La moderna industria alimentaria, además de condenarnos a comer con frecuencia productos perniciosos para la salud, contribuye al calentamiento global y al despilfarro de recursos fundamentales, como el suelo o el agua. El lector descubrirá en este libro doce revolucionarias propuestas económicas dirigidas principalmente a transformar tanto la agricultura como la producción de alimentos. Gunter Pauli nos describe aquí una serie de proyectos ya en marcha en diversas regiones del mundo que racionalizan el uso de los recursos y multiplican los beneficios sin destruir el medio ambiente; también aporta estrategias económicas que, imitando los procedimientos de la propia naturaleza, ayudan a regenerar los ecosistemas y han salvado de la escasez a numerosas comunidades.
Esta obra demuestra que el sistema de producción de alimentos es la auténtica clave de la transformación hacia una economía 3D capaz de generar riqueza para las comunidades y crear dignidad para todos los seres humanos, mientras reduce las desigualdades y los efectos más peligrosos de la degradación medioambiental.
En algún momento del pasado, nuestros ancestros australopitecinos abandonaron la protección de los bosques y se aventuraron a caminar erguidos por las sabanas africanas. Aquellos primeros pasos, unidos a una creciente ingesta de carne y al uso de las primeras herramientas, iniciaron una carrera evolutiva que, cerca de cuatro millones de años más tarde, ha permitido al Homo sapiens extenderse a lo largo del planeta y colonizar todos los ecosistemas. Este libro cuenta la fascinante historia de los hitos que han jalonado la evolución del linaje humano en la Tierra: desde el bipedismo, la pérdida del vello corporal y el aumento de la masa cerebral hasta el comportamiento cooperativo, la «invención» de la infancia y la adolescencia, la solidaridad grupal con los enfermos y ancianos, y el desarrollo de un lenguaje altamente complejo y del pensamiento simbólico. Genes, cerebros y símbolos es una extraordinaria aportación a la historia de nuestros orígenes, una esclarecedora descripción de la naturaleza humana, del lugar que ocupamos en la biosfera y de los retos planteados a nuestra supervivencia como especie.
En estas animadas memorias, el autor nos narra, entre otras cosas, su vida «anterior a la doble hélice», su implicación en el descubrimiento del mayor adelanto científico del siglo XX, la forma en la que la historia del DNA fue finalmente llevada a la pequeña pantalla y cómo la ruptura del código genético y el inicio de la revolución biológico-molecular se dieron por la simple combinación de elección y azar. Para el estudio de esta obra, Crick se inspira en la «Oda sobre una urna griega», del poeta Keats, en la que este afirma que belleza y verdad son sinónimos. En su estilo chispeante y ameno Crick explora, en Qué loco propósito, la complejas relaciones que encuentra entre ambas, entre la teoría y la práctica de las ciencias y en la vida misma. De este libro Linus Pauling, Premio Nobel de Química en 1954 y Premio Nobel de la Paz en 1962, dijo : «Una interesante descripción de la vida de un científico y su participación en el descubrimiento de la estructura de doble hélice del DNA, uno de los descubrimientos más importantes de la historia». Actualmente Francis Crick es profesor en el Salk Institute de La Jolla, California, y el mundo entero lo considera uno de los grandes sabios de nuestro siglo. Este libro ha alcanzado un éxito desbordante en Los Estado Unidos y en otros países donde se ha traducido, pues el autor consigue transmitir al lector curioso y ajeno al mundo científico, en qué consiste la exaltación de descubrir aquello que se persigue con entusiasmo y tesón.
Al preguntarse si la mente y la materia (el sujeto y el objeto, el yo y el mundo exterior, etcétera) son dos cosas muy distintas o, por el contrario, la misma y única cosa, así como qué lugar ocupa la conciencia en la evolución de la vida y qué papel desempeña en las cuestiones morales el estado de desarrollo de la mente humana, Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física, invade sin reparos terrenos tradicionalmente ocupados por filósofos, teólogos, psicoanalistas y hasta, en determinados aspectos, políticos.
