Horty, un estibador francés, recibe por correo en el cabaret una foto de una mujer. Llamados por la curiosidad, los demás clientes lo rodean y le tiran de la lengua. Horty se deja llevar por las circunstancias y empieza a contar su historia: había sido premiado en un concurso con un viaje a Southampton para ver partir al «Titanic», cuando en el hotel en que se alojaba le pidieron que compartiera su habitación con una joven camarera que no tenía dónde dormir. Horty narra los sucesos de esa noche con tal pasión que nadie se atreve a dudar de su veracidad. Pasan los días, se hunde el «Titanic» y la historia de Horty, repetida cada noche, se va cargando de anhelos, se va hinchando de deseos hasta tal extremo que poco importa ya si es cierta o deja de serlo. «Ésta es la historia de un amor tan extraño —afirma el autor—, que nunca estuve seguro de que me atrevería a escribirla. Pero al final, la necesidad de contarlo resultó más fuerte que mi pudor. Se trata de la pasión que —durante el año 1912, el año del «Titanic»— sintió Horty, un estibador de cincuenta y dos años, por Marie Diotret, una joven camarera del trasatlántico. El mundo no estaba hecho para ellos.» «La camarera del Titanic» es la historia de una mentira dicha casi sin querer. O, mejor dicho, de un deseo tan poderoso que para sobrevivir hubo de tomar la forma de la mentira.
La convivencia de un grupo de personas que deciden llevar a cabo una experiencia de vida comunitaria permite a Iris Murdoch hacer una exploración filosófica sobre el origen de la moralidad y de los comportamientos humanos a través de la confrontación entre los impulsos carnales y los religiosos. A la sombra y amparo de un convento habitado por una pequeña comunidad de monjas, cuya superiora ejerce una omnipresente función de orientación y control de vidas ajenas, un grupo de homosexuales, esquizofrénicos y alcohólicos enfrentan sus represiones, sus miedos y sus culpas con la inocencia de la juventud. Iris Murdoch desarrolla armoniosamente el pasado y el presente de los personajes, dejando patente su sensibilidad y talento para crear tipos humanos en un ambiente opresivo y enfermizo. Trata sus problemáticas con un humor distante que permite asistir a los conflictos de conciencia sin caer nunca en el tópico. «La campana» se sitúa a medio camino entre la novela de tesis y la figuración simbólica. Comparada en su día con Virginia Woolf, el mundo literario de Iris Murdoch está animado fundamentalmente por el deseo de recuperar una concepción humanista de la novela mediante la plasmación de personajes autónomos, distantes del autor y no reducibles a simples categorías sociológicas o a tipos psicológicos determinados. El amor, la culpa, la responsabilidad, las posibilidades de hallar la felicidad en la sociedad contemporánea, nuevamente aparecen en «La campana» con la dimensión filosófica que adquieren en el resto de la obra de Iris Murdoch.
Aristón es un joven «merillán» espartano, un hijo de «ciudadano». Sólo en dos aspectos resulta diferente de los demás jóvenes de su grupo: por una extraordinaria y exótica belleza de la que él mismo no parece ser consciente, y por la historia que acompañó a su nacimiento. Su madre, pese a ser la esposa de un respetable miembro de la Gerusía, ha vivido siempre con la convicción de que Aristón era hijo de un dios. Hijo de Dionisio. Aristón el bastardo debe su vida a los Inspectores de Eugenesia del Consejo de Estado, que le salvaron de la muerte argumentando que era un hermoso ejemplar de humano que había de ser preservado para mayor gloria de Esparta. El mismo día en que Aristón conoce a la mujer que ha de marcar su vida, comete una impiedad: llama a las Furias por su verdadero nombre, y en consecuencia se gana su inmortal cólera.
