La Habana, poco antes de la llegada del año 2001. Un cuarentón llamado Victorio es desalojado del edificio en el que vive días antes de que este se desplome. Añorando un cuarto propio y desprovisto de las necesidades más elementales de la vida, vagabundea vencido y errático por la ciudad hasta topar con Salma, una joven «jinetera» acosada por un proxeneta hermoso y despiadado. En busca de refugio, los dos llegan a las ruinas de un antiguo teatro abandonado, donde los acoge un excéntrico y enigmático personaje, un viejo funambulista y payaso al que han visto actuar en terrazas y parques sin ningún sentido del ridículo. Victorio y Salma descubren que tal vez sea ese teatro el «palacio distante» que les estaba reservado, y que quizá no sea tan extravagante la misión que quiere inculcarles ese sacerdote de la risa, empeñado en liberar del cansancio y el hastío a sus atribulados compatriotas mediante el asombro y la burda escenificación de la belleza.
Los papeles de Jiménez necesitaban, como los jeroglíficos egipcios, prodigios de atención y perseverancia para ser descifrados. Además de su letra perversa y abreviaturas, se hallaban escritos con lápiz unos, otros con tinta, en todos los tamaños y formas imaginables: tan pronto pliegos en folio semejando memoriales a la Alcaldía, como esquelitas diminutas de las que se envían a la tienda de comestibles. La mayor parte redactados en español; pero los había también en francés y en inglés. No me decidí, por lo pronto, a ser el Champollión de aquella bárbara escritura. Los dejé dormir largo tiempo en un armario. Pero habiendo resuelto no escribir ya para el público, y careciendo de otras ocupaciones que me distraigan, emprendí, pasados algunos años, la tarea; y después de algunos esfuerzos he logrado, en parte, llevarla a cabo. Digo en parte, porque los papeles que ahora se publican no son todos los que me entregó. Indudablemente, algunos de ellos parecían destinados a la publicidad por la forma en que están escritos. La gran mayoría, no obstante, son apuntes o notas rápidas sugeridas por algún incidente de la vida o por sus lecturas, y desde luego se puede asegurar que sólo los escribía para descargarse de sus impresiones, necesidad absoluta que experimentan todos los solitarios.
Baltasar, un niño que atravesará varias edades a lo largo de la novela, trata de hacerse un hueco, su propio hueco en la casa familiar, allí donde conviven su madre, sus tres medio hermanos, su padre cuando aparece, la criada Fuencisla que busca con desesperación una vida propia y, en el piso de arriba adonde se llega a través de una puerta disimulada por un tapiz, los abuelos de sus hermanos. Baltasar, Baltita, guardará silencio hasta los cuatro años.
Considerada por muchos entre las más importantes novelas de Alejo Carpentier, Los pasos perdidos propone una firme apertura de nuevas posibilidades estéticas dentro de la narrativa latinoamericana: cierta visión distinta y reveladora de esta cultura. Nueva versión mítica del regreso a las fuentes originales, la novela traza la aventura de un musicólogo antillano que abandona su cómoda vida newyorkina en busca de un primitivo instrumento musical. Semejante pesquisa —donde remontar el Orinoco es remontar el tiempo— permite desplegar la concepción de lo «real maravilloso» como categoría estética, y también como imagen de la América que aún preserva el sentido de alguna remota «Edad de Oro». Búsqueda de las «raíces de la vida» y de los rasgos que fundan la unidad del continente, este excepcional relato contiene el drama de un Sísifo moderno en cuya repetida decadencia asoma la posibilidad del reencuentro con valores esenciales, con un estado edénico que tiene por condición su pérdida constante. Inspirada en parte de la rica experiencia de Carpentier en Venezuela, Los pasos perdidos, constituye una de sus primeras y más peculiares propuestas narrativas.
