«Remedios para la vida» reúne treinta y cinco de las recomendaciones más incisivas concebidas por Petrarca en su «De remediis utriusque fortunæ» —escrito entre 1354 y 1366— para el escarmiento de los prósperos y el consuelo de los desdichados. En ellas, las principales pasiones del alma entablan un diálogo con la razón sobre el fruto, bueno o malo, de los diversos aspectos de la vida: los atributos del cuerpo y el alma, las distracciones, la educación, el arte, los parientes, los amigos, el poder, la guerra, la posición social, la salud, el dinero, el amor y la muerte, entre muchos otros. Una selecta «summa» moral que pone las armas de la filosofía al servicio del ser humano.
Dentro del prodigioso elenco de los filósofos griegos presocráticos, jonios en su mayoría, Heráclito ha brillado siempre con rutilante luz propia. Sin desmerecer en nada a pensadores como Anaximandro, Parménides, Demócrito, Jenófanes u otros, el sophos de Éfeso, desde el momento en que fue redescubierto a través de fragmentos de su obra perdida (probablemente, De natura), una especie de sorpresa, admiración y éxtasis invadió a lo más granado de la filosofía moderna, desde Hegel a Nietzsche y desde Schopenhauer a Heidegger y Simone Weil, que se postró ante los latigazos intelectuales, los desplantes y los desafíos de uno de esos genios eternos que no pueden dejar indiferente a nadie que resulte sensible a los «altos relámpagos del pensamiento», de que nos habla Hegel. El resultado ha sido el volumen enorme de aportaciones doctrinales que abordan los textos del filósofo efesio bajo todos los enfoques posibles, el filológico, el histórico, el estricto filosófico, el político, el moral o el religioso, que no han agotado, ni mucho menos, la materia, y de manera periódica siguen apareciendo nuevos trabajos que policroman, destacan y dan novedosos enfoques a alguno o algunos de sus enigmáticos y tortuosos textos. El presente libro, sin despreciar, ni mucho menos, o dejar de utilizar tantos y tantos criterios e interpretaciones vertidos sobre Heráclito, intenta un nuevo y problemático enfoque: el de elucidar en qué medida y manera determinados pensamientos fustigadores del mismo, esos que encogen el ánimo, ponen a temblar las convicciones más íntimas o provocan cataclismos filosóficos, nos pueden servir todavía, cabe adaptarlos a la vida moderna y resultan aptos para proporcionar al hombre de nuestros días respuesta cumplida, o al menos amplia y útil, a los muchos problemas intelectuales que le atosigan. Por ello, Repensar a Heráclito pretende ser un libro sobre Heráclito, pero al mismo tiempo más allá de Heráclito.
El descontento con la situación actual aumenta en nuestra sociedad cada día. Es necesario cambiar de paradigmas, buscar de manera creativa nuevas perspectivas y fundamentarlas sólidamente para que nos sirvan de punto de partida en nuestro camino hacia nuevos horizontes. El presente libro pretende contribuir a este fin abordando de forma novedosa varios temas que van desde la ecología hasta la ética.
En la década de 1950, cuando se conocieron los primeros logros importantes de los ordenadores, la inteligencia artificial suscitó apasionadas controversias entre los filósofos. Hilary Putnam fue uno de los primeros en considerarla como modelo válido de los procesos mentales humanos. Su teoría funcionalista, basada en un firme realismo científico, sostenía que los procesos mentales análogos a los de las computadoras eran más importantes que los «contenidos» del pensamiento. En «Representación y realidad», escrito tres décadas más tarde, Putnam revisa sus propias tesis y no tiene reparos en admitir que en algún punto había sido demasiado radical. «El cambio de ideas —dice Putnam— no consiste en una conversión de una doctrina a otra, sino más bien en un desgarramiento entre concepciones opuestas sobre la naturaleza misma de la filosofía». En una amistosa polémica con Jerry Fodor, Putnam se propone aquí «…ofrecer una exposición bastante completa… haciendo incursiones en cuestiones relativas a la filosofía del lenguaje, la teoría de la causación, la naturaleza de la verdad etc.». Entre otras cuestiones, analiza la conexión, señalada por Quine, entre los problemas relativos al significado y los relativos a la fijación de creencias, y discute las alternativas de definir los significados como entidades teóricas o bien como simple asunto de la psicología popular. Un capítulo especialmente apasionante reconsidera la teoría formalista de la verdad, sostenida por Tarski, en el que Putnam defiende que «la idea de que puede haber una explicación de la verdad que no tenga «nada que ver con lo mental» es pura ilusión».
