Edgar Wallace fue el primer escritor británico de novela negra que utilizó policías como protagonistas, en lugar de sabuesos aficionados, como hacía la mayor parte de los escritores de la época. Sin embargo, sus héroes solían ser investigadores especiales, como ocurre con el protagonista de El misterio de la vela doblada, T. X. Meredith, un joven subcomisario de Scotland Yard que debe utilizar su especial percepción e inteligencia para resolver un caso en el que se juega la vida de su amigo John Lexman, escritor de novelas de misterio. Su ingenioso argumento, sus personajes y sus diálogos, tan rápidos e interesantes, nos atrapan desde el primer momento hasta el sorprendente final.
Jimmy Blake es tan rico y tan joven que no encuentra otra ocupación en la vida que el ocio. Vive en la suntuosa mansión Blackheath junto a su primo Gerald van Roon, un prestigioso científico sin un duro. Una noche van Roon le invita a una cena de protocolo en el número 10 de Downing Street, a la que asistirán numerosos científicos y políticos. A pesar de las reglas de etiqueta, el famoso matemático Maggerson llega tarde. ¡Y en qué estado! Desgreñado y dando voces tiene la apariencia de alguien que ha vuelto loco. Al día siguiente, van Roon se marcha precipitadamente de Blackheath. Lo encuentran moribundo en los alrededores, muy cerca de Warden’s Lodge, una casa abandonada. Jimmy empieza a observar la casa, donde hay ciertos movimientos que le llevan a descubrir una conspiración del gobierno.
El ángel del terror, también conocido como el ángel destructor Jack Glover de Rennet, Glover & Simpson no cree que su primo Meredith haya matado a Bulford. El padre de Meredith era excéntrico y, a menos que Meredith esté casada a la edad de treinta años, su hermana hereda todo. Está muerta y Meredith, ahora en prisión, tiene treinta años el próximo lunes. Mientras tanto, Lydia Beale está luchando para pagar a los acreedores de su padre muerto. Cuando Glover le ofrece dinero, se sorprende. Sin embargo, a pesar de las extrañas condiciones asociadas, es una propuesta que no puede permitirse ignorar.
Los detectives Vernet y Thefer, ayudados por Jenny la hermana de este y por Jaime, tienen que resolver un complicado caso en el que se entremezclan el millonario Jorge Châtain de Vigni y sus hijos Luis y Ester; El siniestro y misterioso joyero Makart; Un ladrón, Bequillard, que trae de cabeza a la policía francesa; Una trama de falsificación de billetes que afecta a toda Europa y EEUU… Y todo ello con identidades que no son lo que parecen ser… Las pesquisas les llevan cada vez más hacia el pasado, hasta hace diecisiete años en Londres…
La gran necesidad de Albany por la que clamaban muchos ganaderos y agricultores de aquella parte de Oregón, se había visto por fin convertida en realidad. El Banco Ganadero, precioso edificio de ladrillo rojo con ventanas protegidas por sólidos barrotes y un espacioso hall con pupitres, tinteros, impresos y cuanto requería el negocio, acababa de ser abierto al público. Albany, poblado estratégico a mitad de camino entre Eugene y Salem, podía codearse con los grandes poblados y resolver un sinfín de necesidades que hasta aquel momento si pudieron ser resueltas, lo fueron de una manera poco clara y sufriendo la tiranía de Jacob Irving...
Los dos hermanos espolearon sus caballos y enfilaron la entrada al poblado. A la indecisa luz del crepúsculo descubrían en la llanura los hatajos recién llegados, hoscos y nerviosos, contenidos a duras penas por la legión de peones que estaban deseando deshacerse de ellos para asaltar el poblado y entregarse a la orgía y al desenfreno. Sólo esperaban que quedasen algunos corrales vacíos para encerrar a los astados y recobrar su libertad perdida durante varios meses de cabalgar peligrosamente por la pradera.
AQUELLA tarde del mes de octubre, Angelo Genna, uno de los seis hermanos miembros de la cuadrilla de Al Capone, «Caracortada», como le llamaban los policías por la rojiza señal que marcaba su ancho rostro, se despedía con un fuerte apretón de manos de Frank Río, «Kline», segundo a la sazón de la cuadrilla del célebre «gangster» y uno de los hombres más fríos, crueles y sanguinarios del Chicago maleante.
La momia, una mujer joven, que debió fallecer en plena lozanía, descansaba en el fondo del alto y extraño ataúd labrado en mármol rosado, con magníficas y delicadas incrustaciones de lapislázuli y esmaltados en colores sólidos, que ni la acción de la cámara ni el paso del tiempo habían conseguido apagar en sus brillantes tonos. Del fondo emergía un ligero olor a esencia indefinida; una esencia maravillosa y casi adormecedora, producto de uno de los pequeños recipientes que se habían descubierto dentro del lecho funerario y que el profesor se había atrevido a destapar, solamente por aspirar un momento aquella esencia milenaria, cuyo secreto de composición se había desvanecido en la noche de los siglos.
