Irónica, ingeniosa, divertida e inteligente, La mujer comestible narra la fabulosa transformación de una joven durante los días que preceden a su boda. Marian, a punto de alcanzar el sueño de cualquier mujer de su edad y condición, sufre una paulatina desintegración de su ego, al tiempo que tiene unos comportamientos que a duras penas pueden explicarse con la razón.
Margaret Atwood demuestra una vez más una maestría impresionante en el manejo de la escritura y unas dotes innegables para la observación del ser humano. Asimismo presenta una galería de personajes inolvidables, cuyo carácter ha sido penetrantemente observado.
Wilhem Strasser es un joven ingeniero europeo que un día llega con su mujer, Hilde, a una provincia del norte argentino, para construir un puente. Hilde y Strasser son más que extranjeros —probablemente huidos de la guerra europea—, son dos seres extraños en esa nueva geografía, que necesitan, además, levantar otro puente menos visible para continuar con sus vidas. Las lluvias constantes, el calor, el agobio de una tarea a la que no se le haya fin ni sentido, la rutina lacónica de los lugareños van creando una atmósfera enrarecida, en la que Strasser, Hilde y Janos —el asistente de Strasser, que completa el triángulo erótico— se mueven como sombras, como espectros de un mundo derrotado. Escrita con un lenguaje sutilmente lírico, intensa y original, La mujer de Strasser es una muestra más del talento narrativo de Héctor Tizón; una de esas novelas en las que el lector ingresa con ingenuidad, casi con descuido, y que, a medida que avanza, se va impregnando de su aire y adhiriéndose a las paredes de su mundo, un mundo en el que, como dice uno de sus personajes, el cumplimiento del deseo ayuda a encontrar la verdad.
El mexicano GUILLERMO SAMPERIO, con una prosa eficaz y precisa, elabora el imaginario de veintidós mujeres, sus historias, y sus retratos. De su mano nos acercamos a un universo humano rico en pasiones y obsesiones, sentido del humor y rigor literario, y siempre a través de unos textos que nos asestan sus golpes directos hasta descubrir en ellos uno de los más brillantes espacios donde se forja la metáfora de la vida, la literatura, el lenguaje y el amor. De Guillermo Samperio se ha escrito: «Un lenguaje muy personal, muy suyo, muy de un estilo que acabaremos por reconocer como samperiano» (E. Valadés, «Uno más uno»), «Samperio ha puesto el dedo en la llaga de la sandez humana y en las lóbregas construcciones donde ésta suele morar de preferencia» (A. Mutis, «Quimera»), «Jamás había estado tan cerca de un prodigioso manual de miradas como me ocurre en sus páginas» (J. Balza, «El Cuadratín»), «Leer a Samperio es como si recordaras un sueño que habías olvidado y de pronto pudieras descifrarlo» (S. Molina, «Suplemento Sábado»), «Juan Rulfo vio en él y en Juan Villoro a los dos jóvenes más valiosos en nuestra narrativa» (J. J. Reyes, «El Semanario Cultural de Novedades»), «… ha mostrado en cada uno de sus libros recursos, nuevas maneras de abordar un tema» (Juan Villoro, «Tierra adentro»).
Sus días de banquero pertenecen al pasado. Ahora, Laurent Letellier es el feliz propietario de una pequeña librería parisina. Cuando una mañana, camino del trabajo, se topa con un bolso de mujer abandonado sobre un cubo de basura, decide llevárselo a la tienda con la noble intención de devolverlo a su dueña. Desaparecidos el billetero y el móvil, su propósito parece casi imposible si no fuera porque, entre diversos objetos femeninos, Laurent encuentra una libreta roja llena de anotaciones, pensamientos y recuerdos. Cediendo a la curiosidad, se sumerge en la jugosa lectura y, como un si de un rompecabezas se tratara, empieza a reconstruir la vida de Laure, amparado por la excusa de hallar alguna pista que le permita localizarla. Sin embargo, para qué engañarse, el diario también es una llave a la intimidad de la enigmática desconocida, lo que ejerce sobre Laurent una irresistible fascinación. Y mientras él se entrega de lleno a una absorbente labor detectivesca, Laure regresa a casa después de recuperarse en el hospital de las secuelas del atraco. De pronto, los papeles se intercambian, y en un giro sorprendente, Laure se convierte también en investigadora, empeñada en descubrir quién es el misterioso hombre que ha depositado el bolso, con todo su preciado contenido, en el salón de su casa.