Cuando Schrödinger plantea, por ejemplo, la cuestión de si todavía puede esperarse algún desarrollo biológico en el hombre de hoy o la de cómo puede darse su evolución intelectual paralela, las respuestas, rotundas, inquietarán a algunos y escandalizarán a otros. Además de la luz que aporta a la cada vez más candente discusión sobre el porvenir del hombre, el mayor mérito de este libro es el de obligar a pensar. Es difícil que quien lo lea permanezca indiferente e, indefectiblemente, algo se pondrá en movimiento en sus criterios preconcebidos.
Como muy bien dijo de este librito el crítico del Scientific American, J. R. Newman: «Lo lees en unas horas; lo recuerdas durante toda la vida…».
Presentamos al lector el texto de dos breves conferencias sobre el mismo tema, el tiempo, dadas por Ilya Prigogine a pocos años de distancia una de la otra. Originadas ambas por una invitación de la empresa Montedison, tienen solamente del escrito circunstancial la frescura y el tono de divulgación obligados por las limitaciones del medio: una exposición oral para un auditorio no especializado. Con el mérito añadido de ofrecer, en pocas páginas y sin el auxilio de complejos aparatos matemáticos, con gran claridad, las sólidas tesis de su autor. Esto es lo que nos ha convencido de la utilidad de la publicación conjunta de las dos conferencias. La breve nota biográfica y el texto de la conversación que las preceden introducirán al lector en la compleja problemática que nos presenta Prigogine.
Gaia, la diosa griega, era la madre tierra para los antiguos. James Lovelock, en cambio, reemplaza aquí el mito por la ciencia. Exponiendo los últimos descubrimientos en geología, geoquímica, biología evolutiva y climatología y aportando su propia investigación en este terreno, nos ofrece una nueva síntesis científica en ar monía con la concepción griega de que la Tierra es un todo viviente, coherente, autorregulador y autocambiante, una especie de inmenso organismo vivo que se extiende desde el mismo corazón ardiente de la Tierra hasta la atmósfera exterior. En 1979, Lovelok esbozó por primera vez esta teoría en Gaia : una nueva visión de la Tierra, La polémica enfrentó inmediatamente a los científicos, que tendieron a marginarla. Pero, en menos de diez años, se convirtió en tema prioritario entre científicos de distintas disciplinas. En Las edades de Gaia, Lovelock pone a punto su teoría y adelanta hipótesis provocadoras. El efecto invernadero, la desforestación, las lluvias ácidas, los agujeros en la ozonosfera, la energía nuclear y la actividad del hombre en la biosfera son tan sólo algunos de los conflictos con los que Lovelock se enfrenta en este libro que nos habla de la Tierra y de nuestro futuro en ella desde una perspectiva para nosotros, hoy, absolutamente fascinante.
«Este mundo, que aparentemente ha renunciado a la seguridad de las reglas estables y permanentes, es, sin lugar a dudas, un mundo de riesgo y aventura. No puede inspirar confianza ciega; a lo sumo, quizás, el mismo sentimiento de discreta esperanza que ciertos textos talmúdicos parecen atribuir al Dios del Génesis». Así habla Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1977 por sus trabajos en el campo de la física, concretamente por la formulación general de la termodinámica de los procesos irreversibles y, en particular, por el análisis de un nuevo estado de la materia: estructuras disipativas, o el orden por fluctuaciones. Y, en otro lugar, también de este libro, continúa: «He tratado de destacar que, en nuestro tiempo, nos hallamos muy lejos de la visión monolítica de la física clásica. Ante nosotros se abre un universo del que apenas comenzamos a entrever las estructuras. Descubrimos un mundo fascinante, tan sorprendente y nuevo como el de la exploración en la infancia. […] Hoy en día, casi a finales del siglo, seguimos siendo incapaces de prever adónde nos llevará este nuevo capítulo de la historia humana, pero podemos estar seguros de que, con él, se abre un nuevo diálogo entre el hombre y la naturaleza». Jorge Wagensberg, director de esta Colección Metatemas, y el propio Ilya Prigogine hicieron la selección de los diez ensayos reunidos con el título general de: «¿Tan sólo una ilusión?». Estos trabajos se sitúan entre 1972 y 1982.
