Una llamada de auxilio, una barca en problemas en el cabo de Hornos, tres hombres en una misión de salvamento, la historia de los pioneros en el territorio más hostil del planeta: un desierto eterno de hielo y nieve; un hombre que ha abandonado todo para vivir como un aborigen y otro que se convierte en una especie de bandera en el continente antártico. Todas historias de hombres que se enfrentan a su entorno que se entremezclan en esta novela cuando a mediados del siglo XX, es decir, hace menos de 70 años, la Antártida recién se integraba al territorio nacional y era considerada una leyenda. De toda la obra de Francisco Coloane, esta novela es tal vez la que mejor resume su gran obsesión literaria: el enfrentamiento del hombre con su entorno. Los conquistadores de la Antártida presentada como una gran historia de aventuras, es también un viaje físico y moral al interior de un grupo de solitarios anclados en el fin del mundo que nunca saben si tendrán un mañana.
Todo comienza en Sicilia en 1890, cuando, al terminar su mejor obra —un acordeón de diecinueve botones de marfil y tapa laqueada—, un artesano sueña con América. Junto con su hijo de once años, y sin más pertenencias que el instrumento, se embarca rumbo al abigarrado puerto de Nueva Orleans. Allí le espera un insospechado mundo hostil e implacable al que sólo sobrevivirá el acordeón. Con él asistiremos a la fundación de una ciudad en el estado de Iowa, en el seno de otra comunidad de emigrantes, esta vez alemanes. Luego pasará por las manos sucesivas de varias familias, que conocen la riqueza y la ruina en el nuevo mundo, y así, de Iowa a Texas, de Maine a Louisiana, entre africanos, polacos, noruegos, irlandeses, vascos y franco-canadienses, seguiremos sus pasos por una América ásperamente racista que se construye a sí misma, una América cuyo último vínculo con el pasado será la voz humilde y destartalada de un acordeón.
«Fecundidad», novela en la que Zola expone sus tesis natalistas, es la primera entrega de la serie «Los cuatro Evangelios» que sigue inmediatamente al ciclo de «Las Tres Ciudades» y parte de él. Sus cuatro novelas están construidas alrededor de cada hijo de Pierre y Marie Froment, héroe de «Lourdes», «Roma» y «París». Originalmente planeado para componerse de tres novelas («Fecundidad, Trabajo, Justicia»), Zola agrega «Verdad» en el proceso de escritura. Pero la muerte del escritor impide que la realización de la última novela permanezca en el estado de simple proyecto.
«Verdad», la tercera novela del ciclo «Los cuatro evangelios», es la adaptación del caso Dreyfus en el mundo de la Instrucción Pública, ilustrada principalmente por la lucha entre laicos y clérigos. La obra se concibe en el contexto del proyecto de separación de Iglesias y Estado. Marc Froment, maestro, trata de defender a su colega, Simon, judío, acusado injustamente, luego condenado, por haber violado y matado a un escolar. Todo el clero aparece como la fuerza impulsora de la acusación, falsifica la evidencia, influye en la justicia, protege al verdadero culpable, un hermano de las Escuelas Cristianas, con el objetivo de desacreditar a toda la escuela secular a través del acusado. La escritura de la obra se extiende desde julio de 1901 hasta agosto de 1902 y aparece serializada en «L’Aurore» desde septiembre de 1902 hasta febrero de 1903. La muerte del escritor, el 29 de septiembre de 1902, le impide presentar sus correcciones a gran parte de la novela. El volumen, que aparece en marzo de 1903 con Charpentier, está bordeado de negro en señal de luto
Manuel Ciges Apariciotras ingresar en el ejército en el año 1893, en breve tiempo llegó a ser sargento y hasta sustituyó en el mando a un teniente en la Cuba colonial, pero acabó en la cárcel del Castillo de la Cabaña (La Habana) por haber atacado la actuación de las autoridades militares, y concretamente la del general Weyler, en una crónica que intentó enviar a «L’Intransigeant» de París y que fue interceptada, valiéndole la acusación de traición y corriendo el serio albur de ser fusilado. La acusación se redujo al no haberse hecho efectiva la publicación y se limitó al hecho de relacionarse con independentistas. Publicó, entre 1903 y 1910, cuatro libros autobiográficos. Inició la serie con «El libro de la vida trágica: del cautiverio» (1903), donde relata su estancia en la prisión colonial y fue un auténtico éxito, de forma que se reimprimió cuatro veces más. La serie esta compuesta además por «El libro de la vida doliente: del hospital» (1906); «El libro de la crueldad: del cuartel y de la guerra» (1906) y «El libro de la decadencia: del periodismo y la política» (1907).Es considerada por José-Carlos Mainer una de las obras maestras de su tiempo.