CHESTER Locke, ante el espejo del pequeño cuarto de baño se afanaba en anudarse la corbata tan bien que llamase la atención por lo perfecto. Como buen policía, era meticuloso en todo, hasta en la elección de tipos femeninos para distraer sus ratos de ocio, y como no le salía a su gusto, gruñó a su compañero Grover Penn, colocado a su espalda...
El ayudante del general Stimson del Ejército inglés, era quien, asomándose a la antesala del despacho del genera había hecho la invitación a un individuo alto y flexible, moreno de rostro, vivo de ojos, simpático de facciones y esbelto de porte. El aludido debía contar unos treinta y dos o treinta y tres años y vestía con modesta elegancia un temo gris bien cortado, unos zapatos color corinto, una blanca camisa de cuello flácido y una corbata gris con un nudo muy bien dibujado.
Serie: Dagobert y Jane Brown 09.
Norman Bloomfield, un recién llegado a Paraíso del Mar, un pueblecillo del sur de Andalucía, con su esposa y su hijastra, se compromete rápidamente con los intereses del pueblo dispuesto a mejorar el drenaje, en expulsar a los mendigos y en desarrollar el juego del golf. Su interés se centra especialmente en la patrona del lugar Santa Serafina. Hedwig Bloomfield cree que su marido encuentra un cierto paralelo entre sus propios problemas y los de la santa. Ambos han llegado de playas lejanas… para encontrar que Paraíso necesitaba urgentemente sus servicios. Ambos se han creado dificultades y han provocado tumultos… Incluso iba a haber un cierto paralelismo en su forma de morir.
Delano Ames (29 de mayo de 1906 - enero de 1987) fue un escritor estadounidense de historias de detectives. Fue el autor de unos 20 libros, muchos de ellos con un equipo de detectives de marido y mujer llamado "Dagobert y Jane Brown". Una serie posterior de novelas involucró a un personaje llamado Juan Lorca, de la Guardia Civil española, quien resolvía misterios locales.
También trabajó en antologías sobre mitología y como traductor para Larousse en Francia. Su último libro fue una introducción para un libro de fotografía de España en 1971.
Murió en Madrid, España, en enero de 1987.
Serie: Theodore Terhune 02.
Cuando el librero, el señor Terhune vio entrar en su librería, ubicada en un tranquilo y remoto pueblo en Kent, un martes por la mañana, a un hombre de pequeña estatura y aspecto extraño, que se identificó como el doctor Salvatierra, no sospechaba ni remotamente en el embrollo en que iba a verse metido. El doctor Salvatierra ha llegado al pueblo con el propósito de comprar La casa de la colina, un caserón de aspecto retorcido, al que los habitantes del lugar llamaban La casa de las paredes torcidas, y eso con mucha razón ya que sus paredes parecían estar torcidas. Sin embargo hay algo que necesita aclarar ¿Por qué ha permanecido la casa durante años desocupada? ¿Qué ha ocurrido en esa casa que despierta la aversión de la localidad y que va más allá de su aspecto hosco y extraño? Y el doctor, habiendo sido informado de las aficiones detectivescas del librero, le propuso a Terhune que le proporcionase la historia completa de la casa de la colina, sin olvidar en la medida de lo posible las biografías de todos sus propietarios anteriores y también la razón de que inspirase la antipatía a los habitantes de la comarca. Y a cambio de ese trabajo le ofreció un tentador cheque por valor de cincuenta libras esterlinas. Al encontrarse de nuevo solo en la librería, tras la partida del doctor Salvatierra, Terhune tuvo la premonición de que iba a cumplirse la profecía del inspector Sampson de que se vería envuelto en otro misterio.
Bruce Graeme (1900-1982) fue uno de los seudónimos de Graham Montague Jeffries, que también escribió como Peter Bourne y David Graeme. Nació en Londres y sirvió en 1918 en el Queen's Westminster Rifles. Se casó con Lorna Helene Louch en 1925. Fue también productor de películas y periodista. Autor prolífico creó en 1923 en el New Magazine el personaje de Blackshirt, un tipo a lo Arsène Lupin pero británico. Otros protagonistas de sus novelas fueron el Sargento detective Robert Mather, el superintendente William Stevens, el inspector Pierre Alain y el librero Theodore Terhune. Su hijo Roderick Jeffries es también escritor de novelas policiacas.
Una docena de historias de los procedimientos policiales: siete casos del inspector John Poole, cuyo brillante trabajo en The Duke of York's Steps y No Friendly Drop será recordado por los lectores de las novelas de Wade; y seis narraciones de crímenes y detección, todas ellas mostrando el ingenio científico que distingue el trabajo de Wade.
Bronco dio unas suaves palmadas en el cuello del hermoso caballo que montaba.
—¡Vamos, viejo! Pronto se acabará esto y podremos descansar un poco, que bien nos lo hemos ganado. ¡Qué travesía más dura!
