Menú



Buscar





Bolsilibros - Punto Rojo 376. ¡Paga o muere!, de Clark Carrados

Novela, Policial

Cuando la secretaria del prominente hombre de negocios de Richdale, Glenn B. Beand, abrió la carta y la leyó, sufrió un fuerte sobresalto. 
—¡Oh! —dijo. 
—¿Qué le sucede, señorita? —preguntó Beand, enfrascado en la lectura de otra carta. 
La secretaria tragó saliva. 
—Mi… mire, señor…


Bolsilibros - Punto Rojo 380. Siniestro destino, de Burton Hare

Novela, Policial

Ken Malloy tomó la curva a setenta. Las ruedas chillaron una protesta inútil. El «Mercury» dio un bandazo y luego se enderezó. Ken vio una larga recta en pronunciada pendiente que se extendía ante él en medio de un paisaje seco y desolado. Miró el reloj. Estaba bien para llegar a la hora propicia. 
Entonces ocurrió algo con lo que ni él ni nadie había podido contar. Un hecho fortuito capaz de dar al traste con los planes mejor trazados, y sin embargo debió haber sido previsto desde el momento que compró el auto de segunda mano. 
El volante giró entre sus manos completamente loco La dirección acababa de romperse y el coche llevaba una velocidad de casi ochenta millas por hora, en una pendiente endiablada.


Bolsilibros - Punto Rojo 383. La granja del diablo, de Clark Carrados

Policial, Novela

Cuando detuvo el automóvil, se sintió envuelto en una húmeda y sofocante oleada de vapor. Allen P. Frederick había estado en muchos sitios cálidos y húmedos, pero no creía que ninguno pudiera superar a Washakee. Era un pueblo pequeño. La influencia de los pantanos cercanos era fácilmente identificable. Por encima de las casas, bajas, chatas, casi todas de un solo piso, se veían las copas de los árboles, principalmente cipreses de la Florida y sauces. Frederick había parado frente a una casa de pintura desconchada por muchos sitios, sobre el dintel de cuya puerta se veía un pomposo rótulo en el que se anunciaban bebidas y refrescos. Frederick quería, además, saber algunas otras cosas. La taberna estaba separada del suelo por una veranda, a la que se accedía por una escalera de tres peldaños. Sintiéndole el sudor correr en gruesas gotas por cara y cuello, Frederick subió la escalera y entró en la taberna.


Bolsilibros - Punto Rojo 387. La bola de cristal, de Clark Carrados

Policial, Novela

El dueño de la tienda estaba atendiendo amablemente a dos damas: entró una pareja de individuos de aspecto corriente, que se situaron junto al mostrador, a un paso de la caja registradora. Ambos personajes sonreían y charlaban entre sí con moderada animación. Jerry Butler, dueño del establecimiento, envolvió un frasco de perfume y se lo entregó a una de las clientes. Ésta le entregó un billete y Butler se acercó a la caja registradora. Marcó el importe, presionó el botón, sonaron los engranajes y la caja se abrió automáticamente. Butler sacó algunas monedas y se las entregó a la compradora. —Su cambio. Mil gracias, señora. Butler era un hombre considerado y acompañó a las dos mujeres hasta la puerta, despidiéndolas con una gran reverencia. Luego cerró y se volvió, dispuesto a atender a los presuntos clientes.


Bolsilibros - Punto Rojo 391. Persecución obsesiva, de Frank Caudett

Novela, Policial

El hombre estaba sentado en una butaca de la habitación fumando un largo cigarrillo emboquillado. 
Preguntó: 
—¿Sabes por qué se te ordenó que cultivaras su amistad, Gina? 
Gina Costello estaba de pie, ante el espejo del tocador, terminando de dar unos toques graciosos a su peinado alto, moderno. 
Era una mujer de factura exquisita. Bien proporcionada, de líneas perfectas, esbelta, grácil y estilizada. Una belleza mediterránea; morena, de ojos negros, nariz breve y respingona, barbilla dividida por un gracioso hoyuelo, que se acentuaba al reír.


