El sheriff bebió otro vaso de whisky.
Kenzal marchó hacia su oficina.
Stanley le vio pasar cuando paseaba. No le concedió la menor importancia.
Kenzal no vio a Stanley.
Las oficinas que la compañía del bórax tenía en esa parte del valle estaban bastante cerca de la pequeña población.
La muchacha estaba contenta.
Gozaba anticipadamente de lo que se iba a reír con sus amigos de San Francisco y San Bernardino.
Al otro día tenían que ir a esperar al grupo, que llegaba en el tren.
De los ranchos inmediatos acudirían muchos invitados también.
Mike Nolan se desvió del camino para acercarse a los humeantes rescoldos de lo que había sido una granja. Se detuvo ante los restos calcinados. Los comanches se habían cebado en las sencillas construcciones, en las tierras sembradas y, lo que era peor, en las personas. Mike se descubrió al posar su aguzada mirada en las dos tumbas, recientes, situadas unos pasos más allá de los restos de la granja.
Caminaron los dos por el centro de la calle principal, siendo saludado por mucha gente el hombre que acompañaba al sheriff. Los empleados del saloon que los hombres de Charles Baxter habían destrozado sacaban del local los restos de las mesas que habían sufrido las consecuencias de la pelea. Estos miraron con respeto a los dos hombres que entraron sin pronunciar una sola palabra. Rita, la propietaria del saloon, les salió al encuentro.
El crepúsculo ardía como una llama roja sobre las montañas cuando el primer calesín llegó ante la granja de Larry Andrews. En el calesín viajaban Clark Almaunisky y su esposa, un matrimonio de edad mediana, rostros curtidos y espaldas que el trabajo duro en una tierra que ellos habían convertido en fértil comenzaba a doblar inexorablemente.
Gordon Lumas es uno de los seudónimos utilizados por José María Lliró Olivé. También utilizó los ALIAS, FIRMAS, SEUDÓNIMOS: Buck Billings, Clark Forrest, Delano Dixel, Gordon Lumas (A veces, Gordon C. Lumas), Marcel D’Isard (grupal), Max (a veces, Mike) Cameron, Mike Shane, Milly Benton, Ray Brady, Ray Simmons (a veces, Simmonds), Ricky C. Lambert, Sam M. Novelista de variados registros, durante la dictadura franquista convirtió la novela de bolsillo en “novela de acción reportaje”, narrando en forma de ficción, los acontecimientos reales que sucedían en Barcelona, durante tiempos de brutal represión y feroz propaganda.
Hacía un año que César Cruz iba de un lado para otro, y siempre moviéndose por tierras denominadas como territorio apache, intentando encontrar a alguien que pudiera informarle de quiénes habían podido ser los secuestradores de su hermana y sobrino, desaparecidos del rancho que su cuñado poseía en las proximidades de Bisbee. A pesar de su constante trasiego de ir de un lado para otro, nunca se encontró con su cuñado, que sabía rastreaba como un loco a los secuestradores de su esposa e hijo. Lo que ignoraba César era que su cuñado, en el momento que decidió salir tras el rastreo de los secuestradores de sus seres queridos, había tomado la precaución de cambiarse el nombre, para que no pudieran relacionarle con los secuestradores y de esa forma tener más libertad para hacer preguntas sobre lo que le interesaba.
Un sinfín de muchachas bonitas están esperando a que entres... La muchacha se cogió del brazo del joven y tiró de él hacia el interior del local. —No te lo dejes olvidado por ahí dentro. Si se pierde, terminaría por echarse a llorar. Un coro de carcajadas rodeaba a los dos jóvenes. El se soltó del brazo de la muchacha y, acercándose al que le insultaba, le dijo: —Yo no te he molestado para nada. ¿Por qué me provocas?
Sam Gitlin salió a la puerta de su bien surtido almacén y tendió la mirada por la polvorienta calle. Soplaba el viento y levantaba el polvo de la tierra creando una especie de neblina muy molesta.
Sam Gitlin maldijo entre dientes. Días así arruinaban cualquier negocio, porque las mujeres preferían quedarse en sus casas, antes de arriesgarse a tragar ingentes cantidades de aquel desagradable polvillo.
—Mal negocio, ¿eh, Sam?
Se volvió. Su vecino, propietario de la ferretería, estaba también en la acera contemplando el incómodo panorama.
Más allá se abrió la puerta de la peluquería y el barbero salió echando chispas.
