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Bolsilibros - Bisonte roja 1819. Sentencia: ¡La horca!, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Era contemplado por todos los curiosos con indiferencia. 
Desmontó ante el local cuyo nombre le llamó la atención, decía así: « Whisky y música». 
Sonriendo, entró decidido. 
Quedó paralizado y sorprendido al contemplar el saloon en su interior. 
Era un lujo excesivo el que allí había.


Bolsilibros - Bisonte roja 1831. Un buen pistolero, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El tren se detuvo lentamente. 
Y en el momento de detenerse, una banda de música comenzó a interpretar un alegre pasacalle. 
En uno de los descansillos o plataformas, un hombre de elevada estatura saludaba con la mano a los cientos de personas que había en el andén y que daban vivas estentóreos. 
El nombre que repetían era el de Nelson Burlington.


Bolsilibros - Bisonte roja 1844. Firmado a tiro limpio, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - Bisonte roja 1869. Elección de venganza, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

El jinete galopaba quizá un tanto descuidadamente. Acaso el que le aguardaba había sabido esconderse bien y situar su rifle de modo que no despidiera el menor brillo. En todo caso, las circunstancias se conjugaron de tal modo, que Marvin Shilton no se dio cuenta de la presencia de su enemigo, hasta que oyó el primer disparo.


Bolsilibros - Bisonte roja 1882. Sheriff por un día, de Adam Surray

Aventuras, Novela

Los dos jinetes se detuvieron en lo alto de la colina. Bañados por el sol. Un sol que, en la cúpula del horizonte, brillaba con fuerza descargando virulentos rayos. Desde allí se ofrecía un bello espectáculo. El valle, el arroyo de cristalinas aguas, las altas montañas, los desfiladeros... Y Moxey Creek.


Bolsilibros - Bisonte roja 1885. Cuando cabalgan los muertos, de Donald Curtis

Aventuras, Novela

Howard Wingate se paró en seco, como si le hubieran soltado de repente un bofetón. Giró su cabeza leonina, de blanca melena, frondosas patillas y rostro enrojecido, casi apopléjico, clavando sus ojos pequeños, redondos y fríos en el hombre que había hablado. Daba la impresión de estar mirando a un pigmeo desde una altura inaccesible. Y, sin embargo, el que había hablado era nada menos que Ralph Andersen, de la Andersen & Andersen Asociated Bank, un poderoso financiero del Este trasplantado al lejano Oeste para ampliar su fortuna y la de su Banca, a través de la financiación de grandes sectores industriales y comerciales de las recién colonizadas y ya casi civilizadas tierras al oeste de las Rocosas.


Bolsilibros - Bisonte roja 1907. Final de ruta: la tumba, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

El silencio era absoluto. No se veía un alma por la calle Mayor de Larramore y las cantinas habían cerrado sus puertas hacía ya mucho rato. Apenas si un par de faroles disipaban las tinieblas en cortos trechos, más allá de los cuales reinaba una oscuridad impenetrable. En la quietud de la noche, varias sombras se movieron en silencio hacia uno de los pocos edificios que tenían un farol encendido en la puerta: la oficina del sheriff, y también cárcel.


Bolsilibros - Bisonte roja 1909. Esqueletos en la noche, de Donald Curtis

Novela, Aventuras

Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.


Bolsilibros - Bisonte roja 1916. No pidas piedad al verdugo, de Donald Curtis

Novela, Aventuras

Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.


Bolsilibros - Bisonte roja 1945. Granujas a tiro limpio, de Adam Surray

Novela, Aventuras

Sinopsis no encontrada


Bolsilibros - Bisonte roja 1946. Cadena de sangre, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La mañana amenazaba con ser calurosa. A la temprana hora de las ocho, ya el aire que soplaba del sur daba la sensación de proceder de alguna hoguera más o menos cercana, y la rosa del sol que empezaba a ascender sobre un cielo limpiamente azul, se encendía en todo el esplendor de su redonda lumbrarada. Apoyado en uno de los pilares de la plaza mayor de Limón, un poblado de Colorado, en el cruce de la línea del «Unión Pacific» con el río Big Sandy, se hallaba Jay Curan, fumando con displicencia, como si todo lo que tuviese que hacer en su vida se limitase a matar el tiempo y a consumir tabaco.


