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Bolsilibros: Coral 41. Entre dos luces, de Corín Tellado

Novela, Romántico

—No, no lo creo. Amor así es de novela, yo no amaría de ese modo jamás. No creo en los grandes amores que cuentan las historias. Son falsos, no creas nada de lo que en ellas se dice. Decididamente no creo en el amor. Puede sentirse un cariño más o menos profundo, alimentado con el trato constante, una estimación sincera. Puede incluso una amistad prevalecer a través de los siglos; más querida mía, piensa con detenimiento en esto y dime lealmente si es que me comprendes, mejor aún, si quieres comprenderme —hace una pausa y añade con vehemencia—: Yo creo, May, que, a mi entender, es así; el amor es un deseo muy poco delicado.


Bolsilibros: Coral 48. Guerra al amor, de Corín Tellado

Novela, Romántico

Buscaron la dicha por el camino más difícil.  El hombre quedóse pensativo, con las manos temblorosas cruzadas en la mesa, y los ojos fijos en la ansiosa chiquilla. Memi pensó: «Va a decirme que soy la excéntrica millonaria. Que sus reporteros han metido las narices donde no debían, y que en adelante no se ocupará de mí, dejándome hacer lo que me venga en gana…».  Entretanto Kid Mescall, sin dejar de contemplar el rostro ideal, no hacía por recordar nada, puesto que, además de tenerlo todo bien presente, no le quedaba tiempo para ello, teniendo ante sí aquella carita de rasgos delicados y el cuerpo estupendo de diosa pagana… Porque a sus ojos, Memi Kassins resultaba una mujer fantástica, con belleza un algo sensual, y expresión de niña ingenua… Dos cosas contradictorias, se dijo Kid con su «lengua pequeña», pero sin embargo no rectificó porque las creyó acertadas.


Bolsilibros: Coral 49. Sucedió callando, de Corín Tellado

Novela, Romántico

Como muchas otras veces, Ana apoyó los codos en las rodillas, sin querer volver los ojos hacia el rostro de su padre.  —¿Por qué no me atiendes? Ten la seguridad, hija, de que no te voy a obligar, pero mi deber de padre es darte un consejo.  —¿Y es?  La cabeza había quedado inclinada sobre el libro que no leía: parecía ajena a cuanto la rodeaba. El padre se puso en pie con esfuerzo, como si la impasibilidad de ella causara pesar, cuando no una rabia sorda que le hacía daño por no poder desahogarse de una vez.  ¡Aquella irascible chiquilla!


Bolsilibros: Coral 51. Boda clandestina, de Corín Tellado

Novela, Romántico

Ketty Iwahinosky es una joven de veinte años que vive una situación muy complicada: es huérfana y debe hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños y de la empresa familiar, unos importantes astilleros. El testamento que dejó su padre le impide casarse antes de los veinticinco años y su madrastra vigila todos sus movimientos. Cuando conoce a Roberto, un ingeniero completamente desengañado del amor que no quiere ni oír hablar de las mujeres, una oleada de sentimientos se apodera de ella.


Bolsilibros: Coral 79. La isla dorada, de Corín Tellado

Novela, Romántico

Chita Rue abrió la puerta del piso y, después de haber mirado en todas direcciones con marcado recelo, cerró la de nuevo con cautela y descendió lentamente por las mugrientas escaleras hasta llegar al oscuro portal, donde se detuvo aspirando hondo; se asfixiaba. Aquella atmósfera le era totalmente insoportable, y de continuar un momento más entre las cuatro paredes malolientes, hubiera gritado de dolor e incluso se hubiera tirado por el desvencijado balcón, buscando el descanso en la calzada.


