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Bolsilibros - Centauro 138. La canción del látigo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los asistentes al saloon aplauden la última canción de Helen. 
Ha sido, como la mayoría de su repertorio, una canción picaresca y atrevida. 
La muchacha, complacida, va hasta la mesa en la que están sus admiradores. 
Entre ellos está Henry Croissat, abogado de la ciudad, que viste con llamativa elegancia. 
También se halla el ayudante del director de las minas Montana, la compañía más fuerte en Butte, que controla las mejores minas de cobre existentes en aquellos contornos. Este ayudante, llamado John Durrant, se pone en pie para ofrecer asiento a la cantante. 
El propietario del local, que está con los aludidos, dice: 
—¡Muy bien, Helen! ¡Muy bien! Éstas son las canciones de verdadero éxito, te irás convenciendo de ello. 
—Sí, ya lo veo —comentó ella al sentarse.


Bolsilibros - Centauro 158. Exhibición con el rifle, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Henry Cross, uno de los ganaderos más importantes de la zona, entró sonriente en el local de Ralph Beth, saludando a los reunidos en general. Todos respondieron al saludo del ranchero, menos los que, sentados a las mesas de tapete verde, estaban ensimismados en sus partidas de póquer, juego a que eran tan aficionados los cow-boys. Henry Cross se aproximó al mostrador y, apoyando los codos en el mismo, dijo al barman: —¡Dame un buen vaso de whisky con mucha soda, Lud! ¡Es mucho el polvo que estamos tragando estos días con el dichoso rodeo!


Bolsilibros - Centauro 196. La pesadilla de Cheyenne, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Pero el vaquero les atrapó con sus enormes manazas y les puso en pie con facilidad. Hannover trató de ir a sus armas. La rodilla del vaquero le entró en el vientre con tanta violencia que lanzó un grito de dolor. Repitió casi en el acto el golpe con el otro. Les soltó del cuello y golpeó con los puños en los rostros de ambos.


Bolsilibros - Centauro 207. Terry, el rápido, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

A consecuencia de la gran inmigración que atrajo el descubrimiento de oro en Sutter, California, toda la parte norte del Estado, y especialmente en las proximidades de los cursos fluviales, quedó poblada debido al afán de los ambiciosos por encontrar el áureo metal en todos los riachuelos de mayor o menor importancia que no estuvieran muy alejados de Sacramento. Más tarde, el exceso de buscadores sin fortuna, en movimiento de reflujo, retrocedió hacia el interior, cruzando Washoe (Nevada), las tierras de los Mormones (Utah) y llegando hasta Colorado y Wyoming.


Bolsilibros - Centauro 305. La pesadilla de California, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

En Monterrey había varias familias que se habían cruzado con los “invasores”, como llamaban a los americanos los naturales. Había varias casonas de las hidalgas familias que tenían años antes todo California para ellos solos. Los Herrero llegaban en sus posesiones hasta Sonora, distancia que no se podía recorrer en varios días sobre un veloz caballo. Unas seiscientas millas de valles, montañas, ríos y praderas. La ganadería que criaban no guardaba relación con la enorme extensión de las propiedades.


Bolsilibros - Centauro 308. La dama del este, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—Desde que tú has llegado, mamá está mucho más animada. Cuando sucedió lo de papá, estuvo a punto de enterrarla... No te puedes imaginar cómo ha estado. Fue horrible.. —Hay que procurar olvidarlo, Mauren. Ya no tiene remedio. Peor momento pasé yo cuando contemplé su cadáver... No te puedes imaginar de qué manera murió. Abrazándose a su hermano, la muchacha lloró. —Tranquilízate, Mauren. Que no te vea mamá.


Bolsilibros - Centauro 310. Viejas cuentas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Cuánto debéis a Slim? —preguntó Bill a su madre y hermana. —¿Quién te ha hablado de ello? —inquirió la hermana, asustada. —Eso no importa. Lo que necesito saber es cuánto le debéis. —Cinco mil dólares —respondió la madre—. Creí que podría repoblar esto de ganadería, pero me mataron las reses que mandé traer. Fue obra de Slim, pero no he podido demostrarlo, y preferí callar para que no se metieran con nosotras. Creía que iba a conseguir el amor de Nora y estuvo cariñoso al principio... Hace poco que se ha quitado la máscara, y nos quitará el rancho si no le pagamos antes del año. —¿Cuándo cumple el plazo? —Dentro de dos semanas.


Bolsilibros - Centauro 323. ¡Cuidado con Ames!, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los que estaban en la estación por tener hábito de ir a ella para ver el movimiento de trenes, que era bastante inferior a lo que sería su deseo, miraban sorprendidos a Larry. Sabían que había sido llamado por el fiscal general y se comentó en los locales que esa llamada se debía a la presión de los amigos en la capital. Y desde luego estaban pendientes del nombramiento de otro juez, cuyo nombre había sido señalado a esos amigos de Santa Fe.


Bolsilibros - Centauro 330. ¡Vaya un juez!, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Cada día llegaban más forasteros que se dedicaban a la obtención de petróleo y los ganaderos soñaban con un río de ese oro negro en su propiedad. Como pasó en California, más tarde en Nevada en Colorado y en Montana, se produjo un tropel enorme. Y todos querían y estaban decididos a vivir del petróleo. Eran verdadera legión los que afirmaban que eran técnicos y especialistas. El número de sáloons aumentó en un mes solamente, en nueve.


