En su prólogo a esta edición, Michel Tournier concluye: “Un día u otro habrá un estudiante con gafas o una estudiante con lentillas lo bastante excéntricos y fisgones como para desenterrar de debajo del polvo de las bibliotecas a ese novelista francés de la segunda mitad del siglo XX que se esforzaba por encarnar los mitos eternos en personajes e historias de su tiempo. Les dedico una sonrisa a esos lectores improbables”. El mito de Robinson Crusoe en Viernes o los limbos del Pacífico, el amor y el nazismo en El Rey de los Alisos, la oscura relación entre dos hermanos gemelos y el viaje iniciático en Los meteoros son los grandes temas y motivos de esta deslumbrante trilogía narrativa.
Gran estruendo las saca del sopor, bomba o terrible colisión en inmediación cercana. Asoman fisonomía al balcón para averiguar, cogote volador punta de cuerpo equilibrista en el vacío, enterarse de qué pasó, qué onda, solo ven a otres vecines en la misma. Vikinga Bonsái vive con Maridito, que está de viaje en la selva paraguaya y con quien tiene un hijo adolescente: Pequeña Montaña. El recorrido de sus días está trazado por una bicicleta que no conoce más itinerario que Boedo-San Cristóbal-Boedo, llevándola de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, previa parada en el chino para aprovisionarse según dicta un menú que siempre sabe a poco y entonces, por fin, a la cama. Hasta que una mañana la pantalla del celular se ilumina y en el grupo Apocalipsicadas aparece una invitación difícil de rechazar: cena con amigas. A partir de ahí la novela avanza a paso feroz entre situaciones desesperadas o disparatadas. Ana Ojeda bucea en las profundidades de la escritura y desemboca en las orillas con una novela que se detiene en la generosidad de los vínculos y en la que el lunfardo, el calabrés y el lenguaje inclusivo conviven en barroca comunidad. En su exuberancia, pero también en su particularidad, Vikinga Bonsái confirma que el lenguaje está vivo y se construye entre todes.
La obra de la Sor Juana villanciquera —la poeta popular— sin duda es menos conocida que la de la sor Juana cortesana de los sonetos, la filósofa del Primero sueño, o la subversiva ensayista de la Respuesta. Los Villancicos nos invitan a jugar, a imaginar cómo, en palabras de don Ezequiel A. Chávez: “¿Miráis, desde este nuestro siglo, oscuro a pesar de su luz eléctrica, la Catedral aquella de hace dos siglos, en la noche, como un ascua de luces? ¿Veis allí a la multitud apiñada, hombres y mujeres del pueblo todo; ricos y pobres, estudiantes y niñas; los ojos abiertos, reflejando las luces; las almas, volando”…? Por primera vez publicados aparte del resto de su obra, estos villancicos rebasan la prédica común del sermón; sor Juana pedía únicamente la atención de su público —variado, pero exigente y conocedor— para mostrarle su visión, humana e inmediata, de los personajes sagrados que hablan a través de sus coplas y reflejan el mosaico variopinto de la sociedad novohispana. Los villancicos que sor Juana escribió atraen porque revelan su gusto por las formas populares del lenguaje, las que supo utilizar para darles un sabor local que, aunado a su devoción por la Virgen María, contribuyó no sólo al perfeccionamiento del género, sino a forjar tanto la tradición literaria como la identidad musical y cultural de México.
Año 100 d. C. Norte de Britania.