Bolsilibros - Punto Rojo 393. Sin chapa y sin pistola, de Burton Hare

Policial, Novela

El teléfono sonó, insistente. Arrojé el periódico a un lado y descolgué el auricular. Una voz de mujer que yo conocía bien inquirió: —¿Steve, eres tú? —Seguro, nena. —¡Acabo de leer los periódicos de esta mañana! —Yo también. —¡Has vuelto a hacerlo! Su tono era acusador, frío como el hielo. Enarqué las cejas, porque aquélla era la mujer con la que iba a casarme muy pronto. —¿He vuelto a hacer qué? —¿Es posible que lo preguntes? ¡Otro hombre muerto!… —¡Oh, eso! Si has leído el periódico, ya sabrás que se trataba de Pietro Carmino. —¡Era un ser humano!


Bolsilibros - Punto Rojo 395. Se alquila casa con cadáver, de Clark Carrados

Novela, Policial

Lamont Slade se sentía satisfecho. La casa era tal como se la había descrito su amigo. Le había hablado de ella tantas veces, tiempo atrás, que Slade hubiera sabido reconocerla entre mil sin haberla visto jamás. A Slade le convenía por una temporada un lugar semejante, tranquilo y alejado del bullicio de las grandes poblaciones. El paisaje no podía ser más ameno y hallándose la casa en pleno campo, el ambiente tenía la salubridad garantizada.


Bolsilibros - Punto Rojo 403. Las bellas también mueren, de Clark Carrados

Novela, Policial

La mujer era joven, bien parecida, muy esbelta, de pelo negro y tez canela. Estaba nerviosa. Encendió un cigarrillo y lo aplastó casi en el acto en un cenicero próximo. Luego se paseó arriba y abajo por el salón de su departamento. Apagó las luces. La estancia quedó a oscuras. Los chispazos rojos de un rótulo luminoso que se encendía y apagaba rítmicamente, entraron como chorros alternativos de sangre. La cara de la mujer se encendía y apagaba con los fogonazos del rótulo luminoso. Durante unos momentos estuvo mirando hacia la calle. De un bar subían las notas estrepitosas emitidas por una gramola automática. Un coche policial pasó lentamente, haciendo su ronda nocturna. Una pareja salió del bar de enfrente. Ella sostenía al hombre, borracho como una cuba. La mujer morena pudo ver cómo la mujerzuela metía la mano en la chaqueta del beodo y le quitaba la cartera. El borracho fue lanzado segundos más tarde a un callejón sin salida, lleno de bidones vacíos, cubos de basura y cajas vacías.


Bolsilibros - Punto Rojo 406. El diablo en el cuerpo, de Burton Hare

Novela, Policial

Les miré y ambos me sonrieron. La tensión de los primeros momentos se había esfumado, y de nuevo estábamos juntos; tres amigos que se encuentran, después de algunos años. Sólo que nuestro encuentro tenía algo muy especial: uno de los amigos acababa de salir de la cárcel.


Bolsilibros - Punto Rojo 410. Teléfono para un asesino, de Clark Carrados

Novela, Policial

La chica corría desesperadamente. Era de mediana estatura. Con tacones bajos, incluso parecía pequeña. De cuando en cuando, al pasar por una zona iluminada, su pelo rubio despedía un relámpago de luz dorada. Era la única nota de color en el conjunto de su figura.


Bolsilibros - Punto Rojo 413. Las plantas carnívoras muerden, de Clark Carrados

Novela, Policial

Sybil ocultó una sonrisa mientras se ponía en pie y caminaba hacia uno de los ventanales del gran salón, en donde estaba haciendo la entrevista al dueño de la mansión. Se decía que lord Cullmond era inmensamente rico, pero quienes tenían tratos económicos con él, lo dudaban a causa de su tacañería. Jenkins apareció en el patio y entregó el recibo a un sujeto vestido con mono azul claro y gorra de visera a cuadros. Desde la ventana, Sybil pudo apreciar que el mandadero tenía una nariz ridículamente pequeña.


