas gafas de espejo en el cristal externo, la cara era alargada, aunque no chupada. Las manos quedaban cubiertas por unos guantes de manopla.Pero no fue la presencia del hombre lo que les impresionó, sino los dos animales que llevaban atraillados en la mano izquierda. Philippa, asustada, se acercó instintivamente a Parnum.Sendas cadenas de fino y resistente acero sostenían los collares de dos panteras negras, que enseñaban los dientes casi continuamente, a la vez que emitían sordos gruñidos de amenaza. Parnum adivinó que, de no ser por la fuerte mano del desconocido, los felinos habrían saltado ya sobre ellos.«Antes, un tiburón; ahora dos panteras. Todo son dientes en este lugar», pensó.


Bolsilibros - Selección Terror 410. Hotel de horrores, de Curtis Garland

Terror, Novela

«Sea bien venido, señor... A sus pies, señora...Entren, por favor, en buena hora en esta su casa.El personal está a su servicio para todo. Durante las veinticuatro horas del día y la noche, nuestro esmerado servicio permanece a su disposición en todo momento.Pidan. Exijan. Ordenen. Y serán servidas sin protesta y sin demora.Este establecimiento es el más acogedor de toda la región. Sus huéspedes nunca encontrarán un hotel mejor donde alojarse, se lo garantizamos.Porque acaban de entrar ustedes en el Hotel de los Horrores.


Bolsilibros - Selección Terror 412. Viaje al centro del infierno, de Clark Carrados

Terror, Novela

Madeline empezó a chillar.A través de las llamas, Potter vio a la joven que se debatía furiosamente. Sus gritos eran estridentes.«Todo forma parte del número», pensó.Pero, de pronto, vio que Irvine parecía desconcertado.En el mismo instante, la larga cabellera de la ayudante se encendió con enorme llamarada. Sus gritos se hicieron horripilantes.Hedor de carne quemada se extendió por la sala. Potter, como otros muchos, se puso en pie.—¡Está abrasándose! —gritó alguien.Madeline se debatía frenéticamente. Su cuerpo era ya una masa rojiza, devorada por las llamas que se agitaban furiosamente.


Bolsilibros - Selección Terror 413. El culto de la carne sangrante, de Curtis Garland

Terror, Novela

Cuando Cary Craig volvía a casa de noche tras pasar un buen rato con una de las alegres chicas de cierto club de la ciudad, no podía imaginar la gravedad de los hechos que iba a presenciar. Tras detenerse para recuperar fuerzas, contempla una ominosa procesión de hombres encapuchados que llevan entre ellos el cuerpo lánguido, desnudo y sangrante de una chica. Horrorizado intenta escapar de los “monjes” que, al darse cuenta de que son observados, le persiguen.Mark Fisher, que esperaba llegar a su destino a primera hora de la mañana, se encuentra con el moribundo Cary Graig que le habla de la horrorosa visión que ha tenido. Magullado y roto por dentro, Fisher no puede hacer nada por él, y bastante tiene con defenderse ante el sheriff Conway de la acusación de atropello que pesa sobre él. Únicamente gracias al buen hacer del forense y de su abogada, la señorita Molly Chalmers, podrá salir de prisión. Y junto a esta última emprenderá una peligrosa investigación para descubrir quiénes están detrás del horrible culto de la carne sangrante.


Bolsilibros - Selección Terror 415. El anticuario, de Adam Surray

Terror, Novela

Dio un respingo pegándose al muro divisorio. Abrió la boca para gritar, pero fue tal su terror que no tuvo fuerzas para ello. Una indescriptible sensación de horror que incluso le ocasionaba dolor físico. Su cuerpo sacudido por sacudidas. Por convulsiones de atroz pánico. Su mente atormentada e incapaz de asimilar aquello.Era Drácula quien le hablaba. Sí.Drácula, con sus afilados colmillos asomando por entre los labios, con la palidez de un cadáver, con su negra capa…


