Descubre la serie de cosy crime más divertida del momento, número uno en ventas y ganadora del Premio Mystery and Mayhem Chanticleer, por una «verdadera sucesora de Agatha Christie» (Espace Culturel).
Alicia Finlay decide abandonar su aburrido club de lectura y crear uno nuevo dedicado en exclusiva a su género favorito: las novelas de misterio. Tras un arduo proceso de selección, los siete elegidos del club del crimen —una despistada bibliotecaria, una dueña de tienda de ropa vintage, un paleontólogo, un apuesto doctor especializado en venenos, una rica ama de casa y la propia hermana de Alicia— no quieren perder ni un segundo para zambullirse en sus libros preferidos. Sin embargo, pronto tendrán que enfrentarse a un caso real: uno de ellos será víctima de un intento de asesinato y otro desaparecerá. Nadie mejor que el club del crimen para acometer esta investigación, y no hay ayuda más valiosa que la de sus detectives de cabecera. De la mano de inolvidables personajes como Hércules Poirot o Miss Marple, estos ávidos lectores se lanzarán a la calle, decididos a encontrar las claves que solo un verdadero amante del suspense podría descifrar.
La crítica ha dicho:
«Pura ficción detectivesca. Larmer es una verdadera sucesora de Agatha Christie. La historia es magnífica, todos los personajes son únicos y aportan muchísimo a la historia. Me lo he pasado muy bien leyéndolo y estoy deseando empezar la siguiente entrega». (Espace Culturel)
«Un verdadero flechazo. Una serie que seguiré muy de cerca». (Cultura)
«C. A. Larmer ha creado una atractiva historia con una investigación vinculada a un episodio de la vida de Agatha Christie, [con] una galería de personajes interesantes [y] dos hermanas cuya dinámica funciona a la perfección […]. Con espacio para los placeres de la vida, la gastronomía y el amor, esta es una historia que se lee con placer […]. Una primera entrega cautivadora». (Le Littéraire)
«¡La estoy disfrutando muchísimo! [Es] adictiva […], la novela perfecta para relajarse, [una historia] que te empuja a volver a zambullirte en la divina Agatha Christie». (Librairie Zannini)
«Leerla es un auténtico placer, […] recuerda a aquellas queridas novelas policiacas de la infancia». (Ma(g)ville)
«A los amantes del cosy crime y de Agatha Christie: esta novela está hecha para vosotros». (Les lectures de Stefa)
La serie de «cosy crime» número uno en ventas. “La digna sucesora de Agatha Christie” («El Mundo») regresa con un caso a bordo de un crucero del que nadie podrá escapar.
Los miembros del Club del Crimen se disponen a disfrutar del verano como más les gusta: leyendo hasta el desmayo, discutiendo sobre sus libros preferidos y, en el caso de Alicia Finlay, viviendo al máximo su romance incipiente con su atractivo e irresistible doctor.
Pero cuando reciben una invitación para pasar unas semanas en el histórico crucero SS Orient, una replica de un legendario modelo a vapor que antaño navegaba entre Inglaterra y Australia, Alicia y sus amigos no pueden resistir la tentación de vivir una nueva aventura… Emocionados ante la perspectiva de maravillosos atardeceres sobre el océano y románticas veladas a la luz de la luna, embarcan con las maletas llenas de libros y la cabeza repleta de planes.
Sin embargo, todo empieza a torcerse cuando una anciana fallece inesperadamente, tras lo que la mujer del capitán se cae por la borda y otro pasajero muere a puñaladas. No hay nadie como el Club del Crimen para resolver este misterio a bordo. El tiempo apremia, hay pocas pistas… y un sinfín de sospechosos.