Responsabilidad y juicio es una obra esencial para entender la concepción que Arendt tiene de la moral; es también una investigación indispensable sobre algunas de las cuestiones más preocupantes de nuestro tiempo. El núcleo de este libro es una profunda investigación ética: «Algunas cuestiones de filosofía moral»; en él Arendt aborda la insuficiencia de las «verdades» morales tradicionales como normas para juzgar lo que somos capaces de hacer, y examina desde una nueva óptica nuestra capacidad para distinguir el bien y el mal. Cada uno de los libros que Hannah Arendt publicó en vida fue una pieza única que sigue propiciando nuevas reflexiones e interpretaciones. Responsabilidad y juicio reúne una serie de escritos inéditos correspondientes a la última década de la vida de Arendt, cuando se esforzaba por explicar el sentido de una de sus obras más importantes: Eichmann en Jerusalén, el relato del juicio de Adolf Eichmann, donde empleó por primera vez el término «banalidad del mal».
Este libro —uno de los últimos de Jung— no puede ser clasificado como una obra “científica”. Se trata más bien de una toma de posición personal frente al mundo religioso del cristianismo tradicional. Al parecer, Jung se vio llevado a ello por la proclamación en 1950, del dogma de la Asunción de María, hecho al que concede una importancia extraordinaria. Son, pues, las consideraciones de un médico —sin conocimientos teológicos especiales— que por su profesión misma tuvo que dar respuesta a muchas preguntas de tema religioso y se vio forzado, por ello, a plantearse el problema del sentido último de las concepciones religiosas. Por otra parte, quien como Jung vivió la situación apocalíptica de mentira, injusticia y asesinato de millones de seres que desencadenó la segunda Guerra Mundial, no podrá menos de preguntarse, como él: ¿Por qué un Dios bueno y omnipotente permite que suceda todo esto? No fue otra la pregunta de Job, ni es otro el tema de este libro que, al intentar responder a este interrogante milenaria y desesperada, nos ofrece profundas reflexiones acerca de la angustia del mundo y la esperanza que, a pesar de todo, vive en él.
En el Siglo XX quien intentó pulir o perfeccionar el enfoque empirista desarrollado por Hume fue Bertrand Russell. Su libro El Análisis de la Mente contiene una versión refinanda y enriquecida de la teoría humeana. Russell sigue a Hume en lo fundamental, esto es, en la tésis de que la imagen pertenece a la «esencia» del recuerdo. Empero, russell se percata de que decir eso es, primero, decir demasiado poco y, segundo, exponerse a problemas insolubles como el mencionado anteriormente. Russell, por lo tanto, se lanza decididamente por la senda del análisis introspectivo para hallar la «diferencia específica» de la imagen mnémica y la encuentra en un «sentimiento» especial: El sentimiento de «familiaridad» que en el fondo no es sino una variante del popular sentimiento de deja vu. En todo caso, la idea es la misma a diferencia de lo que pasa con cualquier otra imagen que se pueda tener, la imagen de la memoria acarrea consigo el sentimiento de que la recordado fue visto previamente, de que es la reproducción de algo con lo que ya se estuvo en contacto. El recurso a la imagen y al sentimiento para explicar el fenómeno de la memoria encamina a Russelll por lo que de hecho son «sendas perdidas». La verdad es que no se gana gran cosa al introducir el «sentimiento de familiaridad», porque si antes el problema consistía en encontrar la marca que distingue a la imagen del recuerdo de toda otra clase de imagen, ahora el mismo problema se nos plantea con el sentimiento: Cómo distingue una persona entre dicho sentimiento y otro muy parecido pero, no obstante, diferente? Y, más importante quizás para los intereses globales del propio Russell, el recurso a la imagen vuelve inevitable su compromiso con el mentalismo. En efecto, él no puede asumir una posisción enteramente mataerialista, como sin duda habría querido, porque la imagen mnémica no puede ser explicada de otra manera que como «mental». Claro que, como se sabe, él aspiraba a diluir su mentalismo en su «monismo neutral». Si ello es una posición global satisfactoria o no es algo que en este trabajo dejaré en suspenso. Lo que para nuestros objetivos importaba era simplemente presentar los lineamientos generales de una posición clásica, sobre el recuerdo.