Bolsilibros - Centauro 364. Falsa identidad, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Kearney había vuelto a ocupar su puesto, luchando heroicamente junto a sus compañeros. 
En el fragor de la batalla, James Warren, joven teniente del Ejército del Norte, contemplaba con profunda admiración el heroísmo de aquel grupo de valientes. 
Lee y el capitán Corbett cayeron con varios soldados, víctimas de la terrible explosión que estalló junto a ellos. 
Kearney corrió como un loco junto al amigo. El capitán, milagrosamente, no había sufrido herida alguna. Sin embargo, el teniente Lee, quedó con el rostro ensangrentado.


Bolsilibros - Centauro 387. Abusos imperdonables, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

A juzgar por la forma de caminar de Sam Baylor, no había duda que debía ser presa de un horrible cansancio. Iba tan encorvado, que a pesar de que era un joven de gran estatura, daba la impresión de todo lo contrario. Sus brazos caídos hacia adelante, se balanceaban inertes y sin ritmo armonioso que hablaban por sí mismo de una carencia total de energía. Sus piernas, completamente dobladas por las corvas, temblaban a cada paso, mientras arrastraba los pies por la arena abrasadora del desierto de Mojave.


Bolsilibros - Centauro 409. Cuota de protección, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

En Roswell y en el amplio local, propiedad de Jeremy, se iban reuniendo todos los ganaderos y comerciantes de la comarca, para celebrar una reunión convocada por el sheriff. Al ignorar todos las causas, por las que el sheriff celebraba aquella reunión, esperaban con impaciencia su llegada. Hablando por grupos, todos trataban de adivinar las posibles razones que pudieran motivar o justificar, aquella reunión. Ignorancia que provocaba un sinfín de comentarios injustificados.


Bolsilibros - Centauro 411. Dos marshals, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El capitán, desde el puente, miraba al grupo. Y como había dicho una de ellas, corrieron la mayoría junto a la borda para echar de su cuerpo cuanto habían comido en varias semanas. Se dejaban caer sobre las escotillas de otras bodegas cubiertas con lona. Agradecían las salpicaduras de agua que llegaban a ellas al romper las olas sobre la amura del barco. Pero el cabeceo de proa a popa parecía que les dejaba el estómago pegado a la garganta. Era desesperado ese movimiento.


Bolsilibros - Centauro 419. La cabaña del diablo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La joven y bella muchacha se retiró una vez cumplida su obligación. Terry y su esposa rindieron pleitesía a la honorable familia. Ambas mujeres entablaron animada conversación, segundos más tarde. Los recién llegados curiosearon el mobiliario con descarado interés.


Bolsilibros - Centauro 426. Estación peligrosa, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Con una sonrisa se despidió el capitán. Salió de la clínica mucho más tranquilo que había entrado. Moody era el mejor amigo que tenia en Lubbock. Una de las muchachas que servían de reclamo en el Amarillo, considerado como el mejor salean de la ruta de Texas, le obligó a detenerse.


Bolsilibros - Centauro 464. La partida de 5.000 $, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Recordaba que ella al inaugurar el local, no puso mesas para juegos, pero el barman y James, que se hizo amigo de ella en el hotel donde estuvo hospedada hasta que terminaron las obras, le convencieron para que pusiera mesas para que los conductores, ganaderos y vaqueros se entretuvieran. Quedó muy preocupada. Era un poco caprichosa y sobre todo, soberbia. No le agradaba la actitud de Myrna.


Bolsilibros - Centauro 480. Ya no era rural, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Era una lucha entre dos titanes. El caballo solía volver la cabeza con intención de morder el rostro del jinete. Y este le acariciaba hablándole con cariño... Pero no por ello cedía su encono. Encono que solo duraba el tiempo que el jinete estaba sobre el lomo. Cuando desmontaba, el caballo se unía a los otros que estaban en la segunda empalizada. No se preocupaba de quien poco antes había intentado morder. Sentada sobre la empalizada, Grace contemplaba la pelea entre los dos. Y reía complacida porque se daba cuenta que era el jinete el que ganaba terreno.


Bolsilibros - Centauro 481. A orillas del Mississippi, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¿Sabes algo de Sam? Me tiene muy preocupado su silencio. 
—Buenas noticias, Job… A pesar de los impedimentos que se le han ido poniendo, terminó su carrera por fin. ¡Estaba convencido que lo conseguiría! 
—Me estás engañando… ¡Son bromas demasiado pesadas, Paul! 
—Hablo en serio. Te enseñaré su carta en la que me comunica esta gran noticia. Hay otra para ti. 
El viejo Job la tomó nervioso en sus manos. 
—¿Te importaría leérmela, Paul? No puedo leer sin gafas…


Bolsilibros - Centauro 488. Acusación falsa, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Los ayudantes del sheriff , que tenían la misión de evitar la entrada a quienes no tuviesen algún cargo representativo de autoridad en la ciudad, no se atrevieron a negar el paso a míster Clifton Stone. 
Las autoridades reunidas allí, estaban pendientes del doctor que atendía al herido, a quien habían colocado en uno de los camastros de una de las celdas. 
Clifton Stone se aproximó a la celda, contemplando, en silencio, al herido. 
Cuando los reunidos se fijaron en él, le saludaron con simpatía.


Bolsilibros - Centauro 495. Miedo entre ventajistas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Anne y Joe abandonaron el local, para dar un paseo. 
En la calle se encontraron con el juez, que se unió a ellos. 
Mientras paseaban, los tres conversaron animadamente. 
El juez les habló de la mayoría de los propietarios de locales, explicándoles sus virtudes y defectos. 
Mientras le escuchaban, ambos jóvenes sonreían.