La crítica ha dicho sobre El Club del Crimen :
«Digna sucesora de Agatha Christie. Esta novela podría servir de guion a una película de Woody Allen: […] puro entretenimiento aliñado de misterio o viceversa, una lectura ligera digna de una bonita tarde invernal con el sello del dolce far niente ». Ana Bretón, (El Mundo)
«Un verdadero flechazo. Una serie que seguiré muy de cerca». (Cultura)
«Un auténtico placer de lectura, que recuerda a aquellas amadas novelas policiacas de la infancia» (Ma(g)ville)
«Me encantó. Pura ficción detectivesca. Larmer es una verdadera sucesora de Agatha Christie. La historia es magnífica, los personajes son todos únicos y aportan mucho a la historia. Me lo he pasado genial leyéndolo y estoy deseando empezar la siguiente entrega». (Espace Culturel)
«¡Lo estoy disfrutando muchísimo! Adictiva y un placer de lectura, es la novela relajante perfecta y te da ganas de volver a sumergirte en la divina Agatha Christie». (Librairie Zannini)
«C. A. Larmer ha creado una historia atractiva con una investigación vinculada a un episodio de la vida de Agatha Christie, [con] una galería de protagonistas interesantes [y] dos hermanas cuya dinámica funciona a la perfección […]. Con espacio para los placeres de la vida, la gastronomía, y el amor, esta es una historia que se cuenta con gusto […]. Una primera entrega cautivadora a la que sigue un segundo volumen prometedor». (Le Littéraire)
«A los amantes del «cosy crime» y de Agatha Christie: esta novela está hecha para vosotros». (Les lectures de Stefa)
«Una trama muy bien construida digna de Agatha Christie: es un cruce entre «Muerte en el Nilo» y «Asesinato en el Orient Express». […] Leí este libro con una gran sonrisa en la cara: porque es estupendo reencontrarse con Alicia y sus amigos, porque me encanta Agatha Christie y este es un bonito homenaje a su obra, y porque disfruté a más no poder llevando a cabo mi propia investigación a la vez que leía. Un verdadero placer». (20 minutes)
La segunda parte de la saga de El Consejo Daniel ha huido de Madrid junto a Diana, alejándose lo máximo posible de lo que acaba de hacer contra Martín. Y va al único lugar en el que podrá encontrar cobijo, aunque eso le lleve a otras confrontaciones: a Consuegra, junto a su padre. Allí, tanto él como Diana, verán que todo va más allá de lo que suponían y comenzarán su entrenamiento a manos de Rodrigo. Mientras, en Madrid, Ramón vigilará de cerca a Eloísa avisado por la propia Diana de que no se fíe de ella. Tras varias detenciones, persecuciones e intrigas, los Maestros de El Consejo averiguarán qué es lo que quieren sus enemigos, e intentarán detenerlos para salvar su propia vida y algo más.
El 23 de octubre de 1940, coincidiendo con la visita de Hitler a Hendaya, el jefe de las SS Heinrich Himmler escondió en las montañas de Montserrat una misteriosa caja que contenía el gran secreto del Führer. Setenta años después, el periodista Leo Vidal recibe el encargo de hallar una fotografía inédita de aquella expedición a Montserrat. En su investigación, que se convertirá progresivamente en un oscuro y peligroso juego, recorrerá medio mundo hasta descubrir, casi sin quererlo, en uno de los grandes misterios de la Historia. Una enigmática hermandad internacional ha custodiado el preciado tesoro; ahora, 120 años después del nacimiento de Hitler, es el momento elegido para que salga a la luz. ¿Podrá alguien detenerlos?
«El Código de Nuremberg» toca desde la ficción uno de los temas más delicados de la realidad contemporánea: el avance de la medicina mediante la experimentación de nuevas drogas en seres humanos. La sórdida trama de un negocio que mueve millones es descubierta por una médica y un fiscal. ¿Podrán ellos luchar contra una gigantesca multinacional?
En el verano de 2015, Míriam Cañaveras descubre en un arcón del desván de la vivienda familiar en Comillas, (Cantabria) un diario que encierra una suerte de secretos que de hacerse públicos amenazarían tanto a la estabilidad de su familia, como al propio Ducado de Cañaveras.
