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Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 45. Reclamado por asesinato. Harvey Logan, de J. León

Relato, Aventuras

El tren avanzaba por las áridas estepas de Arizona, silbando a través de la noche. La plateada luna del Sudoeste convertía la llanura, de la que brotaban fantasmagóricos montículos de tierra y piedra, en un paisaje de otro planeta. Las estrellas permanecían en la bóveda celeste, parpadeando enigmáticas. Desde la ventanilla que daba a su asiento, Kitty Manning contemplaba el paisaje por el que se deslizaba el ferrocarril. Para Kitty era aquélla su primera aventura. Le parecía, mentira encontrarse sola en un tren, camino de Arizona. ¿Cómo se llamaba aquel pueblo donde la esperaba su tío? Siempre lo olvidaba. Un amigo suyo que había estudiado el español le dijo que era el nombre de un árbol. Ya recordaba: Nogales. Kitty había vivido hasta entonces una vida muy vulgar y muy cómoda. Su padre era un alto empleado del First National Bank de Nueva York y su posición desahogada permitió que su familia disfrutase de todos los gustos y de todas las comodidades. Poseían una casa en la Quinta Avenida y Kitty asistía a un buen colegio. Sus amigos pertenecían a la mejor sociedad de Nueva York y asistía a todos los estrenos y todos los espectáculos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste (Ed. Cliper) 108. Misión especial. Guillermo de Valcárcel, de J. León

Aventuras, Novela

Los centinelas que, arma al brazo, paseaban ante la puerta de San Agustín, no prestaban mucha atención a los que entraban y salían de la ciudad. Era difícil que hubiera algún desconocido. No tenía muchos habitantes la ciudad y todos se conocían sobradamente. El sargento Gil Martínez, bajo y rechoncho, de piel aceitunada, permanecía sentado en un banco, junto a sus soldados. La amplia casaca blanca, las altas polainas y la bandolera aparecían en magnífico estado, como si a fuerza de cuidados consiguiera que se mantuvieran tan nuevos como el día en que los compró. Sus cabellos negros, recogidos en una coleta, al nuevo estilo militar, dejaban al descubierto su semblante de nariz aguileña y el tricornio le protegía el semblante del sol. Fumaba en silencio su larga pipa de barro, esperando que las horas le trajeran el relevo. Sus hombres, vestidos con uniformes similares, se mostraban aburridos y cansados.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 29. Usurpación funesta, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los dos jinetes se debatían en el torbellino de nieve sin muchas esperanzas de orientación. —No hemos debido alejamos tanto —protestó la joven. —Puede que no estemos tan lejos. Lo que pasa es que se ha puesto tan negro el horizonte y es tan espesa la nieve que cae, que resulta casi imposible saber en qué dirección está el fuerte. —No debe estar lejos la factoría de Porlock. Si pudiéramos llegar a ella, nos salvaríamos, porque estos caballos no pueden caminar con esta nieve cuyo espesor irá en aumento.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 55. La tierra de los huidos, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¡Joe! ¡Una carta para ti! —¿Para mí? ¿Estás seguro? —El sobre dice: Joe Mindem. Viene reexpedida de Santone. —Entonces, no hay duda de que es para mí. Y Joe bajó del carretón al que estaba subido, y se frotaba las manos para limpiarlas un poco. —¡Trae!


Bolsilibros - Hombres del Oeste 63. Buck, el minero, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—¡Doctor…! ¡Abra la puerta…! El viento huracanado arrastraba los copos de nieve obligando a taparse con gruesos chaquetones de piel. Los gritos de aquella mujer apenas podían oírse, apagados por el fuerte viento. Golpeó con fuerza la puerta. Hubo de hacerlo repetidas veces hasta que pudo ser oída. Una de las ventanas de la parte alta se abrió, apareciendo un hombre en ella. —¿Quién es? —preguntó.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 75. El sonriente, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los reunidos en el despacho del gobernador, conversaban entre ellos animadamente. No sabían cuál era la causa de haberles citado y cada uno daba su impresión. El que más hablaba era el senador por Wyoming en Washington, míster Hughes. También estaban allí míster Huston, jefe del Senado en Cheyenne. Rob Parrish, que capitaneaba la mayoría en el Congreso de Wyoming, y Mike Sayers, editor y periodista de la capital, con el Daily Mirror.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 87. Nido de gun-men, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Tan pronto como el vapor se detuvo, paralizando las ruedas aspadas de los costados, con el cese del asmático jadeo de su motor, y lanzó al espacio el grito metálico de su triunfo en un silbido grave, los pasajeros, agolpados en la cubierta en que solían colocar el portalón de salida, miraron hacia el muelle, donde las mujeres del saloon de Virginia hacían señales de salutación. 
La mayoría de los viajeros vestían traje de cowboy , y se leía en los ojos de todos la ambición que les consumía. 
Miles City era la última escala que hacía el barco con su carga humana, y de aquí las diligencias, mientras podían rodar por la inmensa llanura, llevábanse a los codiciosos buscadores, que aún acudían, captados por la atracción magnética de la palabra «¡oro!», al condado de Madison, donde se hallaba emplazada la popularísima Virginia City.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 277. Huidos de Texas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

