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Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 210. Seguiré tu camino, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DURANTE muchos años la mano firme del viejo Ellery Logan consiguió establecer una especie de ley en los valles de Hondo, Roswell y Dexter. Su mano no temblaba para disparar contra los que se oponían a sus dictados. Apoyaba su ley en los centenares de criados que le servían con una lealtad propia de la raza: mexicanos. Estos estaban en la parte oriental del rancho y apenas si se veían con los otros. Durante las fiestas de Hondo, Roswell y Dexter era cuando se encontraban con los cow-boys llegados del este a los que no conocían y con los que luchaban en los festejos que se organizaban para conservar la hegemonía en la habilidad de la profesión.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 211. Disputas por un caballo, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

COMO conseguiste encontrar mi refugio? —preguntó el joven, sorprendido. —Hace un mes, cuando mi padre decidió vender su propiedad para llevarme a Holbrook, me trajo con él. Quería despedirse de ti. —Creí que estaba contento en Tuba City. —Es que ya no se encontraba bien… —dijo entristecida la muchacha. —¡Tu padre fue un gran hombre, Daisy!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 212. El final del indio apache, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

FUERON varios los que intentaron comprar la cantina de Leticia. Pero ella se resistió siempre. Y eso que la clientela había ido disminuyendo. Sin embargo no quería dar esa satisfacción a los que con la riqueza minera llegaron para instalar lo que ellos llamaban «saloon» que en realidad debiera dársele otro nombré bastante más vergonzoso. El hecho de haber llevado mujeres tan atrevidas hizo que la clientela de ella basculara hacia los locales nuevos. Había en ellos alegría, música y mujeres. Y por si era poco, mesas con toda clase de juegos. Desde hacía mucho tiempo, existía esa cantina. Cuando los padres la instalaron era la primera y durante mucho tiempo, la única.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 213. De sorpresa en sorpresa (2ª Ed.), de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL jinete contenía al caballo diciendo como si le pudiera entender: —Ya me he dado cuenta que tenemos un río muy cerca. ¡Pero has de tener paciencia! También deseo beber y bañarme, porque he de tener el cuerpo lleno de chafarrones de polvo, convertido en roca por el calor que, al hacerme sudar, se ha solidificado. Pero el animal era más tozudo que él, y eso que Allan Elliston afirmaba que no podía haber otro igual. El animal, sin obedecer al jinete, galopó.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 214. Defendiendo sus vidas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

CREO que no comprenderé nunca el Oeste, papá. —Yo estoy seguro de lo contrario. No todos los cow-boys son como David Hunter. ¿Te deja tranquila ya? —A veces me importuna. —Yo me encargaré de él… —No, papá, le tengo miedo. No sé qué hay en él que me produce pánico. —Tenía fama de ser un caballero…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 215. ¿Otra vez Saguaro?, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL jinete palmeaba al caballo de forma cariñosa y le dijo: —Ahí tienes a Safford. Mi pueblo. Es ese que está allá abajo. Espera. Quiero descansar unos minutos y contemplar lo que hace tanto tiempo he estado sin ver. Y deteniendo al caballo, desmontó para sentarse sobre una roca. Se quitó el sombrero que colocó al lado suyo en el suelo y se limpió el sudor con el pañuelo. Contemplaba el pueblo y de memoria iba diciendo el nombre de cada familia de las casas que apreciaba con claridad a esa distancia. Y recordaba su infancia y a los que con él corrían por aquellas calles en las que se hundían los pies en la gruesa capa de polvo y cuando llovía se quedaban clavados en el barro.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 216. Pistolero belicoso, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ANNE Goss, se reunió con su padre, diciéndole: —Ya he oído lo que Alex y Joe han hecho por ti… ¡Son dos magníficos muchachos! —Como que de no ser por ellos, a estas horas estaría arruinado. —Parece que a nuestro capataz no le ha agradado… ¡Te andaba buscando y parecía muy preocupado! —Tengo la impresión, hija, de que Alter es un cobarde… Tendré que comprobarlo. ¡No le agradó la jugarreta que Alex y Joe hicieron a los compradores! —Se ha enfurecido mucho cuando le dije que habías contratado a esos dos jóvenes como conductores…


