Alex mi hermano mellizo tripulaba la embarcación con maestría. Surcábamos las aguas del Mar Caribe en busca de aventuras. Vivíamos desde hace diez años en una isla caribeña muy pequeña. Nuestros padres ejercían la profesión de la medicina, especializados en enfermedades tropicales.Cuando contábamos ocho años nos trasladamos a Ikawue una preciosa islita perdida entre las aguas.Desde Escocia mi padre un terrateniente muy rico, vendió todas sus pertenencias y compró este pedacito de tierra salvaje. Mi madre estuvo encantada con la noticia. Deseaba tanto como él investigar en el Trópico. Con una hermosa embarcación navegamos rumbo a Ikawue. Nos llevó mucho tiempo llegar al paraíso.
Estoy muy preocupado por la salud de mi padre. Una enfermedad degenerativa le consume la existencia. Es uno de los mejores científicos en la actualidad. Un hombre tan brillante no puede terminar así.Los médicos le han diagnosticado tres meses de vida. Cada día que pasa su memoria disminuye y con ella su salud.Vivimos los dos solos, en una mansión en Boston herencia del tatarabuelo de mi querido progenitor.Tuve la mala suerte de perder a mi madre cuando cumplí los cinco años. Un terrible accidente la sesgó la vida. Un conductor despistado la atropelló en un semáforo cuando iba a hacer las compras navideñas. Jamás olvidaré aquellas Navidades tan dolorosas.Ella era nuestro centro del Universo, con su cariño, su alegría, el amor incondicional que daba a todos los seres vivos. Amaba con pasión a la familia y a toda la humanidad. Convivíamos con cinco perros San Bernardo, los pobres se murieron de viejos. Han sido unos pobres sustitutos de la presencia de mi madre.Ahora me encuentro más aislado que nunca.Cristopher como se llama mi amado padre, lo ha sido todo para mí. Mi mundo gira entorno a él. Me ha transmitido, no solamente mi nombre idéntico al suyo, si no sus genes, prácticamente soy un calco, excepto por los ojos azules oscuros. Son iguales a los de Monique, mi amada madre que era de origen francés. Mi cabello es muy negro y espeso, pronto se salpicará de canas cuando cumpla en poco tiempo los treinta y dos años. A mi padre siempre le he conocido con el pelo blanco, él está muy orgulloso de su aspecto de hombre respetable y sabio. Compartimos las cejas pobladas y las pestañas muy largas.
Queda poca masa de arcilla. Mañana compraré en la tienda de artesanía. El jarrón va tomando cuerpo. Mis manos son mágicas moldean cualquier cosa en la que trabaje. Desde pequeña las manualidades me han entusiasmado. Pero mi talón de Aquiles es la escultura. Vivo para y por ella. El material es importante, el mármol blanco sin forma acaricia mis dedos para darle vida a una estatua.El cuerpo humano es mi pasión. Esculpo en tamaño real generalmente familias, el padre, la madre, dos niños, un bebé y los abuelos.Empezó de forma enfermiza cuando en un incendio perdí a toda mi familia en Alejandría.Mi padre enseñaba literatura inglesa en la universidad de esta histórica ciudad, antigua cuna de sabiduría.Todos nos habíamos trasladado a una casa victoriana cedida por el rectorado de la universidad de Alejandría, a su más ilustre catedrático de Cambridge.Por entonces contaba con quince años. Estaba muy ilusionada con el viaje. Mis ansias de conocimiento y mis inquietudes artísticas no me dejaban tranquila, rayaban en la locura. Era una obsesión de día y de noche. Mi mente inconscientemente me hacía modelar barro en el jardín de mi casa de Inglaterra. Formaba figuras de la naturaleza que me rodeaba…Flores, mariposas, pájaros, hojas de árboles…Mis dedos finos y ágiles trabajaban sin cesar creando bellas figuras. Soñaba con tener mi propio taller de escultura con una variedad de mármoles, alabastros y escayola para fabricar mis moldes.Acariciando la arcilla del jarrón que estaba esculpiendo los ojos empezaron a humedecerse, unas lágrimas silenciosas caían dentro de mi objeto de artesanía. Pronto lo terminaría y tendría que venderlo para sobrevivir.Los recuerdos afloraron en mi cabeza como si se tratara de una neblina que está muy compacta y empieza a despejarse, mostrándome imágenes de un pasado no muy lejano llenos de alegría y felicidad.