Gordon Lumas es uno de los seudónimos utilizados por José María Lliró Olivé. También utilizó los ALIAS, FIRMAS, SEUDÓNIMOS: Buck Billings, Clark Forrest, Delano Dixel, Gordon Lumas (A veces, Gordon C. Lumas), Marcel D’Isard (grupal), Max (a veces, Mike) Cameron, Mike Shane, Milly Benton, Ray Brady, Ray Simmons (a veces, Simmonds), Ricky C. Lambert, Sam M. Novelista de variados registros, durante la dictadura franquista convirtió la novela de bolsillo en “novela de acción reportaje”, narrando en forma de ficción, los acontecimientos reales que sucedían en Barcelona, durante tiempos de brutal represión y feroz propaganda.
Gordon Lumas es uno de los seudónimos utilizados por José María Lliró Olivé. También utilizó los ALIAS, FIRMAS, SEUDÓNIMOS: Buck Billings, Clark Forrest, Delano Dixel, Gordon Lumas (A veces, Gordon C. Lumas), Marcel D’Isard (grupal), Max (a veces, Mike) Cameron, Mike Shane, Milly Benton, Ray Brady, Ray Simmons (a veces, Simmonds), Ricky C. Lambert, Sam M. Novelista de variados registros, durante la dictadura franquista convirtió la novela de bolsillo en “novela de acción reportaje”, narrando en forma de ficción, los acontecimientos reales que sucedían en Barcelona, durante tiempos de brutal represión y feroz propaganda.
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El hombre que recibió el puñetazo tenía unos cincuenta años, era delgado y sus ropas desastradas estaban cubiertas de sudor y polvo formando una dura costra. El puñetazo le envió dando tumbos contra la baranda de la acera. La baranda se rompió y el hombre volteó hasta la calle, donde hundió la cara en el polvo. Quien le había golpeado tendría alrededor de los treinta, era alto y de hombros poderosos, cara roja de ira y largos brazos. Quizá porque los tenía tan largos llevaba el revólver tan bajo. Riéndose entre dientes en medio de la cólera que le dominaba, bajó de la acera hacia su víctima.
En lo que había sido «tierra de nadie», como camino conductor de ganado en la ruta que se denominó de Texas y que fue abierto por Chilshon, empezaron a montarse poblados y a hacerse instalaciones de ranchos. Poblados que, como es lógico, vivían para y de la ganadería, siendo, en realidad, pequeñas agrupaciones de viviendas de madera, como las cabañas que los cazadores tenían en las montañas.Brownfield era uno de estos poblados, que fue famoso en los años de 1880 a 1882.
Gordon Lumas es uno de los seudónimos utilizados por José María Lliró Olivé. También utilizó los ALIAS, FIRMAS, SEUDÓNIMOS: Buck Billings, Clark Forrest, Delano Dixel, Gordon Lumas (A veces, Gordon C. Lumas), Marcel D’Isard (grupal), Max (a veces, Mike) Cameron, Mike Shane, Milly Benton, Ray Brady, Ray Simmons (a veces, Simmonds), Ricky C. Lambert, Sam M. Novelista de variados registros, durante la dictadura franquista convirtió la novela de bolsillo en “novela de acción reportaje”, narrando en forma de ficción, los acontecimientos reales que sucedían en Barcelona, durante tiempos de brutal represión y feroz propaganda.
—Escuche, sheriff. Mi nombre no creo que pueda decirle nada, soy un ciudadano libre de la Unión y, como tal, puedo andar por donde me plazca. —Y, como autoridad, yo puedo interrogarte. —¿Me acusa de algo? —No, pero... —Será preferible que me deje tranquilo. No tardaré mucho en marchar.
Los buscadores de oro de Clinty Pass vivían peor que las mismísimas ratas del desierto. Las agrestes colinas eran sus moradas durante meses y meses. Cercados por los desfiladeros. Azotados por la lluvia, la ventisca o por un sol implacable.
Muy pocas eran las comodidades de que disfrutaban aquellos rudos hombres que serpenteaban por los desfiladeros, picoteaban en las montañas y sumergían las pailas de lavar a lo largo del Clinty Creek. La más cercana localidad civilizada, por decirlo de alguna forma, era Reed City. Aproximadamente a una semana de tiro de mula. Los buscadores no contaban con briosos caballos. El paso de una carreta por los desfiladeros de Clinty Pass era penoso y lento.
De ahí que los buscadores de oro permanecieran en la zona. Eran muy pocos los que se aventuraban a perder un par de semanas, entre ida y vuelta, en desplazarse a Reed City. Los que llegaban lo hacían ya con provisiones para largo plazo.