La creciente ola de transformaciones en el orden político mundial ha propiciado asimismo cambios en las relaciones sociales: se revitalizan los movimientos democráticos, surgen nuevas estructuras de poder y se implantan esquemas de gobierno más ambiciosos. Retóricas de la intransigencia, de Albert Hirschman, destaca tres tesis reactivo-reaccionarias (en el sentido que daba Newton a estos términos: «a toda acción se opone siempre una reacción igual») para valorar los modelos y los argumentos que se contraponen a los esquemas políticos existentes. Así, la llamada tesis de la perversidad sostiene que toda acción deliberada para mejorar algún aspecto del orden político, social o económico, únicamente sirve para agudizar la situación que se desea remediar; la tesis de la futilidad afirma que los intentos por llevar a cabo reformas sociales serán nulos o de alcance limitado debido a su fragilidad teórica; finalmente, la tesis del riesgo asegura que el costo político y social de las reformas propuestas es considerablemente alto y pone en peligro logros precedentes.Hirschman desglosa con objetividad estos argumentos en el marco de los diversos sistemas de gobierno, que suscitan incesantes enfrentamientos entre conservadores y renovadores, entre los ideólogos que atesoran cautelosamente lo alcanzado y los individuos dispuestos a reafirmar expectativas y programas políticos originales.
Este deslumbrante libro reinterpreta la historia de las revoluciones de los siglos XIX y XX componiendo una constelación de «imágenes dialécticas»: las «locomotoras de la historia» de Marx, los cuerpos sexualmente liberados de Alexandra Kollontai, el cuerpo momificado de Lenin, las barricadas y las banderas rojas de Auguste Blanqui, el derribo de la columna Vendome por la Comuna de París… Traverso conecta las teorías con las trayectorias existenciales de los intelectuales revolucionarios que las elaboraron, delineando sus perfiles como parias y marginados, desde Marx y Bakunin hasta Rosa Luxemburg y los bolcheviques, de Mao y Ho Chi Minh a José Carlos Mariátegui, C. L. R. James y otros espíritus rebeldes del Sur. Por último, analiza el entramado entre revolución y comunismo que tan profundamente ha marcado la historia del siglo XX.
El título general del libro se justifica por el hecho de que los tres ensayos incluidos en él giran en torno a la problemática del papel que juega en la teoría y la práctica revolucionaria todo eso que en el propio libro se llama a veces «el plano de las ideas y de las formas». Evidentemente, no debe entenderse el título en el sentido de que exista algo así como una «ideología» propia de la revolución o «revolucionaria», concepto cuyo total rechazo (en los precisos términos en que creo debe hacerse) es uno de los motivos centrales del libro.
Escrito en 1970, este volumen es un clásico de culto que ejemplifica como ninguno la contracultura de los años sesenta y en particular la visión de los yippies, la rama más politizada del movimiento hippie que inspiró a toda una generación a desafiar el statu quo. El libro está escrito en forma de guía y en ella Hoffman, activista político y social, utiliza sus propias actividades y experiencias como inspiración: da consejos a los lectores sobre cómo hacer para vivir fuera de la ley, cultivar marihuana, crear una radio libre, vivir en una comuna, cometer fraudes con tarjetas de crédito y una gran variedad de técnicas de hurto. En sus páginas Hoffman se refería a Estados Unidos como el 'Imperio Cerdo' y declaraba que no solo no era inmoral robar en él, sino que era inmoral no hacerlo.
El libro fue rechazado por unos treinta editores distintos. Los principales medios de comunicación no querían o tenían miedo de hacer publicidad del libro, y muchos distribuidores y librerías no estuvieron dispuestos a comercializarlo, por su naturaleza subversiva y por la incitación al robo en el título. Hoffman fue finalmente obligado a crear una editorial propia para poder ponerlo en circulación, con Grove Press como distribuidor. Pese a su precaria difusión, principalmente a través del boca a boca, pronto se convirtió en un gran éxito de ventas.
Este libro es el resultado de más de tres décadas de indagación en la cuestión de Dios; desde la filosofía, la sociología y la historia de las religiones, estudiando las representaciones que las culturas se hacen de una fuerza o dimensión superior muy a menudo denominada Dios. Con la vocación de acercar estas investigaciones a los lectores no especializados, Frédéric Leonoir responde aquí a preguntas como: Si Dios existe, ¿por qué no lo vemos? ¿Cuándo aparecieron los dioses en la historia de la humanidad? ¿Son los judíos los inventores del Dios único? ¿Por qué la figura de Dios es casi siempre masculina y misógina? ¿Es Dios una persona, una fuerza, una energía, un principio creador? ¿El Dios de los judíos, cristianos y musulmanes es el mismo? ¿Qué dicen los filósofos de Dios? ¿Existe el ateísmo fuera de la cultura occidental? Finalmente, el autor también ofrece su opinión personal sobre el tema. Porque, más allá de los conocimientos objetivos, es imposible no tener un punto de vista subjetivo sobre la cuestión. De ahí que esta amena e inteligente exploración sirva asimismo de invitación a que cada uno interrogue sus propias convicciones.