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 217. Dedos inquietos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

MARION, dueña del «Cow-boys», uno de los locales de diversión más visitados de Phoenix, contemplaba con tranquilidad y satisfacción la riada humana que a su paso por la puerta principal iba como presa almacenándose en el amplio local de diversión. Howard Gaylord y su capataz entraron en el «Cow-boys». Los dos buscaron a Marion, que desde su observatorio les vio entrar sin concederles mayor importancia. Por fin, no tuvo más remedio que saludarles con cierta efusión, ya que Howard Gaylord estaba considerado como uno de los hombres más ricos e influyentes de Phoenix, a pesar de residir la mayor parte del año en Tempe, pueblo próximo a la capital, donde poseía uno de los ranchos más extensos, famoso por su excelente ganadería, muy particularmente la cría de caballos. El efusivo saludo era más comercial que amistoso.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 218. Una dama asombrosa, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

DURANTE muchos años era una estampa clásica en los dos ríos, la presencia de las naves fluviales. Y de estas, aquellas que se convirtieron en «saloons» flotantes y que para su decorado se gastaban miles y miles de dólares. A la llegada de estos barcos en las ciudades en que se detenía, acudía la mayor parte de la población y muchos que venían de las cercanías solo para pasar unas horas en los magníficos salones. Las empleadas de estos barcos eran seleccionadas entre las que trabajaban en «saloons». Hacía falta experiencia en el trato con clientes. La detención en cada parada dependía de la importancia de la población.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 219. Entre dos fuegos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Kenneth Landis, propietario del único «saloon» de Ozona, pequeña población texana, miró con asombro a su interlocutor, acabando por reír a grandes carcajadas. El viejo ayudante del sheriff, molesto por aquella hilaridad, pronunció un sinfín de improperios ininteligibles, dedicados todos ellos a Kenneth Landis. Por su parte Kenneth, preocupándose tan solo de sujetar su abultado abdomen con ambas manos, que se movía al ritmo que sus carcajadas le imponían, no prestaba la menor atención a las palabras soeces del viejo ayudante. Al dejar de reír, Kenneth se limpió con un pañuelo las lágrimas que inundaban sus ojos, diciendo:


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 220. La muerte del gobernador, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

VIAJANDO tan juntos era casi obligado hablar de algo entre ellos. Los seis viajeros de la diligencia, al principio, se miraban de soslayo y trataban de mirar a través de las ventanillas. Sin embargo, el silencio no podía existir sobre todo cuando iban a viajar bastantes horas juntos. Solamente iba una muchacha joven. Los otros cinco eran hombres. Uno de ellos joven también y que había llamado la atención de los compañeros de viaje en virtud de su estatura. La cabeza una vez sentado rozaba el techo. Y sobre esta circunstancia hablaron bastante y hasta bromearon con él.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 221. Oro y sangre en el norte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

EL nombre de Hilda era repetido por los huéspedes del refugio, varias veces en pocos minutos. Ella escuchaba sonriendo, pero no respondía a ninguno. Las llamadas aumentaban de tono con el silencio de ella. Y algunos se asomaban a la puerta y gritando decían: —¿Es que no oyes? ¡Hildaaaa! —No gritéis tanto. Podéis lavaros y acudir al comedor. El desayuno está preparado. Y el que no esté en el comedor dentro de quince minutos, no desayuna. —Oigo el viento y la nieve. ¿Es que crees que vamos a salir con este día? ¿Qué temperatura marca el termómetro?