La novela que estaba leyendo no me entretenía. El tren paraba en todas las estaciones. Los viajeros iban todos durmiendo. Yo por más que lo intentaba no podía. Mi pensamientos se centraban en el telegrama que había recibido esta mañana: “Venga urgentemente su padre está muy grave y desea verla por última vez”.No recordaba su aspecto, nos abandonó a mi madre y a mí hace quince años, por aquel entonces contaba con uno. Siempre pensé que habría muerto hacía tiempo. Nunca supimos de él y mi pobre madre murió con el corazón destrozado el invierno pasado.Todavía mis ropas son negras por el luto. Teñí la mayor parte de ellas. Me encontraba en el internado cuando falleció. Mery fue ama de llaves desde el día que fue abandonada por Paul, mi padre. En la mansión Señorial me he criado y los dueños un matrimonio ya mayor nunca tuvieron hijos y me acogieron con mucho cariño.He recibido una educación impecable con los mejores tutores y a la edad de doce años me enviaron a un internado para Señoritas.Mi gran pasión es la medicina. Todos los tratados que caen en mis manos los devoro sin descanso. Se me da muy bien dibujar, y el cuerpo humano lo ilustro como si fuera de verdad.Las profesoras están sorprendidas por mi afición y no la entienden. Me comentan que son estudios para caballeros.
-Señor Svenson. Buenos días. Siento llegar con un poco de retraso. Ya he terminado el artículo sobre la fábrica de conservas de pescado y la protección del medio ambiente.>-Siéntese señorita Bergman. Espero que esté a la altura de sus otros reportajes. El periódico está sufriendo un descenso de sus lectores. Hay que dar noticias más sensacionalistas y no cuentos aburridos que ya todos están hartos de leer.-Si me permite decirle señor Svenson, únicamente trabajo en los casos que usted hasta ahora, me ha permitido investigar. Me gustaría trabajar en algo más de interés para la opinión pública.-Su compañero Sheridan, ha sufrido un percance, puede que le convenga ocupar su puesto. Seguirá con su labor. Tiene tres semanas para traerme un informe detallado, bien redactado y verídico. No quiero enfrentarme a juicios y perder un montón de dinero en entrevistas falsificadas o inventadas. Necesito la realidad del caso “Reigman”. Nada de panfletos sensibleros para una minoría de lectores. Quiero la máxima prioridad en este asunto. Si desaprovecha esta oportunidad ya se puede imaginar donde va a ir a parar su corta carrera de periodista.-Estoy bien preparada, mi juventud no impide que no realice un trabajo extraordinario. Deme esta oportunidad y no se arrepentirá. ¿Cuándo desea que comience con la investigación?-Hace dos días. Lo quiero para ya, cuanto antes mejor. Ya lo sabe solamente tres semanas. Su billete de avión al fin del Mundo está sobre su mesa y llévese las carpetas de trabajo de Sheridan, no sé porque ha tenido que irse a su país para casarse. Eso ya no se lleva. ¿Quién demonios desea atarse de por vida y gastarse una fortuna en matrimonios fracasados?-¿Lo dice porque usted va por el cuarto?-¿Cómo ha dicho señorita Bergman?-Nada que en un cuarto de hora salgo para el Polo Norte. Recojo mis notas y las de mi compañero, paso por mi casa y lleno las maletas de forros polares y por supuesto mi cámara de fotos. No quiero perderme la hibernación del oso polar. Será de lo más divertido.