Bolsilibros: Coral 97. Atrevida apuesta, de Corín Tellado

Novela, Romántico

Rosa María y Margarita son dos amigas que estudian en un internado internacional. A la muerte de su tío, Rosa María se convierte en la pupila de los duques de Castro Mina, padres de su amiga, con quienes pasará a vivir a partir de ese momento. En su casa conoce a Juan Carlos, conde de Peralta y hermano de Margarita. La relación entre los dos se torna difícil desde el principio y, valiéndose de una argucia innoble, el conde, en una apuesta con sus amigos, termina con el noviazgo de Rosa María y el aristócrata Luis Miraneli. Esto provoca la reacción de la joven con un desenlace inesperado.


Bolsilibros: Coral 99. ¡Porque no eres como todos!, de Corín Tellado

Novela, Romántico

—Adiós, pequeña. No sabes cuánto agradezco que te haya sido desagradable.  Marta se mordió los labios hasta casi hacerse sangre.  —Oiga…  Volvió a apretar la boca.  —¿Decías?  En vez de responder le dio la espalda.  Jeff silbó despreocupadamente, perdiéndose ante sus ojos. No pudo contener la lágrima que le enturbió los ojos. ¿Sería posible que aquel hombre tuviera la virtud de descomponerla de semejante forma? No podría resistirlo un momento más y lo peor era que… ¡Dios santo!, si continuaba a su lado un momento más se vería obligada a tirarse al mar para no aparecer jamás.


Bolsilibros: Coral 102. Timidez y pasión, de Corín Tellado

Novela, Romántico

—Mira, Elena: yo te quiero, te quiero más que a ese almanaque, que ya es decir… Te juro por mi sangre que mi amor es tan grande como el despacho del director de un Banco… ¡¡Frurr!!… Dio un respingo. ¡Era un idiota! ¿Qué tenía que ver el cariño con el despacho del director de un Banco? Siempre tenía que salirse por la tangente. Era inútil; él no servía para hacer el amor a una mujer, a pesar de que se entrenaba todos los días frente a aquel cuadro para poder repetir después la lección aprendida a la hermosa Elena, la muchacha que todas las mañanas le miraba con sus ojos grandes y soberbios, llenos de luz y de dulzura…


Bolsilibros: Selección terror 5. Propiedad del diablo, de Clark Carrados

Novela, Terror

El cuerpo de Caine osciló sobre las aguas, que se movían cada vez con más fuerza. Caine no decía nada; sin duda, estaba drogado, como todos los demás.
El cuerpo del hotelero quedó suspendido a un par de metros de la charca. De repente, algo emergió de las aguas.
Un estremecimiento de horror sacudió el cuerpo de Dinorah. Creys lo notó y agarró su mano con fuerza, como recomendándole serenidad. Ella creyó por un instante hallarse bajo el influjo de una alucinante pesadilla.
¿Era un saurio gigante? ¿Un animal antediluviano? ¿Una colosal serpiente de mar, prisionera de aquel reducido ámbito acuático?
La parte que se veía fuera del agua, cabeza, cuello y parte del cuerpo, medía cinco o seis metros de largo. La cabeza, sobre todo, era enorme, mayor que Boko y con una colosal bocaza, armada con unos dientes de aspecto escalofriante.
El cuello era muy grueso y relativamente corto, pues no mediría más de un par de metros de largo. Todo el animal estaba cubierto de grandes escamas de tonos verdosos y en el dorso aparecían unas prolongaciones óseas, como una larga cresta en forma de dientes de sierra.
El silencio era absoluto. De súbito, el monstruo emitió un horrible trompetazo.
Luego, alargó la cabeza. En el último instante, Caine, como saliendo de su torpor, pareció darse cuenta de la espantosa suerte que le habían reservado, y lanzó un horripilante alarido.
En el mismo instante, las fauces del monstruo se cerraban sobre el cuerpo de su víctima. Fue una dentellada brutal, mortífera; las dos mandíbulas, de un solo golpe, partieron a Caine, literalmente, por la mitad.


