No es habitual en la narrativa reciente y por eso lo advertimos: en esta novela los protagonistas trabajan. Mucho. De hecho, no hacen otra cosa. Y no precisamente de forma creativa o intelectual; no son cineastas ni investigadores ni mucho menos escritores. Algunos incluso trabajan con las manos. Y hasta sudan. Y por supuesto se cansan. Y enferman, se duelen, se aburren, se desesperan. Sienten cada mañana ese malestar común a tantos trabajadores que esperaban otra cosa del mundo laboral. En las páginas de La mano invisible encontrarán gente que pone ladrillos, monta piezas en cadena, corta carne, cose, friega, carga cajas. Pero no saben con qué finalidad. Sólo una cosa es segura: una mano mueve los hilos y puede convertir su jornada en una pesadilla. Mediante una historia llena de tensión y estupor, Isaac Rosa aborda uno de los grandes temas de nuestro tiempo, el mundo laboral y cómo nuestra percepción del trabajo ha ido cambiando desde dentro, desde el deterioro que sufren cada vez más trabajadores. Siempre innovador, pero preservando una voz inconfundible, Isaac Rosa abre progresivamente un punto de vista que dejará al descubierto su excepcional planteamiento y nuestro admirado asombro.
«Llegaste tarde. Paseabas con tu bicicleta holandesa a un lado. Tus tacones golpeaban el suelo como gorriones suicidándose contra la ventana. Me sonreíste con media boca. No lo olvidaré. En tu boca lo imposible tenía razones para existir. Agachaste con cierto rubor la cabeza. Tuve el preámbulo de una lucidez: ya no estaba solo en aquella tierra extraña». Nico se ha ido a estudiar a Cambridge para escapar de una dolorosa situación familiar. Allí conoce a Pierre, un parisino admirable miembro del equipo de remo de la universidad, y a Ella, una danesa inquietante y hermosa que custodia un secreto que cambiará la vida de los tres. En un recorrido emocional por Roma, Ámsterdam, París y el continente africano, se revelarán las cargas y grilletes afectivos que arrastran Nico, Pierre y Ella. Un peso que sin embargo no les impide encontrar aliento e ilusión para ser fieles a sí mismos. A través de una sola voz y de un solo oyente, el lector se convertirá en espía de las bondades y miserias de estos jóvenes que soñaban con cambiar el mundo. Con un estilo sencillo y rebosante de imágenes líricas, David de Juan analiza el lastre que supone la ausencia del ser querido, la inexplicable fuerza de la maternidad, y las enmarañadas relaciones familiares en las que nadie llega a la vez al mismo sitio. La mejor de las vidas es una exaltación de la juventud, el presente y la amistad. «Qué gran milagro. La vida es algo de lo más extraño, no te parece. Crece hasta en los riscos más oscuros y escarpados. Todo es un milagro».
El alambre posee memoria. Una vez doblado tenderá a su posición combada, no importan los esfuerzos que se hagan por enderezarlo. La protagonista, una cantante de orquesta que reniega de las canciones comerciales que difunden como virus, recibe un mensaje de la madre de Carla, su amiga de adolescencia. Quiere saber qué pasó entonces, recuperar su historia. Entonces es la amistad que vale más que cualquier familia, son las drogas que derriban puertas a patadas, es el sexo, el más oscuro de los misterios, y son las canciones de los años 80, la música como el más potente conductor de emociones, el último hábitat donde sobrevive la adolescencia. Reconstruye así su propia memoria hasta llegar a la ruta del bacalao, donde la muerte de la melodía coincide con la muerte de la inocencia. Hasta ese momento en que el alambre se tuerce definitivamente.
Roderic es un joven de veinticuatro años que perdió la memoria en un accidente del que poco se sabe. Tras catorce meses hospitalizado, está a punto de recibir el alta y de recuperar una vida que no siente como propia. El tiempo de ingreso ha estado repleto de incógnitas que nadie ha sabido despejar: qué ocurrió la noche que lo encontraron tirado en la carretera, qué explica que solo haya recibido la visita de unos padres a los que no reconoce o por qué puede ver en las personas algo que pasa desapercibido para los demás. Poco después de regresar a su antigua casa, el pasado de Roderic llamará a su puerta, obligándolo a afrontar una verdad inquietante sobre la persona que fue antes de la pérdida de los recuerdos. ¿Logrará reescribir la historia y transformarse en algo distinto en esta segunda oportunidad que le ofrece la vida? La memoria prestada es una novela sobre nuestras relaciones más íntimas, donde las mayores virtudes coexisten con la atrocidad de la que solo es capaz el ser humano.
