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Bolsilibros - Punto Rojo 879. La paga de los asesinos, de Burton Hare

Policial, Novela

El la besó, quizá para cerrarle la boca. Al mismo tiempo se hundió dentro de ella bruscamente, arrancándole un ahogado Suspiro. La muchacha se revolvió como una serpiente, incrustándose en él, en aquel cuerpo duro y plagado de cicatrices. A través de sus labios aprisionados por la boca de Johnny, escapó un quejido, un grito de plenitud, cuando se sintió morir en la cima de un goce absoluto, total, como si toda ella se diluyera en oleadas, se derramara en un fuego líquido que sólo el estallido final lograría apagar.


Bolsilibros - Punto Rojo 880. El asesino compasivo, de Clark Carrados

Policial, Novela

Tunney se puso en pie. Era un hombre de unos treinta y dos años, no demasiado alto, muy ancho de hombros y con unas manos como palas. En alguna ocasión se le había visto doblar una herradura con las manos, pero el sargento no era hombre al que le gustaba alardear de fuerza física. En su rostro cuadrado, lucían unas cejas como cepillos y tenía la nariz ligeramente torcida, consecuencia de la pelea sostenida con un maleante que se las tuvo tiesas con él. El hampón tuvo la satisfacción de aplastar la nariz del policía, pero fue una satisfacción muy breve; después de tres meses de estancia en el hospital, curándose los huesos rotos, había ido a parar a la cárcel por nueve años. Cuando el sargento se dirigía a su despacho, se encontró con una persona conocida.


Bolsilibros - Punto Rojo 884. Furia en la noche, de Albert Rosbund

Policial, Novela

Me las prometía muy felices con Susy aquella noche. Ibamos por la primera botella de champaña, ella se había quitado los zapatos y yo la corbata. Entonces, sonó el teléfono. Con evidente fastidio me desprendí de ella, me acerqué a la mesita donde descansaba el aparato y descolgué el auricular. —¡Coburn al habla! —exclamé, frase habitual en mí cada vez que tomo el teléfono en la oficina. —¡Joe…!


Bolsilibros - Punto Rojo 887. Lluvia sobre mi cadáver, de Curtis Garland

Novela, Policial

El hombre que se había detenido ante la puerta, vaciló. Hasta entonces, había parecido muy seguro de sí mismo. De repente, esa seguridad se resquebrajaba como por ensalmo. Humedeció los labios. Contempló largamente las letras doradas. Sus manos juguetearon con los guantes. El corredor era húmedo, y hacía frío en el corredor. La casa distaba mucho de ser moderna, y su instalación también. Las luces de los rellanos, resultaban incluso tétricas. De vez en cuando, el olor de hamburguesas y perros calientes de un cercano puesto de la calle, se filtraba desagradablemente hasta el interior del edificio.


Bolsilibros - Punto Rojo 888. Te quiero… muerta, de Albert Rosbund

Policial, Novela

La gente salía apresuradamente de la empresa, con la satisfacción de haber dado por terminada una jornada más de trabajo, ahora, lo que restaba del día les correspondía a ellos únicamente. Para Wanda Blake la alegría era mayor. No sólo había acabado por aquel día, sino para siempre. Adiós a su labor de secretaria. Un grupo de compañeras y compañeros la rodeaba, mientras ella le dirigía una mirada de despedida al edificio. Eran cinco años de su vida los que dejaba allí. A cambio, la empresa le había facilitado la ocasión, o la oportunidad, de que conociera a su futuro marido.


Bolsilibros - Punto Rojo 889. Los violadores, de Burton Hare

Policial, Novela

La muchacha rió antes de sumergirse. Mike vio el burbujeo del agua y maldiciendo entre dientes se zambulló en las tinieblas del mar, en busca de aquella suerte de sirena loca que había ideado esa clase de juego enervante. La atrapó por un pie. La luz de la luna no llegaba a aquella profundidad, de modo que sólo podía guiarse por el tacto.