Bolsilibros - Bisonte roja 1963. Amigo asesino, de Clark Carrados

Aventuras, Novela

Entró en la habitación del hotel y, apenas había dado unos pasos, se quedó paralizada, completamente inmóvil, como si se hubiese convertido en una estatua de piedra. Durante unos momentos, su semejanza con una estatua fue absoluta, puesto que ni siquiera se advertían en su esbelto pecho los naturales movimientos de la respiración. Luego, poco a poco, tomó aire, mientras en su mente bullían mil ideas contradictorias. Era una mujer joven, muy elegante, dotada de una gran hermosura y su nombre era Gwynneth, pero en aquellos instantes, sabía que se hallaba en un verdadero compromiso. «Podrían, incluso, acusarme de asesinato y enviarme a la horca», pensó.


Bolsilibros - Bisonte roja 1976. Días de fuego y muerte, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Los disparos sonaron cuando la mucha la acera en determinada dirección. Betty Farrell volvió la cabeza, alarmada, y vio a un grupo de hombres que montaban precipitadamente en sus caballos, sin dejar de disparar en todas direcciones. Betty se quedó paralizada unos instantes, a causa de sorpresa más que del miedo. En aquel momento, su padre, sheriff de Colburn, salía de la oficina, con el revólver en mano, alarmado por el estrépito de las detonaciones./p>


Bolsilibros - Bravo Oeste 2. Con la ley en sus garras, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Linda Kramer se encontraba sentada delante del aparato Morse, en la pequeña localidad de Boquillas, junto al Tornillo River, punto adelantado del sur de Tejas y a pocas millas de la divisoria con Méjico. Su padre, Emil, se encontraba bastante delicado de salud y ella, que había aprendido el manejo del aparato, le suplía con acierto, pues en realidad el trabajo que solía darle el vecindario del poblado era muy escaso. El duro sol de Texas entraba, a raudales, por el ancho vano de la puerta y cada vez que alguien cruzaba por delante de la oficina del telégrafo, la sombra recia, proyectada por la lumbrarada del sol, se proyectaba contra el pequeño mostrador, para desaparecer con la misma rapidez que se había proyectado. Esta vez un caballo, de excelente alzada y hermosa lámina, se detuvo justamente frente a la puerta, recortando su sombra hacia el interior, viéndose la misma aumentada por la del jinete que, al bajar de su montura, penetró con decisión en el reducido vano de la oficina, eclipsando, en gran parte, la alegría luminosa que inundaba el local.


Bolsilibros - Bravo Oeste 21. El valle de la soledad, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

En pie, rígida, con la mirada brillante y los puños apretados en un movimiento inconsciente, Eva contemplaba a Bob y Enmanuel de una manera extraña, como si a pesar de tenerlos delante, estuviesen a muchas millas de allí y le hablasen desde una distancia muy lejana. No le hacía gracia alguna lo que ambos, alternativamente, le estaban diciendo. Ni Bob ni Enmanuel, a pesar de ser sus primos, le agradaban lo más mínimo, porque en el escaso tiempo que llevaba en su cabaña, había tenido ocasión de comprobar que ambos eran dos hombres primitivos, duros, ásperos, groseros, incultos, e incapaces de ocultar sus violentas pasiones cuando se dejaban dominar por ellas.