El corcel movió ligeramente la cabeza y lanzó un ligero relincho. Diríase que había entendido lo que el jinete había querido decirle.
—Ya sé que estás cansando, amigo, y yo también. Pero ya llegamos a lugar habitado. Un último esfuerzo y descansaremos.
Lucy, aquejada de una alergia mortal al sol, ha pasado toda su vida sumida en la oscuridad. Cuando sus padres la animen a comenzar una nueva vida, ingresará en la Torre Madison, un imponente rascacielos donde cientos de personas con su mismo problema viven sin temor a la luz.Allí conocerá a Jake y Lean, dos residentes hacia los que desarrollará sentimientos contradictorios. Junto a ellos descubrirá los terribles secretos que se ocultan tras los cristales de la torre, puesto que, en realidad, nada resulta ser como parece.
Existe un lugar distante, uno en donde las estrellas son solo el brillo de enormes faros coronando islas. Las ciudades terrenos flotantes como barcos a la deriva. Y el cielo, un mar multicolor e infinito. Allí, en medio de ese sin fin, viven nuestras dos protagonistas: Isbel y Arlette.Isbel siempre ha soñado con dejar atrás su vida en los suburbios de La Ciudadela y comenzar una nueva en el nivel superior, donde la contaminación jamás podría alcanzarla. Cuando un misterioso noble se cruce en su camino y le ofrezca su fortuna a cambio de participar en un peligroso plan, se embarcará en un viaje lleno de peligros y traiciones que podría cambiarlo todo para siempre. Arlette, sin embargo, es la peligrosa Dama Sanguinaria, una temida Pirata del Firmamento, que está segura de que la leyenda de la Vendedora de Deseos es real. Empujada por sus demonios internos y rota por el recuerdo de un amor perdido, surcará el Cielo Infinito y se enfrentará al propio destino con tal de ver cumplido su único deseo: revivir al amor de su vida.-------Con La Vendedora de Deseos, su segunda obra, Andrew Hesber vuelve a trasladarte a una historia llena de secretos y sorpresas, esta vez, más allá de un océano de mundos y leyendas, de esperanzas y deseos.
En el punto máximo de su arqueo, la costa oriental de Panamá, antes de unirse por la serranía del Darién, con la tierra de Colombia, presenta un litoral bajo y pantanoso, donde pululan toda clase de insectos y reptiles, desde el irritante mosquito portador de fiebres, hasta el escamoso y repulsivo caimán. Era costa sin sanear e inhabitada por los años 1675 en que un jinete, internándose por el bajo cañaveral, penetraba en el fangoso limo que ribeteaba la margen del arroyo Concepción.El poblado más cercano era el de Santa Isabel, donde días antes el jinete había averiguado, entre otras cosas, que por la playa encenagada que mediaba entre los arroyos Concepción y San Blas merodeaba un extraño barquero.Un barquero a quien apodábase «Caronte», mote que le puso un marinero amante de lecturas mitológicas.
En el extremo más oriental de la isla cubana, frente al canal que la separa de La Hispaniola, la punta Maisí penetra en el mar como larga lanza. Era tierra que el dominio español desdeñó, por ser árida y azotada por todos los vientos, y ser mar revuelto por el continuo tránsito de naves corsarias.Con frecuencia llegaban a la punta Maisí, individuos de hosco aspecto, náufragos, desertores y huidos, con los que confraternizaban los escasos negros que allí vivían miserablemente, en chozas construidas con cañas y recias hojas.Uno de estos «bohíos», daba albergue a los que, procedentes de muy distintos lugares, iban allí a otear el paso de pinazas, queches y otras embarcaciones de poco calado, y con señales demostraban su deseo de hacerse enrolar.
En la embarcación de dos palos, diminuta en medio del verdoso paraje del mar Caribe, había seis hombres. Uno era un negro gigantesco, cuyos voluminosos bíceps abultaban tanto como una cabeza humana, alrededor de la cintura un largo látigo de los llamados «rompecabezas», y un taparrabos.El resto de su cuerpo brillaba como el ébano, reluciendo al ser salpicado por la vaporizada espuma de las crestas de las olas, entre las que la chalupa abríase fácilmente paso.Sostenía la empuñadura del timón de varas, y en la otra mano asía el obenque que tensaba la vela cangreja.Miraba de vez en cuando una balandra que se alejaba con rumbo opuesto, dando lentas cabezadas, idénticas a las que el negro iba ejecutando.Carlos Lezama, el «Pirata Negro», sentábase en la proa. También miraba empequeñecerse en la lejanía la balandra…
Una curiosa característica de esta colección, es que en ella se alternaban diferentes protagonistas. El principal El Pirata Negro, aunque también aparecieron posteriormente El Halcón, El Aguilucho y Diego Montes. En las portadas firmadas por Provensal, destacaba la gran calidad y colorido de las ilustraciones, y en las páginas interiores un par de dibujos en blanco y negro, ambientaban al lector ayudandole a imaginar con más facilidad las características de los personajes y a seguir la siempre dinámica narración.