Anne es una joven plebeya que vive en Brujas durante el Renacimiento; Hanna, aristócrata, en la Viena imperial de principios del siglo XX; y Anny, en el Hollywood de hoy: ¿qué pueden tener en común tres mujeres tan distintas? Para descubrirlo, Éric-Emmanuel Schmitt, con su gran maestría para trazar retratos psicológicos femeninos, nos ofrece un fascinante viaje por sus vidas, sus épocas y sus sentimientos.
París puede ser una ciudad muy sucia, poco glamorosa, mostrenca. De modo que el París de «La mujer del quinto distrito» no se parece a la ciudad de las postales, películas y novelas que imaginaba Harry, quien viene huyendo del desastre provocado por un desliz amoroso. De marido, padre de familia y reputado profesor en una universidad americana, Harry ha pasado a tener un empleo de guardián nocturno y una habitación mugrienta en un barrio sórdido y roñoso. Pero no todo es miseria y fracaso en la vida real. Cuando Harry cree haber tocado fondo aparece Margit, una húngara hace tiempo radicada en París, hermosa, cultivada y disponible aunque, cómo no, un poco misteriosa. De todas formas, Harry no tendrá mucho tiempo para resentir la relación, un tanto peculiar, que entabla con Margit. Es decir, la relación que Margit le permite entablar con ella. Y es que todas las personas que han causado la desgracia de Harry empiezan a padecer lo que solo podría ser una venganza de los dioses. Pero la policía no cree en esas supersticiones. Vale más contar con un sospechoso de carne y hueso, alguien que tenga un móvil, alguien como Harry.
Todo empieza con un teléfono mal colgado que permite escuchar una conversación que ella no debería haber escuchado. Anna, una romana cuarentañera, inteligente y bella, con un buen trabajo, descubre que su pareja, Davide, tiene una amante. No es la primera vez que la engaña, pero en este caso hay una diferencia inquietante: parece que la cosa va en serio. Los celos, la desconfianza y las mentiras elevan la tensión entre la pareja y la abocan a la ruptura. La mujer engañada entra en una espiral obsesiva y, con ayuda de la tecnología, espía movimientos; rastrea mensajes; localiza unas fotos obscenas de la amante, más joven, con el sexo rasurado y en poses provocativas, y se adentra en un peligroso descenso a los infiernos…
«Con cuarenta y siete años, seguía sin tener ninguna arruga en el entrecejo, ni en la frente, ninguna pata de gallo, ni canas, tampoco ojeras; tenía treinta años, desesperadamente».
Hasta los treinta años, la vida de Betty era feliz. Fue a la universidad, encontró al hombre de su vida, se casó con él y dio a luz a un hijo, su futuro era prometedor. Pero cuando de repente deja de envejecer, todo empieza a tambalearse. Lo que parece el sueño inalcanzable de tantas mujeres se convierte en una realidad para ella y en una experiencia inesperada para su familia y sus amigos.
«El tiempo no es una maldición, la belleza no es juventud y la juventud no es felicidad. Este libro te dirá que eres hermosa». Grégoire Delacourt
Una mujer de poco más de 30 años, infeliz, casada con un hombre mayor que ella y a menudo ausente, decide coger un caballo e ir en busca de las comunidades indias que viven más allá de las montañas. Es un acto de rebeldía, liberatorio e impulsivo que la lleva a recorrer un camino interior y espiritual hacia una nueva sensibilidad. «La mujer que se fue a caballo» fue escrito en 1925 cuando Lawrence acababa de volver de México, etapa de su biografía de la se ha hablado poco pero que representó un momento clave en su poética y en su concepción de la vida. Una lectura fascinante y conmovedora que nos adentra en un universo erótico y perturbador.
