Menú



Buscar





Bolsilibros - Centauro 501. ¿Doctor o verdugo?, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El jinete que caminaba lentamente por el centro de la calzada, hundiéndose hasta los tobillos en el polvo, miraba en todas direcciones. A la puerta de las casas y de los establecimientos había personas apoyadas en el quicio de las puertas. Antes de llegar a la altura de alguna de esas puertas, aparecía otra persona para mirarle, lo que indicaba que esa segunda persona había sido llamada. Por fin, el jinete se detuvo frente a un letrero, sobre una puerta, que decía ser hotel. Y a la puerta, curiosa, había una muchacha joven, que sonreía. Sin salir de la calzada ni subir los escalones que separaban ésta de la entrada al hotel, preguntó: —¿Empleada? —Dueña.


Bolsilibros - Centauro 504. La loca del este, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Una vez en la ciudad, entraron en un saloon que Walter sabía era de Peter. Y bebieron un whisky. Peter se reunió con unos amigos, y Walter seguía ante el mostrador. Peter, al hablar con los amigos, se iba serenando. Walter, en cambio, estaba preocupado y asustado. En la ciudad se temía a Peter. Su equipo se había ido imponiendo día a día. Y a pesar de la importancia de la ciudad, temblaban ante ese equipo.


Bolsilibros - Centauro 514. Los diablos del amanecer, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Habría caminado casi media milla por esa calle, cuando vio frente a él, sobre una puerta amplia, un letrero sobre una tabla, que decía ser Hotel Saloon. Preferiría sólo hotel, pero no era cuestión de seguir buscando. Dejó la brida del animal sobre la talanquera sin amarrar y ascendió los escalones que separaban la entrada del hotel de la calzada donde el jinete se hallaba. Y una vez ante la puerta, sacudió con violencia su sombrero y una nube de polvo le envolvió. Con el mismo sombrero sacudió los pantalones y las altas botas de montar. Uno de los que estaban ante la puerta y que le miraba curioso, protestó del polvo.


Bolsilibros - Centauro 518. La fanfarronada de un tejano, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Al principio de llegar Ellery no agradó la presencia en esos pastos de centenares de ovejas, En el pueblo se comentaba con desagrado la presencia de ese ganado y eso que ya no había el encono de años antes. Y empezaban a admitir algunos ganaderos que era más productiva la oveja que el ganado bovino y necesitaba menos empleados. También sorprendió la raza de los perros que llevó con las ovejas. No habían visto nunca unos perros tan corpulentos.


Bolsilibros - Centauro 530. La verdadera historia de Peter, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Still cumplió su palabra. Estuvo hablando con Hill. Y éste le pidió a su capataz que eligiera a seis de los más belicosos del rancho. Y elegirán cuando la muchacha llegara con Peter. Así le harían acudir en ayuda de ella… Y Still dijo que sería admirable que se castigara a ese ganadero. Still dijo que no debían saber que era una petición suya. Y le tranquilizó Hill, asegurando que no se sabría.


Bolsilibros - Centauro 535. Incubadora de pistoleros, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Se agolpaban los curiosos ante el escaparate en que estaban expuestas las armas y la silla de montar que como premio se añadían para los ganadores de los ejercicios ese año. Y los premios, por capricho de los amigos del gobernador, invitados por éste, habían entregado dinero para agregar a la cantidad acordada por la comisión de festejos. Y al repartir lo añadido a lo acordado, resultó a tres mil dólares el premio al ganador de cada ejercicio. 
Las armas y la silla eran regaladas por el dueño del saloon Spanish. El periódico de la ciudad hizo saber la importancia de los premios, un mes antes de la fecha de las fiestas.


Bolsilibros - Centauro 542. Pruebas de inocencia, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El sheriff, observándole, sonreía con cierta tristeza. Sabía, por lo mucho que el joven quería a su abuelo, que debía estar pasando unos momentos de verdadera desesperación. Y lo peor de todo es que estaba convencido, por los informes que el juez le había dado, de la culpabilidad del detenido.


Bolsilibros - Centauro 543. Nido de buitres, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El teniente fue a la cantina donde sabía que estaba el mayor y como iba muy nervioso le dio cuenta de lo sucedido en el despacho del coronel y en el comedor. —¡No estaba cargado el rifle, pero él creía que lo estaba y se ha desmayado al ver que oprimía el gatillo! —¿Es qué está loca esa mujer? —dijo el mayor— ¿Es que no sabe el delito que es lo que ha hecho...? —¿Por qué le daba el coronel la orden de traer a Betty arrastrando? —dijo el capitán que estaba allí. —¡Es su padre! —dijo el mayor.


Bolsilibros - Centauro 560. Entre el fuego y el plomo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El padre de Verónica entró en el interior de la vivienda. Seguía muy enfadado. Y como conocía a su hija, estaba seguro de que no le dejaría comprar una piel más. Le habían escrito de la compañía haciéndole saber que era la hija la encargada de la factoría de la compañía en esa zona.


Bolsilibros - Centauro 564. Primer caso perdido, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Sonriendo, vanidoso a los que encontraban por la calle, iba un grupo dando gritos, con ¡vivas!, al nuevo sheriff, que iba en el centro del grupo, sacando pecho al caminar para que se viera la placa que muy brillante lucía orgulloso.