En 1857, Charles Dickens y Wilkie Collins se pusieron a escribir una historia a cuatro manos. El resultado fue esta divertida novela protagonizada por dos profesionales del ocio, dos amigos cuya holgazanería constituye un paradójico acto de rebeldía en una Inglaterra victoriana que ensalzaba la diligencia y la productividad como virtudes rectoras. Como el Bartleby de Herman Melville, el dúo cómico formado por Thomas Idle y Francis Goodchild preferiría no hacer nada, o al menos nada que comporte un esfuerzo demasiado oneroso. Aun así, hilarantes aunque modestas aventuras les salen al paso en sus viajes por los pueblos de Inglaterra. La ascensión de una montaña, un día en las carreras de caballos, un partido de críquet, un trayecto en ferrocarril o la visita a un balneario; hasta la actividad más anodina puede propiciar el encuentro con personajes pintorescos y situaciones disparatadas que acabarán por reafirmar a Thomas Idle en su resolución de «no volver a ser activo nunca más, bajo ningún pretexto y por todo el tiempo que le quedara de vida». Esta deliciosa novela de espíritu cervantino da rienda suelta, a través de digresiones e historias intercaladas, a lo mejor de cada autor: el realismo lírico y la sátira social de Dickens, el misterio y el suspense que con tanto éxito cultivó Collins.
Ciro Alegría es el novelista peruano más destacado de la primera mitad del siglo XX. Aunque alcanzó fama continental y fue traducido a muchos idiomas con ‘El mundo es ancho y ajeno’, quizá sea ‘Los perros hambrientos’ su creación más cumplida. Publicada originalmente en 1939, esta novela alterna un lenguaje pulido y correcto en el plano narrativo-descriptivo y un auténtico lenguaje dialectal en boca de sus personajes. La naturaleza descrita abandona su papel de escenario para asumir el de un personaje preponderante: la prolongada sequía afecta a hombres y a animales por igual, y hace surgir con toda su magnitud y fuerza la necesidad básica de la subsistencia. En ‘Los perros hambrientos’ predomina —según Luis Alberto Sánchez— cierto franciscanismo, propio de los campesinos de la sierra norte del Perú retratados en la obra de Alegría, y los mismos perros son en realidad personajes tan plenos como los monos, las serpientes y los tigres de Kipling y Quiroga.
En verano de 2017 Elena viaja de España a Buenos Aires para la promoción de su novela. En una galería de arte descubre un hecho enigmático que le lleva a emprender una investigación y a conocer a un anciano y afamado pintor que, en sus últimos días, le contará un relato sorprendente y conmovedor que terminará por alterar su vida. La narración nos traslada a los años de la posguerra en España donde Angelina sobrevive a duras penas junto a su familia. Mientras se va desgranando la vida de estas dos mujeres, separadas por el tiempo, y se entrelazan sus historias, Elena seguirá ahondando en su investigación y descubrirá que el azar juega un papel fundamental en su vida. En esta novela se habla de dignidad, esperanza, ilusión y del empeño por alcanzar el amor prohibido, a la vez que se recuerda la importancia de cumplir las promesas realizadas.
Los 4 cuentos breves están tomados del libro Aguas fuertes (1884). “El pájaro en la nieve” narra la trágica historia de un joven músico ciego que se queda solo en el mundo e inicia un imparable descenso hacia la miseria y el desastre. Su única esperanza: el regreso de un hermano que marchó a América para hacer fortuna. Leyéndolo es imposible no recordar el más célebre cuento de Andersen. “La confesión de un crimen” está ambientado en el mundo de los precoces amores infantiles, reflejos turbadores, en su carencia de disimulo, del mundo de los adultos. No obstante el tono ligero del relato, sobrecoge la seriedad con que la protagonista asume la terrible responsabilidad de la muerte de su joven admirador. En “El sueño de un reo de muerte” es posible ver una reprobación de la pena capital y la indignidad de los ajusticiamientos públicos (un asunto tratado con mayor intensidad en otro de sus relatos: “El hombre de los patíbulos”, Aguas fuertes, 1884). El narrador sufre una esperpéntica pesadilla que lo conduce al cadalso, y donde lo que más lo aterroriza es convertirse en espectáculo. “Los Puritanos” es un curioso relato que muestra cómo puede cambiar en una centuria la consideración de lo políticamente correcto: el ridículo flirt -sin consecuencias- de un hombre casado, de tránsito en Madrid, con una niña de trece años que le ha tirado a la cabeza, desde el balcón de su casa, una enorme muñeca. Iniciada la relación, la desigual pareja se refugia durante unas horas en el Teatro Real, donde se representa la célebre ópera de Bellini, I Puritani, de ahí el irónico título del relato. Inocencia y mala conciencia, apenas disimulada, bajo la burlona mirada del autor.