No tenemos ningún reparo en afirmar que «El quark y el jaguar» es sin duda alguna uno de los libros de ciencia más importantes de las últimas décadas. Su autor, Murray Gell-Mann, que recibió el Premio Nobel de Física en 1969, es precisamente el descubridor del quark, partícula del átomo de la que están formadas todas las demás partículas, y «El quark y el jaguar» es el libro en el que expone cómo ha vivido y sigue viviendo esa aventura intelectual entre lo simple y lo complejo. Un quark en un átomo es algo simple ; un jaguar en la noche de la selva es algo complejo. A partir de esta comprobación, Gell-Mann reflexiona acerca de la complejidad, ese nuevo reto de la física y la matemática que mantiene expectantes a los estudiosos de otras disciplinas menos duras como, por ejemplo, la biología, la economía, la arquitectura, el arte y la psicología. «El quark y el jaguar» es un libro fundamental para comprender la naturaleza de ese reto, porque investiga las conexiones entre las llamadas leyes fundamentales de la física y la asombrosa complejidad y diversidad del mundo natural que nos rodea. Gell-Mann maneja la analogía y la paradoja con agilidad y brillantez, y se plantea preguntas tan sorprendentes como ¿qué hay de común entre un niño que aprende su lengua materna y una cepa de bacterias defendiéndose de un antibiótico? o ¿en qué se parecen el investigador científico que tantea nuevas teorías y el artista que duda delante de su obra?
«Microcosmos» tiene la facultad de hacernos pensar, a partir de la experiencia y del conocimiento científicos, acerca de los eternos interrogantes existenciales del ser humano: qué hacemos aquí, de dónde venimos y, ante todo, hacia dónde vamos. Son científicos como Lynn Margulis los que cambian la visión preestablecida que tenemos del mundo que nos rodea y del que formamos parte. Hace miles de millones de años sólo había microbios y hoy existe, por ejemplo, la civilización humana. Cabe preguntarse, pues, cuál es la relación entre la especie humana y el resto de las formas vivas. Lynn Margulis ha desarrollado una de las teorías más imaginativas (¡y más bellas!) sobre cómo aquellos habitantes del microcosmos se «asociaron» para crear nuevas formas que, a su vez, lograron transformar el planeta en el que había de continuar la evolución que llega hasta nosotros. Nada parece ser exclusivo de la especie humana: sus poderes no son únicos, su existencia no es la culminación de nada. Los microbios cubren nada menos que las cinco sextas partes de la historia de la vida, viven en nosotros y nosotros en ellos, ellos nos han «inventado», al ser ellos los que establecieron las bases químicas y estructurales fundamentales en las que todavía se basa cualquier forma de vida. La idea central de Margulis y Sagan es, pues, la simbiosis; es decir seres simples especializados en diferentes funciones establecen sucesivas alianzas y pactos para crear superestructuras cada vez más generales y complejas. La idea de competencia y supervivencia del más apto desaparece, para ellos, frente a esta nueva idea, basada en la interacción continua, la cohabitación y la mutua dependencia de las distintas especies. Aprenderemos así, después de la lectura de este libro, cuál es el papel de la conciencia humana en esta prodigiosa saga.
Los científicos vienen afirmando desde hace ya varias décadas que la ciencia del siglo XXI será la de los sistemas complejos. Y es que en la base de todo sistema complejo —desde el comportamiento de las moléculas hasta las medidas que deben adoptar los Estados para lograr el equilibrio con la naturaleza— subyace una serie de reglas que, una vez identificadas, contribuirán a unificar ampliamente las ciencias de la vida.
Roger Lewin ha querido reunir aquí las ideas de los auténticos pioneros de este descubrimiento para que podamos seguir de cerca la hermosa aventura en la que ya nos hemos embarcado todos irremediablemente.