La primera página del diario está fechada el tres de junio de 1881. Su autora, Clara De la Riva, es una de las damas de compañía de las Infantas, Isabel, Paz y Eulalia, que acompañan a su hermano el Rey Alfonso XII, y a su mujer la Reina María Cristina, en su primer veraneo en Comillas, invitados por el Marqués don Antonio López.
Un pueblo que se prepara para recibir al rey con todos los honores. Nuevas carreteras, túneles, construcciones, accesos. En apenas dos meses toda la Villa se vuelca en ofrecer la mejor de las bienvenidas. Entre ellos, Juanillo el del Anguleru, cuya existencia cambiará para siempre desde el momento que Clara De la Riva se cruza en su vida.
El Diario de las Mariposas empujará a Míriam a bucear entre los secretos más oscuros de su propia familia frente a la oposición radical de su tío abuelo Julio, actual Duque de Cañaveras. Dos asesinatos, un amor prohibido, celos. La palabra del noble contra la del aldeano. Una Corte que calla, un pueblo que protege a los suyos. Un diario que unos guardan durante décadas y otros quieren destruir.
Contiene dos libros:
Libro I: El Fantasma de la niebla.
Priscila de pequeña era una niña retraída que vivía bajo la atenta mirada de su abuela, hasta que tuvo un encuentro fortuito con un peligroso depredador.
Cuando crece se transforma en una joven reservada con gran talento para el arte, que decide dejar atrás las pesadillas de su niñez, aunque no cuenta con conocer a un misterioso y seductor heredero.
Al mismo tiempo, la ciudad donde vive la joven se ve asaltada por un asesino escurridizo al que han bautizado «el fantasma», y que es el motivo de los desvelos de un veterano investigador que hace tiempo sigue sus huellas.
Libro II: La isla de los secretos.
Priscila, la joven protagonista, es abandonada una noche de tormenta, herida e inconsciente, a las puertas de un convento en una remota isla.
A varios kilómetros de distancia, el ex policía que investigó los asesinatos de «el fantasma», y cuya esposa desapareció víctima del asesino, sigue ahora una doble pista: por un lado la que le da esperanzas de hallar viva a su mujer, y por otro la que confirma la inverosímil idea de que el criminal que está buscando es en realidad un vampiro.
Las pistas lo llevan hasta el Monasterio de la Isla de los Naufragios, cuyos muros parecen albergar algo más que un puñado de almas devotas.
Reciente todavía la última y escandalosa hazaña del famoso Fantômas, la noticia de un nuevo y espantoso crimen cometido la noche antes, según relataba la prensa del día, y atribuido al mismo siniestro personaje, soliviantó de un modo unánime y ruidoso al pueblo parisién, irritadísimo contra la absoluta impunidad con que aquel perverso profesional del crimen venía operando en el amplio escenario de la gran metrópoli francesa.
La burla y la chacota de las numerosas personas que desde los andenes de la estación del Havre presenciaban cómo los gendarmes ponían las esposas a John Stugart, que habría sido lo más mortificante para otro cualquiera, era un detalle sin la menor importancia para aquel hombre extraordinario, cuya superioridad de inteligencia y grandeza de corazón colocábanle muy por encima de la inmensa mayoría de sus semejantes. Alargó, pues, las manos, y se las dejó esposar tranquilamente, sin perder ni un solo momento su absoluta calma y su serenidad casi augusta.
Únicamente cuando fue a bajar del vagón entre sus aprehensores, dijo dulcemente, dirigiéndose a la colegiala:
—Crea usted, señorita, que siento por usted, mucho más que por mí, lo que en este momento suceda. ¡Quién sabe cuántos seres inocentes gemirán por causa del deplorable error en que acaba usted de incurrir...!
John Stugart había triunfado esta vez de su mortal enemigo Paolo de Capri; pero solo a medias, pues mientras el audaz y terrible bandido no quedara inutilizado para siempre, ya fuera apoderándose de él a fin de encerrarlo en una prisión, donde purgara los muchos y horrendos crímenes que había cometido en su larga y trágica vida, llena de sangre y horrores, o tratándole como a una fiera, volándole los sesos sin compasión alguna, volvería a empezarse de nuevo; lo que, en definitiva, era lo mismo que si no se hubiese hecho nada.
