Tres parejas coinciden en una casa: dos chicas sin muchas luces, dos ladrones, un casado y su amante. Descubren un cadáver (el dueño, al que habían intentado robar) y la trama se complica en un pastiche del 'género negro'. La ladrona, finalmente, deduce que su compañero es el asesino.
Una obra que reúne todo el sentido y la emoción de haber vivido durante un instante, y retener, por medio de la literatura, aquel momento en la memoria. Guillermo Fadanelli regresa a ocupar un lugar destacado en las letras mexicanas. Una novela de aprendizaje sobre las vicisitudes de un grupo de adolescentes en la época de más optimismo económico en México. Al terminar el tramo sur de la avenida Periférico a mediados de los años setenta, la ciudad cerraba sus puertas y un lugar despoblado comenzaba a formarse. En ese límite empezaron a ocuparse novísimas residencias con grupos de familias tocadas por la nueva realidad económica del país. En este ambiente de nuevos ricos, Guillermo llega a su hogar con un importante complejo de inferioridad. Pronto hace nuevas relaciones y asimila aquellos que a su edad convierte a su grupo de amigos en estúpido insolentes y desvergonzados sin una guía de supervivencia másque la necesidad sexual. En palabras de su autor:Cuando terminé de escribir Al final del periférico descubrí que después de ir y venir por la literatura había logrado encontrar una voz que uniera memoria y libertad de escritura , con el desasosiego propio del vivir. Uno siempre es niño y después se muere, me convenzo a mí mismo. Y ahora descubro que intentaba -acaso de manera inconsciente- reunir en una obra todo el sentido y la emoción de haber vivido durante un instante, y retener, por medio de la literatura, aquel momento en la memoria. No he guardado nada bajo la cama y si esta novela, que pasó sobre de mí como un relámpago, posee alguna virtud o valor es la de reconocer que la vida sucede en buena medida sin nuestra intervención. Los adolescentes que se congregaron al final del periférico a mediados de los años setenta, mis amigos, acompañados de su gracia, inocencia y crueldad naturales ríen y se preguntan: 'Willy, ¿un escritor? ¿Qué carajos es eso?'.
En la anterior producción de Carmen Kurtz, vemos que las cuatro obras que preceden a la presente Duermen bajo las aguas (Premio Ciudad de Barcelona 1954), La vieja ley, El desconocido (Premio Editorial Planeta 1956), y Detrás de la piedra , tienen por los problemas vitales una raíz común de preocupación que podría definir a la autora.
Al lado del hombre es la progresión del camino literario trazado, desde el principio, por Carmen Kurtz. En esta interesante novela, cuyos dos únicos personajes crean a su alrededor un mundo vivido en sus recuerdos o imaginado en las vidas de los que casualmente los acompañan, encontramos el mismo afán de conocimiento, la misma ansia de verdad vital en cuya búsqueda la protagonista Carla Cebrián, irá lo más lejos posible.
Los protagonistas de Carmen Kurtz pertenecen siempre a un estrato social perfectamente conocido por la autora. Su lenguaje, sus preocupaciones y sus actos son determinativos de una clase condenada a pensar y, por lo mismo, con más tendencia a la soledad que otras.
Carla Cebrián hablará de su ausencia de drama sin satisfacción y ansiará realizarlo aun a costa de futuros sufrimientos. El sacrificio de lo que ella cree que no es importante , en busca de su realización, no será precipitado ni tampoco pospuesto al encontrarse frente a quien considera la persona propicia para tal conocimiento.
En su lenguaje y en su estilo, Carmen Kurtz no ha buscado jamás otra fórmula que la claridad. La técnica introspectiva utilizada durante todo el libro y puesta al servicio de los dos protagonistas, cede paso al relato en cuanto Carla Cebrián quiere explicar sus razones, y lo que podría ser novela de recuerdos no es más que simple referencia extractada y sintetizada hasta el límite.
La concisión y el ajuste total de los términos son otras tantas formas de expresión a las que la autora de Al lado del hombre ha sido siempre fiel, aumentando el vigor del relato que arrastra al lector desde el principio en las primeras horas de la mañana hasta el final nocturno, con el máximo apasionamiento.
