El liberalismo, a decir de sus defensores, es la tradición de pensamiento que centra su preocupación en la libertad del individuo. Pero entonces, ¿cómo explicar que esa celebración de la libertad pueda en sus orígenes ir de la mano de la consideración de los trabajadores asalariados como simples instrumentos de trabajo, o con la teorización del despotismo y la persistencia de la esclavitud en el mundo colonial? En este libro Losurdo indaga en esas contradicciones y en las zonas de sombra que corrientemente eluden los estudiosos, construyendo una contrahistoria que pone de manifiesto la dificultad que entraña conciliar su defensa teórica de la libertad con la realidad de las relaciones políticas y sociales.
¿Fue Stalin ese «enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano», como dijo Nikita Kruschov en su famoso Informe secreto? ¿O, como se ha dicho después, el inepto hermano gemelo de Hitler? ¿El dictador sádico, paranoico, antisemita, carente del menor escrúpulo que ha retratado la historiografía dominante? Domenico Losurdo cree que no. Sin por ello exculpar a Stalin del horror del Gulag, ni negar su responsabilidad en otros crímenes, Losurdo resulta convincente cuando imputa como falsa la acusación de antisemitismo, cuando subraya el genio estratégico y militar del líder soviético o cuando rechaza el paralelismo con el Führer, por citar algunos aspectos que se dan por ciertos sin serlo. Más aún: al contextualizar las decisiones, muchas veces terribles, que tomó Stalin, Losurdo demuestra que es más fácil enlazar los delirios racistas e imperiales de Hitler con sus contemporáneos occidentales y sus precursores, que con el político bolchevique. Libro que cuestiona la mayor parte de la historiografía actual, Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra no dejará indiferente a quien se adentre en sus páginas.
Como muchos matrimonios, el de Vanda y Aldo se ha visto sometido a la tensión, al desgaste de la rutina y, aún más, a la infidelidad, pero ha sobrevivido intacto. O eso parece. Porque si se mira con detenimiento, las grietas son evidentes, como las de un jarrón resquebrajado que pudiera romperse al menor contacto. ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar con tal de no sentirnos atrapados? ¿Y qué perdemos cuando decidimos volver sobre nuestros pasos? ¿Cuáles son las consecuencias ineludibles de nuestros actos, para nosotros y nuestros hijos? ¿En qué consisten nuestras ataduras? Domenico Starnone, ganador del Premio Strega, nos ofrece una historia emocionante y profunda: el relato de una fuga y de un falso retorno.
Pietro y Teresa mantienen una relación amorosa llena de altibajos emocionales, exigencias nunca satisfechas y tensiones que acaban en insultos y llantos. Tras una violenta pelea, para templar los ánimos, a ella se le ocurre una idea: «Pongamos que te confío un secreto íntimo, tan horrible que ni siquiera me lo he confesado a mí misma, y tú me confías uno parecido, algo que si saliera a la luz te destruiría para siempre». Él acepta, y de este modo sellan su dependencia recíproca. Sin embargo, a los pocos días la pareja comprende que no tiene otra salida que separarse. Tiempo después, Pietro conoce a Nadia, de cuyo carácter inocente y cálido, tan distinto del de su novia anterior, se enamora. Pero en la víspera de su boda, Teresa reaparece, y con ella, la sombra amenazante de aquella confidencia, que marcará irremediablemente su vida. TrasAtadurasy El juego, Domenico Starnone prosigue con su profunda indagación en las relaciones humanas. La crítica ha dicho... «Una historia de amor feroz» (Il Fatto Quotidiano) por «el mejor escritor vivo de Italia» (Jhumpa Lahiri), ganador del Premio Strega, entre otros, y traducido en 32 países «El nombre de Starnone está junto al de Philip Roth, J. M. Coetzee, Michel Houellebecq o Abraham B. Yehoshúa en el canon de autores que penetran el alma y la desnudan. [...] Te deja impactado». Pier Luigi Razzano,La Repubblica «Una elevación literaria que conmociona. [...] Te toca las entrañas». Manuel Vilas «Una historia bellísima e impresionante». Nadia Terranova,La Stampa «Un flechazo que deja sin aliento; un universo hecho de pasiones, pulsiones, sensualidad, energía y ternura, y una escritura quirúrgica, volcánica, entusiasta, brillante y meticulosa que confirma a Starnone como uno de los escritores contemporáneos más admirables». Giuseppe Lorenti,La Sicilia «Es como si Starnone fuera cien escritores diferentes. Leerlo es una experiencia exaltante, pero también audaz. [...]Confidenciaes una historia completamente nueva: la de un hombre que solo existe en los ojos de los demás». Antonella Lattanzi,Il Corriere della Sera «Uno de los mejores escritores italianos; tiene un sarcasmo chispeante». Titti Marrone,Il Mattino «Una geometría sentimental». Mirella Armiero, Il Corriere del Mezzogiorno «Un nuevo libro de Starnone es un acontecimiento que hay que celebrar». Kirkus Reviews «Una trama enigmática, una bomba de relojería». Gianluigi Simonetti, Il Sole 24 Ore «El mejor escritor vivo de Italia». Jhumpa Lahiri «Una historia de amor feroz, [...] con una enorme carga humana». Carlotta Vissani, Il Fatto Quotidiano «El nombre de Starnone está junto al de Philip Roth, J. M. Coetzee, Michel Houellebecq o Abraham Yehoshúa en el canon de autores que penetran el alma y la desnudan para mostrar hasta el último artificio, engaño y debilidad del ser humano. [...] Un estilo perfecto, un análisis magnífi camente preciso y una narración incandescente: te deja impactado». Pier Luigi Razzano, La Repubblica
El ganador del Premio Strega conmueve con una historia que ha impactado a la crítica y los lectores y ha sido finalista del National Book Award
«Starnone resalta lo extraño en lo cotidiano transmitiendo nuevas emociones en situaciones universales.»
Jesús Trueba, librería La Buena VidaVisualiza un duelo. Dos figuras se enfrentan, sangre de la misma sangre. Uno tiene más de setenta años y es un afamado ilustrador que lleva tiempo viviendo completamente solo. El otro, más bajito, es su nieto: un niño revoltoso de cuatro años con un vocabulario vasto y precoz. Apenas se han visto un par de veces, pero ahora el abuelo va a tenerlo a su cuidado tres días enteros. Los padres han ido a un congreso, o quizá en realidad necesitaban tiempo para averiguar si su matrimonio ha llegado a un callejón sin salida. Cuatro paredes y un balcón serán los límites entre esta historia, la de un abuelo cansado y distraído y un pequeño sargento que lo pone a prueba, y otra historia, en sordina: la de un matrimonio en crisis y un gran amor que amenaza con resquebrajarse.
Starnone vuelve a brillar, como en su inolvidable Ataduras, haciendo saltar por los aires las relaciones familiares.
Reseñas:
«Emocionalmente astuta. Una inteligente mezcla de humor y temor que engancha desde la primera página.»
The Chicago Tribune«Uno de los escritores más brillantes, profundos, despiadados, agresivos y auténticamente novelescos.»
Gianluigi Simonetti, Il Sole 24 Ore«Un verdadero disfrute para el lector. [...] Starnone ha vuelto a dar en el clavo. No se la pierdan.»
Giuseppe Fantasia, The Huffington Post«Una novela afilada y apasionada.»
Annalena Benini, Il Foglio«Uno de los novelistas más consumados de Italia y una magnífica historia. [...] Starnone conoce bien el terreno y lo entreg
Un niño napolitano que mira por la ventana y fantasea con ser poeta, una niña de pelo de color azabache que baila en el balcón de enfrente y un amigo con el que batirse en duelo: así comienza la historia de tres personajes cuyos destinos quedan inextricablemente unidos para siempre. Los dos chicos, enamorados al instante de la Milanesa, como se refieren a la misteriosa muchacha, se embarcan en una batalla a muerte por su atención. Años más tarde, ya en la universidad y alejados del mundo de la infancia, los caminos de los dos compañeros se vuelven a cruzar. Nuestro narrador, aquel muchacho soñador, debe enfrentarse a su memoria y lanzarse en busca de la verdadera identidad de la Milanesa.
Uno a uno, los personajes que pueblan los relatos de Siete puentes bajo la Luna nos sumergen en un universo oscuro, a veces rural, en otras ocasiones nos encontramos en el Londres victoriano o la Sofía comunista. Las atmósferas, tan densas que parecen cortinas de ganchillo, a través de las que podemos sorprender el cruzar furtivo de una sombra, recuerdan las atmósferas del realismo español de posguerra, aderezadas con elementos propios del autor de una gran modernidad. Siete puentes bajo la Luna es una antología madura, minuciosa y brillante, que consigue perturbar y sorprender a cada paso. Cada nueva historia genera un universo original y cerrado en el que los personajes se agarran a la vida y se afanan por salir adelante, aunque no siempre lo logren.
Libro infinidad de veces editado, Facundo o Civilización y barbarie (que comenzó a publicarse como folleto en 1845), recibe en la presente edición un tratamiento especial gracias al estudio preliminar realizado por el profesor Noé Jitrik, complementado por una cuidada cronología y la modernización de las grafías correspondientes a la reforma ortográfica de Domingo Faustino Sarmiento (Argentina, 1811-Paraguay, 1888), facilitando así su lectura, operación que ha sido realizada con un meticuloso criterio histórico, lingüístico y sociológico que hace posible la comprensión de las innumerables alusiones del autor, al tiempo que nos introduce al debate histórico y político en torno al que Jorge Luis Borges ha calificado como el primer libro argentino.
Última obra del autor, pieza admirable y conmovedora, biografía de su hijo natural, muerto a los veinte años en la «Guerra de la Triple Alianza o del Paraguay», que entreteje una interpretación simbólica de una vida ejemplar a través de la cual se traslucen los valores y aspiraciones más profundas del padre. Cuando su hijo adoptivo falleció contaba con 21 años y el autor se propuso componer un relato de su vida. Con ese fin escribió unos borradores que se perdieron y, dos años antes de su muerte, volvió a redactarlo y dio a la imprenta. En él contó con detalle todo su proceso de aprendizaje y descubrimientos durante la infancia y la primera juventud y, para los años en que ya no vivieron juntos, recurrió a testimonios de otras personas. En la presente edición se han mantenido las normas ortográficas de la edición de 1886, base de la presente edición digital. Se ha ampliado con las notas de la edición de sus «Obras Completas», de 1900 y el «Apéndice» de esta edición, donde se recuperan los borradores perdidos antes mencionados.
Publicado por primera vez en 1845, el Facundo es uno de los textos fundacionales de la cultura y la literatura argentinas. Obra excepcional que cruza distintos géneros y registros —del ensayo histórico a la biografía novelada, pasando por la argumentación política y el estudio geográfico y cultural—, la vida de Facundo Quiroga, caudillo federal del interior del país, es utilizada por Sarmiento en su campaña antirrosista para explorar el espíritu político, económico y social de la época y revelar, finalmente, la dicotomía central en la que el autor ve cifrado el porvenir argentino: civilización o barbarie. «Por un lado, el Facundo es un germen del Estado y, por otro lado, es el germen de la novela argentina. Tiene algo de profético y de utópico y produce el efecto de un espejismo: en el vacío del desierto se vislumbra como real lo que se espera ver.» Ricardo Piglia
Concebida como autobiografía vindicadora del honor ultrajado con su precedente en «Mi defensa» (1843), «Recuerdos de provincia» (1850) del argentino Domingo Faustino Sarmiento se presenta como la culminación de una trayectoria textual —la escritura de biografías ejemplarizantes— y de un itinerario histórico de grandes hombres cuyo epígono sería él mismo. El momento histórico de —la etapa final de Rosas— impulsa la publicación y justifica parcialmente la estructura del texto: un cuadro genealógico de personajes de la historia argentina cuya marcha civilizadora —según los presupuestos del historicismo romántico— situará a Sarmiento en la tesitura de salvar a la patria. María Caballero Wangüemert es profesor titular de Literatura Hispanoamericana en la universidad de Sevilla. Miembro de la Asociación de Americanistas Españoles y del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, es autora de «La narrativa de Rene Marqués» (Playor, Madrid, 1986) y numerosos artículos publicados en revistas especializadas de España y del extranjero.
Su autor, Domingo José Navarro y Pastrana (Las Palmas de Gran Canaria, 1803-1896), médico y célebre memorialista, culminó sus estudios de Medicina en la Universidad de Barcelona. Cofundador del Gabinete Literario de Las Palmas, primera asociación privada que se implantó en la Isla y también del Colegio de San Agustín promovido por esta institución. Asimismo perteneció al grupo promotor para la creación de la Sociedad Científica El Museo Canario, fundado en 1879, siendo su primer Presidente. Ha sido recordado por esta obra, de grata lectura y de la que ha habido múltiples ediciones, en donde relata cómo una ciudad de ultramar, atrasada en el atávico antiguo Régimen a comienzos del siglo XIX, evoluciona hasta situarse entre las urbes más prósperas de España a finales del mismo siglo.
¿Por qué no pudieron ni supieron, la Casa Blanca y el Kremlin evitar la III Guerra Mundial…? Esta obra de ficción ofrece una hipótesis —quizá la más verosímil y probable— acerca del peligro de lo que puede ocurrir si no se evitan ciertas trampas de terceros… Y lo que puede suceder en un conflicto de tal naturaleza es… la total destrucción del planeta Tierra. Con las actuales reservas de armas ABQ se puede matar cientos de veces todo vestigio de vida animal o vegetal y provocar cataclismos planetarios que hagan luego inhabitable nuestro mundo. Esta obra, escrita por un conocido espiólogo, describe las luchas CIA-KGB en España, así como la actual problemática internacional con los furúnculos de siempre: Imperialismo, Golpismo, Maquiavelismo de la lucha subterránea, Terrorismo, etc. El autor ha utilizado una información fidedigna y rigurosamente científica. En consecuencia, esta terrorífica hipótesis puede convertirse mañana —hoy, lector— en una realidad apocalíptica e irreversible. Todos podemos influir para que no se produzca este suicida estallido, pero fundamentalmente los políticos y militares de la URSS y de los Estados Unidos. Esta obra constituye, pues, un aviso y un ejemplo.
Cuando a Txomin le deja la Nekane redescubre el mundo del ligoteo. Junto con su cuadrilla, el Mikel, el Joseba y el Patxi, inicia su aventura vital en el proceloso mundo del emparejamiento en Euskadi. Ya sea en el cuerpo a cuerpo, o a través de redes sociales, no hay moza que se le resista, convirtiéndose en un refinado playboy... aunque con inciertos resultados. Novela escrita en tono de humor, satírico, sobre un personaje... muy peculiar. Recordad, Grey sólo se lió con Anastasia, Txomin le da mil vueltas.
Ana es una teniente de la Guardia Civil que ha ido a menos desde que fue apartada por motivos políticos de la lucha antiterrorista, donde estaba realizando una exitosa labor. Desde entonces su carrera y su vida se han deslizado por una peligrosa cuesta abajo. Con un matrimonio que hace aguas, asignándole casos de cada menos importancia, en sus primeras vacaciones con su hija se le requiere para que vuelva a Madrid, ya que se ha cometido un asesinado en la boca de Metro de Sol. Lo que parece un ajuste de cuentas, se convierte en una cuenta atrás en la búsqueda de un asesino en serie que tan solo matará a seis personas, y que ya ha asesinado a tres. Tensa novela negra, actual, donde los intereses políticos, los odios terroristas y un asesino que sabe manejarse perfectamente utilizando diferentes cuerpos de policía autonómicos, crean un sorprendente final.
La aparición de 22 cuerpos en una fosa común da lugar a una complicada investigación, de la que se encarga el teniente Alejandro Gutiérrez. Segunda parte de Crimen Perfecto, donde se resuelven elementos que quedaron en el aire en la primera.
En un discreto hotel de Sopelana aparece el cadáver de una joven, que al parecer ha muerto tras practicar el ahogamiento sexual con su amante, un conocido empresario que huye del lugar. El comisario Goikolea se encarga de un caso que inicialmente parece sencillo, pero que se complica al aflorar un caso de corrupción en el que el sospechoso se ve implicado. Tercera parte de la saga Crimen Perfecto, donde se aclaran los últimos flecos de la trama que subyace en toda la trilogía.
Juan Pérez es un expolicía que fue expulsado del cuerpo por corrupción, dedicándose en la actualidad a la protección de clubs de alterne en Bilbao.Un día, una amiga le pide que busque a su hija desaparecida, que trabaja en una agencia de modelos en Madrid.Acepta el encargo de mala gana, descubriendo en su investigación una trama de prostitución y corrupción al más alto nivel, donde empresarios, futbolistas y políticos compran los servicios sexuales de afamadas modelos.Cuarta parte de la saga Crimen Perfecto, donde doy un giro completo tanto a la trama como al estilo literario. En este caso, novela escrita en primera persona, violenta, vertiginosa y desde el punto de vista de un anteihéroe.
Los detectives Isabel y Miguel, de la policía nacional, acuden a detener a un sospechoso. Cuando lo van a reducir hace explotar una bomba que lleva adosada a su cuerpo. Nueva novela de la saga Crimen Perfecto, donde el teniente Gutiérrez debe resolver los entresijos de un atentado yihadista en la capital de España.
El día que explotó la bomba de Hiroshima comenzó la cuenta atrás para un ataque nuclear sobre Estados Unidos Samuel N. Young (1912-1972) Físico inglés Novela escrita en tres partes sobre los motivos que pueden llevar a un ataque nuclear sobre Nueva York, cómo llevarlo a cabo y las consecuencias que tendría. Lo peor de la novela, es que lo narrado, puede ocurrir perfectamente. Escrita con varios guiños a los lectores, que los más avispados no tardarán en encontrar...
En el año 13056 de la cuarta era Cen el planeta agoniza. La civilización que alberga ha alcanzado las más altas cotas tecnológicas y sociales que podía soñar, pero no puede evitar que su final esté cercano.En los años 70 se lleva a cabo un experimento que culmina el programa Apolo en la misma base en la que se desarrolló la primera bomba atómica de la historia. La falta de datos sobre lo que ahí se está desarrollando provoca que la guerra fría alcance uno de sus momentos más álgidos.La Agencia Espacial Europea lanza una sonda a un cometa para estudiarlo. Un proyecto de más de 15 años de duro trabajo permite lograr un hito histórico para la humanidad.Una extraña enfermedad denominada la gripe boliviana, trae de cabeza a los científicos del mundo. A la vez en un laboratorio de Boston se estudia una extraña mutación que se produce en los gorilas del Zaire.Estas cuatro historias, aparentemente inconexas entre sí, confluyen en el inicio de la famosa película de 1968, El planeta de los simios.
En 1940 Europa está dominada por la Alemania nazi, un régimen que destierra a campos de exterminio a sus enemigos. Ese año en Hungría comienza la aventura vital del profesor Emil Kosztka, quien realiza un pacto con la muerte para poder sobrevivir a la barbarie que impera a su alrededor. Segunda edición revisada y publicada también en papel de una novela en la que se recorren los campos de concentración más salvajes del nazismo y donde se ve que el holocausto no fue sólo judío, que la población alemana sabía qué ocurría y que los aliados se preparaban para continuar la guerra contra el ejército rojo, lo que provocó el nacimiento de la bomba atómica. Una tensa novela donde los hechos que se narran son reales. Los he descrito tal y como ocurrieron, en toda su crudeza y crueldad.
Sí se puede Relato en el que se describen 40 años de corrupción en España a través de la vida de Don Leandro Lombardo, un empresario sin escrúpulos. Ángel Ganuza y sus teorías económicas demuestras que otra manera de hacer las cosas es posible. Y en medio Vanessa, el drama de una inmigrante venezolana que equivoca su destino.
¿Conocés la historia del primer astronauta argentina, el argenauta? ¿O la solución del aeropuerto subterráneo para el tráfico aéreo de Mar del Plata? Hay decenas de historias desconocidas de un país único, como sus habitantes, un país de Pampa, Andes y Río de la Plata, cuya capital, Buenos Aires, es centro mundial del Fútbol, la Psiquiatría y el Tango. Historias de la Argentina es un libro de cuentos enmarcado en el país austral, donde sus gentes y sus paisajes nos permiten soñar e imaginar desde las aventuras de dos clanes medievales británicos enfrentados en dos castillos de naipes hasta la transición con inciertos resultados del tráfico rodado del carril derecho al izquierdo en una localidad pampeña. Un libro con más de una veintena de cuentos escritos con un estilo hiperrealista, que os dejarán con la sonrisa marcada y permitirán a vuestra imaginación volar a un mundo que existe más allá del continente austral.
Cuando me contaron lo ocurrido en la casa del Alto de Enate pensé que se trataba de un cuento de fantasmas de esos tan comunes en los pueblos del Pirineo navarro. Pero que el protagonista de la historia fuera un reputado arquitecto me hizo investigar, encontrándome con los paisajes de la historia en un pequeño pueblo aislado en un valle desconocido cerca de la frontera con Francia, nido de contrabandistas y de historias violentas que pasan desaparcibidas, ya que nadie habla de ellas. En este libro relato la verdadera historia de lo que ocurrió en aquella casa. Y aún me recorren escalofríos por la espalda cuando evoco alguno de los capítulos de este relato, relatado con fidelidad gracias a los testimonios de sus protagonistas, algunos inocentes, otros con una oscura segunda vida. La historia se compone de dos partes diferenciadas, separadas en el tiempo pero paralelas que convergen en un mismo final. La primera es una historia real, violenta, que comienza con la violación y asesinato de un niño, y la otra un cuento sobrenatural, de terror, protagonizada por un arquitecto y su hija que habitan una casa en un bosque del norte de la Navarra fronteriza. Y los protagonistas crueles de la primera parte son personajes muy humanos en la segunda, entremezclándose las dos historias en el libro, que espero que disfrutéis... si os atrevéis con él.
Adam es juzgado por el asesinato de su mujer y su amante, condenado a muerte y ejecutado. Ál día siguiente de su ejecución despierta en su casa, pero no comprende qué es lo que le ha pasado. ¿Está muerto? ¿Es un fantasma? ¿Se ha vuelto loco? Poco a poco irá adaptándose a su nueva situación, hasta que descubre la terrible realidad de lo que le ha ocurrido.
Durante a guerra civil española, en un pueblo de Álava en las faldas del Gorbea, Juan escucha ruidos en la cuadra de su caserío. Coge su arma y baja a ver de quién se trata. Descubre que allí se esconden una mujer con la que ha mantenido un romance, Pilar, y un conocido líder socialista, que le piden que les pase al lado republicano. Se inicia un trayecto por la sierra del Gorbea, en pleno invierno, camino de Orozco, en la zona republicana, en el que se descubre la sinrazón de una guerra entre hermanos, que impuso su crueldad sobre personas que no eligieron su destino. Drama bélico, protagonizado por un hombre que es buscado por todos los bandos contendientes, una mujer que le ha amado y un líder sindicalista al que culpa de todos sus males, que se desarrolla en una montaña mágica, el Gorbea.
Crudamente, sin concesiones de ninguna clase, esta novela, del extraordinario autor de ciencia ficción Domingo Santos, plantea un problema que puede llegar a ser muy pronto realidad: el de los primeros seres que lleguen a los planetas vecinos del Sistema Solar, a caballo entre dos mundos, sin pertenecer enteramente a ninguno de ellos. Novela de hondo dramatismo, que demuestra una vez más la pujanza de la escuela española de ciencia ficción, digna de figurar entre los más destacados títulos de la escuela anglosajona.
Una misión espacial llega a un planeta desconocido para civilizar a sus habitantes. Sin embargo, ellos se niegan a ser civilizados. ¿Por qué? Novela de honda raigambre humana, apasionante en su desarrollo y sorprendente en su desenlace, que usted no podrá olvidar.
Tal vez sin el desastre de la nave «Descubrimiento», Javier Ortega no hubiera llegado a conocer nunca su poder. Pero su sorprendente vuelta a la Tierra desde centenares de años luz de distancia lo enfrentó a un nuevo y aterrador conocimiento: no sólo era capaz de cambiar lo que le rodeaba, sino dominarlo por completo. Y así, Javier Ortega supo la gran verdad del Universo del que creía formar parte: que nada es real físicamente, que el Cosmos entero es creación de unos pocos, y que él había irrumpido en un plano de realidad en donde solamente tenía dos opciones: unirse a la élite de los creadores… o perecer.
'El Extraterrestre Rosa', en el que revela, sin pelos en la lengua, toda la desopilante y disparatada verdad sobre lo que aconteció al alienígena —rosa y no verde—, cuando esberizó en España, conoció a un periodista y a su chica, fue perseguido y no poseía bicicleta voladora ni teléfono, tuvo su experiencia sexual y volvió a cassa.
El argumento de GABRIEL no puede ser más sencillo; un científico, arropado por una gran corporación, desarrolla y construye un robot inteligente, desprovisto de las tres leyes (de la robótica) e indistinguible a primera vista de un ser humano, tanto, que la corporación (el dinero es cobarde) ante las posibles consecuencias que esto pueda traer, ordena desconectarlo, pero Gabriel, que para eso es inteligente, consigue burlar a sus creadores, huyendo del centro de investigación y lanzándose a conquistar el mundo como cualquier otro joven emancipado. Hasta aquí nada que ya se hubiera visto ya, una nueva reescrituta de los mitos del Golem o el monstruo de Frankensetin, sin embargo, en esta ocasión Domingo Santos va más allá de la simple muñeco asustado e inocente, cuyo interactuar con la humanidad, a causa del pánico o ciega determinación de unos y otros, acaba en tragedia. En esta ocasión Gabriel demuestra que el genio humano ha conseguido de nuevo sus propósitos y ha construido un ser en verdad inteligente, Gabriel no va por ahí destruyendo indiscriminadamente bienes inmuebles, asustando viejas o dejándose embaucar por jovencitas impúberes, Gabriel se sumerge en la masa humana ayudándose de sus capacidades como máquina para mimetizarse en ella, pasando desapercibido, dejando apenas rastros y burlando el cerco con el que se pretende capturarle. Es ésta primera parte de la novela la que presenta más interés y resulta de mejor factura, el miedo de la Industrial Robotics a dar una mala imagen, la figura de Gabriel Villalcazar como investigador entregado a su trabajo, la de Rolf van Ripple en el papel de científico alejado de los laboratorios y vendido a la burocracia y el propio Gabriel buscándose la vida, constituyen un relato ágil sobre la creación de la vida inteligente y las consecuencias de ello. Sin embargo, en su huida Gabriel opta por viajar a la Luna, en proceso de independencia de la Tierra, y aunque la intensidad del relato no decae y Domingo Santos aporta una buena cantidad de episodios emotivos y/o emocionantes, ya no resulta tan ágil y fresca como el arranque de la novela. Los conflictos independentistas entre la Tierra y la Luna, independientemente de las andanzas de Gabriel por el satélite, no terminan de convencer, y la intervención de Gabriel en ellos, pese a presentarse como destino ineludible para la máquina, tampoco terminan de quedar demasiado claras. No conozco la primera versión de Gabriel, así que no puedo compararla con ésta, pero personalmente hubiera preferido otra forma de que Gabriel y la humanidad resolvieran su conflicto paterno-filial. Con todo, GABRIEL REVISITADO hace justicia a la fama que la precede, es una buena novela, pese al cambio de escenario de la segunda parte, de lectura ágil y agradecida.
Homenaje es un recorrido sentido y emocionado a través de algunos de los mejores autores del género fantástico y de ciencia ficción de los siglos XIX y XX. Domingo Santos, uno de los más importantes autores españoles de ciencia ficción, nos conduce a través de 12 relatos a volver a vivir y asombrarnos con los referentes con los que todos los amantes del fantástico hemos crecido y nos hemos ilusionado. En las páginas de Homenaje podremos encontrar, entre otras, la distopía de un Fahrenheit 451 actualizado a nuestra sociedad; efectuar un recorrido por la vida y la obra de H.G. Wells y su particular viajero a través del tiempo; enfrentarnos a una misteriosa nave de piedra que surca incansable el espacio profundo; o una nueva visión del Pequod y su capitán Ahab. En total, doce relatos escritos en homenaje a aquellos escritores que marcaron a generaciones de lectores, vistos bajo el prisma de toda la maestría y originalidad de Domingo Santos: Servir al hombre (homenaje a Isaac Asimov); Memoria del pasado (homenaje a J.G. Ballard); El lector de libros (homenaje a Ray Bradbury); La nave de piedra (homenaje a Arthur C. Clarke); La caza de la ballena blanca (homenaje a William Hope Hodgson): El hombre de la arena (homenaje a E.T.A. Hoffmann); El despertar de Cthulhu (homenaje a H.P. Lovecraft); Extraño (homenaje a Richard Matheson); Amar al Gran Hermano (homenaje a George Orwell); El cuervo (homenaje a Edgar Alian Poe); El sueño del anillo (homenaje a J.R.R. Tolkien); y La máquina del tiempo (de Herbert George Wells) (homenaje a H.G. Wells). Una selección destinada a hacer historia…
El hallazgo de una pistola protónica en unas excavaciones arqueológicas; una expedición científica a la prehistoria; la deidificación de un poder terrible y desconocido y...Con estos elementos construye Domingo Santos uno de sus más interesantes relatos: dinámico como una buena novela de aventuras, intrigante como el mejor relato policiaco, y con este mismo trasfomdo que es característica principal de todas sus mejores obras.Completa el volumen otro relato del mismo autor, ´El Extraño Inquilino del Zoo de Londres´, en el que Domingo Santos adopta un nuevo estilo para ofrecernos una pincelada de magnífico humor... pero al mismo tiempo de terrible, muy terrible humor.
Tal vez entre los ritos desconocidos de las tribus exista una nueva luz. Quizás todo lo que nos rodea está vivo a su manera. Quizás, en el reino de los muertos, exista una nueva dimensión como la nuestra. Quizás…' Con estas palabras describe Domingo Santos los seis relatos que componen este volumen. No son relatos fantásticos, dice, ni cuentos sobrenaturales, ni relatos de terror, ni leyendas de brujas y aparecidos. Son algo nuevo y alucinante, la presencia ante nosostros de Todo Lo Desconocido que nos rodea, la reestructuración de una realidad que muy bien puede existir a nuestro alrededor. La historia de un planeta y su enigmática Fuerza de Silencio, la leyenda del peregrino y su pacto con el diablo, los relojes ligados al tiempo de nuestra vida y nuestra muerte, el pequeño monstruo que intenta comprender el desquiciado mundo de las personas normales que le rodean
Cuando el primer ser extraterrestre descienda sobre nuestro planeta y entre en contacto con nosotros ¿Qué sucederá? ¿Podremos llegar a comprenderlo? ¿Llegará a comprendernos él a nosotros? ¿Podremos abrirle nuestros brazos y llamarle hermano o le perseguiremos como a un monstruo, como a un animal, solo por el hecho de que sea distinto a a nosotros? Éstos son los interrogantes que plantea Domingo Santos en esta magnífica novela, en la que nos presenta un problema que puede ocurrir en cualquier momento… aquí, mañana mismo quizás.
El representante de Asia Sudoriental en la Confederación de Naciones es asesinado vandálicamente por un robot, y Alberto Duchein, miembro de la Coordinación Mundial, es comisionado para resolver el caso. Pero Duchein no sabe que aquel inexplicable asesinato va a llevarle a descubrimiento de la que es en verdad la Sociedad de los Hombres, sociedad secreta que lucha contra el creciente poder de las máquinas, y a una nueva concepción de su mundo, mucho menos perfecto de lo que pudiera parecer. Con su habitual estilo, Domingo Santos denuncia en esta novela uno de los mayores peligros con que se enfrenta hoy en día la humanidad: el creciente incremento de los cerebros electrónicos que, día a día, cada vez más, van sustituyendo al hombre que los creó.
Los viajeros del tiempo son un tema grato a los buenos autores de Fantasía Científica. Domingo Santos, que de manera brillante hace su aparición en el campo literario con Volveré ayer, no es una excepción, y en su obra nos ofrece de manera magistral tres interpretaciones de tan apasionante tema. En la primera de ellas, se trata tan solo de un viaje al «ayer», efectuado mediante la maravillosa máquina del Profesor Bingelow por el periodista Fawcett, quien se ofrece de «conejillo de indias» humano para salvar a su novia que va a ser víctima de un terrible accidente.Domingo Santos, en ésta su primera obra de Fantasía Científica, aborda el tema con conocimiento y altura, ganándose con ello un destacado puesto entre los cultivadores nacionales de este difícil género literario.El libro contiene los siguientes relatos:«Volveré Ayer», (1960, La novela que da título al libro).«El Círculo Infinito», (1960, Relato corto).«El Huevo y la Gallina», (1960, Relato corto).
He aquí una novela excelente sobre un tema caro a la literatura de Fantasía Científica: una inmensa astronave, que la Humanidad ha lanzado rumbo a las estrellas en el primer viaje sideral. Pero el confinamiento en la gran «cárcel de acero» provoca, a la larga, una terrible psicosis de tipo místico y aberrante en los hombres y mujeres prisioneros en el reducido espacio. En aquel nuevo medio, y como defensa subsconsciente ante las nuevas condiciones de vida confinada, nace en ellos un sentimiento de culpabilidad, se deforman los fines del viaje y éste se convierte en un castigo impuesto por Dios a los últimos representantes del género humano. Mas entre los representantes de la Segunda Generación de la nave se halla Daniel Hotkings, hijo del Blasfemo (condenado a muerte por haber tratado de volver a la razón a los tripulantes). Daniel, secundado por la joven y bella Virginia y luego por otros jóvenes, lucha contra las tinieblas del error y la superstición, impuesta por el Rector y su cónclave, haciendo que al fin la Verdad resplandezca.
Gabriel es un robot que carece de las leyes limitadoras de la robótica. El experimento Gabriel consiste en crear un robot que vaya más allá de la ciega obediencia impuesta por los programas maestros, que impiden a sus congéneres realizar ciertas acciones que puedan dañar al ser humano. Gabriel es activado con pleno conocimiento de lo que es. No necesita aprender, ya que se le ha proporcionado una amplia base de conocimientos. Es por tanto un recién nacido con conocimientos y que adquirirá rápidamente experiencia vital. El ser superior que se considera a sí mismo nada más activado, se verá moderado y mediatizado a medida que va conociendo a los seres humanos y compartiendo sus sentimientos. Gabriel se humaniza aunque sigue considerándose distinto. Esta superioridad casi mesiánica va a implicar a Gabriel en la tarea de ayudar a sus «congéneres» humanos intentando evitar la guerra entre la Luna, colonia que trata de independizarse, y la Tierra.
¿Cómo respiraremos en el polucionado mundo de mañana? ¿Qué nos ofrecerá la televisión como espectáculo de choque? Qué sustituirá al dinero? Cómo se divertirá la juventud? Qué haremos con la gente que no es como nosotros? A través de ocho de sus mejores relatos, Domingo Santos nos ofrece con Futuro imperfecto una visión prospectiva de nuestro mundo, entre desencantada y apocalíptica, difícil de olvidar.
Nada mejor para presentar los quince relatos que componen este volumen, que las propias palabras de su autor. 'Los quince tienen - dice Domingo Santos en el prólogo de su obra - en su conjunto un algo que pertenece a esta misma esencia que es parte integrante de toda la Humanidad. Hay en todos ellos un poco de alegría y un mucho de tristeza, un algo de ironía y unas gotas de sarcasmo… el atisbo de una Humanidad peor a la nuestra, y el deseo de una Humanidad mejor. Y, sobre todo ello, dominándolo, un amor, un inmenso amor a esta incognita indescifrable que es el principal tema, el único tema de toda la literatura de fantasía científica: el mañana.' Este es el espíritu que ha animado la publicación de esta obra, una de las más complejas y representativas salidas de las manos de un escritor español de fantasía científica.
Este volumen recoge once relatos del autor. Valgan como resumen sus propias palabras de la introducción: «Existe otra ciencia ficción mucho más cercana a nosotros, que no se aleja demasiado ni de la Tierra ni de nuestro presente. […] una ciencia ficción que yo calificaría de “prospectiva”, y que intenta reflejar ante todo las posibilidades y peligros a corto plazo de determinados aspectos de nuestro mundo actual.» «Éste es el espíritu que ha motivado la creación de este libro. Opino que no hace falta ir muy lejos de la Tierra para hallar temas y motivos de reflexión.»
El descenso a los infiernos de un rico ejecutivo que controla una poderosa multinacional cuyo papel resulta determinante. Un mundo del futuro cercano en el que, de manera larvada, se está fraguando una nueva revolución sociopolítica posiblemente inesperada.Eugen Kirzner se ve obligado a conocer de primera mano la realidad última de la sociedad tecnológica de finales del siglo XXI, mientras, casi sin quererlo, desentraña la más inesperada conjura. Una conjura que significará el mayor cambio en los viejos mecanismos de poder hasta entonces en activo y que Kirzner conoce tan bien.Intriga, acción, misterio, nueva tecnología y especulación política en una novela bien construida y que sugiere interesantes reflexiones.
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Intenté huir, pero alguien me golpeó en la cabeza y caí al suelo. No recuerdo nada más. Cuando abrí los ojos estaba en un lugar oscuro y frío. Abba, me miraba serio. Alce la mano, pero me dijo que no podía tocarlo, porque yo estaba muerto. La casa siempre estaba a oscuras. Mama pasaba largas horas llorando sentada en la butaca frente a la chimenea, con mi foto en las manos. Yo sabía que no estaba muerto, cómo sino podía acercarme a ella de noche mientras dormía, tocarle la cara, acariciarle el pelo. Abba, el rabino, decía que no era más que una ilusión de mi espíritu, que ni siquiera su imagen era real cuando me hablaba. Dijo también que el Sheol, ese lugar horrible a donde van las almas impuras, es un sitio confuso, donde los muertos creen estar vivos y actúan como si así fuese. Pero yo no estoy muerto. Ni vivo en ese infierno. Sino en casa, en mi casa. Aunque no entiendo por qué nadie puede verme. Una novela escalofriante, con una fuerte carga emocional y dramática. Donde la fe judía, los prejuicios sociales y el complejo mundo de la mente, van unidos de la mano.
Me llamo Margaret McGregor. He pasado seis años ingresada en un psiquiátrico a causa de un fuerte shock traumático. Al parecer, intente asesinar a mi marido en un ataque de celos. Como consecuencia, mi mente ha quedado fragmentada y sufro un tipo raro de amnesia que hace que mi cerebro cree recuerdos falsos, provocando que a veces no distinga entre lo real y lo imaginario. Me he casado de nuevo, tengo una niña y vivo en una bonita casa en el centro de Edimburgo, donde intento construir una vida nueva cerrando puertas al pasado, a una niñez traumática y, a lo que ocurrió aquella trágica noche. Sin embargo, no soy feliz. Algo me tiene en vilo, angustiada. Y, es que tengo la extraña certeza de que mi vida no es lo que aparenta ser. Preocupada ante la idea de una posible recaída he buscado ayuda en mi psiquiatra, en mi marido, en una extraña que asegura ser mi mejor amiga y a quien yo no reconozco, pero no me fio de ellos. Sospecho que me ocultan algo, que por alguna razón no me cuentan toda la verdad. Según los médicos todo apunta a un recrudecimiento de mi enfermedad, o al menos, eso intentan hacerme creer. Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si realmente no estoy loca? ¿Y si nunca lo he estado? ¿Y si alguien está manipulando mi mente con algún oscuro propósito? ¿Y si me están medicando con la intención de encerrarme de nuevo? Sé que soy débil, inestable mentalmente, pero sé que no estoy loca. Oculto en la memoria es una novela perturbadora, adictiva, que mantiene al lector en vilo desde el principio e inmerso en un universo de intriga donde nada es lo que parece.
«Este libro de cuentos pretende celebrar la vida y la amistad en un encuentro, como en nuestras reuniones de amigos, entre mis pequeños relatos y los maravillosos linograbados de Carlos Baonza». DOMINGO VILLAR
La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo. Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios. Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.
Entre el aroma del mar y de los pinos gallegos, en una torre residencial junto a la playa, un joven saxofonista de ojos claros, Luis Reigosa, ha aparecido asesinado con una crueldad que apunta a un crimen pasional. Sin embargo, el músico muerto no mantiene una relación estable y la casa, limpia de huellas, no muestra más que partituras ordenadas en los estantes y saxofones colgados en las paredes. Leo Caldas, un solitario y melancólico inspector de policía que compagina su trabajo en comisaría con un consultorio radiofónico, se hará cargo de una investigación que le llevará de la bruma del anochecer al humo de las tabernas y los clubes de «jazz». A su lado está el ayudante Rafael Estévez, un aragonés demasiado impetuoso para una Galicia irónica y ambigua, e incluso demasiado impetuoso para el propio Leo, que busca entre sorbos de vino los fantasmas ocultos en los demás mientras intenta sobrevivir a los suyos. Gracias a la labor de este singular tándem Caldas-Estévez la verdad termina por aflorar, llevándonos a desentrañar el secreto que esconden los ojos de agua.
