El deseo más intenso del León por fin se ha convertido en realidad. A partir de su coraje y valentía, se ha convertido en el rey del bosque y de todas las bestias que lo habitan. Pero el León se encuentra aburrido, echa de menos los días repletos de aventuras con Dorothy, El hombre de hojalata y El Espantapájaros. Cuando Glinda, la Bruja Buena aparece repentinamente y le encarga una misión que le llevará de vuelta a la Ciudad Esmeralda, la emoción le inunda de nuevo, por fin podrá hacer algo emocionante otra vez, aun sabiendo que ella no le está contando toda la verdad.
El ejército de Dorothy Gale ha asesinado a la familia entera de Lanadel y el a ha jurado venganza. Está decidida a encontrar un grupo misterioso denominado La Orden Revolucionaria de los Malvados. Se rumorea que el grupo está entrenando gente para crear su propio ejército con el único objetivo de derrotar a Dorothy. Cuando finalmente los encuentra, Lanadel pronto comprenderá que no está preparada para ejecutar su venganza, ni por sus habilidades físicas ni por sus conocimientos sobre magia, y tendrá que esforzarse al máximo para poder convertirse en un miembro más de La Orden Revolucionaria.
Yo no me he buscado nada de esto. Nunca quise ser una especie de heroína. Pero cuando toda tu vida es arrastrada por un tornado —y tú con ella— no tienes más remedio que dejarte llevar, ¿sabes? Sí, claro, he leído los libros. He visto las películas. Conozco la canción sobre el arcoíris y los pajaritos que cantan. Pero nunca esperé que Oz fuera así. Un lugar donde no te puedes fiar de las Brujas Buenas, donde las Brujas Malvadas quizá sean las buenas de la película y donde los monos alados pueden ser ejecutados por sedición. Sí, sigue habiendo camino de baldosas amarillas, pero hasta eso se hace pedazos. ¿Qué es lo que ha pasado? Dicen que Dorothy encontró el modo de volver a Oz. Dicen que se hizo con el poder y que el poder se le subió a la cabeza. Y ahora nadie está seguro. Me llamo Amy Gumm… y soy la otra niña de Kansas. He sido reclutada por la Revolucionaria Orden de los Malvados. Me han entrenado para luchar. Y tengo una misión. ELIMINAR el corazón del Hombre de Hojalata, ROBAR el cerebro del Espantapájaros, ARREBATAR el valor al León. Y luego… DOROTHY DEBE MORIR.
Para convertir Oz de nuevo en una tierra libre, a Amy Gumm le fue asignada una misión: arrebatarle el corazón al Hombre de Hojalata, robar el cerebro del Espantapájaros, despojar al León de su valor y la consigna final: Dorothy debe morir. Pero Dorothy aún continúa con vida. Y ahora la Orden Revolucionaria de las Brujas ha sido desterrada y la misteriosa princesa Ozma puede que se la única aliada de Amy para llevar a cabo su misión. Conforme Amy va descubriendo toda la verdad de la tarea que le fue encomendada, se dará cuenta de que su verdadera casa en Kansas puede que también esté en peligro.
Los tornados deben tener algo en contra de las chicas de Kansas, porque, al igual que Dorothy, Amy fue arrastrado por uno. Amy aterrizó en Oz, donde el bien está embrujado, donde los brujos son buenos y las Brujas Malvadas le han encomendado una misión: ASESINAR. La única forma de impedir que Dorothy destruya la tierra de Oz (y Kansas), es matarla. Y Amy es la única que puede hacerlo. Pero Amy falló, y muchos han muerto por sus errores. Por su culpa, el portal entre los dos mundos ha sido abierto, y ahora ha de encontrar el modo de cerrarlo. Dorothy quiere encargarse de que Amy no pueda volver a su casa nunca. Ahora ha llegado el momento para Amy: tendrá que unirse a las Brujas, luchar por la tierra de Oz, salvar Kansas y detener de una vez por todas a la malvada Dorothy.
Basada en El mago de Oz, llega la cuarta y última entrega de esta serie juvenil best seller internacional. En esta cuarta historia, oscura y repleta de acción de la serie best seller mundial Dorothy debe morir, Amy Gumm tendrá que viajar de Oz a la tierra mágica de Ev, donde tendrá que luchar para liberar a Oz de la tiranía y la maldad de una vez por todas. Mi nombre es Amy Gumm. Seguramente me conoces como «la otra chica de Kansas». Cuando un tornado me llevó al mundo mágico de Oz, uana misión me fue concedida, MATAR A DOROTHY. Así es, la chica favorita de todo el mundo se dejó corromper por la Bruja malvada, se convirtió en un ser tirano y la tuve que matar. Pero justo cuando creía que estábamos a salvo y que podríamos reconstruir la tierra de Oz, fuimos traicionados. Y ahora, siguiendo el camino de las baldosas amarillas, he podido escapar rumbo a la tierra de Ev, donde el Rey Nome gobierna un mundo convulso y sombrío. Y lo que estoy a punto de descubrir es perturbador: Puede que todavía no haya resuelto del todo mi misión original. Yo creía que mi trabajo estaba hecho, pero aquello tan solo era el principio. Y ahora tendré que hacer frente a los peligrosos planes de revancha que Dorothy tiene en mente, para así, poder salvar finalmente la tierra que he aprendido a querer.
