Un viaje oscuramente luminoso que invita al diálogo de la mujer adulta con la niña interior, tan cerca la una de la otra y, a la vez, tan lejos. Estos textos, a medio camino entre la expresión poética y la narración, componen una mirada agridulce a la infancia, con sus fantasmas y terrores, pero también son un canto a la inocencia, a la juventud, a la libertad, a la amistad y a los pequeños milagros que pasan desapercibidos. Desde la honestidad más salvaje, Ana Elena Pena habla del descubrimiento precoz y abrupto del sexo y la violencia, de los desengaños de la vida adulta, la figura ambivalente de la madre y el miedo a la muerte y al abandono. Una declaración de las propias debilidades desde la mirada ingenua de quien está descubriendo el mundo.
Es una noche como tantas otras en un barrio periférico de una pequeña ciudad norteamericana en el que nunca pasa nada. Pero, de pronto, un grito desgarrador, atávico, rasga la átona placidez de una familia convencional de los años sesenta. ¿Por qué aúlla de rabia el joven Rick reclamando a su chica Sheryl? ¿Por qué, acompañado de su banda de amigos armada de cadenas hasta los dientes, irrumpe Rick en casa de los padres de su novia? ¿Por qué nadie le dice dónde está ella? ¿Por qué ha desaparecido? De repente, aquella noche, todo cambió, no sólo en esa familia desconcertada, sino también en todo el barrio. Nunca nada será igual. Y puede que al lector también algo irremediable le ocurra a medida que vaya conociendo esta estremecedora historia de amor entre dos adolescentes que le llega gracias al testimonio, a la vez frío y conmovedor de la narradora, testigo privilegiado de un drama poco común.
En una época de límites borrosos entre la verdad y la mentira, el caos y el orden, el horror y la indolencia, la delincuencia organizada y el Estado, aparece «Aquí no es Miami», un libro de relatos híbridos, aleación entre periodismo y literatura, que aborda lúcidamente las condiciones que germinaron el terror de la llamada Guerra contra el Narcotráfico en un estado especialmente golpeado por esta debacle como lo es Veracruz. Más allá de la intención de entregar un recuento de datos duros, Melchor nos ofrece historias sobre personas: víctimas y criminales, sí, pero sobre todo hombres y mujeres comunes entregados a la lucha por la supervivencia, con esa mirada suya honda y compasiva, pero cruda y directa, con la que es inevitable involucrarse y conmoverse. El Veracruz de Fernanda Melchor no es tanto un escenario sino un personaje en esta ola de violencia. La cercanía de la autora con las historias que narra, y un uso siempre arriesgado del lenguaje, son las mayores fortalezas de esta nueva edición revisitada que cuenta con una nueva crónica. Y aunque estos relatos se enmarcan en una temporalidad, son aún reflejo de un país cuyas arenas siguen siendo movedizas.
Este libro es la rareza de un lunático, el afiebrado trance de un soñador. Este no es un libro convencional: es el diario íntimo de un prisionero de sus propias dudas, la crónica de guerra entre el autor y sus enemigos reales e imaginarios, el cuaderno de bitácora de un viajero perezoso, la radiografía que un hombre confundido hace de sí mismo. Este libro conmueve por su impudicia y su ternura, por la curiosísima manera en que el autor desnuda sus propias miserias, por lo que se atreve a contar, lo que no puede callar y lo que no consigue perdonar. Los poemas de Jaime Bayly poseen una rara cualidad: son una solapada escaramuza del autor contra sí mismo, un ajuste de cuentas entre quien vivió y ahora recuerda con perplejidad. Con gracia y elegancia singularísimas, Bayly cuenta sus pequeñas aventuras impresentables, hace escarnio de sí mismo, confiesa todos sus pecados y derriba sin piedad lo poco que quedaba en pie de su imagen de precoz niño terrible de las letras. Este no es en rigor un libro de poesía, pero todo en él —su estética y su aliento, su osadía y su languidez— lo hace condenadamente moderno y poético.