Una mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla de una playa gallega. Si no tuviese las manos atadas, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Sin testigos ni rastro de la embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumerge en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se deciden a hablar, apuntan en una dirección demasiado insólita. Un asunto brumoso para Caldas, que atraviesa días difíciles: el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración radiofónica en Onda Vigo se está volviendo insoportable. Tampoco facilita las cosas el carácter impulsivo de Rafael Estévez, su ayudante aragonés, que no acaba de adaptarse a la forma de ser del inspector.
La comedia negra de uno de los más queridos autores de la novela policiaca en español. Obra de teatro póstuma. «Domingo Villar definió su obra teatral como una comedia. El espacio, perfectamente detallado en una acotación ad hoc al principio de la pieza, nos permite concretar un poco más el género: comedia de salón, quizás, o incluso comedia burguesa. Pero la trama, basada en una intriga sobre la falta de inspiración del protagonista y su voluntad de desaparecer aprovechando un muerto muy oportuno, nos orientan a la comedia negra. Como sea, el ritmo rápido, el enredo más o menos complicado, y la intención de hacer reír mediante la comparecencia de gags e ingeniosas líneas de diálogo que hacen entrar y salir a los personajes de su tendencia al estereotipo convierten esta pieza de Villar en una obra tan interesante dramatúrgicamente como divertida para el público. Eso es Síbaris : un refugio definido en la pieza como una tranquila playa de Grecia, esa que figura en los sueños de evasión de cada espectador que, como su protagonista, también necesita un lugar donde huir de la vida cotidiana que, absurdamente, avanza esquivando esa verdad que solo aportan los sueños y las artes». Del prólogo de Inma López Silva.
Un terremoto de proporciones desmesuradas sacude Lisboa el 1 de noviembre de 1755,festividad de Todos los Santos. Durante varios días incendios colosales se propagan por la ciudad destrozándolo todo a su paso. Mientras las autoridades tratan de luchar contra el caos, un pirata y una monja huyen de la justicia, un capitán inglés intenta recuperar su dinero y un niño busca a su hermana bajo los escombros. En medio de la desolación que arrasa la capital del reino portugués, las historias de ese pequeño grupo de personas se entrecruzan y todas ellas se cuestionarán si la tragedia ha sido un castigo divino o una casualidad trágica que cambiará sus vidas para siempre. Cuando Lisboa tembló es una impactante novela sobre una tragedia histórica que nos recuerda el poder dela naturaleza y la fuerza del amor en todas sus formas.
NO CABÍA duda, se anunciaba la primavera. El sol era suavemente cálido aquella mañana, la nieve caída en la pasada semana había desaparecido y las primeras flores comenzaban a asomar en el Selwyn Park.
El maestro Dominic O’Brien, campeón mundial de memoria en ocho ocasiones, te revela los métodos que él mismo ha inventado para lograr una memoria prodigiosa. En este libro nos explica cómo descubrió y desarrolló su propio método para mejorar la memoria y obtener resultados insospechados. De forma sencilla y detallada O’Brien nos expone, paso a paso, cómo cambiar nuestra vida ampliando y agudizando nuestra memoria mediante la aplicación de técnicas infalibles para memorizar números, listas, conferencias, cumpleaños, cartas, datos, nombres y rostros. Dominic O’Brien es ya una leyenda por haber ganado el campeonato mundial de memoria en ocho ocasiones, por haber “burlado” a los casinos de Las Vegas y ganado una fortuna en el blackjack. En 2002 ganó una mención en el Libro Guinness de los Récords por recordar una secuencia aleatoria de 2.808 cartas (54 barajas) después de ver cada carta una sola vez. Su éxito se basa en brillantes técnicas que ha desarrollado y pulido a lo largo de los años, entre las que destacan el Método del viaje y el Sistema Dominic. En este libro, por primera vez, Dominic nos abre las puertas de su mundo interior de dominio de la memoria y pone a nuestro alcance todos sus secretos para lograr una memoria asombrosa.
Ámsterdam, 1631. Sara de Vos se convierte en la primera mujer en ser admitida como maestra pintora de la Guilda de San Lucas. Aunque a las mujeres no se les permite pintar paisajes, después de un trágico suceso, la imagen de una niña en un bosque obsesiona a Sara. Desafiando las convenciones de su tiempo, decide pintarla. Nueva York, 1957. La única obra de Sara de Vos que ha sobrevivido, En el linde de un bosque, pertenece al prestigioso abogado Marty de Groot. Este no puede sospechar que Ellie Shipley, una estudiante australiana de historia del arte, está a punto de realizar una falsificación para un marchante de arte con mala fama. Sídney, 2000. Ellie es una reconocida historiadora del arte, y está organizando una exposición dedicada a las pintoras del Siglo de Oro holandés. Cuando descubre que los dos cuadros de Sara de Vos, el original y su falsificación, están de camino al museo, la vida que ha logrado forjar con tanto esfuerzo amenaza con desplomarse.
Cuando a comienzos de la década de los cuarenta Billy Grenville, heredero de una de las fortunas más importantes de Nueva York, se encuentra por primera vez con la corista Ann Arden, se enamora perdidamente de ella, y para desesperación de su madre, Alice, la indómita matriarca del clan Grenville, decide casarse con ella. Ann intentará por todos los medios borrar las huellas de sus humildes orígenes y ser aceptada por la alta sociedad; toda su ambición se centrará en convertirse en una mujer elegante y mundana. Años más tarde, Billy muere en extrañas circunstancias y todas las sospechas recaen sobre Ann, a la que acusarán de asesinato. Aunque finalmente será absuelta, el misterio sobre la muerte de Billy nunca quedará resuelto. ¿Accederá Ann, por fin, a contarle su verdad a un conocido escritor con el que coincide en un crucero?
En Los Ángeles, a principios de los noventa, todo el mundo envidia a Pauline y Jules Mendelson. Casados desde hace más de veinte años, con una reputación intachable y siempre envueltos en un halo de estudiada elegancia, sus fiestas en su espléndida mansión son cita obligada en la vida social de la ciudad. Pero esta estampa de perfección se disipa cuando las luces se apagan y asoma la vasta red de favores, mentiras e hipocresías que sostiene el imperio de los poderosos. Así, cuando Jules se encapricha de Flo, una camarera que sueña con ser actriz, cree que podrá controlar la situación y mantener una discreta aventura con ella, sin sospechar que se convertirá en una peligrosa obsesión. Por otro lado, la doble vida de uno de los mejores amigos de Pauline amenazará con sacar a la luz los secretos que esta opulenta comunidad intenta esconder a cualquier precio.
Los Bradley son una rica y poderosa familia católica de origen irlandés acostumbrada a cerrar los ojos ante cualquier escándalo que pueda salpicar su intachable reputación. Su implacable patriarca está convencido de que su hijo predilecto, Constant, llegará un día a ser presidente de los Estados Unidos. Una noche de verano, después de un baile en el Club de Campo una chica es asesinada. Veintidós años después, Harrison Burns, antiguo compañero de colegio de Constant y viejo amigo de la familia, que se ha convertido en reputado escritor, está decidido a confesar lo que sabe. ¿Saldrá la verdad finalmente a la luz? Publicada por primera vez en 1993, Una temporada en el purgatorio es una novela trepidante que dibuja un certero retrato sobre el desmesurado poder de las clases altas norteamericanas, cuyos mecanismos de poder pueden incluso todo tipo de mentiras en verdad siempre que convenga a sus propios intereses.
Recientemente, el interés por el problema de la memoria se ha extendido e intensificado tanto que uno está tentado a tomar una visión suspicaz y aludir tal fijación. En algunas de sus formas, la preocupación sobre la memoria puede indicar una falla de la voluntad constructiva y desvía la atención de las necesidades del presente y la necesidad de intentar formar el futuro. Un fenómeno particularmente incierto es la nostalgia, un giro sentimental al pasado en parte ficticio que es transmitido de una forma narrativa convencional y agradablemente congraciadora. Efectivamente, la inmersión en la memoria. Recientemente, el interés por el problema de la memoria se ha extendido e intensificado tanto que uno está tentado a tomar una visión suspicaz y aludir la fijación. En algunas de sus formas, la preocupación sobre la memoria puede indicar una falla de la voluntad constructiva y desvía la atención de las necesidades del presente y la necesidad de intentar formar el futuro. Un fenómeno particularmente incierto es la nostalgia, un giro sentimental al pasado en parte ficticio que es transmitido de una forma narrativa convencional y agradablemente congraciadora. Efectivamente, la inmersión en la memoria y sus lugares puede, por momentos, tener la calidad de un entusiasmo proustiano Pero el reciente giro hacia la memoria puede tener más de un valor sintomático, al menos cuando un interés por la memoria incluye un deseo de ser solícito con el problema de la historia en la medida en que ésta afecta el presente y el futuro, involucrando la necesidad por un examen auto crítico de la propia inferencia de uno en los problemas que trata. La memoria –a lo largo de de sus fallas y trucos-posee preguntas para la historia porque ésta señala problemas aún latentes o llenos de emoción y valor. Idealmente, la historia examina críticamente la memoria y se prepara para un intento más grande para trabajar a través de un pasado que no ha desaparecido.
Después del Mindfulness y el Eneagrama, llega la nueva técnica que arrasa en todo el mundo: la Sofrología. El método definitivo para superar el estrés. Vive y conecta con tu paz interior.La Sofrología es una técnica de relajación dinámica, de gestión del estrés y de desarrollo personal, con un gran número de seguidores en España (de donde nace la técnica), Francia, Suecia y Bélgica, donde muchas celebrities se han sumado a su práctica como manera para superar el miedo al fracaso, controlar el estrés, la ansiedad, vencer el insomnio y prepararse para grandes eventos y para cumplir su verdadero potencial.La Sofrología también se utiliza como una herramienta para ayudar a las mujeres a prepararse positivamente para el parto y, en el lugar de trabajo, para mejorar el bienestar de los empleados.Un libro accesible para el gran público, que ayudará a los lectores a sentirse equipados con las herramientas necesarias para hacer frente a los altibajos de la vida con un método flexible y efectivo. Al aprender a relajarte y a conectarte con sus recursos internos, descubrirás la fuerza y el poder que nunca has sabido que tenías, y te sentirás más feliz y equilibrado. Con consejos prácticos y casos de estudio, este es un libro imprescindible para los tiempos en los que vivimos.
Una mujer visita a su hermana mayor en Ville-d’Avray, una apacible zona residencial a las afueras de París. Sus vidas han seguido caminos muy distintos y han perdido la complicidad de su niñez, pero ese domingo al atardecer, en el jardín, resurgirán inesperadamente las confidencias; su hermana le contará la breve e inquietante relación que tuvo con un desconocido, todavía presente en su pensamiento pese a los años transcurridos. Esta intensa y delicada novela nos habla de la necesidad de aventura dentro de una existencia monótona y explora los inconfesables anhelos y secretos que nos convierten en desconocidos para los demás e incluso para nosotros mismos: «¿Quién nos conoce de veras? Contamos tan pocas cosas, y mentimos sobre casi todo. ¿Quién sabe la verdad?». Con los velados recuerdos y silencios de esa conversación llena de claroscuros, en una envolvente y turbadora atmósfera, Barbéris explora con sutileza el imperceptible desasosiego de una vida sin emociones en esta pequeña joya literaria que ha sido finalista de los prestigiosos premios Goncourt y Femina.
Los amantes de Gibraltar nos traslada inicialmente al Imperio Bizantino que a principios del siglo VIII debe afrontar el embate de la conquista árabe y el empuje del islamismo creciente en la zona. Para evitarlo, el emperador Justiniano II encarga a su consejero Angelos que actúe como espía y consiga desviar la atención de los califas y emires árabes hacia España, lo que le lleva a un emocionante viaje, repleto de intrigas y aventuras, hasta el estrecho que separa el Magreb de la Península, frente a lo que por entonces era conocido como Monte Calpe. Angelos lleva a cabo intensas gestiones ante Walid I, pero finalmente, en el año 711, será el amor entre la bella Florinda y el general Tariq ibn Ziyad lo que acabe por provocar el desembarco árabe en lo que posteriormente se conocería como Jabal Tariq (montaña de Tariq), más tarde castellanizado como Gibraltar. En su avance por la Península, Tariq no tardaría en llegar hasta Toledo. Una excelente novela que dice más y mejor sobre las relaciones culturales en el Mediterráneo que un montón de ensayos sobre la materia, y que nos ayuda a comprender las relaciones entre el mundo musulmán y el cristiano de nuestros días.
Sashi Hansen había ido a Alaska para hacer realidad un sueño: tener su propio estudio de ballet. Pero un oso salvaje convirtió su sueño en una pesadilla; ella se rompió una pierna y su mejor amiga resultó muerta. Además, estaba muy confusa porque su salvador, el doctor Cole Steven, le estaba enviando señales contradictorias. Ella nunca había recibido tantos cuidados, pero parecía que él también llevaba por dentro un dolor y una pérdida de los que necesitaba sobreponerse. Aunque Sashi estaba deseando acercarse a él, no podía dar ese paso. ¿Qué amarga experiencia había vivido en Alaska aquel heroico médico para no hacer lo que le dictaba su corazón?
Toda mujer necesita un héroe La primera vez que C.J. Powell la rescató, Natasha Bennington estaba corriendo una maratón. Su trabajo defendiendo los derechos de los demás volvió a ponerla en una situación de riesgo. Y el apuesto y musculoso bombero de San Francisco decidió convertirse de nuevo en su héroe particular. C.J. nunca había imaginado que volvería a encontrarse con Natasha. Llevaba un año sin verla y entonces ella había estado enamorada de su mejor amigo. Pero todo había cambiado y sentía la necesidad de proteger a esa abogada, sobre todo después de que una seria amenaza de muerte la obligara a esconderse en Alaska.
En la España de los siglos XV a XVII, con los grandes viajes y la exploración de mundos desconocidos, aparece una nueva conciencia de la tierra y del tiempo expresada mediante nuevas representaciones literarias y artísticas. El mundo, hasta entonces cerrado, se transforma en un universo infinito. El arte de construir jardines o palacios, de narrar un viaje experimental o una búsqueda poética y mística, de pintar paisajes y glorias celestes da fe de una renovación de la mirada —filosófica, alquímica, teológica, política—. Cada objeto, a su escala —palacio, jardín, relato, cuadro—, sostiene una manera de ser de quien lo recorre con su cuerpo o con sus ojos. El arte de los príncipes y sus arquitectos adquiere una intención mística: habitar maravillosamente el mundo, en armonía con la tierra, el agua, el aire y el fuego luminoso, es habitarlo tal cual es; es decir, experimentar en él la presencia divina, ver el mundo en Dios. Habitar maravillosamente el mundo se inscribe en una perspectiva geométrica y mística del infinito y de la eternidad. De este modo se elabora un arte hispánico de habitar maravillosamente el mundo que, desde la península ibérica, no deja de repetirse artística, teológica y espiritualmente en los nuevos mundos y en la Nueva España. La obra se articula en cuatro partes dedicadas: a los palacios, jardines y moradas espirituales desde Andalucía y la Casa de Campo de Madrid hasta Las Moradas de Teresa de Jesús; a las maravillas del universo desde Sevilla hasta México; a la mística de los paisajes y la magia natural; y a la representación del infinito y el deseo de eternidad en el palacio de El Escorial y El entierro del conde de Orgaz del Greco.
Con un realismo despiadado, Dominique Gaussen describe lo que fue su vida y la de sus compañeros durante los diecisiete meses que pasó en Dora, y su increíble fuga cuando la fábrica subterránea fue evacuada antes el avance de los aliados. ´El Kapo´, la situación de los prisioneros de Dora, un libro de lectura con el corazón en la mano. A los horrores de los campos de concentración se añadía una figura espeluznante: el Kapo. Dueño y señor de vidas en los campos nazis, se convirtió pronto en el centro de todas las posibilidades de subsistencia y consecuentemente en el centro de todo el tráfico humano de los campos de concentración nazis. La crueldad, la ambición y la rapiña de que hicieron gala no encontró igual en la historia de las atrocidades y los sistemas que emplearon para dominar por el terror y el envilecimiento a sus víctimas, sólo fueron capaces de imaginarlos mentes enfermas. El Kapo compró y vendió vidas; compró y vendió voluntades y utilizó la muerte, el sexo y el terror como armas de coacción. Este libro narra la vida de un campo dominado por los kapos.
El autor reconstituye la representación de la historia de los bajos fondos. La literatura, la prensa y los estudios sociológicos le brindan la oportunidad de sumergirse hacia esos espacios en donde la miseria, la inmoralidad, el vicio y el crimen se convierten en la alusión inmediata hacia esa realidad social que divide a la población entre buenos y malos. Dominique Kalifa nos muestra la configuración de ese concepto que desde mediados del siglo XIX adquiere su sentido moderno. Una construcción cultural hecha en el tiempo que, simultáneamente, fascina y produce horror. Como un Dante nos conduce por los recónditos lugares que se asocian con los bajos fondos y nos ofrece en este viaje a los infiernos urbanos las características que los definen. Nos muestra a los excluidos de la sociedad occidental, a aquellos miserables sucios, viciosos, portadores de epidemias, mendigos, ladrones, asesinos, miembros de una organización oculta cuya existencia no deja lugar a dudas, que representan un mundo aparte con categorías distintivas, con fisonomías específicas, un mundo que invita a visitarlo y del que la literatura y el periodismo se han alimentado.
En julio de 1956, al volante de un Simca Marly amarillo y negro, Dominique Lapierre (entonces joven periodista del Paris Match), Jean-Pierre Pedrazzini (fotógrafo) y sus dos mujeres dejan París y se dirigen a la Unión Soviética, un país prohibido a los occidentales, para realizar un reportaje. Circulan por carreteras desiertas, recorren trece mil kilómetros utilizando gasolina de aviones o tractores, el único combustible disponible después de dejar en la capital la única gasolinera en todo el territorio soviético. La libertad de movimientos de la que gozan es notable; pueden entrevistar a cualquiera y son recibidos con curiosidad y entusiasmo por un pueblo que cree de verdad en el comunismo y que piensa que éste durará mil años. Regresan a París en octubre, trayendo consigo el recuerdo de la oportunidad única que les ha ofrecido la historia.
India mon amour cuenta cómo, a partir de la asombrosa historia de independencia de la India del Imperio Británico, un escritor se enamora de un país y de su cultura, cambiando para siempre su vida. Cuando Lapierre y Collins llegan a Nueva Delhi para escribir acerca de la India, esto marca el principio de una verdadera historia de amor entre este país y el escritor, ya que desde su primer viaje nacerá una relación fuerte, intensa y franca. Dominique Lapierre desde entonces se dedica por completo a la ayuda humanitaria. Desde aquel primer viaje ha estado muchísimas veces en la India para participar en programas concretos contra la pobreza extrema. La pluma de Dominique Lapierre traslada a los lectores a un grandioso e inmortal recorrido por los rincones y misterios de este país-continente, absorbiendo toda la vitalidad y el encanto de las personas que conoció allí. India mon amour es un testimonio único que reúne fotografías, recuerdos y reflexiones. Un himno inolvidable a la vida y a la esperanza, unidos por un hilo común que proviene de un proverbio indio: «Todo lo que no se da se pierde».
En La Ciudad de la Alegría se narran las vivencias de varios personajes en un slum (barrio de chabolas) de Calcuta. Paul Lambert es un cura católico francés cuya misión personal es ayudar a los más necesitados. Max Loeb un médico americano que llega a Calcuta cautivado por el trabajo de Lambert. Su historia se va mezclando con la de la familia Pal, con el cabeza de familia Hasari, que deben de migrar a Calcuta para ganarse la vida… La Ciudad de la Alegría es un canto a la esperanza y al amor dentro del sufrimiento y la miseria que se da en los barrios pobres de la India. Una increíble e inolvidable novela que ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo.
Una prodigiosa epoyeya de nuestro tiempo. Investigadores, médicos-detectives, hermanas de Teresa de Calcuta, un monje libanés y enfermos del SIDA enfrentados al más terrible azote de nuestro tiempo. Una aventura rebosante de valor, de compasión, de generosidad, de fe y de esperanza.
Mil soles: casi quinientas páginas de aventuras apasionantes en el centro mismo de los grandes problemas de nuestro tercer milenio: el terrorismo, la proliferación nuclear, la salvación de los últimos ejemplares de la fauna salvaje, el cáncer, el reparto de las riquezas entre países ricos y países pobres, la justicia ante el resurgimiento de la pena de muerte, el destino de Oriente Medio, el del antiguo mundo colonial y en particular el de la India, el bandidaje internacional… Problemas esenciales vividos y narrados por uno de los grandes historiadores periodistas de nuestro tiempo.
6 de abril de 1652. Un puñado de jardineros holandeses desembarca en la punta sur del continente africano. Su misión: hacer crecer lechugas para la tripulación de la poderosa Compañía de las Indias Orientales de Amsterdam, diezmada por el escorbuto. En esta aventura agrícola no existe ambición alguna de conquista colonial. Pero estos hombres, y los inmigrantes que se unen a ellos, pronto desafían las junglas infestadas de bestias salvajes y de moscas tse-tsé para adentrarse en el corazón del continente. Van a escribir el primer capítulo de la historia de un país que todavía no existe: Sudáfrica. Convencidos por su fe calvinista de que Dios los ha elegido para reinar en el mundo, estos primeros colonos van a enfrentarse a las tribus negras, a los buscadores de oro y diamantes, y a los casacas rojas de la reina Victoria. Una saga feroz, tumultuosa, heroica, que desembocará tres siglos más tarde en una de las mayores tragedias de la historia: la instauración, por parte de un pequeño grupo de cuatro millones de blancos, de un régimen racista que provocará cientos de miles de víctimas negras. Será el apartheid, una dictadura repugnante a la que pondrá fin, tras veintisiete años de encarcelamiento, un gigante de nuestro tiempo, Nelson Mandela.
En el transcurso de 1949, Dominique Lapierre emprendió su primera gran aventura: cruzar el Atlántico con una beca de estudios cuyo propósito era motivar a los jóvenes estudiantes a enfrentarse a las dificultades de la vida. Tras un largo recorrido por Estados Unidos, México y Canadá, y varios meses de periplo, el joven Lapierre regresó a Francia y publicó el diario de esta singular andanza para la que recorrió treinta y dos mil kilómetros por toda América, con treinta y dos dólares en el bolsillo.
«Me siento feliz y orgulloso de decirlo: al abrirme las puertas del mundo, al despertar mi curiosidad, al obligarme a superar mis miedos de adolescente, ese primer gran viaje de mi existencia fue el regalo más bello que el cielo podía ofrecerme en el albor de mi destino. Gracias a él pude descubrir horizontes cuya magia nunca más abandonaría mis sueños. Imaginen por un momento tener dieciocho años y encontrarse de repente en medio de tiburones en el Pacífico mexicano, o en un barrio peligroso de Chicago, donde conocí aventuras que se grabaron para siempre en mi memoria. Al vivir las peripecias que se narran en este breve relato, al recorrer las carreteras del delirante itinerario que me llevó al otro extremo del planeta cuando no era más que un joven estudiante de secundaria, sentí que nacía en mi interior la vocación de trotamundos». DOMINIQUE> LAPIERRE.
Doce y cinco de la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984. Una fulgurante nube de gas tóxico se escapa de una fábrica norteamericana de pesticidas construida en el corazón de la antigua ciudad india de Bhopal. Causa treinta mil muertos y quinientos mil heridos. Es la catástrofe más mortífera de la historia. Este libro narra la emocionante aventura humana y tecnológica que desembocó en esta tragedia. Una familia de campesinos indios expulsada de su tierra por enjambres de pulgones asesinos. Tres entomólogos neoyorquinos que inventan un pesticida milagroso. Un gigante de la química que encuentra un gas mortal para fabricarlo. Jóvenes ingenieros de Occidente que quieren acabar con las hambrunas del tercer mundo. Una factoría tan inocente como una fábrica de chocolatinas. Las fiestas y las alegrías de los desheredados de un barrio de chabolas. Eunucos y princesas que hechizan a los ingenieros norteamericanos. Un obrero loco por la poesía que desencadena el Apocalipsis. Médicos heroicos que mueren envenenados haciendo el boca a boca a las víctimas. Una recién casada que se salva de las llamas de una hoguera gracias a la crucecita que lleva al cuello… Cientos de personajes, de situaciones y de dramas se entremezclan en este fresco desbordante de amor, heroísmo, fe y esperanza. Una historia verídica. Una tragedia en el corazón de nuestro tiempo que es también una advertencia a todos los aprendices de brujo que amenazan la supervivencia de nuestro planeta.
Nueva York, septiembre de 2004. A seis semanas de su reelección, George W. Bush se enfrenta al más estremecedor chantaje terrorista. Un grupo de extremistas, dirigidos por Bin Laden, ha conseguido introducir en Manhattan una bomba nuclear. Los terroristas han anunciado que la harán estallar a no ser que el presidente de EE.UU obligue a los israelíes a retirarse de los territorios palestinos ocupados. Junto con su consejera Condoleeza Rice y el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, el Presidente deberá buscar la manera de evitar la catástrofe nuclear y resolver la crisis. Estos maestros de la narrativa vuelven con un thriller absorbente en el que la realidad y la ficción se mezclan de forma magistral para conducir al lector por el complejo entramado político de nuestros días.
La emocionante historia del milagro que salvó París al final de la Segunda Guerra Mundial. 25 de agosto de 1944. En el cuartel general de Hitler reina un ambiente tenso. Las fuerzas aliadas acaban de llegar a París y su liberación parece inminente. Hitler rompe en cólera y exige a sus mandos que resistan hasta lo indecible. Pero también ordena al comandante en jefe que, si se pierde París, destruya y aniquile por completo la ciudad. En el bunker , Hitler espera a que se cumplan sus órdenes. «¿Arde París?», pregunta entre la rabia y la desesperación. ¿Cómo escapó París de la destrucción a la que Hitler la había condenado? ¿Arde París? es el sobrecogedor relato de ese milagro y de la espectacular liberación de cinco millones de parisinos. Se describen los días y, muy detalladamente, las horas que precedieron a la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial. Esta obra se caracteriza por mostrar desde diferentes puntos de vista el conflicto: el de los habitantes de París, los soldados de Leclerc, el de Eisenhower, el de Hitler o el del general Dietrich von Choltitz. Para ello, los autores entrevistaron a docenas de testigos y protagonistas de los hechos.
Un relato producto de una minuciosa y larga investigación periodística e historiográfica que narra con detalle la vida del matador «El Cordobés», desde su nacimiento en 1936 hasta 1967, ya en la cumbre de su populariad, usando como telón de fondo la apasionante historia de España durante ese mismo período. «…O llevarás luto por mí» es una obra en la que se entremezclan las consecuencias de la guerra civil, la miseria del franquismo y el universo taurino con «El Cordobés» como protagonista.
Tres terroristas palestinos llegan a Nueva York con una misión tan terrible como posible: colocar una bomba atómica, que explotará si el presidente norteamericano no se pliega a sus exigencias. Y estas exigencias están respaldadas, nada menos, que por el dirigente libio Gadafi, que es quien les ha proporcionado tan mortífera arma. ¿Puede un presidente aceptar las órdenes que se le dan, por medio del chantaje? y si no las acepta ¿puede conducir a la muerte a millones de seres humanos? ¿Es preciso avisar a los habitantes de Nueva York del destino que les espera o es, tal vez, mejor evitar un pánico colectivo?
La India: agosto de 1947. Tocan a su fin los días del mayor sueño imperial de todos los tiempos: el Imperio británico de la India. Los personajes de Kipling, los lanceros bengalíes, los cazadores de tigres, los feroces guerreros patanos de la frontera indoafgana... La India: 400 millones de seres enfervorizados, que arrancan su libertad un día maldito por los astros. Ghandi, un profeta semidesnudo, símbolo de un continente, que expulsa de éste a Inglaterra mediante el procedimiento pasivo del ayuno y del silencio... Esta noche, la libertad es el documento más impresionante de los hechos que desembocaron en la independencia de la India, con su secuela de dramas derivados de la partición del país.
Oh, Jerusalén narra el nacimiento del Estado de Israel en 1948, tras la cruenta lucha entre árabes y judíos. A lo largo de sus páginas, el lector vive los acontecimientos codo a codo con sus protagonistas, y descubre, entre otras cosas que, antes de que estallara el conflicto, ambos pueblos vivían en armonía e incluso compartían los mismos barrios. Oh, Jerusalén se ha convertido en una obra clásica y en un texto clave para entender por qué Israel sigue siendo, medio siglo después de su fundación, una de las zonas más conflictivas del planeta. Nadie como Dominique Lapierre y Larry Collins para ayudarnos a esclarecer esta complicada realidad.
Este inoportuno «resto de tierra», decía Freud, citando a Goethe… Por una paradoja que comparte con el sexo, la mierda se rodea de un silencio que se desconoce si no se le compara con la medida de los discursos que suscita. ¿Quién creería, en efecto, que sobre este objeto de oprobio los hombres se hayan mostrado incansablemente locuaces, hasta el extremo de no prescindir ni de sus divinidades primitivas ni de las creencias que los animarían todavía cuando suponían haberse desprendido de la barbarie? ¿Quién creería, por ejemplo, que por una vulgar historia de excremento, la santa Iglesia católica haya rozado el cisma? Pero animado con banalizar: lo obsceno no reside donde se imagina, cuando la mierda es también ese objeto cuyo maestro amoneda el amor de sus sujetos. Algún día habrá que ir respondiendo a la pregunta ¿qué es un trono?».
A lo largo de sus años de vida y estudio en Japón, Dominique Loreau descubrió que la simplicidad enriquece infinitamente la vida a la vez que libera de prejuicios y restricciones. ¿Cómo trasladarla a cada una de las facetas de nuestra existencia? Austeridad en las posesiones, sencillez en el atuendo, claridad en los pensamientos, frugalidad en la comida. La simplicidad consiste en poseer poco para encontrar la libertad de llegar a lo esencial, lo que se traduce en elegancia, bienestar, serenidad y belleza. Dividido en tres partes, lo material, el cuerpo y la mente, El arte de simplificar la vida traslada las enseñanzas zen al mundo occidental en un libro práctico y lleno de sabiduría. Reflexiones, anotaciones, consejos y ejercicios para sentirse bien en el propio cuerpo y en la propia mente, con uno mismo y con los demás. Una obra reveladora y completísima que puede llegar a convertirse en el gran manual de la vida para las mujeres de este milenio.
En el valle de Qumrán, un joven beduino llamado Mohammed edh-Dhib descubre, guiado por el azar, en una gruta a un kilómetro del Mar Muerto, un considerable número de pergaminos antiguos. Estamos en 1947, y este descubrimiento va a trastornar nuestro conocimiento de los textos bíblicos, ya que los pergaminos son los más antiguos manuscritos del Antiguo Testamento encontrados. Dominique Lormier, historiador, nos cuenta la historia de los manuscritos de Qumrán. Nos proporciona un relato completo, basado en un exhaustivo trabajo de investigación, del descubrimiento de los pergaminos. Analiza el contenido de los textos y sus descifrados de los mayores especialistas en historia de las religiones. Finalmente, se une a las polémicas y controversias, que siguieron, en particular las nuevas hipótesis emitidas referentes a la figura histórica de Jesús. Una obra apasionante sobre uno de los mayores descubrimientos de la actualidad.
En el valle de Qumrán, un joven beduíno llamado Mohammed edh-Dhib descubre, guiado por el azar, en una gruta a un kilómetro del Mar Muerto, un considerable número de pergaminos antiguos. Estamos en 1947, y este descubrimiento va a trastornar nuestro conocimiento de los textos bíblicos, ya que los pergaminos en cuestión son los más antiguos manuscritos del Antiguo Testamento nunca encontrados. Dominique Lormier, historiador, nos cuenta en este libro la fabulosa historia de los manuscritos de Qumrán. Nos proporciona un relato completo, basado en un exhaustivo trabajo de investigación, del increíble descubrimiento de los pergaminos. Analiza el contenido de los textos y sus sucesivos descifrados realizados por los mayores especialistas en historia de las religiones. Finalmente, se une a las polémicas y controversias, a veces muy vivas, que siguieron a este descubrimiento, en particular las nuevas hipótesis emitidas referentes a la figura histórica de Jesús.
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Julien, Erwan y Saffron son tres jóvenes ecologistas radicales que preparan secretamente una operación de gran envergadura. Julien, hacker incomparable, consigue infiltrarse en el ordenador portátil de Benoît Soubise, empleado de la Comisión de Energía Atómica. Una noche, gracias a la webcam del ordenador pirateado, los tres jóvenes asisten al asesinato de Soubise en su propia casa. Impotentes, comprenden enseguida el peligro que correrían sus vidas si alguien supiera que han sido testimonios de la escena.
Una novela ambientada hace casi cincuenta años que nos ayuda, más que ninguna otra, a entender el mundo de hoy. Marsella, 1973. Théo Daquin, un investigador precoz, brillante, atractivo y homosexual, deja el Líbano para ocupar el puesto de comisario en Marsella, la capital mundial del tráfico de heroína. Se encuentra con una ciudad ensangrentada por los ajustes de cuentas entre matones y la estrecha relación entre los políticos y los traficantes de drogas y armas. Incluso los diferentes cuerpos policiales están en plena guerra: se espían, se chantajean entre ellos y proliferan las asociaciones semiclandestinas. Daquin tiene solo quince días y toda la policía en contra para investigar tres asesinatos en el seno de una naviera. Una de las víctimas, Maxime Pieri, recibe diez tiros en la escalinata de un casino en Niza, cuando iba del brazo de Emily, la esposa de su socio, Michael Frickx, un magnate del comercio de minerales que quiere dar el salto al nuevo mercado del petróleo, fascinado por el dinero fácil y los negocios oscuros. Y este es solo el principio. La sociedad está en pleno proceso de cambio. Los delincuentes también.
Historias Lascivas es un paseo por las emociones y la sexualidad de unos maravillosos personajes de los que solo querrás saber más y más a medida que te adentras en sus profundidades. Descubre como Marcus, después de una inesperada confusión, caerá a los pies “de una hermosa diosa de mármol”. (palabras del propio Marcus) después de que ambos tuvieran un orgasmo sin más estimulación que 5 azotes. Observa a Víctor mientras despliega sus artes masturbatorias en el anexo de su oficina, para liberar la tensión por la llegada de un nuevo jefe. Siente la obsesión de Miriam por tener entre sus piernas la boca de Esther mientras acaricia sus suaves rizos negros. Asiste a la liberación de Danielle a través de la terapia de Julián donde el sexo auditivo es el principal protagonista. Descifra los sentimientos de Dylan al descubrir después de un maravilloso encuentro sexual, que Ava la chica de hermosos y tristes ojos azules, es nada más y nada menos que la hija de su desaparecido amigo. ¿Te atreves a adentrarte en sus vidas y quedarte con ganas de más? ¡porque eso es exactamente lo que te ocurrirá!
Secretos, la nueva entrega de Historias Lascivas, te trasladará al interior de los deseos más oscuros de sus protagonistas. 5 historias llenas de secretos inconfesables. Intenta desentrañar los conflictos emocionales que unirán a Ena, una hermosa chica japonesa con tendencias a marcar su hermosa piel a base de infligirse dolor y a Benedict un cliente con intensos problemas para intimar. Acepta la invitación que te hace un celador al acabar su turno de noche. Disfruta junto a él detrás de su ventana, de la sesión de masturbación matutina que le ofrece su vecina, cuando aún el sol no despunta. Adéntrate en el secreto que guarda una joven desde hace 16 años cuando por error vio a su padre prodigar placer a una hermosa mujer con ébano en la piel. Acompaña a Fabio en su velada con Cosette. La mujer que arrojará luz sobre sus sombras cuando deguste su sabor más íntimo, sabor que se mesclará con el “elixir de los dioses” que ella le ofrecerá. ¿Estará Fabio dispuesto a renunciar a su adictivo sabor? ¿Puede un gay enamorarse de una mujer? Ergo no es gay. Es lo que piensas ¿verdad? Sin embargo, el triángulo amoroso que forman Ares, Mario y Lucia, donde la deslealtad, la intriga, la rabia, la mentira y la pasión desbordada son el denominador común, te demostrará que quizás si sea posible ser gay y amar hasta la médula a una mujer. ¿Te atreves a descubrirlo? ¡Que comience la función!
El experto viajero Dominique Roques nos muestra el origen y todo lo que ha rodeado históricamente la elaboración de los perfumes; desde la recolección del incienso en la Antigüedad hasta la industria actual. Los perfumes son fascinantes: familiares y misteriosos a la vez, nos envuelven, avivan recuerdos, evocan refinamiento. Este libro es un recorrido por el inabarcable mundo de las esencias naturales -componente mágico y primordial de los perfumes-, cuya historia se remonta al origen de las civilizaciones y cuyo papel ha sido clave en la conformación del mundo, pues son el resultado del encuentro de territorios, de paisajes, de suelos y de climas; el producto de oficios y costumbres de poblaciones arraigadas o de paso. Desde hace treinta años, Roques recorre el planeta para encontrar los extractos de flores, semillas, resinas o maderas, frutos de la tierra con aromas excepcionales que se ensamblan en infinitas fórmulas olfativas. Con rigor, humanidad y poesía, nos lleva al encuentro de hombres y mujeres con conocimientos inmemoriales, herederos de oficios de al menos treinta siglos: recolectores de flores en Bulgaria o en la India, hervidores de goma en Andalucía, balsameros en El Salvador o en Laos, cultivadores de pachulí o de lavanda, plantadores de sándalo, destiladores de bergamota. También nos alerta sobre las amenazas que se ciernen sobre estas actividades, ya sea por motivos políticos, económicos o por la devastación progresiva de los ecosistemas. El buscador de esencias es una travesía apasionante que desvela algunos de los misterios del legado de los aromas, fascinante y frágil a la vez.
La democracia ha quedado atrapada en el principio de representación, es pensada únicamente a través de dicho principio y se ha convertido en su prisionera. También está atrapada en el mercado, que le impone sus leyes hasta llegar a situaciones caricaturescas, como es el caso en la actualidad. Sin embargo, a pesar del renovado auge de los populismos, de la desconfianza de los ciudadanos frente a los representantes elegidos por ellos, y de la aparente indiferencia política, la idea democrática vive en los barrios, en las ciudades, en las escuelas y en las empresas, en forma de colectivos informales de ciudadanos que asumen directamente las cuestiones que les preocupan y participan en los grandes debates de sociedad. Estas experiencias manifiestan una forma nueva de democracia que aún no ha sido nombrada. La forma anterior, aun presente, se llamaba democracia representativa o democracia electoral; la que está emergiendo duda entre llamarse democracia de opinión, democracia del público o democracia participativa. Otro nombre posible es el de democracia continua, como propone Dominique Rousseau en este libro, donde defiende los principios y las implicaciones de una profunda reforma institucional que refleje el carácter vivo y concreto del ejercicio de la democracia.
Esta guía enseña a administrar con prudencia y corrección las dosis de vitaminas, minerales y otros suplementos nutricionales necesarios para el buen funcionamiento del organismo. Escrita por uno de los más eminentes especialistas en nutrición, es una obra tan útil como indispensable para saber cómo reforzar las defensas biológicas y, en consecuencia, prevenir un buen número de enfermedades. Esta guía explica con rigor y sencillez el modo de compensar las deficiencias nutricionales producidas por una mala alimentación, teniendo en cuenta la edad, la calidad de vida, el tipo de actividad laboral y los factores medioambientales. La importancia de los suplementos vitamínicos y minerales radica no sólo en que son una ayuda para lograr el bienestar físico sino que también sirven para que la persona alcance un equilibrio integral, que incluye la salud psíquica tanto como la física. La industrialización y el consumismo de las sociedades modernas no contribuyen precisamente a mejorar la calidad de nuestra alimentación. Muchas enfermedades corrientes podrían aliviarse notablemente e incluso curarse con sólo prestar atención a las deficiencias de nutrición que padece nuestro organismo. ¿Sabía usted que con un simple tratamiento de vitaminas se pueden prevenir enfermedades como la hipertensión o la osteoporosis? ¿Sabía que el estrés y la contaminación ocasionan un tipo de fatiga que hace descender de forma automática las defensas del organismo? En este vademécum encontrará más de doscientas enfermedades y la descripción de sus síntomas y tratamientos, junto con consejos útiles para usted y toda la familia.