La canción de nosotros es una novela del exilio: el autor evoca su tierra prohibida, y la recrea a través de las aventuras que en sus páginas se entrecruzan, sobre el trasfondo de la dictadura militar, en el tiempo de los horrores y los desafíos. Los libros de Eduardo Galeano son inclasificables, porque alevosamente violan las fronteras que dividen los géneros literarios. Esta obra, sin embargo, puede ser definida como una novela. Así lo entendió el jurado del concurso Casa de las Américas, que en 1975 le otorgó ese premio, compartido con Mascaró, el cazador americano, de Haroldo Conti. Esta obra, novela o lo que sea, fue escrita en Buenos Aires en 1973 y 1974, en los primeros tiempos del exilio de su autor. Está dedicada a la ciudad de Montevideo. Fue premiada por la Casa de las Américas en 1975. Los capítulos de la Inquisición, provienen de los documentos recopilados por J.T. Medina en sus obras Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima (1569-1820) y El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en las Provincias del Plata, editadas en Santiago de Chile a fines del siglo XIX. Son transcripciones textuales, aunque el autor las ha armado a su manera y ha modernizado la ortografía.
Sicilia, año de gracia de 1935, en plena guerra de Abisinia. Michilino es un niño de seis años, inteligente y precoz, que intenta asimilar lo que ocurre a su alrededor con los mecanismos propios de su edad, intuyendo las cosas aunque sin llegar a comprenderlas. Hijo de Gerlando Sterlini, fascista ejemplar y prohombre de Vigàta, Michelino se abre paso en un mundo enfermo y peligroso, descubriendo, demasiado rápido como para salir indemne, la cara oscura y miserable de los adultos. Numerosos personajes se entrelazan en el devenir diario de la vida de Michilino: desde los padres, tan lejanos como absortos en consumar sus pasiones y ambiciones, hasta el avieso profesor Gorgerino, pasando por el engañoso sacerdote Burruano, la irresistible prima Marietta o el cruel Balduzzo, héroe de la conquista de la ciudad africana de Macalé.
Todos ellos contribuyen a transformar un despertar a la vida lleno de situaciones de tierna comicidad, en una tragedia que simboliza el horror de que es capaz el ser humano. Sobre el telón de fondo de una Italia provinciana inmersa en la complacencia ante una dictadura de éxitos deslumbrantes, Camilleri dibuja una realidad gris y brutal, anegada de corrupción y salpicada de episodios cotidianos de un dramatismo tan hilarante como sobrecogedor.
Andrea Camilleri, hoy por hoy el escritor más popular de Italia y creador del entrañable comisario Salvo Montalbano, hace gala una vez más de su dominio magistral del lenguaje para crear exuberantes universos y personajes que nunca dejan de conmover por su vigor y profundidad.
Alejandra Terry es una publicista de éxito que teme llegar a casa, donde esperan un hijo adolescente y un hombre al que ya no ama. Posee un apellido que es casi una marca en Madrid, signo de abundancia, tradición y patrimonio, pero que con los años ha ido menguando hasta el punto de ser más recuerdo que realidad. Ante este panorama, Alejandra trata de dar sentido a su vida en un contexto donde convergen pasado y futuro casi de manera simultánea con un padre atormentado que no cesa en su amargura y un amante que siempre la anima a avanzar. Una mañana, la protagonista despierta súbitamente por el sonido del teléfono: su madre ha muerto. A partir de este hecho, y a través de una carta a modo de testamento, Alejandra pone luz a episodios oscuros del pasado de su familia que, además, podrían incidir de manera determinante en el futuro de su propia vida. Esta novela es un billete que llevará al lector a un viaje desde la actual Europa descreída hasta la lujosa emergencia de Sudamérica, haciendo parada en la España encorsetada de la segunda mitad del siglo XX. Una aventura para los sentidos en la que Macarena López-Roberts hila con sutileza el mundo de anhelos, deseos, miedos y pasiones que atesora la protagonista y que atrapan al lector de principio a fin.
En apariencia, el doctor Justo Pastor Proceso lo tiene todo para sentirse afortunado: es ginecólogo en Pasto, una pequeña ciudad del sur de Colombia, tiene dos residencias, una mujer atractiva, una hija pequeña y otra adolescente, y una afición para sus ratos libres: investigar la verdadera historia de Simón Bolívar. Pero los enredos en los que se ve envuelto a raíz de la fiesta de los Inocentes y los desfiles carnavalescos del año 1966 hacen caer falsas apariencias, y el sorprendido doctor Justo Pastor Proceso asume que en realidad su mujer se burla de él, sus hijas no le tienen demasiado en cuenta, y sus amigos lo utilizan. Cuando el cacique local la emprende a tiros contra los artesanos que preparaban una carroza burlesca, al doctor se le ocurre aprovecharla para que el grupo escultórico muestre en su lugar la catadura histórica del libertador Bolívar. El vodevil da paso a la farsa y la farsa a un peligro real y una amenaza fatídica. En la Colombia de los años sesenta, todos prefieren vivir en falso antes que cuestionar los mitos fundacionales.