Cuenta la conmovedora historia de cinco ciclistas de Australia y Nueva Zelanda que, en 1928, formaron el primer equipo de habla inglesa en correr el Tour de Francia. Eran valientes, con pocos recursos y superados en número, pero consiguieron ganarse el corazón de la nación francesa. Escrita con una voz poética y visceral, la novela describe cómo fue participar en aquella carrera (el caos, el peligro, las rivalidades), las distancias extraordinarias en las que se pusieron a prueba y las formas en que esquivaron el sufrimiento, a veces a través de la camaradería, otras a través de las conquistas sexuales, otras a través de la bebida y las drogas. Una prueba de resistencia se convierte, para uno de ellos (el narrador), en un viaje psicológico al pasado, a su tragedia familiar y a la guerra librada una década antes.
El 21 de febrero de 1874 el ejército carlista pone cerco a la ciudad de Bilbao. En ella se encuentran Javier Garay, un fotógrafo de retratos eróticos, e Inés Otaola, una planchadora que ha perdido su trabajo. Sin embargo, las aspiraciones de Javier no pasan por quedarse encerrado en la ciudad sitiada. Tampoco Inés sospecha que el fotógrafo es su oportunidad para recuperar lo que nunca debió haber perdido. Un perfecto retrato de las aspiraciones y fracasos de los hombres y mujeres de finales del siglo XIX, un alegato pacifista en una época de cambios donde la fotografía se convierte en testigo del horror y la pasión.
No piensa mudarse, pero busca departamentos en alquiler. Lee avisos y visita casas habitadas, intruso fugaz en vidas ajenas. No necesita nada (y lo exaspera la tecnología), pero vaga por internet comprando gadgets, cosas viejas, bichos embalsamados, por el placer de entrar en la historia de otros. Pero ¿qué pasa con Savoy —cincuentón quieto, aficionado a los roces inocuos— cuando se cruza con Carla, una treintañera feliz, sin apegos, que viaja de país en país cuidando casas, mascotas, plantas de marihuana? ¿Cuál de los dos mundos cambia, se ilumina, pierde más la cabeza con el impacto? Entre viajes, piletas y delirios digitales, La mitad fantasma explora una superstición que sigue desvelándonos: la idea de que en alguna parte hay algo, alguien, a la medida exacta de nuestros deseos.
No suelo comenzar a escribir un libro hasta que no encuentro una historia que deseo narrar y, si es posible, divulgar. Uno de los mensajes que quiero transmitir en este libro es poner de relevancia el nuevo modelo de sociedad que se ha impuesto y las necesidades que éste requiere. La Morada de los Sauces es un centro que está descrito como yo quisiera que fuera: un lugar digno para las personas que lo puedan necesitar en algún momento de su vida. Presente y pasado. Misterio, venganza, amor, ternura, humor… Para entender cómo los personajes de esta historia llegan a confluir, la narración arranca en la década de los cincuenta en España, explicando las vivencias a lo largo de sus vidas. Una mujer de mediana edad encuentra una segunda oportunidad. Dos niñas hermanas se ven en la necesidad de unirse a un circo para huir de unos padres irresponsables y del abuso de un hombre que se aprovecha de su poder. Una joven que es rechazada por sus padres al quedarse embarazada. Un amor truncado por la fatalidad del destino. Pero la vida no siempre se manifiesta cruel: un maravilloso y merecido viaje les hará vivir a todos ellos momentos emocionantes e inolvidables, no exentos de humor.
Entre mi primera novela y la segunda, hubo un intervalo de siete años. Este silencio mío estuvo lleno de fecundidad en mi vida. Como en mi adolescencia, como en mi infancia, esta vida mía me iba enseñando, me cubría con su cálida sangre, me asomaba a honduras que jamás hubiera descubierto yo en libro alguno, me preparaba para algo que quizá yo no lograré dar nunca, en ningún libro, aunque ésta sea la finalidad de mi vocación…
Durante los tres años primeros de este intervalo de siete, entre novela y novela, no escribí absolutamente nada para el público. Después comencé a publicar algunos artículos y cuentos.
Entre mi primera novela y la segunda, hubo un intervalo de siete años. Este silencio mío estuvo lleno de fecundidad en mi vida. Como en mi adolescencia, como en mi infancia, esta vida mía me iba enseñando, me cubría con su cálida sangre, me asomaba a honduras que jamás hubiera descubierto yo en libro alguno, me preparaba para algo que quizá yo no lograré dar nunca, en ningún libro, aunque ésta sea la finalidad de mi vocación… Durante los tres años primeros de este intervalo de siete, entre novela y novela, no escribí absolutamente nada para el público. Después comencé a publicar algunos artículos y cuentos.