La secuencia de los hechos que nos relata Ciges en la tetralogía no coincide con la publicación de los libros. Los correspondientes a este, su segundo libro por orden de publicación, habría que situarlo, temporalmente, dentro de su tercer libro.El relato se inicia con su ingreso en el Ejército como recluta en Barcelona, su primera experiencia bélica en la Campaña de Melilla en el otoño de 1893 y las grandes maniobras de 1894 en Manresa -todo ello relatado al inicio del Libro de la crueldad (1906)- hasta su ingreso en el hospital en mayo de 1895 -relatado en este que nos ocupa.Una enfermedad le obliga a ingresar en el hospital de Manresa y después en el Militar de Barcelona en 1895, ya con el grado de sargento, para curarse un herpes en los brazos. De aquella circunstancia nace El libro de la vida doliente: Del hospital, publicado en 1906, que es una denuncia de la hipocresía y la opresión que las monjas cuidadoras ejercían sobre los enfermos, de las cuales se salva sólo la figura angelical de sor María de los Ángeles, no se sabe bien si es real o ficticia, porque con Ciges no siempre es fácil saber dónde acaba lo autobiográfico y dónde comienza la ficción.Al poco de volver al servicio, recuperado de su enfermedad, es enviado con su unidad a Cuba para participar en la Guerra de Cuba, hechos relatados en la cuarta parte del Libro de la crueldad, hasta que es arrestado en la prisión habanera de la Cabaña -relatado en el Libro del cautiverio (1903).Finalmente, sus experiencias en el mundo del periodismo y de la política son relatadas en su último libro, el Libro de la decadencia (1907).Esta tetralogía es considerada por José-Carlos Mainer (historiador de la literatura y crítico literario español, doctor en literatura española y catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza) una de las obras maestras de su tiempo.En las edición de cada uno de los libros se han mantenido las normas ortográficas de la edición original, a partir de la cual se ha realizado las presentadas aquí.
El libro de la crueldad: del Cuartel y de la guerra (1906), texto demoledor en las que ponía al descubierto la vida de los cuarteles y su actitud antimilitarista, presta soporte histórico a los dos primeros libros de esta serie y relata con agilidad y verismo la experiencia militar del autor entre 1893 y 1896, a caballo de dos campañas —Melilla y Cuba— vistas, no sin humor, en su cruda dimensión cotidiana. En Melilla vive sus primeros combates. Ascendido a sargento es destinado a Manresa. Con anterioridad a su marcha a Cuba publica dos artículos en El País, con el seudónimo de Escipión, defendiendo autonomía de Cuba en un caso y en el otro decantándose por la revolución en la política frente a la evolución. Pasa una larga enfermedad que le obliga a su hospitalización, vivencias que relata en El libro de la vida doliente: del hospital (1906). En su destino llegó a sustituir en el mando a un teniente, pero acabó en la cárcel del Castillo de la Cabaña (La Habana) por haber atacado la actuación de las autoridades militares, y concretamente la del general Weyler, en una crónica que intentó enviar a L’Intransigeant de París y que fue interceptada, valiéndole la acusación de traición y corriendo el serio albur de ser fusilado. La acusación se redujo al no haberse hecho efectiva la publicación y se limitó al hecho de relacionarse con independentistas, aunque es condenado a más de cuatro años de prisión. Su estancia en prisión las hace públicas en su libro El libro de la vida trágica: del Cautiverio (1903), testimonio autobiográfico de impresionante sinceridad pero de gran objetividad.Ciges Aparicio esboza con estilo impresionista y vivo varias situaciones de fuego, especialmente en la última fase de su libro Del Cuartel y de la guerra, que narra la persecución de Maceo por las Lomas de Pinar del Río, en noviembre de 1896, bajo el mando directo de Weyler.Intentando profundizar en la psicología bélica, Ciges Aparicio observa, con pesimismo español, que sólo el odio ciego y el instinto de supervivencia sostiene a los combatientes de ambos bandos, por encima de toda motivación ideológica.La evocación de los efectos de la política de tierra quemada, impuesta por Weyler a partir de 1896, alcanza en Ciges Aparicio dimensiones de épica irónica, con explícitas acusaciones contra el general mallorquín. El motivo clave de la crueldad innecesaria es la reconcentración de campesinos, prevista por Martínez Campos, y decretada por Weyler en octubre de 1896, que ninguna pluma española denunció con tanto vigor como el sargento Ciges, una conciencia civil accidentalmente armada.En 1898 es repatriado e indultado.Esta tetralogía es considerada por José-Carlos Mainer (historiador de la literatura y crítico literario español, doctor en literatura española y catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza) una de las obras maestras de su tiempo. En las ediciones de cada uno de los libros se han mantenido las normas ortográficas de la edición original, a partir de la cual se ha realizado las presentadas aquí.