La mujer que soy es una historia valiente y asombrosamente conmovedora sobre la libertad, la fama, la maternidad, la supervivencia, la fe y la esperanza. En junio de 2021, el mundo entero escuchó hablar a Britney Spears en una audiencia pública. El impacto que causó al compartir su voz, su verdad, fue innegable, y cambió el rumbo de su vida y el de la de infinidad de personas. La mujer que soy revela por primera vez la increíble peripecia vital y la fuerza interior de una de las mejores artistas de la historia de la música pop. Escritas con una franqueza y un humor extraordinarios, las impactantes memorias de Spears ilustran el poder imperecedero de la música y el amor, y la importancia de que una mujer, por fin, cuente su propia historia, en sus propios términos.
En «La mujer sentada», novela concebida como un extraño sueño sostenido, desfilan mujeres que se vuelven poliándricas, soldados que imaginan una religión del honor cuyo rito más notable será el suicidio, grandes duques rusos que fustigan a cortesanas francesas; se escucha un concierto de cámara a cañonazos en las trincheras del Marne y el tumulto de las barricadas en París; se asiste, sin que cese el asombro, a carnavales, a bailes de disfraces, a orgías. Guillaume Apollinaire escribió «La mujer sentada», que se publicaría de forma póstuma en 1920, a partir de dos escritos previos, extrañamente complementarios: «La mormona y el danita», de 1914, e «Irene de Montparnasse o París en tiempos de guerra», de 1917. El primero es una crónica épica sobre la fundación del Estado mormón de Utah en el siglo XIX. El segundo una evocación de la vida encendida y febril del París de las vanguardias, del Montparnasse en el que vivían, creaban y se peleaban Picasso, Max Jacob, Blaise Cendrars o el propio Apollinaire, todos ellos personajes del libro. A pesar de su variedad de temas y estilos, hay en esta novela una cuestión esencial y absolutamente moderna: la mujer libre, bárbara, la mujer que cuenta con ingresos propios y con un harén propio, que ha aprendido a vivir «sentada» en un mundo de «hombres en pie» que vagan perplejos y asustados.
Corren los años treinta en la remota ciudad albanesa de Gjirokaster. Una joven de diecisiete años, «La muñeca», es casada sin previa consulta, como marcan las tradiciones. Es una Dobi, una de las grandes familias de la ciudad, y la han casado con un Kadaré, clan que conoció mejores tiempos. Entre ambas familias, como entre las demás de esta añeja ciudad albanesa, siempre ha reinado la envidia y las desavenencias. «La muñeca» deja la casa familiar para alojarse en su nuevo hogar, una mansión fría y austera, con calabozo propio, en la que reina su suegra, mujer de fuerte carácter, inteligente, enclaustrada voluntariamente entre aquellas paredes siguiendo la tradición familiar. La relación de la joven con su suegra no será fácil, lo que la obligará a adaptarse, a ser una mujer casi sin criterios, sin carácter, sin sentido, que asiente a todo, una muñeca frágil de cara pálida como la porcelana, «La muñeca». Tras el fallecimiento de su suegra, aunque mejora su situación, surgen nuevos problemas, esta vez con su propio hijo que quiere emanciparse. Brillante y altivo, ha estudiado y emplea palabras que ella no entiende. Tampoco su forma de vida ya que no acepta sus consejos y menos que le busque una novia siguiendo la tradición. Poco a poco, «La muñeca» va descubriendo con tristeza que su mundo está desapareciendo, y lo peor de todo, teme que su hijo la ignore. Ismaíl Kadaré vuelve en «La muñeca» una vez más a su natal Gjirokaster, una villa medieval de casas fortificadas y callejuelas serpenteantes del sur de Albania, para narrarnos su particular relación con su madre. Un relato valiente y evocador, con una notable carga de ironía para describir a aquel joven que fue, un tanto soberbio, en un mundo cambiante que en pocos años había pasado de la más asfixiante tradición al olvido de aquellos viejos valores que habían marcado su infancia y la vida de su madre, «La muñeca».