«La joven permanecía tumbada en la cama, en pijama. Chloé creyó que su amiga remoloneaba, que soñaba despierta con los ojos muy abiertos y la cabeza de cara a los libros y peluches amontonados en la estantería. Chloé se acercó y sintió que la mirada fija de Vanessa la absorbía. Observó las manchas rojas en el cuello muy blanco y cayó en la cuenta de que se le habían empapado los calcetines. Chapoteaba en un charco de sangre. Ni se le pasó por la cabeza la idea de que el asesino pudiera estar aún en el apartamento. Su cerebro se desconectó al tiempo que imaginaba el esófago convertido en un volcán tibio y empezó a vomitar». El pasadizo del deseo es la primera entrega de la alabada serie policiaca de Dominique Sylvain, donde crea una formidable e inverosímil pareja de investigadoras, la antigua comisaria Lola Jost, armada de guasa y kilos, y su acompañante Ingrid Diesel, una americana enamorada de París.
En la planta treinta y cuatro del Astor Maillot, Alice Bonin abusa enormemente del champán mientras se prepara para su actuación. Al otro lado de la ventana abierta, cree ver bailando en el cielo a la cantante de la que es doble. Alice se acerca, se dispone a alcanzarla…La conclusión de la investigación es suicidio.Sin embargo, para Maurice Bonin, quien se entera de la muerte de su hija a través de la televisión, no hay nada más improbable, y no cejará hasta convencer de ello a sus amigas Ingrid Diesel y la antigua comisaria Lola Jost.Dominique Sylvain cuenta en su haber con los premios Sang d’encre y Polar Michel Lebrun. La hija del samurái continúa la alabada serie policiaca iniciada en El pasadizo del Deseo, que cuenta con una formidable e inverosímil pareja de investigadoras, la antigua comisaria Lola Jost, armada de guasa y kilos, y su acompañante Ingrid Diesel, una americana enamorada de París.
Los submarinistas de la Brigada Fluvial descubren el cuerpo sin vida de una joven en las oscuras aguas del Sena. Lo que podría haber sido una muerte casual marca el inicio de una serie de asesinatos en cuyo epicentro se sitúa Louis, enigmático personaje alrededor del cual se tejen extraños intereses y que desaparece sin dejar rastro. Para arrojar un poco de luz, y en paralelo a la investigación policial, la excomisaria Lola Jost y su acompañante, Ingrid Diesel, una americana enamorada de París, pondrán en juego toda su pericia para hallar respuestas a las preguntas que se ciernen desde el principio: ¿por qué están apareciendo todos esos cadáveres? ¿Tienen algún nexo? ¿Qué o quién es Manta Corridor? Y, sobre todo, ¿dónde está Louis?
«Cada hombre lleva en él un jardín ideal. El de Louis-Guillaume Giblet de Montfaury aliaba delicadeza y exuberancia, frescor y negrura. Ese jardín, luminoso y tenebroso, mezclaba el perfume de los recuerdos de infancia con efluvios de mundos lejanos y desconocidos; sus raíces brotarían en los viajes de un joven botánico, que invertiría años soñándolo y una vida entera para que surgiera de la suave tierra de Francia».Desde siglos atrás, los muros de un convento protegieron el jardín, hasta que un promotor se propuso arrasarlo. Lou Necker, la roquera que apareció estrangulada en el parque Montsouris, se opuso violentamente a esa operación inmobiliaria. Toda la policía busca ahora a su presunto asesino, Brad Arcenaux, un jardinero de origen americano.Sin embargo, para Ingrid Diesel su amigo Brad es el hombre más tierno del mundo, aunque tenga el aspecto de un ogro. Solo debe demostrarle su inocencia al insoportable comandante Sacha Duguin. Ingrid iniciará una investigación, junto a su inseparable compañera Lola Jost, que la conducirá al paraíso del botánico, al pasado que compartió con Brad, y a descubrir los siniestros misterios de Tolbiac-Prestige.
«Ella duerme aquí». Esas son las únicas tres palabras del mensaje que, acompañado de una foto de su hija Kate con los ojos cerrados, recibe en su móvil Jason Sanders. Decidido a encontrarla tras su repentina ausencia del club donde trabaja como chica de compañía, Sanders toma desde Londres el primer avión hacia Tokio. Allí, Kentaro Yamada —capitán de policía de Shinjuku— y Marie —compañera de piso de la joven— le ayudarán en su búsqueda por el distrito de Kabukicho: un equívoco paraíso de neones y love hotels, donde cualquier estrategia es buena para arrastrar al cliente a uno de los cientos de locales en los que el placer se compra y se vende; un inmenso teatro de la seducción, controlado por los siniestros yakuzas, en el que seguir el rastro de la desaparecida Kate les obligará a caminar siempre al borde del abismo… Dominique Sylvain, que conoce de primera mano el pulso vital de una de las ciudades más fascinantes del planeta, nos sumerge de lleno en ese imperio de los signos y los sentidos que es la capital japonesa, sin renunciar en ningún momento a la vertiginosa trama de suspense de este perverso y exótico «thriller».
Para aprender a calmar el llanto de tu bebé es esencial que comprendas lo que intenta transmitirte. ¿Tiene hambre? ¿Tiene frío o calor? ¿Siente miedo o atraviesa un momento de estrés? ¿Está simplemente cansado? Los bebés se valen del llanto para expresar todo tipo de emociones, y por ello conocer a tu hijo y sus reacciones es vital para el desarrollo de vuestra relación y de vuestra comprensión mutua.
Si estás deseando descifrar lo que pide tu hijo y quieres colmar sus necesidades pero no siempre eres capaz de lograrlo, esta guía de menos de una hora de lectura te permitirá conseguirlo. ¡Aprende a conocer las necesidades de tu bebé y haz que se sienta a gusto!
Te ofrecemos las claves para:
Aprender a estimular a tu bebé durante sus primeros meses de vida es fundamental para su desarrollo físico y psicológico. Así pues, ¿cómo ayudarlo para que adquiera las aptitudes motoras, intelectuales y sociales fundamentales para su futuro? ¿Cómo estimularlo en condiciones seguras, respondiendo a sus expectativas y haciendo que disfrute?
Esta guía estructurada y concisa te ofrece en tan solo 50 minutos todas lo que necesitas saber sobre el desarrollo de los más pequeños, además de una serie de consejos para estimular sus cinco sentidos de manera eficaz. ¡Tu bebé te lo agradecerá!
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Conseguir que tu hijo deje de mojar la cama puede en ocasiones revelarse difícil. Aunque la enuresis es un fenómeno completamente normal en el desarrollo de tu hijo, puede volverse problemática cuando perdura y genera un malestar en el día a día, tanto para los niños como para los padres. ¿Cómo explicar que nuestro hijo todavía moja la cama cuando tendría que controlar sus esfínteres desde hace tiempo? ¿Se trata de un problema fisiológico? ¿Es inevitable acudir a un especialista? ¿Qué actitud adoptar como padre y qué costumbres implantar para ayudar a que tu hijo pase noches secas y tranquilas?
Esta guía, estructurada y concisa, te mostrará las claves para acompañar eficazmente a tu hijo en su proceso de adquisición del control de estas capacidades. Además, te ayudará a determinar las causas y las consecuencias de la enuresis nocturna, además de una visión global sobre su posible tratamiento, ya sea en casa o con la ayuda de un profesional.
Te ofrecemos las claves para:
Los aceites esenciales y la aromaterapia son, para muchos, un universo por descubrir. Sin embargo, cada vez son más las personas que, conscientes de que la mayor parte de los productos comerciales son nocivos tanto para el medioambiente como para ellas mismas, deciden dar el paso y crear sus propios remedios y recetas caseras.
Esta guía te ofrece todo lo que necesitas saber sobre la aromaterapia y los aceites esenciales, desde su modo de fabricación y sus precauciones de uso hasta recetas para crear tus propios productos de salud, belleza y limpieza. ¡Sumérgete en el mundo de los productos naturales y mejora tu bienestar!
Te ofrecemos las claves para:
Preparar la llegada de tu bebé es esencial para garantizar la tranquilidad de los padres y la del propio recién nacido. ¿Estás embarazada y tienes miles de preguntas, como cuándo inscribirlo en la guardería o cómo elegir a su pediatra?
Esta concisa y estructurada guía te ofrece una serie de consejos que te ayudarán a prever todo lo que será necesario para el recién nacido y vivir lo mejor posible la fase de embarazo, con el objetivo de que tanto tú como tu pareja estéis preparados material y psicológicamente para brindarle a vuestro bebé el tiempo y la atención que se merece.
Te ofrecemos las claves para:
Las ciencias y las técnicas han formado parte, desde el principio de la civilización, del desarrollo de la sociedad. Los cambios que han caracterizado las diferentes etapas del pensamiento científico se han producido dentro del marco de determinadas formaciones sociales y en condiciones específicas de producción del conocimiento. En este libro se aborda la manera en que se relacionan ciencia y sociedad: las formas de valorización social de las investigaciones, el sistema de trabajo en el interior de los laboratorios, las razones ideológicas de las teorías científicas, los mecanismos de financiación de la indagaciones científicas, las luchas jerárquicas entre los sabios y académicos, etc. Un conjunto de problemas que están más que nunca implicados en nuestros grandes problemas sociales. La explosión de las nanotecnologías, la controversia sobre los OGM, el cambio climático, etc., tantas temáticas cuya comprensión y control implican también conocer mejor las dinámicas sociales que forman parte de la producción de conocimientos y de las innovaciones. La presente obra, refundición de Sociología de las ciencias, publicada en 1995, muestra un planteamiento completo de todos estos problemas, con numerosos ejemplos y una muy amplia documentación. Presenta las diferentes formas de articulación ciencia/sociedad (emergencia de las ciencias, dinámica de innovación y democracia técnica) y los principales mecanismos sociales que hacen vivir a las ciencias (instituciones, organizaciones, intercambios entre investigadores, elaboración de contenidos, etc.). Este libro permite aprehender tanto la cultura material y cognitiva de un laboratorio como el funcionamiento del mercado de empleo científico. Más allá de la referencia a los grandes autores, corrientes de pensamiento y debates, ayuda a comprender mejor qué la sociedad y aquellas personas que tiene el poder decisorio fuerzan el desarrollo de las ciencias y de las técnicas, y qué los artesanos de estas últimas imponen a cambio sus lógicas propias. Habla así sobre la sociología de "la sociedad de los conocimientos”.
¿Quién lleva el timón de tu vida? La ilustradora Domm Cobb y el psicólogo Pedro Jara te lo cuentan en este libro que inaugura un nuevo género literario: la psicología ilustrada.
EN ESTE MUNDO RUIDOSO QUE INSISTE EN DECIRTE LO QUE TIENES QUE SER, TOMA LA DECISIÓN DE SER TÚ.
Pequeñas o grandes, conscientes o inconscientes, los seres humanos nos pasamos la vida tomando decisiones, pero ¿hasta qué punto decidimos con verdadera libertad y autonomía? ¿De dónde sale aquello que tú, de forma casi automática, consideras «verdad»? Aunque no te des ni cuenta, las voces, discursos, imágenes, mensajes, aprendizajes, tradiciones e inercias que nos rodean y que aprendimos e imitamos constantemente, tienen mucho que ver con los caminos que eliges. Así que, ¿cómo decidir por ti mismo cuando tal vez no sepas quién eres en realidad tú mismo?
El psicólogo Pedro Jara y la viñetista y creativa Domm Cobb se unen para crear un libro verdaderamente pionero y...
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Elina Wrangler está atrapada en un mundo lleno de deseo, anhelo, intriga y peligro. En el mundo de las familias de la mafia antigua - capturada por un hombre que ella ama y aborrece al mismo tiempo. Que se basa en la reciprocidad. Porque incluso el helado Kristov -su secuestrador y hombre de sueños- está dividido entre el deseo atormentador y el autocontrol férreo. Para colmo, debe casarse con otra persona para eliminar una antigua disputa familiar: Gianna Cavalli. Mientras tanto, el hermano de Elina, Robert Wrangler, lucha con algunas preguntas muy importantes: ¿Puede confiar en su princesa de la mafia Gianna, jugar con o contra él en este juego loco? ¿Debería atravesar el fuego por ella? ¿O se hundirá en las llamas? ¿Puede salvar a su único amor verdadero y a su hermana al mismo tiempo, o debe sacrificar a una para proteger a otra? Este es el final épico de Bajo tu piel.
'Mientras pagaba la cuenta de su desayuno en el café de Joe, Martin King tomó nota de las inconfundibles señales de inminentes disturbios para su persona. En primer lugar, el día era demasiado espléndido para el mes de Abril en una ciudad como Nueva York… Mas aún, era uno de esos días -poco frecuentes, por cierto-, en que Martin se levantó a media mañana, tranquilo y descansado, con el tiempo suficiente para tomar un baño, afeitarse y desayunarse dignamente antes de comenzar su labor en el Morning Record. Además, era significativo el hecho de que habían pasado varias semanas desde la última vez que Martin se viera en dificultades con sus superiores de la redacción, con sus amigos del departamento de policía o con cualesquiera de los otros ciudadanos con los que entraba en contacto en el trascurso de sus actividades como reportero de asuntos criminales. Solamente esto último era una indicación segura de que los hados se preparaban para echársele encima con toda su virulencia… '
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En El Efecto Mozart para niños, Don Campbell nos muestra que la música es la herramienta más adecuada para mejorar aspectos como el lenguaje, la motricidad y la expresión de los sentimientos. A partir de un sinfín de ejemplos dinámicos e imaginativos, enseña a padres y profesores a potenciar la imaginación del niño con sonidos, música y canciones. Presenta ejercicios sencillos y actividades divertidas pensadas para los distintos estadios de desarrollo, desde los meses anteriores al nacimiento hasta los diez años. Campbell expone desde maneras especiales de fortalecer los vínculos entre los padres y los recién nacidos hasta consejos para propiciar buenos hábitos de estudio y minimizar el estrés de los alumnos de primaria. Estamos ante una obra de referencia imprescindible para todas las personas implicadas en la educación infantil. Con el apoyo del autor, que aporta su inagotable curiosidad y sus vastos conocimientos conseguiremos ayudar a los niños a mantener y desarrollar la salud de su cuerpo, su mente y su alma. ### Descripción del producto En El Efecto Mozart para niños, Don Campbell nos muestra que la música es la herramienta más adecuada para mejorar aspectos como el lenguaje, la motricidad y la expresión de los sentimientos. A partir de un sinfín de ejemplos dinámicos e imaginativos, enseña a padres y profesores a potenciar la imaginación del niño con sonidos, música y canciones. Presenta ejercicios sencillos y actividades divertidas pensadas para los distintos estadios de desarrollo, desde los meses anteriores al nacimiento hasta los diez años. Campbell expone desde maneras especiales de fortalecer los vínculos entre los padres y los recién nacidos hasta consejos para propiciar buenos hábitos de estudio y minimizar el estrés de los alumnos de primaria. Estamos ante una obra de referencia imprescindible para todas las personas implicadas en la educación infantil. Con el apoyo del autor, que aporta su inagotable curiosidad y sus vastos conocimientos conseguiremos ayudar a los niños a mantener y desarrollar la salud de su cuerpo, su mente y su alma. ### Biografía del autor Listen to Don Campbell's credentials. A Texas native, Don Campbell studied with Nadia Boulanger at the Fontainebleau Conservatory of Music in France and has worked with Jean Houston, Leonard Bernstein and other musicians, healers and mind/body researchers. Over the years, his quest to harness the healing and creative powers of sound and music has taken him to 40 countries, including Haiti, Russia, Israel, Greece, Tibet, Indonesia and Thailand, where he has studied indigenous culture, taught and worked with children and young adults, and given his own performances. He has taught and performed in most of the capitals of Europe and lived in Japan for several years, serving as music critic for a Tokyo newspaper. He founded the Institute of Music, Health and Education in 1988, and is known to the public through frequent television and radio appearances and international lecture tours. He lives in Boulder, Colorado.
«Dura la lluvia que cae» es una novela de crimen, castigo y la búsqueda de una redención siempre postergada en la estela de Dostoyevski. Épica en su alcance, la historia cubre más de tres décadas, desde los años veinte, más rurales, hasta el San Francisco de los años sesenta. Narra las aventuras de Jack Levitt, un adolescente huérfano, que se las arregla para sobrevivir en hoteles roñosos y salas de billar, y Billy Lancing, un joven negro, fugitivo y chapero en el mundo del billar. Tras el paso de Jack por el reformatorio y el ingreso de Billy a vida de la clase media —se casa, es padre de un hijo, tiene un negocio y una amante— el pasado persigue a ambos personajes, apresados en un destino que los une. Después del reencuentro de los dos en una cárcel de California, sus contrariedades verán un final violento y revelador.
Desde hace años, Jim Larson y Dave Ogilvie forman un célebre dúo cómico cómodamente asentado en la fama. Cuando no están actuando en Las Vegas o de gira por el país, se encuentran en Hollywood grabando alguna de sus taquilleras y triviales películas. La amistad entre Dave y Jim parece haber sobrevivido al tiempo, al éxito (también al extraño cansancio que éste conlleva), a la implacable maquinaria del show business, e incluso a algún que otro avispado agente que quiere que Jim emprenda una carrera en solitario. A pesar de todo, siempre han sabido moverse como pez en el agua en un mundillo que conocen y aman, sin pagar, aparentemente, un peaje demasiado caro. Aun así, cíclicamente, Jim necesita desaparecer sin avisar a nadie, y Dave teme que alguna de esas veces sea la definitiva y todo acabe. En Un par de cómicos, Don Carpenter –él mismo, al igual que John Fante, guionista además de novelista y gran conocedor de las bambalinas del negocio– plasma como nadie las luces y las sombras del mundo del espectáculo, sus fastos, sus costumbres, sus leyes propias, y nos habla, sin cinismo ni ingenuidad, y con un absorbente y ágil pulso narrativo, de la peculiar fauna que habita esta dorada Babilonia. Pero más allá de los focos y de las cámaras, de las drogas, el alcohol y las mujeres, la historia de Jim y Dave constituye, en última instancia, un homenaje a la amistad y al amor por el oficio.
Cuando Don Carpenter murió en 1995, dejó tras de sí obras como Dura la lluvia que cae o A Couple of Comedians, considerada por Norman Mailer como la mejor novela jamás escrita sobre Hollywood. De manera inesperada, casi diez años después de su muerte, apareció entre sus archivos el manuscrito de Los viernes en Enrico’s, una magnífica novela que abarca aproximadamente veinte años en la vida de cuatro escritores en el San Francisco y el Portland de los cincuenta y los sesenta, en plena efervescencia del delirio de los poetas beat. Los herederos de Carpenter le pidieron al escritor Jonathan Lethem que ordenara y editara el manuscrito y, para su beneplácito, Lethem se topó con una obra maestra.Los viernes en Enrico’s disecciona con rotunda sobriedad las ambiciones literarias y las aspiraciones a la fama y al dinero de un heterogéneo grupo de amigos. Carpenter presenta una maravillosa e inolvidable galería de personajes, varado cada cual en su particular atolladero de traumas y esperanzas: Dick Dubonet y Charlie Monel, empeñados en materializar el potencial que muestran desde muy jóvenes; Jaime Froward y Stan Winger, que se abren paso de manera más lenta, pero también más determinada, como si su tesón tuviera que forjar y conquistar un destino que pareciera que nunca terminaran de hacer suyo; y Linda, la presencia eléctrica que galvaniza al resto, musa de los beat y femme fatale en la que convergen el deseo y las frustraciones de los protagonistas. La losa de ser una eterna promesa, la tentación de venderse a Hollywood, los celos profesionales, los éxitos fulgurantes y pasajeros, las drogas, el alcohol, el sexo, la interminable carrera de fondo que supone la escritura y el desgaste emocional y vital que ello conlleva: Carpenter construye con absoluta maestría y pulso narrativo unas historias agridulces, que resuenan hondamente en el silencio admirado que sigue a la lectura de esta novela.
El gigantón que dijo esto al joven que estaba terminando de cavar la fosa, era tan alto, tan recio y fuerte, que en otros tiempos había podido presumir de partir de un solo tajo el cuello de un oso, con el cuchillo que ahora utilizaba para limpiar sus negras uñas. Pero eso fue antes.
El hombre que se hallaba bajo el tosco porche, era voluminoso. Su talle debía de ser de seis pies y seis pulgadas cumplidamente, y su peso doscientas cuarenta libras. Sus largos brazos y sus vigorosos hombros pertenecían a un gorila. El grueso rostro era repugnante. Toda su configuración era algo brutal procedente de antaño; un retroceso a una era en que el hombre era más bestia que ser humano. Lanzó un gruñido, entrando en una oficina que ostentaba la muestra: «agente indio».
Tome decisiones bien fundamentadas a fin de alcanzar sus objetivos de salud El Dr. Don Colbert, autor de más de cuarenta libros, nos ofrece ahora un enfoque único, equilibrado y natural en el tema de la salud, que instruirá al lector sobre las vitaminas, los minerales y otros componenetes básicos de la nutrición. Usted podrá hacer sus compras con confianza, seguro de que estará adquiriendo los suplementos nutricionales adecuados para lograr su objetivo de salud, bien sea perder peso, equilibrar las hormonas de su cuerpo, aumentar la energía, o curar y prevenir enfermedades y padecimientos específicos. Todos los consejos del Dr. Colbert para los suplementos nutricionales en esta obra, le permitirán: Reconocer ingredientes nocivos y costosos que debe evitar Crear las combinaciones adecuadas de nutrientes, en las dosis apropiadas Comer los alimentos correctos para aumentar los beneficios de su programa de suplementos Romper los hábitos alimentarios y de vida poco saludables ### Descripción del producto Tome decisiones bien fundamentadas a fin de alcanzar sus objetivos de salud El Dr. Don Colbert, autor de más de cuarenta libros, nos ofrece ahora un enfoque único, equilibrado y natural en el tema de la salud, que instruirá al lector sobre las vitaminas, los minerales y otros componenetes básicos de la nutrición. Usted podrá hacer sus compras con confianza, seguro de que estará adquiriendo los suplementos nutricionales adecuados para lograr su objetivo de salud, bien sea perder peso, equilibrar las hormonas de su cuerpo, aumentar la energía, o curar y prevenir enfermedades y padecimientos específicos. Todos los consejos del Dr. Colbert para los suplementos nutricionales en esta obra, le permitirán: Reconocer ingredientes nocivos y costosos que debe evitar Crear las combinaciones adecuadas de nutrientes, en las dosis apropiadas Comer los alimentos correctos para aumentar los beneficios de su programa de suplementos Romper los hábitos alimentarios y de vida poco saludables ### Biografía del autor El Dr. Don Colbert es especialista acreditado en medicina familiar y antienvejecimiento, y ha recibido una amplia formacion en medicina nutricional y preventiva. Es autor de dos exitos de ventas del New York Times: Los siete pilares de la salud y La dieta "yo si puedo" de Dr. Colbert, ademas de los exitos de ventas Liberese de las toxinas, la serie La nueva cura biblica, Living in Divine Health, y La nueva cura biblica para el estres. El Dr. Colbert ha vendido mas de diez millones de libros y ha tratado a mas de cincuenta mil pacientes en sus mas de veinticinco anos de practica de la medicina.
David Bell personifica el sueño americano. Con tan solo 28 años, es un apuesto ejecutivo de televisión que ha llegado a lo más alto. Pero bajo esta apariencia perfecta, Bell se siente atrapado en una obsesiva película contemporánea: una rutina hecha de imágenes fragmentarias, conversaciones superficiales y sexo rápido. Su única escapatoria es hacer su propio rodaje. Con la intención de filmar un documental, Bell parte en un viaje a través del país. Su objetivo es retratar fielmente los pequeños pueblos y sus gentes, descifrar la esencia americana. Pero a medida que el viaje avanza y los fotogramas de la filmación cobran forma real, una idea se instala en la mente de Bell: quizás no haya nada que descifrar; Estados Unidos ha llegado al final de su propia película. Americana es la primera novela de Don DeLillo, el impresionante punto de partida de una de las obras más originales y trascendentes de la literatura contemporánea: «Casi todas las frases de Americana suenan reales, con autenticidad más allá de los estereotipos. DeLillo es un hombre de una escalofriante percepción. Una de las más impresionantes y sofisticadas primeras novelas que he leído», Joyce Carol Oates.
Después del inexplicable suicidio de su marido, el director de cine Rey Robla, Lauren regresa a la vieja casa junto al mar en la que vivió con él. Allí se encuentra con el dolor y la soledad. Pero pronto se rompe el imperante silencio: Lauren descubre que en el piso de arriba habita un extraño hombre capaz de reproducir las conversaciones privadas de Lauren y su marido. ¿Es este hombre una persona real o es simplemente el producto de una ensoñación de la mente de Lauren?
El padre de Jeffrey Lockhart, Ross, es el inversor principal de un centro donde se lucha contra la muerte congelando los cuerpos hasta que la tecnología pueda despertarlos. Hasta ese extraño lugar viaja Jeffrey para consolar a su padre cuando va a despedirse de su esposa enferma con la esperanza de reencontrarla en el futuro. Pero cuando Ross, en perfecto estado de salud, decide acompañarla en el experimento, Jeffrey le niega su apoyo y se rebela. Una oda al lenguaje, una profunda meditación sobre la muerte y una aguda observación sobre lo que implica estar vivo.
Publicado exclusivamente en la desaparecida revista norteamericana Gran Street e inédito en forma de libro hasta la fecha, Contrapunto trata temas presentes en toda la obra de Don DeLillo: la vida del artista, la naturaleza solitaria de la creación artística y la obsesión por su evolución en el tiempo, o la relación del artista con su público.
A sus veintiocho años, Eric Packer es multimillonario y asesor de inversiones. Un día de abril de 2000 se enfrenta a dos desafíos: apostar su fortuna contra la subida del yen… y ganar, y cruzar la ciudad en su limusina para cortarse el pelo… y llegar con vida. Durante su viaje, una odisea contemporánea fascinante, queda atrapado en un atasco producido por diversos acontecimientos: la llegada del Presidente a la ciudad, el funeral de un ídolo de la música, el rodaje de una película y una violenta manifestación política. Cosmópolis transcurre en un solo día, el último de una época, símbolo del intervalo entre el final de la guerra fría y la actual era de terror, de los años 90, cuando el mercado financiero se desploma y la «nueva economía» inicia su agonía. La última novela de Don DeLillo es una historia intensa que surca los temas capitales de su obra: la alienación, la paranoia, el sexo, la muerte, el mercado global, el terrorismo y la relación entre poder y tecnología.
Cuanto más mayor se hace uno, más chocante le puede resultar poner las noticias y contemplar a unos expertos de nuevo cuño, expertos que parecen recién salidos del instituto, dando su opinión sobre la trascendencia de los cambios radicales que están sacudiendo al país. ¿Cómo consiguen estos jóvenes analistas sus fulminantes revelaciones? ¿Les tuitea alguien lo que dicen? Don DeLillo lleva esta sensación de perplejidad generacional un paso más allá dentro del absurdo en Hammer and sickle [El martillo y la hoz], el más largo de los nueve excelentes cuentos en The Angel Esmeralda [El ángel Esmeralda], la primera colección de sus obras de ficción cortas. Estos nueve relatos, escritos entre 1997 y 2011, son una muestra magistral de la voz de Don DeLillo, desde las sorprendentes y suntuosas frases de sus primeras obras hasta el lenguaje destilado de los últimos tiempos. Siempre apasionante, siempre con la voz que lo ha convertido en uno de los autores contemporáneos estadounidenses más importantes, DeLillo aborda temas extraordinariamente originales en todos sus cuentos.
Keith Neudecker emerge de una enorme nube de humo aferrándose a un maletín y, cubierto de cenizas y cristales rotos, deambula confuso por las calles de Manhattan hasta llegar, sin saber cómo ni por qué, a la casa de su mujer, de la que lleva un tiempo separado, y de su hijo. Es el 11 de septiembre de 2001. El mundo ha cambiado para siempre. Ya no hay un antes, tan sólo queda un después. ¿Pero cómo imaginarlo siquiera? El hombre del salto es una novela que sobrecoge, asombra, hipnotiza. Don DeLillo esculpe cada palabra para contar cómo la devastación afecta las vidas de un pequeño grupo de personas entre las que se encuentra la familia de Keith, pero también abre una ventana a la paradójica normalidad con que uno de los terroristas, Hammad, se prepara para el martirio. La crítica ha considerado El hombre del salto como la mejor novela de DeLillo, calificándola de «obra maestra», atribuyéndole la capacidad que sólo los grandes novelistas tienen de ayudarnos a comprender y fijar nuestra propia historia.
Domingo de la Super Bowl. Año 2022. Cinco amigos han quedado para cenar en un apartamento en Manhattan. Una profesora de Física jubilada, su esposo y su exalumno esperan a la pareja que se unirá a ellos tras un accidentado vuelo desde París. La conversación abarca desde las apuestas deportivas hasta el bourbon y el manuscrito de 1912 de Einstein sobre la teoría de la relatividad. De pronto, un apagón deja al mundo a oscuras y las conexiones digitales que han marcado nuestras vidas se cortan. Don DeLillo completó esta novela pocas semanas antes del advenimiento de la Covid-19. «El silencio» es la historia de una catástrofe diferente y una vuelta de tuerca al poshumanismo como tema central de su obra: si ya habíamos asimilado la tecnología como una parte esencial del ser humano, ¿qué queda de nosotros, de nuestra identidad, si nos vemos obligados a renunciar a ella? Desde el asesinato de Kennedy hasta el 11-S, DeLillo ha sabido reflejar en sus novelas los hechos que han marcado cada momento histórico. «El silencio» describe una sociedad cuya mayor amenaza ha dejado de ser algo tangible para convertirse en un enemigo invisible, ya sea una pandemia, un ataque informático o el caos financiero.
Escrito con una fuerza y una urgencia que se mantienen intactas veinte años después, este texto contiene una breve e intensa reflexión sobre el atentado ocurrido el 11 de septiembre contra las Torres Gemelas que es extraordinariamente vívida y por momentos escalofriante. DeLillo combina en este texto la emotividad de los hechos con la descripción del dolor de las víctimas. Documento valiosísimo sobre uno de los episodios más terribles de la historia reciente que es, al mismo tiempo, una pieza de un valor literario extraordinario que, con valentía y delicadeza, analiza el atentado como síntoma de una enfermedad religiosa, tecnológica, moral y económica: la guerra entre el pasado y el futuro.
En el Logos College, al oeste de Texas, jóvenes enormes, enfundados en trajes con hombreras gigantes y cascos brillantes, juegan al fútbol americano con pasión intensa. En una temporada sorprendentemente victoriosa, el perplejo y distraído jugador Gary Harkness está obsesionado con la guerra nuclear. Asustado y fascinado a la vez, escucha cómo sus compañeros de equipo discuten las tácticas futbolísticas en los mismos términos en que los generales hablan del conflicto global. Pero mientras las terminologías del fútbol y la guerra nuclear se intercambian, la naturaleza polisémica de las palabras emerge, y DeLillo nos obliga a ver más allá de la realidad estéril de la sustitución. Esta inteligente novela es un estudio atemporal de la obsesión del ser humano con el conflicto y la confrontación
Pammy y Lyle Wynant son una pareja atractiva, moderna, que parece tenerlo todo. Sin embargo, tras su vida «ideal» ronda un tedio persistente y una desesperación contenida que les llevan a vivir aventuras diferentes, pero igual de letales. Lyle ve a un hombre muerto en el parqué de la Bolsa y se implica con los terroristas responsables del asesinato; Pammy se marcha a Maine con una pareja de homosexuales… Insólitos en su terca normalidad, estos fríos «jugadores» se enfrentan indiferentes a la violencia que los rodea y que han contribuido a crear. Publicada en Estados Unidos e inédita en español hasta hoy, Jugadores es puro Don DeLillo. El terrorismo —mucho tiempo antes de que fuera un tema de trágica actualidad— y el lado más oscuro de la clase adinerada contemporánea y su profundo descontento son la base sobre la que se sustenta esta ácida y curiosísima novela descrita por The Washington Post como «ingeniosa, sobrecogedora, soberbiamente controlada».
Mediados de los sesenta. Bucy Wunderlick, la joven estrella del rock, se encuentra insatisfecho con el tipo de vida que le ha dado riqueza y fama. En mitad de una gira, decide separarse de su banda para alojarse en un decrépito apartamento de la calle Great Jones, en Manhattan. A partir de ese momento, sus incondicionales fans especularán sobre esta desaparición creyéndolo incluso muerto. Su estancia en la calle Great Jones no será lo que esperaba: su privacidad se verá continuamente entorpecida por variadas y enigmáticas visitas.
La novela de culto de Don DeLillo, publicada en 1976 y disponible por primera vez en español. Una señal de radio procedente de un astro lejano, la estrella Ratner, ha llegado a la Tierra. Todo indica que se trata de un mensaje enviado por una inteligencia extraterrestre. En un lugar secreto de Asia central, los mejores científicos de todo el mundo han fracasado en sus intentos de descifrarlo. La única esperanza es Billy Twillig, un joven matemático del Bronx que con sólo catorce años ya ha sido galardonado con el Premio Nobel. El genio inocente de Billy se encuentra pronto enfrentado a los desvaríos de una comunidad de académicos lunáticos que compiten entre sí para resolver el enigma del universo. De este viaje al centro del cerebro y sus ficciones a bordo de una peligrosa nave de locos, nadie regresará siendo el mismo.
Detrás del asesinato de John F. Kennedy se esconde una compleja conspiración internacional cuya cabeza visible es Lee Harvey Oswald, pero detrás de Oswald hay un niño problemático con un atormentado mundo interior, un joven cuyos ideales entran constantemente en conflicto con la realidad que los niega. Libra es una especulación asombrosamente veraz, literariamente impecable y escalofriantemente convincente de los sucesos que desencadenaron el asesinato de Kennedy y de la atmósfera general de aquellos tormentosos años en que el derrumbamiento del gran sueño americano abrió la puerta al secretismo gubernamental. De esta época surgen los elementos conspirativos que caracterizan casi toda la obra de este lúcido intérprete de nuestro tiempo. Figuras reales mezcladas con personajes de ficción con verdadero virtuosismo e intrigas casi inverosímiles en una de las obras mayores de Don DeLillo, una novela que fascina desde la primera página.
James Axton, un analista de riesgo estadounidense que trabaja para una multinacional, recorre el Mediterráneo y Oriente Medio redactando informes acerca de los conflictos políticos y económicos de la zona. Estamos a finales de la década de 1970. Es la época de la Revolución islámica en Irán, los secuestros terroristas y el petróleo hostil. En una isla del Egeo, Axton tiene noticia de un asesinato que apunta a una extraña secta de culto al lenguaje. Fascinado por esta violencia ritual, se obsesiona en encontrar una explicación. Su búsqueda nos lleva hasta los límites del lenguaje y la cultura, en un rompecabezas cuya solución se encuentra en las palabras.
Bill Gray, un escritor de éxito, vive recluido trabajando en una novela fallida que no consigue acabar. Cuando le piden ayuda para la liberación de un rehén secuestrado por un grupo terrorista maoísta, emprende un viaje sin retorno al centro de la violencia política. Su ausencia perturbará las vidas de Scott, su obsesivo asistente, y de Karen, pareja de Scott y amante de Bill. Don DeLillo descubre un mundo inseguro y brutal, con constantes movimientos de masas: multitudes de revolucionarios, multitudes de víctimas, multitudes en televisión, multitudes en las calles. Cautivado por el espíritu de figuras como Andy Warhol o Mao Tse Tung, DeLillo nos enfrenta a nuestros miedos, y desde la catástrofe logra construir un relato íntimo sobre la esperanza y la salvación. Galardonada en 1992 con el PEN/Faulkner Award, Mao II predijo de forma impresionante la era del terror, y confirmó a su autor como uno de los mayores y más provocadores genios literarios contemporáneos: «DeLillo nos arrastra a un viaje sin aliento, más allá de las versiones oficiales de la historia cotidiana, detrás de las fáciles presunciones sobre quién se supone que somos, con una visión audaz y una voz elocuente y moralmente definida únicas en la literatura norteamericana», Thomas Pynchon.
Richard Elster, un misterioso asesor de guerra del Pentágono, vive retirado en el desierto, donde ha ido en busca de espacio y tiempo. Hasta allí lo sigue Jim, un joven cineasta obstinado en rodar su película más ambiciosa: un plano fijo de la cara de Elster, mientras éste revela a cámara secretos de Estado y reflexiona sobre la guerra de Irak. Los dos hombres comparten su tiempo charlando y bebiendo. Cuando la hija de Elster, Jessie, llega de visita, la dinámica de la historia se altera. Los tres pasarán horas hablando y contemplando el desolado paisaje, y establecerán unos vínculos tiernos y extraños a la vez, casi como si fueran una familia. Pero un hecho devastador pondrá esta relación en peligro.
Jack Gladney, un profesor universitario especializado en estudios sobre Hitler, vive en una pequeña ciudad americana con Babette, su cuarta esposa, y los hijos que ambos han tenido de anteriores matrimonios. Marcados por el consumismo y el miedo a la muerte, los Gladney tratan de llevar una vida familiar tranquila cuando un terrible accidente industrial provoca un «escape tóxico a la atmósfera», una nube de gases letales que amenaza su ciudad. Don DeLillo capta toda la extrañeza de la existencia humana en el mundo contemporáneo. La nube tóxica es una versión más visible y apremiante de ese ruido de fondo que rodea a los Gladney y a todos nosotros: el murmullo incesante de la televisión, las transmisiones de radio, las sirenas, las ondas ultrasónicas y electrónicas, todas esas señales omnipresentes que nos hechizan y nos paralizan. En palabras de DeLillo: «Una historia sobre el miedo, la muerte y la tecnología. Una comedia, por supuesto». Ganadora del National Book Award en 1985, «Ruido de fondo» es un clásico de la novela americana y, junto a «Submundo», la obra más representativa de uno de los más aclamados narradores contemporáneos.
El 3 de octubre de 1951 un estadio de Nueva York fue escenario de un partido de béisbol legendario que culminó en un grito colectivo cuando, en el último momento, los Giants consiguieron una inesperada victoria. Ese mismo día la Unión Soviética probaba la bomba atómica. Éste es el punto de partida de Submundo, en palabras de Salman Rushdie, «un libro magnífico de un maestro americano». Don DeLillo relata en su novela más emblemática cincuenta años de historia estadounidense, y nos ofrece una visión única del alma de la sociedad moderna: sus miedos y obsesiones, sus esperanzas y deseos, sus logros y frustraciones. Desde las grandes salas de baile de Nueva York hasta los bombardeos de Vietnam o la Guerra Fría, figuras que marcaron una época se mezclan con seres anónimos y juntos iluminan los secretos de nuestra era.
Cinco obras: las diminutas (por extensión: representadas deberían durar un minuto, con ese propósito fueron concebidas) «El arrebato del deportista en su asunción al cielo» y «El misterio en mitad de la vida ordinaria»; tensas como la cuerda de un piano y más breves que un cortometraje, «La habitación blanca», en la que los papeles de los doctores y de los pacientes se confunden y despistan al lector; «Valparaíso», la crítica a los medios de comunicación y sus fórmulas despiadadas para chupar el tuétano de quienes enfocan con sus objetivos; y «Sangre de amor engañado», quizá la mejor de todas, en la que tres familiares de un enfermo se plantean si ayudar a morir a ese hombre, sumido ya en un estado vegetativo. «La habitación blanca» se estrenó en el American Repertory Theatre en Cambridge, Massachussets, en abril de 1986 y se publicó en «American Theatre» en septiembre de 1986. «El arrebato del deportista en su asunción al cielo» fue estrenada en abril de 1990 por el American Repertory Theatre, en un festival de obras de teatro de un minuto. Se publicó por primera vez en «The Quarterly», vol. 15, 1990. «Valparaíso» se estrenó en el American Repertory Theatre el 29 de enero de 1999 y fue publicada, también en 1999, por la editorial Scribner. «El misterio en mitad de la vida ordinaria» fue escrita para una velada de teatro benéfica en el American Repertory Theatre y publicada en la revista «Zoetrope», vol. 4, 2000. «Sangre de amor engañado» se publicó en enero de 2006 en la editorial Scribner y fue estrenada el 27 de abril de 2006 en el Steppenwolf Theatre Company de Chicago.