Flavio Ferox es un curtido centurión encargado de mantener la paz con las tribus del norte de Britania desde el fuerte de Vindolanda.El gobernador de la provincia le ordena que se presente en la capital, Londinium. Pero justo antes de partir, aparece, en una letrina del fuerte, el cadáver de un liberto imperial al que han matado de forma brutal, y Ferox debe dar con el asesino…Todas las pistas de la investigación le conducen hacia un viejo enemigo que prepara una gran conspiración cuyo objetivo es socavar los cimientos del Imperio.En su camino, Ferox también se topará con bandidos, soldados y gladiadores que intentarán matarle, antiguos amigos que ahora son traidores, y se verá mezclado, muy a su pesar en el siniestro mundo de los druidas de la isla de Mona y en la encarnizada lucha por el poder entre los brigantes, la gran tribu del norte…
En Vineland, región californiana inventada por Pynchon, donde crecen enormes secuoyas rojas, sobrevive, envuelto en brumas, un grupo de personas que hoy hacen frente como pueden a las consecuencias de su vida en los años sesenta. En 1984, la joven Prairie busca a su madre, Frenesí, figura legendaria de los movimientos radicales a fines de los años sesenta. Lo que no sabe la hija es que la madre acaba de perder su empleo en el FBI por un recorte de presupuesto del gobierno de Reagan y que, una vez «fuera», es el blanco perfecto de un ex-amante suyo, Brock Vond, auténtico representante del Mal y de las fuerzas de represión. Brock llega a California armado hasta los dientes, empeñado en acabar con los miembros de la comunidad liderada en los viejos tiempos por Frenesí y que ahora buscan refugio en Vineland. Nada de todo ello detiene a Prairie, la niña abandonada hace quince años, decidida a descubrir la trama negra que envuelve a su madre, objeto de la ira y el deseo del terrible Brock.
En los relatos de Italo Svevo están condensados los temas y obsesiones de toda su obra. Los problemas eternos como la soledad, la culpa, lo que se espera de la vida y el fracaso al que se llega están tratados con un sentido del humor agridulce y una distancia irónica que hace de sus personajes los antihéroes más próximos de la literatura. Hoy, Svevo es considerado el padre de la novela moderna italiana y, junto con Kafka, Proust, Joyce o Roth, uno de los grandes escritores del siglo XX.
Catorce años ha pasado desde que Jay publicara su exitosa primera novela, reminiscenscia de sus vacaciones infantiles en una pequeña localidad minera del norte de Inglaterra. Allí conoció a Joe, un singular personaje con inagotables conocimientos de botánica y agricultura, que contaba fascinantes historias sobre sus viajes por todo el mundo. Jay, hechizado por la magia y la fantasía del viejo, entabló con él una amistad muy especial, que quedó truncada cuando Joe desapareció sin despedirse. Una elegante y locuaz botella de vino «Fleurie de 1962», cuenta lo que ha sido de Jay desde entonces: que no ha sabido escribir nada que merezca la pena. Un día su vida cambia completamente, al hacer realidad un viejo sueño de Joe: comprar una casa en el Sur de Francia, con su viñedo y todo. Allí se verá inmerso en las historias y rencillas de la comunidad. En este ambiente, Jay recordará las enseñanzas de Joe…
Violeta, la primera niña de una familia de cinco bulliciosos hermanos, viene al mundo un tormentoso día de 1920. Desde el principio su vida estará marcada por acontecimientos extraordinarios, pues todavía se sienten las ondas expansivas de la Gran Guerra cuando la gripe española llega a las orillas de su país sudamericano natal, casi en el momento exacto de su nacimiento.
Gracias a la clarividencia del padre, la familia saldrá indemne de esta crisis para darse de bruces con una nueva, cuando la Gran Depresión altera la elegante vida urbana que Violeta ha conocido hasta ahora. Su familia lo perderá todo y se verá obligada a retirarse a una región salvaje y remota del país. Allí Violeta alcanzará la mayoría de edad y tendrá su primer pretendiente…
En una larga carta dirigida a una persona a la que ama por encima de todas las demás, Violeta rememora devastadores desengaños amorosos y romances apasionados, momentos de pobreza y también de prosperidad, pérdidas terribles e inmensas alegrías. Moldearán su vida algunos de los grandes sucesos de la historia: la lucha por los derechos de la mujer, el auge y caída de tiranos y, en última instancia, no una, sino dos pandemias.
