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Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 45. Obsequio de la West-Mine, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LEE Taylor, propietario de uno de los ranchos más importantes de Placerville desmontó ante las oficinas de la «West-Mine» con pronunciado gesto de preocupación y malhumor. Uno de los empleados anunció la visita al jefe de la oficina Jack Tilder. —Prepárate, Jack —dijo—, el viejo viene con malhumor. Una maliciosa sonrisa cubrió el rostro del jefe de la oficina. Las protestas del visitante provocó algunas risas entre los empleados que se hallaban atareados ante sus respectivas mesas de trabajo.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 46. Llegados de Kansas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ERA muy difícil entenderse en el barullo que tanta conversaciones formaban. Se creaba el círculo vicioso de que para entenderse mejor empezaba uno a hablar más alto, siendo imitado en el acto por el vecino. Y de ese modo se elevaba a la categoría de escándalo. El barman tenía que pedir a gritos que callaran con bastante frecuencia.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 47. Un rancho en la frontera, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LA primera que por las mañana abría su establecimiento, en la calle que llamaron y sigue con igual nombre, del Comercio, era Betty Lander a la que toda la población conocía y era llamada «Milady». Después de abrir, se quedaba unos minutos bajo el dintel de la puerta observando la calle en que sin duda había más comercio de Santone. Saludaba con la mano a los propietarios que iban abriendo los otros locales y comercios. Para todos estos, la presencia de Milady ante la puerta de su hotel-saloon era indicio de normalidad. Se habían acostumbrado a verla a diario. De ahí que la primera mirada de todos ellos era hacia la muchacha más estimada de la ciudad.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 48. Cabelleras con precio, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ESCUCHA, papá…! Hace años que esa franja de terreno y el arroyo, son utilizados por los Bradley. ¡Fue injusta la reclamación que habéis hecho. Pero intentar meter ganado en esa parte, es un acto peligroso. —¿Es que toda esta comarca va a ser solamente de los Bradley…? —Llegaron antes. ¡Mucho antes que nosotros! Y no podemos quejarnos. Hemos conseguido terrenos y tenemos ganadería. Una hermosa casa. Lo que te pasa es que les odias y más que odio, lo que sientes es envidia. En todas partes, cuando hablas de ellos, oyes elogios. Han sabido hacerse querer y respetar. Y eso se consigue con buenos actos. Su dinero y su casa ha estado siempre a la disposición de quienes lo necesiten. Eso es lo que te irrita. No encontrar eco cuándo tratas de hablar mal de ellos en el pueblo.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 49. Nashua, la india, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

HOLA. Max, ya estamos de nuevo aquí. Creí que no íbamos a llegar nunca… y no me gusta llegar de los últimos con la mercancía. —Puedes entrar y echar un vistazo a los secaderos, eres de los primeros en llegar. Esta maldita tormenta ha retrasado a todo el mundo. —No te rías de mí. —Hablo en serio. Pasa y echa un vistazo. Comenzó a sacudirse las ropas cargadas de nieve.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 50. Trío de indeseables, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

UNO de los guardianes de la Prisión Territorial de Arizona, en Phoenix, se detuvo en la celda número veinte, observando con detenimiento el interior de la misma. Sonriendo de forma especial, abrió la celda. El huésped que ocupaba aquella celda dormía, al parecer, con enorme tranquilidad. Tomando toda clase de precauciones, el guardián se acercó al camastro, sobre el que dormía el preso, dándole con el pie de forma brutal. Como si hubiera sido impulsado por potentes resortes, el detenido saltó del camastro, mientras profería sordos insultos y amenazas contra el sádico guardián.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 51. Látigo del sur, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LOS lujosos salones del «Reina del Sur» hallábanse totalmente poblados de elegantes personas, invitadas todas ellas por el propietario del tan conocido y famoso barco que tantos viajes había realizado a lo largo del ancho y caudaloso Mississippi y que, una vez terminada la guerra entre el Sur y el Norte ancló a orillas del muelle de Vicksburg para convertirse en saloon flotante y en uno de los mejores negocios de la época. Watson Goldstein, propietario del mismo servía orgulloso de anfitrión, mostrando a sus elegantes invitados las numerosas dependencias de la inactiva nave, elogiando todo el mundo al autor de aquella fastuosa decoración de la que con tanto orgullo se hablaba en la ciudad.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 52. Colectividad de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EN el Departamento de Asuntos Indios, en Washington, había un gran movimiento y no poca inquietud. Las noticias llegadas del Oeste eran poco tranquilizadoras. El Jefe de este Departamento había convocado una reunión urgente con los Secretarios de Defensa y del Interior. Reunión en la que estaba muy interesado el propio Presidente tras la visita que le hizo el general jefe de Asuntos Indios. Y el mismo Presidente instó a los Secretarios indicados para que no faltaran a la reunión convocada.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 54. Cuerda para el padre y el hijo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

TIENES que escuchar, Bill… Tú nos conoces hace años. ¿Es que vas a creer ese absurdo…? Estás haciendo el juego a quienes nos odian. ¡Busca en otra dirección…! A los verdaderos autores de esa monstruosidad. —No es que crea que lo has hecho, Nelson. Pero tienes que comprender cuál es mi situación. Sé que tienen que estar equivocados los que aseguran que te vieron junto a la diligencia asaltada, pero como existen esos testigos, no puedo hacer otra cosa que averiguar por qué razón mienten, o es que en efecto ellos creyeron que eras tú.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 56. Sabor de venganza, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