Bolsilibros - Selección Terror 416. Araña humana, de Curtis Garland

Terror, Novela

Todavía me pregunto si he hecho lo más correcto viniendo aquí en una noche semejante.Pero la oferta es demasiado tentadora para un hombre como yo, con serios problemas financieros y una boda tan inminente. A fin de cuentas, no puede ser tan grave aplazar esa boda unas semanas, unos pocos meses, y obtener asi el dinero que tanto necesito en estos momentos.No se trata de ningún engaño. La mejor prueba de ello es la suma recibida a cuenta, nada más firmar el contrato. ¿En qué trabajo, hoy en día, encuentra uno en Londres a alguien capaz de adelantarle nada menos que quinientas libras, sólo a cambio de una firma en un documento, con la garantía expresada en el mismo de recibir otras quinientas libras al final de la tarea, en un período de tiempo breve y con todos los gastos de vivienda y manutención pagados durante ese plazo?


Bolsilibros - Selección Terror 417. El bosque siniestro, de Clark Carrados

Terror, Novela

Unos goterones de un líquido rojizo cayeron muy lentamente al suelo. Hohnill sintió que los pelos se le ponían de punta.Giró sobre sus talones. Entonces vio que las ramas de la higuera se habían inclinado por completo hasta tocar el suelo. Ahora formaban una especie de jaula intraspasable, como si el árbol mismo se hubiera convertido en una red para cazar a su presa.Saltó hacia adelante, para romper aquellos ramajes, pero rebotó con violencia, impulsado por una fuerza desconocida. Tambaleándose, trató de huir por el lado opuesto, pero la trampa se había cerrado por completo.Aún conservaba la hachuela con la que, en ocasiones, trazaba muescas en los árboles. Alzó la mano y descargó un golpe en la rama más cercana.La destral rebotó con fuerza indescriptible. Hohnill sintió que aquel desconocido poder le arrebataba el hacha de la mano, lanzándolo luego, como si fuese un ser inteligente, a través de la red de ramas.Volvió sobre sus pasos. Treparía por el tronco, alcanzaría la copa y luego, gateando por una rama lo suficientemente larga, llegaría a terreno despejado…Cuando se acercaba al tronco, vio que más ramas bajaban de las alturas. Dos gruesas como serpientes, se enroscaron en sus brazos y le izaron poco a poco hacia arriba.Hohnill chilló. Una rama ciñó prietamente su cuello y cortó el grito apenas iniciado. En los últimos instantes de su consciencia, recordó el grito que, sin duda, había sido proferido por Hollis.Luego, el apretón de la rama se hizo despiadado y dejó de percibir toda sensación. Ya no se enteró siquiera de que su cuerpo era brutalmente oprimido y que la sangre empezaba a brotar por múltiples sitios, y que era ávidamente absorbida por los extremos de las ramas del árbol maldito.


Bolsilibros - Selección Terror 420. Terror en el ataúd, de Ada Coretti

Terror, Novela

Charlotte supo que había «muerto» cuando quiso mover los brazos sobre el embozo de la sábana y no pudo hacerlo; cuando intentó encoger las piernas y siguieron estiradas a lo largo de la cama; cuando hizo lo imposible por mover los párpados y éstos siguieron inmóviles. Entonces, sí, supo que estaba muerta. Supo que había dejado de existir. Supo que todo había acabado para ella. Sin embargo, ella oía las voces a su alrededor y veía a través de sus párpados entreabiertos. Captaba perfectamente, pues, cuanto ocurría en su órbita visual y auditiva.


Bolsilibros - Selección Terror 421. Vuelo al valle del miedo, de Clark Carrados

Terror, Novela

Salió del baño. Bajo la bata, ya no se observaba el menor movimiento. Entonces fue cuando Shallon vio una caja de cartón abierta, en el suelo, con unos orificios abiertos en los costados.En el fondo de la caja había un papel. Laurie, sin duda, no lo había visto. Se inclinó, lo recogió y leyó un amenazador mensaje:No vayas a Faxawatl. Todo el que entra en ese valle, no vuelve a salir jamás. No ofendas a la deidad que protege a los habitantes de Faxawatl.Pensativo, Shallon guardó la nota en un bolsillo. Luego se inclinó, envolvió la serpiente muerta en la bata y la llevó a la cocina. Por fortuna, había triturador de basuras. Fue una labor repugnante, pero muy efectiva.