La Madre Superiora estaba rezando el rosario en sus dependencias. Las novicias nos preparábamos para tomar los Hábitos; cada una permanecía en su celda reflexionando sobre la importancia del paso que íbamos a dar.Tengo diecisiete años y siempre he vivido en la Abadía Tart-L’Abbaye, de la Orden Cisterciense. Mi madre, una joven hija de párroco, murió al darme la vida. Mi padre, un rico noble se iba a casar con una condesa, fue él quién me entregó al cuidado de la Abadesa, a cambio de dinero.No conozco a nadie de mi familia, nunca he salido del claustro.Hoy es el día que me entrego a Dios para siempre. Estoy arrodillada y convencida de mi amor a Cristo. Deseo ayudar a otras Novicias en su preparación eclesiástica y cultural. Es una pasión desde muy pequeña. La Madre Superiora, ante mi inteligencia, me había prestado una atención especial. Ha cultivado mi mente en todas las artes. No existe materia que no domine. Me entrego con fervor al conocimiento, la pintura y la escritura. Muchos manuscritos he copiado e ilustrado con mi primorosa pluma. Soy una copista en la Biblioteca. Cogí unas tijeras, había llegado el momento de entregarme como la esposa de Dios. Mi larga cabellera, hasta la espalda, sería cortada, como una liberación en mi condición de Novicia.Un gran revuelo se escuchó el en Patio de la Abadía. Oí, gritos de desesperación. Corriendo salí de mi celda ante tal alboroto.Nos cruzábamos unas Hermanas con otras, con caras de preocupación si saber qué ocurría realmente.El escándalo provenía del Patio Central.Al llegar allí encontré a unos hombres vociferando. Proclamaban venir en nombre del Señor y enviados por la Santa Inquisición. Una bruja vivía en El Convento, la cual era seguidora de Satanás.Iba a darme la vuelta y a correr, cuando un grito, me dejó paralizada.<-¡Alto, bruja enviada por el Demonio!¿Se estaría refiriendo a mí?Muy despacio continué andando. Fue en vano.Con un saco me cubrieron la cabeza, antes de poder escapar o decir ni una sola palabra, me estaban atando las manos.
Abrí mi correo, había puesto un anuncio para dar clases particulares en cualquier lugar de Inglaterra. No quería seguir viviendo en la residencia de mi padrastro. Hacia pocos meses que por desgracia mi madre murió, montando a caballo, en las propiedades en el campo, que poseía mi familia. Mi único pariente y tutor, era un militar retirado del ejercito de su majestad. Era un hombre muy autoritario y agresivo. Su afición a la bebida le había envilecido y ya no soportaba permanecer en su compañía. Me escabullía en la mansión, escondiéndome en cualquier sitio donde no pudiera encontrarme. Había echado el cerrojo de mis aposentos. No quería ser interrumpida por el servicio o por él. Últimamente me buscaba constantemente y veía en su mirada algo cruel en sus intenciones poco honestas hacia mí.Mi verdadero padre, Sir Henry Stuart, era un eminente estudioso del comportamiento humano, un psiquiatra especializado en trastornos de la personalidad. Mi padrastro, el Coronel John Reightmond, era uno de sus pacientes y al final un amigo íntimo de mi familia. Se fue apoderando de todas nuestras posesiones poco a poco e introduciéndose en nuestro círculo social. Tenía quince años, cuando una enfermedad incurable se llevó a mi padre lejos de nosotras. Mi madre, Alexandra de origen alemán, muy bella y a penada por nuestra soledad, se refugio en el cariño del Coronel. Al principio fue todo amabilidad y compresión hacia nosotras. Mi madre, cayó bajo el embrujo de sus encantos, a mí nunca pudo engañarme, con su falsa modestia y sinceridad.
Mi madre se divorció, al poco tiempo de mi nacimiento. Sufrió una depresión postparto. Y no pudo soportar la vida familiar, con un esposo y una hija.Ella era una artista de reconocido renombre. También se dedicaba al arte de la pintura. Aunque su especialidad, era pintar cuadros abstractos, con bellos colores y formas.Yo soy una pintora retratista. Me encanta plasmar en un lienzo las expresiones de mis clientes. Son muy variopintos: desde niñitos pequeños, hasta ancianos, que desean pasar a la inmortalidad, siendo retratados para su posteridad.No sé porqué mi padre no se casa con ella. Sería lo mejor que podía hacer. Están los dos solos, se quieren, aunque nunca se lo han dicho el uno al otro.Soy su lazo de unión. Siempre me han estado cuidando y dándome todo su cariño. Ha llegado el momento, para dedicarse un poco de tiempo a ellos mismos.Se han volcado tanto en mi persona, ante la falta de mi verdadera madre, que a veces presiento, que se sienten culpables, sin razón alguna. Ella, escogió su camino. Nadie debe asumir sus actos, como si fuera su responsabilidad.