Érase una vez una joven alegre, con ganas de vida y de amor. Trabajaba en una joyería de una ciudad de provincias, y no pudo resistirse a los encantos de un apuesto policía que la encandiló con sus locuras. Se casaron y tuvieron dos hijos. Acabaron viviendo en un pequeño apartamento de Valladolid, que ahora el hijo, ya mayor, recuerda con nostalgia. Vuelven a su mente los días luminosos en compañía de la madre, su figura inclinada sobre la tela que estaba cosiendo, sus charlas con las amigas y su figura esbelta que revoloteaba alrededor de las camas de los dos niños de noche, protegiéndolos de los males que la vida acarrea consigo.Todo cambió el día en que uno de los hijos murió en un accidente que nadie pudo evitar. Desde entonces, una locura callada se infiltró en la mente de la madre. El marido, un hombre agresivo y poco dado a expresar sus sentimientos, fue viviendo de su trabajo y desahogando su amargura con otra mujer. El hijo, testigo atento de tanto dolor callado, fue creciendo hasta convertirse en un adulto más acostumbrado al recuerdo que a la acción.En ese mundo donde las emociones se guardan en sobres cerrados, de repente surge la posibilidad de una vía de escape: un viaje de la familia a Madrid, que la mujer aprovechará para rebelarse contra el destino que le ha tocado en suerte. El testimonio de este gesto está en una carta destinada al hijo, unas palabras que sería mejor no leer y que finalmente quedarán en la mente de quien narra como una muestra más del pacto que nos une a la vida: nadie vive como debe ni como quiere, sino como puede… El resto está a cargo de nuestra imaginación.
La casa de la calle Florida, lacerada por la demolición, busca en el recuerdo su resplandor perdido y nos cuenta su historia, entretejida con la de aquellos que la han habitado y con las voces de los objetos que la pueblan. Testigos de amores furtivos y traiciones, sus cimientos se estremecen al revivir el fratricidio consumado en el balcón una lejana noche de carnaval, o al recordar las pasiones clandestinas duplicadas en los espejos. Y así, abandonada por sus moradores ilustres, su cuerpo derruido acoge, en un último intento por retener la antigua nobleza, a los espectros del Caballero gris y de Tristán, el arlequín adolescente que se va desvaneciendo junto a ella.
Por primera vez en español, un amplio catálogo de relatos cortos de Ivo Andric, Premio Nobel en 1961 y uno de los grandes maestros de la literatura de los Balcanes. Las primeras historias forman parte de La casa aislada, obra póstuma publicada en 1976, considerada el testamento narrativo de Andric. En ellas encontramos a un escritor-narrador que habita una solitaria casa del casco antiguo de Sarajevo, cuya soledad se ve alterada por las visitas de personajes históricos o ficticios de diferentes épocas y condiciones sociales —desde aristócratas turcos, austriacos y franceses, hasta un geómetra, un director de circo o una prostituta—, que le van relatando circunstancias y episodios de su vida pasada o de la de otros personajes que les atormentan. Como elemento característico de todos los relatos, el sello fatalista del destino balcánico, tema central en la obra literaria de Andric, que recrea con gran belleza una atmósfera donde la vulnerabilidad y desdicha de los personajes se presentan como consecuencia natural del ambiente del que forman parte. El resto de narraciones que aparecen en el libro, publicadas entre los años 1920 y 1975 en distintos medios impresos, cubren la evolución temática, lingüística, estilística y de pintura de personajes del autor, desde su periodo de juventud —influido vivamente por las vanguardias de entreguerras— hasta su madura consagración como referente absoluto de las letras yugoslavas en serbocroata.
