Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.
El tren procedente de Roswell con dirección a Texas rodaba a la velocidad bastante aceptable de cuarenta millas por hora. Las ruedas, al deslizarse por los raíles, producían un zumbido sordo y adormecedor y la estructura metálica de los vagones, un ruido molesto al bambolearse en la acelerada carrera. El convoy había realizado una parada en un poblado de la línea llamado Lake Arthur y algunos viajeros se habían apeado para aprovechar los escasos minutos tomando algo caliente en la cantina de la estación. Uno de los viajeros que habían aprovechado la breve parada para ingerir una buena taza de café caliente, pues la noche estaba bastante fresca, había sido Marty Friel, un buen mozo, de unos veintiocho años, alto como un abeto, erguido, desafiante de gesto, pero simpático de sonrisa y de mirada.
Cuando la fuerza es ley se pueden llevar adelante infinidad de planes malos o buenos, pero no siempre la fuerza puede ser permanente y avasallar a la gente sin que en algún momento las circunstancias obliguen a formar una fuerza más poderosa que la avasalladora que impuso, o en algunos casos, la astucia se convirtiera en un arma más eficaz y demoledora que, ese instinto ciego y malsano de dominar a los demás sin más razón que la razón del poderoso. Algo de esto debía suceder en un apartado rincón de Montana, al nordeste del gran Estado En este llano y casi dejado de la mano de Dios paisaje, existían dos poblados próximos al curso del caudaloso Missouri. Uno más al norte, llamado Baeth y otro más próximo a la corriente del gran río, llamado Leedy.
Aquella tarde del sábado, la calle principal del pequeño poblado de Azona se encontraba muy animada. Desde el mediodía, en que terminara el trabajo en los campos y en los ranchos de aquella parte de la comarca, los peones se habían apresurado a acudir al poblado con ánimo de solazarse, disfrutando del asueto, y por esta causa, las calles habían cobrado un aspecto de día de feria. Azona estaba situado a una distancia equidistante entre el célebre Río Pecos, al oeste, y el Devile, al este. Las comunicaciones para el poblado estaban constreñidas a un servicio de diligencias que efectuaban el recorrido tres veces por semana, de norte a sur y otras tres de sur a norte. Por ello, todos los días llegaba un vehículo sobre la hora del mediodía, pero en ruta alternada.
Había poca luna, pero suficiente para que la cima de la cordillera mostrase sus abolladuras y agudos espolones sobre un fondo menos oscuro. Hacía un rato que Doug descendió por la vertiente de la colina que encaraba con la cordillera. Fue a comprobar si su caballo estaba en el sitio en que lo dejó. Nadie más que Doug se había acercado a donde estaba su montura. Le acarició el cuello y murmuró: «No tardaré en volver». Habían sido demasiadas horas de espera. En lo alto de la colina estaba la cabaña, donde tenía que encontrar al hombre que le había citado allí. Doug llegó oscureciendo. Dentro de la cabaña no encontró más que desorden y suciedad.
Cuando el «Santa Fe Limited» se detuvo en el apeadero de la Castañeda próximo a Las Vegas, Jake Sinclair, que llevaba ya varias horas deleitándose con la contemplación de lugares y paisajes casi borrados de su mente en fuerza de una ausencia prolongada, lanzó un suspiro de satisfacción y se apeó con premura, ya que el pequeño hato de ropa que portaba no le impedía la libertad de movimientos. Después de estirar los brazos para desentumecer sus músculos y realizar unas cuantas flexiones, se dirigió resueltamente al pequeño despacho, donde el jefe de estación contemplaba el convoy y preguntó: —¿Hace el favor de decirme cuándo llegará el tren ganadero A. 2376 que salió de Chicago hace un montón de días? —Forastero, ese tren debe llegar a última hora de hoy, si no ha sufrido retraso alguno desde San Luis. —Muchas gracias.
—Te veo muy preocupado, Karf, ¿qué te sucede? ¿Es que te duele más la herida del brazo? —¡Al diablo la herida! Hay cosas que me preocupan más. —¿Qué es ello? ¿Puedo ayudarte en algo? —Me parece que no, Kenneth, es un problema de muy difícil solución. —¿Quieres decir ya de qué se trata? —De mi hermana Pamela. —¿Qué le sucede a la linda gatita?
Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.
El garito de Fliny Charteen tenía por título el seráfico de La Gloria de Dallas, pero los habitantes de la ciudad le habían bautizado por su cuenta con el nombre más dramático de Murder Saloon, aunque se guardaban muy mucho de citarle por este nombre cuando tenían cerca al propietario o a alguno de los hombres que trabajaban a sus órdenes. El origen de este calificativo tenía su fundamento. En parte, comprobado, porque en La Gloria de Dallas, como en otros muchos garitos de ciudades tumultuosas como aquélla del nordeste de Texas, raro era que no se provocasen riñas o incidentes que terminaban resolviéndose a tiros, con sus correspondientes víctimas y, en parte, también, aunque prodigada por lo bajo, porque el vecindario acusaba a Fliny y a sus secuaces de asesinos en la sombra, cuyos delitos nadie había podido probar, quizá porque existía un miedo enorme a morir si alguien se atrevía a levantar la voz acusándoles de varias muertes misteriosas que se habían ido sucediendo, enlazadas muy de cerca con el célebre garito. Este se hallaba enclavado en Lamar Street, a no muchas distancias del curso del Trinity River, río que corta Dallas por su parte más céntrica.