El doctor Burt Winslow, rico desde la cuna, vive obsesionado por la convicción de que todo lo relatado por Mary Shelley en su novela El Moderno Prometeo está basado en hechos reales. Decidido a descubrir la verdad, compra el castillo que perteneciera al doctor Frankenstein, en Alemania, y se embarca en una expedición al Ártico. Allí escucha los rumores de que los esquimales adoran a una especie de dios en el hielo. Siguiendo una corazonada, se dirige hacia allí y, no sin dificultades, se hace con el cuerpo congelado del Monstruo de Frankenstein y lo embarca hacia Alemania. Allí lo espera su novia y ayudante de laboratorio. Juntos lograrán devolverle la vida, ante la oposición de los supersticiosos aldeanos. Pero el monstruo se mostrará violento e impredecible y escapará del castillo. Todo se complica cuando interviene un charlatán de feria ambulante con poderes hipnóticos, que secuestrará a la novia de Winslow con lúbricas intenciones. El monstruo, prendado de la muchacha, no consentirá que le ponga sus manos encima. Al final de la novela, el monstruo cae desde la torre del castillo al río y a un incierto final.
NO sé cómo he llegado hasta aquí... Ni siquiera sé dónde estoy... ¿Qué es esto que me rodea? ¿Dónde me he metido? ¿Cómo pudo suceder? Demasiadas preguntas... La música... esa música... sigue sonando.
Coleccion GALAXIA 2001 #343. Originalmente publicado en la Colección ESPACIO. El MUNDO FUTURO #229 con la autoría de Johnny Garland. Don Harris & Johnny Garland son seudónimos de Juan Gallardo Muñoz (aka Curtis Garland)
DAVID Lawson llenó su pipa de cerezo con buen tabaco de Virginia, y salió al porche que rodeaba la casa. Estaba cerca el verano y hacía calor aquella noche. La casa, situada en el centro de la heredad, estaba rodeada de acres y más acres de manzanos. A la luz de la luna se veían las ordenadas hileras de los frutales cargados. Algunos árboles tenían tanto fruto que había sido necesario apuntalarlos para que no se quebraran las ramas. El viento traía un delicioso olor a heno, y de la parte del río llegaba el croar de las ranas.
Manuel Medina Marín, entre otros escribió con los pseudónimos Don Looman, también como Manuel Medina, M. Medina o Francisco Larri
Manuel Medina Marín, entre otros escribió con los pseudónimos Don Looman, también como Manuel Medina, M. Medina o Francisco Larri
Manuel Medina Marín, entre otros escribió con los pseudónimos Don Looman, también como Manuel Medina, M. Medina o Francisco Larri
Sinopsis actualmente no disponible
Esta es una historia real sobre los hechos acontecidos en Cádiz durante estos últimos veranos. Lo que contaré a continuación es la cruda realidad hecha pedazos; la verdadera historia sobre la desaparición del 'niño de Albagranera'
Es un breve relato que muestra con humor, la aventura de un día cualquiera, en la vida de una chica con problemas mentales.
Un joven se ve abocado a una terrible depresión, con motivo de su reciente separación, tras muchos años de relación con su primera pareja. Un extraño mensaje, llegado a su ordenador portátil, le desafía a embarcarse en un viaje espiritual, que le llevará a las tierras del Himalaya… e incluso más allá. Escrita en clave satírica y en primera persona, la historia está salpicada de referencias a los años veinte, ochenta y noventa; narrándose en ella, las peripecias en las que este joven hombre se ve envuelto, en orden a descubrir la intimidad y la naturaleza de su esencia masculina. En el mensaje que encontró, la sombra de un bailarín con sombrero de copa ilustraba la página intrusa, sobre un fondo rojo. Y esto es lo que la pestaña pirata decía, con letras de carácter, forma, y sentido sensacionalista: “Maestro de las Nieves: COACHING PROFESIONAL en técnicas de seducción y amatorias varias. ¿No tienes nada que perder y todo por ganar? ¿Estás dispuesto a un entrenamiento tan duro como el de un militar de élite? ¿Estás cansado de ser solo un niño ñoño y sonriente que los demás manipulan y desmerecen? Si consigues acabar el curso ofertado, serás un auténtico M.A.C.H.O.T.E (Maquina, Absoluta, de Captar, Hembras, y Otras cuestiones de Trasfondo Erótico.), con diploma certificado por la asociación masónica secreta de machos con sede en el Himalaya… Promoción especial y descuento para las primeras plazas!!! Ven ahora al Himalaya, y sé una máquina de amar y luchar, sé un hombre. (Tras la firma del contrato y pago por adelantado, la organización no se hace responsable de las incompatibilidades con una vida normal que pueden causar el entrenamiento; tales como, terrores nocturnos, ser objeto de palizas grupales, desviación mental severa, desheredos, y muerte prematura por cambios de nivel precipitados o fallo orgánico interno en el corto o largo plazo) ”
Desde el muelle de un pueblo de pescadores, un niño observa cómo se acerca un barco de guerra minotauro que cambiará su destino porque, al embarcarse en él, acabará siendo el más grande forjador de armas de la historia de Krynn.Siendo niño, Theros Ironfield se ofreció voluntariamente como esclavo al capitán de un barco de guerra minotauro, para escapar a un destino que aborrecía en su aldea natal. De adulto, luchó contra los draconianos en Solace que le amputaron un brazo, pero posteriormente se hizo con el Brazo de Plata por misteriosos medios.Cuando los malvados dragones se lanzaron a la conquista, él fue el único hombre capaz de forjar las legendarias dragonlances, sin las que hubiera sido imposible vencerlos. Este libro narra su historia completa.
Fallecí el 18 de enero de 1989.Los paramédicos llegaron en minutos al lugar del accidente. No encontraron pulso y me declararon muerto. Me cubrieron con una lona para que los curiosos no me estuvieran mirando mientras atendían a los demás heridos. No tenía conciencia alguna de los paramédicos ni de nadie más.Inmediatamente después de morir, fui derecho al cielo.Mientras estaba en el cielo llegó un predicador bautista a la escena del accidente. Aunque sabía que yo estaba muerto, se acercó a mi cuerpo sin vida y oró por mí. A pesar de las burlas de los Técnicos de Emergencia Médica (TEM) se negó a dejar de orar.Al menos noventa minutos después de que los médicos me declararan muerto, Dios respondió a las oraciones de ese hombre. Regresé a la tierra. Esta es mi historia.
¡Este es el libro que tanto has estado esperando! Retomando el lugar donde nos dejó el bestseller 90 minutos en el cielo, Don Piper nos revela por primera vez los detalles íntimos de las personas que lo recibieron en las puertas del paraíso y el profundo impacto que ellos tuvieron en su fe aquí en la tierra. En esta increíble continuación de su bestseller que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, Don Piper comparte historias nunca antes contadas sobre sus encuentros con personas que lo recibieron en las puertas del paraíso, y ofrece valiosos detalles sobre la mejor manera de vivir nuestras vidas aquí en la tierra. El inolvidable relato de Don Piper y el horrible accidente automovilístico que le quitó la vida, y lo que sucedió después, han cautivado a millones de lectores. Mientras compartía su historia en los años posteriores, Piper no sólo se dio cuenta de que tenía más que contar, sino que aún tenía que compartir los detalles más sagrados e íntimos de su tiempo en el cielo y acerca de las personas que lo recibieron al llegar. 'Siempre que tenía presentaciones las personas se iban con una necesidad de querer saber más', comenta en el libro. En este nuevo libro, Piper invita a los lectores a compartir su experiencia en un nivel más profundo; en el libro incluye encuentros nunca antes contados con las personas que lo recibieron en el cielo, y que lo guiaron en el viaje para entrar al hogar celestial de Dios.
El eneagrama es un método para investigar sobre uno mismo y para desarrollarse como persona; no sólo es una técnica de diagnóstico de la personalidad, sino también una herramienta para el desarrollo personal psicológico y espiritual. En este libro, el más completo sobre el Eneagrama, encontrarás: -Un cuestionario de autoevaluación para descubrir a cuál de los nueve tipos de personalidad perteneces -Una descripción pormenorizada de cada tipo -Los instintos primarios, sociales y sexuales de los nueve tipos -Tus metas vitales, tanto personales como espirituales
Esta es una historia ficticia. Todos los personajes y situaciones son puramente ficticios. Sólo para personas de mente abierta. Sólo para mayores de 18 años
Los invitamos a leer estas buenas historias eróticas de ficción. ¡Léanlo todo hasta el final!
Participar en la economía global y beneficiarse de su liberalidad. Las cadenas de bloques o blockchain aparecieron en 2009 y nos permiten enviar dinero de manera directa y segura de una persona a otra sin pasar por un banco, una tarjeta de crédito o PayPal manteniendo anónima la información del usuario. Esto significa que tu información personal es privada y segura mientras que toda actividad es transparente e incorruptible. Aunque el bitcoin es una de sus aplicaciones existentes y conocidas, esta tecnología abre un mundo de posibilidades, ya que, puede albergar cualquier tipo de documento legal, desde certificados de nacimiento hasta diplomas universitarios o historiales clínicos sin que ningún Estado, persona o empresa las controle o fiscalice. Los autores del libro nos revelan cómo esta tecnología cambiará el futuro de la economía mundial y cómo miles de millones de personas excluidas podrán, por fin, participar en la economía global y beneficiarse de su liberalidad.
«Esto es arte porque yo soy un artista y digo que lo es». Así de tajante se muestra Grayson Perry a la hora de valorar su obra. Ejemplos como éste salpican este nuevo libro de Don Thompson quien, como ya hiciera en El tiburón de 12 millones de dólares, se introduce en el mundo del arte contemporáneo para cuestionar la misma idea de arte y a la vez descifrar los mecanismos que llevan a ciertas obras a ser vendidas por cifras económicas astronómicas. Como un brillante y divertido eco de sociedad, por sus páginas desfila información privilegiada de marchantes, abogados y ejecutivos de las principales casas de subastas de Nueva York, Londres o los nuevos mercados de los países del Golfo y China, desgranando sus planes para adquirir colecciones de arte masivas, porque comprar arte tiene que ver con la pasión y la lujuria, pero también con el marketing y con la historia que acompaña a una determinada pieza, con la relación entre dinero y estatus e incluso con la fama. Un libro imprescindible para saber qué es y hacia dónde va el arte contemporáneo y la industria que le acompaña.
«Recuperación de la obra de DON TRACY, injustamente olvidado pese a varias históricas novelas del género». Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Marcel Duhamel fundó para la editorial Gallimard la famosa colección «Série Noire» y seleccionó para la etapa inicial dos novelas de Don Tracy, entre otras de Horace McCoy, Raymond Chandler, James M. Cain y W. R. Burnett en lo referente a escritores americanos. Nuevas obras de Tracy (incluida la presente) aparecerían en la «Série Noire», pero luego este autor caería en un injusto olvido. Nacido en 1905, moriría en 1976 sin que en Estados Unidos se acordase casi nadie de él. Y en nuestras latitudes ha sido siempre ignorado, hasta el punto de que ninguna de sus novelas negras había sido editada aquí en castellano. Quizás se le recuerde porque su obra «Criss-Gross» (a publicar en la colección «BLACK») suscitó en 1948 el célebre film homónimo, rebautizado en España «El abrazo de la muerte»; lo dirigió Robert Siodmak, con Burt Lancaster, Yvonne De Carlo, Dan Duryea y Stephen Mc Nally a la cabeza del reparto. Tracy había escrito «Criss-Cross» en 1934; poco después, en 1937, llevaría a cabo su obra maestra, «How Sleeps the Beast» («Cómo duerme la bestia», pronto también en esta colección), el más brutal alegato contra el racismo en toda la historia de la novela negra. Muchos años después, en 1963, ofrecería «The Hated One» («El odiado»), igualmente antirracista y digna de figurar entre sus mejores obras. Con ella inaugura «BLACK» la recuperación de las novelas de Don Tracy con máximo alcance estético y más dura crítica social y política.
La colección «BLACK» recupera la obra de un importante autor de novela negra, Don Tracy, olvidado hasta ahora en las ediciones españolas en castellano. Tras publicar (n.º 21) «El odiado», en que un abogado alcohólico se enfrenta a una ciudad racista y corrompida, presenta «El abrazo de la muerte», que disfrutó de una célebre versión cinematográfica, dirigida por Robert Siodmak e interpretada por Burt Lancaster, Yvonne De Cario y Dan Duryea. El tránsito de «Criss-Cross» —tal era el título original de la novela— al cine fue decidido por un sobresaliente productor, Mark Hellinger, quien había escrito la historia del famoso film «The Roaring Twenties», realizado por Raoul Walsh e interpretado por James Cagney y Humphrey Bogart. Hellinger produjo para la Warner Bros, entre otros films, «El último refugio», la novela del cual ha aparecido con el mismo título en la colección «BLACK» (n.º 97). Luego impulsó, para la Universal, películas tan míticas como «Forajidos», «Brute Force» y «La ciudad desnuda». Murió prematuramente a finales de 1947 cuando estaba preparando «El abrazo de la muerte», que se rodaría a continuación y se convertiría en un clásico indiscutible del cine negro. La sección «Documentos BLACK» ofrece, en la última parte de este volumen, la filmografía «noire», de 1944 a 1950, del director de «El abrazo de la muerte», Robert Siodmak.
Mientras estaba en Hawai de vacaciones después de muchas semanas trabajando en el Lejano Oriente, se le pide a David Danning que ayude a encontrar a su esposo desaparecido, luego se le pide que ayude a evitar que los espías chinos instalen un arma terrible, que los rusos esta instalando en la cueva de la isla.
Década de los setenta: el gobierno de Estados Unidos emprende una lucha sin cuartel contra el narcotráfico en México. Art Keller, un joven agente de la DEA de origen hispano, no tarda en obtener resultados y acabar con el patrón local. Un error fatal. El nuevo heredero del imperio del narcotráfico es Adán Barrera, y ambos saben cómo ha llegado a serlo. Encadenados a la misma guerra, se encuentran Nora Hayden, una hermosa prostituta de alto nivel adiestrada para hacer enloquecer a los hombres; el padre Parada, un cura católico confidente de esta y empeñado en ayudar al pueblo, y Billy Boy Callan, un chico taciturno, convertido en asesino a sueldo por azar. Narcovaqueros, campesinos, mafia al puro estilo italoamericano, una jauría de irlandeses armados, policías corruptos, un soplón con el sugerente sobrenombre de Mamada y un santo milagrero conforman el universo de este thriller épico, coral y sangriento sobre la búsqueda de la redención.
El agente de la DEA Art Keller vive en el más puro anonimato en un monasterio en Abiquiu (Nuevo México), retirado del mundo y dedicado a la apicultura. Después de tres décadas luchando a brazo partido en la Guerra contra las Drogas sólo desea paz y tranquilidad. Testigo de baños de sangre y más horrores de los que hubiera podido imaginar, su pulso contra el cártel más poderoso de México, La Federación, se saldó con el arresto de su líder, Adán Barrera, no sin ver antes cómo moría su compañero y se desintegraba su familia. Exhausto y destrozado, quiere dejar atrás para siempre su pasado en la agencia. Pero los planes no siempre salen como uno quiere y Keller recibe un día la visita de un excompañero con la noticia de que Barrera ha puesto precio a su cabeza: dos millones de dólares.La situación se complica aún más cuando, al cabo de poco tiempo, el criminal escapa de la prisión mexicana a la que había sido trasladado desde una estadounidense a cambio de delatar a otros traficantes. Dispuesto a reconstruir el imperio que lo convirtió en el rey del narcotráfico, fuerza a Keller a abandonar sus ansias de un retiro prematuro y embarcarse una vez más en su busca y captura. Van a ser diez crudísimos años en los que la escalada de violencia entre los cárteles por el dominio del territorio, así como de estos contra las agencias gubernamentales de México y Estados Unidos —a su vez enfrentadas entre sí—, no va a parar de crecer hasta alcanzar cotas dantescas. En su cruzada por neutralizar a su némesis, Keller no sólo va a tener que hacer frente a la desconfianza de sus compañeros y la ceguera de sus superiores, sino preguntarse si está dispuesto a renunciar a todo cuanto ama e incluso a vender su alma al diablo.
¿Qué haces cuando ya no hay fronteras? ¿Cuándo las líneas que creías que existían sencillamente se han esfumado? ¿Cómo te mantienes de pie cuando ya no sabes realmente de qué lado estás? La guerra ha llegado a casa. Hace cuarenta años que Art Keller está en primera línea de fuego del conflicto más largo de la historia de EE UU: la guerra contra la droga. Su obsesión por derrotar al capo más poderoso, rico y letal del mundo —el líder del cártel de Sinaloa, Adán Barrera— le ha costado cicatrices físicas y mentales, tener que despedir a personas a las que amaba e incluso se ha llevado parte de su alma. Ahora Keller se encuentra a los mandos de la DEA solo para ver como por destruir al monstruo han surgido otros treinta que están llevando incluso más caos y destrucción a su amado México. Pero eso no es todo. El legado de Barrera es una epidemia de heroína que está asolando EE UU Keller se lanza de cabeza a frenar este flujo mortal pero se encontrará rodeado de enemigos, personas que quieren matarle, políticos que quieren destruirle y aún peor: una administración entrante que comparte lecho con los traficantes de drogas que él quiere destruir. Art Keller está en guerra no solo con los cárteles sino con su propio gobierno. La larga lucha le ha enseñado más de lo que nunca imaginó, ahora aprenderá la última lección: no hay fronteras. Una emocionante historia de venganza, violencia, corrupción y justicia.
Denny Malone es «el rey de Manhattan Norte», un condecorado sargento del Departamento de Policía de Nueva York y el auténtico líder de «La Unidad». Malone y sus hombres son los más listos, los más duros, los más rápidos, los más valientes, los más malos y lo más corruptos. Ahora su corrupción está a punto de salir a la luz y Malone se verá obligado a transitar por la delgada línea que separa la traición a todo aquello en lo que cree y su propia supervivencia. Ahora, Denny Malone deberá decidir de una vez por todas qué significa ser un buen policía.
1986, Providence, estado de Rhode Island. Danny Ryan es un estibador muy trabajador, un marido enamorado, un amigo leal y, ocasionalmente, «músculo» para el sindicato del crimen irlandés que supervisa gran parte de la ciudad. Anhela algo más y, sobre todo, sueña con empezar de nuevo en algún lugar. Pero cuando una moderna Helena de Troya desencadena una guerra entre facciones rivales de la Mafia, Danny se ve envuelto en un conflicto del que no puede escapar. Ahora depende de él aprovechar el vacío para proteger a su familia, a aquellos amigos que le son más cercanos que sus mismos hermanos y al único hogar que ha conocido.
Hollywood. La ciudad donde los sueños se hacen realidad. Ahora que su bando está perdiendo la sangrienta guerra criminal en la Costa Este, Danny Ryan se da a la fuga. La mafia, la policía y el FBI lo quieren muerto o en prisión. Emprende la clásica migración estadounidense a California —con su hijo pequeño, su viejo padre y el cansado séquito que le queda— para empezar una nueva vida. Una existencia tranquila y pacífica. Pero los federales lo localizan y quieren que les haga un favor que podría procurarle una fortuna o costarle la vida. Y cuando Hollywood comienza a filmar una película basada en su vida pasada, Danny pide formar parte de la acción y comienza a reconstruir su imperio criminal. Entonces, se enamora. De una hermosa actriz que también tiene un pasado oscuro. Mientras sus mundos colisionan en una explosión que podría destruirlos, Danny Ryan tiene que luchar por su vida en una ciudad donde los sueños nacen. O donde van a morir. Desde las costas de Rhode Island a los desiertos de California, donde los cuerpos desaparecen; desde los corredores de poder de Washington, donde los criminales verdaderos manejan a los inventados en las películas de Hollywood, de donde sale el dinero real, Ciudad de sueños es una impactante saga familiar, de amor, venganza, supervivencia y sobre la dura realidad detrás del sueño.
A veces tienes que convertirte en lo que odias para proteger lo que amas. Danny Ryan es rico. Más rico de lo que nunca soñó. El que antes fuera estibador portuario, soldado de la mafia irlandesa y prófugo de la justicia es ahora un respetado y multimillonario hombre de negocios, un magnate del juego en Las Vegas, socio en la sombra de un emporio empresarial propietario de dos lujosos hoteles. Por fin, Danny lo tiene todo: una hermosa casa, un hijo al que adora y una mujer de la que podría llegar a enamorarse. La vida le sonríe. Hasta que Danny intenta abarcar demasiado. Su tentativa de comprar un viejo hotel en una zona privilegiada con intención de construir el hotel de sus sueños desencadena una guerra en la que intervendrán los poderes fácticos de Las Vegas, una poderosa agente del FBI obsesionada con la venganza y el dueño de un casino rival vinculado a la mafia. El pasado que Danny creía enterrado se levanta de su tumba para arrastrarlo consigo. Sus viejos enemigos reaparecen y, al ir a por él, juran arrebatárselo todo: no solo la vida y su imperio, sino todo lo que lo valora, incluido su hijo. Para salvar su vida y todo cuanto ama, Danny habrá de convertirse en el despiadado luchador que fue antaño y que no deseaba volver a ser. Desde los oscuros antros de Providence (Rhode Island) hasta los pasillos del poder de Washington y Wall Street, pasando por los rutilantes casinos de Las Vegas, Ciudad en ruinas es una epopeya policíaca en torno al amor, la ambición y la desesperanza, la venganza y la compasión.
Doce Dedos, David el Adonis, Johnny Banzai, Marea Alta y Sunny Day. Sin embargo, la apacible y lánguida vida de Boone, que de vez en cuando trabaja como detective privado para poder pagarse las facturas, cambiará radicalmente cuando reciba la visita de una joven y ambiciosa abogada llamada Petra Hall.El bufete para el que trabaja le encargará encontrar a una bailarina de poca monta llamada Tammy, envuelta en un turbio asunto de fraude y testigo clave contra Dan Silver, propietario de varios clubes de estriptis de la ciudad. Boone solo tiene un propósito: resolver el caso en cuarenta y ocho horas como máximo, justo antes de que lleguen a las playas de Pacific Beach las olas más grandes jamás vistas en años. Pero en San Diego, la ciudad del sol y el surf, nada es tan simple como parece. La investigación se complicará y lo que, en apariencia, era un caso sencillo se convertirá en un descenso a los infiernos que obligará a Boone a enfrentarse con su pasado y con el único caso que jamás solucionó y que le atormenta desde hace años…«Un thriller extraordinario. […] Cómico, pero también sombrío, violento y muy serio», Publishers Weekly«Un clásico. Un libro bien construido que se desarrolla a una velocidad vertiginosa. Si alguien no ha leído nada de Winslow, que empiece de una vez», San Francisco Chronicle
El cruel asesinato de Kelly Kuhio, una leyenda de las playas y la comunidad de San Diego, hará que Boone Daniels se meta a investigar un caso en apariencia sencillo pero cuyas ramificaciones llegan a lugares insospechados. Pero es que Boone Daniels no es una persona normal, es un hombre extraño, simplista en la superficie, pero sumamente complicado en el fondo. Una vorágine de contradicciones bajo un mar de apariencia plácida. Un surfista con pinta de Tarzán, que lee novelas rusas por la noche. Un glotón que devora comida basura y no tiene ni un gramo de grasa en el cuerpo. Un cernícalo que puede mantener una conversación inteligente sobre arte. Un hombre que saldrá corriendo desesperado ante cualquier cosa que parezca una emoción, pero también un alma profundamente sensible que podría ser el hombre más amable y más gentil que hayas conocido jamás… Preso de sus dudas y de su deber, Boone se enfrentará a sus amigos del legendario Club del Amanecer para hacer justicia, o lo que cree que es la justicia, o lo que cree que otros pensarían que es la justicia… Sicarios, narcotráfico, el cartel de Baja, corrupción inmobiliaria, la batalla de Rockpile (un episodio mítico en el imaginario colectivo de surfistas de San Diego que ha pasado a los anales de la historia)… Una novela tan buena que desearás que no termine jamás.
Frank es un hombre tranquilo. Tiene 62 años, vive retirado en la costa de San Diego —donde regenta una tienda— y es todo un caballero. Le gusta dejar reposar el café durante cuatro minutos exactamente, los cuales emplea en vestirse; el bocadillo que prepara con una fina lámina de mantequilla todas las mañanas tiene que envolverse en una servilleta de hilo para que no se enfríe; tiene un par de abonos para la ópera, a la que acude con su novia, Donna; posteriormente la invita a cenar no en cualquier restaurante; su hija, Jill, es una prometedora estudiante de Medicina en UCLA. Frank siempre está dispuesto a ayudar a todos y a dar un buen consejo… hasta que, claro, le tocan la familia. Entonces no querrás haberle conocido ni haberte cruzado jamás con él, ni saber por qué en el mundo de la mafia se le conocía como Frankie, la Máquina, una auténtica leyenda…
Cuando Tim Kearney, un delincuente de poca monta, le corta el cuello a un motorista de la peña de los Ángeles del infierno y se gana una perpetua en una cárcel llena de colegas del difunto, sabe que es hombre muerto. Hasta el día en que la DEA le hace una jugosa propuesta: la libertad a cambio de suplantar al legendario traficante de drogas Bobby Z y de ser la moneda de cambio que permita a la agencia recuperar a uno de sus agentes. Pero algo sale mal y Tim tiene que huir a través del desierto en la frontera entre EE.UU. y México. Pisándole los talones van el FBI, un enjambre de motoristas, señores de la droga e indios americanos expertos en rastros. En su nueva novela, el autor de «El poder del perro» vuelve a hablar de lo que mejor conoce, el narcotráfico.
Neal Carey no es un detective privado al uso. A los once años era un mocoso que hacía lo que podía para salir adelante en las calles de Nueva York y que se habría convertido en un delincuente si no hubiera sido por Joe Graham, un experimentado detective manco que le enseñó un par de trucos de la profesión y lo puso bajo la protección del Banco, una hermética institución de Nueva Inglaterra especializada en solucionar los problemillas de sus ricos socios y que desde entonces ha corrido con los gastos de la exclusiva educación de Neal. Han pasado los años, y ahora el Banco necesita la ayuda de Neal. Allie Chase, la hija rebelde de un destacado senador, ha desaparecido, y su padre no puede permitirse dejar cabos sueltos justo ahora que aspira a convertirse en el compañero de fórmula de Jimmy Carter. El problema es que Allie se ha escapado a Londres, y para llevarla de vuelta a casa Neal tendrá que infiltrarse en los bajos fondos de la ciudad… y conseguir salir de ahí. Un soplo de aire fresco es la primera novela del autor de El poder del perro y la primera entrega de una serie protagonizada por el detective privado Neal Carey.
Robert Pendleton es un genio de la química. Ha desarrollado un fertilizante que puede hacer rico a aquel que controle la fórmula. No es de extrañar que el Banco, su inversor exclusivo, pretenda mantener un férreo el control sobre su inversión. Pero la CIA también está interesada. Y el gobierno Chino. Y unas cuantas organizaciones de dudosa procedencia. Así que cuando Pendleton desaparece de una conferencia en San Francisco con los frutos de su investigación, Neal Carey entra en escena. Carey se dedica a realizar trabajillos de investigación para el Banco, que se hizo cargo de su exquisita educación cuando era un adolescente sin demasiado futuro. Neal cree que este encargo es pan comido hasta que conoce a la enigmática Li Lan e inicia una vibrante investigación que le llevará del Chinatown de San Francisco a las calles sin ley de Hong Kong, y finalmente al oscuro corazón de China. En un mundo en el que nada es lo que parece, Neal tiene que desvelar el misterio de una hermosa mujer y buscar el espejo de Buda, un lago rodeado de misterio en el que todos los secretos son revelados.
El detective Neal Carey lleva años retirado en un monasterio chino, pero sus viejos benefactores le piden que vuelva a la acción. Quieren que encuentre a Cody McCall, un niño de dos años que ha sido secuestrado por su padre y que es hijo de una actriz de Hollywood que mantiene una batalla con su ex. Neal Carey se ve inmerso en el caso y debe desplazarse hasta los remotos parajes de Nevada. Para encontrar a Cody, Neal debe infiltrarse en una ciudad que tiene dos importantes casinos y un grupo neonazi que infunde terror en la zona. A medida que Neal avanza en sus investigaciones, el peligro crece.
No importa cómo hayas llegado a este mundo, llegas roto. En estas seis inquietantes e intensas novelas cortas, Don Winslow regresa a los temas que se han convertido en su sello: el crimen, la corrupción, la venganza, la justicia, la pérdida, la traición, la culpa y la redención, para explorar el lado más salvaje pero también el más noble de la naturaleza humana. «Rotos»: En esta historia, que da título al conjunto de la obra, Eva McNabb, telefonista de la policía, recibe la llamada sobre un brutal asesinato perpetrado por los narcos. La víctima es su propio hijo, Danny. Eva llamará entonces a su hijo mayor, Jimmy, que también es policía: «Quiero que vengues a tu hermano. Y mátalos a todos». «Código 101»: Una cadena de robos de joyerías está asolando la costa del Pacífico y lleva años sin resolverse, sobre todo porque el ladrón siempre actúa con un código estricto al que llama «Código 101». La policía atribuye sus robos a cárteles colombianos de la droga, pero el detective Lou Lubesnick intuye, en lo más profundo de su ser, que son delitos cometidos por una sola persona. «El zoo de San Diego»: El joven agente Chris Shea tiene que investigar a un chimpancé que se ha dado a la fuga armado con un revólver. Winslow rinde homenaje a Elmore Leonard con esta historia de investigación policial llena de ingenio y humor en la que Chris tiene que resolver el misterio y a la vez redimir su reputación. «Ocaso»: El legendario surfero Maddux se salta la libertad bajo fianza que tiene impuesta por posesión de drogas. El igualmente legendario cazarrecompensas Duke Kasmajian decide que para atrapar a un surfero es necesario otro surfero, en este caso el detective Boone Daniels, que tendrá que encontrar a su héroe antes de que sea demasiado tarde. «Paraíso»: Mientras están de vacaciones en Hawái, Ben, Chon y O, empresarios del cánnabis hidropónico, deciden que es el momento de expandirse a las islas. Esto levantará la animadversión del sindicato local del crimen y convertirá el paraíso en un verdadero campo de batalla. «La última carrera»: Para el veterano y ahora agente de la patrulla fronteriza Cal Strinckland, los ilegales que saltan la frontera entre México y Texas son solo un conjunto de personas sin nombre que hay que volver a enviar al otro lado de la frontera. Esto es hasta que ve a la niña pequeña en la jaula. En ese momento Cal sabe que tiene que dar un paso al frente y ayudarla a escapar. Desde Nueva Orleans a Hawái, cada una de estas historias es sin duda Winslow en estado puro: perspicaces, humanas, con humor y drama y, sobre todo, con el consumado arte literario del autor.
Ben y Chon son dos tíos que saben disfrutar de la vida: les encanta el sexo, el voleibol, la cerveza y las chicas. Ophelia, más conocida como O., tiene fama de alcanzar orgasmos muy escandalosos (por eso sus amigas a veces la llaman Multi O.) y está loca por Ben y Chon. En fin, que se acuesta con ambos. Pero lo que de verdad hace diferentes a Ben y Chon de los demás es que producen la mejor maría del mundo. ¿Algún problema? Ninguno. Bueno, sí, uno: el cartel de Baja. La esencia del narcotráfico mexicano. Que, además, está compuesto por unos tipos con muy malas pulgas: o les das lo que desean o te cortan la cabeza. Son auténticos salvajes. Y ahora, vaya por Dios, tienen secuestrada a O. porque quieren la hierba de Ben y Chon. ¿Qué hacer? Solo hay tres salidas: 1. Hacerles el juego. 2. Encontrar y rescatar a O. 3. Pagar veinte millones de dólares. Después de El poder del perro y El invierno de Frankie Machine, Don Winslow regresa con una novela dura, directa y sin concesiones. Un lenguaje sin florituras en el que no sobra una sola palabra. Una increíble combinación de suspense llena de adrenalina, crímenes feroces y el lado oscuro de la guerra contra las drogas. Una novela brutal.
Un thriller que traspasa las fronteras del género y combina magistralmente elementos de la película Pulp Fiction con la sensualidad de California. En Los reyes de lo cool, la precuela de Salvajes, Don Winslow nos presenta a Ben, Chon y O (Ofelia), tres amigos que viven a tope en Laguna Beach. Estamos en 2005, al sur de California. Chon es un tipo duro, marine de profesión, que espera ser enviado a Irak en cualquier momento; Ben es un pacifista acérrimo defensor del medio ambiente, y O es la amante de los dos. Con las semillas que Chon trae de Afganistán y los conocimientos en biología de Ben, los dos jóvenes montan un floreciente negocio de cultivo y venta de marihuana. A partir de entonces se verán envueltos en problemas con un cártel mexicano que pretende chantajearlos. Por otro lado, Winslow también nos transporta a finales de los sesenta para explicarnos la vida de esas generaciones anteriores a los protagonistas y a través de ellas nos adentramos en una California casi mítica en la que somos testigos de los orígenes del tráfico de drogas y sus conexiones con los cárteles mexicanos.
Satori (nombre), del japonés: instante de conciencia súbita o de iluminación individual; el primer paso hacia el nirvana. Transcurre el otoño de 1951 y la guerra de Corea está en pleno apogeo. Nicholai Hel, de veintiséis años, ha pasado los tres últimos en prisión incomunicada, a manos de los americanos. Hel es maestro de la hoda korosu o «matanza sin armas», habla fluidamente varios idiomas y ha afinado su extraordinaria «sensación de proximidad», conciencia adicional ante una presencia peligrosa. Posee las aptitudes para convertirse en el asesino más temible del mundo y en este preciso momento la CIA lo necesita. Los americanos le ofrecen la libertad a cambio de un modesto servicio: trasladarse a Pekín y asesinar al delegado de la Unión Soviética en China. Evidentemente, se trata de una misión suicida, pero Hel acepta, por lo que tendrá que sobrevivir al caos, la violencia, las sospechas y las traiciones mientras se esfuerza por alcanzar el objetivo final del satori: la posibilidad de la comprensión verdadera y la armonía con el Universo. El éxito de ventas que fue el origen de todo: SHIBUMI Nicholai Hel es el hombre más buscado del mundo. Nacido en Shanghai tras el caos de la Primera Guerra Mundial, Hel es hijo de una aristócrata rusa y de un misterioso alemán, así como protegido de un maestro de go japonés. Sobrevivió a la catástrofe de Hiroshima y se convirtió en el amante más refinado y en el asesino más consumado y mejor pagado del mundo. Hel es un genio, un místico y un maestro de las lenguas y la cultura. Su secreto radica en su empeño por alcanzar una peculiar excelencia personal, un estado de perfección sin esfuerzo, conocido simplemente como shibumi.
Elís sueña con ser matrona. Elís está enamorada de Daniel. Elís sabe lo que es ser feliz. Betty es matrona en África. Betty sabe lo que es la felicidad. Betty también sabe lo que es la oscuridad. A veces no es suficiente recuperarse, hay que reinventarse. Elís y Betty lo saben porque son la misma persona. Elísabet ha vuelto después de doce años en África y sus dos vidas están a punto de colisionar.
Maca está en proceso de reinventarse. De momento no ha conseguido avanzar mucho, pero la situación parece estar a punto de cambiar. Le han pedido que escriba un artículo y, si todo sale bien, podrían hacerla fija, lo que supondría conseguir su trabajo soñado. Solo tiene que encontrar la historia perfecta. Y todo ello mientras: Vive con el insoportable de Oliver, el mejor amigo de su hermano. Prepara una fiesta sorpresa, aunque la primera sorprendida será ella. Su pasado, el más dulce y «sexy», reaparecerá para ponerle las cosas aún más difíciles. Conocerá al nuevo vecino, al que no quitará los ojos de encima. Y muchos corazones en el balcón que la volverán loca del todo.
Manuela tiene veintiocho años, es grafóloga forense y vive en Barcelona con su prima Nerea. Manuela, como todos, tiene sueños y secretos que nunca deberían ver la luz. Entre ellos está que, encerrada en su habitación y bajo seudónimo, escribe exitosas novelas eróticas. Un día, su prima organiza una cena con sus amigos para presentar a su nuevo novio, y a partir de esa noche la vida de Manuela se volverá un caos absoluto y ya nada volverá a ser igual. En la amistad hay leyes no escritas que nunca se deberían traspasar, pero lo prohibido seduce, y más si se trata de él, Abel.
¿Cuántos de nosotros nos guardamos dentro un montón de palabras que nunca nos hemos atrevido a pronunciar en voz alta? Ya sea por vergüenza, por miedo, por creer que ya es demasiado tarde o, lo peor de todo, porque la persona a quien van dirigidas ya no está. “Cuéntaselo a Chantal” es el espacio que te brinda la oportunidad de hacerlo por fin. Esta noche es Paloma quien nos cuenta su historia que ha bautizado con el título: “No puedo decirte adiós”. Bienvenidos una noche más a Cuéntaselo a Chantal en Radio Faro.
¿Cuántos de nosotros nos guardamos dentro un montón de palabras que nunca nos hemos atrevido a pronunciar en voz alta? Ya sea por vergüenza, por miedo, por creer que ya es demasiado tarde o, lo peor de todo, porque la persona a quien van dirigidas ya no está. “Cuéntaselo a Chantal” es el espacio que te brinda la oportunidad de hacerlo por fin. Esta noche es Úrsula quien nos cuenta su historia que ha bautizado con el título: “Ikigai”. Bienvenidos una noche más a Cuéntaselo a Chantal en Radio Faro.
¿Cuántos de nosotros nos guardamos dentro un montón de palabras que nunca nos hemos atrevido a pronunciar en voz alta? Ya sea por vergüenza, por miedo, por creer que ya es demasiado tarde o, lo peor de todo, porque la persona a quien van dirigidas ya no está. Cuéntaselo a Chantal es el espacio que te brinda la oportunidad de hacerlo por fin. Esta noche es Roi quien nos cuenta su historia que ha bautizado con el título: “Luscofusco”. Bienvenidos una noche más a Cuéntaselo a Chantal en Radio Faro.
Violette, conocida en el mundo del alpinismo como Edelweiss, se ha criado en un refugio en las montañas de los Écrins, en los Alpes franceses. Con trece años, tras la muerte de su abuelo, se ve obligada a abandonar el único hogar que ha conocido. Años después, por fin, la vida le sonríe. Ha conseguido ser la guardesa en el refugio que la vio crecer. Una conocida marca de tiendas se ha interesado por sus joyas y han creado una colección especial. Solo hay una persona capaz de hacer temblar la tranquilidad que tantos años le ha costado conseguir, él, Julien. Descubre la historia de esta Heidi moderna.
Para Elio el mar es una musa. Es su pasión. Para Morgane el mar es un monstruo. Es su peor enemigo. A veces, el miedo gana al amor. A veces, quererse no es suficiente. A veces, hay que intentarlo una y otra vez hasta que salga bien .
Chloé llega a París buscando una esencia, algo muy concreto, pero la ciudad del amor, junto con la lluvia, tiene esa magia que hechiza y seduce todos los sentidos, haciendo que encuentre algo más de lo que andaba buscando. Hueles a lluvia se lee muy rápido (como mucho en una hora) y deja buen sabor de boca. Sin grandes pretensiones consigue entretenernos a la vez que transmitirnos y trasladarnos a una ciudad con mucho encanto para que vibremos con sus protagonistas.
Me llamo Victoria, aunque todos me conocen como Kiki. El plan era sencillo: aprovecharse de una despedida de soltera de alto standing, porque la novia rusa al final no se iba a presentar. Además, quien lo proponía era Angie, la más sensata de las cuatro, eso nos era garantía suficiente. Cogí un vuelo a Mallorca para fingir ser la novia y así empezó un fin de semana que recordaré toda mi vida. ¿Te vienes de despedida de soltera? Una noche donde nada es lo que parece y donde nadie es quien dice ser.
El problema de creer en el amor y en unos ideales, es que si este viene disfrazado, tú enloqueces. Y este es el punto en el que se encuentra Valentina. Madre soltera de dos gemelos de seis años, fotógrafa y con infinitas ganas de enamorarse de su alma gemela. Ha perdido todo control de su vida. Dos casanovas se empeñan en conquistarla. Propuestas indecentes, que sabe que son malas ideas, pero que solo piensa en aceptar. Una boda, un viaje, hacer realidad un sueño, la vida misma… Cuando el destino es tu contrincante, las partidas se suceden y todo puede pasar. Si no juegas, no arriesgas; si no arriesgas, no ganas. ¿Dispuesta?