La primera incursión en la ficción del director de películas como Barrio, Los lunes al sol y Princesas, una travesía a través de una realidad enriquecida por la mirada poliédrica de Fernando León de Aranoa, un autor dotado de una poderosa imaginación creativa, que devuelve la magia y la ilusión al mundo que nos rodea. El presente volumen recoge piezas narrativas de distinta extensión y temática, más de cien textos que sorprenden, inquietan y estimulan la imaginación.
«Arena y espuma» recoge aforismos, frases y dichos de Gibran, pacientemente reunidos por sus discípulos; son la quintaesencia de su pensamiento y de su pulso vital: «He puesto en él, entre sus granos, granos de mi corazón... porque en los anhelos de todo hombre y toda mujer hay un poco de arena y un poco de espuma».
Goldoni escribió El servidor de dos patrones , título original de la obra, en 1745 y lo hizo, como tantas otras veces había hecho y haría, pensando en el actor que interpretaría el papel principal: el gran Antonio Sacchi, muy popular en la época. La edición de El servidor de dos patrones guardó rastros significativos del gran aporte del actor a la pieza, aunque para la revisión editorial de Goldoni de 1753 desapareciera mucho de su impronta. El mismo Goldoni reconoció que Sacchi había sido, en efecto, coautor de la primera redacción.
Esta extraordinaria comedia, un clásico imprescindible del teatro, basa su peripecia en la ambigüedad, conducta tan apreciada por el público de todos los tiempos. Carlo Goldoni pone en escena a los tradicionales personajes de la Comedia del Arte: Arlequín (Trufaldino), Pantaleón, Brighella y el Doctor, que hasta la concepción de esta obra habían sido de carácter elemental, y lo hace con un refinamiento que no desvirtúa su matriz popular. Basándose en el proverbial apetito insatisfecho de Arlequín/Trufaldino, y en su picardía popular, Goldoni concibe un desmesurado equívoco que lleva a los protagonistas a situaciones de hilarante desazón, y al público a la complicidad. Es la mano del maestro, la pericia del gran manipulador de audiencias que fue este autor.
El siguiente documento, fechado en mayo de 1979, fue encontrado el 7 de julio de 1986 en una fotocopiadora IBM comprada en una subasta de material militar. Negligencia o fuga intencional, este documento ha estado en posesión de los servicios secretos de la US Navy. En el documento, por seguridad, no figura la firma de la organización, pero recortes de informaciones y fechas dejan suponer que se trata del Grupo Bildergerg, un “club de reflexión” que reúne personas extremadamente poderosas del mundo de las finanzas, la economía, la política, de las fuerzas armadas y los servicios secretos. Publicado en anexo en el libro Behold a pale horse de William Cooper (Light Technology Publishing, 1991).
Hubo un momento en el que un país se soñó a sí mismo a través de las dos ruedas. Un instante en el que la carne se desgarraba y el futuro pendía de un hilo. Fue cuando la barbarie se hizo eterna. Y entonces, precisamente entonces, tres hombres, tres ciclistas, hicieron que todos los italianos se sintieran orgullosos, con sus biografías, con sus heridas, sus marcas, sus lágrimas, sus vidas.Ellos. Los tres. Crearon un mito, fabricaron una realidad. El viejo Bartali. El áspero Magni. El trágico Coppi. Este libro cuenta su historia, la verdadera historia no manipulada de un país que sueña ciclismo.