Soplaba un viento muy fuerte. Las velas de la embarcación estaban demasiado tirantes y me costaba manejar mi barquichuela de pesca. Hoy el mar estaba furioso y me golpeaba fieramente sin consideración contra las escarpadas rocas de la costa norte.Necesitaba cambiar el rumbo, no podía ir contracorriente. Cada vez me alejaba más y más del pequeño pueblo de pescadores donde vivía. Comenzaba a asustarme, las enormes olas inundaban la barca y en un arranque de tempestad desaparecieron mis velas. Ya solamente me quedaba rezar y esperar el abrazo de la muerte. No pensé que llegara tan pronto, solamente tenía diecisiete años y en mi vida no había conocido ni siquiera el amor de una familia.En Littlefisher, mi pequeña aldea donde había nacido, me echarían mucho de menos y se preocuparían ante mi tardanza. Era para mis queridos vecinos, su amiga, su hermana, su hija, su nieta, su novia, su consejera…Todos ellos me habían criado al quedarme huérfana, cuando mis padres faenando en el mar desaparecieron para siempre.Me recogió el párroco de nuestra pequeña comunidad y con la ayuda de su ama de llaves, me cuidaron, educaron y criaron, hasta alcanzar la edad de trabajar con mi pequeño velero.He convivido con los aldeanos de Littlefisher, como un miembro muy querido de cada familia. Soy un talismán al que adorar, y yo los amo con todo mi corazón. Hoy será un día muy triste en la aldea. Me dejo arrastrar a la deriva, cierro los ojos y espero que pronto las aguas me embullan hasta no dejar rastro de mi existencia.
No comprendo por qué mis padres me pusieron el nombre de Iona, como si fuera una joya, delicada, suave, una florecilla indefensa… Nada más lejos de la realidad, me encanta investigar crímenes sin resolver. Cada día voy a Bond Street en busca de noticias sobre casos que han sido archivados por no tener pruebas suficientes para capturar al asesino. Tengo un amigo desde la infancia, que está dentro del departamento de investigación. Él me deja durante varios días documentos clasificados que no han sido solucionados, para que los analice y estudie. Edmund, es un buen hombre, creo que siempre ha estado algo enamorado de mí y por eso me complace en todo lo que le pido. En estos tiempos una señorita de bien, es impensable que se dedique con a hinco a intentar resolver incógnitas a las que nadie ha podido llegar, ni los más sesudos investigadores de Scotland Yard. Es algo de lo que no hablo con nadie. Ni siquiera mi propia familia sería capaz de entenderme. Vivo en una gran casa victoriana en Londres cerca de Central Park, mi padre es uno de los lores que está en la cámara de los comunes. Es un Conde muy respetado, aunque su titulo le otorga privilegios, es bastante liberal y promueve muchas mejoras e igualdad de condiciones para todos los trabajadores. Es un buen hombre, pero tiene muchos enemigos, que desean continuar con todos sus privilegios sin perder ni uno solo y ser superiores a los demás por cuna y no por sus logros personales o académicos.
En el bosque recostada en un árbol tocaba el arpa, me gustaba armonizar con el sonido del trinar de los pájaros. Cantaba una balada suave y dulce, me impregnaba de los olores de las flores con el rocío de la mañana. Me dejaba llevar por sueños imposibles. Hacía tiempo que mi vida se había acabado y mi espíritu todavía vagaba en la tierra. No comprendía el tiempo que llevaba en este bosque encantado. Suspiré al terminar mi composición. Iría a pasear por la hierba y a recoger bellas plantas para adornar la casita de madera en la que vivía.Caminando por el borde del estanque para coger algún nenúfar, vi reflejada mi imagen. Parecía una ninfa de un cuento de hadas. Mi cabello era muy largo, rubio y ondulado, me había peinado colocando una bella flor roja en el pelo, para retirarlo de mi rostro. Mis ojos eran azules cristalinos enmarcados en largas pestañas y cejas más oscuras bien perfiladas. Mi nariz recta y mi boca generosa, al sonreír mostraba unos dientes muy blancos, mi piel era como el color de la luna, mi figura estilizada se remarcaba con un vestido vaporoso blanco de gasa. Introduje mis finos dedos de mi pálida mano y removí el agua. No quería verme como el espíritu que era. Seguí caminando como si flotara, mi cuerpo no pesaba nada, mis descalzos pies nunca se dañaban. No sabía cuánto tiempo llevaba en esta forma incorpórea. Podía danzar sin parar que nunca me cansaba. Saltaba de piedra en piedra y si me encontraba con algún animalito le hablaba.Me dirigí hasta la casita con mis flores aromáticas, aspiré su fragancia y sonreí, por lo menos el perfume del bosque que me rodeaba lo podía apreciar, ya que no comía ni bebía. A veces nadaba y me sumergía en el fondo del lago, hoy no estaba muy animada.¡Cuánto daría por tener un poco de compañía! Pero jamás nadie me había podido ver, alguna vez algún excursionista se había adentrado hasta mis tierras, pero ni siquiera era capaz de encontrar mi morada.