En Florida no todo es sol, playas y jubilados. También hay un pueblo llamado Júpiter. Cerca de la calle principal, hay una tienda de esoterismo, Lunática, y su propietaria es Neli. También hay un nuevo jefe de policía, Justice. Los dos forman parte de una de esas peleas entre familias que duran décadas y que son el cotilleo por excelencia de la gente del pueblo. Creen que su destino es odiarse, pero parece que las estrellas tienen otros planes. Una foto a traición, un malentendido y un toque de magia son los ingredientes de esta comedia romántica. Ya lo cantaba Sinatra: «Dame la mano y veamos cómo es la primavera en Júpiter».
La vida te puede cambiar en un solo instante, que se lo pregunten a Marcel. Primero fue Camille, luego la llamada del abogado de su padre comunicándole su fallecimiento. La noticia le proporciona la excusa para preparar una maleta y marcharse unos días. A lo mejor alejarse de los problemas le ayuda a saber cómo enfocar el futuro. Aunque eso incluya volver al pueblo que lo vio nacer y al que hace veintisiete años que no visita. La vida te puede cambiar en un solo instante, que se lo digan a Sara. Hace cinco años su vida se partió en dos; después de aquello tuvo que reinventarse. Por suerte, en su camino se cruzó al hombre con el corazón más grande que nunca conocería. Pero ahora ha muerto y su futuro vuelve a tambalearse.
Dicen, se habla, se comenta que las novelas románticas son muy previsibles, que desde el inicio se sabe cómo van a terminar. La boda suele ser el recurso utilizado en el noventa por ciento de los casos y esta no va a ser la excepción. Pero ¿para qué esperar? Por eso he pensado que lo mejor será que te cuente mi historia mientras nos tomamos una copa de champán (o las que surjan) y damos buena cuenta de la tarta nupcial. Querid@ lector@, ponte guap@ porque nos vamos de boda ya desde el prólogo. Tres días en un cottage en los Cotswolds para asistir a una boda. ¿Qué puede salir mal? Mejor ni pensarlo. ¿Qué puede salir bien? Todo… y algo más.
Todos tenemos secretos. Todos tenemos un amor inconfesable. Todos tenemos un «alguien». Todos somos el secreto de alguien. Ingrid y Tomás se conocen cuando deben trabajar juntos en el proyecto de un hotel, y mientras tanto, nosotros seremos testigos de ese «algo» que se irá gestando entre ellos a través de su relación epistolar en versión moderna: «emails», mensajes y conversaciones por skype.
Lionheart, la estrella de rock, está en horas bajas. Lionheart está entre las cuerdas, pero le han dado una solución a sus problemas. Candy tiene una misión: obligar a Lionheart a escribir un villancico para la estrella del momento, Nala. Cuatro notas y un estribillo pegadizo que haga que los de la discográfica no lo denuncien. Si Lionheart no cumple con este ultimátum, será el fin de su carrera y la de su representante (incluidos los trabajadores, entre ellos, Candy). Por eso está dispuesta a todo. Diecisiete días para escribir una canción. Diecisiete días juntos. Diecisiete días de Navidad en noviembre.
Mel huye de la rutina y de su propia vida. Corre por los acantilados de la costa gallega cuando conoce a Yuri. Él está disfrutando de las últimas horas que le quedan antes de partir a la mayor aventura de su vida. Compartirán una noche de tormenta refugiados en un faro. A la mañana siguiente cada uno coge un camino distinto que les llevará a hacer sus sueños realidad. Ahora han pasado seis años y por casualidad se vuelven a encontrar. ¿Merecerá la pena a Mel arriesgar todo su mundo para acercarse de nuevo a él?
Muchas posibilidades - Lara Rivendel Con todo el dolor de su corazón, Paz pone su piso a la venta. Aunque entiende que cuando una etapa acaba lo mejor es empezar de cero, la llegada de la pareja interesada en comprar el piso le remueve emociones que creía olvidadas. La Navidad le demostrará que su vida, igual que su piso, tiene aún «Muchas posibilidades». A tres postales del cielo - Dona Ter Julio tiene treinta y dos años y nunca había deseado algo con tanta fuerza para Navidad. Su deseo tiene nombre de mujer: Abril. La magia de esas fechas señaladas y la historia de un viejo pintor callejero serán sus cómplices para conseguir lo que anhela.
LO RIDICULO DEL AMOR – Dona Ter Gustavo y Rose llevan más de un año viviendo juntos. Aunque no suelen celebrar fechas como San Valentín, cuando Gustavo tiene que trabajar cuatro días en el aeropuerto vendiendo bombones, algo cambia. Porque, si algo tiene el amor es que por él somos capaces de hacer cualquier cosa, incluido el ridículo, para poder recordarlo siempre. AMOR EN BANDEJA – Lara Rivendel Irina está muy enamorada de Andrés y le hace una ilusión loca celebrar con él su primer san Valentín. Por eso cuando él decide pasar ese día animando a su mejor amigo al que acaba de dejar la novia, se siente dolida. Mientras ofrece dulces de san Valentín en una bandeja, su corazón se vuelve cada día más amargo. Los amigos de Andrés le hacen ver que ha metido la pata hasta el fondo y que necesitaría un auténtico milagro para salvar la situación. ¿Será demasiado tarde?
Extraños en un AVE - Lara Rivendel Valme y su marido suben al AVE en la estación de Atocha con destino a Zaragoza. Agobiada por los problemas del día a día, cuando ocupa su asiento en una mesa para cuatro cree que al fin va a poder relajarse un rato, pero cuando su mirada se cruza con la de su vecino de mesa, sabe que eso va a ser imposible: el pasado la está mirando a los ojos. NOSOTROS, KM0 - Dona Ter En un arrebato, Brisa coge cuatro cosas, las mete en una mochila y se va dejando todo atrás. Valle conduce su camión por la nacional con destino a Francia y cuando ve a una chica haciendo autostop, no duda en detenerse e invitarla a acompañarla. Lo que Brisa no sabe es que, al subir a ese tráiler, su vida va a cambiar para siempre.
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El joven Johnsey Cunliffe, hijo único de una pareja de granjeros irlandeses, sufre cada santo día el acoso y las burlas de Eugene Penrose y sus compinches, antiguos compañeros de aula ahora en el paro. Tras enterrar a su querido padre, Johnsey solo desea tranquilidad y que lo dejen en paz, pero no para de recibir visitas inesperadas. El boom del ladrillo ha llegado al pueblo y granjeros y empresarios locales quieren comprarle los terrenos recalificados de la granja. Sin embargo, el chico de los Cunliffe no quiere desprenderse de lo que ha pertenecido desde hace generaciones a su familia, y su negativa a vender será la comidilla de vecinos envidiosos y le acarreará un sinfín de problemas. Ambientada en el mismo pueblo que Corazón giratorio , el aclamado debut de Donal Ryan, Un año en la vida de Johnsey Cunliffe narra la lucha de un chico solitario y de pocas luces por comprender un mundo que avanza más rápido que él.
Melody Shee se enamoró de uno de los chicos más populares del instituto y acabó casándose con él, pero de ese amor solo quedan las ruinas. Ahora espera un bebé que no es de Pat, su marido, sino de un jovencísimo traveller a quien enseñaba a leer y que ahora se encuentra en paradero desconocido. Sola y abrumada por la situación, Melody piensa en el suicidio y apenas encuentra consuelo en el cariño de su padre y la amistad que entabla con Mary Crothery, una joven traveller repudiada por su familia y protagonista involuntaria de una feroz disputa entre dos clanes. El desenlace de esa disputa y la decisión de Melody sobre el bebé marcarán el destino de ambas mujeres. La tercera novela del autor de Corazón giratorio confirma a Donal Ryan como uno de los mejores escritores irlandeses de su generación.
De regreso a Marte tras cuatro años de estudios en la Tierra, Nelson Parr viaja a bordo de la astronave Congreve rumbo a su hogar. Corre el año 2120. La Tierra ha establecido una colonia en el planeta rojo, dedicada fundamentalmente a explorar aquel mundo habitado originalmente por una raza de extraordinaria civilización que ha desaparecido sin dejar rastros. Es entonces cuando Nelson, adolescente de dieciséis años, descubre en el espejo de su camarote la impresión de una extraña mano, en la que hay tan sólo tres dedos … ¿Acaso los marcianos no eran una raza extinguida? ¿Quién, en todo el Sistema Solar puede tener una mano como aquélla?.De inmediato el jovencito se sumerge en un tráfago vertiginoso de aventuras y acción, pasando desde las entrañas de Marte hasta la fría superficie de sus dos lunas, Fobos y Deimos, para entrar en contacto con una extraordinaria raza llegada de otro universo, con una misteriosa cultura y enfrentar solo, perdido en el espacio, a una flota de invasores extraterrestres que llegan asolando todos los mundos que se cruzan en el paso de sus colosales astronaves interestelares y se dirigen a la Tierra para aniquilar a la raza humana.
Esta antología, hoy dia descatalogada, no es una de las más relevantes de la serie, aún así presenta algunos relatos interesantes, como por ejemplo el que abre el volumen de Theodore Sturgeon, el de Robert Silverberg o el de Isaac Asimov.
Éste es el tercer libro de relatos de Donald Barthelme, uno de los autores más destacados de la nueva narrativa norteamericana. Son numerosos los lectores y críticos que encuentran en los relatos de Barthelme la respuesta más exacta de la sensibilidad actual frente al caos y la fragmentación de la vida cotidiana.
En plena Segunda Guerra Mundial, la monarquía británica observa sin demasiada confianza en sus propias fuerzas el inexorable avance de los ejércitos del Reich. Pero la familia real no la forman los ubicuos miembros de la Casa de Windsor, sino el legendario rey Arturo y toda su corte de damas, nobles y caballeros. Arturo, cuya longevidad no deja de sorprender a propios y extraños, sigue reinando a mitad del siglo XX con casi el mismo espíritu y la misma visión del mundo de su época. Así los valerosos caballeros de la Tabla Redonda no combaten a los sajones sino a los nuevos bárbaros nazis; no escuchan los relatos de sus hazañas (y de sus pifias, tan frecuentes o más) de boca de bardos, sino a través de unas viperinas emisiones radiofónicas; ni siquiera les queda el consuelo de defender el honor de unas damas que se han espabilado más de lo imaginable. Perdidos en un mundo que ya no es el suyo ofrecen, por contraposición, una imagen espectacular tan realista como desencantada de la época actual. Barthelme escribe una parodia de cierta novela histórica con pretensiones: si normalmente se proyectan ilusiones e ideologías del presente a sucesos del pasado, él con humor y sutileza, trae personajes del pasado a la modernidad. El anacronismo, más allá de las situaciones inesperadas y hasta hilarantes a las que da lugar, incita a una reflexión distanciada e irónica sobre nuestra propia época.
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EL primer robo había tenido lugar en Dayton, Ohio. El segundo, en Gary, Indiana. El tercero ocurrió en Detroit, Estado de Michigan. Fueron tres robos poco importantes en su cuantía. Los atracos, cometidos en un día tan poco propicio a encontrar fondos en la caja fuerte del Banco, como lo era un lunes o martes, tampoco lo fueron en las principales sedes bancarias o en importantes sucursales, sino en unas oficinas suburbanas, no demasiado amplias ni ricas en personal. «M-31», rumbo a la muerte un relato breve de CURTIS GARLAND.
ERA terrible. Sabía la verdad, y esta era realmente terrible. Nunca había sucedido nada igual. Jamás pudo nadie imaginar una cosa parecida. Solamente una fantasía delirante era capaz de crear algo semejante. Pero había algo más que fantasía en todo aquello. Había horror, sangre, muerte, negruras del infierno...
Incluye: El vengador en la sombra un relato policiaco de Donald Curtís En nuestros tiempos, la labor de un organismo tan vasto y complejo como la Oficina Federal de Investigación de Washington, dependiente del Departamento de Justicia de la Nación, y creado en tiempos difíciles, con la hostilidad de políticos, opinión pública y fuertes intereses creados por el propio fiscal general de los Estados Unidos, se hace aún más ardua, difícil y amplia. Vivim
En realidad, Danny Sheridan no tuvo ninguna oportunidad. El «gran Sheridan», como le llamaban sus compañeros de set en la televisión; el fabuloso Sheridan, para todo el público que, contado en una audiencia de millones, asistía cada noche, a las nueve, a su programa estelar «Sheridan se lo cuenta». Tenía personalidad, magnetismo, fuerza en todos sus actos frente a las cámaras de la «Pacific Broadcasting Corporation». La PBC-TV era feliz de contar en su nómina con un presentador y realizador de programas populares como Danny Sheridan. Recientemente, a Danny se le había muerto la esposa en un desdichado accidente sufrido con su avioneta privada. Accidente del que Danny salió únicamente con leves heridas, pero a costa de perder a su joven, bella y rica esposa Arlene. Pero Danny tenía grandes facultades para rehacerse de cualquier golpe. Así, su sonrisa perenne, su graciosa nariz algo deforme, su mandíbula cuadrada y sus pómulos acentuados siguieron animando el programa, ahora incluso con más, muchos más adeptos, entre las mujeres especialmente. Algunas, por sentimentalismo ante su pérdida. Las más, por su secreto y alocado sueño de suplir alguna vez a la difunta en el corazón amplio y generoso del «gran Sheridan».
PARA Barney West, todo comenzó en febrero. Justamente el día uno de febrero. Pero el principio estaba ya en el mes de enero, en aquel frío enero que acababa de terminar veinticuatro horas antes. Solo que él no lo sabía. No lo sabía cuándo todo empezó, por supuesto. Luego, tuvo ocasión sobrada de saberlo. Pero entonces, el uno de febrero, no hizo más que comenzar la pesadilla.
ERA una hermosa estatua. La más hermosa de todas, La más perfecta. Sus manos se deslizaron como palomas aladas, suaves, apacibles, hasta envolver las formas abstractas, inconcretas, de la estatua recién terminada. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Orloc. Sus ojos ardientes contemplaron la obra maestra. Una especie de misticismo, de fervor extraño y delirante, asomó a la crispación de su pálido rostro, sudoroso por el esfuerzo.
EL F.B.I., entre otras obligaciones, tiene la de velar por la seguridad nacional, por la solidez de los principios del país que defiende y por las garantías constitucionales de sus habitantes. Tiene, también, la misión de protegerle de peligros llegados del exterior, sean estos los que sean. El F.B.I., en suma, ha de velar por cada americano y ha de impedir que acción alguna extranjera llegue a perturbar la paz del país. A veces la tarea no es fácil.
—Mi querido amigo, esta vez voy a jugarme hasta los tres mil dólares en mi baza. ¿Se arriesga? King bostezó. Siempre bostezaba con igual delicadeza y aburrimiento cuando un adversario le retaba de tal modo. La experiencia no era nueva para él. Y jugando con Jean D’Armignan, todo era posible. Pero ello no le impedía bostezar y responder apenas se le cerró la boca: —No sea chiquillo, monsieur. Puedo ganarle si me arriesgo. Creo que sería mejor que pasase usted... Jean D’Armignan sonrió. El francés, de cabellos rojos y mirada verdosa, tenía una sonrisa belicosa. Sus enjoyados dedos tintinearon contra las pilas de monedas cuando alargó aquel montón de piezas de oro.
El viajero clavó los ojos en el pintoresco letrero clavado a un lado del polvoriento camino. Estaba hecho de tablas pintadas de blanco, y sobre él campeaban las letras rojas, muy bien trazadas. “Forastero: Si eres inteligente, vuelve grupas a tu caballo. Si no lo eres, sigue adelante.” Encogióse de hombros el viajero, se encasquetó mejor el amplio sombrero tejano y prosiguió adelante al lento paso de su montura.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Siempre es duro matar a hombres. Pero con la costumbre, ese trance se soporta mejor. Esa había sido de siempre la filosofía del individuo que ahora permanecía en pie, en medio de la calle, encarado a aquellos tres hombres. Ahora no tenía que matar a uno. Debía de matar a tres. O morir él.
Los estampidos fueron bruscos. Muy bruscos. Tanto, que los buitres que se hacinaban sobre los restos de un caballo descarnado y maloliente que yacía en el desierto, levantaron el vuelo, lanzando graznidos coléricos. Su festín se había interrumpido desagradablemente para ellos. Los disparos continuaron durante unos momentos.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Elsie abandonó la propiedad con paso rápido, encaminándose sendero adelante, a través de los pastos de la hacienda Ingram, en dirección a su pequeña propiedad cercana. Una propiedad que de tal solo tenía ya el plazo angustioso de unas pocas horas. El sol estaba llegando a su cénit. Cuando comenzase a descender, sería como la arena de un reloj, cayendo implacable hasta agotarse. Y en el momento en que aquel rojo disco estuviera rozando las lomas del horizonte por el Oeste, todo habría llegado a su fin.
Salió de las oficinas, encaminándose con rapidez a una edificación cercana, cuyos bajos ocupaba un amplio saloon de llamativa fachada, llamado La Rueda de la Fortuna, donde anunciaban juego, bebida y mujeres. Encima, se alzaba un hotel de igual nombre. Entró en el saloon, vacío a aquellas horas de la mañana, encontrándose con un empleado que barría el local. Le sujetó por un brazo.
La guitarra rasgueó sus notas en la noche. Eran notas típicas de la música mexicana, entre alegre y melancólica, sentimental y a la vez risueña. Luego, la voz bien timbrada entonó la canción, que hablaba de revolución y de amores, de muerte y de pasión, de balazos y besos.
Catorce de agosto de 1876. Era la fecha. El día. No se podía decir de él que iba a ser un día difícil de olvidar, al menos para Bart Royce. Porque Bart Royce no iba a olvidar nada, ni a recordar nada tampoco, a partir de aquel mismo día catorce de agosto, en plena fiebre del oro de Deadwood. Eso estaba filosofando para sí Lester McDugall, alguacil provisional de la próspera y tumultuosa ciudad de Dakota del Sur, mientras intentaba dormitar un poco en su silla de la oficina, a la espera de acontecimientos. No tenía nada personal contra Bart Royce, era la verdad. Pero iba a tener que llevarlo al patíbulo que acababan de levantar allí, frente por frente a la misma cárcel del lugar.
Stephen Ward detuvo su carromato delante del almacén general. Miró en derredor, inquieto. Eran malos tiempos. Sobre todo para él y los suyos. Y para todos los que, como él, eran allí personas dedicadas a algo que no fuesen reses, caballos, rodeos, marcar ganado, regentar ranchos y criar manadas de terneros para enviarlos luego a buen precio a los mataderos del Este.
El general McCoy se frotó su bien cuidada barba salpicada de hebras plateadas, atusó su bigote marcial, de erguidas puntas, y sonrió mirando a su interlocutor con aire displicente.
Virgil Drury, llega a las Black Hills de Dakota del Sur para instalarse una temporada en un pueblecito que está a tiro de piedra del mítico Deadwood. Drury es un pistolero profesional y un hacendado llamado Jonathan Ingram lo ha contratado para protegerlo a él y a su bella esposa, Lilah... de la maldición de Judas Mulberry, un criminal ahorcado por Nathaniel, el demente hermano de Jonathan. Cuando llega al pueblecito de Black Hawk, nuestro protagonista ya sabe por dónde van el asunto de la maldición, pues en el camino ha tenido la oportunida de enfrentarse a un grupo de silenciosos jinetes de monturas fosforecentes que, a menos que los ojos de Drury lo hayan engañado, son un grupo de esqueletos con pistolas. Y lo mejor de todo es que esos espectros disparan con balas de oro, tal y como Drury ha podido atestiguar...
Los organizadores del «rodeo» comenzaron a maldecir, mientras los asistentes corrían a refugiarse del aguacero y las instalaciones de la feria se convertían rápidamente en un lodazal donde ningún vaquero, ni el más suicida, se arriesgaría a montar un potro salvaje o a domar a un astado violento. Además, tampoco hubiese valido la pena la hazaña, porque no quedaba nadie para presenciarla, bajo los festones de banderitas de papel que adornaban el recinto festivo.
Estaba a punto de llegar el invierno. La hojarasca amarillenta de las arboledas otoñales comenzaba a tomar un tinte más oscuro, allá en el fondo de la hondonada. En cambio, las coníferas de las grandes alturas que circundaban la zona, mantenían su verde sombrío y espléndido a la vez, agitado por un aire frío, cortante y seco, precursor de las primeras nevadas.
Era un cartel engañoso. Pero estaba allí, a la entrada del pueblo. También el tiempo era engañoso. En el suroeste resultaba difícil que lloviera. Y más difícil aún que lloviera torrencialmente. Pero llovía. Y lo hacía como si todo el cielo estuviera derramando sus reservas de agua sobre la tierra, habitualmente calcinada, seca, agrietada por las largas sequías.
El marshal Hunter pegó con su espuela en el rostro del hombre tendido a sus pies. El desdichado aulló de dolor, y el metal dentado rasgó su mejilla profundamente hasta el pómulo, empezando a chorrear sangre. Los dos comisarios sujetaron con fuerza al herido, mientras este se convulsionaba, con ojos de vivo terror. —Adelante, Gus —dijo fríamente el marshal—. Habla.
El balazo de un borracho pendenciero y torpe, como Jules Normand, acabó con la vida más poderosa de toda la comarca en solo un segundo. Fue un suceso desgraciado y terrible para toda la comunidad de Skull County. Nadie había imaginado ni remotamente que el viejo, poderoso e inquebrantable Dudley Skull pudiera morir de un modo tan estúpido y sin sentido.
El hombre miró atrás, despavorido. Estaba agotado. Pero no podía detenerse. Por nada del mundo debía hacerlo. Ahora más que nunca, era preciso correr, correr sin descanso, hasta caer extenuado si era preciso.
La puerta de la celda se abrió. El peculiar chirrido del metal oxidado siguió al doble giro de la llave en la cerradura. —La comida, Brad —dijo el celador, entrando en el pequeño recinto enrejado con la bandeja que contenía los alimentos. Tras él, en el umbral, el comisario se mantenía rifle en mano, pendiente de los movimientos del prisionero. Este se alzó de su camastro con aire indiferente. —Gracias, Bill —dijo con voz calmosa—. ¿Qué tenemos hoy?
La novia vestía de blanco. Estaba hermosa. Muy hermosa.Velda Kingsley era hermosa de por sí. Pero aún lo estaba más con su vestido de boda. Resultaba lógico. Ella y sus amigas habían trabajado duro para confeccionarlo durante varias semanas antes de la boda.A fin de cuentas, en Tucson no había demasiados establecimientos de ropa femenina donde adquirir un vestido para tal acontecimiento. Y pedirlo a Phoenix, la capital del territorio de Arizona, era largo, complicado y, posiblemente, no demasiado práctico a la larga. De modo que resolvieron hacerlo entre todas ellas, quitándole horas al sueño o al descanso.Y así llegó el gran día. La calle de Tucson donde vivían los Kingsley se engalanó de fiesta. No era para menos. Se casaba Velda, la hermana menor.
Los disparos retumbaron en el nevado paisaje salpicado de abetos frondosos.Un caballo relinchó, asustado, encabritándose al oír las detonaciones, que despertaron después ecos dormidos en las montañas, de cimas cubiertas de hielo y nieve.El grito del hombre llegó luego. Y nuevos disparos se unieron a los que habían restallado ya momentos antes.El caballo sin jinete, con aire despavorido, echó a correr, hundiendo sus patas en el blanco elemento, la crin al frío aire de la mañana nubosa.De entre los abetos surgió una figura fantasmal, en extraño contraste con la nieve que blanqueaba el paraje. Sus ropas eran enteramente negras, y cubría su cabeza con un capuchón de tela de igual color, en el que sólo dos orificios permitían ver el duro brillo de unos ojos crueles. Su enguantada mano derecha empuñaba un voluminoso «Colt» calibre 45, cuyo largo cañón humeaba.
Le iba empujando con la mano, mientras con la otra sostenía el «Colt» amartillado justo sobre la sien derecha del celador, que avanzaba con piernas temblorosas, convertido en un pastel de gelatina. Cruzaron el oscuro corredor que comunicaba las celdas con la puerta de hierro lateral. Ralston nunca hubiera imaginado que el recluso iba a escapar utilizando precisamente esa salida, la que no conducía directamente a la libertad, sino a las dependencias personales del alcaide de la penitenciaría, Nelson Hogan.
Otro hombre apostado junto a la puerta, volvió a reponer las balas en su revólver, mientras juraba obscenamente, con una ojeada dura, ominosa, dirigida al pequeño, al que con gran rapidez sujetó una de las mujeres, logrando amordazarle con su propia mano, en un intento desesperado de evitar males mayores. El hombre, tras una mirada malévola, se encogió de hombros, volviendo a su posición, mientras el llanto del pequeño era ahogado así a viva fuerza.
La tormenta estaba en todo su apogeo. Lluvia, viento y fulgor de relámpagos, se unían formando un todo infernal, subrayado por el fragor sordo y profundo del trueno. Era como si toda la tierra se viese sometida a las iras de la Naturaleza, en una noche realmente dantesca. El velero logró penetrar en el puerto trabajosamente, luchando contra el fuerte oleaje y la furia de los elementos desencadenados. Sus velas estaban en parte rasgadas y un rayo había tronchado un palo del velamen, poniendo en grave trance a la embarcación y a sus escasos y amedrentados tripulantes.
César Hidalgo se dispuso a cerrar las puertas del local. Había sido una noche de duro trabajo, hasta altas horas de la madrugada. Después de todo, en aquella ciudad la gente parecía no dormir nunca. El californiano de origen hispano se sentía fatigado esa noche, a causa de la nutrida clientela que había llegado a su negocio, consumiendo ingentes cantidades de alcohol, dejándose dinero abundante en la ruleta, la rueda de la fortuna o las mesas de póquer, y haciendo el agosto de las numerosas chicas que vivían del alterne o de la venta de su amor por horas.
MATT GREGSON sabía demasiado.Se dio cuenta de eso tal vez excesivamente tarde. Y tuvo miedo.De haber sucedido antes, quizá las cosas fueran distintas, pero se percató de inmediato que su conocimiento de ciertas cosas podía resultar sumamente peligroso para él.Era todo demasiado grave, demasiado increíble incluso, pero sabía que era la verdad, una verdad insospechada por todos los habitantes de Vado Calaveras, de donde él tenía el honor de ser sheriff desde hacía la friolera de quince años.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
El arma disparó. Fue como si dentro de su cráneo estallara un volcán. En realidad, no sintió apenas nada. Pero supo que estaba muerto. Lo supo una fracción de segundo antes de morir realmente, con la cabeza reventada por una bala del calibre 44. La siguiente fracción de segundo, estuvo llena de las imágenes de toda una vida. Desfilaron con tal rapidez, que se superponían unas a otras, vertiginosamente, casi sin distinguirse unas de otras. Pero él sí las distinguió. Todas. Una a una.
Era una situación difícil. Difícil, incluso para un hombre como Maxwell Cassidy. Difícil incluso para un esforzado y duro agente de la Pinkerton. Y daba la casualidad de que Maxwell Cassidy era todo eso: esforzado, duro... y agente de la Pinkerton, por supuesto. Sabía bien en qué avispero se había
La diligencia se detuvo ante la parada de postas de la Wells & Fargo, en el centro de la polvorienta calle.Los habituales curiosos la rodearon, tratando de ver a quienes llegaban a la población en el carruaje, ya que las diversiones no abundaban excesivamente en aquel lugar, y la arribada de forasteros era siempre motivo de distracción para los que no tenían nada que hacer.Comenzaron a descender los viajeros. Y, ciertamente, los curiosos tuvieron tema suficiente para ocuparse de ellos. En especial, del hombre alto fornido, elegante, de blancos cabellos espesas patillas, vestido como si fuera a una recepción en Washington, y apoyándose en un bastón de madera lacada, con empuñadura de plata maciza. Una cadena del mismo metal colgaba en su chaleco, revelando, lo mismo que su costosa y bien cortada levita o su alto sombrero de chimenea, de peluche reluciente, que era hombre adinerado. Pero luego, una segunda persona hizo emitir a algunos silbidos de admiración y sorpresa.
Bolsilibro de JUAN GALLARDO MUÑOZ
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
La cantina, la estación, el cobertizo, el establo y las vías. Eso era todo. Eso, y el sol. Y las chumberas, allá lejos, recortándose como largos vigilantes en el desierto. No había mucho más. Botijos, herramientas, barriles vacíos para la problemática lluvia, cajas desguazadas, que contuvieron botellas de whisky o de tequila. Todo eso. Y el tren, claro. El tren...
Incluye aventura gráfica Hombres de acero. Abilene era una ciudad tan celosa de su responsabilidad, que para evitar los riesgos de un linchamiento, muy fáciles a causa del exaltado temperamento de sus habitantes poco dados a esperar pacientemente la ejecución de las sentencias, que allí no se encarcelaba a nadie después de dictada una sentencia por el honorable John Franklin Smith. Inmediatamente se procedía a colgar a quien hubiese sido condenado a tal fin, con lo que ahorraban dinero al Estado, horas penosas al reo y posibles revisiones a la Justicia.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
La cuerda cayó sobre el recio madero que sobresalía del edificio. Era una buena e improvisada horca. Colgó el nudo corredizo, esperando el lazo a rodear el cuello de la víctima. Un clamor acogió estentóreamente el momento de quedarse fija la soga, en el punto elegido. Las antorchas, en la noche, daban un resplandor siniestro a la escena. Rostros y figuras, en torno al lugar previsto para la ejecución, formaban un cerco dantesco, donde las sombras y los reflejos rojizos, rivalizaban en un juego irreal, sin llegar a vencer ninguno de ellos. Así, rostros a media luz y formas que se confundían con las tinieblas, constituían el público de aquella trágica situación.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Howard Wingate se paró en seco, como si le hubieran soltado de repente un bofetón. Giró su cabeza leonina, de blanca melena, frondosas patillas y rostro enrojecido, casi apopléjico, clavando sus ojos pequeños, redondos y fríos en el hombre que había hablado. Daba la impresión de estar mirando a un pigmeo desde una altura inaccesible. Y, sin embargo, el que había hablado era nada menos que Ralph Andersen, de la Andersen & Andersen Asociated Bank, un poderoso financiero del Este trasplantado al lejano Oeste para ampliar su fortuna y la de su Banca, a través de la financiación de grandes sectores industriales y comerciales de las recién colonizadas y ya casi civilizadas tierras al oeste de las Rocosas.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
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A veces, no es agradable volver. Para Brody, volver era una necesidad. Y un estímulo. Y una esperanza. La última. Volver significaba, acaso, vivir de nuevo. O seguir viviendo, para ser más exactos. A pesar de todo. A pesar de Viveca; a pesar del viejo Garko; a pesar de la granja. Y todo por un solo factor. Por un solo elemento: un elemento humano, vital, entrañable: Ringo. El pequeño Ringo...
La sirena aulló, estridente. Incluso su sonido metálico parecía allí un extraño y lúgubre lamento, que rebotaba de muro en muro, hasta morir sobre las torres grises, sin lograr salir al paraje desolado del exterior. Pero aquel triste alarido fué suficiente para que todos los hombres uniformados de gris dejasen de trabajar en las canteras y en los talleres interiores del sombrío edificio, reuniéndose en una larga hilera similar a la de miles de hormigas juntas, y esperando allí la llegada de los celadores de uniforme color azul, que sin soltar los rifles «Winchester» fueron tomando las posiciones habituales para conducir a los reclusos al comedor. Era lo habitual en «La Fortaleza». Nada podía ser allí diferente. Día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, los hombres hacían dentro de aquellos muros exactamente lo mismo que hicieran el día antes. No podía quebrarse la rutina de un penal como aquel.
El doctor Stout abrió la puerta. Su aparición en la sala fue acogida con el más denso de los silencios. Cerrando de nuevo tras sí, miró larga y gravemente a uno de los tres personajes reunidos en la estancia.
El caballo se encabritó con un relincho. Su jinete tuvo que hacer grandes esfuerzos para evitar que diera con él en tierra y se precipitase al galope lejos de su dominio. El zigzagueo en el cielo negro y denso de la noche tempestuosa, tuvo un fulgor cárdeno, acompañado de un estruendo demoledor. Cielos y tierra parecieron estremecerse al impacto de la descarga. La lluvia arreció con mayor fuerza.
El comisario no opinó en este caso. Después de todo, el preso tenía razón. Ocho horas no eran muchas, aunque a él, particularmente, le parecerían siglos. Y al hombre encerrado tras aquellas gruesas barras de hierro, minutos, acaso segundos. Todo dependía del lugar en que uno se encontraba, a un lado u otro de aquella puerta. Reinó un prolongado silencio dentro de la Prisión del Condado.
Lou Derringer miró al fondo de la calle. Contó los enemigos que tenía enfrente. Ya su primer cálculo había resultado acertado. Él no se equivocaba fácilmente en esas cosas. Le había parecido advertir que eran ocho. Y eran ocho. Ocho hombres armados. Ocho para un solo enemigo. Querían asegurarse el golpe.
Sí. Había sido un sano consejo. Lo malo es que no lo siguió. No del todo, cuando menos. Había llegado a Roscoe. Había pedido cerveza y cena. Había solicitado pienso para su montura. Todo se lo habían proporcionado. Había pagado. Y se iba a marchar. Justamente entonces, la tentación surgió con figura de mujer. De mujer rubia, bonita y engañosa. Como la serpiente bíblica en el Paraíso.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Era una pared blanca. Muy blanca. Pero salpicada de desconchados. Debajo se descubría el adobe. Y los boquetes de bala. También había manchas oscuras, como de óxido. Pero él sabía que no eran de óxido. Habían sido rojas en principio. De un rojo violento y pastoso. Goteante, incluso. Se descubrían los regueros de esas gotas, deslizándose hacia el suelo de tierra caliente y rojiza. Con el tiempo, la sangre se oscurece. Y parece óxido. Como ocurría en aquella pared encalada de la vieja casona vecina a la iglesia católica del villorrio. La torre de la iglesia sobresalía por encima de la tapia. Sin duda había sido mudo testigo de muchos fusilamientos. De muertes violentas. De ejecuciones sumarias.
Burt Forrest sonrió. Sabía que estaba a salvo. Definitivamente a salvo. Ya no le ahorcarían en la cercana población. La frontera estaba cerca. Y su enemigo, fuera de combate. Por una vez, el implacable cazador de hombres había sido cazado. Por primera vez, el temible buscador de recompensas, el despiadado bounty killer, había sido derrotado por su adversario. Burt Forrest contempló su revólver, todavía caliente, despidiendo ligeras volutas de humo por su largo cañón azulado. Se sintió orgulloso de su arma infalible. Y de su propia rapidez y buen pulso en el disparo. Habían dependido muchas cosas de aquel único disparo, hecho contra el hombre a quien todos temían en el Sudoeste. Y no había errado el blanco.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Era un árbol singular. Alto, retorcido, casi desnudo. Ennegrecido y como abrasado. De ramajes sin hojas, extendidos hacia la altura, igual que brazos sarmentosos que clamaran por algo que nadie sabía qué pudiera ser. Era como un espectro erguido en el yermo, con el fondo de las colinas de raquíticos arbustos, hierbajos y piedras. Un fantasma negruzco y hosco, en medio de un paraje desolado y casi siniestro.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Naco. Era el nombre. Aparecía en el tablón, claveteado a un árbol. Naco. Nuevo México. A dos millas, la frontera. Y México. La diferencia no se notaba. No podía notarse. Las casas eran de adobe en su mayoría. Blanqueadas. Como huesos al sol. Otras, de madera, secas y crujientes, como momias desecándose en el ardiente calor del Sudoeste. Naco no era muy grande. Ni muy poblado. Tenía cerca otros lugares más populosos y conocidos: Nogales, Tombstone, Mescal, incluso Tucson, algo más al Norte, siguiendo la doble ruta de metal centelleante, montada sobre traviesas, de la South Pacific.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Todo fue muy rápido. Tanto, que nadie pudo evitar la muerte. A pesar de que eran muchos. A pesar de que había amplio terreno para huir. A pesar de todo… nadie escapó a su trágico destino. El ataque estuvo perfectamente planeado y ejecutado. No se olvidó un solo detalle. Ni el más mínimo. Por eso cayeron todos. Hasta el último de ellos.
Paró su caballo. Era allí. Justamente allí. No se podía olvidar. Ni siquiera en tantos años. Una cosa así no se olvidaba jamás. Por eso estaba ahora erguido sobre la silla, mirando el cartelón semicaído, borroso y carcomido: «SILVER SANDS.» —Silver Sands... —leyó con calma. Recreándose en ello, como si necesitara confirmar de viva voz aquel nombre, diluido por el sol del desierto, por la lluvia y los vientos de años y más años... Siguió adelante. Él cartel indicador quedó atrás, tumbado sobre la cuneta del sendero polvoriento.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Intentó incorporarse. Se aferró a la pierna del más cercano a él, pero no fue mucho más allá. Recibió un patadón en la otra pierna. La bota se estrelló en su boca, partió su labio y éste derramó sangre entre borbotones. Sintió crujir su dentadura, pero milagrosamente continuó adherida a la encía, aunque ésta pareció abrirse en mil grietas dolorosa
Veintiuno de abril de 1836. Por auténtica sorpresa, Sam Houston gana la batalla de San Jacinto. El general mexicano Santa Ana, cae prisionero de los tejanos de Houston. Ante la amenaza de ser colgado, el general, dictador de México, accede a cuanto le exigen sus captores. De ese modo, el 14 de mayo de 1836, se proclama la independencia de Texas.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
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Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Rush Navajo Snake era su nombre. Era un tipo peculiar. Siempre lo había sido. Posiblemente el más peculiar de todos los habitantes de aquella región. El más respetado también, e incluso el más temido. No era un hombre normal, como cualquier otro. Poseía algo que le diferenciaba del resto de la comunidad, extendida entre la larga «mesa» roja, arcillosa, y el desierto que se extendía, más allá del turbio cauce del arroyo. Rush Snake era su nombre. Lo de Navajo era un apodo, pero no porque tuviera en sus venas sangre india, sino por su proverbial amistad con los indios de esa tribu. Más aún: su esposa era una india navajo. Hubiérase dicho que parecía, además, una auténtica princesa india, tal era su majestuosa arrogancia. Y su rara belleza.
Los dos jinetes se detuvieron, chorreando agua sus sombreros, empapadas sus ropas. Cambiaron una mirada en la casi absoluta oscuridad. Los fulgores leja nos, de color cárdeno, reflejaron un brillo duro y hosco en sus ojos. El agua formaba regueros al desplomarse desde las alas abarquilladas de los sombreros hasta la manta con que uno se cubría, y la lona encerada que el otro utilizaba para protegerse de la lluvia.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
El teniente Jeff Talbot, de los Ejércitos Federales, contempló desde su montura, con ojos entornados, el grandioso panorama de la frontera con los dos grandes Estados del Sudoeste. Detrás de ellos quedaban las tierras de Colorado, las irregularidades de Meseta Verde, y el perfil blancuzco de Durango, población fronteriza. Jebb Talbot sabía que a partir de aquella línea divisoria empezaban los peligros para él y su acompañante.
Ya todo había terminado. Resultaba difícil creerlo, pero era así. Este era el fin. El fin de todo. Cuatro años de horrores, de sangre, de muerte, de hambre, de destrucción, odios y rencores. De bajezas y de hazañas, de ruindades y de heroísmos. De todo lo bueno y todo lo malo que puede tener siempre una guerra. De todo lo pésimo y espantoso que tiene siempre una guerra civil. Y todo eso había tocado a su fin. Ahora ya no había guerra. Era un once de junio. Del año 1865, exactamente. El año de la paz. El año de la victoria federal. El año de la derrota confederada. El año de su derrota, en suma.
El grupo de curiosos reunidos en torno al pasquín recién clavado en el tablón de anuncios del puesto militar de Río Cobre, hizo entre sí los más diversos comentarios. Kansas era ya un territorio unionista. Podía haber un gran sector de gentes y pueblos de aquel Estado que simpatizaran e incluso estuvieran con los confederados. Pero Río Cobre era población eminentemente yanqui, y por ella jamás desfilaron otros soldados que los vestidos de azul.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
—¡Me molesta ese cartel, Gribbs! —aulló uno de los cinco jinetes, levantando la tremenda pieza de metal niquelado que constituía su armamento. —¡No dispares, Hodman! —gritó el que parecía llevar la voz cantante del inquieto grupo. Pero ya era tarde. El llamado Hodman había empezado a apretar el gatillo con una celeridad impresionante, ayudándose a repetir los disparos «palmeando» sobre el percutor, con la experiencia que suele ser fruto de una prolongada práctica.