Bolsilibros - Punto Rojo 890. Merodeador en el Támesis, de Curtis Garland

Policial, Novela

Rememorando a seres de otras épocas, como 'Jack, el destripador', 'Jekyll y Hide', 'La Estranguladora' o 'El Merodeador'. Nombres que figuraban en el historial delictivo de Londres, o que eran simple producto de novelistas con el común denominador de la sangre y el crimen, un extraño individuo, un nuevo sádico, un criminal obsesionado por la búsqueda de jóvenes y hermosas victimas femeninas, merodea por la oscuridad de sus frías calles. Stuart Dundee a quien algunos llaman Lord Dundee, intenta buscar evidencias que exculpen a la persona que hace ochenta y seis años fue ahorcada por múltiple asesinato, acusada por la declaración de una mujer asustada, como autor de los sádicos crímenes del 'El Merodeador del Támesis'. Esa persona acusada injustamente, era su abuelo Lord Selwyn Dundee. La búsqueda de pruebas, solo conseguirá resucitar la antigua y horrible pesadilla y la sangre de indefensas mujeres vuelve una vez más a bañar las húmedas y solitarias calles de Londres. Una estupenda novela inspirada sin duda en los misteriosos crímenes de 'Jack el Destripador', aunque el autor describe a 'El Merodeador', como un criminal monstruoso solo superado años más tarde por este. A destacar el ambiente bien conseguido de las húmedos y fríos barrios londinenses en que se desarrolla la acción, y la intriga constante por el trascurso de las investigaciones llevadas a cabo por el protagonista con la intención de limpiar el buen nombre de su antepasado. Mención especial para la portada de Salvador Fabá, donde con bastante acierto, se ilustran todos los componentes principales que conforman la trama de la novela.


Bolsilibros - Punto Rojo 892. El muerto estorba, de Clark Carrados

Relato, Policial

A Gillis Wheeler le gustaba que le llamasen amo, más que jefe o patrón. Wheeler, en el fondo, era un romántico y muchas veces se consideraba de más en esta época. A él le hubiera gustado más vivir en el siglo pasado y en el Sur, dueño de una inmensa plantación y de un millar de esclavos, que curvarían el espinazo al paso del amo, montado en un alazán de Kentucky, respetado y considerado por la vecindad y con altas aspiraciones en la política.


Bolsilibros - Punto Rojo 894. Los asesinos de la noche, de Clark Carrados

Policial, Novela

El hombre, alto, delgado, de traje vistoso, fumaba en una larga boquilla, mientras caminaba indolentemente por la acera. A primera vista parecía un homosexual, pero quienes le conocían, sabían qué clase de individuo era en realidad. Hoss Rorton, alias el Perro, era un rufián y explotador de mujeres de vida alegre, aparte de que, en ocasiones, aumentaba sus ingresos con algunos que otros sobres de droga.


Bolsilibros - Punto Rojo 895. Miedo para las adolescentes, de Curtis Garland

Novela, Policial

Las jóvenes comenzaron a vestirse con rapidez, entre risas y bromas. Vanessa Graves se aproximó a la orilla de la playa, dio varias palmadas, y las jóvenes salieron riendo de las aguas espumeantes que se iban tornando más y más frías y grises en las blancas costas de Dover, no lejos de la pintoresca población costera de Folkestone, donde los Sea Link nacían o morían en su ruta sobre el Canal, contactando con la costa francesa y el puerto de Calais. Los ferrys podían ser visibles desde aquella apacible playa cuando su ancha mole se deslizaba sobre las aguas, en su invariable travesía.


Bolsilibros - Punto Rojo 896. La rubia está servida, de Burton Hare

Policial, Novela

Les vi llegar desde la barra del bar donde nos habíamos citado. Clive Malloy apareció al volante de un gigantesco Cadillac color tabaco, con tantos cromados como un escaparate. Paul Welcome lo hizo conduciendo un Ford Galaxie que era el último modelo salido de Detroit. Yo había llegado en autobús y mi desvencijada maleta reposaba en el suelo, junto al taburete. Los dos se saludaron allá fuera, bajo el sol. Hablaron un momento y luego se dirigieron al bar.


Bolsilibros - Punto Rojo 897. Espiral de muerte, de Albert Rosbund

Policial, Novela

Mi último trabajo había consistido en elaborar un amplio informe acerca de Elmer Bronson, un directivo de la Ferguson Incorporated. Según mis investigaciones, las sospechas que el señor Ferguson tenía sobre él eran infundadas. Elmer Bronson cumplía perfectamente con su empleo y no había cometido indiscreciones de ninguna clase. El señor Ferguson acababa de marcharse de mi oficina con el dossier bajo brazo, dejando tras de sí un fuerte perfume varonil y un cheque por valor de quinientos dólares.