Bolsilibros: Selección terror 94. La danza de las arañas, de Clark Carrados

Novela, Terror

Johnny hacía esfuerzos inauditos para despegarse de la red. Tiró de un hilo con la mano derecha… ¡y la palma de la mano y los dedos se le pegaron al hilo!
La cosa velluda y oscura se hizo visible casi por completo. Encima de la cabeza de Johnny se oyó un rápido y siniestro tableteo.
Johnny escorzó la cabeza y miró hacia arriba. Un espantoso terror se apoderó de su ánimo en el acto.
La araña bajaba hacia él sin prisas, segura de su presa. Johnny empezó a gritar y a pedir socorro.
Su brazo izquierdo estaba todavía libre. En uno de los bolsillos tenía un pequeño cortaplumas. Podría cortar alguno de los hilos…
Pero la monstruosa araña seguía acercándose.


Bolsilibros: Selección terror 95. El jardín del diablo, de Burton Hare

Novela, Terror

Captó el olor. Humo. No muy lejos, alguien había encendido fuego. Recordó viejas lecturas de juventud, relatos de hombres con instintos primarios capaces de orientarse perfectamente aún en peores circunstancias que las suyas, Así que investigó la dirección del leve airecillo que soplaba bajo el follaje, husmeó como un perro de muestra y caminó al fin resueltamente. Casi media hora más tarde vio una luz amarillenta, destacando como el ojo de un cíclope en la inmensa negrura. Descubrió que era una ventana, y que la ventana pertenecía a una primitiva cabaña construida enteramente de troncos. Era asombroso que en pleno siglo XX aún pudieran existir semejantes construcciones…


Bolsilibros: Selección terror 98. Lady Frankenstein, de Curtis Garland

Novela, Terror

Y tiró del pendiente.
Rasgó el lóbulo de la oreja de lady Jane Charity Brown.
Brotaron gotas de sangre del cadáver. Y ella, la difunta, la mujer ajusticiada en Newgate dos días atrás… ¡LEVANTÓ EL CUERPO, MIRÁNDOLES TERRIBLEMENTE!
Y un alarido de dolor escapó de los labios yertos.
Luego, mirándoles, con aquellos ojos suyos, acusó con voz que surgía de la propia tumba helada:
—Ladrones… Cobardes… ¿Qué hacéis con los muertos?


Bolsilibros: Selección terror 100. La madre de las serpientes, de Clark Carrados

Novela, Terror

Dayne recordó de inmediato. Wolsey, sí, uno de los miembros de la expedición al desconocido país de los wyambas, allá en el corazón de África, donde todavía, pese a la época, hay regiones en donde el hombre blanco no ha penetrado jamás.
Se decía que la expedición había hecho valiosos hallazgos arqueológicos, aparte, naturalmente, de trabar conocimiento con una tribu desconocida hasta entonces. Pero a Dayne no le preocupaban mucho esta clase de hechos y no había prestado demasiada atención al asunto.
Los guardias del coche desembarcaron y empezaron a poner orden en la acera y en la circulación rodada. Ya habían llamado a una ambulancia.
Antes de irse. Dayne lanzó una mirada al caído. El rostro de Wolsey estaba casi negro. Un estremecimiento de horror sacudió su cuerpo.