Bolsilibros - Centauro 573. Muchas complicaciones, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Fue muy frecuente en la colonización del Oeste que en los pueblos fuera el saloon la construcción más importante, alrededor de la cual se poblaba de viviendas. El saloon era el punto de reunión obligado, donde se debatían todos los problemas que se planteaban a la comunidad. De ahí que la propiedad de ese local ejerciera una gran influencia sobre los habitantes.


Bolsilibros - Centauro 579. Ventajistas bien uniformados, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Lo que empezó como una variedad festera, que se extendió por la mayoría de los pueblos del Oeste, acabó siendo para algunos un floreciente negocio, que la ambición y la codicia fueron conviniéndolo en una picaresca delictiva. 
Genéricamente se llamó a esa fiesta de principio, simplemente rodeo. Y el nombre continuó así. Pero ya, convertido en espectáculo de masas y con pago de una cantidad como espectador y otra distinta si quería participar.


Bolsilibros - Centauro 591. ¿No querías whisky? ¡Bebe!, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Para Liz era una buena noticia saber que habían visto a Upton, comprador de reses que solía visitar la población y en especial a los ganaderos cada un número determinado de meses. Era lo que ella esperaba para salir de la situación, que se estaba haciendo angustiosa. Y que solo ella sabía. Sin embargo, había otra persona que estaba bien informada. Sospechaba del director del banco por su amistad con Charles, ya que era este el que le informaba y por eso aseguraba Charles que pronto tendría que vender si quería comer.


Bolsilibros - Centauro 600. Un traje de madera de pino, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Relinchó con fuerza al ser castigado el caballo que montaba el sheriff.
Al llegar junto al hombre que había descubierto las huellas que buscaban, desmontó. 
Las pisadas eran recientes. 
Después de un rápido reconocimiento ocular a su alrededor, dijo el de la placa...


Bolsilibros - Centauro 601. Cuenta con todos, coronel, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Se dio con bastante frecuencia en la colonización del Oeste, casos de familias llegadas a la vez que, por distintas causas, de ambición unas y de envidias otras, ese cáncer social, se fueron separando. Hasta llegar a la separación y el encono.


Bolsilibros - Centauro 611. Levanta, cobarde, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Loretta era la propietaria del Paraíso que estaba asombrada y bastante incrédula de lo que observaba día a día y noche a noche. Cada tarde, la concurrencia era mayor. Cada día era menor el número de sillas sin clientes. Se movía con naturalidad, indagando si se encontraban complacidos. Felicitaba a las empleadas por su forma de acompañar a bebedores para no sentirse aislados. Antes de la inauguración, había conversado con las empleadas y les decía que no era sencillo lo que les iba a pedir. Que se movieran entre el lodo sin marchar el vestido. Y añadía que podía conseguirse.


Bolsilibros - Centauro 612. Fiestas con plomo, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Donald acudió a la llamada y se quedó sorprendido al ver que era una mujer y joven, la que había llamado. 
—¿Es ésta la casa de mister Stafford? 
—En efecto. 
—¿Está él en casa? 
—Un momento. ¿La anuncio? 
—No me conoce por el nombre. 
—¿No será usted miss Elsie de quien el señorito Allan habla con frecuencia? —No hay duda que sabe usted pensar. Yo soy, sí. 
—Avisaré al señor.


Bolsilibros - Centauro 630. Cuidado, ese caballo está resabiado, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Sandra marchó a la población para saber si había alguna carta para ella. Le gustaría saber quiénes de las amigas eran las que se presentaban allí. Amanda, aunque llamaba almacén a su casa, que en realidad lo era no agradaba llamarlo asi. Los que entraban en ese local, lo hacían en realidad para beber whisky. La dueña había sido compañera de Sandra en el colegio del pueblo antes de ir a otros del Este. Entró en el local y Amanda preguntó si sabia cuándo llegaban esos amigos.


Bolsilibros - Centauro 667. ¡Maldito sheriff!, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Laramie se había convertido en un verdadero infierno para las personas tranquilas y honradas. En el saloon Oreen, propiedad de Dickson, había cada vez más bullicio. Iba llenándose y la musiquilla no cesaba de emitir sus notas desafinadas que a los bailarines les parecía melodiosa en extremo. Sin embargo, presagiábase tormenta a juzgar por la actitud de todos, que con frecuencia echaban mano a sus armas para comprobar si salían con facilidad de sus fundas.


Bolsilibros - Centauro 669. ¿A «hacer» las siestas, duquesa?, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Lucy, la dueña del hotel saloon Erizo, miraba sonriente a los que entraban en ese momento en el local. Los cuatro entraban riendo y hablando entre ellos. 
Los clientes que en esos momentos había ante el mostrador dejaban el espacio libre ante el mostrador, que ocuparon los que entraron. 
Maud, una de las tres empleadas que tenía y que era la preferida de Lucy, estaba atendiendo a unos clientes que ocupaban una mesa. 
—¡Maud! —dijo uno de los recién entrados—. Una botella de whisky y cuatro vasos a esa mesa —y señaló la indicada—. Invitación de la casa, ¿verdad, Lucy? 
El barman miró a Lucy, que le hizo una señal afirmativa.