Libro de relatos. Podrás entrar en un sueño del que querrás despertar, aunque la realidad sea aún peor, en los Vientos de Osiris. Recordarás con añoranza cuando en los cines podías sentirte como en tu propia casa en La nostalgia de la flor del tabaco. Y descubrirás un manuscrito que me enviaron desde un psiquiátrico y que publico con correcciones.
Una historia de amor que supera cualquier obstáculo. Daniel, un soldado español, regresa herido de Afganistán. Una bomba le ha dejado desfigurado el rostro, pero la cirugía estética lo convierte en un hombre de una belleza ideal, abriéndole las puertas para vivir una vida distinta. Con lo que él no cuenta, ni tampoco Paula, su novia, es con la sucesión de sorpresas y acontecimientos que una sociedad como la actual es capaz de provocar para satisfacer sus instintos y tratar de olvidar sus necesidades. Gómez Rufo desenmascara, con un lenguaje depurado hasta los huesos, la gran farsa social, proponiendo un emocionante brindis al amor.
«Lanark» fue un acontecimiento literario en el momento de su publicación, en 1981, y recibió grandes elogios de la crítica (El «TLS» lo tildó de «extraordinaria obra maestra»). Convertido en un clásico con el tiempo, el libro toma de Kafka y del cómic americano, de la ciencia ficción y del realismo más formal para construir un relato muy humano, a la vez divertido y apocalíptico. Alasdair Gray sigue el rastro del protagonista en el mundo que conocemos y unos cuantos más (no en orden cronológico, por cierto), una prolongada penitencia moral que le permite proyectar una alegoría gigantesca de nuestra sociedad. Artista además de escritor, Gray es también el autor de la impactante obra gráfica del libro, que se ha respetado en el interior y recuperado para las cubiertas con la vuelta al diseño original.
S es una escritora que vive en Londres. Ha perdido a un hijo y con él todo lo que la ataba a la vida, incluido su matrimonio. F es abogado y lleva junto a su mujer una vida tranquila en Santiago de Chile. S y F se conocen en Londres y a partir de entonces comienzan a reunirse clandestinamente en remotas ciudades, al tiempo que mantienen una obsesiva comunicación a distancia. Junto a F, ella recobra el impulso erótico y las ganas de sentir, de amar, de asomarse al mundo. Sin embargo, los kilómetros que los separan y el desconocimiento que cada uno tiene de la verdadera vida del otro llevarán a S a enfrentarse a unas circunstancias que ni en sus sueños ni en sus pesadillas hubiese podido imaginar. Mostrando la sexualidad de los amantes de manera explícita y audaz, Carla Guelfenbein recorre en esta novela las zonas del cuerpo y la mente donde los deseos nacen y se expanden hasta dominarlo todo. Una novela que revela sin tapujos el poder cegador de las ilusiones y de las historias que nos contamos para seguir viviendo.
La navaja de Ockham es una reflexión novelada sobre los valores y dilemas de la sociedad de hoy. A partir del plagio cometido en una tesis de maestría en una universidad ficticia de la cosmopolita ciudad de Panamá, nudo gordiano del relato, se ponen de manifiesto las pendencias de celos y envidia de dos universitarios que, subrepticiamente, se baten por el corazón de una condiscípula. La aldea global de que hablaba Marshall McLuhan, se alimenta de los tóxicos de guerrillas burocráticas y académicas. El espeluznante final de la obra contrasta con la atmósfera contenida y alambicada del claustro. Queda claro que, bajo la apariencia de normalidad, pululan las peores pasiones. Dos ciudades, el claustro y la urbe capitalina, en simbiosis alimentan móviles insanos y sombríos. La decencia y la esperanza son convidados de piedra, perfectos estorbos. La novela nos estrella con la certeza de que no hay omisiones en dilemas cruciales sin consecuencias. La posverdad, la corrupción y la ambición desmedida nos pasarán factura. No hay modo de escapar de este escenario de oprobio. Los personajes de La navaja de Ockham, en carne viva, lo comprueban. De vale su absurda negación.