Bolsilibros - Punto Rojo 898. Dama de senos mutilados, de Curtis Garland

Novela, Policial

El coche patrulla de la policía de Los Ángeles se desvió de la asfaltada avenida para introducirse entre los setos y arboledas de la zona ajardinada, sin dejar de hacer girar las luces rojas de su techo, ni emitir el ululante sonido de la sirena.


Bolsilibros - Punto Rojo 904. Página negra, de Albert Rosbund

Novela, Policial

Éramos ocho en una noche de perros. Del cielo, negro como el fondo de un pozo, caía una fina lluvia molesta, hacía un frío que casi obligaba a tiritar y para postre había que oler a mierda porque nos encontrábamos en un callejón oscuro, sucio y sórdido. Por otro lado, y en lo que respecta a un servidor, sufría un dolor de cabeza de cien mil diablos y lo único que deseaba era irme a descansar, con una buena dosis de acetil salicílico en el cuerpo.


Bolsilibros - Punto Rojo 906. Colapso, de Curtis Garland

Novela, Policial

Sheila Roberts conoció a Alan Conway de un modo enteramente casual. Ambos habían sido enviados a un mismo pabellón del centro médico porque padecían cosas semejantes. Ella fue ingresada con un fuerte shock traumático y psíquico, a causa de un accidente de carretera donde sufrió diversas heridas y una profunda impresión a la vista de otra persona, muerta en el acto conduciendo el automóvil con el que ella chocó.


Bolsilibros - Punto Rojo 907. Relato de un crimen, de Clark Carrados

Novela, Policial

La expectación era enorme. En la sala, atestada hasta superar los límites de su capacidad, no cabía un alfiler. Reinaba un silencio impresionante, roto únicamente por el roce de doce pares de zapatos contra el suelo, roce causado por los movimientos de doce hombres y mujeres justos, que se disponían a ocupar sus puestos en el estrado de los jurados. El juez guardaba también silencio y esperaba la decisión de las doce personas que debían pronunciarse sobre la culpabilidad o inocencia de la acusada.


Bolsilibros - Punto Rojo 908. Sangre en el paraíso, de Albert Rosbund

Novela, Policial

Una mañana apareció mi jefe con rostro radiante por la oficina y me dijo: —Ahí te queda eso, Bob. Me largo. Así de escueto. Hizo un petate con sus objetos personales más queridos y se fue con viento fresco. Más tarde, gracias a míster Kerrigan, la señora que se encargaba de la limpieza de su apartamento y también del mío, supe que al fin había conseguido las tan ansiadas vacaciones que le debían e iba a pasarlas al otro lado del país, en Nueva York, con una hermana que hacía años no veía.


Bolsilibros - Punto Rojo 909. La banda de los 4 ases, de Clark Carrados

Policial, Novela

El lechero, un hombre aún joven, de aspecto simpático, con chaquetilla y pantalones blancos, se cruzó con el lujoso «Rolls» cuando ya el vehículo atravesaba el jardín para salir a la calle. El lechero se quitó cortésmente la gorra. La señora Thanford le hizo un amistoso saludo con su mano enguantada. El señor Thanford estaba muy ocupado encendiendo el primer habano de la jornada.


Bolsilibros - Punto Rojo 910. Un sucio detective, de Curtis Garland

Policial, Novela

Me desperté bastante tarde. Era un día nublado, antipático y con olor a sulfuro. Yo había bebido un par de copas de más la noche antes, y mi boca era como un retrete relleno de estropajo cuando intenté chascar la lengua en el paladar. La ducha y el zumo de frutas no me mejoró demasiado. Me dolía la cabeza, sentía una especie de apisonadora en mi estómago y una serpentina de hojalata chirriante latigueando en mis tripas. Si a eso no se le puede llamar estar enfermo, díganme ustedes.


Bolsilibros - Punto Rojo 912. Un tipo peligroso, de Albert Rosbund

Novela, Policial

El caso de Rhonda Peters comenzó a las nueve de la mañana de un día primaveral que prometía ser como los anteriores, sin frío ni calor, agradable para danzar por la calle. A esa hora alguien llamó a la Brigada de Homicidios del Pólice Department y dio el aviso. Lo recibió el sargento encargado y rápidamente se lo comunicó al capitán Peter Grant. Éste no debió encontrar ninguna cosa rara en el asunto, al menos de momento, y me lo pasó a mí.