Considerada por Edward Bunker como su mejor novela, «Little Boy Blue» narra el conmovedor periplo de Alex Hammond de los once a los diecisiete años. La historia de un «pequeño chico triste», como lo fue el propio Bunker, hambriento de amor y obligado a pelearse con todo el mundo. Alex Hammond es un niño inteligente e independiente, pero sujeto a violentos accesos de rabia. Rebelde desde el divorcio de sus padres, Alex pasará su infancia huyendo de casas de acogida y reformatorios en la California de la Gran Depresión para ir en busca de su padre, un hombre deshecho e incapaz de ofrecer al hijo el hogar que necesita desesperadamente. Asistentes sociales bien intencionados, pero desconcertados por su comportamiento, y crueles figuras autoritarias se cruzarán en su camino y marcarán a fuego su carácter. Las atroces experiencias vividas en instituciones estatales, y las malas compañías, llevarán a un chico brillante, pero excesivamente impulsivo, a vivir según un código propio que chocará constantemente con el orden establecido y lo convertirá en un precoz delincuente.
Willem Termeer, el narrador de «Una confesión póstuma», se presenta a sí mismo como un hombre apático, desagradable e indiferente a todo cuanto le rodea. Hijo de una madre fría y vanidosa y de un padre enfermizo e irascible, uno de sus primeros recuerdos es el de su ingreso en la escuela, donde se sentía como un conejito al que han arrojado a la jaula de las fieras. Sumido en un mar de pulsiones que es incapaz de satisfacer, Termeer culpa de su miserable existencia a sus genes y a una sociedad que se rige por una moral hipócrita. Una sociedad a la que odia y teme con intensidad porque se siente excluido de ella. Su matrimonio con una joven de provincias solo empeorará las cosas y lo conducirá, en última instancia, a cometer un acto del que solo podrá librarse a través del papel.
«Una confesión póstuma» es una de las novelas más relevantes de la literatura neerlandesa y, junto con «Indigno de ser humano», de Osamu Dazai, y «Memorias del subsuelo», de Fiódor Dostoievski, una de las mejores y más perturbadoras muestras contemporáneas del género confesional inaugurado por Rousseau. Publicada por primera vez en 1894, esta obra ha cautivado a escritores como J. M. Coetzee, autor del prólogo y de la única traducción al inglés de esta novela.
Durante la Gran Depresión, en Corinth, Carolina del Norte, no hay mucho que el joven granjero Jack McDonald pueda hacer además de beber una cerveza tras otra. Sin un céntimo y con una amenaza de embargo, Jack no duda en aceptar el empleo que su viejo compañero de colegio Smut Milligan le ofrece en su recién inaugurado salón de carretera, un lugar donde se sirve alcohol de fabricación casera, se juegan partidas clandestinas de cartas y se alquilan cabañas por horas. El continuo desfile de paisanos por el salón proporciona a Milligan buenos rendimientos, a menudo en forma de dinero, otras veces en forma de averiguaciones que, llegada la hora de liquidar deudas para seguir con el negocio, podrían resultar de vital importancia. Cuando el astuto y codicioso Smut ponga en práctica su brutal plan, a Jack le resultará difícil mantenerse al margen. Publicada por primera vez en 1940 e inédita en castellano, «Mal dadas» podría ubicarse entre la cruda narrativa de James M. Cain y los primeros relatos de Ernest Hemingway. Una novela que, por su realismo sin concesiones y su lenguaje directo, resultó avanzada para el gusto de los lectores de su época, e impresionó a ilustres compatriotas como Raymond Chandler, Flannery O’Connor o George V. Higgins.
Harry conocía el mal. El mal era el fracaso. De donde él venía, el fracaso era omnipresente. Tipos sin estudios que contaban cada penique y pagaban el alquiler y dejaban embarazadas a sus mujeres por enésima vez y se aguantaban sin tabaco o sin cerveza con tal de ahorrar para una máquina de coser. Manos callosas. Cuerpos sucios. Monos de trabajo. Esto era el mal, el fracaso. Trabajar en las fábricas y en las minas y en los caminos y puentes y en las granjas y campos. ¿Y todo para qué? El fracaso.
