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Bolsilibros - California 225. Chantaje con la muerte, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.


Bolsilibros - California 233. El loco solitario, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Sy Niestrun era un tipo tan popular como estrafalario a quien se le conocía en toda la comarca de Rawlins por “El Loco Solitario”. 
Cuando el padre de Sy murió dejó a éste y a su hermana Carolina un pequeño rancho que, si no era una maravilla, cuando menos les rendía lo suficiente para vivir con cierta holgura. 
Sy era un joven de unos veintisiete años, alto, erguido, de excelente presencia, de tez muy morena, ojos negros y vivos y el pelo brillante y negro como el ala del cuervo. Y en cuanto a prendas personales se le tenía por uno de los hombres más serenos, leales y formales de aquella parte de la región.


Bolsilibros - California 235. ¡Quieto, hermano!, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¡Hola, míster Blanding! —saludó el barman al elegante que acababa de entrar en el saloon de su propiedad. 
—¡Hola, Richard! —repuso al saludo míster Blanding. 
—¿Qué desea tomar? 
—Lo de siempre. 
—Le voy a dar un whisky , que he recibido ayer, que le recordará la tierra de sus padres… Si no me han engañado esta vez también, me han asegurado que es lo mejor que se hace en Escocia. 
Míster Blanding, riendo por las palabras del barman, dijo: 
—¡Yo te diré si te han engañado o no


Bolsilibros - California 243. El bosque trágico, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.


Bolsilibros - California 253. Barridos con plomo, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

Clark Harvey salió del cementerio de Las Palomas, pequeña ciudad a orillas del río Grande. A la puerta le aguardaba su magnífico caballo negro, que emitió un suave relincho al advertir la presencia de su amo. El joven acarició a la bestia. —Calma, 'King”, no creas que te había olvidado. Cabeceó el animal, dando la sensación de que entendía las palabras de su amo, el cual montó ágilmente. Relinchó el caballo con fuerza, levantando gallardamente la cabeza y Clark sonrió, volviendo a acariciarlo. Había percibido el ruido que producía otra cabalgadura que se acercaba al paso.


Bolsilibros - California 267. ¡Mañana os sepultarán!, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Un alto vaquero entró en el local de Crow y contempló desde la puerta la multitud reunida allí. 
Sus botas de montar hacían juego, con su gran estatura. 
Su aspecto era de haber descuidado, durante una larga temporada, su aseo personal. 
Su rostro estaba cubierto por espesa barba. 
La camisa remangada dejaba ver unos brazos fibrosos, que hablaban de una gran fuerza y, al igual que su rostro, tostado, labor de los vientos y el sol.


Bolsilibros - California 271. Asesinos encubiertos, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

La primera preocupación de Jack Walton apenas hubo llegado a la estación, fue dejar a su caballo bien instalado en un vagón ganadero, recomendándoselo al guardián de los mismos. —Puede irse tranquilo, míster Walton. El joven echó un vistazo por el convoy que estaba formado y a punto de salir ya. —¡Cáspita! Creo que no cabe ni un alfiler en él. Buscó el vagón especial, cuyos departamentos iban prácticamente vacíos.


Bolsilibros - California 285. Presa codiciada, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

La tarea que Clinton Swanson y Nash Rogers se habían impuesto, siguiendo a caballo el brioso trote de los equinos que arrastraban la diligencia que aquella mañana había partido de Yuma con dirección al norte, era dura y agotadora, pero los dos tenaces jinetes entendían que la fatiga, el esfuerzo y el fiero sudor que brotaba de todos sus poros, bajo la fiera caricia del sol abrasador del mes de agosto, merecía la pena de todo cuanto hubiese que aguantar hasta llegar a su destino, que no era el suyo precisamente, pero que lo hacían de su propiedad, por el beneficio que podía reportarles.


Bolsilibros - California 294. Comerciante en balas, de Clark Carrados

Novela, Aventuras

Luis García Lecha (Haro, La Rioja, 11 de junio de 1919 - Barcelona, 14 de mayo de 2005), fue un novelista y guionista de cómic español. Funcionario en excedencia, fue uno de los más fecundos escritores de literatura popular o de kiosco española (bolsilibros). Compuso dos mil tres novelas largas de gran variedad de géneros, casi seiscientas de ellas de ciencia ficción, para editoriales especializadas en este tipo de literatura, fundamentalmente de Barcelona, donde estuvo viviendo, como Toray, Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. Cultivó también el western, el género bélico, el policíaco y el de terror y usó los seudónimos de Clark Carrados, Louis G. Milk, Glenn Parrish, Casey Mendoza, Konrat von Kasella y Elmer Evans.


Bolsilibros - California 301. Almas ruines, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Eran alrededor de las doce de la mañana y a aquella hora en los días de entre semana, eran muy raros los clientes que aparecían ante la barra, por la razón de que el trabajo absorbía el tiempo a los vecinos del poblado. 
Sólo al anochecer o en los días de asueto, cuando los peones de granjas y ranchos acudían a distraer su jornada de descanso solía verse bastante concurrido. 
Sin embargo, y casi por excepción, había un cliente frente a la barra; con el cuerpo inclinado sobre ella, el codo derecho apoyado en el reborde del mostrador con un vaso de whisky en la mano, fingía mirar al trasluz, aunque en realidad lo que hacía era clavar su ardiente e insultante mirada en el bello rostro de Marguerite Poole, la hija de Danny, el dueño del bar. El cliente era demasiado conocido en el poblado. Se trataba de Raymond Haselton, el capataz del rancho “Lafore” enclavado a unas tres millas del poblado.