A lo largo de su vida, pero especialmente en sus últimos años, Alan Watts dictó una serie de charlas y conferencias que tuvieron un inmenso impacto. Mark Watts, hijo de Alan, ha recogido en varios libros lo mejor de estas enseñanzas. Salir de la trampa pertenece a dicha serie. Tal como indica su título, el libro es una muestra de la prodigiosa habilidad de Watts para detectar las ideas que limitan nuestros horizontes y nos mantienen perpetuamente aferrados al ego. Watts se ríe de esa contradicción creada por nosotros mismos y que revela la ignorancia de la verdadera naturaleza humana. «Salir de la trampa» es, así, liberarse de nuestras falsas ideas y descubrir la divinidad da la vida cotidiana. El libro contiene, además, espléndidas reflexiones sobre la naturaleza, el yoga, el budismo y la experiencia mística. Sin olvidar un homenaje a la figura de Carl Jung.
¿Por qué San Pablo? ¿Por qué requerir a este «apóstol», tanto más sospechoso cuanto que, con toda evidencia, se autoproclamó tal, y su nombre está comúnmente asociado a las dimensiones más institucionales y menos abiertas del cristianismo? ¿Y qué uso pretendemos hacer del dispositivo de fe cristiana, de la cual parece claramente imposible disociar la figura y los textos de Pablo? ¿Por qué invocar y analizar esta fábula? Lo que nos llama la atención de la obra de Pablo es esa conexión paradójica, de la cual es el inventor, entre un sujeto sin identidad y una ley sin soporte, que funda en la historia la posibilidad de una predicación universal. El gesto inaudito de Pablo es sustraer la verdad del control comunitario, trátese de un pueblo, de una ciudad, de un imperio, de un territorio o de una clase social. Volver a pensar este gesto y su fuerza instituyente, desplegar sus enredos, es, sin duda, una necesidad contemporánea. Porque la cuestión de Pablo es exactamente la nuestra: ¿cuáles son las condiciones de una singularidad universal?
En «Satán en los Suburbios», una serie de relatos que escribió a sus ochenta años de edad, Russell hace una incursión en los dominios del satanismo, nos tienta con la oscura atracción del mal y compone una auténtica galería de horrores a través de cuyos cuadros, sin embargo, en perfecto contrapunto, puede el lector hallar la esencia de este hombre apasionante para el cual, los mismo que para los antiguos griegos, la filosofía era ante todo una consecuente postura vital, un compromiso consigo mismo y con la sociedad.
SCHOPENHAUER Y KIERKEGAARD: SENTIMIENTO Y PASIÓN nos descubre la obra de dos filósofos que proclaman el fondo romántico de nuestra razón. Kierkegaard representa el libertinaje espiritual de una conciencia romántica, la proclamación del valor singular frente al sistema: sólo el hombre es dueño de su vida. Schopenhauer defiende que existe alguien o algo —en el fondo de nuestro ser— que es una energía, actividad universal, irracional porque es anterior a toda razón. Ambos autores son la voz de alerta que presagia la modernidad; dos rebeldes antihegelianos que se alzan contra la razón teórica, desde la que pierden valor los seres concretos.
«Es cierto que la ciencia ha sido impulsada con una rapidez impresionante durante las últimas décadas, pero contemplad a los eruditos, contemplad a esas gallinas exhaustas. Estos eruditos distan mucho de ser naturalezas “armónicas”; sólo saben cacarear más que nunca, porque ponen huevos con mayor frecuencia: sin embargo, los huevos se han vuelto cada vez más pequeños (aunque los libros sean cada vez más voluminosos)». Según Nietzsche, el olvido tiene su función: es fundamental para evitar que el pasado destruya la fuerza plástica, la vitalidad de una cultura. Frente a la Historia monumental que hace que «los muertos entierren a los vivos» y a la historia del anticuario que momifica la energía vital, es indispensable sostener un historicismo crítico que disuelve y quiebra el pasado para poder vivir.