No era de oro, sino de plata. Y estaba muy gastada. Tenía la forma de una serpiente enroscada, que se mordía la cola, formando el aro del anillo. Se podía ver claramente la cabeza del reptil, tallada en la plata, así como las escamas del cuerpo. Su aspecto era feo, y debía tener escaso valor. Vio que en su interior llevaba una inscripción, pero a la luz escasa de la celda no le fue posible interpretarla. —¿Qué es esto? —Un anillo que vale mucho más de lo que imaginas, Dan —suspiró confidencialmente Driscoll, bajando la voz, como si en la propia celda pudiera escucharles alguien—. Te arrancarían el pellejo para conseguirlo, no lo dudes. Es la clave de algo. De un viejo crimen que también cometí yo. Y de otras cosas que significan la vida o la muerte para otras personas.
'El Destripador viajó al Oeste', de Donald Curtis (Juan Gallardo Muñoz. Hay cuatro ediciones.Es bien sabido que Juan Gallardo sentía cierta debilidad por los crímenes de Jack el Destripador, y tanto es así que utilizó al personaje en no menos de seis novelas más.'El Destripador viajó al Oeste' es exactamente lo que promete: una historia de cómo Jack se marchó a Estados Unidos huyendo de la justicia británica (un argumento que al señor Alan Moore le daría risa, claro...)La gracia de la novelita estriba en la identidad del asesino (¿o asesinos?), en la destreza con que Juan Gallardo se apropia de una de las teorías reales (concretamente la que en su momento argumentó Arthur Conan Doyle), y en el curioso modo en que el autor le da la vuelta a un buen puñado de situaciones tópicas del Western bolsilibresco, para convertirlas en un Weird Western con todas las de la ley.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Mark Scott. Dado de alta... Le tendieron una tarjeta azul con un sello. Encima de la tarjeta, brillaban unos gruesos cristales. Detrás, unos ojos fríos e impersonales, como todo lo de aquel lugar. Dado de alta... Eso habían dicho. Ya podía volver a la vida. ¿Qué vida?
Kato sepultó las manos en los bolsillos de su sobretodo negro. Miró al exterior, a través de los ramalazos de lluvia, visibles desde los ventanales encristalados del templo. Maldita noche —gruñó entre dientes, dando unos pasos sobre el suelo embaldosado de oscuro, sintiendo que el ruido de sus zapatos retumbaba en las altas bóvedas del recinto religioso. Recordó dónde estaba y elevó sus ojos hacia la gran estatua de Buda que servía de fondo grandioso a la inmensa nave. —Perdón… Creo que ya no sé lo que me digo.
LEVANTÓ los brazos armados. Le pesaban como plomo. Pero aún podía soportarlo durante horas. Y días, inclusive. Llevaba la camisa remangada. El sudor corría por su vello moreno y abundante. Tenía también sudorosos los dedos nervudos, crispados, violentos. Pero eso no importaba. El fusil ametrallador se sujetaba bien aún. Con firmeza.
Él era, después de todo, un hombre rico. Pero estaba seguro de que, aun no habiéndolo sido, hubiese obrado de igual forma. Había algo que estaba por encima de la fortuna personal, de las apetencias particulares, de ambiciones y egoísmos. Había una mira altruista y digna. Había un objetivo vital para cualquier político decente: laborar por los demás, representar a sus electores, ser el defensor del pueblo que votaba por su candidatura. Todo eso, y algo más. Un alma al servicio de una sociedad media. Un hombre entregado a la labor de defender los derechos de quienes confiaron en él.
Ya estaba allí. Ante él. Esplendorosa. Una sinfonía limpia, irisada, de oros y azules, de verdes y blancos, de ocres y rojos. Ella… La Riviera. Había dejado definitivamente atrás Mónaco y su bahía, su hermosa bahía, sus altas laderas verdes, frondosas, salpicadas de residencias y hoteles de lujo. Y su pintoresca población. Y su casino. Aceleró al pasar la última curva. Le gustaba correr. Siempre le había gustado. Ahora, le gustaba más que nunca. No por simple gusto. Es porque tenía que correr. Le era necesario. Preciso. Urgente. Inevitable. Tenía que correr. Tenía que alejarse. Huir… El automóvil devoraba millas. Y asfalto. Y distancias.
Las estadísticas decían siempre que podía correr la sangre una vez o dos cada cinco minutos en la ciudad. Pero, a veces, las estadísticas eran demasiado frías, y no detallaban, no matizaban. En ese derramamiento de sangre podían intervenir diferentes factores: accidentes de automóviles, suicidios, riñas callejeras, caídas mortales, homicidios. No siempre se cumplía tampoco la estadística. Podía pasar una noche entera con escasos accidentes, y ninguno de ellos mortal. Aquella fue una de esas noches. Solamente hubo un suceso. Sangriento. Y mortal. No fue un accidente. No fue un suicidio. No fue una riña ni una caída. Fue un homicidio. Un asesinato
Helga no pensaba aprovechar la «ocasión» del avispado comerciante del cementerio para desguaces y para liquidar lo poco aún utilizable. Helga no era una chica que se preocupara por los coches. No para tenerlo ella, al menos. Nunca necesitaba coche. Se paraba al borde de la ruta, hacía un gesto, y rara vez le fallaba. Había muchas autostopistas por allí y por todas las carreteras. Todas las armas eran manejadas astutamente por la muchacha del auto-stop, rubia cenicienta, de larga melena lacia al uso, de rostro pecoso pero atractivo y sensual, de figura alta, esbelta y endemoniadamente provista de todo eso que hace a una mujer, a contraluz, parecerse a un ánfora de curvas. Ella lo sabía, y también entraba en su técnica la búsqueda del contraluz preciso.
El sudor pareció estallar dentro de mí, derramarse pegajoso por mis poros. Intenté moverme. No pude. Nadie puede moverse cuando las ligaduras aprietan tanto, cuando el cuerpo y las extremidades de uno están ligados a la cama, cuando solamente la cabeza tiene animación, por el solo movimiento del cuello, por un leve, limitado movimiento, por el simple juego de una garganta, de unos pocos músculos y tendones en completa libertad que permitían a la cabeza girar de un lado a otro, abatirse sobre la almohada, húmeda de sudor, o erguirse un poco, en marcha implacable sobre mi propia piel.
La conocí aquel día invernal. Estaba nevando en las calles de Manhattan. Hacía frío, ese frío suave y casi apacible que sustituye al más intenso y crudo, anterior a una nevada. Además aquella era una de las más intensas nevadas que recuerdo. Quizás la más fuerte de los últimos diez años, y eso que el invierno de Nueva York es duro y poco dado a concesiones amables con sus habitantes. Nunca olvidaré aquel día, por muchos años que transcurran. Nunca…
ES un invierno muy frío. El más frío que he conocido—había dicho Barry Aubrey, al abrir la puerta vidriera, en medio de un aullido de viento y un remolino de sucia nieve.Nadie se lo discutió. Aubrey cerró la puerta con un golpe seco y se quedó mirando a los escasos concurrentes dispersos por la barra y las mesitas del parador de carreteras.
XKW TV., presenta su programa nocturno predilecto, «Crimen de 8 a 9.» la bra su televisor un minuto antes de las 8 P.M.I» «'Máscara Púrpura' sigue su siniestra carrera de crímenes, frente a las fuerzas de la Ley». «¡Vea en el 'Canal XKW' el programa del escalofrío, el terror y el suspense! ¡Vea a 'Purple Mask', el fantasma alucinante, el criminal sin rostro, en el espacio más dramático de la televisión!». Eran todos ellos «slogans» llamativos. La gente acude siempre a la llamada del miedo, a la cita con las emociones fuertes. Eran «slogans» muy conocidos de las publicaciones de TV o de las emisiones donde se anticipaban programas sucesivos por el «Canal 36», o «Canal XKW».
Caminé despacio hacia el mueble. Alcé la tapa. Puse la placa sobre el plato. Pulsé una de las recias rojas y blancas. El aparato comenzó a funcionar. La melodía se extendió suavemente por la estancia. Pareció brotar al principio con timidez, como con miedo. Luego cobró volumen. Un piano emitía notas rítmicas, bajo unos dedos hábiles y sensitivos. La partitura era como si flotase en el ambiente y lo llenara todo. Luego, de repente, sonaba el grito.
La inauguración tenía lugar aquel día. Era una más en una larga serie de inauguraciones programadas, y ello revelaba la gran capacidad industrial de sus promotores. En esta ocasión se trataba de una presa. Una formidable, moderna, gigantesca presa hidráulica, que se alzaba ya majestuosamente, bloqueando el mayor cauce de las aguas del Colorado. Una presa capaz de rivalizar en fuerza hidráulica con la Roosevelt Dam, la Boulder o la Coolidge.
Se llamaba Dick Fullmer. Era el testigo. El único testigo. Solamente Dick Fullmer había estado presente en el lugar donde asesinaron a Joey LaMotta. Solamente él…
STEVE Marvin... —Presente, señor. El inspector Gary Milner levantó la cabeza y miró curiosamente al hombre que entraba en su oficina, erguido y como en posición militar de firmes, o poco menos. Cerró lentamente el dossier que tenía ante sí, sobre la mesa de trabajo. Siguió estudiando al hombre que acababa de llegar a su presencia.
El hombre estaba sentenciado a morir. E iba a morir. Sabía que tenía que morir. Inevitable. Fatalmente.
LA jungla de lona y resina. Las doce cuerdas. El ring. El mundillo denso, dramático, áspero, y tremendo del boxeo. Un ambiente idóneo como elemento dramático de primer orden. El cine lo ha demostrado infinidad de veces. No siempre acertó en tratar el tema del pugilismo en las pantallas. Pero dejó auténticas obras maestras del género, títulos imborrables en la Historia del Cine: “Ciudad de Conquista”, de Litvak; “Sueño Dorado”, que lanzó a William Holden al estrellato; “Más dura será la caída”, de Robson, un crudo alegato de la corrupción y el fraude en el boxeo; “El Gran Sullivan”, sobre los tiempos heroicos del boxeo y su primer gran campeón...
VIÓ enseguida las gafas oscuras. Gafas de vidrios totalmente negros, espejeantes casi. Montura de acero brillante. Gafas grandes, muy redondas. Apenas si dejaban adivinar la auténtica expresión del rostro. Las gafas se movieron bajo las luces como centelleos de azabache en movimiento. Con ella, el hombre mismo parecía danzar, flotar o deslizarse en el aire, ingrávidamente. Sus gafas absorbían incluso su posible personalidad. Cruzó ante ella. Pareció que iba a elegir la mesa inmediata, pero cambió de idea o es que nunca realmente tuvo intención de hacer tal cosa.
—Situada en la Nueva York de los años’30, esta palpitante novela de suspenso relata las aventuras del detective privado Harry McNeil, dispuesto a descubrir al autor del asesinato del gángster Joy Seldes, cuya viuda, joven y atractiva, convence al detective de que emprenda la investigación. Paul McNeil no sólo tiene que descubrir al asesino: hay un revólver entre las pertenencias de Seldes y un recorte de diario sobre un robo de brillantes, que interesan también a la viuda. Por eso McNeil se va a ver envuelto en muchas más intrigas y complicaciones que las que pudo imaginar. Ambientada en el mundo del jazz, aparecen los grandes intérpretes y compositores de la época, desde Paul Whiteman, el Rey del jazz, hasta George Gershwin, que estaba en ese momento componiendo Summertime.
Miré a la enfermera. No supe qué responderla. Ni siquiera sabía cómo me encontraba. Pero preguntándolo una criatura como aquélla, había que responder algo, lo que fuese. —Creo que no estoy mal del todo —confesé. Me asaltó un fuerte dolor de sienes al hablar y me incliné con un gemido—. Bueno, la verdad es que tampoco estoy demasiado bien… —Comprendo —sonrió ella—. Debe tener paciencia. Su recuperación es lenta. No quiero que se desaliente. Lo cierto es que aunque no esté bien del todo, está en realidad mucho mejor de lo que estuvo hasta hoy. Su mejoría va siendo notable.
KENT Freemont recibió el primer impacto en pleno mentón. Fue como si crujiera toda su cabeza, desgajada por una fuerza ciclópea, su cerebro tintineó con mil campanas a rebato, y el suelo le vino al encuentro, al tiempo que su cuerpo describía una asombrosa voltereta en el aire. Después de eso, se golpeó contra un mueble, se arrastró por el suelo durante un trecho y terminó por quedarse inmóvil. La inmovilidad duró apenas un segundó. Inmediatamente traté de moverse, de girar sobre sí mismo y ponerse en pie. Fue completamente inútil.
Las ruinas romanas de Baalbek quedaron atrás. Un rótulo, en la carretera polvorienta, indicaba: «A Beirut». A un lado, había montículos cubiertos de vegetación. Al otro, un abismo profundo, de verdes bosques. Delante, un parador de carreteras modesto y vulgar, casi un merendero, como hay tantos en el Líbano, especialmente en las zonas poco pobladas.
Aplicó el ojo a su visual circular, cruzada por dos rectas perpendiculares, cruzadas exactamente en su centro, minuciosamente graduado. Su pupila, el centro de ambas rectas y el blanco propuesto, coincidieron de modo matemático unos momentos después. Apretó el gatillo fríamente. La detonación fue áspera, restallante. El potente rifle se agitó entre las firmes manos enguantadas del tirador. Pero la bala había salido ya, con milimétrica precisión, hacia su blanco.
—He venido a matar a un hombre. —¿Por qué? —Por lo que siempre se mata a alguien cuando uno no es un asesino. Por ajustar cuentas. —¿La ley del talión? —Algo así.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
La red parecía tener vida propia. Era como un extraño monstruo entrelazado, sinuoso y sutil, que al contacto con la sudorosa piel humana, empezara a contraerse y espesarse, adherido al cuerpo que pugnaba en vano contra aquella amenaza caída del vacío nocturno.
Alan Sharkell, despierta, tras once años de hibernación, en la nave Futura, enviada en 2067 a los confines del espacio, y descubre que sus otros diez compañeros están muertos. Todo había sido normal hasta el día 15 de marzo del año 2078, pero ahora la computadora se niega a responder, no funcionan sus ordenadores ni su memoria, no sabe en qué fecha se encuentra y además la mujer más extraña y hermosa que había visto jamás estaba allí ahora, a bordo de la nave, salida de la nada.Una tormenta magnética, un torbellino cósmico, devuelve a Alan y Alma a un planeta desconocido pero reconocible, con sol, nubes, campo, hierba y árboles, pero sin animales ni vehículos. Es la Tierra, y la ciudad que avistan es Nueva York, capital de los Estados Unidos Mundiales, una ciudad de apenas unos centenares de miles de habitantes, pequeña y provinciana.Es el año 971 de la Nueva Era, equivalente al año 3078 de la Era Cristiana, y la Tierra está gobernada por su Presidente vitalicio ¡¡¡Alan Sharkel!!!A partir de ahí Alan y Alma tratarán de descubrir todos los enigmas que se les plantean: ¿Por qué el tiempo se ha parado, durante un milenio, en la nave espacial? ¿Por qué los habitantes de Nueva York se comportan como autómatas? ¿Qué ha ocurrido para que el mundo sea reconocible pero desconocido? ¿Quién es el verdadero Alan Sharkell, el astronauta o el Presidente? El desenlace no dejará a ningún lector indiferente.Durante el desarrollo de la novela sobrevuela el eterno dilema entre poder y libertad.
—¿Preparado, doctor? No respondió. Parecía no haber oído siquiera la pregunta. Estaba contemplando algo, en el muro. Quizás el emblema de la Medicina, quizás su viejo título, su diploma de cirujano, amarilleando ya dentro del marco dorado, pasado de moda. —¿Ha oído, doctor? —insistió Bugsy Minelli—. ¿Está ya preparado? Ahora sí oyó la pregunta. Se irguió. Suspiró, pensativo. Meneó la cabeza, afirmando con lentitud. —Sí —admitió—. Estoy preparado.
LA chica estaba asustada. Muy asustada. Chocó conmigo de un modo violento. Justamente cuando yo iba a cruzar la puerta posterior del garito de Lou Grazziano. Todo el mundo que sabe por dónde va, entra en casa de Lou por la puerta de atrás. Aquella chica era diferente. Al menos, en ese momento. Porque en vez de entrar, salía de allí. Y no muy tranquilamente, la verdad. Por eso se dio de bruces contra mí, y los dos nos tambaleamos un poco. Retrocedí solamente dos pasos, porque soy un tipo fuerte. Si no, es posible que ambos hubiéramos ido a parar al suelo de la calleja. Y hubiera sido una lástima, con mí « smoking » nuevo. La calzada de aquel callejón, después de haber llovido toda la noche anterior y parte de aquella mañana, no era el mejor sitio para ir a tumbarse, poco ni mucho tiempo.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Versión ligeramente recortada de Patrulla de Combate 202, pero en esta se incluyen notas al pie. En los últimos días del Tercer Reich al teniente Karl Martin, un desengañado del régimen nazi, lo destinan al Berlín a punto de ser sitiado. Concretamente al bunker donde se refugia el mismísimo Hitler...
Negras sombras. Alas desplegadas. Chirridos agrios, espeluznantes. Formaban un tétrico ballet aéreo, recortándose sobre el disco rojo, candente, del sol en el cénit. Los buitres planearon sobre los cactos y pedruscos áridos. Graznaron, mirando con placer al caballo solitario. Y sobre todo, al jinete. El jinete no daba señales de vida. Nunca las daba nadie cerca del cual revoloteasen buitres. El caballo resoplaba, sediento. Sus patas levantaban nubarrones de polvo caliginoso, pese a que su trote era lento, cansado. Como si estuviera a punto de desplomarse. Y no le faltaba mucho para ello, en realidad.
Se llamaba Balkan County. Condado Balcánico. Nadie sabía por qué. Acaso emigrantes procedentes de los Balcanes, muchos años atrás, cuando las nuevas fronteras del Oeste, lo bautizaron así. Y así se quedó ya definitivamente. Era un pequeño condado, con solamente un sheriff y dos alguaciles o comisarios, por toda autoridad. Tenía tres poblaciones, y de ellas, una era ya simplemente una ghosttown o pueblo fantasma. En él hubo mineros, bullicio, duelos, mucho whisky, mujeres y saloons resplandecientes. Eso fue mientras hubo oro en las minas cercanas. Al agotarse los filones, todo terminó. El pueblo fue abandonado. Y ahora no era sino una serie de calles polvorientas y silenciosas, bordadas de casas abandonadas, puertas crujientes, artemisas rodando de acá para allá, y polvo por doquier.
La pregunta no era fácil de contestar. Morgan Winslow, jefe de estación de Nueva Orleans, miró con perplejidad a quién le interrogaba. Miró en la distancia el resplandor de los incendios que se reflejaban, con fulgores llameantes, en las oscuras aguas del Mississippi. Por el río, barcazas fluviales de la Unión iban acercándose implacablemente a la ciudad. Los cañones batían, desde el río, las riberas ciudadanas, destruyendo paulatinamente las fortificaciones confederadas extendidas a lo largo el río.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
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Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
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Dicen que hay vida aún en los pueblos-fantasmas del Oeste…Dicen que donde hubo oro o plata, donde los hombres murieron violentamente, y donde ahora todo es polvo, silencio y abandono, todavía sobrevive algo…Dicen que los espíritus de los hombres muertos todavía rondan sus calles y hacen crujir sus puertas y ventanas, en las desiertas casas de las ghost-towns que un día fueron esplendorosos centros de vida rutilante y violenta.Dicen muchas cosas, pero ¿cuáles son realmente ciertas?
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
El martillo descargó cuatro secos golpes en cada esquina del papel rectangular.El pliego quedó adherido al tronco del árbol, con los cuatro clavos hundidos firmemente en la madera. La mano dura, nervuda, sabía cómo hacer esas cosas. El hombre era experto en ir clavando pasquines, sobre árboles, postes telegráficos o tablones de anuncios.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Primero, estaba ya el yermo. Luego, los cactos, las chollas, los peñascos y los matojos, formando una masa gris y caliente. Más allá, otra vez el plano áspero y ocre reseco y quebrado.Sólo eso: tierra, piedras, yermos, cactos y matorrales hostiles, formando manchas agrias en el agrio panorama.
A veces, regresar era difícil. Muy difícil. Siempre era penoso volver a un sitio de dondeuno se había ausentado ya una vez, con amargura y tristeza. Y, sin embargo, estaba regresando. Regresandoal mismo lugar de donde partiera tiempo atrás, sin pensar en volver. Había razones para ello. Razones que el jinete de ojos centelleantes,acerados, rostro enjuto, muy joven y enérgico, iba dando vueltas en su mente, amedida que la marcha de su caballo, lenta, pero inexorable, le aproximaba denuevo a su destino.
El apeadero ferroviario hervía bajo el sol ardiente. La mañana tenía un color dorado, casi rojo, y el leve vapor que subía al suelo calcinado deformaba a distancia las siluetas y el paisaje, haciéndole ondular como un espejismo asfixiante.En la distancia, muy en la distancia aún, silbó estridente la locomotora. El convoy era casi una simple mancha alargada en el horizonte, deslizándose como un gusano rojizo sobre las vías del tendido ferroviario.
Primero, estaba ya el yermo. Luego, los cactos, las chollas, los peñascos y los matojos, formando una masa gris y caliente. Más allá, otra vez el plano áspero y ocre reseco y quebrado.Sólo eso: tierra, piedras, yermos, cactos y matorrales hostiles, formando manchas agrias en el agrio panorama.
Los dos hombres cambiaron una mirada en silencio. Después, como de mutuo acuerdo, ambos desenfundaron sus revólveres. Al amartillarlos, los percutores emitieron un seco chasquido en el profundo silencio del lugar.Echaron a andar con cautela, sin dejar de escudriñar alrededor, en busca de algún posible signo de vida. No lo encontraron. Los edificios en torno suyo eran como sepulcros en un cementerio. Ni un ruido, ni una leve luz, ni un indicio de existencia humana o animal. Sólo la oscuridad y el silencio. Como en todo el pueblo. Repentinamente, algo crujió a su espalda.
Un disparo silbó junto a su cabeza. Rozó las alas de su raído sombrero, perdiéndose luego la bala en el vacío. Espoleo con más fuerza a su caballo, y éste aceleró su cabalgada con un relincho de dolor.A Timothy le dolió hacer eso. Era incapaz de hacer sufrir a un animal, y quería a su montura como a un viejo amigo. Pero no podía hacer otra cosa. Se trataba de su vida. Y de algo más que su vida: también estaba en juego la de los suyos.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
El sol se ocultó tras la línea irregular del horizonte. Una tonalidad rojiza, de matices sangrientos, perfiló las siluetas de las lejanas montañas. En el porche de la hacienda, Josiah Salters acarició tiernamente los cabellos del pequeño Mike. Sonrió al ver fija en él la mirada celeste del niño.
Las banderas ondeaban a media asta sobre el castillo de Haversham. Eran la señal de duelo que toda la comarca de Wiltshire había estado esperando durante largas semanas. Justamente las que duraron la larga y penosa agonía del muy honorable, respetado y querido sir Ronald Haversham.
Corren tiempos turbulentos en la corte del Rey de Francia. El cardenal Richelieu conspira en las sombras contra el poder del monarca y contra los nobles que le son fieles. Marcel Roland, Marqués de Saint Cyr, junto con su prometida la condesa Belisa y su padre, el conde de Fontclair, se oponen con todas sus fuerzas a las reiterados intentos del cardenal para atraerlos a su causa. Ni el ni sus amigos están dispuestos a ceder ante las amenazas recibidas y mantienen la fidelidad a la Corona. Ante está tenaz oposición el cardenal ordena a su fiel y taimado esbirro Pierre de Mordant, urdir una astuta trama para deshacerse de aquellos que siente como una amenaza para sus turbios planes en contra de Su Majestad. Amparados en la oscuridad de la noche, el conde de Fontclair y su hija Belisa son secuestrados por esbirros del Cardenal y embarcados en un poderoso velero, comandado por el Capitán Loira, rumbo al Nuevo Mundo. Alertado Marcel Roland por su fiel amigo D'Artagnan del paradero de su prometida y su futuro suegro, se dirige a Inglaterra a solicitar ayuda al Duque de Buckingham con el fin de fletar un barco que le permita rescatar a los cautivos en aquellos remotos mares infestados de bucaneros. Este será el nacimiento de un misterioso personaje enmascarado que hará temblar a los fieros piratas del Caribe en su refugio de Isla Tortuga y será la pesadilla del cardenal Richelieu: ¡El Corsario Púrpura!
La novela trata de una investigación a bordo de un pequeño y viejo Bergantín, el Skeltor. El teniente de la Marina inglesa Stuart recibe el encargo del Almirantazgo de investigar a un Doctor que viaja en el barco, y que es sospechoso de las desapariciones de varias personas conocidas de la sociedad londinense. Stuart tendrá que embarcarse de incógnito, para intentar descubrir cuál es el oscuro secreto que guarda el Doctor.
El corsario inglés Sir Randolph Cartland se hace con el galeón español Sol de Castilla, cargado de oro, así como con su tripulación, en la que además está incluida una joven dama española destinada a casarse con otro noble. La persecución por parte del resto de la flota española no se hará esperar.
En un suburbio portuario de la ciudad de Dublin, una figura se mueve en la noche y se detiene frente a una casa, donde acomoda un bulto. Minutos mas tarde una fuerte explosión sacude la ciudad. El atentado se cobra la vida de dos irlandeses integrantes de la familia Flanagan. La hija de Flanagan , Patricia, sobrevive a la explosión y jura, frente a la tumba de su hermano y su padre, vengarse de los ingleses. El relato continua años después en el puerto ingles de Plymouth, en la posada del 'cisne rojo' donde Brian Sheldon, espera la partida del 'Victory', un barco que zarpara rumbo a las Antillas. Pero dos hombres ingresan por la noche a la posada asesinando a Sheldon. Ralph Miller, un enviado de su Majestad, presencia el crimen y recibe una extraña llave de Sheldon antes de morir, junto con la advertencia de cuidarse de la hermandad y del galeon negro. Miller decide embarcarse en el Victory, usando el pasaje de Sheldon para seguir el rastro de la hermandad. El Victory zarpa al día siguiente con dos pasajeros y una carga de esclavos, durante el viaje son perseguidos y abordados por un barco pirata, el 'Irish rose' y para sorpresa de la gente del Victory, los piratas son liderados por una mujer a la que llaman Pat. La capitana ordena encerrar a los esclavos y pasajeros para liberarlos mas tarde en alguna isla, pero discute al respecto con su segundo de abordo Sean Dogherty, quien prefería ahorrarse el trabajo lanzando a los prisioneros al mar. Por suerte para los prisioneros las ordenes de la capitana son obedecidas. Poco tiempo después un motín, liderado por Dogherty, estalla a bordo y los fieles a la capitana son encerrados junto a los prisioneros. Pat, en cambio, es llevada a un camarote donde es violada por Dogherty. Ralph Miller junto a algunos esclavos y los piratas fieles a la capitana logran salir de su prisión retomando el control de la 'Irish rose' y devolviendo el mando a Pat. Miller revela ser un enviado de la corona y estar investigando una secta pirata conocida como la hermandad. La capitana Pat Flanagan llega a un acuerdo con Miller, ayudarlo a buscar al grupo criminal a cambio de cualquier cosa de valor que puedan poseer los piratas de la hermandad. Pero la aparición de un galeón negro fuertemente armado complicara la misión de Miller.
En la sala se respiraba la solemne atmósfera de todo proceso judicial que podía implicar la pena de muerte, circunstancia que todos los presentes sabían que iba a producir el final del mismo, ocurriese lo que ocurriese durante el juicio, porque las leyes eran lo bastante severas como para que no hubiese dudas al respecto, cuando el reo que se sentaba en el banquillo estaba acusado nada menos que de alta traición.
El bucanero Christian Laurent, apodado "el ángel negro", es traicionado por uno de sus hombres y va a ser ajusticiado en Providence, pero antes de subir al patíbulo escribe una carta para que sea entregada a miles de kilómetros en Francia a Maurice Leduc. Cuando este, que está a punto de casarse, recibe la misteriosa carta desaparece sin dar explicaciones...La revelación de el mensaje provocará el regreso de "El ángel Negro".
Don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares y valido del rey don Felipe IV, contempló ceñudo a su visitante paseando inquieto por entre los oscuros, sobrios cortinajes de la austera sala de recepciones en el real Alcázar de Madrid. Un ambiente tenso, un silencio casi agobiante, presidía la reunión de aquellos personajes en la fría noche madrileña allá en el exterior de los sólidos muros de piedra del palacio. Era evidente que ninguno de los dos que asistían a aquella cita se sentía particularmente feliz ni tan siquiera cómodo.
Jean Jabert contempló pensativo a su clientela. Movió su enorme humanidad tras el mostrador, llenó de vino las jarras y los llevo a las mesas donde repetían consumición, que eran casi todas las de su local. Mientras distribuía las bebidas a sus clientes, parecía muy lejos de cuanto le rodeaba, del rumor de voces, del ambiente cargado de humo y del olor a tabaco y a vino, entremezclado con la peste a sudor de algunos de los que demostraban día a día su declarada enemistad con el agua y el jabón.
Bajo bandera negra es la historia de un chaval de buena familia que se ve obligado a huir de casa para salvar la vida. Su tío ordena asesinar a sus padres y trata de matarlo a él también. El joven Nick logra escapar de las garras del traidor de su tío, del sicario de éste, y de una atractiva prima demasiado aficionada a toquetearlo. Se esconderá en un barco a punto de zarpar, convirtiéndose en polizón, siendo aceptado como grumete, y con el paso del tiempo convirtiéndose en capitán de su propio navío.
La trama transcurre en el Caribe, en 1697. Francia, Inglaterra y España han firmado el Tratado de Ryswick, que permite la paz en la zona. A Don Diego de Soto, excelente espadachín, vividor y mujeriego, Lord Browning le propone una misión por la que pagará una alta suma de libras: rescatar a su hermana del corsario francés Ducroix, apodado El Renegado. Para ello también necesitará la ayuda de Norman Scott, antiguo socio de El Renegado, al que se disponen a colgar por pirata. Sin embargo, si accede a ayudar en dicha misión, será indultado, además de ser bien pagado. Y así, los que eran enemigos han de confraternizar para llevar a cabo el trabajo.
La cabeza de Jim Dexter rodó por entre el oro, mientras las mismas manos feroces caían sobre sus compinches, antes de que éstos reaccionaran. Uno logró disparar y herir al enemigo monstruoso, pero eso no hizo sino enfurecerle más y el destrozo humano fue terrible. Los cuerpos volaron por los aires, despedazados brutalmente, en medio de una lluvia de sangre. Olivia De Winter, desparvorida, con el inconsciente Ronnie tendido sobre sus piernas, la cabeza encima de su regazo, se limitaba a mirar con ojos de horror toda aquella carnicería y, sobre todo, a su monstruoso autor, agigantado por las sombras y las luces de aquel recinto de pesadilla que era ahora la cámara del tesoro. Tras la masacre, el monstruo se volvió hacia ellos, emitiendo un berrido atroz. La contempló con ojos estrechos, inyectados en sangre, y avanzó pesadamente hacia ella y hacia el desvanecido Ronnie, dispuesto a continuar la matanza.
La lluvia empezaba a ser torrencial. El viento, además, se había levantado con intensidad, agitando violentamente los arbustos y matorrales del llano, así como algunos dispersos árboles que salpicaban el páramo acá y allá. —Es un maldito clima el de este lugar —se quejó el jinete—. O seco hasta deshidratarle a uno, o metido en tormentas que pueden inundarlo todo en menos de una hora… Si al menos hubiera algún sitio cercano donde guarecerse… Pero no veo ni una condenada luz en todo lo que abarca la vista. Por un error de la editorial, el título que figura en la cubierta y el lomo es 'El pistolero que no excita'. En la portada interior el título es el correcto: 'El pistolero que no existía'.
Tenía las manos rígidas, agarrotadas, colgando por los lados del lecho, como si hubiera querido asirse a las dos pequeñas alfombras. Shelby entró en la habitación lentamente, en un estupor silencioso y aturdido, hasta inclinarse y rozar con sus dedos las manos del infeliz. Estaban aún calientes, sin el «rigor mortis» de un cuerpo que lleve varias horas carente de vida. Se irguió, pensativo, volviéndose hacia la ventana entreabierta del dormitorio. Entonces la vio a ella. Era la rubia del cuadro de los velos, y si llevaba algo encima de la parte del cuerpo que se veía sobre el alféizar de la ventana, no era mucho más espeso que el velo del cuadro.Estaba allí, mirándole con ojos de profundo terror, como si colgara del vacío, junto a la fachada del edificio, asomándose entre las cortinillas aguadas por el frío aire matinal.
Comenzó aquel día lluvioso y húmedo. Comenzó en aquel hermoso edificio de piedra y mármol, de grandes y rápidos ascensores, de cristaleras donde se reflejaba la ciudad como en un espejo, mientras la edificación ascendía hacia la cumbre nubosa de los rascacielos. Yo era entonces Ross Garfield, el ejecutivo modelo. Impecable, elegante sin excesos, vital, jovial sin estridencias, eficaz y seguro de sí mismo.
Sólo recuerdo borrosamente lo sucedido. Y sin embargo, allí comenzó todo para mí. La pesadilla, la angustia. La muerte, el miedo… Sobre todo, el miedo. Más que la misma muerte, llegué a sentir horror, por mi propio miedo, mi increíble y casi inhumano miedo a algo que ni siquiera sabía lo que era, que no parecía existir en ninguna parte.
Estálloviendo. Lluevemucho. Puedo contemplarme en el asfalto, negro y espejeante. Y en los charcos.Hay muchos charcos. Negros y redondos. Parecen insondables. Pero mis pieschapotean en ellos, tocan el asfalto bajo el agua de lluvia. Mehe detenido en el bordillo de la acera. Un automóvil, al pasar me salpica deagua los pantalones. Va demasiado de prisa, y demasiado pegado al bordillo. Lehe dicho algo, no sé el qué. Pero él ha seguido adelante, indiferente a todo, hendiendolas cortinas de lluvia con su proa reluciente. Yme he vuelto a quedar solo en la calle. Es una calle larga y amplia. Una calleper la que no transita nadie. Solamente yo... Creoque no conozco esta calle. O tal vez la conozca, no sé. La mente está tanconfusa... Sería difícil decir si he pasado antes alguna vez por este lugar.Hay cosas que me parecen conocidas. Sí, tiene que serme conocido esto. Por eso estoy aquí...
Estaba seguro de, ello. El hombre sabía que iba a morir. Ahora intentaba huir a su destino. No sería tarea sencilla. En cualquier lugar de la ciudad, tras un recodo de las iluminadas calles, bajo los fluorescentes, los parpadeos luminosos anunciando productos y los grandes escaparates de electrodomésticos se agazapaba la Muerte. La Muerte, acechándole. Buscándole, implacable. Allí, en la gran ciudad que parecía ir contra la milenaria tradición egipcia, con su aire moderno, su luz y su ruido. Podía estar entre el gentío que abandonaba los cinematógrafos de Saad Zaghlul y de Iskandar el Akbar. Podía estar en cualquier parte de las amplias aceras bajo los carteles que pregonaban las excelencias de las Colas, y los buenos tabacos egipcios. Todo tenía en Alejandría esa mezcla cosmopolita, internacional, que da sello significativo a las ciudades de importancia turística.
Apreté el gatillo. Sonó como un taponazo. Como una botella de champaña abierta para celebrar algo. No hubo champaña. Ni espuma. Ni celebración. Ni alegría. No hubo nada de eso. Solo olor a pólvora. Acre, siniestro olor a pólvora. Y sangre. Y un grito ronco. Y unos ojos que me miraban con terror. Luego, nada más.
La mujer de las medias oscuras echó una moneda en la máquina tocadiscos. Esta tardo un poco en funcionar. La aguja buscó la grabación, dentro del recinto luminoso. Ella llevaba ropas llamativas y muy adheridas. Resultaba desafiante, y lo sabía. Se acarició lentamente las caderas, moviéndose hacía el hombre sentado al otro extremo del largo mostrador. —Tengo sed —dijo, reclinándose en el mostrador. —Yo también —respondió él, pensativo—. Es el calor. —Claro —ella se estiró el traje, bajando algunas pulgadas el descote. Valía la pena, pero el otro no la hizo caso—. Es un verano muy cálido.
—Adiós, amigos. Hasta nunca. —No digas eso, Shelby. Despídete como todos: «Hasta la vista»… —No habrá un «hasta la vista». No volveré nunca. —Bah. Es lo que dicen todos. Pero al final, siempre vuelven… No cambiamos más palabras. Y si lo hicimos, no lo recuerdo. Aquéllas bastaban. Eran lo suficientemente abrasadoras, para grabarse en mí como un hierro de marcar ganado. Lo amargaban todo: «Hasta la vista»… «Hasta la vista, Shelby»… Amargaban todo: hasta aquella noche húmeda y bochornosa, con olor a sulfuro. Hacía calor. Y posiblemente habría tormenta, cuando el bochorno buscara mayor expansión.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
El Viajero disparó antes.Muy poco antes, la verdad. Pero lo suficiente para su pellejo. Lo suficiente para agujerear a tiempo la piel del otro.El Viajero no parecía tener ninguna oportunidad. Ni una sola. Al menos, es lo que daba la impresión, un momento antes. De haber sabido otros testigos que no estuvieran muertos ya, hubiesen apostado todo, incluso el cuello, en favor del hombre armado.Sin embargo, hubieran perdido. Porque el Viajero, contra todo pronóstico, se anticipó a su adversario.Y le bastó un solo disparo. Una sola presión en el gatillo del arma situada dentro de su cónico sombrero «Stetson».Fue jugar con ventaja, naturalmente. El Viajero no tenía otra posibilidad de salir con vida de aquello. Y en la guerra, todos los ardides son válidos. Máxime, cuando la totalidad de la ventaja está del lado opuesto.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
MARCUS BARRINGTON juró soezmente entre dientes, soltó un largo salivazo amarillo, de tabaco de mascar, se echó el rifle a la cara y apretó el gatillo sin contemplaciones.Enfrente hubo un aullido de ira y de dolor, un sombrero rodó por la ladera, como un objeto dotado de vida propia, hasta morir en una charca, entre hierbajos y cañaverales. La respuesta no se hizo esperar.Dos o tres rifles y un par de revólveres abrieron fuego graneado sobre Marcus Barrington, pero éste ya lo esperaba, y las balas no le sorprendieron asomado tras las rocas, ni mucho menos.En vez de ello, oyó silbar los proyectiles sobre su cabeza, tendido en tierra, protegido por el montículo de piedras que le servía de parapeto natural frente a la emboscada del adversario.
Era una trampa mortal, y ella lo sabía. Pero su caballo tampoco pudo ayudarla más. Había corrido mucho y bien. Posiblemente le fallaron las fuerzas, o encontró una desigualdad en la tierra amarilla. Se le doblaron las patas delanteras, lanzó despedido a su jinete. Cayó ella, levantando una acre polvareda con sus botas. Por un milagro de equilibrio, permaneció semierguida, flexionando sus rodillas. Finalmente, tropezó, hincando una de ellas en tierras. Logró levantarse, corrió hacia los negros peñascos, extrayendo nerviosamente su revólver. Casi le cayó de los dedos al amartillarlo.
—ESE es Johnny Tucson. Con indiferencia, «Diamantes» Langstrom alzó un segundo la mirada. Vio pasar al hombre. Luego, estudió, con las cejas arqueadas, a sus dos oponentes. —Bueno, dejen a Tucson y atiendan a sus cartas — refunfuñó—. He dicho que cinco mil. ¿Aceptan, amigos? Los dos se miraron. Ni Tracy ni Clint Barrow parecían muy resueltos. Una voz angustiada llegó de detrás de ambos jugadores, como advirtiéndoles a tiempo: —¡No sigáis! ¡No, Tracy! ¡Clint, tú eres el mayor!… ¡Volved a vuestra razón! ¡Perdéis ya mucho! ¡No sigáis…!
El grupo de jinetes se detuvo en medio de oleadas de polvo caliginoso al borde de las tiernas del «W-Barra-Estrella». Una vez, allí, los hombres saltaron a tierra rápidamente, desenfundando sus rifles y ocupando la zona límite de la hacienda. Se parapetaron tras de los árboles, cercas y el edificio de adobes encalados que formaba la entrada a las tierras de Ricky Waggerty.