Bibiana recoge las peripecias de una honesta madre de familia en el Madrid de 1967. Cualquier madre de la baja clase media o de la clase obrera puede identificarse con la ingenua y un poco despistada señora Prats, entregada a la vida familiar, víctima de sus pequeñas rebeldías y conatos de emancipación y siempre dispuesta a sacrificarse por los demás. Las escenas fuertes de la novela vienen matizadas de ternura y suave humorismo que les lima su aspereza. Apasionantes, fuertes, crudas, reflejan la vida de tantos seres grises, anónimos, que forman la parte más sólida y resignada de la sociedad.
Más de una vez se ha catalogado a Dolores Medio como novelista social. Y lo es, en efecto, porque los personajes de sus novelas, arrancados de la realidad, pertenecen a esa sufrida y heroica clase de la que se han reclutado los tipos más interesantes de la literatura universal. Bibiana es la primera novela de la trilogía «Los que vamos a pie».
En La otra circunstancia volvemos a encontrarnos, algunos años más tarde, con la misma familia que protagonizó Bibiana , primera novela de la trilogía «Los que vamos a pie», cuya historia se narra ahora desde el punto de vista del jefe de la familia, Marcelo Prats. Una circunstancia casual desarrolla posibilidades desconocidas de su personalidad y cambia el rumbo de su vida, antes sedentaria, convirtiéndole en hombre de acción, en lo que suele llamarse un hombre de negocios, representativo de la sociedad actual. Tres influencias van modelando la nueva personalidad del antiguo comerciante: la de su socio, Diego Jiménez, hombre surgido de la nada, dinámico, simpático, vividor; la de su amante Lolita, que le esclaviza con la tiranía de los débiles; pero, sobre todas, la de su hija Natalia, muchacha inteligente, culta y ambiciosa, a la que Marcelo admira y obedece. Los personajes adquieren un relieve casi táctil, y el lector juraría conocer, aunque con distintos nombres, a la familia de Marcelo Prats: tal es su sabor de autenticidad. La otra circunstancia , no obstante pertenecer a la citada trilogía, constituye por sí misma una novela completa e independiente de las demás.
Publicada por primera vez en 1936, Los que vivimos es un retrato vibrante y conmovedor del impacto que tuvo la Revolución rusa en un grupo de seres humanos que no exigían más que el derecho a vivir su vida y a buscar la felicidad.
Su protagonista, Kira, alter ego de la autora, estudia ingeniería y sueña con construir puentes, pero es expulsada de la universidad por sus ideas. El hombre del que está enamorada, Leo, hijo de un héroe zarista, no encuentra trabajo debido a su pasado familiar. Desesperados por subsistir, piden ayuda a Andrei, un joven comunista que ama a Kira y está convencido de la bondad del comunismo y la revolución.
No se trata sólo de un relato político. Cuenta la historia de los hombres y las mujeres que tuvieron que luchar para sobrevivir bajo las banderas rojas y los eslóganes comunistas. Y es, además, un retrato de lo que eso supuso. ¿Qué pasó con los que osaron mostrarse desafiantes? ¿Ante quiénes sucumbieron?
Después de huir de Rusia a Estados Unidos, Ayn Rand quedó perpleja por el modo en que muchos intelectuales y políticos estadounidenses observaban con complacencia el auge del comunismo. Para desmontar ante ellos el «noble ideal» del colectivismo escribió esta novela, redescubierta tras el éxito de La rebelión de Atlas.
