¿Se casaría con una prostituta? ¿Aceptaría tener un hijo homosexual y asistir a su boda con otro hombre? ¿Aprobaría que su hija abortase por una razón de incompatibilidad laboral? ¿Cómo reaccionaría si su hija le dice que se ha enamorado de un hombre de color y está embarazada? Estos son los dilemas morales en que se ven envueltas varias familias de un barrio, donde el Café Central es el testigo y escenario de estos dilemas. Es un alegato en favor de los Derechos humanos. .
Café al atardecer es una oda al amigo canino del autor. Sus versos están referidos a esta fecunda relación. Se canta desde el origen y evolución del perro hasta su condición actual. El amor a esta mascota refleja, también, respeto a la naturaleza, pieza indivisible de la condición bio-psico-social humana. Con lujo de detalles, los poemas desgranan los atributos de Coffee, el nombre del can. Se dibujan sus miedos, obsesiones, amores y entorno. Coffee es una persona cánida amada con pasión. Sus rabietas, carácter y despotismo son celebrados tanto como la estética de sus orejas y oscura pelambre. La devoción por esta mascota permite entender el significado de los perros en los mitos y flaquezas del género humano y, por esa vía, condenar toda forma de maltrato contra los mismos. El libro pone en relieve cuánto debe la Humanidad al perro, a su coraje, lealtad, resiliencia y dignidad. El poemario constituye una prueba inequívoca de que el amor es una experiencia multidimensional enriquecedora. Simplemente, no tiene fronteras. Guau...
Cada mañana desde hace un año, Lucas acude a la otra punta de la ciudad para tomar café en la terraza de un restaurante. La rutina lo mantiene a flote. Los días se suceden uno detrás de otro, hasta que un encuentro inesperado da un giro completo a su vida.
¿Podrá Lucas mantener los demonios del pasado a raya y evitar que sus secretos salgan a la luz?
Esta es una narración de hechos históricos y vivencias personales dentro de la realidad peruana de los años setenta. Muchos hechos políticos, como la dictadura velasquista, han sido vistos bajo la perspectiva de una persona que todavía no había alcanzado la primera década de su vida.
Calima te invita a conocer las turbulentas vidas de dos mujeres, marcadas por su implicación en movimientos ocultos y complots que cambian el curso de la historia mundial.
Elena vive en la actualidad, mientras que Catalina se encuentra en la tumultuosa España del siglo XV. A pesar de los quinientos años que las separan, se encuentran en la Alhambra. Elena está moldeada por la magia del universo de su abuela, lo que la atrae hacia una realidad distante de la que parecen vivir los demás. El anhelo de pertenecer la lleva a emprender un peligroso viaje como escritora fantasma para un hombre misterioso en las montañas del sur de España, lejos de su vida como exitosa periodista y de su gran amor.
El destino obliga a Catalina a separarse de su abuela, quien la ha iniciado en el arte de la narración. Junto con su burro se une a una compañía de artistas: una vida colorida de magia, peligros, tragedias y momentos de felicidad. Sus dones especiales la llevan a la Alhambra, donde se convierte en una doble espía y tiene una gran influencia en la caída de Granada y en el viaje de Colón.
¿Es Dios o el Diablo con quien Elena y Catalina hacen un misterioso pacto? ¿Qué significa la calima, que trae tanto presagios como milagros?
La pequeña Sandra, a quien de cariño llamaban “Campanita”, guarda mucha similitud con la personalidad del personaje creado por J.M. Barrie[1]. Esa pequeña hada a la que recordamos en la historia de Peter Pan, pero de quien pocos conocen su verdadera esencia. Campanita (en Peter Pan) a veces es malvada y vengativa, otras veces es servicial y amable con Peter (con quien aparentemente tiene sentimientos románticos). Al igual que Campanita, Sandra, la protagonista de esta historia, depende de la creencia, la atención y la fe de otros para sobrevivir. Sandra tiene miedo y rabia, frustración y una gran necesidad de amor, comprensión y atención. Campanita, también conocida como Tinkerbell[2] por su oficio como hada reparadora de ollas y teteras, puede hacer que otros vuelen espolvoreándoles “polvo de hada”. Sandra, cuando era pequeña, siempre buscaba la manera de confortar los corazones tristes, sin pensar que, justamente esa inocente bondad, es la que la acercaría al peligro. Un hada, es un espíritu fantástico humanoide. Según la tradición, son espíritus protectores de la naturaleza, pertenecientes a la misma familia de los elfos, gnomos y duendes. Sandra, de pequeña, era una gran admiradora y protectora de la naturaleza. El alegre dinamismo que llevaba su pequeño cuerpo de un lado a otro jugando, corriendo e investigando la vida de los insectos, la hacía parecer una traviesa y revoloteante hada. De ahí la razón por la que sus padres y abuelos la apodaban “Campanita”. En la actualidad, las hadas suelen ser representadas en forma de mujer con alas brillantes… Sandra, no podía extender sus alas y volar… no pudo escapar.
«¿Sus cuatro abuelos son franceses?», me preguntó el empleado que estaba detrás del mostrador. Era la pregunta que habían hecho por última vez a los que pronto subirían a un tren procedentes de Pithiviers, Beaune-La Rolande o del Velódromo de Invierno, camino de los campos de concentración... y bastó para que acudiera a mi memoria Paul Rosenberg, mi abuelo, amigo y consejero de pintores, cuya galería se encontraba en la calle La Boétie 21 de París. Atraída a mi pesar por esa dirección y por la trágica historia a ella vinculada, deseé, de repente, revisitar la leyenda familiar. Me sumergí en los archivos. Intenté entender el itinerario de ese brillante abuelo, íntimo de Picasso, Braque, Matisse, Léger y que pasó a ser un paria bajo el régimen de Vichy. Paul Rosenberg fue un gran marchante. En París hasta 1940 y en su exilio de Nueva York durante la guerra. Era francés, judío y un enamorado del arte. Este libro cuenta su historia, que, indirectamente, es también la mía.