La mañana había amanecido fría y áspera. El cielo, de un gris plomizo, extendía su denso manto de nubes sobre las cresterías de la Meseta Negra y un viento crudo y cortante arrastraba a las veces, agudos copos de nieve arrancados de la sierra, donde la masa blanca caía espesa, formando como un velo tupido que cortaba bruscamente la inmensidad del paisaje.
Por la estrecha y accidentada garganta del “Cañón de Kams”, en la parte Norte de Arizona, casi rayando con la divisoria de Utah, avanzaban dos jinetes reciamente envueltos en sus mantas de viaje y con la amplia ala de sus sombreros caída hacia los ojos, para resguardarlos de las tolvaneras de polvo y arena que como un invisible látigo flagelaba el fondo del cañón.
En la tarde azul plena de luz, bajo la caricia de un sol de oro que pintaba rosetones de fuego amarillo en el verdor de las hojas de los pinos y encendía el aire en el que flotaba un polvillo áureo que velaba la inmensidad desierta del paisaje, dos jinetes inclinados anhelantes sobre los cuellos de sus monturas para facilitar a éstas una más veloz carrera, galopaban por la seca y amarillenta llanura en dirección sudeste, buscando en una línea tangente una mancha gris, árida, que se distinguía a algunas millas de distancia.
Cuando el sargento Ned Jasper de la Real Policía Montada penetró en Ottawa luciendo su empolvado y descolorido uniforme, en el que la guerrera roja parecía amarilla en fuerza de haber absorbido el sol y la lluvia, y los azules pantalones semejaban haber sido grises para convertirse en pardos, respiró como si le acabasen de quitar del pecho una enorme losa, mientras sus ojos, que habían perdido la costumbre de captar la vida y el movimiento tumultuoso de las capitales, se cerraban para evitar a su cerebro la vorágine de un marco que le obligase a caer del caballo.
El tableteo de los Colts al estallar secos y rabiosos, empezaba a ser recogido por las estribaciones del Monte Hoad y las cortadas, turbado el silencio augusto que reinaba en ellas aquella tarde de pleno verano, escupían los estampidos, haciéndoles rebotar sobre sus duras paredes, para multiplicarlos en docenas de ecos que hacían más impresionante el tiroteo.
La cuadrilla de Jake Lamb, acosada fieramente por los rurales desde Dallas, se batía en retirada buscando seguro refugio en las fragosidades del monte y defendíase fieramente contra el acoso persistente de los policías que, decididos a darles alcance, llevaban un montón de horas pisando los talones al temible y célebre forajido.
Biondy Dunn, dueño del rancho “Tres Estrellas”, conversaba animadamente con su visitante, Love Croker, indolentemente recostado sobre el sillón frailuno respaldado de cuero en el que solía pasar horas enteras entregado al repaso de las cuentas del rancho y a contestar la bastante extensa correspondencia que recibía con ofertas, más o menos interesantes, para la venta de su ganado.
Dunn era un hombre fuerte, ancho de espaldas, con las manos grandes y callosas, las piernas muy arqueadas a causa de un continuado ejercicio a caballo por sus dilatados pastos. Tenía la cabeza grande, coronada por un pelo áspero y rebelde, en el que ya empezaban a lucir las hebras plateadas de algunas canas.
Aquellos días de Alaska despertaron en el niño el deseo de la búsqueda de los minerales preciosos. El oro, la búsqueda del oro, era su gran pasión. Después de dos años en Alaska vino a la Escuela de Minas, luego empezó la Guerra Mundial y tomó parte en ella como piloto en una famosa escuadrilla de locos aviadores. Ahora era ingeniero de minas en una Compañía de Cananea, Sonora, Méjico. Ya hacía tres años que desempeñaba ese puesto. Méjico le hastiaba. Mientras miraba fijamente su arma, le acudió la idea de lleva a su padre al Sur de Alaska y permanecer junto al anciano caballero en el país que tanto había amado.
David Newberry se convierte por circunstancias, en miembro de «Los corderos», pandilla dirigida por Tottie Green, con la ayuda de la bella y atractiva Belle. En su primera misión es traicionado por sus compañeros y apresado por la policía, lo que le lleva a pasar seis meses en la prisión de Wandsworth.Cuando sale de la cárcel han cambiado muchas cosas: tiene dinero, posición social, pero su deseo de venganza no ha disminuido…
Lluvia de Oro es una de las novelas más emocionantes de Zane Grey, el más formidable novelista de los desiertos y altiplanicies americanos, donde la vida reviste caracteres acentuadamente heroicos.El episodio fundamental de Lluvia de Oro es el éxodo, a través del desierto, de seis de sus principales personajes para salvar a una hermosa española de las garras de un célebre y temido bandido mejicano que codicia tan singular belleza después de haber asesinado y saqueado a su familia.