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 222. Grupo indeseable, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

BILL York, golpeando cariñosamente con la palma de la mano en el fuerte cuello del noble bruto, hizo que se detuviese bajo la fresca sombra de un pequeño árbol. Se quitó el sombrero de anchas alas y con el pañuelo que llevaba anudado al cuello se secó el intenso sudor que cubría su frente y que al caer por su rostro formaba surcos en el mucho polvo adherido a su piel. Al fijarse en una tabla indicadora, que estaba sujeta al tronco del árbol, sonrió ampliamente al leer lo que decía. Volvió a acariciar a su caballo, diciendo como si el animal pudiera entenderle:


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 223. Mensajero de la muerte, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El jinete enfundó sus armas y volvió la espalda a los que discutían; pero los testigos habían impulsado, sin comprenderlo, la máquina terrible del linchamiento, que se hubiera evitado si alguien se hubiera opuesto valientemente y con gran decisión. El sheriff salvó la vida milagrosamente, pero Crawford fue absorbido por la masa, que le engulló en su seno y con un trágico pugilato en ansias de golpear. Los despojos fueron colgados frente al «saloon». El jinete no comprendía que hubieran perdonado al sheriff, ya que estaba seguro de que su amistad con Crawford era una verdadera complicidad en la que vivió amparado el ventajista durante mucho tiempo.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 224. ¿Quién es Saguaro?, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El que hablaba con Lander no insistió, pero estaba convencido que ese hombre era un hambriento infeliz. Pero Lander estaba habituado a que no se discutieran sus órdenes. No le importaba si era cuatrero o no, lo que no le agradaba era que Joe, al que había hecho sheriff él, se le enfrentara, ya que había ordenado que lincharan al cuatrero. Cuando llegó a la oficina, no había ante ella más que un grupo pequeño de mujeres que miraban con odio a Lander. Este, trató de entrar sin llamar, pero se encontró con la puerta cerrada. Esa circunstancia obligaba a tener que llamar y pedir permiso para entrar. Y también esto le enfurecía.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 225. Viejo errante, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

UN hombre de edad avanzada, entró en uno de los locales de diversión de Sacramento. Varias muchachas empleadas del local, que por no haber clientes a aquellas horas, estaban sentadas a una mesa charlando animadamente, miraron con indiferencia al viejo. Este sonriendo, las contemplaba a su vez con cariño. Una de las muchachas, fijándose en el viejo con detenimiento, se puso de pie, como impulsada por fuertes resortes, gritando: —¡¡Abuelo Lawrence!!


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 257. El rancho marcado, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

LOS dos jinetes observaban los adornos callejeros y se preguntaban qué fiesta sería, porque aparte de las cadenetas de papel en distintos colores, veían a muchas personas vestidas con la ropa indicadora de algún festejo. Buscaban un hotel, y de pronto dijo uno de ellos: —Es que no nos hemos dado cuenta que hoy es domingo.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 258. Cuerpos lastrados, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Las dos jóvenes palmoteaban gozosas. Eran, a pesar de ser hermanas, muy distintas. Dorothy tenía dos años más que Eleonor. Era morena, de ojos oscuros y muy expresivos, que recorrían toda la gama de la dulzura a las violentas sacudidas del furor. Dos hoyuelos se grababan como escolta a la boca, cuando se reía, aumentando la gracia sugestiva en unión de la dentadura blanca e igual. El cuerpo era tan proporcionado, tan escultural y armónico, que aun siendo de poca talla daba la impresión por su perfección, de algo extraordinario.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) 259. Herencia rehusada, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

La muchacha encargada de la recepción del hotel miraba sorprendida por la estatura de los jóvenes que tenía ante ella, a los rostros y se daba cuenta que no llegaba ninguno de ellos a los treinta años. Puso el libro-registro ante ellos para que escribieran su nombre cada uno. Habían pedido dos habitaciones, lo que le hizo pensar que no se trataba de matrimonio, aclarando ellos al decir que eran hermanos.


Bolsilibros - Gran cañón (Ed. Easa) ] 71. El justiciero de la cuenca, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

ROXI, rodeada de sus empleadas, con las manos a la espalda, recorría el local y contemplaba los menores detalles del mismo. Giró sonriente al final del recorrido y exclamó: —¿Verdad que es precioso…? —No creo que haya otro ni anteriormente lo hubiera en esta ciudad —dijo una de ellas. Dereck Forbes, que iba a ser el encargado del saloon, se unió a ellas.