Bolsilibros - Punto Rojo 421. Nerón II, de Clark Carrados

Novela, Policial

El tiempo era frío y desapacible. Soplaba un viento más que fresco y, de cuando en cuando, las nubes soltaban algunas rachas de lluvia fina y casi helada. 
Envuelto en un raído impermeable, el cuello subido y las manos en los bolsillos de la prenda, Jim Banner caminaba por la acera brillante de humedad, con la mente llena de lúgubres pensamientos.


Bolsilibros - Punto Rojo 428. Trágicos secuestros, de Clark Carrados

Novela, Policial

Steyner no hizo el menor caso de aquel mensaje. Era joven, rico y no era el primer anónimo que recibía. Siempre se trataba de personas desequilibradas que buscaban un desahogo de sus manías divirtiéndose con el miedo que sus amenazas inspiraban a la gente. Por tanto, Steyner hizo una pelota con el papel, lo arrojó a la papelera más próxima y se desentendió por completo del asunto.


Bolsilibros - Punto Rojo 433. ¿Quién mató a Norma Bibbs?, de Clark Carrados

Relato, Policial

—Caballeros, con relación al asesinato de Norma Bibbs tengo que hacerles una sensacional revelación. Weddon Erksdale, fiscal de Sealake, paseó la mirada por entre la nutrida concurrencia de periodistas no sólo locales, sino también forasteros, que habían acudido a la ciudad para informar a sus lectores de un asesinato que prometía dar mucho trabajo a las prensas. Varios micrófonos se tendieron hacia el fiscal, con objeto de grabar hasta el menor de sus suspiros. Consciente de ser el centro de la atención general, Erksdale sonrió satisfecho. Era un hombre próximo a la cuarentena, alto, moderadamente fornido, de sienes ligeramente grises y sonrisa atractiva. Erksdale tenía todo el aspecto de un galán de cine que inicia su madurez en el mayor de los éxitos y lo sabía. —Todo el mundo sabe que Norma Bibbs murió destrozada a consecuencia de la explosión de una bomba de relojería que alguien colocó en el despacho de su residencia —continuó el fiscal—. Bien, eso es cierto. La bomba explotó y… Pero la autopsia ha demostrado que antes de que la bomba llegase a estallar, tres personas más habían estado en el despacho de Norma y las tres con la intención de matarla.


Bolsilibros - Punto Rojo 435. La sombra del mal, de Burton Hare

Policial, Novela

Era agradable volver a sentir un coche bajo mis manos. Durante años había saltado en el asiento de jeeps y coches oruga por terrenos infames hasta el agotamiento. Pero al fin las cosas volvían a ser como debían y el poderoso «Plymout» se deslizaba sobre la autopista como si volara encima de una nube. Los haces brillantes de los faros barrían la noche y revelaban la espesa vegetación de los costados de la carretera, y las masas sólidas de los árboles que había más allá. Hundí el acelerador hasta que el cuentamillas señaló noventa y osciló en busca de las cien. La sensación de poder que se desprendía del coche parecía contagiarse en mí, cuando de pronto ella salió al centro de la carretera procedente del muro de matorrales. Fue como una visión fugaz. Un chispazo de vida en mitad de las luces, que me revelaron en fracciones de segundo que era una mujer y que agitaba los brazos como aspas de molino.