Considerada la obra más madura de Lorca, La casa de Bernarda Alba cierra la llamada trilogía de la tragedia formada también por Bodas de sangre y Yerma. Su carácter realista y la opresión en el pecho que se siente ante la represión de unas mujeres atrapadas en un frío infierno de luto, celos, silencio y sueños truncados, se ha interpretado como un presagio de los oscuros tiempos que se avecinaban y de los que el propio Lorca se convertiría en una víctima prematura. No obstante, la presente edición contrapone este magnífico texto a Los sueños de mi prima Aurelia, una comedia inacabada inspirada en la infancia del poeta, que nos demuestra que no había abandonado la ironía y el sentido del humor.
La novela cuenta la historia de la familia de Calman Jacoby, un comerciante judío que a partir de 1863, año de la derrota de la rebelión de los polacos contra Rusia, inicia un fuerte crecimiento económico desde sus primeras propiedades en Jampol, un pequeño pueblo de Polonia. Alrededor de este personaje, de su mujer y de sus cuatro hijas, la novela va trenzando un rosario de historias que, sin abandonar la trayectoria de cada uno de los personajes, va a retratar toda la evolución de la sociedad polaca durante la segunda mitad del siglo XIX, con especial acento sobre las comunidades judías.
El mundo de Singer es el paralelo literario de lo que en las artes plásticas representa la pintura de Chagall. La tristeza del ghetto, la amargura de un exilio milenario, el terror de las persecuciones, la consciencia de la marginación tejen una trama obsesiva en la que el humor -agrio humor- y la paradoja dan la dimensión exacta de lo real. Moralista tachado de inmoralista, el genio de este polaco se manifiesta con la misma fuerza desconcertante de Nabokov, otro ilustre desterrado. Los herederos es una de las obras más características de Singer. En ella nos presenta un friso poderoso de personajes a la manera dostoyewskiana: nihilistas conjurados para derrocar el imperio de los zares, judíos polacos, intelectuales comprometidos con la independencia de su pueblo, los inicios del sionismo, los emigrantes… Con la grandeza de un aguafuerte, la obra de Singer -a quien se le concedió el Nobel de Literatura 1978- se nos presenta como una de las más compactas, sólidas y representativas de nuestro tiempo.
En «La casa de Rosmer» se nos presenta a Johannes Rosmer, perteneciente a una larga estirpe de hombres poderosos y cuya esposa Beate se ha suicidado antes de comenzar la trama, según se cree, por problemas mentales. Previamente al luctuoso suceso, habían acogido en su casa a Rebecca West, una joven de la que Rosmer se ha enamorado y que lo apoya en sus intenciones políticas reformistas. Unas tesis a las que se opone su cuñado, Kroll, quién trata de sabotear sus planes. El drama se desencadena, no obstante, cuando Rosmer descubre que ha sido Rebecca quién ha incitado al suicidio a su esposa haciéndola creer que está embarazada del protagonista. Esta obra pertenece al período en que Ibsen se decantó por un estilo realista con un fuerte componente de crítica social, especialmente centrada en las clases altas de su país, que le encumbró como dramaturgo pero también le trajo numerosas polémicas e incluso algún que otro escándalo. «La casa de Rosmer» se publicó en 1886 y fue estrenada en el Teatro Nacional de Bergen unos meses más tarde.
Huérfana a los diecinueve años, Lily Bart es acogida por una tía en el seno de uno de los más antiguos clanes de la sociedad neoyorquina. Diez años después, aún no se ha casado, y ni su exigua renta personal ni la generosidad condicional de su protectora han hecho nada para favorecer su independencia. Empujada al mercado del matrimonio irá extraviándose y descendiendo a un mundo de feroces convenciones secretamente regido por la manipulación, el desafecto, el engaño y el chantaje.
Las acción transcurre en el Sur de los Estados Unidos para mostrarnos, con su habitual sagacidad narrativa, la tragedia de toda una sociedad personificada en Grady Dumbar, el último descendiente de una familia de hacendados, quien contempla, indiferente a todo y cínicamente inmerso en sus vicios, el hundimiento de sus propiedades. Su fracaso es el fracaso de todos porque él es el centro sobre el cual giran todos los habitantes de la casa.