Bolsilibros - Bravo Oeste 23. Testamento maldito, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

En el amplio comedor de la vivienda estaban reunidos todos los parientes del muerto, y con ellos las autoridades de Dentón y unos ganaderos que habían sido amigos de Hubbard. 
—Hace tiempo que me entregó estos documentos con el ruego de que los abriera el mismo día que conociese la noticia de su muerte. 
Después de decir esto, el juez miró a los reunidos. 
—Cuando supe que había muerto, lo primero que hice fue abrir este sobre, y en él encontré en primer lugar una carta dirigida a mí, en la que me pide que venga a leer el testamento que está cerrado en este otro sobre, y os reúna a todos vosotros para ello. Como ya estamos reunidos todos, creo que es hora de proceder a dar cumplimiento a los deseos del muerto.


Bolsilibros - Bravo Oeste 34. Cuatro tejanos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La trifulca que se había armado en la pequeña taberna que Job Kimbel poseía en Bluff, un pequeño y aislado poblado de la parte sudeste de Utah, en las márgenes del río San Juan, había terminado de una manera lastimosa y humillante para Andrew Joy, y los hombres de su equipo, que le acompañaban. El incidente tuvo su raíz en la intromisión de Joy en un asunto que no le afectaba personalmente, aunque en el fondo tuviese razón para el comentario. A la taberna habían acudido aquella tarde cuatro sujetos a quienes nadie conocía en el poblado. Cierto que Bluff como poblado casi se le podía considerar como un oasis en un desierto, porque en toda la ribera del San Juan, desde su paso por Arizona por el oeste de los montes Navajo, hasta la divisoria con Colorado, no había más pueblo que Bluff, y ya en la frontera, otro denominado Anet.


Bolsilibros - Bravo Oeste 41. Las equivocaciones se pagan, de Fidel Prado

Relato, Aventuras

Las lámparas del bar habían sido apagadas excepto una en el centro del amplio salón. Eran más de las cuatro de la madrugada, el turbulento ajetreo de la noche había terminado ya y pronto la luz indecisa del amanecer anunciaría el nacimiento de un nuevo día. Andy, la dueña del garito, se había sentado un poco escorada sobre el reborde de una mesa donde quedara desparramada una baraja de póker y con gesto indolente y cansado fue recogiendo los naipes hasta formar con ellos un bloque, que hacía crujir entre sus finos dedos al manejarlo en forma de acordeón. Dos dependientes recogían bancos, servicio, naipes y dados y el encargado colocaba en orden las botellas en los anaqueles.


Bolsilibros - Bravo Oeste 50. Su primer rodeo, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Bajo la tirante lona del balcón volado de su hacienda en Wan Horn, al sur de Nuevo México, Cheryl Chapman recibió la carta que su criada negra le entregó. Cheryl era una muchacha morena, de unos veinticinco años, de una estatura proporcionada, quizá más bien alta y metida en carnes. Su rostro era perfecto; sus ojos grises y grandes, tenían una mirada ingenua que engañaba en el primer momento, pues de ingenua no tenía más que aquel aspecto tímido e indolente, cuando dejaba que sus nervios descansasen y se entregaba a la molicie y el abandono.


Bolsilibros - Bravo Oeste 72. Trágica competencia (Ed. Bruguera), de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Lynn, Jay y Ted, los tres hermanos Reber, se detuvieron un momento ante la puerta del restaurante figón titulado “La Buena Sombra” y, tras echar vistazos en torno y convencerse de que nada anormal sucedía a lo largo de la calle, penetraron en el establecimiento. 
Carnody, el dueño, apenas les vio aparecer esbozó un gesto de disgusto y miedo a la par. No miedo a que los tres temibles hermanos pudiesen cometer con él algún exceso violento, sino porque siempre temía que lo que los tres Reber andaban buscando, se desarrollase de un modo sangriento, en su modesto establecimiento de comidas y bebidas. 
La sospecha de Carnody tenía un sólido fundamento y si bien no existía razón alguna para que el lance tuviese lugar allí precisamente, como al final tendría que tener un dramático escenario, no le agradaba pensar que tal escenario fuese su casa.