CÓMO APRENDER A VIVIR A LA MANERA DE LOS ANTIGUOS SABIOS. «Deberán leer este libro. No se van a arrepentir.» Sagrario Fernández Prieto, La Razón ¿Cómo veríamos nuestra vida con los ojos de los filósofos griegos? ¿Tendríamos menos preocupaciones? ¿Qué pasaría si un buen día decidiéramos conocer el mundo y a quienes lo habitan tal como lo hacían los antiguos sabios? ¿Y si siguiéramos las enseñanzas de maestros como Pitágoras, Sócrates o Epicuro? Tras romper con su pareja y verse obligada a mudarse, Ilaria Gaspari emprendió un inusitado viaje de superación personal a lo largo de seis semanas durante las que vivió centrada en adoptar los preceptos de las principales corrientes de pensamiento de la Antigua Grecia. De la escuela pitagórica puede aprenderse a vencer la pereza mediante reglas muy precisas #que a veces parecen incomprensibles#; de los filósofos eleáticos, a relacionarse con el tiempo de un modo más relajado; del escepticismo, a desconfiar de nuestros sentimientos y a cuestionarlo todo; del estoicismo, a aceptar que algunas cosas no se pueden cambiar; de los epicúreos, a ser generosos con nosotros mismos... Seguir mandatos formulados hace más de dos mil años no es una misión sencilla, pero puede conducir a una fascinante búsqueda de la felicidad.
Todo ha sido descubierto, salvo cómo vivir". La frase es de Jean-Paul Sartre, pero, con parecido tenor, se la puede rastrear en días muy lejanos. Se cuenta que ya en tiempos de Lao-Tsé acudían las gentes a preguntarle: "¿Cuál es el significado de la vida?". La filosofía ha andado siempre a vueltas con la vida y sus avatares. Ya los primeros filósofos aventuraron posibles senderos hacia una "vida buena". "Vivir bien" tal vez se asemeje a vivir con elegancia, título de la última glosa que escribió Eugenio d'Ors. Elegancia mientras se está aquí y elegancia también para irse; elegantes, pues, en la vida y en la muerte.
Este libro, una selección de conferencias, se asoma a una amplia galería de pensadores que marcaron el discurrir de la vida en Oriente y Occidente. Es posible que sus búsquedas no sean ya las nuestras, pero su pensar y sentir continúan ejerciendo un gran hechizo sobre nuestro presente. Venimos de ellos, aunque aparentemente los tengamos olvidados.
Hoy quiero compartir contigo mi experiencia de vida, esperando te pueda ayudar a recordar el ser maravilloso que eres. Viniste a este mundo a ser feliz, es tu derecho de nacimiento. Si tu vida es perfecta, eres feliz, y tienes todo lo que deseas, sigues haciendo lo mismo. Pero si te sientes perdido-a, estresado-a, devaluado-a, que tu vida no tiene sentido entonces este libro es para ti. Sri Nisargadatta Maharaj (marzo de 1897 - 8 de septiembre de 1981) fue un vendedor de cigarrillos en Mumbai, y es considerado por muchos como un iluminado. Ha sido un gran maestro espiritual y su enseñanza es admirada por ser directa e informal. Es conocido por su sublime obra I am that (Yo soy eso). Su padre, Shivrampant, trabajó como sirviente doméstico en Mumbai y después como pequeño granjero en Kandalgaon, un pueblecito de los bosques del distrito Ratnagiri, en Maharashtra. Tras la muerte de su padre, Marutti (su nombre de nacimiento) dejó el pueblo al cumplir los dieciocho años, y se fue a Mumbai donde trabajó brevemente como vendedor. Después se hizo pequeño comerciante y desarrolló su propio negocio. En 1924 se casó con Sumatibai y tuvieron tres hijas y un hijo. Abrió una tienda de bidis (cigarrillos finos indios). Fue a partir de aquí (con unos 35 años) cuando llegó a interesarse abiertamente por los temas espirituales. Un amigo suyo, Yashwantrao Bagkar, era discípulo de Sri Siddharameshwar Maharaj, a quien llevó a ver un día. Marutti quedó conmovido por la personalidad y la enseñanza de aquel hombre, y poco después fue su gurú. Sri Siddharameshwar Maharaj propició la iluminación de Nisargadatta a los 37 años con instrucciones como '... mantente en la sensación de yo soy...', '...ahí reside la verdad última...' o 'Tú eres lo Supremo'. Sri Siddharameshwar murió poco después, en 1936. Entonces Nisargadatta abandonó a su familia y su negocio de bidis y se fue a los Himalayas; pero pronto volvió y comenzó a impartir sus enseñanzas. FUENTE BIOGRÁFICA: WIKIPEDIA EN ESPAÑOL