Porque, en efecto: el lord escocés, salvando a la inocente y desdichada Emma de una muerte segura, casi milagrosamente y jugándose la vida, con el sobrehumano valor que constituía una de sus cualidades más admirables, contra la desencadenada furia de los elementos, había inutilizado el feroz propósito de venganza que el bandido italiano, en la desesperación de su derrota, quiso llevar a cabo; pero, en cambio, ni él ni los que le acompañaban consiguieron dar con el paraje en que aquel seguramente se había refugiado, puesto que era indudable que, hallándose en plena mañana y pudiéndose abarcar con la vista una inmensa extensión de la costa, desde lo alto del acantilado. Paolo no hubiera podido emprender la fuga sin ser visto por sus perseguidores
Hacía ya una semana, próximamente, que Pietro de Veroni había abandonado el lecho, y a la sazón hallábase completamente restablecido de la terrible puñalada que le asestara Paolo de Capri, y sentíase tan fuerte y vigoroso como sí nada le hubiese ocurrido, a pesar de que, como ya sabemos, la daga del bandido italiano habíale puesto a las puertas del sepulcro.
En todo el tiempo que duró su curación, su sobrina Emma había permanecido a la cabecera de su lecho, sin sentir el cansancio, cuidándole incesantemente con un cariño y un esmero enteramente filiales, sin consentir en tomarse más instantes de reposo que los absolutamente necesarios para no sucumbir a la fatiga, a pesar de las reiteradas y afectuosas instancias que a menudo dirigíala el anciano.
Pasados los primeros instantes de estupor, Paolo Capri fue recobrando poco a poco la serenidad, y mientras los demás forajidos corrían a la desbandada, supersticiosos y trémulos, él comprendió que era pueril dejarse vencer por la superchería, avergonzándose de su falta de reflexión y de brío.
Paolo Capri, el más osado y valiente de los ladrones, nunca había conocido el miedo; nadie le había visto detenerse ante ningún obstáculo o peligro, por muy grandes y arriesgados que fuesen. ¿Era lógico, era varonil que retrocediera ahora, como un niño o como una mujer, ante una irrisoria fantasmagoría?
Aparte de que tampoco era serio ni sensato creer en la existencia de los espectros.
Sí en un momento de autosugestión había dudado, estaba dispuesto a demostrar que era todo un hombre.
Bajo una lluvia de fuego, el yate de Paolo navegaba a toda máquina surcando con su afilada y esbelta proa las serenas y verdes ondas del mar de la China.
En su camarote, inclinado sobre una mesa de trabajo, el bandido italiano estudiaba atentamente en un mapa modernísimo y perfectamente detallado, las costas de aquellas latitudes a fin de orientarse con acierto en el nuevo derrotero que pensaba seguir.
Concluido el examen del mapa, el perseguidor de la familia Veroni dejóse caer en un asiento, apoyó la cabeza entre las manos y se puso a reflexionar profundamente.
Paolo de Capri, forzado por el capitán pirata a aceptar las condiciones que este quiso imponerle en la infame venta de Rosina, si no quería perder el riquísimo tesoro que el chino le cedía a cambio de la joven, condujo a esta y a su compradora las costas de Shang-hai, y apenas los hubo dejado en tierra, puso la proa de su rápido y resistente yate al Oriente, dispuesto a salvar con toda la rapidez posible las cuatrocientas millas que le separaban del paraje donde habitaba el anciano depositario del tesoro y que, mediante la carta de su señor, habría de conducir al bandido italiano al islote en donde estaban ocultas las cuantiosas riquezas.
El buque en que navegaba Paolo de Capri, propiedad, como ya hemos dicho, de la temible asociación «Los Hijos de Mesalina», y a bordo del cual iban también prisioneros del bandido italiano Rosina y Pietro de Veroni, luego de haber llegado al magnífico estuario del caudaloso Lena, cruzó el estrecho de Bering, atravesó el mar del mismo nombre y, por último, entró en el Océano Pacífico, enfilando las costas de Alaska.