¡Dios mío! Recogí lo más aprisa que pude el instrumental de mis investigaciones. Debía buscar un refugio lo antes posible. Pensé en el sótano que conducía a unas cuevas muy antiguas propiedad de mis antepasados. Desde niña no había vuelto a explorar por esos laberintos. Jugaba sin cesar por ellos imaginándome a una aventurera que descubría un inmenso lago en su interior. En realidad nunca llegué más lejos del primer pasadizo, me daba miedo y mi abuelo siempre me prevenía de los peligros que acechaban allí abajo.Es una lástima que su muerte supusiera un duro golpe para mí. Le he querido más que a nadie, incluso más que a mis propios padres. Él me ha criado y educado. Todo lo que soy hoy en día se lo debo a mi adorable abuelo. Pertenezco a una familia numerosa y yo siendo la mayor de mis hermanos me fui a vivir con el padre de mi madre.Estábamos solos en esta misma grandiosa propiedad. Su entorno es un paraíso maravilloso en medio del bosque y rodeados de montañas agrestes, un río lleno de peces bordea mi hogar y bellos setos de aromáticas plantas adornan un hermoso jardín con flores multicolores.Estoy aislada totalmente, no existe ningún ser humano en los alrededores. La población más cercana está a cientos de kilómetros. No me importa en absoluto está soledad impuesta por mí misma. Mis experimentos y mis propios pensamientos me hacen compañía, a parte de la biblioteca tan espléndida de la que dispongo en cualquier momento. Mi abuelo era un enamorado de los libros y en su afán me transmitió el poder del saber más y más… ¡Qué recuerdos más maravillosos tengo en su grata compañía, los atesoraré toda mi vida!
Una soleada mañana me desperté sobresaltada. Unos pensamientos terribles me asolaban. No podía pensar en el horror tan grande que mis sueños me habían mostrado. Me levanté temblorosa y muy pálida, solo deseaba que nunca se produjeran los hechos tal y como la pesadilla tan vivida me soliviantara. Deprisa bajé las escaleras de dos en dos y me apresuré a reunirme con toda mi familia. No oía ningún ruido en la sala del comedor. Quizás todos siguieran durmiendo, pero unos escalofríos muy intensos por todo mi cuerpo hicieron que con voz de angustia empezara a llamarlos. Nadie me contestaba, ni siquiera los criados salían a mi encuentro. Recorrí angustiada todas las estancias del Castillo. Abrí una por una cada puerta de los aposentos de mis adorados padres y la de mis dos hermanos mayores. Grité de estupor al encontrarlas vacías. Todo estaba revuelto como de haber intentado encontrar algún tesoro y al no hallarlo destrozar los muebles, tirar los objetos contra el suelo y la ropa esparcida por toda la estancia.Lloré desconsoladamente, ¿dónde se encontraban? ¿Por qué los habían raptado y llevado lejos de mí?