Bolsilibros - Selección Terror 423. Llegada de un tren, de Curtis Garland

Terror, Novela

El relámpago iluminó fugazmente, con una claridad lívida, el andén de la pequeña estación provinciana. El trueno sonó todavía. Pero el aire olía a sulfuro y a humedad. La lluvia no podía tardar mucho.El viajero miró su reloj, impaciente. Luego, escudriñó las vías, largas y brillantes bajo la luz solitaria que brillaba en lo alto de una torre metálica, junto a un puente y un depósito de agua, a la entrada de la estación. En otra vía muerta, varios vagones de mercancías permanecían a la espera de alguna carga o del enganche de una locomotora.


Bolsilibros - Selección Terror 426. La mansión de las serpientes, de Ada Coretti

Terror, Novela

La vía férrea pasaba a pocos metros de la arena de la playa. Desde allí podía oírse perfectamente el rumor de las olas. Cerca estaba Mandristton, con sus pocos habitantes y su escasa importancia. Donde bastante a menudo surgía la niebla. Donde casi siempre había humedad. No era un lugar agradable. Amanda hubiera deseado irse de allí. Pero ¿adónde ir? Ese pensamiento le asustaba, le acobardaba, y le hacía quedarse quieta, como esperando algo, algo importante que en realidad no llegaba. Amanda tenía los cabellos negros, muy negros, y los ojos verdes como esmeraldas. Su silueta era perfecta.


Bolsilibros - Selección Terror 427. Una oración por Abigail, de Curtis Garland

Terror, Novela

«Rezad por Abigail. Rezad, malditos bastardos. Rezad por ella, si aún la recordáis. Rezad por ella si nada hicisteis en su favor.»Rezad por ella, y que Dios no os lo premie ni os escuche.»Era un feo epitafio. Desagradable y hosco, como el lugar. Sombrío como una maldición; tétrico como la vegetación silvestre que se enroscaba en las viejas lápidas medio abatidas o cubría las losas con sus inscripciones gastadas por el tiempo.


Bolsilibros - Selección Terror 428. Una bala de plata pura, de Clark Carrados

Terror, Novela

—Sabes a qué he venido, supongo.—Sí —los delgados labios de Justin van Sbräna se curvaron en una sonrisa llena de despectiva superioridad—. Pero no conseguirás nada.—¿Está seguro?—Si sabes «qué» soy, lo comprenderás en el acto.—Lo sé perfectamente. Ella lo sabía también.—Y, a pesar de todo, fue mía. Vino a mí, sabiéndolo. No hay, pues, ningún reproche que hacer.—Era una niña. Ignoraba qué era la vida…—Se lo dije. Lo supo con toda su consciencia. Y, aun así, insistió. ¿Qué podía hacer yo?La joven cerró los ojos un instante. Medora Falkeyn vaciló un brevísimo momento. Pero el recuerdo de lo que había hecho durante la noche anterior volvió a darle fuerzas.De nuevo se enfrentó con el hombre. Lentamente, metió la mano en el bolso y sacó un revólver.Van Sbräna sonrió.—Con eso no conseguirás nada —dijo, desdeñoso.—Ahora lo veremos —respondió Medora.Y apretó el gatillo.La detonación sonó como un latigazo. Los ojos de Van Sbräna expresaron una inmensa sorpresa.Medora sonreía.—Era una bala de plata —dijo.Entonces, las rodillas del hombre se doblaron. Mientras caía, su rostro se transformó en una horrible máscara demoníaca. Soltó el cigarro y alargó las manos, como garras de una bestia maligna, pero ya no tenía fuerzas. Los ojos se le cerraron, emitió un espantoso ronquido y se desplomó al suelo, girando mientras concluía la caída. Y ya no se movió más.