Bolsilibros - Punto Rojo 438. Como una araña, de Cliff Bradley

Novela, Policial

Aquel pescador no se diferenciaba en nada de los demás pescadores deportivos del lago. Podía tener cualquier edad alrededor de los cuarenta años, manteníase físicamente en forma, sus cabellos habían comenzado a agrisarse y clarear, vestía ropas bastante usadas y se tocaba con un viejo sombrero de fieltro. Al igual que otros días, había llegado en su pequeño automóvil hasta cerca de la orilla, lo metió en el prado y debajo de un castaño frondoso, sacó del vehículo sus trebejos de pesca y caminó el escaso centenar de metros hasta el borde del agua sin ninguna prisa. Una vez allí, buscó su puesto favorito, una roca negruzca semejante al lomo de un hipopótamo que se adentraba en el agua tranquila, alistó la caña, sentóse en el pequeño taburete de lona y se dedicó a su afición pacífica y sedentaria tras encender su pipa y acomodársela entre los dientes.


Bolsilibros - Punto Rojo 439. Guerrilleros del crimen, de Burton Hare

Novela, Policial

ELLA se dirigía al café Doney procedente de la Puerta Pinciana. Caminaba airosamente, imprimiendo un suave movimiento de rotación a sus caderas. Muchas cabezas se volvían a mirarla. Guy Marlowe la vio desde su mesa y enarcó una ceja. Era una muchacha de extremada belleza y cabellos muy rubios. Sus largas piernas se movían con la seguridad de sus veinticinco años o poco menos. La siguió con la mirada hasta que la vio acomodarse en una mesa no lejos de la suya. Tan pronto lo hubo hecho, la hermosa joven consultó su reloj de pulsera y paseó una mirada alrededor.


Bolsilibros - Punto Rojo 450. Cortacabezas, de Clark Carrados

Policial, Novela

Con toda parsimonia, el hombre sacó la pistola de la funda axilar y la revisó meticulosamente. Agregó un suplemento al cañón, a fin de hacerlo más largo, en el cual estaba ya acoplado el silenciador, y luego sacó del bolsillo derecho del abrigo negro que vestía, un pequeño tubo plegado en dos, que al desplegarse quedó convertido en el vástago de un culatín acoplable a la pistola. Por último, sacó un visor telescópico de puntería y lo acopló al arma. Hecho esto, realizó un par de silenciosos ejercicios de puntería con el arma y luego se dispuso a esperar, agazapado en las sombras. Su objetivo estaba en una casa de discreta apariencia, en una de cuyas ventanas se veía un poco de luz, como si la habitación estuviese alumbrada solamente por una lámpara de poca potencia. Hacía un viento fresco y el suelo estaba brillante por la humedad.


Bolsilibros - Punto Rojo 458. Murió dos veces, de Burton Hare

Policial, Novela

Morand entró en la sala de detectives y dio un vistazo. Había tres de ellos repasando informes y cintas de teletipo. Morand hizo una seña a uno, al tiempo que se acercaba al tanque de agua. —¿Algo nuevo? —preguntó el elegido, levantándose. —Nada. Pero se me ha ocurrido que podemos esparcir unos cartuchos de dinamita por ahí, Stout. El detective de primera, Stout, le miró frunciendo el ceño. —Quizá no tengo mi día brillante, teniente, pero no le comprendo… Morand sonrió, apuró un vaso de agua y se volvió. —¿Tiene algo urgente que hacer? —Nada. Tenemos un día tranquilo hoy. —Vendrá conmigo.


Bolsilibros - Punto Rojo 461. Trampa para un muerto, de Curtis Garland

Novela, Policial

No hacía calor, pero mi piel transpiraba algo húmedo, frío y pegajoso. Allá afuera, la noche era fresca y amable. Las luces del jardín lucían suavemente, de trecho en trecho, arrancando reflejos de las palmas y de los setos bien cortados. Más allá, en el exterior, al otro lado de las verjas, la ciudad en la distancia era como un hacinamiento de luces salpicando las colinas cercanas. Burbank, Hollywood, Santa Mónica, Pasadena. Y al fondo, como una enorme laguna de luz y color, Los Ángeles. El centro urbano, desparramado en la noche, igual que un gigante hecho de claridad y de bullicio.