«La casa del hambre» supuso el fulgurante debut con el que un joven africano de veintiséis años obtuvo en 1979 el prestigioso premio Guardian de ficción. Un libro explosivo que rompió con el tratamiento realista de temas sociales y políticos típicos de la novela de protesta anticolonial en favor de un retrato profundamente expresivo. A través del monólogo interior del narrador sin nombre de «La casa del hambre», Marechera hace partícipe al lector de la turbulenta existencia de un joven que abandona su miserable casa del gueto y, de camino al bar más cercano, medita sobre «la mierda infecta que había sido y era mi vida en ese momento». Una vida, como la del propio autor, marcada por la violencia cotidiana, el estigma de la segregación racial y la desesperada búsqueda de la libertad individual.
«Es muy difícil hallar un escritor para quien la ficción sea un proceso de compromiso con el mundo tan íntimo y pasional» (Angela Carter).
«Marechera fue un escritor en constante búsqueda de su verdadera naturaleza» (Wole Soyinka).
Un chico de catorce años, su hermano pequeño y su madre llegan tras un largo viaje en tren a una ciudad desconocida huyendo de un marido y padrastro violento. La madre, acuciada por la carga de sus circunstancias y harta del carácter retraído y temeroso de su hijo adolescente, le obliga a buscar empleo. El chico emprende así un periplo que en sucesivas etapas lo lleva del campo a la ciudad y de la ciudad al campo y lo relaciona con jóvenes y adultos de variada condición. Sin embargo, en su aventura marcada por la huida y el abandono, el chico recurre con creciente frecuencia a su imaginación en busca de reparo: el soldado ficticio Diestl le infunde coraje ante la adversidad, y sus fantasías con Grace Kelly le entregan una belleza de la que el mundo que tiene ante sí carece por completo. Con la mente a la deriva y la posibilidad de una vida grata cada vez más lejana, el chico comienza un lento descenso por el abismo de la locura y la violencia. Como un Dickens contemporáneo dotado de una peculiar fuerza poética, Peter Kocan se nutre de su adolescencia desamparada para narrar los vagabundeos y fabulaciones de un chico a punto de extraviarse.
La Gran Depresión se llevó los empleos, hogares y esperanzas de cientos de miles de hombres y mujeres en la Norteamérica de los años treinta. En poco tiempo el número de vagabundos merodeando por parques y calles se multiplicó de forma alarmante, mientras en las afueras de pueblos y ciudades proliferaban campamentos de personas famélicas y desesperadas. Tom Kromer fue una de ellas. Joven con estudios universitarios, la falta de trabajo y de sostén familiar lo arrojó a la carretera. Sin otra ambición que conseguir tres comidas y un techo, durante cinco largos años deambuló por albergues cristianos, parques públicos o pensiones de mala muerte, y soportó toda clase de humillaciones y brutalidades por parte de la Policía. «Nada que esperar», relato de una vida a la intemperie, recoge las experiencias que su autor anotó en papeles de fumar Bull Durham y en los márgenes de folletos religiosos.
Con treinta y dos años, Frank Mansfield es uno de los mejores galleros de Estados Unidos. En los reñideros del Sur su nombre hace zozobrar las apuestas. Frank es fanfarrón, impulsivo y pendenciero; pero para ser el número uno hay que tener cabeza. Con el Premio al Gallero del Año entre ceja y ceja, la más alta distinción de la gallística norteamericana, Frank se jura no volver a abrir la boca hasta su consagración. Solo él conoce el motivo de su mudez, aunque en el primitivo mundo de las peleas de gallos, un mundo de hombres regido por normas ancestrales en el que «un apretón de manos obliga tanto como una declaración jurada ante notario», nadie se molestará en averiguarlo. En cambio a Mary Elizabeth, tras muchos años esperando abnegada a que su prometido dejara los gallos, volviera al pueblo y sentara cabeza, le queda poca paciencia, y esa extraña mudez está a punto de agotarla. Frank sabe que en el pueblo hay muchos gañanes deseosos de llevar a Mary Elizabeth al altar; si ha de volver junto a ella, puede que esté ante su último intento de conseguir lo que más ha deseado en su vida. Charles Willeford, uno de los grandes nombres del «hardboiled» norteamericano y autor de culto, se inspiró en «La Odisea» para concebir la que él mismo consideraba su mejor novela. Absorbente, hilarante, escrita con oficio, «Gallo de pelea» es una aventura por los reñideros sureños de los años sesenta, un viaje por una Norteamérica poco conocida y extinta, en compañía de un personaje inolvidable.