Elizabeth Bowen es la más brillante sucesora del grupo de Bloomsbury. En su literatura se encuentra el nexo que vincula a Virginia Woolf con Iris Murdoch y Muriel Spark. Publicada en 1938, y considerada una de las 100 mejores novelas del siglo XX por la revista Time, La muerte del corazón es la obra más perfecta de Elizabeth Bowen, una autora que ha sido comparada con escritores de la talla de Virginia Woolf, E. M. Forster y Henry James. Ambientada en el Londres de entreguerras, la novela narra la historia de Portia Quayne, una huérfana de dieciséis años, que, tras la muerte de su madre, es acogida por su medio hermano Thomas y por la mujer de este, Anna, que llevan una vida lujosa aunque emocionalmente estéril. Portia, quien hace gala de una extraordinaria capacidad de observación, se siente perdida en este nuevo mundo de vana falsedad y ostentación y, en su necesidad de hallar una referencia afectiva, poco a poco se irá enamorando de Eddie, un joven irreflexivo y alocado que mantiene una extraña relación con Anna.
Franz Werfel —el «imperdonable Werfel», como lo llamó Kafka— nació en Praga en 1890 y murió en su exilio estadounidense en 1945. Fue poeta, dramaturgo y narrador. Como poeta, fue uno de los creadores del expresionismo y un entusiasta y cálido amigo de la vida. Como dramaturgo, fue el autor de un drama con tema mexicano: «Juárez y Maximiliano», una tragedia histórica que pronto se esfuma en una tragedia religiosa, no política. Como narrador es endemoniadamente camaleónico: lo mismo exploró la ciencia fantástica que el género popular y el relato de aventuras (en libros muy afortunados como «Verdi, novela de ópera»), que la ficción seria, religiosa y tolstoiana («La canción de Bernardette», por ejemplo, que lo llevó a las puertas del catolicismo). Werfel es también autor de algunos cuentos —tres de los cuales presentamos en esta edición— literalmente sin par, por la agilidad amable y percusiva del estilo, por el continuo brotar de las imágenes, y por el perfil imprevisible de sus argumentos. No se tiene una idea de lo que es la prosa moderna si no se ha dejado resonar en nosotros esta prosa, con sus atmósferas morbosas, trasoñadas y lúcidamente desconsoladas. ¿De qué habla Werfel? De los esplendores de un imperio desaparecido y de pintura (aquí se leerá un relato que dramatiza lo complejo e intrincado que pueden llegar a ser las seducciones del arte), de hedonismo (como experiencia en sí misma sustancial y redentora) y del hecho de afrontar la muerte con una epifánica conciencia superior; de taxonomías sociales, de la vieja Praga de las mil torres, de animados burdeles y de prostituta en actitud risueña; de gente que soporta conmociones genuinas, serios golpes de tormenta, de shock y de ridiculización para poder promulgar unas ideas realmente importantes, de cierta chifladura y cierta soledad que domina a las personas. En suma: válido y valiente del verdadero arte de la ficción.
La muerte de un instalador narra la historia de un artista que, sin darse cuenta, se convierte en la obra de su mecenas. Un relato incisivo y mordaz que desnuda los derroteros del arte contemporáneo y su mundo. Escrita por un autor que supo diseccionar la ficción con las herramientas del realismo, esta obra vanguardista se burla de las motivaciones del arte y de toda una época. La muerte de un instalador, novela ganadora del Premio Joaquín Mortiz de primera novela en 1996, significó la aparición de uno de los escritores jóvenes con mayor proyección en el México de fin de milenio y que hoy es reconocido como uno de los narradores más importantes de nuestras letras.
Inundada de la luz ardiente y de los colores y olores de la juventud de Albert Camus (1913-1960) y nutrida ya de buena parte de las claves de su mundo, así como muchos de los temas, sensaciones e inquietudes que impregnan toda su obra, “La muerte feliz” es una novela en la que Mersault, en quien laten numerosas vivencias de su joven autor, busca la felicidad hasta sus últimas consecuencias. Si “El primer hombre” reúne o compendia la infancia del Camus, en “La muerte feliz”, escrita entre 1936 y 1938 y publicada póstumamente en 1971, hallamos el vigoroso impulso de su juventud, y en Mersault, su protagonista, no una primera versión del protagonista de “El extranjero”, sino su antecedente necesario.