Desde las colinas que rodean el Cañón del Chaco en Nuevo México hasta los páramos del condado de Devonshire, desde la selva de Costa Rica hasta los laboratorios más sofisticados de Estados Unidos, conversando entre muchos otros biólogos, matemáticos, físicos y químicos, con científicos tan célebres como Edward O. Wilson, entomólogo creador de la sociobiología, Stephen Jay Gould, protagonista de la polémica sobre la noción del progreso en la evolución biológica, James Lovelock, cuya hipótesis de Gaia ha conmocionado el debate sobre el orden emergente, Murray Gell-Mann, físico ganador del Premio Nobel por el descubrimiento de los quarks, o Chris Langton, estudioso de los sistemas complejos adaptativos en las culturas del sudoeste norteamericano, Lewin no sólo ha levantado un auténtico mapa del recorrido realizado hasta hoy por lo que pronto se conocerá como Teoría de la Complejidad, sino que ha trazado la apasionante historia de la lenta, pero obstinada, conquista de sus descubridores.
El siglo XX pasará sin duda como uno de los periodos en que la humanidad habrá presenciado los cambios científicos más revolucionarios de su historia. Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física, fue, junto con Einstein, uno de los primeros en contribuir a estos cambios. Sin embargo, en 1948, cuando dictó el curso que, poco después, se convirtió en el libro que publicamos ahora, aconsejaba a sus discípulos que volvieran su atención hacia los pensadores de la Antigüedad, pese a todos los adelantos científicos de que entonces ya se disponía. Su interés por los orígenes del pensamiento científico parte de la preocupación por conocer las causas intrínsecas del conflicto entre religión y ciencia, entre filosofía y física, conflicto que se ha ido agravando desde el renacer de la ciencia en el siglo XVII hasta nuestros días y que surge de una pregunta primordial, aún no resuelta: ¿de dónde vengo y adónde voy? Pues, Schrödinger, sumergido por su propia actividad en la investigación de la naturaleza profunda de la realidad física, se propuso intentar descubrir cuál es el lugar de la humanidad en relación con esta «realidad» y averiguar cómo los grandes pensadores del pasado examinaron esta cuestión. ¿Quién mejor que él para guiarnos a nosotros en esta apasionante exploración de los orígenes, cuando filosofía y ciencia formaban parte de un único pensamiento?
Benoît Mandelbrot es conocido como el «padre de los fractales». Pero ¿qué es la geometría fractal? Concedamos la palabra al propio Mandelbrot: «¿Por qué a menudo se describe la geometría como algo "frío" y "árido"? Una de las razones es la incapacidad de describir la forma de la nube, una montaña, una costa o un árbol, porque ni las nubes son esféricas, ni las montañas cónicas, ni las costas circulares, ni el tronco de un árbol cilíndrico, ni un rayo rectilíneo. […] Creo que muchas formas de la naturaleza son tan irregulares y fragmentadas que la naturaleza no sólo presenta un grado mayor de complejidad, sino que ésta se nos revela completamente diferente. […] La existencia de estas formas representa un desafío : […] la investigación de la morfología de lo «amorfo". […] En respuesta a este desafío, concebí y desarrollé una nueva geometría de la naturaleza y empecé a aplicarla a una serie de campos. Permite describir muchas de las formas irregulares y fragmentadas que nos rodean, dando lugar a teorías coherentes, identificando una serie de formas que llamo fractales. […] Algunos conjuntos fractales [tienen] formas tan disparatadas que ni en las ciencias ni en las artes he encontrado palabras que lo describieran bien. El lector puede hacerse una idea de ello ahora mismo con sólo echar una rápida mirada a las ilustraciones de este libro». Y termina : «Contra lo que hubiera podido parecer en un principio, la mayoría de mis trabajos han resultado ser los dolores de parto de una nueva disciplina científica». Lo son, en efecto, de tal manera que esta nueva disciplina, la geometría fractal de la naturaleza, protagonizan hoy múltiples investigaciones en todos los campos de la ciencia.Benoît Mandelbrot