Manuel Ciges Aparicio fue soldado, periodista, escritor y político republicano, su producción literaria y periodística fueron fruto de las experiencias vividas. Escritor fiel a sus convicciones, comprometido políticamente y siempre entregado a denunciar las injusticias y cercano a los problemas de la España de entonces, lo que le acarreará su fusilamiento en agosto del 36 y su ostracismo en la literatura española.Publicó, entre 1903 y 1910, cuatro libros autobiográficos. Inició la serie con «El libro de la vida trágica: del cautiverio» (1903), que relata su experiencia como soldado en Marruecos y su condena a muerte en Cuba y fue un auténtico éxito, de forma que se reimprimió cuatro veces más. La serie esta compuesta además por «El libro de la vida doliente: del hospital» (1906); «El libro de la crueldad: del cuartel y de la guerra» (1906) y «El libro de la decadencia: del periodismo y la política» (1907). Es considerada por José-Carlos Mainer una de las obras maestras de su tiempo. «El libro de la decadencia», publicado por vez primera en 1907, es un libro que enseña, explica y cuenta muchas cosas de aquella y también de esta España. Cualquiera que viva hoy, desde dentro, los ambientes del periódico y de la política, sentirá y creerá que el tiempo ha pasado en balde por el uno y por la otra. La misma desilusión, la misma tristeza, la misma o parecida corrupción, los mismos o muy parecidos protagonistas. Describe ansiedades y decepciones vividas en Zaragoza con notable lucidez, al frente del diario republicano El progreso, del que se vio forzado a abandonar la dirección por las mezquinas intrigas de quienes se habían juramentado para derrocar a la monarquía e implantar la moralidad pública.
Si Dios está en los detalles, entonces la dignidad de un hombre cabe en el gesto con que apaga una colilla y el dolor de una mujer aparece de pronto en el modo desmañado con que repasa el carmín de sus labios mustios. En estos cuentos reunidos y escritos en la época más fructífera de Pavese, entre 1936 y 1946, se condensan los temas queridos del autor. Son unos lugares, unos seres y unos tiempos que luego veremos repetidos en sus novelas y ensayos: la soledad de los campesinos y el desconcierto de los obreros, el rencor y la rebelión de unas amas de casa abandonadas por el amor y obligadas a buscar otras razones de vida, los silencios que casi pueden palparse alrededor de una mesa en una cena de familia, las caricias furtivas en los prados, unas copas de vino peleón con los amigos y el sexo cansado en ciertos hoteluchos de la periferia de Torino. Con esos retales de vida, Pavese cosió gran literatura, una prosa capaz de cruzar fronteras para instalarse en el ánimo de quien lee y hacer preguntas incómodas, que obligan a revisar nuestra idea del mundo.