Los años y las generaciones han pasado sobre el pueblo de Ixtepec, que un día decide recordarse y nos cuenta su historia. Gestos, voces, anhelos, desengaños quedan intactos en el tiempo; sus pobladores son personajes sin futuro, recuerdos de sí mismos, solo vivientes en el proceso devastador de la memoria. En ese retroceder veloz hacia la muerte que constituye el porvenir, la evocación de lo ocurrido es finalmente irreal: la verdadera realidad es lo que no oculto. Con un arte maestro de sus propios recursos, Elena Garro ha escrito una novela que confía su eficacia a dos elementos, poesía e imaginación, raras veces empleados tan diestramente en la narrativa mexicana.
Desprendido de la geografía o la crónica inmediata, Ixtepec evoca los días petrificados que el estallido revolucionario vino a romper y substituyó por un orden de terror. En ese marco vemos surgir una galería extraordinaria de seres que cercan la tragedia de amor y desamor del general Francisco Rosas. Mientras se urde el juego de la muerte, otros son capaces de detener un tiempo que al fluir muestra y esconde a Julia y a Felipe Hurtado, fusila a Nicolás Moncada… Extraviado en lo real, en lo imposible, Francisco Rosas se hunde como en los planos de un espejo; Isabel permanece enterrada con su amor como recuerdo del porvenir mientras duren los siglos.
Una emotiva novela sobre la amistad, la vida y las segundas oportunidadesDa igual la suerte que tengas, lo importante es lo que haces con lo que te ha tocado vivir.Scott es un joven sin trabajo que cree haber fracasado en todo. Con la autoestima por los suelos, a sus 27 años ya considera que ha desperdiciado su vida. No tie ne una carrera, los trabajos no le duran y su novia le ha pedido espacio. Cuando su tio le consigue un pequeño sueldo por cuidar del viejo Horace, un anciano enigmatico y huraño, a Scott le parece simplemente otra desgracia mas@Sin embargo todo empieza a cambiar cuando Horace, para asombro de Scott, le pide que jueguen a la Oca; poco a poco ira descubriendo que el anciano utiliza las casillas del tablero para explicarle las claves del arte de vivir y ayudarle reparar los errores que le han conducido al fracaso. Pero comprender las reglas del juego no lo es todo. Ademas de conocer las trampas y peligros, los laberintos y atajos, Scott va a necesitar el valor de avanzar por el tablero de la vida con coraje y sentido de la aventura.
Klara, una mujer de treinta y nueve años, seria y organizada, recibe tres noticias que harán que su mundo se tambalee. Su exmarido la invita a su enlace matrimonial, a su madre le diagnostican Alzheimer y su abuelo fue un espía nazi en Fuerteventura. A través de los diarios que le entrega su madre, Klara conocerá la infancia y adolescencia de su abuela durante la guerra civil española, el gran amor que sintió por Klaus durante la segunda guerra mundial y como eso marcó su vida. El conocimiento del secreto familiar que siempre le habían ocultado provocará que Klara crezca como persona y se replantee sus creencias y visión de las relaciones familiares.