¿Cómo era que Paolo de Capri encontrábase en aquella parte de la Colombia Inglesa, y pudo surgir con la necesaria oportunidad para salvar a la prometida del lord de la espantosa suerte a que la habían destinado, pereciendo bajo la horrible acometida de la serpiente sagrada de los takalis, porque, según la hechicera de la tribu había dicho al cacique, necesitábase el sacrificio de una virgen blanca que fuese devorada por el monstruoso reptil, para que el hijo de aquel sanase de la grave enfermedad que padecía?
En uno de los innobles tugurios que abundan en el puerto de Vancouver, en los que suele reunirse la hez de aquella población de carácter cosmopolita, aunque predomine en ella el elemento inglés, y en donde el honrado marinero, perteneciente a la tripulación de algún buque mercante, suele codearse y hasta cambiar una copa de infernal aguardiente con asesinos, ladrones de profesión y aventureros de la peor especie, comentábase, en un grupo de individuos de catadura algo más que sospechosa, una circunstancia extraña que, desde hacía una semana, próximamente, veníase observando entre los cargadores, faquines, marineros y demás concurrentes asiduos al expresado puerto.
La pareja de «policemen» que prestaba servicio en los alrededores del cementerio, estaba de un humor de todos los diablos.
El que hacía de jefe, un viejo sabueso, de bigotes grises y tez rugosa y curtida por todos los vientos que soplan en los Estados de la Unión, desde el de Ontario a California, pateaba de impaciencia mordiéndose las uñas hasta hacerse sangre, y mascullaba una letanía de tacos y ternos, capaces de enriquecer el repertorio de los asiduos merodeadores del puerto de Nueva York, sin que ni aun así lograra calmar la nerviosidad de que se hallaba poseído.
En la avenida del Tibidabo, por donde circula el viejo Tranvía Azul entre imponentes mansiones modernistas, se encuentra el Harén, un exclusivo prostíbulo, muy popular ya en tiempos del franquismo: el más lujoso de la ciudad, con puertas doradas, cámaras de vigilancia, vitrales de colores, cortinajes y tapices, y repleto de refugios, con salas clandestinas y pasadizos secretos. Tan secretos como los misterios que esconden también muchos de sus protagonistas. Y es que Mili Santamarta, histriónico personaje y único heredero de la saga familiar y regente del club, recibe la terrible noticia del hallazgo del cuerpo de su madre, asesinada con dos tiros en la nuca. Junto a Sancha, su madre adoptiva y mano derecha del burdel —y también traumatizada por la muerte de su hijo años atrás—, emprenden un largo camino para aclarar los hechos y encontrar una verdad que, al final, supondrá una caja de sorpresas, con desaparecidos, traficantes de mujeres, listas inesperadas, sectas satánicas, rituales de vudú, clubes sadomasoquistas… y muchos muertos. Con esta novela, la voz imperecedera de Andreu Martín vuelve con una dura historia, violenta, pero con buenas dosis de ironía y humor, con giros constantes que inyectan un ritmo vertiginoso en el que apenas queda espacio para la pausa, y ahí el lector se convierte casi en un personaje más dentro de una trama donde cada detalle cuenta.
Tal como predijo la astróloga más reputada de San Francisco, una oleada de crímenes comienza a sacudir la ciudad. En la investigación sobre los asesinatos, el inspector Bob Martín recibirá la ayuda inesperada de un grupo de internautas especializados en juegos de rol, Ripper. «“Mi madre todavía está viva, pero la matará el Viernes Santo a medianoche”, le advirtió Amanda Martín al inspector jefe y este no lo puso en duda, porque la chica había dado pruebas de saber más que él y todos sus colegas del Departamento de Homicidios. La mujer estaba cautiva en algún punto de los dieciocho mil kilómetros cuadrados de la bahía de San Francisco, tenían pocas horas para encontrarla con vida y él no sabía por dónde empezar a buscarla».