Cada uno de los cuentos que componen este volumen es una tentativa bien lograda de recrear, con datos de la realidad, un mundo en que la ironía y la ternura son acaso las mejores cualidades. A partir de la experiencia propia, Valadés elabora un mundo sugerente de recuerdos y anécdotas: el mundo de la niñez, a través de un suceso callejero, de una historia pueblerina, de un acontecimiento político, a los que el autor confiere unidad de estilo y auténtico sabor literario.
Tras el desmoronamiento de su mundo, apuntillado por la muerte de su hija, Mª Asunción se ve arrastrada por una fuerza interior que la hundirá en las profundidades de su ser, entrando en contacto con su lado oscuro. Lo imprevisible acontecerá entonces; recuperará la intensidad perdida y una insólita lucidez propiciará un radical cambio en su percepción de la vida. Historia en la que aparece un diario que a su vez contiene otra historia… como un juego de muñecas rusas, donde la realidad, el amor y la creación danzan de la mano en un baile cósmico-trascedente que acabará por dotar de pleno sentido a la vida de las protagonistas.
Jane Gardam vuelve a deleitarnos con su aguda capacidad de observación, su fino sentido del humor y la sobria claridad de su estilo narrativo. Retomando el hilo de su anterior novela, El viejo juez, Gardam nos ofrece una nueva versión de la historia de Sir Edward Feathers, el peculiar personaje que desgranaba su azarosa vida desde su plácido retiro en la campiña inglesa. Pero esta vez será a través de las vicisitudes de Betty, su esposa, como descubriremos aspectos desconocidos de la brillante carrera del juez y del matrimonio que ambos compartieron. Niña huérfana y criada en los campos de internamiento de Shanghai, Betty estudió en Oxford y se formó como una mujer de espíritu libre. El contraste con su marido, tan reservado y tradicional acrecienta su atracción por el eterno adversario de Filth, el desenvuelto y dinámico Terry Veneering. Así pues, desde la perspectiva de Betty, la historia de sus vidas se desarrolla plena de giros y revelaciones sorprendentes, de los que emerge el retrato de un matrimonio narrado con la ironía y sutileza típicamente británicas que han hecho famosa a la autora.
Sheila Redden viaja a Francia para hacer realidad uno de sus sueños: pasar una segunda luna de miel con su marido, Kevin, en una pequeña localidad costera de la Costa Azul y en el mismo hotel de la primera vez, donde esperará a que su marido, que ejerce de médico en Belfast, resuelva algunos asuntos antes de unirse a ella. Mientras tanto, Sheila conocerá a un joven americano de quien le separan diez años. Cuatro semanas después, Sheila desaparece. Owen, su hermano, seguirá sus pasos para tratar de explicar las razones de su desaparición. Considerada por Anthony Burgess una de las mejores novelas del siglo XX, La mujer del médico, que narra también los amargos recuerdos de Sheila en el fragor del conflicto del Úlster, es un absorbente relato de pasión, huida y abandono.
Creo que mi mujer se está acostando con mi hermano, piensa Ignacio.Tiene treinta y cinco años y se pasa el día trabajando. LLeva nueve años casado con la bellísima Zoe, a quien irrita comprobar que su marido le hace muy poco caso. Gonzalo, el hermano de Ignacio, se dedica a la pintura y es un seductor nato; y aunque su cuñada le gusta, ha decidido no intentarlo «por respeto a su hermano». De momento…El triángulo está servido.
Una amistad que da pie a un triángulo donde se entremezclan amor, desencuentros, traiciones y esperanzas.
Para la Navidad del 2001, por primera vez, Theo viaja rumbo al país de sus antiguos amigos, Clara y Antonio. No sabe bien por qué aceptó la intempestiva propuesta de su compañero de universidad, sin antes pensarlo, sin medir consecuencias, sin recordar sus esfuerzos para olvidarlo todo, sin indagar siquiera si Clara estaría ahí. La sorpresa de verlos juntos, esperándolo en el aeropuerto de Puerto Montt, le hace preguntarse con mayor fuerza la razón por la cual, después de quince años de silencio, Antonio lo ha buscado.
Cuando se conocieron, Antonio era un joven exiliado chileno en el Londres de los años ochenta, y Theo, un inglés estudiante de sociología. Su amistad nació en gran parte de la admiración de Theo por Antonio, quien anhelaba regresar a su país, luchar por la democracia y demostrar su valentía. Fue Antonio también quien le presentó a Clara. Ella ejercerá su encantamiento sobre ambos, desatando oscuros sentimientos con los cuales los tres tendrán que lidiar.
A través de una voz masculina, intercalada por el diario de Clara, Carla Guelfenbein, nos presenta en esta, su segunda novela, una deslumbrante historia donde no todo es lo que aparenta ser.