Miró a su asesino con una mezcla de helado estupor y de terrible incredulidad, antes de que el arma bajase de nuevo, goteando sangre, para clavarse despiadada en sus pechos pequeños y duros, que casi seccionó a tajos, haciendo saltar la sangre casi hasta el techo.El arma blanca siguió causando destrozos espantosos en la bella figura de mujercita en sazón. Muslos, nalgas, vientre, hombros… Todo recibió las espantosas cuchilladas que con rabiosa furia demencial caían sobre ella sin cesar. Las propias mejillas de la infortunada joven fueron rasgadas, bestialmente hendidas por dos tajos en diagonal que tiñeron de rojo sanguinolento su belleza ya convulsionada por la muerte.
Los actores parecen estar viendo allí, ante ellos, al otro personaje. Lo hacen todo exactamente igual en los mismos escenarios y con las mismas luces. Pero la voz ronca, susurrante, del monstruo que encarna Janos Bélaki, no se escucha ya en las bandas sonoras. Ni se ve su espantable rostro, ni sus manos monstruosas…
Recordad todos, vecinos y autoridades de Wollenstein, que muero lanzándoos mi maldición, puesto que éste es también un crimen que vosotros cometéis en mi persona, en nombre de una falsa justicia, amañada por vosotros para apoderaros de mis bienes y hacienda con visos de legalidad. A todos os digo que volveré, de generación en generación, para recordaros que no he muerto y que, desde más allá de la muerte, retornará mi espectro, veréis mi rostro y mi cabeza, tal como en breve vais a verla, separada del tronco, para que se cumpla el ritual de sangre de los Wollenstein, y caiga otra sangre en nombre de nuestra familia, para acallar la voz de quien, como yo ahora, muere víctima de vuestra infame conspiración contra mi vida. ¡Que mi maldición os acompañe en el futuro, y que en cada generación, el nombre de los Wollenstein sea temido y odiado a la vez como yo ahora os odio a vosotros… y como estoy segura que vosotros vais a temerme desde el momento mismo en que mi cabeza ruede desde el cadalso!
Despertó de repente.Con una sensación de frío y húmedo terror que le calaba hasta los huesos y hacía temblar sus carnes con unos espasmos febriles. En principio no supo el porqué de todo eso. Cuando empezó a saberlo, el pánico más delirante se apoderó de él.Respiró con fuerza y alargó sus brazos cuanto le fue posible, que no era mucho. Sus manos tropezaron con una superficie dura, perfectamente sólida, que casi le rozaba los cabellos, unas pocas pulgadas por encima de su cabeza.La oscuridad era total. El frío, sutil y profundo, le escalaba la espina dorsal hasta barrenarle la nuca y llegar, como un aguijonazo glacial, hasta lo más profundo de su cerebro. Notó que empezaba a sudar. Y que el suyo era un sudor helado y pegajoso, que se adhería a su piel igual que una telaraña...
—Es su misión, Ulah. —¿Matar? —Matar, sí. Ya sabe a quién. Limítese a eso. No haga ninguna otra tarea durante su estancia en los Estados Unidos. Simplemente… mate. Mate a esa persona. Es todo. —Sí, señor. Cumpliré mi misión. —Eso esperamos… Y si no lo consiguiera, si viese que de un modo u otro puede ser aprehendida…, recuerde las instrucciones para casos desesperados. Ulah afirmó despacio. Miró fijamente a la persona de quien recibía órdenes. Su voz se expresó glacial, hermética: —Las recuerdo muy bien, señor. Si no he sabido matar…, deberé morir. Me mataré. En el acto.
El lápiz carbón corrió nervioso sobre el papel granulado, fuerte. Casi escapó al llegar a la cadera. Pero recuperó el trazo, y siguió la estilizada silueta femenina. Terminó en el tobillo, tras recorrer la suave curva de una pantorrilla delicada, de una pierna casi escultural. Luego, aquel perfil se cubrió de trazos rápidos, seguros, con otro lápiz de carbón azul intenso, ultramar. Botones, cortes, pliegues, solapas, mangas, falda y pespuntes rápidos. Un traje. Un traje femenino de sorprendente línea moderna, corto sobre las rodillas —muy por sobre las rodillas en realidad—, chaqueta abotonada, casi militar, evocación de la «línea Mao».
Era pelirroja. La pelirroja más hermosa que jamás viera Aaron Ruark. La pelirroja capaz de hacerle desistir de sus obstinados proyectos de soltería. La pelirroja que arrebató su terco corazón y le llevó a la oferta sorprendente incluso para él mismo: —¿Quieres casarte conmigo, Thelma?
Se incorporó. La camisa se adhería a su piel a causa de la copiosa transpiración. El calor era intolerable. Incluso con aquel irritante ventilador zumbando en el techo de la habitación. Aplastó la punta del cigarrillo en el cenicero. Luego, se volvió a la mujer que sollozaba en el rincón. —No llores más —ordenó. Ella obedeció sólo en parte. Levantó los ojos hacia él, gimoteando. Tenía la mejilla hinchada y enrojecida. Un hilillo de sangre muy tenue se había secado sobre su barbilla. La mirada del hombre, al fijarse indiferente en ella, no reveló la menor compasión por su estado. —Me duele —se quejó ella roncamente.
Recordaba uno de los luminosos, policromos óleos de Gauguin. Una de sus obras bajo el sol radiante de Tahití, con su mescolanza de color, de armonías, de sensualidad caliente y humanísima. Pero no era un lienzo, ni siquiera una bella postal turística o una composición sofisticada, obra de cualquier realizador 'standarizado' del rutinario Hollywood del celuloide. No, no era nada de eso, aunque poseía la belleza misma de todo ello en perfecto combinado. No correspondía a la perfección técnica de un artífice, un decorador, un experto de la cámara o el procedimiento cromático de una película sensible al color. Nada de eso. Era realidad. Pura realidad, aunque vista a través del enfoque de los poderosos y fieles binoculares, pudiese parecer simple reproducción de un paisaje idílico, con todos los elementos propios de una estampa gráfica bien estudiada y medida.
Para Lewis, era una pelirroja fuera de serie, Su cabello llameaba, sus gafas eran de montura ligera y estética, que en nada la afeaban, dándole, por el contrario, un aspecto enigmático. Debajo de su rostro encantador, tal vez excesivamente maquillado, un cuerpo sensacional se recostaba en el asiento, con total descuido de sus extremidades, que el nylon satinaba deliciosamente. Por cierto que se veía bastante nylon. Y el resto de su anatomía, aunque esbelta, era una sinfonía de curvas capaz de marear a cualquiera. El ceñido suéter amarillo y la falda negra, no hacían nada por ocultarlo.
La fortaleza inexpugnable, los muros de enorme espesor y gran altura, las torretas metálicascon agentes armados de ametralladoras y de potentes reflectores, el sistemaelectrónico e infrarrojo detector de fugas, la misma nutrida fuerza policial dela prisión, todo, en suma, había sido inútil para evitar la desaparición delcondenado a muerte. «El Reptil» habíadesaparecido como evaporado en el aire. O al menos, ésa fue la creenciageneral, hasta que el reverendo regresó al despacho del alcaide, cerca ya delmediodía, con el teniente Harris, de la guarnición especial de Sing-Sing.
Tenía las manos rígidas, agarrotadas, colgando por los lados del lecho, como si hubiera querido asirse a las dos pequeñas alfombras. Shelby entró en la habitación lentamente, en un estupor silencioso y aturdido, hasta inclinarse y rozar con sus dedos las manos del infeliz. Estaban aún calientes, sin el «rigor mortis» de un cuerpo que lleve varias horas carente de vida. Se irguió, pensativo, volviéndose hacia la ventana entreabierta del dormitorio. Entonces la vio a ella. Era la rubia del cuadro de los velos, y si llevaba algo encima de la parte del cuerpo que se veía sobre el alféizar de la ventana, no era mucho más espeso que el velo del cuadro.Estaba allí, mirándole con ojos de profundo terror, como si colgara del vacío, junto a la fachada del edificio, asomándose entre las cortinillas aguadas por el frío aire matinal.
—ESTOY convencido, Wynter. Ella me engaña. Hace tiempo que me engaña, lo sé. Y quiero descubrirla de una vez para siempre. Eddie Wynter no, respondió de momento. Se limitó a extraer humo de su cigarrillo, expeliéndolo después en lentos cercos que parecían reptar hacia el techo de la oficina. —¿En qué se funda para crear eso? —preguntó al fin—. Linda parece una buena chica. —Posiblemente lo sea. Pero me esconde algo. Y las chicas como ella tienen un concepto muy ligero del matrimonio, usted lo sabe.
Mi colaboradora y compañera de rodaje, la joven actriz y presentadora a quién yo eligiera para interpretar el primer papel en el guion, parecía realmente abatida, y era lógico que así ocurriera. Todos lo estábamos en el Estudio de la WBC. Miré distraídamente a un monitor arrinconado, donde el boletín informativo seguía su rutina habitual, hablando de los problemas energéticos del momento, las elecciones en un país europeo, conatos de revueltas islámicas en Asia y cosas por el estilo.
Vuelven Doug Martin y Audrey como matrimonio ya consolidado y un tiempo después de su primera aventura. Esta obra da título al volumen. Nuestro periodista de sucesos vuelve a involucrarse demasiado en otra de las exclusivas de su periódico. En esta ocasión todo se ve precipitado desde un raro accidente con una bella estrella del cine. Las peripecias que viven nuestra plumilla y su mujer a bordo de este libro son de traca. Y son maravillosas.
Tenía las manos rígidas, agarrotadas, colgando por los lados del lecho, como si hubiera querido asirse a las dos pequeñas alfombras. Shelby entró en la habitación lentamente, en un estupor silencioso y aturdido, hasta inclinarse y rozar con sus dedos las manos del infeliz. Estaban aún calientes, sin el «rigor mortis» de un cuerpo que lleve varias horas carente de vida. Se irguió, pensativo, volviéndose hacia la ventana entreabierta del dormitorio. Entonces la vio a ella. Era la rubia del cuadro de los velos, y si llevaba algo encima de la parte del cuerpo que se veía sobre el alféizar de la ventana, no era mucho más espeso que el velo del cuadro.Estaba allí, mirándole con ojos de profundo terror, como si colgara del vacío, junto a la fachada del edificio, asomándose entre las cortinillas aguadas por el frío aire matinal.
Todo empezó con una carta. Cuando el viejo Jossie me entregó el largo sobre de color crema con una escritura irregular y precipitada, me pregunté, perplejo, de dónde conocía yo aquella letra. Pero el remitente, en el lado posterior del sobre, se reducía a un membrete en tinta azul y relieve: «Hotel Frontera. EL PASO». Me senté junto a la ventana de mi despacho, y lo abrí. Contenía un pliego de papel de idéntico color y clase que el sobre. El texto, breve y casi áspero de puro incisivo, apenas ocupaba una quinta parte de su superficie.
El profesor Hans Hummel se puso perezosamente en pie y se quedó contemplando el gráfico del muro, donde aparecía, detallado en toda su amplitud y asombrosa organización, el nuevo centro de investigación atómica del Gobierno inglés. En realidad, el aspecto físico del profesor hacía difícil imaginar que aquel hombre fuese una verdadera eminencia en el terreno de la Física nuclear, y que nadie, en Europa, sabía lo que él acerca de tan fundamental rama científica. Hummel, alemán de nacimiento, pero eficaz combatiente antinazi en la Guerra Mundial, ahora prestaba sus servicios a los aliados, especialmente a los laboratorios británicos.
Oí un golpe seco al dejar mi interlocutor el auricular sobre una mesa. Unos pasos sonoros, huecos, se alejaron por algún largo corredor del presidio. Aguardé, tenso, sin respirar casi. Miraba al ventanal abierto, en el que un soplo de aire cálido agitaba levemente las cortinillas. Más allá, la ciudad. Inmensa, salpicada de luces, como un reflejo del cielo cuajado de estrellas que la cubría. También aquellas luces parpadeaban, giraban, cambiaban de colores.
Frankie Farrell sacó su petaca de mal whisky, echó un trago, después otro, e hinchó el pecho con aire de héroe legendario. Se dijo que si ahora no se atrevía, no se atrevería nunca. Un hombre con sólo media botella de whisky en el estómago puede, incluso, vacilar en tales circunstancias. Pero cuando la primera petaca se ha agotado y uno la emprende con la segunda, no hay duda que valga. Así, Frankie Farrell lanzó un suspiro muy fuerte, tapó de un manotazo el manantial de su valor y se lanzó al ataque.
Terry Allyson estaba cansada. Había sido una noche de mucho trabajo. Todas las noches se trabajaba en el «Merlinʼs», pero aquélla aún fue peor. El homenaje a Lena Barrett había sido un éxito, y aquello todavía resultó más perjudicial para las sufridas coristas del local. Porque Terry era, ni más ni menos, una corista del popular «Merlinʼs», del Washington Boulevard, una chica más entre las lindas bailarinas del « night-club » más frecuentado de Chicago.
Era una rubia impresionante, de esas que uno sigue por la calle durante un largo trecho, tratando en vano de romper el hielo con galanterías, las más de las veces trasnochadas. Pero Mark Graham no la seguía por esas razones, ni su seguimiento se limitaba a un trecho, ni siquiera a una calle. Mark cobraba por hacer aquello, y aunque cualquiera hubiese meditado que obtener dinero por tan grata tarea era una bendición del cielo, a Mark se le llevaban todos los diablos por tener que continuar tras el paso cimbreante y rápido de aquella blonda sensacional.
Doris abrió los ojos. Era la primera vez que lo hacía, en mucho tiempo. Ella no sabía exactamente cuánto. En realidad, no sabía nada de nada desde el momento en que sucedió aquello. Era un espacio nulo de su mente. Ahora, al alzar los párpados y serle heridas las pupilas por aquel fuerte resplandor, se vio obligada a cerrarlos de nuevo y esperar unos instantes, dejando que la sensación de luz brillante se filtrase a través de la piel, hasta habituarla a la misma. Cuando volvió a alzar las pestañas y miró en derredor, su mirada había adquirido algo más de firmeza, y pudo permanecer sin ocultarla casi tres segundos. Porque en el acto volvió a sumirse en la benéfica sombra, huyendo insistentemente de la claridad.
Cuando Mike Doyle descendió la escalerilla del avión, en el aeropuerto de Londres, no podía imaginarse que aquel sencillo modo de pisar tierra británica iba a ser el prólogo de todo lo que vendría después. Nada de lo que esperaba, por supuesto, ni nada de lo que a Inglaterra había ido a hacer.
Hollywood podía ser lo más parecido a una ciénaga. El mundo entero podía serlo alrededor de uno, cuando ese uno ha caído tanto como había caído Pat Gilbert. Se pueden hacer muchas cosas para vivir, se puede ir bajando peldaño a peldaño, siempre aumentando las concesiones a la inmoralidad y la degeneración, pero todo tiene su límite. En otro caso, se dejaría de ser humano. Y Pat Gilbert, bajo su capa de hombre hundido, capaz de todo lo malo y de todo lo indigno, seguía siendo un ser humano, por mucho que algunos lo dudasen.
Frank Ellery, coninstrucciones concretas para ponerse en contacto con el agente federal RushSanders, en Nueva York, emprendió el vuelo desde la capital hacia la ciudad delos rascacielos. Parecía ser que lapoderosa y compleja maquinaria del «Federal Bureau» se había puesto enfuncionamiento alrededor de la personalidad extraña de una mujer rubia quenadie sabía quién era o de dónde procedía, pero cuya presencia en el paísconstituía, ante su solo anuncio, un inminente peligro contra algún engranajede su seguridad interna.
Tenía las manosrígidas, agarrotadas, colgando por los lados del lecho, como si hubiera queridoasirse a las dos pequeñas alfombras. Shelby entró en la habitación lentamente,en un estupor silencioso y aturdido, hasta inclinarse y rozar con sus dedos lasmanos del infeliz. Estaban aún calientes, sin el «rigormortis» de un cuerpo que lleve varias horas carente de vida. Se irguió,pensativo, volviéndose hacia la ventana entreabierta del dormitorio. Entoncesla vio a ella. Era la rubia del cuadro de los velos, y si llevaba algo encimade la parte del cuerpo que se veía sobre el alféizar de la ventana, no eramucho más espeso que el velo del cuadro. Estaba allí,mirándole con ojos de profundo terror, como si colgara del vacío, junto a lafachada del edificio, asomándose entre las cortinillas agitadas por el frío airematinal.
Irguió sus seis pies de estatura, enfundados en el « tweed » arrugado y fuera de moda, y estiró la mano hacia un gabán de color gris azulado, tan rugoso y descuidado como el traje. De haber vestido bien, Wade hubiera parecido un galán de cine, y él lo sabía. En principio, porque había vestido así en ciertas ocasiones dichosas, cuando aún no había cometido el estúpido error de casarse con Paula Hickey, taquimecanógrafa de un cliente importante en aquellas fechas. Después porque Wade era sincero incluso consigo mismo, y sabía reconocerse virtudes y defectos. Los defectos eran tantos que valía la pena no mencionarlos. Y las virtudes le parecían superfluas en una profesión como la suya.
Era el día de ventas más importante de todo el invierno, en Siracusa como en todas las ciudades, más o menos populosas, de la nación entera. Aquella noche, tránsito de unas horas para la fecha de Navidad, las gentes se harían regalos unas a otras, y la sombra de un generoso Santa Claus se proyectaría en la hora feliz de todos los cristianos.
—Mark Scott. Dado de alta… Le tendieron una tarjeta azul con un sello. Encima de la tarjeta, brillaban unos gruesos cristales. Detrás, unos ojos fríos e impersonales, como todo lo de aquel lugar. El azul parecía más intenso en la cartulina, contrastando con la blanca bata del hombre que se lo tendió en la ventanilla. Se apartó del hueco. El hombre nombró a otro. Y le dio otra tarjeta azul. Pero eso ya no le importaba al hombre que caminaba hacia la salida del largo corredor blanco, pisando firmemente el suelo embaldosado y pulcro. Era su tarjeta la que contaba. Su tarjeta azul. Dado de alta… Eso habían dicho. Ya podía volver a la vida.
El sargento asintió en silencio. No esperaba más del forense. Era todo lo que él suponía de antemano. Se echó hacia atrás el sombrero, pensativamente, y luego recorrió con una nueva ojeada la habitación. Estaba harto de mirarlo todo sin ver nada especial. Se acercó otra vez al cadáver tendido sobre la cama, con el brazo izquierdo colgando hasta rozar la alfombra con sus dedos rígidos. Poco más allá, estaba aún la jeringuilla, con su aguja centelleando al herirla un rayo de sol que se filtraba por entre las persianas de la ventana. Todo seguía igual, sin haberse alterado nada.
PETER DALE vio por primera vez a aquella prodigiosa criatura que era Dora Castillo cuando se encontraba lo suficientemente sereno para admirar sus encantos. Se la mostró aquel sonriente y moreno mozalbete que era Skip Sanders. Skip podía parecerle a cualquiera un nativo de Cuba, y muchos se hubieran asombrado al saber que era tan yanqui como el propio Peter Dale, por ejemplo. Skip Sanders había dicho, señalando con un guiño el cartelón, tras previa comprobación de que la rubia acompañante de Peter no se hallaba demasiado cerca: —¡Bienvenido, señor Dale! ¡Esa chica sí que le va a gustar!
Eddie Kingsby accionó suavemente el volante. Conocía aquella carretera como las rayas de la palma de su mano. Con igual suavidad que la impulsada al volante, las ruedas del largo y rojo “Cadillac” doblaron la pronunciada curva que seguía a las estaciones de servicio situadas en las afueras de Wabash Springs, Indiana. El familiar signo curvo y la vertical indicadora del peligro, quedaron atrás, engullidas por el azul intenso del atardecer. Poco después, Eddie tuvo que encender los faros, y continuar por la carretera general con su ayuda. Ahora el tramo era recto y llano, lo cual le permitía correr con tal comodidad. Aún faltaba bastante para alcanzar North City. Encendió un cigarrillo y siguió conduciendo con una sola mano, absolutamente tranquilo.
Eran ya las seismenos cuarto cuando su «Dodge» verde penetró en el amplio aparcamiento deltransbordador de la Estatua de la Libertad. Adquirió un billete y subió abordo. Soplaba un airehúmedo en la bahía, agitando su liviano traje claro y sus cabellos revueltos,ligeramente adheridos a las sienes por la transpiración. Se acodó en la borda,viendo alejarse de él los altos edificios de la ciudad. Parecía tan fácil. Comosi aquella distancia pudiera ir creciendo, creciendo, poniendo ante él y sudestino una infranqueable barrera de agua. Todo un mundo, que ni siquieraJohnny Moran podría salvar, porque fuera de su imperio apenas si era nadie. Ysu imperio moría allí donde muriesen los límites de la ciudad de hierro ycemento vertical.
El fiscal se irguió lentamente, dando unos pasos calculados, dramáticos, en dirección al acusado. Los miembros del jurado y el propio magistrado cuya blanca peluca asomaba como una cumbre nevada sobre el alto estrado de Old Bailey, siguieron su paseo en silencio, esperando la declaración final del acusador público. Súbitamente, éste dio un brusco, teatral giro y se quedó apuntando con su índice extendido, al hombre sentado en el banquillo. —¡Ahí tienen ustedes, señores, al asesino de una mujer inofensiva y buena, que jamás trató de amargarle la vida y sí, por el contrario, de confortar sus difíciles momentos de fracaso y de abatimiento, con la energía y la ternura de su dulce corazón de esposa amante!
La fortalezainexpugnable, los muros de enorme espesor y gran altura, las torretas metálicascon agentes armados de ametralladoras y de potentes reflectores, el sistemaelectrónico e infrarrojo detector de fugas, la misma nutrida fuerza policial dela prisión, todo, en suma, había sido inútil para evitar la desaparición delcondenado a muerte. «El Reptil» habíadesaparecido como evaporado en el aire. O al menos, ésa fue la creenciageneral, hasta que el reverendo regresó al despacho del alcaide, cerca ya delmediodía, con el teniente Harris, de la guarnición especial de Sing-Sing.
El órgano entonaahora una música trémula y solemne. Es el réquiem. Réquiem por el hombremuerto, por el hombre que ayer fue enterrado en Barnaby Hills, el hombre sobrecuyo ataúd vi caer las paletadas de tierra, que golpearon sorda y lúgubrementela tapa de madera barnizada y tallada con alegorías tan inútiles comoostentosas. Recuerdo todavía,mientras en mis oídos suena el réquiem, los últimos momentos en el cementerio,cuando ya el féretro estaba totalmente cubierto por la tierra, y una pesadalosa del mejor mármol —creo que han adquirido un trozo de Carrara, traídoespecialmente de Italia para este caso— cayó definitivamente sobre la últimamorada del difunto. Los deudos, parientesy amigos del hombre a quien habían enterrado allí, se dispersaban rápidamentecon una fingida lentitud que no lo era en el fondo, porque cada cual deseabavolver a sus quehaceres y terminar la ceremonia.
—Estoy convencido, Wynter. Ella me engaña. Hace tiempo que me engaña, lo sé. Y quiero descubrirla de una vez para siempre. Eddie Wynter no, respondió de momento. Se limitó a extraer humo de su cigarrillo, expeliéndolo después en lentos cercos que parecían reptar hacia el techo de la oficina. —¿En qué se funda para crear eso? —preguntó al fin—. Linda parece una buena chica. —Posiblemente lo sea. Pero me esconde algo. Y las chicas como ella tienen un concepto muy ligero del matrimonio, usted lo sabe. —No comparto su criterio, Lamont. Las chicas de teatro podrán tener sus defectos, como todo el mundo. Pero no todas son como usted las imagina.
Marty Kellog detuvo, su automóvil, un descapotable pequeño, azul y blanco, a la entrada de la ciudad. Había allí un parador de carretera. Un hombre de mono azul celeste, salió a atenderle. Kellog pidió una cerveza bien fría y unos informes. Le sirvieron ambas cosas. La cerveza, helada. Los informes, con palabras rápidas y como disparadas por una ametralladora. Dio el dinero por la cerveza y las gracias por los informes. Luego, puso en marcha el motor y penetró en la ciudad.
Dejó atrás el control de entrada a Junction City. Era igual que haber cruzado una frontera o una divisoria territorial. Lugar gracioso, pensó el mocetón rubio y fornido que era Max Drury, antiguo detective y actual «sin trabajo». Sus ojos, de un azul frío y duro, estudiaban las calles amplias, pulcras y bien trazadas de la población. Los edificios, los numerosos anuncios de cabarets y clubs nocturnos, salas de juego y teatrillos de espectáculos poco edificantes. Aquello era peor que Las Vegas.
Una novia, a las puertas de la iglesia donde va a casarse ve como su prometido cae muerto a causa de un balazo de procedencia desconocida, y procede a buscar y ejecutar a los componentes de una reunion de la que sospecha surgio el disparo. En la novela de Curtis es una joven la que muere al caer, borracha, desde un atico en que se celebra una fiesta. El supuesto novio de la chica es testigo de su muerte, y, al tiempo, algunos de los componentes de esa fiesta comienzan a morir en extrañas circunstancias y dicho novio no aparece donde se le busca. Se da la circunstancia de que antes de esas muertes alguien oye silbar una tonada similar, de procedencia desconocida. Este detalle nos lleva a pensar que quizas se trate de otro homenaje a Irish- Woolrich y su novela La serenata del estrangulador.
Hacía muchos años que no veía todo aquello: el Golden Gate, la Bahía, Alcatraz con sus cercos de gaviotas en derredor… En un tiempo, habían sido imágenes familiares, cosas de cada día. Ahora, no. Eran como retazos de recuerdos, salpicaduras del pasado en la memoria. Frisco no cambiaba. Pero él sí había cambiado. Siempre se cambia, después de una ausencia tan larga. Dave Murdock suspiró, apartándose de la borda del trasatlántico que le devolvía a su tierra. Encendió un cigarrillo, caminando por la cubierta con aire pensativo. No era como aquellos turistas que llegaban de Oriente y se embelesaban ante las maravillas de la costa californiana. Él no era sino uno que regresaba. Y para el que vuelve, durante un segundo, todo es prodigiosamente nuevo. Al momento siguiente, todo es increíblemente viejo, familiar, aburrido.
No había sido difícil.Apenas unos momentos, unos cortos minutos de angustia, esperando el fracaso de su intento, y con ello el desastre definitivo, y allí estaba ahora. Libre.¡Libre! Era una palabra tan asombrosa. Sintió ganas de echar a correr, unas alas invisibles se agitaban a sus pies, aguijoneándola a lanzarse a la carrera pero no lo hizo. Tuvo serenidad. Sabía que una simple precipitación, un paso en falso, lo echaría todo a perder.
—Su salud es a prueba de bomba, mi querido amigo —rió jovialmente Cameron Price, terminando el examen—. Puede seguir tranquilo, sin necesidad de recurrir a mí.—Lo suponía, doctor Price. —Paul Garland se abotonó la camisa, incorporándose de la mesa donde había sido examinado cuidadosamente—. Pero Lori es aprensiva. Ya sabe cómo son las mujeres, especialmente cuando tienen demasiado dinero. Le asustan a uno, por una simple jaqueca o un resfriado.—Sí, lo comprendo. —El médico rió, agitando una mano en forma significativa—. Yo tengo muchos clientes de ese estilo, Garland. La mayoría prefieren que les diga que padecen algo, de nombre interesante, a poder ser, y les mande unos comprimidos, para presumir de dolencias en sus reuniones. Así es el mundo.
—Dennis Howard… —Muerto. —Fred Clarence… —Muerto. —Hamilton Banbury… —Muy grave. Sin esperanzas. —Stephen Broddell. —Muerto. —Nelson Matthews. —Grave. Mutilación de una pierna. Pérdida de un ojo. —David Coleman. —Muerto.
Kervin Donovan estaba satisfecho. Siempre era agradable dar por resuelto un caso. Y un caso con chantaje, secuestro y homicidio final. Un bonito asunto para enviar a alguien a la silla eléctrica. Kervin Donovan sabía ya a quién se tenía que sentar en el feo artefacto metálico de la Prisión del Estado. Con un suspiro de alivio y de satisfacción, volvió la carpeta donde archivaba su caso. Era como un símbolo aquel carpetazo. Cierre final. Asunto resuelto. Resultaba asombrosa una solución tan rápida. No es que llevara poco tiempo con el asunto. El chantaje inicial databa de casi dos meses antes. Luego, ocurrió lo del secuestro. Posteriormente, el homicidio. Aunque acaso, atendiéndose a una rigurosa técnica legal, los jurados y juez opinaran que era un asesinato en primer grado. Pena de muerte inevitable para el acusado.
Roy Pearson dio varias vueltas a la papeleta impresa que acababan de entregarle. Era una citación. Y según rezaba allí, para presentarse ante el honorable juez Markham, para un acto de conciliación con su esposa. Roy no tenía motivo alguno para reconciliarse con Milly. En primer lugar, porque ni siquiera había existido disgusto previo entre ellos. Al parecer, ella no era de la misma opinión. Y el motivo de la citación, estaba allí consignado con total claridad.
Martin Rice apretó los labios. Sus dedos estrujaron la carta. Imaginó un bonito titular, que podría cubrir una edición especial del “Daily Clarion” aquel mismo día: “¡Carta póstuma del condenado! La voz del muerto, clama inocencia desde su tumba”. Y luego, un aumento de sueldo posiblemente. Y las felicitaciones de sus compañeros, del director, de todo el mundo… Rice tuvo una mueca amarga. Nadie le podía impedir hacerlo, auparse unos escalones más en su senda profesional. Cualquiera de sus compañeros hubiese dado dos años de sueldo por una carta como aquella. Y él la tenía. Allí, entre sus dedos. Bastaba llevarla al fotograbado, reproducirla a toda plana, rodearla de una orla negra y ponerle titulares rojos. Eso siempre gustaba. El rojo y el negro son colores que gustan a la fiera. Y el público es esa fiera. Insaciable, voraz, cruel y repelente…
La mano cayó sobre su boca. Luego, sobre la nariz.Chorreó sangre, y el paladar sintió el salobre, viscoso gusto. Sacudió la cabeza, justamente cuando recibía otro bofetón tremendo. Ahora le alcanzaron en la sien, y su cabeza se llenó de zumbidos, luces y punzadas lacerantes.—Dejadlo —dijo alguien.Jack Mulligan le agradeció eso a aquel alguien. Le parecía que era el capitán Bakers, pero no estaba seguro. No podía estarlo de nada. Uno de los golpes le había partido la ceja y también de allí salió sangre, cegándole. No veía nada. Y los oídos, sólo parecían útiles para registrar zumbidos enloquecedores.
¿Qué significaban aquellas MUÑECAS SINIESTRAS que llevaban la muerte por de pasaban? ¿Quiéra tenía interés en apoderarse de ellas, y por qué? ¿Podría Dick Travers, un alcohólico, enfrentarse a la policía y a los asesinos, solo. en la ciudad tropical, y sin ayuda ni fe de nadie?... ¡Tenía que luchar porque una de las MUÑECAS SINIESTRAS estaba en poder de la persona amada... y ésta tenía los minutos contados!
—No sé si tendré valor para hacerlo, Paul. —¡Es necesario, Eva! ¡Tienes que hacerlo! —Resulta fácil ordenarlo, Paul. Dirigirme a distancia, decirme lo que tengo que hacer. Pero lo terrible es hacerlo. Llevarlo a la práctica. El hombre entornó los ojos. Éstos eran grises y fríos. También eran duros. Se encogió de hombros, tras una pausa que destinó a estudiarla a ella. Y dijo: —Alguien tiene que dirigir. Y siempre existe el que realiza, el que hace posible que lo proyectado tenga forma. Yo soy el cerebro, Eva. Tú, mis manos. Haz que éstas actúen. Confío en ellas, igual que confío en mi propia inteligencia. Esto hay que hacerlo, Eva. ¡No tenemos más remedio!
Un hombre enamorado, un hombre que desafía el poder familiar para acudir a una cita que significa la mayor decisión de su vida..., ha sido muerto por alguien. El robo no se cuenta entre las teorías predilectas de la policía. No era un hombre rico. En su bolsillo se había encontrado su dinero, poco más de trescientos dólares, seguramente toda su pequeña fortuna, reunida para arrostrar la gran aventura junto a su amada. ¿Quién tuvo interés en eliminar a Tony Ganner la víspera de Navidad? ¿Y por qué? Dos preguntas difíciles de responder, Un tortura mental para Janis, su prometida. Una incógnita para la policía. Y para Dan Rogers, el joven periodista que tanto había luchado por esclarecer la ausencia de Ganner primero, y su extraña muerte después. Ella había esperado hasta las ocho en el estribo de un tren. Le había creído un cobarde, imaginó lo que no era. Mientras tanto el hombre a quien había esperado, estaba muerto en un oscuro callejón vencido por la muerte, sobre el volante de su coche, cuando iba a su encuentro. Una tensa historia de intriga, con extrañas muertes aparentemente sin motivación, pero que trascurre en un delirante carrusel de fuertes emociones, que explotan con gran violencia, en el sorprendente final, obligado en toda buena narración de suspense.
—¡Vera, ponme un café bien cargado! Y un sandwich caliente. —Lo siento, Fred. Tendrás que conformarte con un sandwich frío. Es muy tarde. Ya debería de haber cerrado hace más de un cuarto de hora. —Está bien, Vera. Dame lo que tengas. No soy exigente —sonrió el cliente—. Con tal de que el café ruedas servírmelo… —Por ser para ti, lo haré. Pero, otra noche, procura venir antes. —Lo siento, querida. El camión sufrió una avería, en la carretera. Una nadería, pero perdí casi veinticinco minutos con él. Espero que no vuelva a ocurrir. —Yo también. Con esa nevada, es mejor llegar al parador, y tomar el café caliente. Espera un momento…
La pistola se apoyó en su sien. Era automática. Del nueve largo. —Vamos, Kirby. Sin hacer aspavientos, ¿eh? La pelirroja del seno agresivo, quiso chillar. Todas quieren gritar en casos así. Él la hizo callar, aplastando la mano contra su boca. Se llenó de rouge. Pero ella no gritó. —Quieta, muñeca —dijo—. No es para tanto. El de la pistola miró alrededor. No le gustaba que la cosa se prolongara. Podía entrar alguien en el reservado del Palladium.
Un creciente suspense llena las páginas de esta novela policíaca, centrada en el mundo de la música, y ambientada en su mayor parte en las tórridas playas de Florida. La suplantación de personalidad, y el secreto oculto de una mujer que se esconde temerosa del peligro que amenaza su vida, son los principales ejes de la oscura trama que el autor teje con buen pulso en torno a los angustiados protagonistas.
Se llamaba Marty Rhy.Llegó a Long Beach en los primeros días del verano. No pensaba hacerlo, pero «Blondie» renqueaba un poco. No tuvo otro remedio que hacer escala en Long Beach.«Blondie» era su pequeño yate. Casi una motora, pero algo más que una motora, en realidad. Tenía cuerpo blanco, esbelto y agudo. Superficie de tablas color ocre, brillantes y lustrosas. Una cabina exterior con timón, y una cabina interior, dividida en tres cuerpos o estancias, donde había distribuido su dormitorio, su comedor y cuarto de estudio, y su almacén destinado a toda clase de viandas y provisiones.Marty Rhy estimaba a su pequeño yate, casi tanto como a su propia vida. En realidad, «Blondie» era su mejor amigo. O mejor dicho, su único amigo.
—Lo siento, Doug, pero queda despedido. Y como si el decir esto hubiese sido algo superior a sus fuerzas, mi jefe se recostó con indolencia en su asiento. Era muy natural. Había faltado a mi obligación, largándome sin pedir permiso a nadie. Allí no solía consentirse que los redactores se tomasen las vacaciones por propio impulso. Había perdido mi empleo en el «Journal». Tomé la cosa con filosofía, y dando media vuelta salí del despacho de mi director.
Solly North era demasiado impulsivo. Allyson Craig se lo había dicho muchas veces. Y también el veterano Thomas Graven, su compañero de trabajo. Y tantos otros, fueran del Little Southwest Railway o ajenos a la empresa ferroviaria. Incluso se lo estaba diciendo ahora aquel mejicano de grandes mostachos, amplio sombrero ribeteado con blancos arabescos en torno a la enorme ala, y sonrisa suave, como la de una cobra, si sonriesen las cobras.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Destacaba mucho sobre el árido paraje reseco, agrietado por la ausencia de lluvias, con la tierra cuarteada y áspera. Sólo él y los matojos grisáceos que emergían entre las rocas peladas y los escasos cactos, ponían una nota de diferente color en el amarillento rojizo de la extensión sin fin, bordeada en la distancia por unas lomas arenosas y monótonas. Vestía enteramente de gris. Un gris plomizo, oscuro, que se extendía desde su sombrero de copa plana hasta sus botas polvorientas. El caballo era marrón y blanco, arrogante y ágil, pese al fuerte calor que caía implacable sobre ellos. Los ojos del jinete, bajo el ala abarquillada del sombrero gris, se entornaban entre una inextricable red de arrugas en el rostro curtido. La fuerza del sol era excesiva para soportarlo con los ojos muy abiertos. El color de aquellas pupilas era tan gris como el de sus ropas.
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Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
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Juan Gallardo Muñoz, nacido en Barcelona en 1929, pasó su niñez en Zamora y posteriormente vivió durante bastantes años en Madrid, aunque en la actualidad reside en su ciudad natal. Sus primeros pasos literarios fueron colaboraciones periodísticas —críticas y entrevistas cinematográficas—, en la década de los cuarenta, en el diario Imperio, de Zamora, y en las revistas barcelonesas Junior Films y Cinema, lo que le permitió mantener correspondencia con personajes de la talla de Walt Disney, Betty Grable y Judy Garland y entrevistar a actores como Jorge Negrete, Cantinflas, Tyrone Power, George Sanders, José Iturbi o María Félix. Su entrada en el entonces pujante mundo de los bolsilibros fue a consecuencia de una sugerencia del actor George Sanders, que le animó a publicar su primera novela policíaca, titulada La muerte elige, y a partir de entonces ya no paró, hasta superar la respetable cifra de dos mil volúmenes. Como solía ser habitual, Gallardo no tardó en convertirse en un auténtico todoterreno, abarcando prácticamente todas las vertientes de los bolsilibros —terror, ciencia-ficción, policíaco y, con diferencia los más numerosos, del oeste—, llegando a escribir una media de seis o siete al mes, por lo general firmadas con un buen surtido de seudónimos: Addison Starr, Curtis Garland (y también, Garland Curtis), Dan Kirby, Don Harris, Donald Curtis, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, John Garland (a veces, J.; a veces, Johnny), Jason Monroe, Javier De Juan, Jean Galart, Juan Gallardo (a veces, J. Gallardo), Juan Viñas, Kent Davis, Lester Maddox, Mark Savage, Martha Cendy, Terry Asens (para el mercado latinoamericano, y en homenaje a su esposa Teresa Asensio Sánchez), Walt Sheridan.
—Lo siento, Doug, pero queda despedido. Y como si el decir esto hubiese sido algo superior a sus fuerzas, mi jefe se recostó con indolencia en su asiento. Era muy natural. Había faltado a mi obligación, largándome sin pedir permiso a nadie. Allí no solía consentirse que los redactores se tomasen las vacaciones por propio impulso. Había perdido mi empleo en el «Journal». Tomé la cosa con filosofía, y dando media vuelta salí del despacho de mi director.
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AYER visité la tumba de Marsha. Siempre visito la tumba de Marsha cada cierto tiempo. Cuando vengo a este país y puedo ir allí y depositar un recuerdo. Un recuerdo y una oración. Un recuerdo y unas flores. Un recuerdo y unas rosas. Rosas... Era la flor preferida de Marsha. Siempre me dijo lo mismo: —“Si muero, trae flores a mí tumba, Mark. Flores hermosas. Rosas, por ejemplo... Me gustan las rosas, Mark”.