John Dortmunder y su banda son contratados por un embajador africano para robar un famoso diamante, conocido como Balabomo, que cobija celosamente otro país africano. Dortmunder es extremadamente hábil y minucioso, pero lamentablemente desafortunado. Siempre fracasa. Con la suerte de espaldas, se ve condenado a planificar el golpe una y otra vez con una inercia y tenacidad casi religiosas. «La vida es un equívoco constante» parece decir el escurridizo diamante a la banda de Dortmunder. Ellos, impasibles, le intentarán dar caza por tierra, mar y aire. Un diamante al rojo vivo es una de las obras maestras del extraordinario Donald Westlake. Sin lugar a dudas, su novela más hilarante e ingeniosa. Una brillante comedia repleta de equívocos y llena de personajes inolvidables, con la que John Dortmunder, ladrón y gafe profesional, se presenta en sociedad. Todo un mito de la novela negra.
Dortmunder y compañía regresan, ahora para asaltar un banco muy extraño. Lástima que pra ellos las cosas nunca pueden ser sencillas.
«Las novelas de Westlake avanzan a ritmo vertiginoso. Es un escritor de insólito talento, de imaginación imprevisible. Es difícil encontrar a un autor que pueda transitar con tal aplomo en farsas de irresistible comicidad y en el realismo más áspero».
LOS ANGELES TIMES
«Donald E. Westlake es sin duda el número uno de los Estados Unidos».
THE NEW YORK TIMES
Mientras investiga un supuesto caso de cuernos Dorón Benatar acepta investigar el robo de un ejemplar único de la versión toledana del Necronomicón del siglo XVII, un libro que se creía desaparecido y que guarda entre sus páginas un secreto oculto que muchos buscan. Una secta satánica, unos pandilleros y un poderoso lobby empresarial de los que se dice que quita y pone presidentes en muchas partes del mundo se entrecruzan con el mismo objetivo: el libro.
Un detective judío madrileño, un poderoso mafioso reciclado de la antigua nomenclatura comunista de la Alemania Oriental, un rico exiliado ruso opositor a la camarilla de poder que gobierna en Rusia, y el propio servicio secreto ruso, confluyen sobre un mismo objetivo: hacerse con la joya más codiciada de los últimos cien años y que guarda en su interior un secreto largamente buscado. Un nuevo caso para el detective existencial Dorón Benatar.
Hans Shulny, un anciano oficial alemán de las SS que reside en Madrid es asesinado de forma macabra con la estrella de David como firma de sus autores. El muerto era miembro destacado de la Fundación Bavariam, una pequeña tapadera que en tiempos de Franco se dedicó a ayudar a altos jerarcas de las SS que lograron huir y encontraron refugio en España al finalizar la guerra. Ahora esa fundación tiene un fin bien distinto: la formación de la Liga Nacionalista Europea; una organización que aglutinará a todos los grupos y partidos de la extrema derecha en Europa y que pretende convertirse en un poderoso lobby político. El éxito obtenido en Holanda, Francia, Austria, Italia, Dinamarca, Suecia o Grecia… ha mostrado el camino. Ante el desconocimiento que supone para la policía el entorno judío, ésta pide colaboración a la comunidad hebrea de Madrid para que les ayude a encontrar a los asesinos antes de que las hordas neonazis puedan utilizar esa muerte para dar rienda suelta a su locura. El rabino pide a Dorón Benatar que colabore con los agentes en la investigación. Pero esa muerte, que llega en el peor momento por el clima de antisemitismo que se respira en el país, no será la única y la tensión acabará por estallar.
Cuando conoce a Antoine Carmontel, que acaba de volver del frente de batalla, Marianne Segré tiene veinte años y sólo piensa en divertirse. Hija de un conocido pintor y una rica heredera, se encariña del apuesto joven y pronto se convierten en amantes, aunque su amor no es recíproco. Cuando contraen matrimonio, Antoine invierte su herencia en una fábrica de papel, a la que consagra sus esfuerzos, mientras se hace amante de la hermana pequeña de Marianne.