«CUANDO ALGUIEN NO PERTENECE A ESTA CASA, NO ENTIENDO LO QUE SIGNIFICA SER UNO DE NOSOTROS, NO EXISTE» Madelaine, una joven doctora de treinta y seis años, se ve obligada a regresar a la casa que sus antepasados, los Martínez Durango, tienen en San Gabriel tras la muerte de su tía Rosario. Los Durango, la principal familia del pueblo, es dueña de la mayor parte de las tierras y de los más prósperos negocios, pero también pesa sobre ellos una larga leyenda de infortunio y numerosas habladurías… Para Madelaine, que siempre sintió aversión hacia la casa y todo lo que la rodeaba, su vuelta significará el reencuentro con su otra tía, Clara una anciana de carácter dominante y aferrada a un mundo que ya no existe, y con su pasado. Un pasado oscuro en el que flotan demasiadas preguntas jamás resueltas: ¿qué sucedió con su abuela Olivia, que fue borrada de la historia de la familia? ¿Por qué su madre desapareció sin siquiera despedirse de ella? ¿Qué relación unía a su madre con sus tías? Tres generaciones de una familia extraordinaria marcada por su apellido. Una estirpe de mujeres única y excepcional. Un vínculo irrepetible. Un amor maldito. Una historia cautivadora.
Publicado con el sello de Gleizer, que treinta años antes había editado algunos de los primeros libros de Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Raúl González Tuñón, llevaba precisamente un prólogo de Tuñón, una decisiva influencia en aquel primer Gelman, junto con el peruano César Vallejo.
«Virgilio, padre de Occidente» es una obra que trasciende cualquier clasificación. Haecker ha escrito un libro sobre un poeta y su poesía que es también «un libro sobre el amor y el trabajo, la tragedia, la piedad y la providencia». A la pregunta «¿Virgilio, padre de Occidente? ¿Por qué Virgilio?», responde Haecker: «Es un título “cum fundamento in re”… Virgilio es “princeps” en todos los aspectos». Virgilio es a la vez visión y voz de ese orden y poder llamado «Occidente». Haecker revela la urgente necesidad que tiene la civilización de esa visión y esa voz para volver a sus fundamentos divinos y descansar en ellos.
Erin Foley había conseguido dar una vida estable y feliz a sus hermanos pequeños y, a sus treinta y cinco años, estaba padeciendo el síndrome del nido vacío.
Así pues, hizo un paréntesis en su vida y se marchó a reflexionar a una cabaña remota (pero totalmente reformada: a Erin le gustaban las comodidades), cerca de Virgin River. Quería dedicar el verano a conocerse a sí misma… y se encontró con un montañés barbudo y desarrapado.
Aunque no lo parecía por su aspecto descuidado, Aiden Riordan era médico. Acababa de abandonar el Ejército y había ido a pasar el verano a Virgin River. Enseguida le interesó aquella urbanita guapa y algo quisquillosa que había huido de la gran ciudad y que, enfrascada en sus meditaciones, procuraba mantenerlo a raya.
Después de pasar años en ranchos de la zona de Los Ángeles, Clay Tahoma estaba encantado de ser el nuevo asistente veterinario de Virgin River. La belleza salvaje de aquel aislado pueblecito resultaba cautivadora para un navajo como él, y todos le recibieron con los brazos abiertos… todos menos Lilly Yazhi.
Lilly ya había tratado con una buena cantidad de hombres fuertes, callados y tradicionales en su propia comunidad india, y no tenía ganas de aguantar a más. Estaba convencida de que el primitivo y sexy atractivo de Clay no era más que una estratagema para encandilar a ricachonas como su exmujer.
A veces, el amor echa raíces en lugares inesperados… si se le deja crecer.
Colin Riordan llegó a Virgin River para recuperarse de un espantoso accidente de helicóptero que le había dejado cicatrices por dentro y por fuera. Su familia era un apoyo maravilloso, pero era en la pintura donde hallaba verdadero consuelo para su alma atormentada.
Herida en lo profesional y en lo personal por una desastrosa aventura amorosa, la publicista Jillian Matlock había alquilado una vieja casona victoriana en Virgin River. La casa tenía un huerto prometedor y Jillian quería dedicarse a cosechar algo que no fueran simples beneficios.
Los dos buscaban simplificar sus vidas, no complicarlas, pero cuando Jillian encontró a Colin pintando en su jardín entre ellos surgió una atracción inmediata.
Kelly Matlock era una sous-chef al alza, pero el inesperado desmayo que sufrió en su lugar de trabajo fue para ella una llamada de atención. Desilusionada y quemada, decidió retirarse durante un tiempo a casa de su hermana Jillian en Virgin River para descansar y poner las cosas en perspectiva.