El 21 de noviembre de 1869 un estudiante radical de la Escuela de Agricultura de Moscú, Iván I. Ivánov, era asesinado por cinco de sus compañeros, miembros del grupo revolucionario Represalia del Pueblo, que tramaba una revuelta para el 17 de febrero de 1870 (noveno aniversario de la liberación de la servidumbre). Dostoyevski se inspiró en este hecho para Los demonios (1872), tal vez la primera novela sobre una «célula terrorista». Aunque la intencionalidad política es evidente, el caos y la destrucción que recrea surgen de una sátira de costumbres tan hilarante como hiriente que poco a poco se va transformando en una tragedia clásica. En el centro destacan dos personajes de distintas generaciones: el maduro y «muy respetable» Stepán Trofímovich Verjovenski, que, después de una dudosa carrera en el ámbito académico, vive desde hace tiempo de la generosidad —y del amor— de una rica viuda a la que le gusta verse como protectora de las humanidades; y el hijo de ésta y antiguo pupilo de Verjovenski, el joven Nikolái Vsévolodovich Stavroguin, de quien todo el mundo se enamora y cuya vida incoherente y abismal no parece procurarle, sin embargo, ningún placer. Verjovenski dice de sí mismo: (« je suis un vulgar gorrón, et rien de plus »; Stavroguin cree que, si está poseído por algún demonio, será por «un diablejo pequeño, repugnante, escrofuloso, resfriado, de los fracasados». Estos personajes van revelando, entre la brutalidad y la fascinación, las complejas compensaciones que ofrece el «derecho al deshonor» —una de las obsesiones dostoyevskianas— en medio de una trama coral deslumbrante. La nueva traducción de Fernando Otero recupera en su integridad el gran estilo y la fuerza de atracción de esta obra maestra.
Dostoievski escribió Los demonios, su novela deliberadamente política, entre 1871 y 1872. Tomaba como punto de partida una noticia aparecida en la Rusia contemporánea: uno de los grupos nihilistas terroristas de la época, «La venganza del pueblo», comandado por un tal Nechaev, asesinaba a uno de sus miembros, acusado de soplón y, muy probablemente, por desobedecer las directivas del líder. Dostoievski, en esta ficción, calificada por la crítica como «el libro de la gran ira», se lanza con toda la vehemencia de la que es capaz a combatir la existencia de estos grupos revolucionarios. Profetiza a su vez sobre las organizaciones del terror que el siglo siguiente conoció en sus más perversas y variadas versiones. En los años ’50, Albert Camus dijo que los argelinos que enfrentaban a los militares franceses le recordaban a los nihilistas de Los demonios. Medio siglo más tarde, cuando cayeron las Torres Gemelas, volvieron a corporizarse los personajes de Dostoievski, esta vez como los terroristas islámicos que se inmolaron dentro de aquellos aviones. Los demonios tiene y seguirá teniendo ese efecto porque retrata como ninguna otra novela lo más electrizante, terrorífico y paradigmático de toda conjura: ese lugar donde la fe se cruza con el fanatismo, los fines se cruzan con los medios y los poseídos se topan con los vulgares mortales. La noticia de que un grupo nihilista de Moscú había asesinado a uno de sus miembros hizo que Dostoievski se sentara a escribir Los demonios, una novela que es un terrible ajuste de cuentas, tanto con los jóvenes que querían hacer la revolución en la Rusia de 1870 como con el pasado como revolucionario del propio Dostoievski, que había sido enviado a Siberia veinte años antes. Máximo Gorki dijo alguna vez: «Los demonios es el más perverso, y el más talentoso, de todos los intentos por difamar el movimiento revolucionario de la década del 70». Es la tercera incursión de Fedor Dostoievski en la novela trágica. Las dos anteriores fueron Crimen y castigo y El idiota. Al poco tiempo su imaginación afiebrada, militante y perseguida por acreedores completaría el conjunto con El adolescente y Los hermanos Karamazov. J. M. Coetzee pone en boca de Dostoievski esta sentencia que bien puede dar una clave para ingresar a sus demonios: «Escribo perversiones de la verdad. Escojo los caminos más tortuosos, me llevo a los niños a los rincones oscuros. Sigo la danza de la pluma. La lectura consiste en ser el brazo y ser el hacha y ser el cráneo que se parte; la lectura es entregarse, rendirse, no mantenerse distante ni burlón. La verdad puede llegarnos por caminos tortuosos, llenos de misterio». Algunos dirán que Los demonios es una «novela panfleto», otros la festejarán como una de las más macabras y a la vez sarcásticas invenciones del genio ruso. Nadie puede negarle su vigencia. Juan Forn
El 15 de julio de 1927 una multitud enardecida prendió fuego al Palacio de Justicia de Viena tras conocer que tres miembros de una organización de extrema derecha, que el día anterior habían asesinado a un niño en un enfrentamiento con socialdemócratas, habían sido liberados. En la revuelta murieron ochenta y nueve manifestantes y cinco policías y más de mil personas resultaron heridas, pero el saldo más notable de los disturbios de ese día fue la confirmación de que acababa una época y comenzaba otra cuya característica más saliente iba a ser la radicalización de las opiniones políticas, en una espiral de violencia que desembocaría en la anexión de Austria al Reich alemán de Adolf Hitler en 1938. La literatura carece de importancia frente a la muerte de un niño, pero la muerte de un niño no necesariamente carece de importancia para la literatura. Alrededor de esa muerte absurda, y de los hechos trágicos que desencadenó, el escritor austríaco Heimito von Doderer edificó una obra que es la mejor descripción y, al mismo tiempo, el broche definitivo para toda una época. A la altura de los más grandes libros de la modernidad, Los demonios, según la crónica del jefe de sección Geyrenhoff (1956), narra las peripecias de casi cien personajes cuyas vidas confluyen en aquel incendio. Esta crónica extraordinaria, traducida por primera vez al español, permite descubrir a uno de los autores más relevantes y más injustamente desconocidos de la literatura centroeuropea.