El intenso tiroteo que durante más de media hora retumbara siniestramente a lo largo de ambas orillas del Solomón River, al norte de Nebraska, había concluido. Los atacantes de la parte sur del río habían terminado por comprender que era inútil el intento de cruzar la fangosa corriente del río, dado que en la orilla opuesta los colonos de aquel lugar de la región habían defendido briosamente aquella cabeza de puente, causando a sus enemigos dos bajas mortales y algún herido que hubo de ser retirado durante el forcejeo. Cuando los rifles cesaron de tronar, los colonos pertenecientes al lado norte, cuyo poblado era Rockton, a escasa distancia del río, permanecieron en pie de guerra observando cómo sus enemigos en derrota retiraban los dos cadáveres para más tarde alejarse y desaparecer de su vista.
King Hogan, el capataz del rancho B-14, no se sentía muy satisfecho con el telegrama que acababa de recibir, fechado en Mandan, por Susan Bixby, dueña ahora de la hacienda desde la muerte de su tío, acaecida hacía poco más de tres meses. Al morir Charles Bixby, resultó que la heredera de su hacienda y fortuna era su sobrina Susan, una muchacha que habitaba en Mandan, donde ejercía la misión de regentar un hospital como jefe de enfermeras.
Terminaba el invierno, la primavera aún no había empezado a dar muestras de su poder fecundador sobre el paisaje, pero ya se advertía su próxima llegada. Los días eran más largos, las temperaturas menos ásperas y, en algunos lugares, la hierba empezaba a asomar tímidamente a ras de tierra. En Independence, pueblo fronterizo de Kansas, lugar donde se organizaban la mayor parte de las caravanas que partían hacia el Oeste, se había formado una de tantas compuesta de unas ochenta carretas, lo mejor pertrechadas posible.
Eran aproximadamente las doce de la noche cuando Henry Bond, con un gesto sombrío y una laxitud de nervios tremenda, se entregaba a la tarea de cerrar la cantina, mientras Odile, su mujer, no menos tensa que él, recogía el servicio y se disponía a ponerlo en orden. La cantina estaba situada a no mucha distancia de la estación de Santa Rosa, en el estado de Nuevo México. El lugar, si no muy importante en vecindario, si lo era en su sistema ferroviario, ya que en dicho poblado se cruzaban cuatro líneas muy importantes, pues desde allí se podía viajar a cualquier ciudad del Estado, porque los cuatro ramales que partían de allí formaban una estrella de cuatro puntas diagonales, estratégicamente situadas. El poblado más importante y más próximo a Santa Rosa era Tucumcary, pero lo mismo se podía ir desde allí a Las Vegas, Santa Fe, Alburquerque, Roswell, que a las diversas divisorias.
Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.
Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.
El sheriff de Fox, en las márgenes del río Hore Silverton en el sudoeste de Montana, detuvo su caballo a una distancia prudencial de la cabaña de Paul Hooker y desenfundando el revólver, lo ocultó en la palma de su ancha mano, y luego avanzó con precaución. La misión que le llevaba a la cabaña de Hooker no era muy agradable, sobre todo teniendo en cuenta que Hooker era una persona decente, honrada y muy estimada por todo el vecindario, pero su deber estaba por encima de todo sentimentalismo, y tenía que cumplirlo. Su misión era la de detener a Ross, el hijo de Paul, a quien se le acusaba de haber herido gravemente a un individuo en una taberna de un poblado próximo.
El Estado de Colorado cuenta entre otras ciudades famosas con una que es su capital, Denver, y Denver nació a la vida ciudadana por uno de esos caprichos de la Naturaleza: el oro y la plata. Esto sucedió en 1858 y hasta entonces, Colorado había sido una región desolada. Lo que hoy es este Estado, perteneció a la colonia española que en los siglos XVIII y XIX abarcaba lo que hoy representa el tercio occidental del Estado. La parte sudeste fue incorporada a América del Norte en 1845, al mismo tiempo que Texas, y en virtud del tratado que dio fin a la guerra con México en 1848, toda la región pasó a ser territorio norteamericano.
Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.
Al The Monitor de San Francisco, llegaban de vez en vez noticias fragmentarias o poco precisas de grandes acontecimientos que se estaban desarrollando en la parte central de Texas, con motivo, al parecer, de haberse abierto una importante ruta de ganado que partiendo de San Antonio, tomaba la ruta norte para ir a parar a Abilene, un poblado oscuro y casi mísero poco tiempo atrás, y que ahora se estaba convirtiendo en el centro de atracción y, sobre todo, en un poblado tumultuoso en el que el ganado, los vaqueros, los agiotistas, los tahúres y los fuera de la ley, formaban una amalgama digna de ser estudiada viviéndola en su propia salsa. Y como este género de noticias y reportajes eran la especialidad de The Monitor, periódico sensacionalista cuyo público morboso exigía hechos violentos y reportajes fantásticos, el director, que aunque hasta el momento no había cultivado el sensacionalismo de la ganadería y los cowboys, entendió que sería un éxito de venta cultivar aquel género, pero no a través de inflar telegramas o rumores que llegaban hasta él, sino vividos en su propio ambiente, escritos por quien pudiera dar fe de verdad de cuanto el periódico publicara, por haber sido testigo presencial de los hechos viviendo las consecuentes aventuras que se producían en aquellas latitudes.