Osamu Dazai es hoy en día uno de los escritores más admirados por la juventud nipona y un autor de culto en Occidente. Su breve y atormentada existencia está presente en las dos novelas que escribió «Indigno de ser humano» y «El ocaso» y en la mayoría de relatos que vendió a revistas y periódicos para ganarse la vida. «Repudiados» reúne nueve cuentos, escritos entre 1939 y 1948 e inéditos hasta ahora en castellano, con el inconfundible sello del «enfant terrible» de las letras japonesas del siglo XX. En ellos leemos la aséptica descripción del viaje que emprende una pareja al lugar donde planean poner fin a sus miserables vida «Repudiados»; los infructuosos esfuerzos de Dazai para ganarse el respeto de sus paisanos y dejar de ser fuente de preocupaciones y disgustos para su familia «En memoria de Zenzo»; los devastadores efectos de la guerra en el día a día y la mentalidad de los japoneses «Diosa»; o la angustia e incapacidad de Dazai ante su condición de marido y padre de familia «Cerezas».
«Glanbeigh» no se encuentra en ningún mapa, pero los anhelos, frustraciones y contratiempos de los habitantes de este pueblo imaginario del condado de Mayo, Irlanda, les resultarán familiares. Jóvenes con un futuro incierto que malviven mediante empleos ingratos o mal pagados (portero de discoteca, gasolinero, bedel), matones, traficantes poco profesionales; chicos a la deriva atrapados en un mundo cuyas únicas válvulas de escape son el alcohol, el sexo y la violencia, protagonizan los siete relatos que conforman este libro. Sobre ellos escribe Barrett «con afecto, sin condescendencia, viviendo sus vidas» (en palabras de Kiko Amat), y con un estilo sólido y sugerente, áspero y a la vez poético, que ha llamado la atención de escritores como Anne Enright o Colm Tóibín y ha hecho de «Glanbeigh» uno de los debuts literarios más aclamados de los últimos años.
«Kentucky seco» es el bourbon que antiguamente se destilaba de forma clandestina en esta región del sur de los Estados Unidos y el título de los nueve relatos ambientados en una pequeña comunidad sin nombre de los montes Apalaches, un lugar inhóspito, pero de gran belleza, en el que tener estudios se considera un signo de arrogancia y donde la caza no es precisamente un deporte. Pecadores convertidos en predicadores, jugadores con malas pulgas, ancianos que viven en el bosque y prefieren la compañía de los animales a la de los hombres, hijos sin padres, familias en las que nadie trabaja y albañiles que cultivan marihuana para sobrevivir protagonizan historias duras y reales de gente humilde pero orgullosa. Chris Offutt debutó en 1992 con esta colección de relatos con la que quiso «brindar un libro a la gente de casa… en el que los lectores de las montañas pudiesen por fin reconocer su cultura sobre el papel, con un lenguaje que pudiesen entender, sin condescendencia».
Con tan solo catorce años, Bobbie Prine ocupa su tiempo reventando máquinas expendedoras y gastándose el botín en speed, pastillas y jaco. Tras recibir una brutal paliza de un guarda de seguridad, Bobbie es atendido por el grandullón Mel, médico militar expulsado del ejército por yonqui y convertido en ladrón profesional. Mel y su novia, Syd, acogerán a Bobbie y tratarán de domar su carácter explosivo. Junto a Rosie, la joven novia portorriqueña de Bobbie, formarán un peculiar cuarteto de ladrones y traficantes que actuará en Chicago, Denver, Indianápolis y Los Ángeles. Bobbie aprenderá de Mel el oficio y descubrirá la buena vida, pero también sufrirá el infierno de la adicción y la pérdida de seres queridos.
Jordi Cussà irrumpió con fuerza en la narrativa catalana con Caballos salvajes , novela de culto que sorprendió a críticos y lectores por su fiel retrato de un mundo marginal —el de la adicción a las drogas duras— poco transitado por los escritores catalanes, y por sus innovaciones lingüísticas y estilísticas.
La novela, que narra de forma coral las aventuras y desventuras de un grupo de amigos que se dedican al tráfico y consumo de heroína y otros estupefacientes en la Cataluña de los años ochenta y noventa, es un relato perturbador, ágil y poético de «la generación de los pringados», en palabras de su protagonista. Una generación que galopó entre el éxtasis y el averno hasta que la adicción, o el sida, truncó sus vidas y que encontró en Jordi Cussà, uno de sus supervivientes, al mejor cronista posible.