Los Ángeles, 1981. A sus diecisiete años, Bret está a punto de empezar su último curso de secundaria en Buckley junto a su exclusivo y sofisticado grupo de amigos: Thom, Susan y Debbie, novia de Bret, experimentan con el sexo, el alcohol y las drogas mientras aprovechan los últimos días de verano. Pero este sueño paradisiaco se desmorona con la llegada de un nuevo alumno: Robert Mallory es brillante, guapo y carismático, pero algo en él no encaja, y nadie más que Bret parece darse cuenta de que ese algo podría estar relacionado con la aparición del Arrastrero, un asesino en serie que amenaza a los adolescentes de la ciudad y a sus mascotas. El autor de «American Psycho» y «Menos que cero» nos brinda un emocionante y provocador viaje a su yo adolescente, un viaje cargado de un insaciable deseo sexual y de celos, obsesión y rabia asesina. Los destrozos es una absorbente historia sobre la pérdida de la inocencia y el complicado paso a la vida adulta, y también un vívido y nostálgico retrato de la década de los ochenta; una narración recorrida por el suspense, el terror, el erotismo y el inconfundible humor negro característicos de un autor que es el símbolo de toda una generación.
Sharar tiene 15 años. Sus sueños no son como los de cualquier adolescente de su edad. No le interesa salir con ningún chico. No le preocupan los exámenes. No sabe que quiere ser de mayor. Lo único que le importa es liberar a su hermana de la red de prostitución que la tiene secuestrada.
Una novela sobre la importancia de las narraciones para explicarnos el mundo. Una celebración del arte de contar historias. Ada regresa a su pueblo después de una estancia de tres años en Londres. Durante los largos meses de verano que siguen a ese retorno, se van produciendo los reencuentros con familia, amigos y un antiguo amor. Y también con el propio pueblo, ese lugar que la vio crecer. Con la intención de recuperar ese pequeño universo del que se había alejado, Ada empieza a inventar relatos en torno a todos ellos. Esta es por tanto la historia de Ada y la historia de las historias de Ada. Esta es una novela hecha de una sucesión de relatos. Este es un libro hecho de la suma de pequeñas narraciones que componen el mosaico de un universo íntimo y compartido. Irene Solà, aclamada autora de Canto yo y la montaña baila, debutó con esta novela –ganadora del Premio Documenta 2017– en la que juega con las palabras, los personajes y las ficciones, e indaga, explora, experimenta y por encima de todo se deja arrastrar por el placer y la necesidad de narrar, de contar historias.
Ocho potentes relatos sobre personajes confrontados con lo desconocido y con sus propios miedos. En uno de los cuentos reunidos en este volumen, la protagonista explica su encuentro con un albatros, ese pájaro solitario y de vuelo majestuoso al que Baudelaire dedicó un poema. Ella y su padre se topan con lo que llaman «albatros perdidos» o «albatros divagantes», aves que, debido al sobreesfuerzo por la falta de viento, enloquecen, se desorientan y acaban llegando a lugares muy alejados de su hábitat natural. Los protagonistas de estos ocho relatos son cada uno a su manera «divagantes». Algún acontecimiento inesperado ha quebrado las rutinas de sus vidas, los ha obligado a salir de su espacio habitual y a moverse por extraños territorios. Por ejemplo, la chica que un día conoce en un hospital a un tío proscrito durante años en su familia por algo que nadie quiere decir; el actor frustrado que inicia, sin darse cuenta, una vida distinta en la casa de un antiguo compañero de carrera a quien le han ido mejor las cosas; la mujer que vive con sus hijos en un mundo agonizante en donde conviene más estar dormido que despierto, o el narrador del magnífico cuento «La puerta rosada», quien descubre la solución para su insatisfactoria vida familiar en una callecita solitaria. Estos relatos, que transitan entre el realismo y la fantasía, enfrentan a sus personajes con esa obsesión que nuestra sociedad ha cincelado con la del éxito y el fracaso, y dan cuenta de la maestría que Guadalupe Nettel ha alcanzado en este género.