Me hice una pregunta extraña, sólo justificable por lo extraño de la situación: ¿me amaba la Artforum a mí? Si su sacrificio había tenido por objeto salvar a las otras revistas, y yo era el dueño y lector de esas revistas, entonces ella había valorado más mi felicidad que su vida, y objetivamente eso se parecía al amor. (¡Pero cuánto se había equivocado! Porque yo la quería más a ella que a todas las demás revistas juntas). ¿Un objeto podía amar a un hombre? Toda la historia del animismo se encerraba en esa pregunta. Pero los antropólogos que habían intentado responderla nunca habían tenido ocasión, como la tenía yo, de formularla frente a un objeto que les hubiera dado la suprema prueba de amor…
En apenas diez años, desde las primeras entregas de El Duende Satírico del Día (1828) hasta el pistoletazo con que puso fin a su vida (1837), Mariano José de Larra escribió, con el nombre común de «artículos» y un uso inconfundible del subjetivismo y de la ironía, la prosa de ideas más penetrante de su siglo, en la que conviven formas, géneros y modos como el ensayo, la crítica literaria, la sátira política, la parodia, la narración costumbrista o la carta ficticia. Esta edición preparada por Alejandro Peréz Vidal sigue y respeta la selección que el propio Larra quiso ofrecer a su público en los cinco tomos de Fígaro (1835-1837). A los famosos títulos allí recogidos se añaden aquí varias piezas primerizas. Para el establecimiento y esclarecimiento del texto se han tenido en cuenta además los autógrafos de las primeras versiones, previas a la actuación de los censores y utilísimas para comprender el proceso creativo del autor.
Se recogen aquí ordenados cronológicamente una amplísima selección de sus escritos periodísticos.
Una noche, muy tarde, acosada por un repentino ataque de hambre, una pareja que apenas ha empezado a convivir y casi no tiene comida en casa decide salir a buscar un restaurante abierto donde poder saciarse. El hombre confiesa a su compañera que ya ha sufrido otro episodio similar en el pasado, resuelto con el asalto a una panadería, donde él y un amigo de la época pudieron comer pan hasta hartarse a cambio de recibir una imprecisa maldición y escuchar sin ganas la música preferida del panadero, fanático de Wagner. Desaforada, la pareja cede a la presión del hambre y sale a la noche de Tokio armada con una vieja escopeta, buscando el olor a pan.
Novela en la que Jack London (1876-1916) ideó un imaginativo marco para el relato de aventuras y dio rienda suelta a sus convicciones en el terreno de los valores y las creencias, ASESINATOS, S. L. es una obra cuya trama y personajes rebosan originalidad y vigor. Si el eje en torno al cual gira la acción es el de una agencia dedicada a eliminar a los enemigos de la sociedad, el jefe de la misma y protagonista, Dragomiloff, es tanto la encarnación ideal del propio London —la persona en que se aúnan pensamientos y acción y la fuerza física se conjuga con una inteligencia superior—, como un trasunto humano de la figura alegórica del lobo que, tras un periodo de domesticidad, vuelve a la libertad del bosque.
Este libro pasea por todos las formas posibles de narrar el crimen: a veces por la voz de un testigo que puede ser la voz de un narrador impersonal, a veces por la voz de la víctima, a veces por la voz del asesino, sin excluir una experiencia notable: en uno de los cuentos que integran esta antología, la víctima será… el propio lector. El volumen ofrece crímenes narrados por Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Marqués de Sade, Anton Chejov, Bram Stoker, Ricardo Güiraldes, Italo Svevo y muchos otros. Estos relatos sobre crímenes revelan algunas lecciones sobre la literatura, como por ejemplo que casi toda narración tiene un argumento a la vista y otro escondido, y que, a veces, los criminales no son los que empuñan la daga o aprietan el gatillo.
Un buen día de la primavera de 2010, Charlie y Ros descuben que la tía Reggie les ha dejado en herencia una casa, pero no se trata de una casa cualquiera… En ocasiones, las paredes hablan, y eso es lo que ocurre en esta espléndida mansión situada en tierras cercanas a Reading, en Inglaterra. Su voz, que nos llega cabalgando el ruido de tuberías viejas y puertas que chirrían, nos acerca a las vidas de hombres y mujeres muy dispares, que vivieron en épocas distintas y en condiciones muy diversas, pero todos encontraron cobijo bajo el techo de Ashenden Park. ¿Qué hacer con esta joya que a lo largo de más de doscientos años fue testigo de tanta alegría, tanto dolor, tantas emociones? Elizabeth Wilhide nos invita a una aventura donde el tiempo y el espacio andan de la mano: hay mucha vida en Ashenden Park, y el pasado asoma en cada página.