Tras finalizar el curso escolar, el joven y único profesor del colegio rural de Tiboonda se dispone a pasar unas semanas de descanso en la civilizada Sydney para disfrutar de la costa, el mar y quizás el amor.
Antes de volar hasta allí, John Grant se ve obligado a pasar una noche en Bundanyabba, localidad minera de sesenta mil almas del interior de Australia, donde lo mejor que puedes hacer es beber cerveza fría en uno de sus incontables bares a fin de sobrellevar el calor extremo. O apostar al Two-up, juego tradicional australiano que consiste en lanzar dos monedas al aire.
Eso es lo que hace John Grant, que en los fatídicos días posteriores a esa noche se sumergirá en una orgía de violencia, alcohol y podredumbre que lo conducirán al límite de sus fuerzas y salud mental.
Kenneth Cook debutó en 1961 con esta escalofriante novela, hoy en día considerada una obra de culto junto con su adaptación cinematográfica, sobre un hombre a la deriva en la Australia profunda.
Chris Offutt abandonó en su juventud el lugar que lo vio crecer, Kentucky, para ver mundo y ganarse la vida en empleos precarios a lo largo y ancho de los Estados Unidos. En Lejos del bosque, su segundo libro de relatos tras Kentucky seco (1992), escribe sobre aquellos que, como él, dejaron atrás —aunque no consiguieron olvidar— esas colinas agrestes donde los hombres se sienten desnudos si no van armados y las rencillas entre familias se transmiten de generación en generación. Camioneros, sheriffs , obreros, exconvictos y boxeadores amateurs protagonizan estas historias de gente a la deriva que anhela regresar a ese rincón perdido y olvidado del que huyeron y que probablemente solo existe en su memoria.
La vida es así: un día todo y la mayoría miseria.
Niel, Ona y Àsia vivieron en los años ochenta una juventud frenética entre Cataluña y las islas Pitiusas. Gozaron sin mesura del sexo, la música y las drogas hasta que cayeron en el pozo de la adicción.
Treinta años después, instalados en el «tedio decepcionado de los cincuenta» y con muchas cicatrices en el alma, deciden revisitar esa época turbulenta mediante la escritura de un libro. Un libro que, con sus historias de tráficos grandes y pequeños, reencuentros mágicos y funestos, renaceres y recaídas, ofrece un retrato implacable de una generación que vivió al límite y pagó un alto precio por sus excesos.
Quince años después de debutar con Caballos salvajes , Jordi Cussà volvió a escribir en Formentera lady sobre los años rojos de la adicción pero, esta vez, con la mirada lúcida de aquellos que lograron sobrevivir.
Tras una borrachera salvaje que acaba en orgía homosexual y tentativa de suicidio, Bruno Dante es internado por tercera vez en la unidad de alcohólicos y enfermos mentales del Hospital San Giuseppe di Cupertino en el Bronx. Mientras se recupera le llegan malas noticias de la Costa Oeste: su padre, el escritor y guionista Jonathan Dante, con el que nunca se ha llevado bien, está gravemente enfermo y los médicos le dan pocos días de vida. Llamado a rendir un último homenaje al padre, Bruno Dante abandona antes de lo previsto el hospital y emprende un viaje de costa a costa en compañía de su odiada mujer. Un padre genial, rudo y con un carácter horrible: Jonathan Dante. Un hijo lleno de talento que se pierde en el alcohol, el sexo y la depravación: Bruno Dante.
Ron Decker acaba con sus huesos en la temible prisión de San Quintín tras su primera detención por «vender droga como si tuviese licencia». Allí, en la fábrica de animales, donde los conflictos raciales y las peleas entre bandas están al orden del día, el novato Ron aprenderá muy pronto que para sobrevivir hay que estar dispuesto a todo. Su maestro en el infierno carcelario será Earl Coppen, uno de los tipos más duros y respetados de San Quintín, con quien entablará una improbable amistad forjada en largas conversaciones ajenas a la jerga carcelaria. «La fábrica de animales» es una crítica demoledora a la deshumanización de la vida en prisión escrita sin concesiones por alguien que estuvo dentro más de veinticinco años.