Nueva Escocia, inicios del siglo xx. Dora Rare es la primera mujer en su familia después de cinco generaciones de hijos varones. Muy pronto Marie Babineau, la vieja partera de la zona, verá en ella signos de un don especial, y con el tiempo la muchacha irá entrando en el mundo de la anciana y de las mujeres; un mundo de embarazos no siempre deseados, remedios antiguos y oraciones, infusiones y milagros… La primera vez que Dora siente el palpitar de un recién nacido en sus brazos sabe que la fuerza de la vida la ha arrastrado sin remedio, y ya no tiene elección. De la mano de Marie aprenderá los secretos y los peligros de este oficio maravilloso. La construcción de un nuevo centro de maternidad, en el que se promete a las mujeres dar a luz sin dolor y en unas condiciones modernas e higiénicas, será un cambio para todo el mundo. Acusada de brujería y señalada por los hombres de su comunidad, Dora deberá emplear todas sus fuerzas para proteger la sabiduría que las mujeres han llevado siempre consigo. La casa de la luna es un inolvidable relato sobre la lucha de las mujeres por mantener el control sobre sus propios cuerpos, y un canto para que custodien la llama de lo ancestral en un mundo cada vez más deshumanizado.
«La casa de las dos Palmas» es el último duelo a muerte entre el poeta y el contador de historias, que no son de personas, sino un sola y que habitan en los más hondo de Manuel Mejía Vallejo. A veces, el poeta coge la guitarra y se sienta en el corredor del viejo caserón levantado en la montaña, junto a los farallones, para darle albergue a una familia condenada a vivir bajo una maldición. Y la historia se eleva y hay que celebrar el poderío de la luna llena y oír hablar a un hombre con los árboles del monte. Una familia signada por un hado funesto. Un padre autoritario y tenaz. Un grupo que se debate entre su sino y sus respectivas individualidades. Un país que apenas deja su carácter rural para entrar a una modernidad que no siempre se presenta signada por el progreso y el bienestar. La casa de las dos palmas relata la vida de la excéntrica estirpe de los Herreros «monstruosos», excesivos, sentenciosos, corajudos, contradictorios, crueles y tiernos, obsesionados hasta más allá de la muerte por sus delirios y sus ilusiones.
Adriana era una joven universitaria dotada de una extrema sensibilidad. El 07 de febrero de 1991, al regresar a casa tras una noche premiada de diversión, sufrió un grave accidente de circulación a la altura del Masjid o Mezquita Mayor de la capital, cerca del Tanatorio de la M-30. Permaneció ingresada cuatro años en estado de coma en el Hospital Doce de Octubre de Madrid, período durante el cual, frente a la pasividad de su cuerpo y a la alteración de su conciencia, ideó una obra de teatro desarrollada en el interior de su mente. La protagonista, una joven morisca llamada María Luisa, era asesinada en 1521 en la Casa de las Fuentes de la alquería de Askudar, la misma casa del pueblo granadino, Escúzar, donde su madre se crió. Pronto descubrió que los personajes habían cobrado vida propia y que, en realidad, había dejado de ser el lápiz que escribía esta historia para convertirse en observadora de excepción de un episodio ocurrido en la Granada del siglo XVI. Cuando despertó del coma, sólo retenía en su memoria el recuerdo de la Casa de las Fuentes, aunque para entonces María Luisa se había introducido ya en su interior.
Con la esperanza de afrontar una larga crisis matrimonial y poner punto final a su distanciamiento, Barbara y Ralph Amberg, una pareja de jóvenes abogados, han decidido pasar sus vacaciones de Navidad en Westhill House, una villa aislada, rodeada de bosques y prados, en las frondosas colinas de Yorkshire. Sin embargo, los acontecimientos no se desarrollan conforme a sus planes, puesto que una fuerte tormenta de nieve los aísla del resto del mundo. Así, mientras buscan leña para hacer frente a las bajas temperaturas, Barbara encuentra el diario de Frances Gray, la antigua propietaria de Westhill House. Fascinada por el hallazgo, Barbara se deja llevar por la historia de esta mujer contradictoria e independiente, siempre dispuesta a luchar contra las convenciones sociales imperantes, sirviéndose para ello de todos los medios a su disposición. De forma inevitable, Barbara se identificará cada vez más con la figura de Frances Gray, una fuente de inspiración que le servirá para enfrentarse a su destino más inmediato.