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¿Cuál es la relación entre el lenguaje en sus diversas modalidades y niveles desde la pura constatación o descripción, hasta la metáfora, la cita, la manifestación de creencias y opiniones con la realidad? ¿Hasta qué punto y con ayuda de qué reglas y leyes podemos establecer que las afirmaciones del lenguaje natural son verdaderas? ¿Qué permite al receptor de un mensaje lingüístico interpretarlo correctamente o incluso traducirlo? Estas y otras preguntas relacionadas han inquietado a la filosofía del lenguaje cuanto menos desde principios del siglo xx y en ellas se refleja, como trasfondo, el definitivo abandono de cualquier garantía metafísica de la verdad y la comprensión del lenguaje humano. Por esto, su grado de verdad e interpretabilidad ya sólo puede explorarse a partir de criterios rigurosamente orientados por la racionalidad inherente al habla, la suposición de que existe una predisposición de comunicación y comprensión y un pertinente anclaje del lenguaje en la experiencia y la percepción.
El aire que respiramos tiene un 21% de oxígeno, una cantidad mayor que en cualquier otro mundo conocido. Aunque podemos dar por sentado nuestro aire, la Tierra no fue siempre un planeta oxigenado. ¿Cómo se volvió así? «Oxígeno» es la narración más actualizada de la historia del oxígeno atmosférico en la Tierra. Donald E. Canfield —una de las principales autoridades en geoquímica, historia de la Tierra y los océanos primitivos— recorre esta vasta historia, poniendo el énfasis en su relación con la evolución de la vida y la química cambiante de la Tierra. Con una narrativa en primera persona accesible y colorista, bebe de multitud de disciplinas, como la geología, la paleontología, la geoquímica, la bioquímica, la fisiología animal y la microbiología, para explicar por qué nuestro planeta oxigenado se volvió el lugar ideal para la vida. Al describir qué procesos, tanto biológicos como geológicos, actúan para controlar los niveles de oxígeno en la atmósfera, el autor rastrea a través del tiempo los registros de la concentración de oxígeno. El lector aprende acerca del «gran suceso de oxidación», el punto de inflexión en que, hace 2.300 millones de años, el contenido de oxígeno de la Tierra se incrementó radicalmente, y Canfield examina cómo la oxigenación creó un entorno favorable para la evolución de los animales. El autor guía a los lectores por las diversas líneas de evidencia científica, considera algunas de las vías erróneas y callejones sin salida que han surgido en el camino, y destaca a los científicos que han hecho los descubrimientos clave en el campo. Mostrando cómo la atmósfera de la Tierra se ha desarrollado en el tiempo, «Oxígeno» conduce a los lectores en un viaje extraordinario por la historia de la oxigenación de nuestro planeta.
Winton era una ciudad tranquila, una ciudad con equilibrio como el de esos diseños móviles que se encontraban en las páginas de las revistas, hace unos cuantos años. Sus escuelas eran buenas, sus calles magnifícas. En Winston no existía la protistución organizada, ni el tráfico de drogas ni el pandillerismo; además, los impuestos eran bajos... Pero cuando se presentó en la ciudad un representante del comité Ciudadanos en Pro del Gobierno Limpio, trataron de eliminar a Tim Smith, el único detective privado de Winston, quien conocía todos los asuntos sucios de los funcionarios públicos: desde el alcalde, hasta el último concejal...
Fue a dar a la cárcel por llamarse Cunt. La verdad es que se apellidaba Künt, con diéresis, pero todos le decían Cunt, y eso, para un norteamericano, es difícil de soportar. Cunt estaba marcado por el fácil juego de palabras de su apellido. Ojo por ojo y broma pesada por broma pesada era una peculiar ley del talión, capaz de llevar a Cunt -o Künt- a las situaciones más comprometidas, desde el robo de una dentadura postiza hasta el audaz y violento atraco a los principales bancos de la ciudad.
¿Qué es un primo? El candidato perfecto para ser estafado. ¿Y quién es el rey de los primos? Fred Fitch, al que han estafado de todas las maneras posibles. Pero nada comparado con lo que le sucederá cuando se entere de la muerte de un pariente, el misterioso tío Matt, cuya existencia ignoraba y que le lega la nada despreciable cantidad de 300.000 dólares. Un botín muy apetitoso para todos los estafadores, embaucadores, farsantes, fulleros, bribones y truhanes de la ciudad de Nueva York, y también para los que se han cargado al tío Matt. Mientras trata de no perder el dinero, Fred Fitch se irá topando con una serie de singulares y picarescos personajes, cuyas intenciones no siempre están claras: una stripper, un abogado, un par de policías, un peculiar médico y un antiguo socio de su tío…
John Dortmunder y su banda son contratados por un embajador africano para robar un famoso diamante, conocido como Balabomo, que cobija celosamente otro país africano. Dortmunder es extremadamente hábil y minucioso, pero lamentablemente desafortunado. Siempre fracasa. Con la suerte de espaldas, se ve condenado a planificar el golpe una y otra vez con una inercia y tenacidad casi religiosas. «La vida es un equívoco constante» parece decir el escurridizo diamante a la banda de Dortmunder. Ellos, impasibles, le intentarán dar caza por tierra, mar y aire. Un diamante al rojo vivo es una de las obras maestras del extraordinario Donald Westlake. Sin lugar a dudas, su novela más hilarante e ingeniosa. Una brillante comedia repleta de equívocos y llena de personajes inolvidables, con la que John Dortmunder, ladrón y gafe profesional, se presenta en sociedad. Todo un mito de la novela negra.
Dortmunder y compañía regresan, ahora para asaltar un banco muy extraño. Lástima que pra ellos las cosas nunca pueden ser sencillas. «Las novelas de Westlake avanzan a ritmo vertiginoso. Es un escritor de insólito talento, de imaginación imprevisible. Es difícil encontrar a un autor que pueda transitar con tal aplomo en farsas de irresistible comicidad y en el realismo más áspero». LOS ANGELES TIMES «Donald E. Westlake es sin duda el número uno de los Estados Unidos». THE NEW YORK TIMES
Una joya robada que pasa de mano en mano con excesiva facilidad.Una de las obras policiacas más divertida de los últimos años.
A la mafia le gusta hacer las cosas bien, le gusta celebrar funerales fetén por la muerte de un viejo camarada, aunque solo fuera un pelanas. Lo malo es que siempre se cometen errores. Alguien olvidó retirar la heroína que se escondía en la americana del fiambre, heroína por valor de un cuarto de millón de dólares, nada, una friolera. No queda más remedio que desenterrarlo y a Nick Rovito, el jefe, no le hace ninguna gracia enterarse de que el ataúd está vacío. Oye, Engel, le dice Nick a su hombre de confianza, tienes que encontrármelo, yo sé que tú me lo vas a encontrar. Así fue como Al Engel se complicó la vida. Descubrió a un muerto, pero no era el que buscaba y la policía se le echó encima. Descubrió a una viuda misteriosa y ojalá no la hubiera conocido. Descubrió que la confianza daba asco. Descubrió que más valía pirárselas a California.
Partiendo del absurdo, manteniéndose en un continuo humor que ennegrece las páginas, Westlake también hace una literatura realista. Las extrañas relaciones entre Art Dodge y las gemelas Elizabeth y Elisabeth (Liz y Betty para los que logran intimar), son una buena prueba.
La novela de un escritor blanco que trabaja de negro, y además haciendo porno...
Policías y ladrones, es la transgresión de la liviana frontera que limita el maniqueo concepto de «buenos y malos». Weslake es uno de los más brillantes y de los más dotados autores de la novela negra americana. ROGER MARTIN Según Weslake: La mafia es la copia patológica de la institución policial, el poder adopta actitudes fascistas, el individuo debe defenderse por sí mismo de la agresividad legal e ilegal que le rodea, la sociedad ha devenido en un caótico delirio donde lo que aún tiene sentido es el instinto de la supervivencia, la lucha para mantenerse incólume en tal estado de cosas corresponde a un itinerario iniciático. JAVIER COMA
¡La novela que ganó el Edgar de 1967, hasta hoy inédita en español! «Donald Westlake es sin duda el número uno en Estados Unidos». NEW YORK TIMES No se pueden heredar 317 000 dólares y además desconfiar de todo el mundo, porque entonces el placer se vuelve locura… Una novela brillante, llena de humor negro.
Westlake va más allá de lo habitual, ahora incursiona en la novela de acción, que al mismo tiempo es un western urbano, y que también es, sin duda, una novela social… Continúe sorprendiéndose.
La historia de una huida que no parece tener final…
Parker no tiene problemas, los causa. Él dejó dinero en aquel pueblo, no importa que fuera robado, y el dinero ha desaparecido. Parker no tiene problemas, los problemas los tiene la mafia local si el dinero no aparece… «Nadie es capaz de describir con mayor maestría que Donald Westlake (Richard Stark) este escenario: el ámbito del crimen y, en él, un antihéroe implacable, obsesionado por una idea fija en un mundo que ignora la moral». THE NEW YORK TIMES
«Donald Westlake es sin duda el número uno en Estados Unidos» (New York Times). «Si hay algún autor que consigue cautivar al lector en cada una de sus novelas no importa la veta que está explotando, el tono en el que ataca o la historia que cuenta, ese es Westlake» (Play Boy). «Westlake es uno de los más brillantes y de los más dotados autores de la novela negra norteamericana» (Roger Martin).
Estos pícaros monjes que no hablan saben más de lo que deberían. Y Westlake, el amo del humor en la novela criminal, sabe mucho más que todos ellos juntos. Un libro que no perdona la carcajada, y que hace alardes de habilidad para mezclarla con el más apasionante suspense.
Los apaches, pueblo del sudoeste de EE.UU., erraron por montañas y desiertos sin abandonar la vida nómada. Carecían de gobierno, adoraban a la naturaleza y evitaban las ceremonias. Divididos en bandas, vivían en sus territorios de caza. Místicos y materialistas al tiempo, creían en fuerzas sobrenaturales y en el 'poder contra los enemigos', que les capacitaba, según la tradición, para derrotar a los adversarios. Se decía que algunos hombres sabios -como Gerónimo, jefe mítico- tenían capacidades adivinatorias. Aunque nunca fueron muy numerosos, los apaches resistieron con éxito a sus enemigos desde principios del siglo XVII hasta finales del XIX. Evitaban las batallas a campo abierto pero si eran acorralados, luchaban hasta la muerte. Valientes combatientes de guerrillas fueron aniquilados por el ejército de la Unión ya que no aceptaron nunca una paz deshonrosa y no se les pudo someter por hambre, a través del exterminio del bisonte. Este libro es la historia de una nación india desparecida. Un pueblo guerrero que, diezmado y enviado a las reservas, nunca perdió su extraordinaria identidad.
Tras la caída de la Antigua República y el exterminio de los Caballeros Jedi, el emperador Palpatine gobierna implacablemente toda la galaxia.Sólo un puñado de hombres valerosos se oponen al reinado del tirano bajo la bandera de la Alianza Rebelde y mantienen viva la esperanza de la libertad. El emperador intentó acabar de una vez por todas con los últimos focos de resistencia mediante la construcción de la Estrella de la Muerte, una gigantesca nave de guerra capaz de destruir planetas enteros. Sin embargo, la intervención de un puñado de héroes logró una victoria inesperada para las fuerzas rebeldes y la destrucción de la mortífera amenaza. La Alianza Rebelde, enfrentada a una lucha desesperada, había conseguido ganar un tiempo precioso, pero una batalla no decide una guerra, y su situación seguía siendo desesperada. El poderío del emperador apenas había mermado y el emplazamiento de la antigua base rebelde ya no era un secreto para nadie.Ahora, en el helado yermo de Hoth, un mundo apartado de las rutas más transitadas, la Alianza ha establecido una nueva base. Hay una gran actividad mientras se comprueban los sistemas y se establecen los perímetros defensivos. En el exterior, las patrullas, a lomos de peludos y malolientes tauntaun, vigilan la aparición de posibles peligros.Una estela de fuego cruza el cielo de Hoth, y mientras Luke Skywalker decide investigarlo, su compañero y amigo Han Solo retorna a la base. Se acerca la hora en que deberá abandonar la Rebelión y regresar a Tatooine para saldar una antigua deuda, un asunto por el cual él y su compañero Chewbacca tienen puesto precio a sus cabezas. Sólo un aspecto lo retiene todavía en Hoth: la hermosa y tozuda princesa Leia, por la que se siente atraído aunque ella se niegue a aceptar que haya nada entre ambos. A medida que transcurren las horas, los asuntos del corazón dejan paso a la preocupación: Skywalker no ha regresado, y a la posibilidad de que le haya ocurrido algo se suma el temor de que las fuerzas del Imperio hayan logrado descubrir el escondite rebelde y estén preparando un ataque. Han Solo decide enfrentarse a la gélida y mortífera noche de Hoth para tratar de encontrar a su amigo.
En este libro podrás conocer más La doctrina cristiana primitiva de la unión divina de Dios Principios básicos de la pneumatología Cómo Dios se revela como Trinidad La visión bíblica y patrística sobre la teología práctica Adéntrate en este recurso fundamental que brinda un objetivo teológico fiel al corazón del evangelio, que el Padre envió al Hijo para que los humanos pudieran participar en la relación del Hijo con el Padre unidos por el poder de Su Espíritu.
Física de la televisión explica, en forma amena y sencilla, los principios de la física aplicados en la televisión y muestra cómo los adelantos en el desarrollo de la televisión en colores arrojan nueva luz sobre los procesos del ojo humano.
Cuando el jefe de Washington le pidió a Matt Helm que se hiciera cargo de una misión secreta en Noruega, Matt naturalmente quiso saber de qué misión se trataba. «Precisan un detective de reputación letal, —le dijeron—. Eso es todo lo que necesita saber». Matt odiaba esos necesita saber. Pero siguió adelante hasta que alguien asesinó a su compañera, la chica que se suponía era su amante. En ese momento Matt se pone lo suficientemente furioso como para hacer estallar la operación secreta hasta el cielo. Una novela de fascinante acción y emocionante suspenso.
Un nuevo caso para Matt Helm, el personaje protagónico de Los Ejecutores: una hermosa joven pelirroja, espía amateur , es asesinada por malhechores profesionales y, lo que resulta extraño, en momentos en que no tenía asignada ninguna misión. Nadie tenía datos de lo que había descubierto, pero obviamente se debía de tratar de algo muy importante y muy sucio. Demasiado para ella, pero no para Matt Helm, que se anota un nuevo triunfo en este tenso relato de terror.
No era una forma pacífica de morir, pero el agente secreto Helm nada podía hacer por él ahora. ¿Liquidar a un agente rival? ¿Anular al buen mozo irresistible? La pobre víctima yacía sin vida en el cuarto de un motel canadiense, sin rastros de cara, corroída totalmente por un ácido. Y la posible culpable del crimen era una mujer a quien Helm debía proteger a cualquier costo.
Esta vez se trataba de una misión doble. Primero, terminar con un importante agente enemigo. Segundo, localizar a la novia desaparecida de un magnate petrolero de Texas. Por alguna oscura razón, ambas misiones estaban conectadas. Matt no sabía cómo, hasta que algunos miembros de la élite internacional desaparecieron también, cerca del infame Triángulo de las Bermudas. Todos creían que habían muerto. Pero Matt Helm descubrió que estaban vivos y que formaban parte de un juego mortal.
Matthew Helm, un exasesino y agente especial del gobierno estadounidense durante la guerra, es reactivado con el nombre en clave de: Eric. Cuando un excolega secuestra a su hija, acepta volver al servicio como asesino y contra-agente que trabaja para una agencia secreta dirigida por «Mac», su oficial superior durante trece años.
Después de un breve curso de actualización, Helm es enviado a Suecia con la tarea de matar a «Caselius», un molesto agente extranjero. Usando su experiencia como fotógrafo como historia de portada, Matt Helm logra identificar a «Caselius», rastrearlo hasta su guarida y sacarlo permanentemente de entre los vivos. Segunda novela protagonizada por Matt Helm, el protagonista, contra-agente y asesino.
Un año después de haber sido reactivado, Helm recibe un mensaje de su exmujer, pidiéndole ayuda, y pronto se encuentra luchando para proteger a su familia de un agente enemigo.
Cuando una agente femenina en México es asesinada antes de que Helm pueda completar su misión de extraerla, se une a la hermana de la mujer mientras lucha por salvar las vidas de varios científicos y congresistas.
Zona sur de Manhattan, Little Italy. El asentamiento de los inmigrantes italianos de la isla. Grandes familias, hombres trabajadores y madres sufridas componen el mosaico de gentes que viven y sobreviven en la gran manzana. Louis Beretti es uno de ellos. Junto con sus amigos, durante su infancia volará cometas en las azoteas de las casas, asistirá a la escuela con la ropa de los domingos, lanzará bocanadas de fuego con queroseno a los comerciantes chinos, robará en una tienda de juguetes.
Ésta no es sólo una novela policial sino también un estudio poco frecuente de aberración psíquica. Thelma Winterton era una mujer común, con un simple sentido del humor. Sus rasgos más femeninos eran su reserva, su risa incontenible y su curiosa predilección por los almohadones. La vida fue dura con ella, ya antes de los diecisiete años, época en que decidió casarse, con los ojos abiertos, aunque no lo suficiente para darse cuenta de su propia condición mental. Cuando logró hallarse a sí misma, su búsqueda de la felicidad sólo podía cumplirse a través del crimen. El relato se halla escrito en un tono contenido, sosegado, que aumenta el interés. Uno llega a conocer íntimamente a los personajes lo mismo que ciertas zonas pretenciosas de Londres donde transcurren los acontecimientos.
«¿Me está pidiendo que recorra la mitad de la galaxia en una nave que tiene mil doscientos años?». Eso era exactamente lo que el guardián deseaba que Zim hiciera. El presidente de la Tierra insistía en que se utilizara para el viaje su nave «Buscadora de Estrellas», y Zim no estaba en situación de discutir. Pero aquella vieja nave desvencijada estaba impulsada a fusión, por lo que tendrían que detenerse y repostar en mundos extraños como mínimo tres veces, y el Primer Ciudadano de la Tierra, maldita bestia arrogante, tenía naves de combate patrullando a la caza de ellos. ¡Iba a ser un largo viaje!
«¿Quiere decir que incluso si tengo éxito es misión suicida?».Latham Billiard miró a los cuatro hombres que tenía ante sí, cuatro hombre que rehuían el encontrarse con sus ojos y que le estaban pidiendo que cruzara en una nave por un «agujero negro» —por el que no podría regresar—, para llegar a un universo extraño y destruir algo absolutamente desconocido. Billiard se resistía a creer lo que estaba oyendo.«Si fracasa —le dijo el general de la Orden—, morirán todos los seres vivientes de nuestro universo».¿Qué podía contestar un mercenario curtido, pero de corazón generoso como Billiard? Después de todo, no es frecuente pedir a un hombre que salve a un universo al que luego no podrá regresar.
Durante su larga carrera empresarial, Donald Trump ha sufrido sorprendentes altibajos y ha afrontado enormes adversidades. En Nunca tires la toalla, el magnate más famoso del mundo habla con franqueza sobre sus mayores retos, sus momentos más bajos y sus peleas más duras; y de cómo convirtió esos contratiempos en valiosos logros. Trump sabe muy bien cómo transformar el fracaso en victoria. Aprendió pronto en su carrera dentro del sector inmobiliario que cada proyecto puede topar con importantes demoras, obstáculos y problemas. Así que comenzó a prepararse para encarar reveses e incluso para acogerlos sin amargura, ya que esa es la actitud que te da la fuerza para afrontar las dificultades y alcanzar tus sueños a pesar de los pronósticos desfavorables. Ser obstinado y tenaz, confiar en uno mismo y no darse nunca por vencido son las claves para encarar una vida llena de desafíos. Inspirador y motivador, Nunca tires la toalla te ayudará a alcanzar tus propias metas personales y a combatir tus derrotas y debilidades. Se convertirá en la mejor herramienta para aquellos que saben que la adversidad y el éxito van en numerosas ocasiones de la mano.
Donald Trump, promotor inmobiliario y estrella del programa de televisión, «El Aprendiz», le pidió a 100 de los expertos más exitosos en el área de los bienes raíces que le dieran el mejor consejo sobre los bienes raíces que ellos habían recibido alguna vez. Las respuestas son perspicaces, prácticas y particularmente útiles para aquella persona que desee obtener ganancias en el incierto mercado actual, sea comercial o privado.
Trump es un ejemplo de cómo pensar en grande y saber cuando respaldar tus opiniones agresivamente ―sin que te importen las críticas― puede ayudarte a maximizar tus logros personales y profesionales.Ahora, por primera vez, ¡aprenderás El Secreto del Éxito de Donald Trump! Aprenderás acerca de:-Tomar impulso: cómo obtenerlo y cómo reencontrarlo.-La venganza: cuándo y cómo conseguirla (y por qué es tan dulce).-«Te quiero, pero ¡toma esto!»: porqué los contratos en la vida profesional y personal son esenciales.-Historias reales sobre personas que han aplicado el secreto del éxito a sus propias vidas.Estas estrategias han sido comprobadas y respaldadas por aquellos que han aprendido El Secreto del Éxito de Donald Trump y han encontrado el éxito en sus propias vidas incluso cuando el mundo parece estar en su contra. Junto a Bill Zanker, un empresario que aprendió estas tácticas de primera mano, este libro te enseñará a tener la ventaja ganadora en todo lo que emprendas.
«El arte de la negociación» proporciona una serie de consejos y estrategias empresariales, los cuales se basan en los negocios y proyectos realizados por el magnate Donald Trump. Como director de la Organización Trump se enfrenta a semanas llenas de trabajo o a la implementación de proyectos fuera de lo común. Sus días laborales están llenos de llamadas, interacciones comerciales e inversiones, las cuales derivan en grandes ingresos. Este libro contiene las memorias y las estrategias de Donald Trump, y gracias a sus anécdotas, podemos tener un mayor conocimiento sobre su filosofía y las anécdotas que vivió durante el desarrollo de la Organización Trump. Además también podremos conocer sus opiniones sobre diferentes negocios y temas controvertidos. Aunque hoy en día la Organización Trump es un emporio industrial de gran magnitud, Trump relata los detalles y los éxitos que lo ayudaron a desarrollar su compañía. Toda esta experiencia le permitió convertirse en uno de los empresarios más reconocidos de Estados Unidos. Esta obra ofrece a los lectores lecciones sobre inversión, desarrollo, psicología y relaciones comerciales.
Rusia, principios del siglo XXI. Una cruenta guerra civil ha dado paso a una paz vigilada. Desde la recóndita ciudad de Murmansk, el inspector de policía Constantin Vadim es trasladado a Moscú para resolver una seria de crímenes cometidos por Monstrum, el protagonista de una terrible leyenda local. Lo sorprendente es que Vadim no ha investigado jamás un caso de homicidio. ¿Por qué entonces le han asignado a él tan comprometida misión? ¿Tendrá algo que ver su asombroso parecido con el nuevo vicepresidente Koba? Vadim acabará descubriendo que cuanto más se acerca a Monstrum menos antagónicos se muestran los dos extremos de la sociedad rusa —la elitista y la de bajos fondos— y que ambos están amenazando con destruir la frágil democracia instaurada en el país. Monstrum es una novela asombrosa y visionaria, una historia de múltiples facetas en la que la relevancia de los ecos históricos y contemporáneos la convierten en un gran thriller político y policial. Ha sido, además, considerada por la crítica como una de las novelas más apasionantes de los últimos tiempos.
Durante tres décadas del siglo V a. C., el mundo fue devastado por una guerra tan dramática, decisiva y destructiva como las guerras mundiales del siglo XX: la Guerra del Peloponeso, un episodio clave para entender el desarrollo posterior del mundo occidental y una guerra que inauguraba una época de brutalidad y destrucción sin precedentes en la historia. El relato contemporáneo los hechos escritos por Tucídides es la fuente principal para conocer esos acontecimientos, pero no la única, y uno de los valores más notables de la obra de Donald Kagan es la escrupulosa y brillante contextualización de los hechos. Autor de la ya clásica Historia de la Guerra del Peloponeso en cuatro volúmenes, Kagan compendia, con el estilo ágil y colorista que le caracteriza, varios años de investigaciones en un ensayo con vocación de ir más allá del ámbito académico. Kagan sintetiza varios años de guerras entre la alianza espartana y el imperio ateniense, el ascenso y caída de un mundo que sigue sirviéndonos aún hoy de punto de referencia para entender el presente... Una de las mejores obras de investigación histórica sobre un conflicto bélico publicado en las últimas décadas, una espléndida crónica del auge y caída de un imperio y de unos tiempos oscuros cuyas lecciones cobran pleno sentido en nuestros días. Esta edición es la versión abreviada para el gran público de la obra que publicó Kagan en 4 volúmenes y que se ha convertido en referencia para todos los estudiosos del mundo antiguo.
«El aspecto más precioso de la vida es su incertidumbre». A partir de estas palabras de un monje budista del siglo XIV, Donald Keene, una de las mayores autoridades en Occidente sobre cultura japonesa, ofrece una elegante y sutil aproximación a la literatura de la era premoderna del imperio del Sol Naciente. Este delicioso ensayo acerca al lector a su poesía, su narrativa y su teatro, desde las que para Keene son las cuatro principales características del concepto nipón de belleza: irregularidad, simplicidad, caducidad y sugestión. Cada capítulo propone además brillantes reflexiones que nos iluminan sobre aquellos elementos culturales que, herederos de una tradición milenaria, se han conservado casi intactos hasta nuestros días. Así, descubriremos por ejemplo que la reducida extensión de sus poemas era originalmente casi una necesidad, por qué en el kabuki los actores representan también los personajes femeninos, la razón por la que los más exquisitos templos están construidos en madera, la preferencia por la cerámica imperfecta o el desbordante entusiasmo de todo un pueblo por la efímera y delicada flor del cerezo.
Por descubrir y propagar que las reglas de su mundo están equivocadas, el psicohistoriador Eron Osa es condenado a vivir sin su 'familiar', el dispositivo cuantrónico que amplifica las capacidades mentales de los seres humanos en la satisfactoria, pero estancada, paz galáctica que ha traído el gobierno en la sombra de los psicohistoriadores. Una amena novela con una profunda reflexión sobre la política y el control y, en definitiva, sobre la libertad humana. Ya en 1942, Isaac Asimov estableció la idea de la Psicohistoria: una ciencia matemática capaz de predecir el comportamiento de sociedades humanas. La famosa trilogía de la Fundación es hoy un clásico indiscutible de la mejor ciencia ficción de la historia. Ahora, tras la exitosa Segunda Trilogía de la Fundación (escrita al final de la década de los noventa por Bear, Benford y Brin), Donald Kingsbury se atreve por fin a rivalizar realmente como el maestro Asimov, al que llegará incluso a vencer con sus propias armas.
Descendientes de una diáspora humana, los habitantes de Geta dominan la biología y desconocen las ciencias físicas. Manipulan los genes y todavía no han sido capaces de inventar ni siquiera la bicicleta. En un mundo hostil que sólo dispone de carne humana, el canibalismo es más que un rito, es una obligación religiosa, un medio que garantiza la supervivencia y, también, la mejora de la especie. Los habitantes de Geta se comen ritualmente al bebé con un cociente intelectual bajo, al anciano llegado al fin de sus días, al criminal o al enemigo vencido. Los ritos lo son todo en un Geta escindido en clanes y donde la lucha por el poder pasa por la selección genética. En este planeta de escasos recursos y de ecología rigurosa y dura, una célula matrimonial, un «cinco», del clan de los Kaiel debe encontrar su nueva compañera. El matrimonio de cinco, tres «hermanos» y dos mujeres, se ha enamorado colectivamente de una mujer con la que desea desposarse, pero el Primer Profeta de los Kaiel les impone otra elección. Problemas amorosos, intrigas políticas, extraños ritos, aventuras y descubrimientos se suceden en una brillante y ambiciosa novela que honra a la mejor ciencia ficción. Donald Kingsbury se muestra como un gran creador de mundos, atento a la ecología, a la antropología y a la psicología de sus personajes. «Rito de cortejo» es un éxito de la mejor especulación con un extraordinario sentido de lo maravilloso. Lo mejor de la ciencia ficción reunido en una sola entrega. La moderna versión de un «Dune» mejorado. Ganadora de los premios Locus (primera novela) y Compton Crook y finalista del premio Hugo.
En El fin del arte Donald Kuspit sostiene que el arte ha llegado a su término porque ha perdido su carga estética. El arte ha sido sustituido por el «postarte», un término inventado por Alan Kaprow como una nueva categoría visual que eleva lo banal por encima de lo enigmático, lo escatológico por encima de lo sagrado, la inteligencia por encima de la creatividad. Remontando la desaparición de la experiencia estética hasta las obras y la teoría de Marcel Duchamp y Barnett Newman, Kuspit sostiene que la devaluación es inseparable del carácter entrópico del arte moderno y que el antiestético arte posmoderno constituye su fase final. A diferencia del primero, que expresaba el inconsciente humano universal, este último ha degenerado en una expresión de estrechos intereses ideológicos. Como reacción a la vacuidad y el estancamiento del postarte, Kuspit señala el futuro estético y humano que traen los Nuevos Viejos Maestros. Amplio e incisivo repaso del desarrollo del arte a lo largo del siglo XX, El fin del arte señala a las artes visuales el camino hacia el futuro.
Tras Hermanos de sangre y The Pacific, Los amos del aire es el libro que ha inspirado la nueva serie de Steven Spielberg y Tom Hanks para Apple TV. Los amos del aire es la historia personal de los bombarderos aliados que en la Segunda Guerra Mundial golpearon con su carga letal el mismísimo corazón del Tercer Reich. Combinando el poder del rigor histórico con la fuerza narrativa propia de la mejor ficción, su aclamado autor, Donald Miller, transporta al lector en un viaje trepidante a través de los cielos teñidos de fuego sobre Berlín, Hannover y Dresde, una guerra sin cuartel con devastadoras consecuencias tanto para la maquinaria de guerra nazi como para el pueblo alemán librada a más de 7000 metros de altitud, unas cotas a las que jamás se había combatido anteriormente y que llevaron a extremos inconcebibles la resistencia física y psicológica de las tripulaciones aliadas. El combate aéreo era mortal pero intermitente: periodos de inactividad y ansiedad eran seguidos por breves descargas de fuego y terror. La campaña de bombardeos angloamericana contra la Alemania nazi fue la operación militar más larga de la Segunda Guerra Mundial, una guerra dentro de otra guerra. Hasta que los soldados aliados entraron en Alemania en los últimos meses de la guerra, fue la única batalla librada dentro de territorio germano. Pero más allá de los aspectos militares, Los amos del aire es un relato tremendamente humano, de la vida en la Inglaterra del momento y en los campos de prisioneros alemanes, donde decenas de miles de aviadores pasaron parte de la guerra, y de las espeluznantes marchas del hambre que los aviadores capturados se vieron obligados a realizar a través del país que sus bombas destruyeron. Elaborado a partir de entrevistas recientes, historias orales y archivos estadounidenses, británicos, alemanes y de otros países, Los amos del aire es un relato autorizado y profundamente conmovedor de la primera y única guerra de bombarderos de la historia.
Basándose en descubrimientos de la fenomenología y del marxismo, Donald M. Lowe, profesor de historia de la Universidad de San Francisco, propone la historia de la percepción como metodología nueva. Con su método, estudia la transformación perceptual en el Occidente moderno, desde la sociedad burguesa de los siglos XVIII y XIX hasta la sociedad burocrática del consumo controlado del siglo XX. El autor muestra cómo, en la sociedad burguesa, la percepción ordenó la forma de experimentar el tiempo, el espacio y la encarnación del Yo. Pasa luego a afirmar que, desde la revolución perceptual de 1905-1915, los antiguos órdenes del tiempo, el espacio y la persona fueron subvertidos por la metacomunicación de las imágenes. La «Historia de la percepción burguesa» atraerá a los lectores interesados en la historia, la filosofía, la estética, la teoría de las comunicaciones y la crítica.
Todo ladrón sueña con cometer el crimen perfecto. Cameron, Thorne y Gun están convencidos de que el robo de joyas que han planeado no puede salir mal, pero los celos, la desconfianza y el miedo condenan a la empresa desde el principio. Uno de ellos muere de una muerte lenta y espantosa; los otros dos descubren que han entrado en el infierno. Pronto, una hermosa mujer y dos hombres desesperados se encuentran atrapados por sus propias acciones. Y cuando el hilo de la tensión se rompe, aprenden que la muerte puede ser una amiga. Donald MacKenzie nació en Ontario, Canadá, y se educó en Inglaterra, Canadá y Suiza. Durante veinticinco años, MacKenzie vivió del crimen en muchos países. "Fui a la cárcel", escribió, "si no con una regularidad deprimente, con demasiada frecuencia para mi gusto". Sus últimas condenas fueron de cinco años en Estados Unidos y tres años en Inglaterra, de forma consecutiva. Comenzó a escribir y vender historias cuando estaba en la cárcel estadounidense. "Trato de hacer exactamente lo que me gusta tan a menudo como sea posible y no creo que sea un psicópata, un chico descarriado, un problema de nuestro tiempo, un pícaro encantador. O alguna vez lo fue. Tenía una esposa, Estrela, y una hija, y dividían su tiempo entre Inglaterra, Portugal, España y Austria.
Paul Henderson es un gran ladrón de joyas en una racha de mala suerte. Tiene una hija de siete años que mantener, así que cuando le ofrecen una asociación en el mayor atraco de todos los tiempos, decide intentar coger las chucherías y huir. Llega a Suiza, donde se va a cometer el crimen, y recibe una invitación a una gala sólo para enfrentarse a una doble amenaza, una traición y un secuestro. Y todo esto es antes de que llegue la noche del robo... Donald MacKenzie nació en Ontario, Canadá, y se educó en Inglaterra, Canadá y Suiza. Durante veinticinco años, MacKenzie vivió del crimen en muchos países. "Fui a la cárcel", escribió, "si no con una regularidad deprimente, con demasiada frecuencia para mi gusto". Sus últimas condenas fueron de cinco años en Estados Unidos y tres años en Inglaterra, de forma consecutiva. Comenzó a escribir y vender historias cuando estaba en la cárcel estadounidense. "Trato de hacer exactamente lo que me da la gana tan a menudo como sea posible y no creo que sea un psicópata, un chico descarriado, un problema de nuestro tiempo, un pícaro encantador. O alguna vez lo fue. Tenía una esposa, Estrela, y una hija, y dividían su tiempo entre Inglaterra, Portugal, España y Austria.
Atractivo, rebelde, seductor, indómito. Casi un caballero… Gracias a la maestría narrativa de Donald McCaig entramos en la vida y la época del renegado y fascinante Rhett Butler, que en esta ocasión es protagonista indiscutible. Su infancia en la plantación, la rebeldía que le lleva a ser desheredado por su padre, el inflexible Langston Butler, y luego expulsado de la academia West Point, los orígenes de su relación con «Madame» Belle Watling, la oposición a la guerra civil y su posterior participación en la misma, y el origen de su fortuna como comerciante en California, son sólo algunos de los episodios que cubre esta novela épica. Y sobrevolándolos a todos, la profunda historia de amor con Katie Scarlett O’Hara, la testaruda, caprichosa, frívola y apasionada mujer cuya vida se verá inextricablemente unida a la suya mucho más allá de lo que ninguno de los dos estaría dispuesto a admitir. Tras doce años de gestación y autorizada por los herederos de Margaret Mitchell, la publicación de Rhett Butler representa un evento cultural internacional. El retrato de uno de los personajes más apasionantes de la historia de la literatura universal renace gracias al talento de McCaig. Esta novela convertirá en realidad los sueños de los miles de lectores marcados de manera indeleble por «Lo que el viento se llevó».
El presente libro, vertido por primera vez al castellano treinta y cuatro años después de su edición en inglés, examina en detalle la obra literaria de Jorge Isaacs. Es cierto que buena parte de sus capítulos se nutren de los escritos que el autor había publicado con anterioridad en español, pero también lo es que sólo con la edición norteamericana en un volumen compacto aquellos materiales dispersos alcanzaron un ordenamiento orgánico. El texto se inicia con un boceto biográfico de Isaacs, para pasar luego al escrutinio de la poesía y de su universo de mayores logros artísticos, . El libro es tan breve como sustantivo. El autor registra lo esencial después de filtrar la abundante documentación sobre Isaacs. Con un estilo directo, sin afectaciones, corrobora una vez más que aquello que se comprende bien se expone bien. La explosión, de sabor clásico armoniosa, coherente y sencillaavanza sin dificultades, en medio de una serenidad controlada, ajena al exceso y a la adulación. Sus páginas registran lo que es y no lo que desearíamos que fuera. La descripción y el análisis corren parejos por los cauces de una frase corta que apresa sin dificultad los rasgos esenciales de Isaacs hombre y de Isaacs artista. Allí la elegancia brota de manera natural de la claridad y llaneza de la escritura, y no de un propósito deliberado por recrear el lenguaje o depurar la frase.
El vagabundo, un hombre alto y delgado, de unos treinta años, intentó doblarse sobre sí mismo para escapar al castigo, pero el fulano que le sujetaba por la espalda le dio con la rodilla en los riñones para que se mantuviera derecho. El gorila le atizó un puñetazo en el vientre.
Los informes que le habían llegado de los distintos Estados del Sur eran verdaderamente alarmantes. Como consecuencia del asesinato del presidente Lincoln, el 14 de abril, bandas rebeldes se habían levantado en armas, dispuestas a seguir combatiendo a las fuerzas de la Unión.
No fue un grito, sino una quejumbrosa exclamación emitida por alguien que, de repente, se hubiera visto inmerso en una extraña y desconcertante situación. Los buitres que habían estado revoloteando sobre el fuerte, silencioso y abandonado, acabaron por marcharse. Uno de ellos, el último en darse cuenta de que en aquel lugar no había el menor vestigio de carroña que pudiera saciar su inagotable voracidad, se posó sobre la rueda de un oxidado cañón.
A la secretaria no le extrañó en absoluto que su jefe hubiera llamado con semejante apodo al recién llegado. Si aquel energúmeno no era el diablo en carne y hueso es que, decididamente, el diablo no existía Henry Donaway avanzo a glandes zancadas hasta el sillón destinado a los vigilantes y se repantigó en el con la cabeza apoyada en el respaldo y las piernas estiradas. Luego sacó una petaca para puros y extrajo de ella un cigarro habano que parecería un poste de telégrafos.
El animal, como si hubiera comprendido a su dueño, aceleró el paso. Desde que había abandonado el territorio de Montana, hacía de eso un par de semanas, no había encontrado a nadie en su camino, salvo algunos alces y antílopes que, asustados por la presencia del hombre, habían rehuido su presencia. David Wender era un espíritu inquieto, un ser ávido de emociones, que no se detenía demasiado tiempo en ningún lugar.
Apenas tendría unos trece años, por lo que resultaba un tanto chocante que llevara en las manos aquella vieja escopeta de caza y que estuviera en aquellos parajes tan solitarios y agrestes, tan alejados de todo lugar habitado. Tom Bogart había llegado allí a caballo, pero ahora iba a pie y avanzaba penosamente a causa del dolor que sentía en la rodilla.
El carromato, tirado por dos caballos, abandonó el patio de la factoría y tomó la ruta que serpenteaba entre las planicies suavemente onduladas de la región para dirigirse a la cercana estación del ferrocarril. Las Destilerías Dalton estaban situadas en Kansas, cerca de Wichita, y se dedicaban exclusivamente a la fabricación de whisky, cuya materia prima, el centeno, la cebada y la avena, le era suministrada por los cultivadores de las granjas vecinas.
El autor utiliza los siete elementos necesarios que toda historia conmovedora debería tener para enseñar a los lectores a mejorar dramáticamente, y de esta manera, conectar con sus clientes para hacer crecer su negocio. El proceso de construcción de una “Storybrand” es una solución probada para contar mejor a tus clientes y consumidores cuál es el valor diferencial que ofreces y por qué deben elegirte a ti por sobre tu competencia. Un libro ideal para todo líder que tiene que comunicar su mensaje tanto hacia dentro como hacia afuera de su empresa. Imprescindible para cualquiera que trabaje en marketing o comunicación de una empresa o negocio, y es tan útil para grandes corporaciones como para el autónomo o tendero de la esquina.
Simplifica tu negocio 60 días para aprender gestión, marketing, ventas, liderazgo y productividad personal. Un nuevo libro de Donald Miller que es más valioso que cualquier curso de una escuela de negocios La mayoría de las personas comienza su carrera profesional sin entender cómo hacer crecer un negocio o una empresa. Es difícil ser exitoso sin un entendimiento básico de cómo funcionan los negocios. En este libro se acompañan sesenta lecturas diarias para dar un salto en tu carrera o negocio. Donald Miller ha aprendido cómo llegar a lo más alto usando los principios que expone en este libro. Es autor del super ventas del Newyork Times ¿Cómo construir una Storybrand? y de Marketing simple
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