Siguiendo la pista es la historia de un hombre en busca de sus raíces. Cuando un extraño le pregunta a un joven sobre su madre, de repente se da cuenta de que ella era el único sujeto del que no sabía nada. Deja su hogar y su vida en Nueva York y se dirige al Oeste, en busca de su pasado. Una cabaña en la base de picos gemelos podría darle las respuestas que busca. Es una historia tierna y emotiva. De amores y vidas perdidas en un momento de desorden y agitación…
Era un hombre grande, un hombre fuerte, un hombre que mirarías más de una vez. ¿Quien era él? Todos los hombres, mujeres y niños del valle se lo preguntaban. Luego descubrieron su apellido. Fue suficiente para que en la comarca, cada arma apuntase a la espalda de él…
Mientras viajaba por el mundo, Edison Marshall se ganó la reputación de ser un gran cazador y aventurero en busca de historias...En este caso se trata de un misionero escocés que para hacer penitencia por un pecado de su padre se dirige al Ártico, donde conocerá a una belleza oscura.
Incluso a los cincuenta años, el coronel Stockton tenía una energía desbordante. Fue llamado «Coronel» porque podía comandar un regimiento en el infierno. Crió ganado en un valle de aproximadamente doscientas millas cuadradas al que recorría de cabo a rabo. Allí llegó sonriendo Charlie Lamb, alto y guapo, buscado por la justicia. Sus habilidades con sus puños y su arma eran impresionantes, pero fueron pocas si las comparamos con su habilidad para el romance. Muchas mujeres jóvenes también lo querían. De los mil usos que el Coronel pudo haber encontrado para Charlie, su habilidad romántica era justo lo que el Coronel necesitaba para romper un romance que interfería con sus planes. Pero Olivia, la hija del coronel, también tenía una mente propia y sabía cómo mantener el ritmo de su corazón. Sonriendo, Charlie podía hacer lo que quisiera, y el coronel Stockton estaba acostumbrado a conseguir lo que quisiera…
La partida de póker que ganó Michael Tirrel fue la más desafortunada que jamás haya jugado. Con la ropa nueva que ganó del extraño, y el valioso alfiler de diamante, Tirrel se convirtió en un blanco de tiro desde las llanuras hasta el pueblo de Los Cavallos. Cuando llegó al pueblo, descubrió el por qué…El hombre, cuya ropa llevaba ahora Michael, habían pertenecido al peligroso forajido Bramber que había robado el alfiler. Tirrel sabía que Bramber ya había matado a un hombre por los diamantes, y también sabía que mientras los diamantes fueran suyos, él sería el próximo…
El joven al que llamaban Sleeper era un vagabundo. Estaba contento y llevaba una vida de deriva de un lugar a otro. Pero todo eso cambió cuando escuchó de la existencia de una pistola legendaria con veinte muescas, una pistola que nunca falló. A Sleeper le entró el deseo de tener esa arma. Lo que Sleeper no tuvo en cuenta es que la pistola de veinte muescas era un arma que nunca podría ser poseída. Solo pensaba que un arma como esa sería suya. Que la vida que llevaba desaparecería, y sería un hombre cambiado para siempre.
El Santo errante (The Strolling Saint) es una novela de capa y espada, ambientada en Italia en el siglo XV. Gira en torno a Agostino d'Anguissola, cuya madre lo educó para que fuera un católico estricto y cuyo padre es enemigo de las autoridades papales. Sigue el viaje del joven desde la ingenuidad hasta encontrarse a sí mismo como el Señor de Modlfino
Con toda la pompa y la ceremonia de la Italia medieval como telón de fondo colorido, Sabatini recrea magistralmente la intriga política y las lealtades equivocadas que reinaban mientras el 'Estandarte del Toro' ondeaba victoriosamente sobre la tierra. Tejiendo hábiles descripciones y caracterizaciones enérgicas en eventos históricos, esta es la notable historia del notorio Cesare Borgia desde el punto de vista del urbiniano; el peruguiano; y el veneciano.
La escena era dulce y tranquila. Un escenario, además, brillante y luminoso, porque a la paz y la calma del ambiente de aquel final de otoño, se unía el encanto maravilloso de un día radiante y un sol de oro que lucía en un cielo sin nubes.
Dos hombres acababan de llegar a un lugar, sito en la cima de una loma, a orillas del río, al que Ruggles llamaba «su estudio». Un lugar silvestre, con el río bravo y silencioso corriendo al pie de la colina, y rodeado por la gloria verde de los bosques grandiosos. El suelo estaba cubierto de un césped verde y tierno. Y la paz y la quietud del paisaje cándido y grandioso, parecía impregnar también a los hombres, tocados de majestad.
Alan FieldField y Reid Kindale fueron compañeros una vez, montando el campo de tiro uno al lado del otro. Ahora son enemigos jurados que juegan un peligroso juego de persecución. Kindale es el jefe de una banda de forajidos y Field es el sheriff del condado que los persigue. El hijo de Kindale, Monvoo, se ha criado entre los forajidos y se embarca en una cruzada para descubrir el misterio entre Field y su padre.
Kingswell tatareaba una alegre canción mientras abría su cuarto en el Hotel Cecil; luego penetró en él y cerró suavemente la puerta. La camarera había olvidado correr las cortinas y la luna difundía una luz etérea por el dormitorio. Puso su mano un momento en el conmutador eléctrico y la separó sin haberlo hecho girar. Díjose que la iluminación lunar hacía innecesaria la artificial.