es conocido como el «padre de los fractales». Pero ¿qué es la geometría fractal? Concedamos la palabra al propio Mandelbrot: «¿Por qué a menudo se describe la geometría como algo "frío" y "árido"? Una de las razones es la incapacidad de describir la forma de la nube, una montaña, una costa o un árbol, porque ni las nubes son esféricas, ni las montañas cónicas, ni las costas circulares, ni el tronco de un árbol cilíndrico, ni un rayo rectilíneo. […] Creo que muchas formas de la naturaleza son tan irregulares y fragmentadas que la naturaleza no sólo presenta un grado mayor de complejidad, sino que ésta se nos revela completamente diferente. […] La existencia de estas formas representa un desafío : […] la investigación de la morfología de lo «amorfo". […] En respuesta a este desafío, concebí y desarrollé una nueva geometría de la naturaleza y empecé a aplicarla a una serie de campos. Permite describir muchas de las formas irregulares y fragmentadas que nos rodean, dando lugar a teorías coherentes, identificando una serie de formas que llamo fractales. […] Algunos conjuntos fractales [tienen] formas tan disparatadas que ni en las ciencias ni en las artes he encontrado palabras que lo describieran bien. El lector puede hacerse una idea de ello ahora mismo con sólo echar una rápida mirada a las ilustraciones de este libro». Y termina : «Contra lo que hubiera podido parecer en un principio, la mayoría de mis trabajos han resultado ser los dolores de parto de una nueva disciplina científica». Lo son, en efecto, de tal manera que esta nueva disciplina, la geometría fractal de la naturaleza, protagonizan hoy múltiples investigaciones en todos los campos de la ciencia.
Leer estas páginas es maravillarse ante el misterio de la vida. En el capítulo cuarto, por ejemplo, Sir Charles nos invita a asistir a un milagro, el de la autoformación de un delicado, sofisticado y perfecto instrumento: el ojo. Se trata de la invitación de un gran científico y espléndido escritor que tuvo mucho tiempo para dejarse fascinar por el problema del fenómeno llamado vida (¿existe -seamos serios- algún otro problema?), pues dispuso de noventa y cinco años para semejante tarea. Es este el texto culminante de un científico (por deseo expreso), de un historiador (por curiosidad natural) y de un filósofo (inevitablemente). Las reflexiones de Sir Charles Sherrington arrancan del conocimiento antiguo y medieval, y muy en especial de la obra del sorprendente Jean Fernel, médico de cámara de Enrique II de Francia, que alcanzó una enorme reputación y ejerció una gran influencia en el siglo XVI. El «nuevo Galeno», como se le conocía entonces, parece haber aceptado también, desde el pasado, atender a la misma invitación que Sherrington nos hace a nosotros, sus lectores de hoy. De hecho, se siente, al leer este libro, como si otras personas lo estuvieran haciendo a la vez, discretamente, por encima de nuestro hombre: ¡Fernel y el propio Sir Charles!
A lo largo de la historia de la vida en la Tierra, han tenido lugar cinco grandes extinciones, la más reciente hace 65 millones de años, cuando los dinosaurios perecieron en un brevísimo lapso de tiempo. En todas ellas desapareció al menos el 65 por ciento de las especies aún vivientes. La causa de esas extinciones es aún materia de controversia: ¿repentinos cambios climáticos, asteroides, dificultades de evolución? Sin embargo, las consecuencias y las características de estas catástrofes parecen seguir todas una misma pauta. Aportando pruebas científicas irrefutables, Richard Leakey y Roger Lewin demuestran que la sexta extinción ha empezado ya: el hombre barre la faz de la Tierra a trescientas especies vivas al año. Una amenaza para el planeta y para la especie «Homo sapiens»… Si no tomamos conciencia de las devastadoras consecuencias de nuestra conducta rapaz y aniquiladora, la especie humana podría caer (tras el mastodonte, el alca gigante o la paloma miradora) en el olvido de la extinción. Leakey y Lewin vuelven su mirada, no sin preocupación, hacia el futuro de la vida, un futuro no tan lejano y que presagia un final.