Anatomía lúcida e irónica del matrimonio y la familia, llena de agudas reflexiones sobre la amistad, la soledad, el dolor o la muerte, Dos es también una historia sobre las ilusiones perdidas de unos jóvenes que se enfrentan a un presente lleno de oscuros presagios.
Una historia implacable sobre el frenesí de la pasión y el cruel desencanto de la juventud, ambientada en el París de entreguerras.
Era su última noche de estancia en la isla de Santa Rosa. Las tribus de indios le habían preparado una fiesta de despedida. Una vez terminada, se subió a la colina para estar solo. Tenía que pensar. La isla, pequeña, cuarenta kilómetros de largo por veintidós de ancho, se hallaba situada a unas cien millas de las costas ecuatorianas. La selva cubría la mayor parte. La población la componían únicamente unos 1.200 indios que vivían de la caza, de la pesca con arpón y de las conchas que recogían del fondo del mar. En un extremo existía una pequeña estación de radio de El Ecuador. Cada tres meses el Gobierno enviaba un barco con el relevo de hombres para la emisora y provisiones.
En la media luz, Sexton Blake encontró un sitio. Se sentó junto al pasillo central del teatro y trató de descansar. Lo intentó inútilmente. No podía conservar la calma en un momento como aquel. Tenía los nervios tensos. Sus dedos fueron a coger las rayas del pantalón, alzando este. Se agitó, y automáticamente la mano derecha subió para ir a apoyarse justamente bajo el brazo izquierdo. Tocó el bulto de la Luger por encima de la tela, y de pronto se dio cuenta de lo que hacía. Apartó rápidamente la mano.
Michael Randle quitó del cigarrillo la envoltura de celofán, hizo una pelotita con ella, oprimiéndola entre sus largos dedos, y la arrojó al otro lado de la barandilla de madera que se alzaba en el borde del acantilado. Dos gaviotas se lanzaron tras ella, disputándosela, cuando se hundió en el agua. Randle encendió el puro y lanzó la cerilla por el mismo camino que la envoltura. Las gaviotas volvieron a elevarse, graznando descontentas porque el celofán no les había resultado comestible. Observándolas, en los ojos de Randle brilló un deseo: el de que las gaviotas fueran buitres. Si lo fueran, podría hacer desaparecer toda evidencia, y Randle se sentiría mucho mejor.
Era un hombre desastrado, miserable y de mal aspecto. Sexton Blake le pegó. Le pegó cuando vio que se lanzaba en busca de un arma. El arma era una versión japonesa del Luger alemán, más esquemática, más ligera y se hallaba escondida tras un desordenado montón de sucios papeles que cubrían una vieja cama de hierro. La escena tenía lugar en la habitación trasera de una casa de Singapur. El arma no estaba muy lejos de los dedos del desgraciado, pero esos dedos no llegaron jamás a tocarla.
El muchacho del revólver cruzó silenciosamente el prado, hasta la sombra de los cipreses. Escudriñó la enorme casa y el sendero donde el Bentley Continental, de gran tamaño, relucía al sol. Junto a la casa había un laboratorio de tejado plano, donde se alzaba un mástil de acero y varias antenas, así como un aparato de radar. La ventana del laboratorio estaba abierta, mientras él se acercaba, y podía oír las voces del interior. Ponía el mayor cuidado, pues tenía que escoger el momento propicio, ya que se exponía mucho. No quería matar más que a una persona, a menos, que fuese absolutamente inevitable; sin embargo, si se veía obligado a hacerlo, dispararía.
George Walcott había creído siempre en Shepstone. Cierto que era un poco canalla y que bebía mucho, pero aun borracho era mejor periodista que cualquier otro sereno. Por eso le quería. Ambos se educaron en Cambridge. Mientras Walcott tuvo un camino difícil, para Shepstone todo fue fácil. Su padre era un funcionario del Gobierno sudanés. El mismo había nacido en Khatoum y aprendió el árabe antes que el inglés. Conocía el Orienté Medio como nadie: la gente, la política, su nacionalismo, todo. Si existía alguien capaz de hacer que el mundo occidental comprendiese a aquellos pueblos, ese era, para Walcott, Nigel Shepstone. Y si alguien podía averiguar la verdad sobre la muerte de Magraby, ese era, también, Shepstone.
Pat Costello era la oveja negra de la familia. Ya desde pequeño tenía fama de travieso y rebelde. Todo lo contrario ocurría con su hermanastro Dennis, que era el ojito derecho de su madre. Más no por ello se sentía Pat agraviado. Amaba a su madre y aceptaba como cosa natural que esta sintiera preferencia por su hijo menor. Sabía que era un chico malo como su padrastro, le repetía frecuentemente. El padre de Pat había muerto seis meses después de que él naciera.