Una obra maestra sobre las complejas relaciones que pueden entablar la literatura y la vida privada. A finales del siglo XIX, un crítico estadounidense llega a Venecia para conocer a Juliana Bordereau, la antigua amante del célebre poeta romántico Jeffrey Aspern, muerto décadas atrás. Según los rumores, en el palazzo medio derruido de la anciana se conservan valiosos documentos del poeta, y el estudioso está dispuesto a cualquier cosa, incluida la seducción de una desdichada sobrina, para apoderarse de ese «botín». Sin embargo, él mismo se verá envuelto en una trama de sospechas y deseos ocultos aversos a sus ambiciones. En esta novela maestra sobre la herencia, el fervor intelectual y los espectros del pasado, Henry James estudia como nunca antes las complejas relaciones entre la vida y el arte. La crítica ha dicho: «La historia avanza con el ritmo y la tensión de un cuento de misterio, y el doble desenlace [...] la convierte en un drama supremo.» Leon Edel «Los documentos de Aspern es una fábula genial. Invoca miedos y deseos tan antiguos como modernos, aunque especialmente modernos.» Adrian Poole
El viaje a India de un niño mexicano para reparar su cerebro con un tratamiento futurista. Bárbara Anderson narra con brutal franqueza el día a día de tener un hijo con discapacidad: los retos dentro y fuera de casa, las complicaciones de salud y de vida; los cambios de prioridades; el Everest de cada día al tener un hijo con -hasta ahora- un diagnóstico irreversible como es la parálisis cerebral infantil. La autora detalla cómo emprende un viaje a India con toda su familia para que Lucca sea uno de los primeros niños en someterse a un tratamiento de 28 días, dos ocasiones durante 2017 y otra en 2019, y los asombrosos resultados que vieron en él: una neurogénesis que arranca con el Cytotron, aparato creado por el científico indio Rajah Kumar. Como buen viaje de todo héroe, la historia no termina ahí: Bárbara, a quien no le gusta aceptar un no por respuesta, se embarca en una lucha para lograr impulsar el uso del Cytotron en México. Un vistazo a las posibilidades que se abren desde ahora para pacientes con parálisis cerebral y otras condiciones neurológicas además de otro tipo de enfermedades como el cáncer desde México, el punto más lejano en el mundo a Bangalore.
Como las palomas de la fábula, Théodore y Dorothée se aman tiernamente. Esto no evita que se pregunten: ¿cómo divertirse?, ¿alimentarse?, ¿qué hacer con estos dos cuerpos?, ¿a qué dedicarse?, ¿deberíamos fundar una familia, trabajar, sentirnos indignados?, ¿qué hacen los otros? Esta novela, que relata el romance de una pareja de hoy, es también una pintura de la sociedad francesa de la década de 2000 y la generación que llega ahora a la edad adulta. Una generación engañada y menospreciada a menudo por su falta de pasión. La narración rezuma una inteligente ironía que hace a los personajes cómicos y terriblemente entrañables. La ironía de una generación cautiva de los dictados sociales.
«Los dueños de la tierra» es el modelo de novela vinculado a la mítica revista «Contorno» (1953-1960). Como lo fue «Don Segundo Sombra» respecto de la revista «Proa» y del movimiento martinfierrista de 1927. Según Ángel Rama, «corresponde vincularla, por lo menos con “Los de abajo”, la novela mexicana que logra la síntesis entre la tradición realista del siglo XIX y los acontecimientos revolucionarios. No se trata de una novela rural, sino del vaivén simbólico y vertiginoso entre Buenos Aires y la Patagonia». Nöel Salomon, a su vez, dijo: «“Los dueños de la tierra” es una novela política, cuyo lenguaje proviene de la narrativa norteamericana, pero cuyos procedimientos se vinculan a los relatos de Horacio Quiroga y a los del paraguayo Roa Bastos».