A oscuras dentro de un carruaje todo tapado, en mitad de la noche invernal arropada detrás de mi capa, iba con otro pasajero sentado enfrente de mí. No nos dirigíamos ni siquiera una mirada, él iba igual que yo, cubierto con un manto y un sombrero, sin dejar ni un resquicio de su persona al descubierto. Los caballos galopaban lo más deprisa que podían hasta llegar a nuestro destino. Un cochero con su látigo les hacía correr y correr, hasta casi agotarlos. Con urgencia debíamos llegar al Castillo antes del amanecer, nuestras vidas estaban en juego si por una casualidad nos retrasábamos y la luz impactaba sin compasión sobre nosotros. Dábamos tumbos por el camino empedrado y farragoso sin descanso. Intentaba agarrarme lo mejor que podía a los asientos, mi compañero casi ni se inmutaba de la fortaleza que poseía. Parecía una estatua sin vida, ni una sola queja, ni un solo sonido salía de su boca. Con agitación y descontento en un profundo bache que atravesó el carruaje, me caí encima del caballero desconocido. Me sujetó como si pesara menos que el viento.-Lo siento Señor, le pido disculpas, no he podido evitar el salir disparada de mi asiento. No me contestó y como si no hubiera ocurrido nada, volvió a colocarme en mi sitio. Menos mal que no veía mi rostro, porque estaba incandescente por el rubor de mi sensibilidad hacía el extraño. Recuperé la compostura, quise mirar a través de las cortinas de las ventanillas de la carroza y contemplar la oscura noche. Fue imposible vislumbrar nada, el cielo estaba muy cubierto de nubes y comenzaba a nevar. Suspiré decepcionada, sentía curiosidad por saber el lugar hacia el que nos dirigíamos. Una carta urgente llegó hasta la mansión donde vivía con mis padres. Reclamaban mi presencia lo antes posible ante nuestro Señor de las Tierras del Norte. Mi padre es un fiel vasallo, dedicado únicamente a servirlo. Defiende su Condado con un ejercito muy poderoso, ante posibles ataques del enemigo de las Tierras del Sur. En mis dieciocho años de vida y como única heredera de nuestras propiedades, estoy también obligada a servir a nuestro Señor. Siempre se ha jurado vasallaje desde el primer Conde Cameron, mi tatarabuelo, con fervor, honor y lealtad. Ahora ha llegado el momento de hacer mi presentación ante mi poderoso Señor y servirle con mi humilde persona. Sentía un poco de temor ante tan importante paso que iba a dar. Ya no estaría bajo la protección solamente de mis progenitores, sino que me debía por entero a luchar con todo mi ser por las causas justas ante mi nuevo protector. Recordaba la triste despedida de mis padres, del servicio de la mansión y de mis maravillosos amigos y aldeanos que siempre me han cuidado y apreciado de corazón. Las lágrimas silenciosas recorren mi tez blanquecina, antes de empapar el pañuelo con el que me ocultaba el rostro, unos ásperos dedos me las secaron. Me quedé sorprendida, ante la rapidez con que el desconocido caballero, había notado mi aflicción.
¡Qué frío hace con esta intensa ventisca de nieve! ¡Quién me mandaría meterme en este jardín! ¡Dios, no veo ni la carretera! Está tan nevado el camino que es imposible vislumbrar nada. El limpiaparabrisas no da más de sí y se acumula en el cristal delantero una cantidad tremenda de copos de nieve. La gasolina empieza a escasear y la calefacción casi ni funciona, estoy helada hasta los huesos. Los dedos los tengo entumecidos y rígidos de tantas horas conduciendo por este infernal camino. ¿Cuándo llegaré a mi destino? Ni una sola luz me alumbra el asfalto intransitable, ya se ha hecho de noche y ni siquiera la luna ha aparecido para iluminarme.¡Vaya, el motor se está parando! ¡Qué horror, me echaré a un lado de la carretera! Una congoja terrible se aposenta en mi interior. ¿Cómo podré salir de este lío en el que yo solita me he metido? Un milagro sería la única solución para no morir aquí en mitad de la nada sin otra compañía que mis oscuros pensamientos. Por no ver, no encuentro la dirección de la casa a la que tenía que llegar para terminar por fin mis prácticas y doctorarme en mi profesión. Ojalá algún otro miembro de nuestra fraternidad me encuentre en el camino y me auxilie. Sería un triste final para mi corta vida, aún no he cumplido los dieciocho y siento como si me faltara todo un mundo por vivir. ¡Bueno, ahora qué, ya ni un poco de aire caliente entra en el interior del vehículo! Y cualquiera sale al exterior a gritar pidiendo ayuda. No se oye ni el menor ruido de ser vivo en esta comarca tan desangelada. Y la ventisca golpea con más fuerza que nunca. Se acumula tanta nieve en los cristales que de un momento a otro como siga así el temporal, me hallaré enterrada bajo varios metros de nieve y seré un fósil cuando me encuentren congelada. Servirá mi cuerpo para estudio de científicos y médicos. ¡Qué afortunada seré de pasar a otra dimensión! Espero que pronto deje de existir y con mi último suspiro me resigne a este sino.