Se han contado muchas historias sobre monstruos como el yeti, el bigfoot, el chupacabras o el monstruo del lago Ness, que esa paraciencia llamada criptozoología considera animales reales. En muchos libros se han expuesto los argumentos a favor y en contra y las supuestas pruebas de su existencia. De lo que no cabe duda es de que esas y otras criaturas misteriosas se han convertido en leyendas de nuestro tiempo. Más allá de valorar las pruebas científicas, en este libro se hace una historia de los hechos que generaron esas leyendas, se observa la evolución de las creencias y se analiza el marco cultural en el que surgieron. Releyendo las crónicas antiguas, podemos entender de dónde partieron las narraciones de los marinos sobre el kraken, las sirenas y la gran serpiente marina. Revisando los mitos sobre las razas monstruosas, los gigantes, el hombre salvaje y el hombre-mono, vemos brotar la figura del monstruo homínido, como los yetis asiáticos o el sasquatch y el bigfoot americanos. Las leyendas contemporáneas nos hablan de visiones de criaturas como el perro negro, el felino fantasma y, cómo no, el monstruo millennial que es el chupacabras, nacido con la era de internet. A diferencia de los criptozoólogos y de los escépticos, Ignacio Cabria ha buscado comprender los mecanismos cognitivos, sociológicos y culturales que han operado en cada caso para hacer del monstruo un icono de nuestro tiempo y un símbolo de una nueva manera de ver el mundo natural, porque como construcción cultural que es, el monstruo es un concepto más que un ser vivo.
En estos relatos vemos, tanto los modos de vida en la ciudad de La Habana de la época como retazos autobiográficos del autor o las denominadas «viñetas» por Guillermo, esas breves narraciones que tanto gustaban al autor.
Guillermo escribe, muchas veces (hay quien dijo que demasiadas) en «cubano» en esa lengua escrita tal como se habla que tanto usan las clases populares en la América de habla hispana y que algunos escritores han reflejado en sus libros. Este uso de la lengua «tal como se habla» siempre ha supuesto un acercamiento a lo popular y, sobre todo, refleja con mucha más fidelidad el ambiente, la forma de ser de los personajes, las diferentes personalidades que nos vamos encontrando en sus historias. Así, poco a poco, Cabrera nos va explicando la vida prerrevolucionaria en La Habana e introduciendo los inicios de la revolución en su pueblo, Guillermo, como uno de los escritores implicados que fue, intenta enseñar a su pueblo (y al mundo poco después) qué significa ser libre (o todo lo contrario).
Claudio Magris revisita aquí el célebre mito órfico, dándole en esta ocasión la palabra a Eurídice, quien en un catártico monólogo rememora los felices días pasados junto a su enamorado, al tiempo que salda cuentas con estos recuerdos y, resignada, acepta la situación actual. Así que Usted comprenderá deviene un largo alegato que, siguiendo las huellas del mito clásico, da cuenta de un trágico amor total en el que inevitablemente resuenan ecos de la autobiografía del propio autor. Mito, fabulación y experiencia personal: puro Magris, aquí concentrado en un relato tan hermoso como magistral.
«Atala» junto con «René», comenzó como un fragmento desechado de una larga epopeya en prosa que el autor había compuesto entre 1793 y 1799 titulada «Los Nátchez», pero en 1802 fueron publicados como parte del «Genio del cristianismo. Los Nátchez», por su parte, no se publicó hasta 1826.
«Atala, o Los amores de dos salvajes en el desierto» como también se le conoce, es una de las primeras novelas del escritor francés François-René de Chateaubriand, publicado por primera vez el 2 de abril de 1801. Esta obra estuvo inspirada en los viajes que realizó a los Estados Unidos al huir de la Revolución. Dicha novela tuvo un gran impacto en el Romanticismo temprano, lo cual se puede medir por las cinco ediciones que tuvo en su primer año, así como las traducciones que se realizaron en los años inmediatos. Junto con «René», comenzó como un fragmento desechado de una larga epopeya en prosa que el autor había compuesto entre 1793 y 1799 titulado «Les Natchez» (Los Natchez), el cual no se publicó sino hasta 1826. En 1802 tanto «Atala» como «René» fueron publicados como parte de «Génie du christianisme» (Genio del cristianismo).