«Los siete hermanos» es la obra literaria finlandesa por antonomasia y Aleksis Kivi es considerado como el padre de las letras finesas. Sin embargo, en el momento de su publicación, la novela no tuvo una buena acogida por parte de la crítica. La obra había sido escrita en finés y no en sueco, que era la lengua culta del momento. Además, trataba sobre la vida de unos simples campesinos, en un entorno rural, y la sencillez y el realismo de sus temas no fue del agrado de las élites intelectuales. Esto último no deja de ser curioso porque «Los siete hermanos» apareció publicada en 1870, cuando el realismo ya era una corriente más que asentada en casi toda Europa. De modo que se puede decir que la novela fue también pionera en introducir el realismo en Finlandia. La novela cuenta la historia de los siete hermanos de Jukola, siete jóvenes que, al morir su madre, deciden abandonar su granja natal para irse a vivir a los bosques. Los jóvenes tienen un carácter indomable y rebelde y los encontronazos con sus vecinos, sumados a su incapacidad para aceptar las reglas que la sociedad impone, les decide a emprender una vida independiente y solitaria. En el bosque, los siete hermanos construyen una cabaña y viven de la caza, pero su falta de previsión y su carácter destemplado les meten en líos una y otra vez. En cada ocasión, los hermanos prometen enmendarse, pero nunca tardan mucho en volver a las andadas. Finalmente, después de una década de rodar por los bosques y de muchas experiencias, los hermanos acabarán por escarmentar y sentar la cabeza. Jóvenes y robustos, los hermanos levantarán una próspera granja y llegarán a convertirse en pilares de su comunidad. Por la manera de ser de sus protagonistas y por las mil peripecias que les suceden, «Los siete hermanos» es una novela preñada de un sentido del humor sano y sencillo. La manera en que se retrata la relación entre los hermanos —las afinidades entre algunos de ellos, la forma en que se establecen alianzas o la forma en que el grupo se percibe a sí mismo y a cada uno de sus miembros— es por completo fidedigna y da fe de las buenas dotes de observación de Kivi. Cualquier lector miembro de una familia numerosa reconocerá ese cariño algo malévolo con el que suelen tratarse los hermanos jóvenes que viven bajo el mismo techo. A pesar de todos los errores que cometen los hermanos, a pesar de que con frecuencia se muestran violentos o intemperantes, el libro jamás se muestra moralizante. Ni siquiera cuando los hermanos de Jukola deciden por fin comportarse y abandonan su vida díscola. La virtud de la narración está en no juzgar jamás a sus protagonistas, limitándose a describir las aguas procelosas del alma humana.
Conocido en España principalmente a través de su novela «El desierto de los tártaros», Dino Buzzati (1906-1972) fue asimismo, a lo largo de toda su vida, un infatigable escritor de relatos breves en los cuales hallaban cauce de expresión sus más profundas inquietudes. «Los siete mensajeros y otros relatos» es una selección significativa en la que, además de piezas emblemáticas del autor italiano, como «Miedo en la Scala», «El hundimiento de la Baliverna», «El colombre» o la que da título al volumen, se recogen varios cuentos que se cimentan en uno de sus recursos favoritos, la parábola. En ellos, aunque a menudo distintos temas y preocupaciones se solapan, se trata de las heridas del tiempo, de los desencuentros amorosos y de la eterna condición humana. Otras veces el soporte de la fabulación lo constituye una situación intrascendente que acaba desbordando al individuo en medio de una atmósfera inquietante que a veces se desliza hacia el terror.
Todo comienza cuando un librero es detenido por vender un libro, «Los siete minutos», prohibido desde los años 30 por su carácter supuestamente obsceno. Sin embargo, este libro es malinterpretado porque sólo trata de descubrir, sin pudor, la sexualidad vivida por cualquier mujer, tan sentida y tan pura que es un arte poder expresarla. Para los abogados de la defensa, lo que empieza como un caso de libertad de expresión, se convierte en un caso criminal, cuando un joven de familia respetable viola a una chica y acusa al libro de haberle «inducido» a cometer tal acto… Un libro atrapante, lleno de sorpresas y un misterioso final que aclarará muchas cosas…