Nos encontramos aquí en los altos y al parecer inabordables riscos de un supuesto monte, el Monte Improbable. Sus cimas representan, para Richard Dawkins, la combinación de perfección e improbabilidad que cualquiera puede encontrar en los seres vivos. Desde la conjunción de fuerza y sensibilidad de la trompa de un elefante hasta el camuflaje vital de una hormiga escarabajo, el mundo viviente está poblado de criaturas que parecen milagrosamente «diseñadas» para la vida que llevan, criaturas todas ellas que parecen haber alcanzado su punto óptimo, la cúspide imposible.
Gracias a Dawkins comprobamos que estos complejos y brillantes rasgos no se han conseguido por casualidad —lo que equivaldría a escalar con un simple salto la cara escarpada, cortada a pico, de la montaña—, sino por una evolución acumulativa y gradual —que representa la pausada y larga senda que asciende a la cumbre—, infinitamente lenta para los parámetros de la historia humana. Para ello, Dawkins conduce al lector a través de los espectaculares paisajes montañosos del mundo natural y nos invita a visitar, por ejemplo, el fascinante mundo de las telas de araña o a contemplar los higos como si fueran un jardín para una concurridísima colonia de insectos.
Ya en sus libros anteriores, Richard Dawkins ha revelado la gloriosa variedad y la unidad que subyace en la vida sobre la Tierra. En Escalando el Monte Improbable contagia al lector su pasión por la interminable variedad y adaptabilidad de los genes y sus asombrosas consecuencias, ofreciéndonos una atractiva y erudita descripción de muy variados fenómenos biológicos para los que propone explicaciones sencillas.
Inagotable repertorio de lúcidas sugerencias, estas Ideas para la imaginación impura nos descubren las imprevisibles fuentes de inspiración del científico. Según Jorge Wagensberg, cualquier estímulo puede alimentar la imaginación científica creadora: una experiencia personal, una intuición, una creencia, incluso un prejuicio ideológico… Todo vale. La imaginación científica es intelectualmente omnívora. Pero no todo es imaginación en ciencia, también existe un método. Y en el método está la diferencia con otras formas de conocimiento, como el arte o la revelación. De hecho, el progreso de la ciencia se nutre de la discrepancia recurrente con las enseñanzas de los maestros, por grandes que éstas hayan sido. La creatividad científica, por tanto, se mueve por algún lugar entre la disciplina y el caos, la voluntad y el dejarse llevar, el rigor y el desenfado, la analogía y la paradoja, la continuidad y la revolución. En este territorio fronterizo se encuentra, para asombro del lector, muchas de las vivencias a partir de las cuales un pensador tan original y brillante como Wagensberg extrae principios generales sobre lo verdadero y lo falso, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo simple y lo complejo, sobre el tiempo o la emoción… Como dice el autor, se trata de reflexiones «en su propia sustancia», ya que están enriquecidas con auténticas confesiones sobre el momento, lugar y circunstancias en que surgen y se abren paso las ideas, un entretenidísimo dietario del quehacer diario de un científico singular.
Son muchos los seres vivos que demuestran que el sexo no es necesario para la reproducción. Entonces, ¿por qué existen otros, entre los que nos incluimos, que optan por una vía, en principio, más complicada? ¿Qué hay de poderoso y misterioso en el mecanismo sexual que escapa a cualquier previsión? En «¿Qué es el sexo?» Lynn Margulis y Dorion Sagan explican cómo, para los seres que lo necesitan para reproducirse, el sexo es una parte crucial del proceso constante de transformación de energía mediante el cual, y de manera placentera, esos mismos seres vivos sobreviven y multiplican sus complejidades. Pero no sólo hay un trasfondo termodinámico que, como se nos aclara en el libro, se ha adaptado a una Tierra estacionalmente cambiante, en un universo saturado de energía. También hay que tener en cuenta que, mediante la reproducción sexual, evolucionaron los animales y comenzó la selección de pareja, de manera que los propios organismos, al escoger unos compañeros sexuales y no a otros, influyeron en su propia evolución. La búsqueda de pareja contribuyó asimismo a configurar nuevos tipos de sociedades, algunas incluso en las que el sexo ha sido suprimido, como las de las abejas. Continuación de «¿Qué es la vida?» (Metatemas 45), el libro donde Margulis y Sagan se adentraron en las bases de la vida siguiendo los pasos de Erwin Schrödinger, «¿Qué es el sexo?» es una investigación biológica y filosófica que emplea la ciencia para desenmascarar concepciones erróneas, tanto populares como científicas, y para exponer ante el lector, con la claridad que merece, la sexualidad y su historia.