Estaba bien entretenerse en el jardín de Jill y cocinar variedades autóctonas de hortalizas, pero no podía haber un lugar más distinto a San Francisco que Virgin River, hasta tal punto que Kelly estaba empezando a encontrarse casi demasiado relajada… hasta que conoció a Lief Holbrook. Aquel viudo tan guapo parecía más un leñador que un sofisticado guionista, pero sin duda la combinación de ambas cosas resultaba irresistible, al menos para ella. Lo que ya no lo era tanto era su hija.
Ese año, Becca Timm sabía cuál iba a ser el número uno de su lista de deseos navideños: olvidar a Denny Cutler. Tres años antes, Denny le había roto el corazón antes de partir hacia la guerra. Era hora de que Becca superara su insensata relación juvenil y siguiera adelante.
Por eso tomó las riendas de la situación y se marchó a Virgin River, el rústico pueblecito de montaña donde Denny tenía su hogar, e irrumpió por sorpresa en el fin de semana de caza solo para hombres que había planeado su hermano. Un accidente, sin embargo, convirtió su visita impulsiva en una larga estancia y Becca se descubrió de pronto varada en Virgin River. Con Denny muy muy cerca.
A veces, el amor se esconde a plena vista.
Tras convertirse en testigo involuntario de un crimen violento, Conner Danson se vio obligado a abandonar Sacramento y ocultarse hasta que concluyera el juicio. Fue así como, resentido y con el corazón destrozado, llegó al pueblecito de montaña de Virgin River.
Leslie Petruso tampoco quería abandonar su pueblo natal, pero no podía soportar ni un momento más que su exmarido fuera contando a los cuatro vientos que su nueva esposa y su inminente paternidad eran lo mejor que le había pasado nunca. Virgin River tal vez no fuera su hogar, pero al menos allí nadie la conocía.
Ni Conner ni Leslie buscaban embarcarse en una nueva relación de pareja, hasta que se conocieron. No podían negar que tenían mucho en común. Entre otras cosas, un corazón roto. Y en Virgin River nadie podía escapar mucho tiempo al influjo de la vida y del amor.
El antiguo actor Dylan Childress había abandonado Hollywood años atrás a cambio de una existencia pacífica como propietario de una aerolínea en Montana. Pero con el negocio en crisis, Dylan había empezado a preguntarse si no debería aceptar alguna de las ofertas que la industria del cine seguía haciéndole. Y nada mejor que un viaje en moto a Virgin River con los amigos.
El viaje de Katie Malone y sus gemelos a Virgin River se había detenido en seco por culpa de un pinchazo, al igual que su romance fallido. Para empeorarlo todo, llovía, los chicos tenían hambre y ella parecía incapaz de cambiar la rueda. De modo que, cuando esos moteros aparecieron y le ofrecieron su ayuda, Katie solo sintió alivio.
El antiguo marine Tom Cavanaugh había vuelto a su hogar en Virgin River dispuesto a hacerse cargo de la finca familiar y a sentar la cabeza. Bien sabía cómo debía ser la mujer perfecta: dulce, decente, quizá un poquito ingenua.
Nada que ver con Nora Crane. Pero entonces, ¿por qué no podía apartar los ojos de aquella sorprendente madre soltera?
Nora no había acabado sus estudios universitarios, pero se había graduado con sobresaliente en la universidad de los golpes duros. Había pasado por momentos muy difíciles y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para sacar adelante a su familia, incluyendo ayudar en la finca Cavanaugh con la cosecha de manzanas.
Kaylee Sloan era una autora de éxito y tenía la esperanza de poder concentrarse por completo en el trabajo. Pero a causa del luto por la muerte de su madre estaba sufriendo un bloqueo.
Con el propósito de huir de todas las distracciones, Kaylee alquiló una casa en Virgin River. Sabía que el aislamiento la ayudaría a escribir y, mientras atravesaba en coche los majestuosos bosques de secuoyas, empezó a sentir la inspiración. Hasta que llegó a su destino y se encontró con un edificio incendiado.