«Lancelot and Elaine» es uno de los doce poemas que conforman «Idylls of the King», la obra en que Alfred Tennyson (1809-1892), el Poeta laureado de la reina Victoria, plasmó su sueño de recrear el universo del rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda de acuerdo con su particular visión del legendario soberano como un devoto de «las causas del honor, el deber y el sacrificio personal». La tragedia individual de esta damisela, última enamorada de Lancelot, reproduce las líneas del conflicto que corroe a todo un reino incapaz de sobrevivir al abismo que se abre entre el recuerdo de lo que fue, la ilusión de lo que debería ser y la realidad de lo que es. Profundamente enraizados en la cultura de los países anglófonos, los «Idilios» (aún no traducidos en su totalidad al castellano) han seguido gravitando por múltiples vías, directas e indirectas, en la recepción de la leyenda artúrica en la modernidad.
La ninfa constante tiene como protagonista a los Sanger, una compleja familia a cuyo frente está un padre músico y compositor, completamente embebido en su propia obra y partidario de una educación antiautoritaria. Su muerte provocará el choque de su descendencia con las normas sociales. Ésta fue una novela rompedora y muy popular, cuando se publicó en 1926. De hecho, fue uno de los mayores best-sellers del siglo. De ella se han hechos versiones teatrales y cinematográficas así como incontables traducciones.
La ninfa inconstante narra la aventura sentimental de un crítico de cine y una adolescente, recorriendo La Habana. Ella huye de su casa, él de su matrimonio. Ella, Estela, es una casi niña, huraña, arisca y de rara belleza. Obstinada, con una ferocidad erótica y un desapego sentimental suicida, que, unidos a un notable analfabetismo, contrastan con la pasión un poco incomprensible de él y, desde luego, con su lenguaje, cultísimo, lleno de referencias, de latines y de ingleses. Así que La ninfa... cuenta una historia disimétrica. En la edad, en los sentimientos, en la conversación, y precisamente la conversación es la que hace la novela: memoria de las palabras pronunciadas, por él, y nunca entendidas por ella; de los viajes de antro en antro, de los actos. Y actos quiere decir actos, pero el sexo, con ser el único motor de la historia narrada, no es lo más importante de la novela. Tiene una presencia fría, casi ajena: yo diría que es un pretexto (y literalmente lo es) para justificar ese largo soliloquio contado rigurosamente en primera persona. ¿Qué piensa Estela, Estelita? Eso se lo pregunta el narrador protagonista antes, durante y después de su relación amorosa, llamémosle así. Y que no nos lo cuente, sino sólo sus palabras anticlimáticas, habla de ese rigor del escritor respecto a su trabajo, monumento autónomo de palabras, pero mirada dentro de los límites del conocimiento real. ¿Cómo saber qué piensa Estela?, ¿cómo saber qué piensa nadie más que uno? Pues si no se sabe, no se cuenta. Pero ésta no es otra de esas historias de amor en la que un maduro intelectual queda atrapado por la belleza de una ingenua adolescente, porque Estelita tiene un plan que es de todo menos inocente. De fondo, música de bolero y una Habana ruidosa y sensual. Puro Guillermo Cabrera Infante. Pero era un secreto a voces que Cabrera Infante escribió durante sus últimos años una nueva novela que ampliaría su fresco de La Habana anterior a 1959, con numerosas pinceladas autobiográficas: «Según la física cuántica se puede abolir el pasado o, peor todavía, cambiarlo. No me interesa eliminar y mucho menos cambiar mi pasado. Lo que necesito es una máquina del tiempo para vivirlo de nuevo. Esa máquina es la memoria». La ninfa inconstante muestra a las claras todas las facetas del estilo de Cabrera Infante: los juegos de palabras que tanto fase a ese infatigable explorador del lenguaje, sus referencias cinematográficas y literarias, el gusto por las expresiones del habla popular y ese personalísimo y exquisito sentido del humor que puebla cada una de sus páginas.