La lógica de lo viviente quiere ser la historia de las preguntas formuladas en relación con la herencia; la historia de los esfuerzos para que se abran paso las nuevas preguntas o, sencillamente, se reformulen las clásicas. Siguiendo esa interrogación constantemente replanteada en los últimos siglos, Jacob nos muestra cómo se ha ido transformando la concepción de la vida y del ser humano, y cómo las respuestas abandonaron el marco de la revelación divina para convertirse en materia de investigación.
Cuando El azar y la necesidad se publicó en Francia, en 1970, hacía exactamente cinco años que su autor, Jacques Monod, había recibido el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Pero su éxito mundial se debió al escándalo que suscitó no sólo entre científicos, sino también entre filósofos, pensadores y —fenómeno aún más insospechado— políticos. Quizá la clave resida en las propias palabras de Monod:
«Resulta hoy día imprudente, por parte de un hombre, el empleo de la palabra filosofía. (…) Tengo una sola excusa que considero, sin embargo, legítima: el deber que la actualidad impone a los hombres de ciencia de pensar su disciplina en el conjunto de la cultura moderna para enriquecerla así, no sólo con importantes conocimientos técnicos, sino también con ideas arraigadas en su ciencia particular que puedan considerarse humanamente significativas. La misma ingenuidad de una mirada virgen (y la de la ciencia lo es siempre) pueden alumbrar con una luz nueva viejos problemas…(…) Asumo por entero la plena responsabilidad de los desarrollos de orden ético, y hasta tal vez político, que no he querido evitar por peligrosos que fuesen, o ingenuos, o demasiado ambiciosos que pudiesen parecer: la modestia conviene al sabio, pero no a las ideas que lo habitan y que debe defender».
Este ensayo se elaboró a partir de una serie de conferencias pronunciadas por Monod, en febrero de 1969, en el Pomona College, California, y que fueron también motivo de un curso en el Collège de France entre 1969 y 1970.
¿Es la ciencia un modo de entender el mundo que lo priva de cualquier sentido poético? ¿Se esfuma todo atisbo de magia en cuanto el científico desentraña el funcionamiento de la naturaleza? Cuando Newton, con un simple prisma, descompuso la luz blanca en el espectro de colores que se oculta tras ella, ¿despojó de lirismo al arco iris, como le recriminó Keats en un célebre poema?
Desde la astronomía y la genética hasta el lenguaje y la realidad virtual, Richard Dawkins nos demuestra —y nos convence con ejemplos irreprochables— que la ciencia también entraña belleza; y que el descubrimiento de los mecanismos que rigen los fenómenos naturales no sólo no destruye su poesía sino que la ensalza, revelándonos aspectos sorprendentes que de ninguna otra manera podríamos apreciar o imaginar. Con un enorme caudal de citas poéticas, Destejiendo el arco iris sugiere que puede aprenderse mucho de los poetas, que la ciencia debería saber recurrir a imágenes y metáforas inspiradoras que facilitarían una comprensión profunda y una investigación fértil.
Pero además de un manifiesto a favor de la poesía de la ciencia, Destejiendo el arco iris es también un alegato contundente contra los abusos de las seudociencias y un ataque contra los astrólogos, cartomantes y espiritistas que manipulan deshonestamente la credulidad y el ansia de sorpresa innatas en el ser humano. Una crítica, en definitiva, contra la «mala poesía» de algunas teorías, que en el texto se desmontan con pormenor.