—Ya llevo una temporada en estas montañas y te he dado muchas molestias. —No tienes que pensar en eso… —Es que quiero encontrar a ciertas personas… —Puedes hacerlo más adelante. Frank, que era el que hablaba de marchar, paseaba por el refugio que en lo más alto de la montaña tenía Leo Lasker, del que se había hecho muy amigo en la temporada que llevaban juntos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 297. Eran tres granujas, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Los potros, siguiendo a sus madres, acosadas, levantaban una polvareda enorme. Y los jinetes que les acosaban se cubrían los rostros con pañuelos, que protegían sus bocas y narices. De vez en cuando se bajaban el pañuelo para respirar ampliamente, aunque con el peligro de inspirar grandes cantidades de polvo, que les hacía toser. A unas doscientas yardas dos jinetes contemplaban el acoso. Eran madre e hija y propietarias de la hacienda, como en esa parte de la Unión se seguía llamando a los ranchos. Propiedad bastante extensa que les permitía dedicar unos millares de acres a la cría de caballos y otra parte, mucho mayor, al ganado bovino.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 334. La locura de un juramento, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Alan Sullivan, como se llamaba el alto vaquero que asustaba a Lawrence, y que había demostrado ser un habilidoso con el látigo y el cuchillo, estaba en el local pendiente de la puerta que comunicaba con el mostrador, ya que temía de Lawrence cualquier traición. Al ver a Wascomb, que miraba las mesas de juego, volvió la cabeza e hizo que miraba a su vez a los de la partida.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 384. Un buen lío, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

San Antonio era para los téjanos Santone a secas. Como San Francisco para los californianos era Frisco. El hecho de llamar San Antonio a esa ciudad indicaba que el que lo hacía no nació en Texas ni se crio allí. En la época de nuestro relato, cerca ya del siglo XX, la población había aumentado considerablemente. Se estaba terminando el ferrocarril que se conocía por el anagrama M.K.T. (Missouri-Kansas-Texas). Y por su trazado, que atravesaba las zonas ganaderas de Kansas y Texas, era denominado, antes de su inauguración, «El cornilargo», ya que recogía la mayor parte de las reses de una amplia zona de estos dos Estados eminentemente ganaderos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 394. Corazón de pistolero, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Escenario: Un saloon como todos los que abundaran en el Oeste. Escena: La luz del día iba feneciendo. En una mesa del rincón más apartado de la entrada, un hombre manipulaba el naipe, completamente solo. La tranquilidad fue rota por un grupo de vaqueros que irrumpieron en el local.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 402. Pueblo de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Sentado sobre una roca, junto a la entrada de la cueva que le servia de dormitorio, Chinton observaba el caminar lento de la caravana que a muchos pies bajo él, avanzaba en dirección prohibida. No era el primer convoy que lo hacía. Se trataba de terrenos vedados a los blancos en virtud de ciertos tratados firmados con los indios; por ello, dudó si debía advertirles del peligro que suponía irritar a los pieles rojas. ¿Se reirían de él? Todos sabían que existían vastas zonas reservadas a los sioux, shoshones, crows y otras naciones indias. Y estas caravanas no procedían del Este. Venían de las nuevas ciudades creadas por el ferrocarril que unía el Este con el Oeste.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 412. Pandilla de cobardes, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

El viento barría, furioso, el patio del fuerte. La nieve formaba una espesa cortina blanca, que impedía ver a una sola yarda de distancia. El frío era intensísimo. El fuego que ardía en el hogar de la cantina, y la cantidad de seres que en ella se hallaban, daban una temperatura muy agradable a la estancia. Los que entraban, frotándose las manos, sentían arder sus mejillas a los pocos segundos.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 422. El diablo de las llanuras, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Al apoyar la mano con la mayor suavidad en los cuartos traseros del animal, éste relinchó con fiereza y se lanzó contra Dayton, que, de no haber escapado a tiempo, hubiera tenido que lamentarlo. Sonriente, se separó del caballo y le habló cariñoso a distancia. Le dejó bien atado y, recogiendo la manta que llevaba sobre su montura, la extendió en el suelo y tumbóse boca arriba sobre ella.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 425. En un saloon flotante, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

Una verdadera multitud estaba en el muelle de Nueva Orleans para contemplar el nuevo barco que, equipado para saloon flotante, llegó a la ciudad precedido de una deslumbradora fama respecto a lujo y comodidades. Era mixto para pasaje y recreo.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 434. La noche negra de Laramie, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

Había pasado ya el mal humor por el resultado de la elección. Los amigos del abogado Killen estaban más tranquilos. Ya no había remedio. Habían perdido y de nada servían las protestas. No lo comprendían al principio porque estaban seguros de que sería Killen el nuevo gobernador. Y hasta el que cesaba estaba convencido de ello, porque lo que le hablaban indicaba que tenían ganada la elección. La mujer del que cesaba fue la que le dijo dos días antes de la votación...


Bolsilibros - Hombres del Oeste 462. Hombres sin entrañas, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El barco que acababa de atracar al muelle pertenecía a la misma. Fue saludado por varios empleados, anunciándose inmediatamente su visita en la Dirección. Tom Bristol entró sonriente en el elegante despacho.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 470. Holocaustro, de M. L. Estefanía

Novela, Aventuras

El condenado pisó el rostro de Colfax, con instinto homicida. Los huesos del tabique nasal crujieron todos. Y un potente grito de dolor escapó del pecho de Colfax. Éste tuvo la suerte de que su grito fuera escuchado, y enviaron dos guardianes. Al ver lo que estaba ocurriendo, hicieron uso de las armas, afirmando, más tarde, que lo habían hecho en defensa propia.


Bolsilibros - Hombres del Oeste 471. Las canteras de Wyoming, de M. L. Estefanía

Aventuras, Novela

—¿Cansado, Gay lord? —Hola, Roy. Bastante... Mis huesos ya están muy pesados para trabajar la tierra... ¿Sabes lo que estaba pensando? En cuando llegamos a Cheyenne... Hay que ver cómo ha cambiado todo. Hasta esta granja no parece la misma... —¡Quién pudiera volver a aquellos tiempos, Gaylord! Menos mal que tuvimos el acierto de quedamos con esta tierra... —Si me hubieras hecho caso a mí, hoy tendríamos uno de los mejores ranchos de la comarca.