Todo comenzó un veinticinco de Septiembre, estaba jugando en el parque con mi hermana gemela. Por aquel entonces contábamos con cuatro años y nos lo pasábamos genial montando en los columpios a ver quién llegaba más alto hasta alcanzar las nubes en el cielo. Nos reíamos sin parar de lo felices que éramos. Mi madre nos sonreía y nos daba más y más fuerte impulso y nosotras chillábamos entusiasmadas. Correteábamos incansablemente alrededor de mamá y ella nos alzaba en brazos dando vueltas sin parar. La queríamos tanto, era tan maravillosa y buena que nos hacía sentir en el paraíso. Por desgracia nunca conocimos a nuestro padre nada más que en fotografías, él fue piloto de aviación de las fuerzas armadas de América. Siempre mirábamos el cuadro que teníamos en nuestro dormitorio antes de dormirnos y soñábamos con él en que nos llevaba muy lejos en su avioneta hasta alcanzar las estrellas y hacía giros y giros hasta hacernos enloquecer. Le queríamos a través de los relatos y anécdotas que nuestra bella, inteligente y magnífica madre nos contaba sobre él y el amor tan puro que nos tenía a nosotras y a ella. Pudo disfrutar muy poco de nuestra compañía porque desapareció de nuestras vidas antes de cumplir el primer año de vida. Nosotras nos parecíamos a él en todo, siempre nos lo decía Catherine nuestra madre, éramos muy osadas, valientes y temerarias y deseábamos también volar por el cielo y sentir la emoción de la velocidad surcando el aire a través de las nubes.Mi hermana mayor que yo por diez minutos me miraba con sonrisa de picarona con sus ojos cristalinos color topacio con largas pestañas negras al igual que sus finas cejas y cabello liso muy largo recogido en una cola de caballo. Su piel tan blanca con la naricita respingona, sus labios gruesos muy rojos, su barbilla redondeada con un hoyuelo en ella dándole un aspecto de simpatía. Y la carita en forma de corazón proporcionándola una dulzura e inocencia que cualquier persona desearía cuidarla y protegerla. Claro yo era idéntica en todo a ella incluso usábamos la misma talla de ropa y calzado. Nadie era capaz de distinguirnos menos nuestra madre. Ella era la única que sabía quienes éramos en cada momento aunque vistiéramos de igual manera y jamás se equivocaba al hablarnos. Todavía no lo he dicho pero mi nombre es Amanda, me llamaron igual que a mi abuela por parte de madre.
Tal vez no fuera la manera más correcta de intercambiar regalos, pero desde siempre nos hemos acostumbrado mis hermanos y yo a dárnoslos después de veinticuatro horas de nuestros cumpleaños. Es una tradición muy antigua que se remonta al primer Anderson nacido en el seno de una misteriosa familia afincada en el Norte de Europa. Mi tatarabuelo el primer noble nacido en estas tierras inculcó a todos sus descendientes a cumplir tan singular tradición. Mi bisabuelo hizo lo mismo que mi abuelo y hasta mi propio padre Neck Anderson propietario y heredero de todas las tierras circundantes a las afueras del pueblo, dominando en nuestro castillo medieval y reformado a través de los siglos que ha pertenecido a la familia sigue haciéndolo desde tiempos inmemoriales. Hoy espero con unas ganas tremendas la sorpresa que todos con su afán de consolarme tras la pérdida de mi adorada madre me arranque una sonrisa y me permita por unos instantes olvidar la desolación por la que sufre mi alma por su muerte tan prematura e injustificada.Comenzó una mañana muy oscura, las nubes tapaban cualquier atisbo de rayo de sol. El aire atormentaba con su furia las ventanas y rugía como si fuera a destruir el castillo piedra a piedra. Yo me encontraba arrebujada bajo las mantas y la hermosa colcha que con tanto esmero mi madre había tejido a ganchillo con sus primorosas manos. Me encantaba su tacto y el color rosa pálido tan suave con sus formas de sencillos ramos de flores entretejidos con unas ramitas de un tono verde musgo que hacían contrastar la mezcla hipnotizándote de la belleza inconmensurable de tan bella obra de arte.