«Los subterráneos» es una de las mejores novelas de Jack Kerouac; en ella se precisa su voluntad de llevar a cabo una suerte de autobiografía literaria que será, al propio tiempo, una crónica legendaria de la Generación Beat. En efecto, casi todo es aquí relato autobiográfico, «fraseado» con ese inimitable estilo sincopado que aprendió escuchando en el Minton’s de Nueva York a los grandes del «bop». Al igual que Charlie Parker, Kerouac improvisa en torno a un tema, y escribe de la manera más flexible, adaptándose en cada episodio a las resonancias que le sugiere el momento. La novela transcurre en San Francisco, ciudad a la que Kerouac llegó en 1953, antes de alcanzar la fama, y es un fresco de días y de noches habitadas por el jazz, el alcohol y las drogas, cabalgando entre la desesperación absoluta y las ilusiones más descabelladas, al hilo de una estremecedora historia de amor: la del escritor Leo Percepied (una nueva encarnación de Kerouac) y una muchacha negra, Mardou Fox, «el ángel negro, desesperado y sombrío, de este mundo subterráneo de Frisco». VITO AMORUSO
«Una especie de canto poseído me retumbaba en la cabeza, insistente y escalofriante como el viento de invierno entre los árboles.» Para recuperar la memoria, un hombre centenario, encerrado en un psiquiátrico, escribe y dibuja sobre los muros de su celda los recuerdos que va recuperando. Esto lo lanza a una aventura por las grandes ilusiones y desilusiones de su siglo, y a descubrir las múltiples vidas que lo habitan. Tiene que inventar a sus ancestros y dejar que destile una verdad más profunda. Tiene que inventarse a sí mismo a partir de unos cuantos jirones de recuerdos o delirios. Su misterio se va desentrañando con sobresaltos, silencios y desbordamientos: aparentemente es un mexicano emigrado a Estados Unidos, convertido en trabajador automotriz; enamorado frustrado de la mujer que sería seducida utilitariamente por el asesino de Trotsky. Emigrado de nuevo a la Unión Soviética, se vuelve obrero en la planta armadora que Henry Ford le vendió a Stalin para crear una utópica Detroit soviética. Fue tutor de inglés de Sergo Beria, hijo del jefe de la Policía Secreta, de la que fue más de una vez peón y víctima. Finalmente será el calígrafo y constructor de este peculiar laberinto. En el centenario de la Revolución Soviética, su testimonio es una cámara de ecos tan entusiastas como adoloridos. Su catatonia y su despertar son los del siglo. Y no han terminado. «En su prosa nítida y rápida, Alberto Ruy Sánchez relata historias complejas en las que la psicología individual se mezcla a la política colectiva, la literatura a la pasión por la justicia, la introspección del solitario a la sed de fraternidad, la duda a la creencia. Duelo entre la fe, que es amor a nuestros ídolos y a nuestros correligionarios, y el difícil amor a la verdad. […] Ruy Sánchez no se limita a relatar: examina y desentraña.» OCTAVIO PAZ «Aprecio en los libros de Ruy Sánchez la búsqueda de la forma necesaria para cada historia que cuenta. Es algo excepcional en tiempos donde se cultiva lo contrario y eso hace de él un escritor extramuros. […] De sus relatos y ensayos hablamos con Susan Sontag, quien lo leyó y comentó atentamente, con Luce López Baralt y Severo Sarduy, que escribieron sobre él, con Octavio Paz, ampliamente, y todos coincidimos en esa apasionada singularidad.» JUAN GOYTISOLO «Alberto Ruy Sánchez devuelve el ensayo a la narración y el relato a la biografía. Incluso cuando dedica su tiempo a leer a los rusos victimados o disidentes, lo hace con la misma atención al lector que lo acompaña; después de todo, los autoritarismos y fundamentalismos son monologantes y nos niegan el turno de la palabra.» JULIO ORTEGA
Un cuento que hace un crudo retrato de los que el narrador denomina «los supervivientes», los timadores o vendedores de drogas, en la Cuba actual. El cuento Los supervivientes, escrito entre el 2010 y el 2011, forma parte de la obra póstuma de Canek Sánchez Guevara, 33 revoluciones (Alfaguara, 2016), antología en la que el autor hace un crudo retrato de la Cuba (y la realidad) actual. El protagonista de Los supervivientes narra los tres días posteriores a su llegada a la isla, que estarán marcados por las drogas y por curiosos personajes que arrastrarán al narrador a una espiral de drogas, fiestas y grandes contrastes. La escritura de Sánchez Guevara destaca por su gran musicalidad y ritmo que dan al relato la textura de los sueños. Destacan, además, las reflexiones sobre los límites y la verdad: «la verdad muere al hablar de la verdad».