Bolsilibros - California 341. La colina del águila, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Quiénes eran los que se reunieron contigo la noche pasada en tu rancho, Burton? El interrogado no respondió. —¿Te das cuenta de que serás condenado a muerte si no dices nada? —insistió el sheriff. —La guerra terminó hace tiempo, Steward... El que haya tenido a varios de mis amigos en el rancho la noche pasada, no quiere decir que estuviéramos conspirando contra el Norte. —¿Qué hacíais entonces?


Bolsilibros - California 362. La legión de los furtivos, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

El sol de la mañana, ya empezando a alborear, apenas si conseguía filtrar la luminosidad de sus rayos a través del tupido toldo de frondosas y altas ramas que se entrelazaban en las alturas, formando una muralla que desafiaba la fuerza del astro rey. 
Sin embargo, en medio de aquella tupida espesura, ahora había un ancho claro en el que el sol vertía la fuerza de su luz, como gozosa de que algo imprevisto le hubiese abierto una siniestra ventana por la que asomarse a las entrañas del bosque, sin obstáculos invencibles que se le opusieran. 
Pero aquel amplio boquete no había existido nunca; nació horas antes de una manera siniestra, abierto por el poder destructor de un incendio a saber provocado por quién.


Bolsilibros - California 364. Ciudad infernal, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Quieres beber algo, Sam? —Sí. Dame un doble seco. —¿Han terminado ya? —Palta la deliberación del jurado. —¿Por qué has salido entonces? —Sé lo que van a decir.


Bolsilibros - California 369. Los errores se pagan, de Fidel Prado

Novela, Aventuras

Fidel Prado Duque. Nació en Madrid el 14 de marzo de 1891 y falleció el 17 de agosto de 1970. Fue muy conocido también por su seudónimo F. P. Duke con el que firmó su colaboración en la colección Servicio Secreto. Autor de letras de cuplés, una de las cuales alcanzó enorme relevancia: El novio de la muerte, cantada por la célebre Lola Montes, impresionó tanta a los mandos militares que, una vez transformada su música y ritmo fue usada como himno de la legión. Fue periodista y tenía una columna en El Heraldo de Madrid titulada “Calendario de Talia”; biógrafo, guionista de historietas y escritor de novela popular, recaló como novelista a destajo en la 'novela de a duro'.


Bolsilibros - California 380. Fama de rápidos, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Siguieron cabalgando sin mucha prisa y, al anochecer, se dispusieron a descansar. 
Mientras Dan hacía fuego para preparar un poco de comida, Bill vigilaba la llanura desde una colina. 
Minutos después, Dan le llamó para comer. 
Lo hicieron tranquilamente y charlando de infinidad de temas. 
Después de tomar una buena taza de café cargado, fumaron tranquilamente y luego se dispusieron a acostarse. 
Primero apagaron el fuego.


Bolsilibros - California 410. La caravana muerta, de A. Rolcest

Novela, Aventuras

Sinopsis no encontrada


Bolsilibros - California 412. El tigre sediento, de A. Rolcest

Novela, Aventuras

Sinopsis no encontrada


Bolsilibros - California 424. Yo maté a Horace Fuller, de Fidel Prado

Aventuras, Novela

Margaret se mordió los labios hasta hacerse sangre para estrangular en su garganta el grito angustioso que pugnaba por salir al exterior; sabía que si gritaba, Archibal Story, que no estaba muy lejos, acudiría en su auxilio y la tragedia no tendría remedio. 
Pero tenía que evitar el abrazo salvaje y codicioso de Horace Fuller, quien la había sorprendido junto al cobertizo donde iba a dar de comer a las gallinas y trataba de arrastrarla hacia la parte trasera, al tiempo que intentaba aferrar su cuello para que no gritase. La lucha era salvaje, la joven sabía sobradamente quién era el menor de los hermanos Fuller—aunque poco tenía que echarse en cara con el resto de la familia—, y estaba segura de que si flaqueaba, aquel malvado llevaría adelante su empeño de mancillar su honestidad, sin pensar en los resultados posteriores.


Bolsilibros - California 436. Trampa para un luchador, de Cliff Bradley

Aventuras, Novela

Cuando Lee Yancey encontró al otro hombre, llevaba tres días con sus noches galopando a través del nordeste de Tejas y la región salvaje del sureste de Oklahoma. Y como durante aquellos días y noches su mayor interés había estribado en apartarse de las cercanías de todo ser humano, el encuentro le habría causado vivo disgusto a no ser porque el otro hombre estaba muerto. Lee tenía a la sazón veintiocho años, y era más que conocido en Tejas. Su fama se debía a ciertas peculiaridades de su carácter y conducta, que le habían hecho ser motivo de preocupación para un montón de sheriffs y el cuerpo de rurales. Y como cuando los rurales perseguían a un hombre a éste sólo le quedaban tres alternativas, a saber: muerte, cárcel o exilio voluntario lo más lejos posible del Estado de la Estrella Solitaria, Lee, con muy buen acuerdo, y tras haber dejado malherido a un rural en Tyler, cabalgaba poniendo toda la tierra posible entre su persona y los temibles representantes de la Ley.


Bolsilibros - California 463. Un rebelde y la ley, de Alf Regaldie

Aventuras, Novela

Cuando Sidney Custer oyó que quedaba libre, que no se le consideraba culpable, no se movió un solo músculo de su rostro, en el que siguió dominando su gesto de hastío, de despectiva indiferencia por lo que podía suceder. El abogado defensor, un viejo de agradable aspecto, aunque presentaba inequívocos síntomas de alcoholismo crónico, se acercó a él y le tendió la mano. —Enhorabuena, señor Custer. Yo estaba convencido de su inocencia, y por eso me hice cargo de su defensa; con todo ello, a no haber sido por la valerosa declaración de esa joven, temo que habríamos fracasado. Le felicito y me felicito. —Gracias, señor Williers. ¿Qué le debo por su gestión?