Bolsilibros: Selección terror 102. Monstruo en la Ópera, de Curtis Garland

Novela, Terror

El cuerpo yacía ante el armario, bañado en sangre. Todo aparecía salpicado de un vivo color escarlata. Incluso las ropas allí colgadas chorreaban un rojo espeso y viscoso, que repugnaba a la vista.
Bajo la cabeza de Shawn, la cantante triunfadora, la muerte había abierto una enorme, desgarradora hendidura que iba de oreja a oreja, y hacía escapar por la garganta femenina, lechosa y tersa, un raudal hemorrágico. Los ojos muy azules, más grandes que nunca, se clavaban, desorbitados, en algo que no podían ver allá en la oscuridad, entre las ropas colgadas, goteantes de sangre. En un muro impenetrable que formaba el fondo mismo del armario.
Pero Yvonne Jeffords, en un fugaz, rápido momento de inverosímil rapidez, creyó ver algo.
Por un instante de vertiginosa celeridad, sus ojos, su mente, su intuición misma, imaginaron captar una visión de pesadilla. Algo abominable e inaudito, algo que su propio cerebro rechazó de inmediato, como inviable.
Y, aun así, lo vio.
Era la faz de un monstruo. Y flotaba en lo imposible. Entre las ropas sangrantes del armario. Clavando precisamente en ella, en Yvonne misma, unos ojos malignos, cuajados de amenazas horripilantes.
Un rostro de pesadilla… salpicado también de sangre. De humana sangre, acaso procedente del cuerpo mismo de la desdichada Shawn Francis.


Bolsilibros: Selección terror 103. Más allá de la locura, de Burton Hare

Novela, Terror

En cualquier caso, fue bastante después cuando el ojo experto de Glenn comenzó a advertir algunas circunstancias espeluznantes en ese crimen.
En primer lugar, se dio cuenta de que aquella herida no había sido causada por ningún cuchillo. No le habían degollado, eso era indudable.
Más bien parecía…
Farrell sintió un escalofrío al pensar en ello.
Parecía como si el cuello del hombrecillo hubiera sido desgarrado por unos colmillos feroces, destruyéndolo casi por completo.
Luego, había otra circunstancia espeluznante, y era la sangre.
Una herida semejante debiera haber inundado la cama, empapado las ropas por completo.
Sin embargo, sólo había una pequeña mancha debajo de la cabeza y eso era todo. Parecía como si el asustado hombrecillo apenas hubiera tenido sangre en las venas, ni más ni menos.


Bolsilibros: Selección terror 104. ¡Quémate, bruja!, de Clark Carrados

Novela, Terror

Nancy Byngton, de trece años, contemplaba la horrible escena desde lejos. Unas vecinas compasivas habían intentado retenerla en su casa, pero ella había conseguido escaparse. Llena de horror, vio cómo ataban a su madre y amontonaban leña a sus pies.
El poste del suplicio era un gran árbol, de tronco recto y alto de más de veinticinco metros, situado en la cumbre de una pequeña colina que dominaba la pequeña población. Junto con la leña, había mezcladas grandes cantidades de paja y ramillas secas.
Los ejecutores se acercaron al montón de leña empuñando sendas antorchas encendidas. Entonces, Edwina viendo llegada su última hora, lanzó un gran grito:
—¡Pueblo de Kittsburgh, yo te maldigo por tu cobardía colectiva y por el crimen que cometéis conmigo! ¡Un día, este pueblo maldito arderá hasta los cimientos y en sus llamas perecerán todos los que me han condenado y sus descendientes…!


Bolsilibros: Selección terror 105. La red de la araña, de Curtis Garland

Novela, Terror

Corría de algo. Huía despavorido, convertido en un fantasma de terror. Sus ojos desorbitados, inyectados en sangre, habían sido testigos del mayor horror imaginable por cualquier ser humano. Sus oídos aún mantenían como impreso en ellos, en una imaginaria cinta magnética, los alaridos de un hombre enfrentado al más increíble de los espantos. A su propia destrucción inaudita.
Roy Porter estaba seguro de haber captado extraños chasquidos, crujidos de huesos humanos triturados, masacrados por un ente de pesadilla, por un monstruo horripilante que nadie podía imaginar.
Miraba atrás, alucinado, temiendo ver tras de sí aquella cosa , aquella sombra dantesca emergiendo de las oscuridades de la noche, en persecución suya, para que nunca hablara, para que jamás dijera a nadie lo que había visto, lo que había vivido…