TU eres el único que puedes impedir que cometan una injusticia, Rufus! ¡Soy inocente! ¡Juro que no maté…! —Por favor, Jeff, no vuelvas a pedirme que te deje escapar. Se te acusa de haber cometido uno de los delitos más graves… Era hijo del gobernador el que… —¡Habla! ¡Termina lo que ibas a decir! ¡Está bien, yo lo maté…! Lo hice por capricho, me divierte apretar el gatillo! ¡Tan pronto como le vi entrar en el saloon pedí a todo el mundo que se apartara y disparé! ¡Tres, cuatro o cinco veces apreté el gatillo! ¡No lo recuerdo muy bien!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 57. Reclamaciones en cadena, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

PATTY Henderson hacía cabalgar sin prisa a su montura, mientras ella observaba con verdadero deleite lo que iba recorriendo. Los vaqueros contemplaban a su vez a la muchacha, de belleza extraordinaria y de una simpatía atrayente. La propiedad era tan extensa que cada día caminaba en una dirección y no llegaba al límite de la misma. Cuando Stanley y ella se presentaron para hacerse cargo del rancho dejado por un hermano del padre de ellos, les miraron con curiosidad. Y les sorprendió la estatura de ambos, que les recordaba al propietario, muerto unos meses antes.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 58. Demonio de Dallas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

SE me ha hecho demasiado tarde. Vuestra tía os enseñará el resto del rancho. Os queda mucho por ver aún, ¿verdad, querida? —Ya lo creo… Si no fuera tan importante esa cita… —Lo es. No puedo perder más tiempo. Me reuniré con vosotros a la hora de comer. Llévales hasta el valle para que vean nuestra ganadería. —De acuerdo. No te olvides de pasar por el rancho de los Steele. Di a Eva que no podré visitarla en la mañana…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 59. El local maldito, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

HABÍA en la ciudad varios locales donde se expendía bebida y en los que se podía jugar. Pero el más concurrido era el de Leo Payette, por lo que sentía tan ufano y orgulloso, riéndose de los demás propietarios, cosa que no podía agradar a estos. Y sin embargo no quería admitir que la mayor concurrencia se debía, sin duda alguna, a Belinda. Una muchacha que era estimadísima en la ciudad, incluso por las mujeres que odiaban a todas las empleadas de esos locales, porque sabían que era una muchacha que, como las flores en los pantanos, no se había manchado del lodo que la rodeaba.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 60. El azote de la frontera, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

HABÍA en la ciudad varios locales donde se expendía bebida y en los que se podía jugar. Pero el más concurrido era el de Leo Payette, por lo que sentía tan ufano y orgulloso, riéndose de los demás propietarios, cosa que no podía agradar a estos. Y sin embargo no quería admitir que la mayor concurrencia se debía, sin duda alguna, a Belinda. Una muchacha que era estimadísima en la ciudad, incluso por las mujeres que odiaban a todas las empleadas de esos locales, porque sabían que era una muchacha que, como las flores en los pantanos, no se había manchado del lodo que la rodeaba.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 61. Por el camino de la cuerda, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

STELLA se fijó en un cow-boy de talla poco común, pero joven, que no hacía nada más que mirarla sin atreverse a pedirle que bailase con él. Entonces, valientemente, fue ella quien se le acercó y le dijo: —¿Es que no quieres bailar conmigo? —Es que no sé —dijo con valentía el muchacho.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 62. Ciudad refugio, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL herrero dejó de golpear en el yunque, sobre el que tenía un hierro candente, para mirar con curiosidad al joven y alto vaquero que había entrado en su taller, que a su vez le contemplaba sonriente. Después de secarse el sudor que cubría su amplia frente, dijo: —En estos momentos, doy por finalizada mi jornada de trabajo…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 63. Época de violencia, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DEJEME en paz, sheriff! —No seas estúpido, Cole. Nada conseguirás guardando silencio. Dentro de tres días serás juzgado con arreglo a la Ley y todo su peso caerá sobre ti. No creas ni confíes en que a quienes proteges con tu silencio hagan algo por salvarte. —Estoy tranquilo, porque demostraré ante la Corte, sin que quede la menor duda, que soy inocente de los cargos que pesan sobre mí. —Te aseguro que no existe salvación para ti. Serás sentenciado a morir colgado…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 64. Se necesitan cowboys, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LA dueña de la cantina y sus dos empleadas estaban a la puerta, contemplando el descenso de vaqueros del tren últimamente llegado. Todos ellos iban directamente al local. Antes de que llegaran, ya estaban las tres en el interior. El barman fue avisado que llegaban clientes.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 65. Comerciantes de las praderas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

BASTABA que Nero Stroner levantara una mano para que la caravana se fuera deteniendo lentamente. Y lo hacía formando un círculo, de forma que los carros y carretones quedaran bastante juntos. Cada dueño o conductor de carros desenganchaba las caballerías y la dejaba en el centro del círculo. También cada uno de ellos facilitaba el pienso a los animales. Nero era un experto conocedor del terreno y como realizaba cada año un viaje de ida y vuelta conocía el lugar exacto de cada parada.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 67. He venido a mataros, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LAS puertas de las celdas se iban abriendo de una manera lenta. Había dos hombres encargados de esta maniobra. Y cuando todas estuvieron abiertas, los condenados se movieron de una manera uniforme. En el amplio patio formaron en cuatro filas. Un toque de silbato indicó que podían moverse con entera libertad. Entonces empezaron a formarse grupos que conversaban entre ellos.