Bolsilibros: Selección terror 107. El escudo del diablo, de Clark Carrados

Novela, Terror

Era ya tarde. El hombre de los ojos rojos voló por los aires, como un gran pájaro negro. Su capa revoloteó bajo la lluvia. Fue despedido a un lado y quedó tendido en el suelo, a cuatro o cinco pasos de la acera que acababa de abandonar.
Hossuth sintió que se le helaba la sangre en las venas. Un hombre había muerto por su culpa, pensó en el acto, mientras el conductor luchaba con el coche que zigzagueaba en la calle después del frenazo.
¿Y si el hombre tenía razón en querer llevarse a la muchacha consigo?, se preguntó Victor, acongojadamente. Podía tratarse de un policía, que se disponía a arrestar a una delincuente…
Sus ojos se fijaron con morbosa fascinación en el yaciente cuerpo que permanecía inmóvil bajo la lluvia, cuya intensidad pareció arreciar en aquel momento. De repente ocurrió algo extraño.
El cuerpo empezó a deslizarse hacia un desagüe próximo. Hossuth creyó ver como si la figura humana se hubiese aplanado de repente.
El agua arrastraba aquel cuerpo, convertido súbitamente en una delgada y flexible lámina negra. Ya no había facciones en su cara…, ni había cabeza ni ojos de color rojo. Todo era negro, absolutamente negro, y, aunque con algunos pliegues, plano, como un papel.
Aquella lámina fue arrastrada por el agua que corría junto al bordillo de la acera y por la que caía del cielo, y todo ocurrió en cinco o diez segundos. Antes de que el asombrado Hossuth pudiera reaccionar, el hombre de los ojos rojos había desaparecido por el desagüe.


Bolsilibros: Selección terror 108. ¡Arde, hermosa bruja!, de Curtis Garland

Novela, Terror

El machete silbó en el aire. Describió un centelleante semicírculo de acero, y cayó sobre un cuello femenino que empezaba a cubrirse de feas ampollas, bajo el efecto del fuego.
Un espantoso alarido de mujer escapó de la garganta que fue inmediatamente segada por el metal afilado. Un alud de sangre caliente, acaso más caliente que nunca, escapó del hondo tajo que, décimas de segundo más tarde, era un perfecto círculo escarlata…
Un círculo del que escapaba algo… Algo rematado por una cabellera negra como el azabache, ondeando al viento, crepitando de llamas breves que se extinguían…
Rodó la forma pesada, goteante de sangre, separada del tronco humano que ardía ya como yesca en la fogata, con los últimos espasmos bañados en rojo intenso y gorgoteante…
La cabeza de Devla, la bruja de Gorkoburg, era ya una piltrafa abrasada e informe, colgando de las cadenas ennegrecidas del poste de tormento, entre brasas y pavesas.
Algo más allá, una cabeza humana, una cabeza que fuera hermosa, antes de sufrir la monstruosa hinchazón violácea de la decapitación brutal, terminaba de rodar, finalmente… para hundirse en una profunda zanja, entre negros peñascos.


Bolsilibros: Selección terror 110. Seda y niebla para el asesino, de Curtis Garland

Novela, Terror

El alarido coincidió con el descenso de la hoja de acero, frío y centelleante, sobre la garganta rosada, salpicada de pecas, e incluso con un lunar muy nítido, justo en su centro, cerca de la nuez.
Todo eso se quedó inmediatamente bañado en un rojo violento. Brotó, gorgoteante, el tumulto escarlata.
El grito se convirtió en una especie de espeluznante berrido inhumano, a medida que el acero hendía la garganta.
El cuchillo largo, afilado, goteante de rojo, se apartó de su garganta con un chasquido casi feroz. Se despegó dificultosamente de la carne, a la que se adhería como un imán.
Unas manos enguantadas de negro, firmes y sin vacilaciones, empuñaban su mango. Fríos ojos mortíferos se clavaban insensibles, en la figura de mujer que se desmoronaba, ante ellos, en medio del caos sangriento en que se había convertido el angosto callejón sin salida, más allá del arco de piedra y de la luz vacilante de la farola de gas.